33. Primera vez contigo
Salimos del lugar luego de que Jeremy revisara los detalles del tratamiento de su mamá; ella no lleva allí una semana. Lleva internada tres meses; y lo del problema con los policías de tránsito sucedió después de que ella escapara por primera vez del lugar. Todo esto para Jeremy resulta tan perturbador. Nos metimos al auto y nos quedamos un momento allí, en silencio.
―¿Quieres que conduzca de vuelta a casa? ―Rompo el silencio con mi osado ofrecimiento. No espero que diga que sí; sí al menos hacerle reír.
Él me mira un poco mosqueado.
―Está bien si no quieres. ―Sacudo mis manos―, es solo que... te ves... un poco cansado con todo esto.
―Em.
―Se conducir, y tengo licencia ―insisto.
―Emily ―llama ahora impaciente.
―¡Que! ―Le abro mis ojos risueña.
―No. Quiero ir a casa.
―¿Y... a dónde quieres ir? Creo que es un poco tarde. Son más de las once ―repongo mostrándole la hora en el reloj en su muñeca.
―Te dejaré en tu casa o en la de Phoebe, solo dime dónde. Yo me voy a quedar en la casa de campo.
―¡Solo! Y a estas horas ―suelto rauda.
La sola idea de dejarle solo después de lo que hizo por mí, Cheryl y lo que pasó en la clínica con su madre, yo no quiero que esté... solo.
―Siempre voy solo ―Jeremy me encara al decir esto.
―Entonces quiero ir contigo ―digo y le sostengo la mirada.
Me mira preocupado por lo que ha salido de mi boca. Y es que escucharle decir eso me ha conmovido; tanto que no quiero dejarle solo; en serio quiero estar con él, cuidarle, abrazarle, besarle, y que seamos uno. Lo sé, sé muy bien lo que mis palabras significan, y no sabré si estoy preparada hasta que llegue ese momento. Y yo quiero que llegue... ya.
¡Sí, me he enloquecido!
―¿Entiendes lo que estás diciendo?
―Completamente, Jeremy ―respondo resuelta.
―No lo hagas, si lo único que quieres es consolarme. Porque no lo necesito. Yo realmente deseo esto contigo. Estar contigo... ―Él toma mis mejillas en sus manos y su mirada azul es tan sincera, y temerosa al mismo tiempo. No hay duda, yo también lo quiero.
―También lo deseo. Te deseo ―casi susurro.
―Oh, Em ―Jeremy me besa y esta vez en su beso hay más que deseo, pasión, pasión que se desborda cuando mete su lengua en mi boca, es arrolladora. Mi cuerpo se enciende.
―Tenemos que irnos rápido. ―Rompe el beso, yo asiento embrujada por su aliento y su boca―. Y tú conducirás ―añade y yo soy más feliz que una novia en su día de bodas.
Mi cara se amplía en una gran sonrisa de oreja a oreja. Dejo sus manos en el aire y salgo de mi puesto de acompañante para ocupar a trompicones el suyo. Él parece anonadado con la rapidez con que me apodero del volante.
―¡Que! ―Digo.
―Nada ―responde sacudiendo sus manos―. Adelante, es todo tuyo.
―No me digas más ―flipo, y le doy vuelta a la llave para ponerlo en marcha―. Él se apodera del radio, y ahora mismo, Poison es de mis bandas favoritas.
―Pasaremos el resto de la noche y quizás mañana en la casa de campo, ¿crees que tendrás problemas con eso?
―No, Phoebe me cubrirá hasta que regrese en la tarde.
―¿Y qué hay de tus padres?
―Mamá trabaja de día y papá hasta medio día.
―Segura.
―Más que tú ―rechisto juguetona y el abre sus ojos como platos―. Le insinúo un "qué" con mis manos.
―Tienes todo calculado para quedarte fuera de casa toda la noche. Eres toda una traviesa ―él me bromea.
―Ja. Ja. Ja ―le rechisto su broma, arranco el auto y doy vuelta al timón para tomar la vía. Se siente una maravilla manejar el Camaro de Jeremy. Y en este momento Selma high way es mi autopista hacia el amor. Sí, enloquecí.
