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7. La noche traviesa de Phoebe

Luego de cenar, papá se va a descansar. Las tres levantamos la mesa, sacamos la basura y subimos nuevamente a mi habitación. Reviso mi teléfono. Cero llamadas perdidas. Es increíble que Ian no haya vuelto a llamar. Quise preguntarle a papá por él; pero me arrepentí, y es un alivio que ya no me moleste. Creo que estoy enferma, esta es la tercera vez que lo miro; cargos de conciencia; o, acaso él tiene razón y le estoy extrañando. ¡Ya quisiera! Aparto esas locas conclusiones de mi cerebro.

Entre las tres, planeamos que para ir a la fiesta me quedaré en casa de Cheryl y allá me cambiaré; por lo que buscamos en mi armario lo que me voy a poner. Cruzo los dedos, porque para Cheryl nada de lo que ve hasta el momento es halagador. Arguye toda estirada que si por fin quiero conseguir un novio decente, y terminar de acabar con el fantasma de Patrick, ella mejor me conseguirá algo mucho mejor que mi vestido de quince, en la boutique de su madre. Tengo que aceptar que Cheryl heredó el gusto de su Mia por la moda, tiene mejor gusto que yo para la ropa, y por algo lleva un famoso blog.

La hora avanza y nos dedicamos a mirar las tendencias en twitter, nos interesa saber que comentan sobre la gran fiesta; lo cierto es que seguimos a todos los populares, si, somos unas stalkers en potencia. Revisamos, y como es lógico de lo único que hablan todos es sobre quienes asistirán a la fiesta de Kate. Crearon un hashtag llamado #ParnasuspartyKate y todos sus allegados confirmaron, tampoco dudamos en hacerlo, emocionadas. Me llamó la atención el twitter que Jay publicó en el muro de Jeremy preguntándole si iría a la fiesta, y para agrandar mi duda, él no le respondió. Revisé a intervalos y aun no lo hacía; y tal vez, lo más seguro es que no vaya, y tal vez sea lo mejor.

Casi me estoy durmiendo cuando escucho golpecitos en la ventana. Enciendo la pantalla de mi teléfono y veo la hora, doce y cuarto. Me incorporo en la cama y mientras Cheryl estaba en el décimo sueño, del que no la despierta ni el ruido de una bomba nuclear, Phoebe no. Hay luz proveniente de mi baño, me bajo de la cama y voy hacia allá. Phoebe lleva puesto un vestidito negro, corto, ceñido al cuerpo acentuando las curvas que le dejaron su paso por el club de porristas y sin mangas, en vez de su pijama; también se está poniendo maquillaje.

―Te despertó ¿cierto? ―Ella dice como si nada.

―Ese no es el problema. ¿Se puede saber a dónde vas a esta hora? ―Resoplo.

―Calma mamá. Voy con Max ―responde lo más de tranquila mientras se pone labial rojo en su carnoso labio superior. Luego se gira y me mira, como si no hubiera matado ninguna mosca.

Lo cierto es que Phoebe es de buen ver. Su trasero es más grande que el mío, y tiene mucha más habilidad con el lápiz de ojo que yo, se me da fatal. La última vez que lo intenté por mi cuenta casi me saco un ojo. Tenemos casi la misma estatura; pero los tacones que usa le hacen ver más alta y estilizada. Y sus ojos marrones a juego con su pelo largo castaño oscuro, y su piel trigueña, la convierten en toda una belleza exótica. Mi amiga es realmente linda.

―Max. ¡A estas horas! ―Resoplo escandalizada apartando mi mirada de su retaguardia.

Es la primera vez que Phoebe se escapa de nuestra pijamada para irse con un novio, y no es que haya tenido muchos.

―Es la hora perfecta, Max...

―¿Ya lo tenían planeado cierto? ―le increpo.

―Em, por favor, no digas nada. Es tan difícil para Max y para mí vernos más seguido; le amo y no quiero perderlo.

―Lo entiendo; pero este, se supone que es nuestro tiempo. Nuestra tradicional pijamada desde que teníamos siete. Solo nosotras. Noche de chicas. Y de cualquier modo, mañana le vas a ver, y bailarás con el hasta que se les deshagan los pies.

―Em, calma. Tampoco estoy segura de eso, también depende de él; pero te prometo que estaré aquí antes de que Cheryl o tú papá se levante.

Eso de la dependencia no me ha gustado oírlo; sin embargo, no creo que sea el momento de opinar sobre ello. Alguna parte de mi cerebro aún está dormido.

―¿Y a donde se supone que irán?

―A ningún lado. Me quedaré en su apartamento. Ya les conté que rentó uno pequeño.

―Por la forma en la vas vestida creí que irían a una fiesta, por lo menos.

―No Em. Es solo que quiero impresionarle. Tú sabes, arreglarte solo para ellos los vuelve locos. Tampoco quiero que otra pierni floja me lo arrebate.

Pierni floja, eso me hizo reír.

