👑 Capítulo 1👑
Horas antes de la borrachera...
''Se parte de la manada''
Es la frase que siempre me dice papá en sus típicos sermones para que me integre a la familia, para que sea como ellos. ¿Qué pasa si quiero ser un coyote solitario, seguir mi propio rumbo, mis metas y sueños, que nada tienen que ver con lo que quiere la manada? ¿Por qué ese afán de nuestros padres para convertirnos en una copia de ellos mismos?
Ni siquiera comprendo su insistencia por la perfección cuando a nuestro alrededor todo es un épico desastre. Mi madre, Lara, ni siquiera pertenece a esta ciudad o país, nació en no sé qué lugar del mundo cuyo nombre nunca recuerdo, se supone que tiene una madre y una hermana a las que nunca he conocido y de las que nunca habla. Tampoco es que me dé curiosidad saber algo sobre ellas, si no las menciona, es por algo.
Mi padre, Alfred, es el peor. Mis abuelos los Toscano son una de las familias más poderosas de la ciudad, mi padre es su mayor decepción, mientras Alessandro, mi tío, fue un gran empresario que llevó el negocio familiar a la cima. Siempre que papá inicia alguno nos lleva directamente a la quiebra. Pero para mala suerte de los Toscano, mi querido tío ya no está con nosotros, y no, no murió, se escapó a algún lugar del mundo con una estafadora y juntos robaron la más valiosa posesión de los Toscano, los rubíes de no sé qué nombre rarito, pero esa es otra historia.
Luego está mi querida hermana pequeña, Angie —lo de querida es sarcasmo—, que piensa que el mundo es color de rosa y vive flotando en las nubes creyéndose superior a los demás, espero que cuando caiga se dé un buen golpe en su escaso trasero.
Y finalmente yo, Eva Toscano Zchwat, aspirante a coyote solitario. La familia de mamá me da igual, ni siquiera saco ese tema a conversación. En el caso de papá, lo quiero, pero incluso yo soy más buena en los negocios que él y me alegra mucho que el tío Alessandro escapara de las redes de los Toscano, nos mantenemos en contacto secretamente porque es mi tío favorito. En cuanto a mi hermana, ella no existe en mi plano astral.
Así son mis días, viendo como mamá se gasta el poco dinero que papá consigue comprando ropas y joyas, escuchando las idioteces de mi hermana y lanzándole comentarios sarcásticos, tocando mi guitarra en la soledad de mi habitación y escuchando los sermones de papá cada vez que me echan de una escuela de economía. Van cuatro a lo largo de este año, bueno, cinco si contamos la de hoy.
Soy un desastre, lo sé, pero no tengo culpa de que cuando la profesora Laurel comience hablar mi sistema nervioso me ordene dormir. Y sí, es cierto que ya van tres veces que me duermo en su clase, pero en mi defensa la mujer tiene el letrero de aburrida escrito en la frente y si a eso le sumamos que odio la economía.
¿Qué tenemos como resultado?
Sueño.
Por eso mientras camino de regreso a casa voy pensando en las diez excusas que le voy a poner a papá y como lo convenceré para que no busque más escuelas de economía y finalmente me deje ir a la academia de música. A veces me dan ganas de llamar al tío Alessandro y pedirle que me lleve con él. Siempre me ha gustado la música, no es que tenga un talento como los protagonistas de las películas que al final cumplen su sueño y se hacen famosos, para mi es como un hobbie, pero me gustaría aprender más sobre ello y tal vez trabajar en algo que se relacione.
Cuando finalmente llego a casa y abro la puerta me encuentro con una escena un poco extraña. Mi "manada" está sentada en la sala, en silencio y cuando me escuchan llegar, todas sus miradas se posan en mí.
—Ya llamaron de tu escuela —me informa papá y maldigo en mi interior.
—Te prometo que... —intento iniciar mi defensa pero mamá me interrumpe.
—Toma asiento Eva, tenemos que hablar.
En silencio y asustada hago lo que me dicen, me siento al lado de mi hermana que me mira despectivamente y le saco la lengua.
—Eva —me regaña papá y me pongo seria.