Conduzco despacio, y luego aumento un poco más rápido; tampoco quiero asustarle y que piense que soy toda una loca al volante. Cuando salimos de la vía me guía para adentrarnos hasta donde queda la casa. No sé cómo llegar, y él parece que hace esto muy seguido. Lo que no me hace muy feliz, por lo de que siempre está solo. Llegamos gracias a sus indicaciones, estaciono el Camaro frente a la entrada. Salimos. Fuera del auto se siente la brisa, y me entra un poco de frío, me abrazo a mí misma y contemplo hacia el bosque; que de noche es más helado y oscuro, mi chaqueta apenas y me protege del frío. Siento su pecho alto y cálido en mi espalda con sus brazos alrededor de mi cintura. Me arropa con su cuerpo y yo me estremezco. Le entrego las llaves y él de inmediato toma mi mano con ellas y me lleva hacia la casa. Al cruzar el umbral de la puerta de entrada los recuerdos del día que estuve allí con el me invaden. Eso no es bueno. Encienden más mi fuego interno quitándome definitivamente el frío de un solo tajo. Enciende la luz y el recibidor se ilumina, está un poco desocupado en comparación con lo que vi el día que vine con él. Había hablado de una mudanza; no obstante lo han hecho bastante rápido.
―¿Tienes hambre? ―Pregunta.
Sacudo mi cabeza.
―¡En serio! ―Insiste.
―Comí antes de salir, y no suelo comer demasiado noche. Me cae pesado.
―Está bien. Las chicas son tan delicadas con la comida por eso de mantener la línea. ¿No?
―No es eso, en serio no tengo hambre―. El muy tonto debería saber que mi estómago está lleno de ansiedad, no le cabe nada de comida.
―Yo tampoco tengo hambre.
―No tienes que contenerte por mí. Si quieres come algo te acompaño ―le propongo conciliadora.
―Em, lo único que quiero comerme es a ti; así que vamos a la cama. ―Abro mis ojos en una rápida respuesta involuntaria.
¡Vaya! Que directo.
―Ca...ma ―tartamudeo la palabra.
―Es hora de dormir ―él acota encogiéndose de hombros como si hubiera hecho un chiste.
―Tienes razón; pero,... ¿tienes con...dones? ―Balbuceo.
¡Cielos!
―No te preocupes, tengo de sobra ―dice ensanchando su rostro de felicidad.
Me muerdo involuntariamente el labio en respuesta, y ríe más amplio. Luce radiante. Feliz, como si toda sombra de los malos ratos pasados se hubieran desvanecidos, yo igual. En este momento no quiero pensar en nada distinto a lo que viene para los dos; solo espero, no defraudarle.
Toma mi mano y me conduce casi que corriendo escaleras arriba, apaga la luz dejando el recibidor a oscuras. Llegamos al pasillo de las habitaciones y el escoge la misma puerta de la habitación donde tomamos el baño juntos. La abre no está totalmente a oscuras, el brillo de la luna se filtra por la ventana que tiene las cortinas abiertas, luce menos amoblada que antes. Él enciende una lámpara de mesa, y cierra la ventana dejándola en una media penumbra. Mi mirada viaja de la cama hasta él y le veo que empieza a quitarse su par de tenis pateándolos a un lado, quedándose en sus medias a rayas que le hacen ver graciosos los pies.
―¿Ya están mudando todo? ―Pregunto.
―Sí, solo que lo están haciendo demasiado rápido ―explica caminando hacia la chimenea eléctrica y encendiéndola para calentar un poco la habitación―. Ven ―me llama con su mano extendida para que vaya hacia él. Lo hago despacio, y la madera cruje debajo de mis zapatos; debe ser porque es de noche, y papá siempre dice que los sonidos son más perceptibles en la noche cuando todo está en silencio. En esta casa apartada, por lo menos dentro, es muy silenciosa.
Él toma mi mano y acaricia mis nudillos hasta que la arropa completamente y me lleva hacia él de un tirón. Mi cuerpo se estrella en el suyo grande y duro. Me abraza, y suelta mi cabello dejándolo caer largo, espolvoreado, deshaciendo mis rulitos, y por toda mi espalda.
―Es hermoso ―susurra.
―Y eso que no me has visto como me queda cuando me levanto.
―Ya lo hice, y te ves tan hermosa. Me dolió no haberme quedado contigo hasta que te despertaras.
―Je...remy.
―Me gustas Em, me gustas mucho, me gustas demasiado ―expresa inclinando su rostro hacia mí.
Levanto mi mirada y él acaricia mi mejilla. Me da un leve y tierno beso en la frente.
―Es hora de sacarnos la ropa ―añade y su voz se ha puesto un poco rasposa y cargada de sensualidad. Me derrite.