―¿Y entonces que se supone que harán? ―Suspiro con la pregunta.

―¡Tú qué crees! ―Phoebe dice y la cara que pone me da muy mala espina por lo que me empiezo a imaginar y de paso voy a preguntarle.

―Acaso ustedes lo... van a hacer. ―Phoebe da un respingo y se pone toda colorada.

―S-Sí, obvio. No...no es mi primera vez. Y aclaro que fue mi primero ―ella acota su punto, nerviosa.

―¿Ya... lo hiciste... con él? ¿Dónde? ¿Desde cuándo? Que no me entero.

―Emi eso es algo que tarde o temprano pasa, así que no importa desde cuándo, o donde. Solo... pasa y ya.

―Phi...

―Em, deja el drama, eso ya pasó, y continuará pasando; el sexo con él es tan increíblemente salvaje, que probablemente lo hagamos hasta la madrugada. ―Ella suelta y yo estoy de no creérmelo. ¡Mi amiga de toda mi infancia perdió su virginidad quien sabe cuándo, y de paso sigue teniendo sexo salvaje! ¡A qué horas pasó todo eso!

Phoebe toma su teléfono y teclea un mensaje, y con cuidado recoge su saco. Ella me mira, y yo exhalo preocupada.

Ok, sé que no es nada del otro mundo, que tener sexo es natural, y también sé que es normal que las parejas tengan relaciones. ¡Pero qué diablos!, mi amiga tiene sexo con su novio; lo extraño y que aún no me saca del shock, es que no nos lo haya confesado hasta ahora. Me pregunto si Cheryl también lo sabe...

―No ―habla antes de que pregunte precisamente eso―. Cheryl no lo sabe, tampoco es algo que quiera andar contando. Somos amigas, y ya no somos niñas, es mi vida privada... tú entiendes Em, es igual a cuando tu no quieres contarnos que fue lo que exactamente te hizo Pat...

Golpe bajo; y Phoebe tiene razón. Aunque Pat y yo nunca llegamos a tener sexo, solo... nos tocamos una vez, pero no pasó a mayores... y ahora, eso no es un buen recuerdo...

―¿Y cuándo nos ibas a contar esta bomba?―. Cambio mi actitud, lo cierto es que Phoebe tiene razón, eso es privado y de ella.

―Por lo menos no hoy; además, no es nada del otro mundo.

Nada del otro mundo, ¿en qué momento Phi empezó a tener una mente tan liberada?

―Te estás protegiendo por lo menos. ―Debo preguntarlo, yo ya tuve esa larga y tediosa charla con mamá.

―C-Claro que sí, Max es extremadamente cuidadoso y responsable con eso. Él se protege por los dos.

―¿Segura? ―En serio que esto me saca de base.

―Sí, obvio; aunque me ha propuesto que empiece a usar la píldora, ya somos exclusivos ―responde y no sé por qué me da la impresión de que no suena tan convencida.

―Más le vale, o se las verá conmigo ―le digo amenazante. Me acerco a ella y le abrazo.

―No le cuentes a Cheryl, no todavía. Lo hablaremos juntas después. ¿Me lo prometes? ―Phoebe susurra en oído

―Está bien; solo dime porque aceptas escapar en medio de la noche, y violando nuestra vieja tradición.

―Em, cuando te pase a ti, me darás la razón de lo que hago. Te lo aseguro. Ahora no puedo explicártelo.

―No lo creo, no pienso tener... sexo con nadie, no, hasta que encuentre... al indicado.

―No hables mucho ―ella advierte.

―Está bien, sabelotodo del sexo. ¿Y por donde pensabas escapar?

Ella mira la ventana y luego a mí y sonríe preocupada.

―Pensaba salir por la puerta del patio.

―Entonces te acompaño ―ofrezco sin remedio, y ella toma mi mano entre las suyas.

―Em, en cuanto a nosotras, tal vez con el tiempo dejemos de hacer esto. Los tiempos cambian; sin embargo, nuestra amistad no va a cambiar nunca, eso lo juro. ―Yo asiento resignada y preocupada.

Bajamos en silencio hasta la planta baja. Phoebe con sus botines de tacón punta en la mano para no hacer ruido, y yo con mi pijama de algodón y pantuflas anti ruidos. Voy con ella y salimos por la puerta de atrás de la cocina. Y antes de irse le doy mi llave. Ella asiente agradecida y yo me siento ahora como una madre alcahueta.

Sale rápida. Max la espera metido en su auto negro, me ve y solo me da un saludo con su mano. No le veo ni un poquitín perturbado. Me pregunto desde cuando ellos hacen esto de escaparse en la noche para hacer sus cosas. ¿También escapará de su casa? Phoebe sube, el acelera, y yo me entro a casa en el acto. La noche estaba fría afuera. Sin embargo, en mi camino de vuelta a mi habitación, mis mejillas empiezan a calentarse y arder de solo pensar en lo que Phoebe y Max harán juntos hasta la madrugada estando solos... en su apartamento.

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