—¿Van a acabar de decirnos que pasa? —pregunta Angie y si mi hermana no está enterada de lo que pasa, nada bueno debe ser, por lo que me pongo un poco intranquila.
Mamá y papá se dan una de esas miradas que solamente ellos entienden y no puedo evitar rodar los ojos, odio ese maldito idioma de padres porque la mayoría de las veces significa problemas para sus hijos.
—Como ambas saben desde que su tío Alessandro desapareció —empieza a hablar mi madre con su voz de mujer sofisticada y ruedo los ojos.
Si hay algo que odio es su manía de querer tapar el mundo con el dedo. Nunca hablamos de los problemas, siempre aparentando ser la familia perfecta con tal de complacer a mis abuelos.
—Quieres decir desde que se escapó con los millones de la familia —le corrijo y papá asoma una sonrisa mientras ella me mira con seriedad—. Ok, me callo.
—Lo que su mamá intenta explicarles —interviene papá—. Es que como su tío no estuvo, pasé todo este tiempo haciéndome cargo de la empresa Toscano.
Angie abre los ojos asustada sin decir nada, pero como mi boca suelta todo lo que pienso, me pongo de pie.
—¡¿Llevaste la empresa de los abuelos a la quiebra?! —grito.
—¡Eva! —me regaña mamá y Angie se ríe.
—No, hija —informa papá y me siento más calmada—. Todo lo contrario acabo de firmar un contrato millonario con el que podremos recuperar todo el dinero que perdimos cuando Alessandro... —mi mamá lo interrumpe aclarándose la garganta para que no mencione lo de mi tío—. Bueno cuando ya saben.
—¡Eso es genial! —exclama Angie emocionada por poder comprarse más maquillaje y seguir pareciendo un payaso con colorete.
La alegría en los ojos de mi padre hace que mi corazón se emocione, porque se lo difícil que es para él demostrarle a sus padres que si puede hacerse cargo del patrimonio familiar y que haya logrado esto, sin duda significa mucho para él.
—Me alegra mucho papá —le digo.
—Pero eso no es todo pequeñas —mamá sonríe y le toma la mano a papá, esa es mi señal para saber que se viene una catástrofe—. Nos iremos de viaje.
Mi hermana y yo nos miramos, por primera vez desde que ella nació nos regalamos una sonrisa.
—¡Esa es la mejor noticia! —ella se levanta aplaudiendo y a mi hasta ganas de abrazarla me dan, pero las borro cuando recuerdo que rompió mi primera guitarra.
—¿Cuándo nos vamos? —pregunto feliz.
—Ustedes no van —suelta papá sin anestesia y Angie se queda con las manos en pausa antes de volver a aplaudir y cae sentada de un tirón.
—¿Cómo que no vamos? —los miro asustada—. ¿Nos van a dejar solas?
Eso sí sería bueno, libertad al fin, aunque tuviese que quedarme con mi hermana.
—No —dice mamá y Angie la mira como si tuviese tres cabezas—. Se van a ir a Nardinkanth con mi madre.
—¡¿QUÉ?! —exclamamos al mismo tiempo.
—Tiene que ser una broma —mi hermana se cruza de brazos y niega.
—No lo es —explica mamá—. Ya hablé con mi madre y todo está arreglado para que se marchen mañana.
—¿A dónde irán ustedes? —pregunta Angie.
—Queremos pasar un tiempo viajando por el mundo, para que al regresar su padre se enfoque totalmente en la empresa, merecemos un descanso para nosotros después de todo lo que hemos vivido con la desaparición de su tío
—¡¿Pero es necesario que vayamos con la abuela?! —Angie se pone de pie y comienza a caminar de un lado a otro.
—Eva —me llama papá, pero yo estoy en shock mirando un punto fijo procesando todo esto.
Mi mente es un bucle en el que las palabras "se van a ir a Nardinkanth con mi madre" se repiten una y otra vez. Siento un jodido nudo en la garganta mientras la mano de mi padre se mueve delante de mis ojos. Irme, lejos, sin mis amigos, sin mi novio, sin Liv, esto no puede estar pasando.