―Tu primero, quítate la ropa ―ordeno imitando a una dominatriz, solo me falta el látigo. Estoy flipando.
Él, después de hacer un tierno mohín con su boca abre sus brazos para que sea yo quien lo desvista. Eso me encanta. Procedo y empiezo por sacarle la chaqueta; luego a soltar los botones de su camisa uno por uno. Me toma algo de tiempo; incluso me pongo de puntillas pero lo logro. Se la saco dejándole todo el torso desnudo, admirando nuevamente su hermoso tatuaje, que después de escucharle su historia supe que se lo había hecho por él. Realizo mi fantasía y le doy besos en el pectoral, él se estremece, y yo me detengo, aun me falta quitarle algo más.
Suelto el botón de su pantalón, y mis dedos tiemblan cuando bajo su cierre. Me encuentro en un aprieto cuando intento bajárselos, los usa bastante ajustados a la cadera, y me colabora un poco hasta logro sacárselos de sus piernas largas y torneadas dejándolo en sus boxes negros. Debe ser su color favorito. Solo divago para no asustarme de lo que he decidido, ni del bulto que se levanta debajo de ellos, y seguramente se muere por salir. Esta vez ya no habrá más juegos, los preliminares se acabaron entre nosotros; es hora de llegar hasta el final.
―Es mi turno ―digo dispuesta.
―Entonces me toca a hacerlo a mí; date la vuelta ―pide y me saca la cartera y la coloca sobre la mesita de noche.
Se acerca nuevamente y ahora se acuclilla para quitarme las sandalias, se incorpora y me saca despacio la chaqueta y la tira sobre su montón de ropa, seguido baja el cierre de mi vestido, lo desliza por mi cuerpo y me lo saca en la mitad del tiempo que yo emplee para sacarle la ropa. Me giro otra vez para estar frente a él.
Ambos estamos solo en ropa interior. Y lo que traigo puesto hoy es de puro encaje negro. Él me repara de arriba abajo y sonríe complacido, como si verme casi desnuda otra vez, y ahora en mi sexi ropita interior llenara todo su mundo. Me atrae y me abraza a su cuerpo, me regocijo sobre su piel cálida. Meto mis manos debajo de sus brazos, abarcándolo, llevándolos hasta su espalda fundiéndome en su abrazo. Se siente tan bien, que podría pasar toda la noche pegada a su piel, y aspirando el olor que emana de él. Soy yo que he empezado a sudar o la calefacción la ha puesto demasiado alta.
―Eres tan pequeña y delgada.
―No te burles, que no lo soy.
―Eres frágil comparada conmigo.
―¿Y eso te molesta?
―No. Me preocupa.
―Preocuparte, ¿por qué?
―Porque quiero cogerte, no romperte.
―Eso... no pasará... Aunque no lo creas soy muy fuerte.
―Tenaz, te queda mejor.
―Deja de burlarte, no soy tan debilucha.
―Lo sé, de todos modos cuidaré de que nada malo te pase. Prometo que voy a consentirte.
―Gracias ―respondo a su gesto abrazándome más a su cuerpo.
Solo intento mostrarle que yo no soy tan débil, también puedo ser fuerte.
―¡Auch! Ya me doy cuenta lo mucho que me deseas. Te prometo que me tendrás toda la noche para abrazarme así de duro pequeña ―dice y yo me sonrojo aún más.
―Hoy será suave; pero para la próxima te follaré duro.
Me aparto rápidamente de él, ha hecho que me abochorne y baje mi rostro. Se inclina y busca mi mirada, la levanto un poco y me da una sonrisa pícara; se encamina hasta la cama y se sube y se sienta en ella, palmea a su lado para que vaya a él. Voy y me subo a la cama sentándome frente a él, y de espaldas a la cabecera de la cama. Ambos nos incorporamos de rodillas. Me mira, se inclina, me besa, y yo le respondo, y mientras lo hago lleva sus manos a mi espalda y suelta el sujetador de strapless, y este cae descubriendo mis senos. Lame sus labios. Pero no me los besa, vuelve a besarme en la boca, y ahora intensifica el beso llevando poco a poco mi cabeza sobre las almohadas hasta acomodarme con cuidado sobre ellas. Gimo cuando su cuerpo se posa sobre mí, abro mis piernas para darle más comodidad, y él encaja perfecto su dureza en mi centro.