—Pero mamá ni siquiera hemos visto a la abuela —empieza a protestar Angie—. ¡Es que ni habías hablado de ella hasta ahora!
—Eva —vuelve a llamarme papá y yo sigo ensimismada mirando un cuadro.
—La abuela es una mujer ocupada —dice mamá orgullosa—. Pero ha dicho que con gusto las recibirá en su escuela para príncipes y princesas.
—¡¿Su qué?! —pregunta Angie emocionada.
Mi bucle se detiene y capto las últimas palabras de mi madre Escuela para príncipes y princesas. Realeza, una maldita escuela de la realeza, con niños mimados que obtienen lo que quieran con solo mover la mano.
—Eva —insiste papá y reacciono.
—¡No pienso irme a la Conchinchina! —digo poniéndome de pie—. ¡Y mucho menos a esa escuela de niños ricos!
—Nosotras también somos ricas —interviene Angie.
—No te veo la corona por ningún lado —le digo y mamá me mira enojada.
—No está en discusión Eva —añade papá.
—Pues si me mandan a... a... a... ¡A ese lugar! —pataleo irritada—. No voy a regresar.
—Yo estoy de acuerdo en ir —añade Angie y ruedo los ojos.
—Pues comiencen a empacar —ordena papá—. Mañana temprano tomarán un vuelo.
Ni siquiera es una pregunta, simplemente lo han decidido sin consultarlo, solo han pensado en ellos, maldita costumbre de ser egoístas. Miro a todos con desprecio antes de salir por la puerta, lanzarla con toda mi fuerza y comenzar a caminar lejos de casa. Agarro mi celular del bolsillo y llamo a mi mejor amiga que contesta a los tres tonos.
—Livia al teléfono —contesta riendo.
—Llama a todos, mañana me largo a la Conchinchina.
—¿A dónde? —pregunta confundida.
—A la Conchinchina —le repito—. Luego te explico, llama a todos, hoy pienso emborracharme.
(...)
"Háganle caso a la abuela"
Es la última frase de mamá antes de que Angie y yo subamos al avión con destino a Nardinkanth y también la única frase que me dirigió desde la noche anterior cuando llegue a casa borracha en compañía de un chico desconocido.
Prácticamente no recuerdo nada, sé lo sucedido gracias al enorme sermón que me dio papá diciendo que era una irresponsable y que habían hecho bien en no dejarme sola en casa. Tuve suerte de que ese chico —del que no recuerdo absolutamente nada—, fuera alguien decente y me llevara sana y salva a casa, cosa que papá recalcó unas 80 veces en medio de su parloteo. Según Angie era muy guapo, que bueno que tengo laguna mental de lo que ocurrió con él porque seguro hice el ridículo un montón de veces.
Ir a vivir un tiempo con mi abuela es el último de mis deseos, pero aquí voy en un avión rumbo a su absurda escuela. La música en mis auriculares se detiene y la alarma avisando que ha muerto la batería hace que suelte un bufido. Miro a la señora de unos sesenta años que viene a mi lado y rezo porque no siga roncando, pero al segundo un ruido molesto sale de su boca y ruedo los ojos. Angie está ubicada tres asientos adelante junto a un niño pequeño que no deja de hablar, la veo respirando pausado para no gritarle que se calle y río porque por lo menos mi compañera de asiento era silenciosa hasta que se quedó dormida.
Me remuevo un poco en mi lugar, nunca he sido de esas personas que pueden dormir cuando viajan. Me pongo de pie dispuesta a ir al baño. El avión está a oscuras y la mayoría de personas duermen así que como puedo camino por el estrecho pasillo, paso por el asiento de Angie y escucho al pequeño hablar de autos y emitir sonidos con su boca intentado parecer uno y no puedo evitar reír.
Es el karma hermanita.
Finalmente entro al baño y hago mis necesidades fisiológicas, me lavo las manos y salgo. Vuelvo a hacer el recorrido de regreso a mi asiento pero me detengo en seco cuando veo un chico durmiendo tranquilamente con un libro en las manos.
¡No puede ser! Llevo meses esperando que salga ese libro y por este maldito viaje no pude comprarlo. Me quedo parada embobada mirando el libro en las manos del chico, se ve tan nuevo y reluciente, mi colección lo espera con ansias.
—Solo pueden estar pasando dos cosas —escucho una voz y dejo de mirar embobada hacia el libro—. O te gusto o eres una come libros como mi hermana.
Llevo mi mirada hacia la cara del chico que me observa con una sonrisa y creo que las piernas me tiemblan. Tiene una sonrisa de esas que te dejan sin respiración, su pelo castaño oscuro es un desastre pero sin duda hace que se vea muy atractivo y unos ojos verdes que me detallan de pies a cabeza, admito que me pone un poco nerviosa. Lleva unos auriculares colgados del cuello y hay un señor algo mayor durmiendo en el asiento del al lado.
—¿Eres muda? —me pregunta y yo abro la boca para hablar pero no logro decir nada.
¿Qué pasó con mi voz?
—Vale eres muda —afirma. Empieza a hacer señas con sus manos y no puedo evitar reírme bajo para no despertar nadie.
—No soy muda —le respondo y otra vez sonríe.
Vale, soy fan de esa sonrisa.
—Que bueno, porque no tenía ni idea del lenguaje de señas —dice riendo—. ¿Entonces?
Lo miro confundida.
—¿Te gusto yo o el libro?
Ambos
—El libro —respondo y siento algo de calor en mis mejillas—. He estado esperando mucho para comprarlo pero por culpa de este viaje tonto no pude.
—¿Viaje tonto? —su cara de confusión me divierte.
—Larga historia —le digo—. Debo regresar a mi asiento.
Me dispongo a marcharme a mi lugar, pero él se pone de pie y me toma del brazo, sus manos mandan una corriente por todo mi cuerpo y siento que me cuesta respirar.
—Espera —sus ojos encuentran los míos. Querido corazón deja de latir tan deprisa, gracias—. Ten, te lo regalo.
Me tiende el libro y yo lo observo como si tuviese tres cabezas.
—¡¿Me lo regalas?! —imposible ocultar la emoción en mi voz.
—Tendré que lidiar con los instintos asesinos de mi hermana, pero la alegría en tu mirada lo merece.
Y lo más probable es que me haya sonrojado después de eso. Bien podría negarme porque es un desconocido que puede intentar secuestrarme minutos más tarde de haberme regalado un libro.
Pero vamos, es "A través de ti", mi iceberg merece todo, así que si, aun estando en peligro de que este chico resulte ser un psicópata, tomo el libro de su mano y le regalo mi mejor sonrisa.
—Muchas gracias.
—Un placer. ¿Cómo te llamas? —me pregunta pero antes de que pueda responder la aeromoza llega hasta nosotros.
—Chicos deben tomar sus asientos, ya vamos a aterrizar.
Le doy la espalda a ambos y camino hacia mi asiento con un tesoro entre mis manos, ahora cada vez que lea este libro me recordaré del chico del avión.
Quince minutos después el avión finalmente se encuentra en tierra, los pasajeros comienzan a bajar y yo me apresuro para poder agradecerle nuevamente al chico del libro. Pero cuando me acerco a Angie y ambas nos disponemos a salir junto a las demás personas, un señor de un traje negro me toma del brazo y otro se acerca a mi hermana. Angie me mira con miedo y yo me pongo a la defensiva.
—Acompáñennos —dice el que me sostiene del brazo y da un paso hacia el lado contrario a la puerta por donde todo el mundo está saliendo del avión.
Angie abre sus ojos aterrada, miro al hombre que usas lentes oscuros y me mantiene agarrada.
—¿A dónde? —le pregunto intentando soltarme de su agarre pero me es imposible.
—Plan B —le dice al otro tipo, veo como saca un pañuelo de su bolsillo y cubre la nariz y boca de Angie.
Comienzo a forcejear con el que me sostiene para ayudar a mi hermana, luego un paño cubre mi rostro y en segundos todo se vuelve totalmente oscuro.
Ahora si iniciamos oficialmente con esta historia.
Espero que les guste.
Quiero leer su opinión sobre el capítulo
¿Qué les pareció Eva?
Os quiero
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