Su boca ahora es demoledora, muerde y succiona mi labio superior con mucha seducción, y su lengua sonsaca la mía. No hace falta ningún otro movimiento de parte de él; porque con esto ya me estoy derritiendo. Sus labios dejan mi boca y ahora besan mi cuello, seguido muerde mis pezones haciendo que jadee y arquee mi cuerpo contra él y chille sin poder contenerlo. Deja mis pechos y besa mi estómago sosteniéndome con sus manos, mi bajo vientre acercándose a mi monte de venus. Baja un poco mis pantis y se detiene allí, lame con su lengua y besa provocando que gima de nuevo. Sus dedos traviesos ahora los bajan lentamente quitándomelos, descubriendo toda mi desnudez y dejándome expuesta ante él.
―No puedo esperar más Em, en serio quiero cogerte ―él gruñe besando mi sexo con pasión.
―Hazlo ―jadeo sin fuerzas―. Y eso suena para él como una petición.
Se incorpora de rodillas y abre más mis piernas. Luego se incorpora totalmente de pie y se saca los boxes, veo su pene salir rígido como expulsado de ellos. Lucido. Muerdo mi labio y eso ahora parece volverlo loco. Por la forma en que se sonríe. Vuelve a inclinarse nuevamente y se arrodilla frente a mí tomando un paquete que ya había dejado sobre la cama antes. Lo rasga y procede a ponerse el condón. Me giro, me avergüenza verle hacer eso mientras permanezco con mis piernas abiertas, y a la expectativa de su siguiente acción. Ahora estoy un poco asustada; porque seguramente me va a doler viendo el tamaño ahora de su miembro. Se inclina más sobre mí apoyándose en sus manos hasta quedar a la altura de mi rostro esperando que le mire, lo hago despacio. Nuestros ojos se conectan y el busca mis labios, los mordisquea un poco juguetón y finalmente me besa hasta profundizar el beso. Me abrazo a su cuello y tiemblo cuando su miembro toca directamente en el mío, y lentamente se hunde en mí haciendo que abra mi boca y cierre mis ojos con fuerza por el dolor agudo y punzante que me causa su intromisión. Duele con un infierno, duele montones, duele como si te puyaran con palitos la piel, me quejo mentalmente y no dejo de gemir y jadear.
―Due...le ―saco las palabras de mi boca―. No quiero quejarme; quiero ser fuerte; pero no puedo soportarlo. No me mira; y su mejilla acaricia la mía. Su boca está jadeante
―Lo sé nena ―jadea bajo―. Tú dolor también es mío. Solo aguanta un poco
―Duele mucho ―gimoteo.
―Shh ―susurra suave―, solo un poco más ―trata de calmarme.
―No puedo
―Quieres que pare ―dice manteniéndose estático dentro mí.
Meneo mi cabeza negativa, las palabras no salen.
―He ido despacio; pero ahora necesito empujar realmente duro. Te prometo que solo dolerá esta vez... ¿lo soportarás? ―susurra.
―Está... bien.
―Avísame cuando estés lista ―dice ahora mirándome y retirando el cabello pegado en mi frente.
―Lo estoy.
Él me besa tierno en respuesta y empuja sus caderas tan fuerte que le siento llegar profundo y más doloroso dentro de mí. Abro mi boca y el ahoga mi jadeo con un largo y profundo beso.
―Ya está ―dice contra mi boca, y continuando con una seguidilla de besitos―. Ya estoy dentro mi amor ―él acuna mi cara.
―Prepárate. Voy a empezar a empujar ―advierte retirando un poco sus caderas sintiéndole salir un poco.
No creo que eso sea un aviso, sus caderas arremeten hacia dentro aumentando el ritmo con cada uno de sus empujes de afuera hacia dentro contagiándome en el acto con él. Siento que a pesar del dolor que me causa al principio, el éxtasis que siento ahora es más grande, tanto que en cualquier momento voy a explotar. Sus caderas son letales en las mías y mi cuerpo enloquece debajo de él. Me dejo llevar, y seguro que mañana no voy a poder levantarme.
―Te amo Emily, te... amo... amo ―gime casi imperceptible en medio de sus jadeos. Los movimientos de su cadera contra las mías no me dejan procesar ninguna palabra, y mi cuerpo solo quiere pertenecerle a él. Siento su pene más agrandarse, su vientre contraerse, y cortarse su respiración.
―Joder Em, me volviste a hacer correr ―gruñe alto, gutural y se desploma con todo su peso sobre mí. No alcanzo a hacerlo con él; pero estoy realmente dichosa.
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