
[CAPÍTULO 18 - INDIGO]
—¿Dónde vamos, Lauren? —Preguntó Camila, siguiéndola a través del extenso cementerio. El aire estaba cargado de incertidumbre, pero no podía apartar la vista de su novia, que avanzaba con paso firme aunque tembloroso. Después de haberle contado sobre la enorme mentira de su madre, Lauren apenas tardó un par de minutos en tomar una decisión. Y no dijo nada; simplemente comenzó a caminar.
—Ten paciencia, Camz. Por favor. Te lo suplico. Te lo explicaré en cuanto lleguemos —Entonces, como si se hubiera dado cuenta de algo, volteó a mirarla. Camila vio sus pupilas dilatadas, el sudor de su frente, su expresión intranquila. Y se dio cuenta de que algo más venía—... Lo siento. No te pregunté si habías terminado. Es solo que yo... Debes ver algo.
Camila, ahora curiosa, simplemente negó y la instó a seguir caminando.
—Puedo hablar mientras caminamos —Dijo, y aunque sonrió como la Camila feliz de siempre, algo en ella se sentía diferente. Más aliviada. Más real. Más sincera.
Lauren lo notó. Y tuvo la certeza de que realmente había llegado el momento de contarle toda su verdad.
—Por años creí que si era la tumba de papá. Mi madre me trajo de pequeña, al poco tiempo de su "muerte", pero yo sabía leer muy poco o incluso nada. No sabía qué significaba todo eso. Entonces no hice más que confiar en ella. Y después de esa única visita, no quise volver más. Nunca me gustó este lugar —Camila bajó la mirada, reflexiva—... Supongo que de alguna forma u otra mi corazón siempre lo supo.
La confesión la liberaba cada vez más. Y claro que dolía, pero era como si eso fuera exactamente lo que debía sentir.
—En la escuela, los niños eran crueles. Como nadie asistía al día de los padres, ni iban por mí a la escuela en un bonito auto, se burlaban de mí diciendo que era una huérfana. Que nadie me quería.
Siempre son niños tontos jodiendo la vida de un futuro adulto. O adultos con la vida jodida criando niños tontos.
—Y entonces, empecé a decir que papá estaba salvando al mundo. Ya sabes, en África haciendo voluntariados y esas cosas... —Camila se rio, genuinamente se rio. Y Lauren también. Porque había algo tierno y melancólico en la idea de que una pequeña Camila hubiera creado una versión idealizada de su padre solo para protegerse del dolor.
—¿Y qué pasó? ¿Cómo lo supiste? —Le preguntó, aminorando la marcha. Entre más se acercaba, más lejano se sentía su destino.
—Conocí a Ally cuando iba a la escuela. Ella era mi vecina y estaba haciendo algún tipo de curso de cocina. Ahora sé que si estaba allí era porque había escapado de un infierno, y ahora estaba completamente sola.
Camila sintió culpa, y es que siempre se había visto tentada en preguntarle a Ally sobre su familia y en saber por qué nunca los había visto, pero prefirió aislarse en su burbuja de felicidad y pretender que lo ignoraba, por que si había algo peor que su sufrimiento, era saber que las personas que amaba también lo hacían.
— Ella nos regalaba postres, y como yo no tenía amigos por mi burbuja de felicidad y mi pasado inventado, le pedí que me enseñara. Pero era solo porque quería pasar tiempo con alguien. Tener una amiga, ¿sabes?
Y claro que la entendía. La entendía cada vez más. Porque con cada confesión, la conexión que había entre ambas se iba haciendo más grande.
—Ella nunca me juzgó, y desde el primer momento entendió que si yo era una enorme burbuja de felicidad, era porque había un torbellino de tristeza que yo no dejaba entrar. O salir. Como quieras verlo —Hablaba de Ally con cariño, como si fuese su salvadora. Como si fuese su mejor amiga—. Ella siempre ha intentado ayudarme. Sacarme de mi propia mentira, porque sabe que entre más tiempo pasa, se hace menos sano. Y un día, logró debilitar mi burbuja. Solo un poco. Y vinimos hasta acá.
—Y te diste cuenta de todo, ¿cierto?
Camila se detuvo en medio de la caminata para tomar aire, y Lauren, con la mano aferrada a la suya, la esperó hasta que tuvo fuerzas para seguir.
—Solo una persona antes de ti me había visto quebrarme. Y esa es Ally.
Lauren siempre había admirado a Ally. Tenía esa magia que pocas personas en el mundo poseían. Ese aura que te hace sentir segura. Y esa capacidad de escuchar como a ella le habría gustado que la hubiesen escuchado.
—Nunca enfrenté a mi madre. Me dolía la idea de que me hubiese engañado tanto tiempo. Sin embargo, ese día cuando le dije que había ido al cementerio, lo supo. Y por años, aunque estábamos en la misma casa, no nos hablamos... Y cuando pude, me fui de casa, y entonces me lo dijo.
Lauren se detuvo frente a una tumba, y la diferencia con la tumba del abuelo de Camila era abismal. Estaba limpia, libre de vegetación, con flores y velas por doquier. La tumba de alguien a quién aun continúan amando y recordando.
—¿Crees que soy lo suficientemente digna de tu confianza como para saber qué sucedió después?
Camila sonrió de medio lado, y sabiendo que la consideraba más que digna y merecedora de su confianza, le sujetó el cuello con dulzura antes de acercar sus labios y regalarle un beso donde le expresaba cada emoción que vivía cuando ella estaba cerca. Y todas esas emociones juntas eran la gloria.
Lauren sujetó su cintura, y aunque el beso había acabado se habían separado muy poco, tan poco que sus narices aún se rozaban. Y cuando sintió un apretón suave que hizo que una electricidad recorriera toda su columna vertebral, Camila supo que a Lauren podía confiarle la vida.
—Papá tenía otra familia. O bueno, al menos tenía otra mujer. Y a mi madre eso le destrozó el alma, a un nivel donde fue mejor para ella imaginarlo muerto antes que aceptar la verdad. Y sé que ella estaba dolida, Lauren, pero su dolor y resentimiento, junto a la estupidez de Alejandro, me quitaron las posibilidades de tener un padre.
Lauren suspiró antes de depositar un beso en sus labios. A veces no sabía como reconfortarla. Pero un beso para Camila era más que suficiente.
—¿Y por qué Alejandro nunca Intentó buscarte? Tal vez tu madre fue bastante dura con él, pero aún así... Tú eras su hija, Camz.
Camila se encogió de hombros.
—A veces no lo entiendo del todo. Tal vez se sentía humillado y el peor de todos los padres. Tal vez pensó que lo odiaría. Pero a mí no me habría importado, Lauren. Yo solo quería un padre —Volvía la nostalgia. La niña rota. Los qué hubiera sido—... Y entonces, cuando por fin me fui de casa de mamá, pasó algo extraño.
—¿Algo extraño?
—Él comenzó a enviarme cartas.
Lauren sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la forma en que Camila lo dijo parecía extraño. Como si fuese verdad, pero no del todo.
— ¿Y si podía enviar cartas, y sabía donde enviarlas, por qué nunca vino a verte?
Y Camila, por primera vez desde que había llegado al lugar, volvió a encerrarse en su burbuja de felicidad. Y simplemente no respondió.
—Basta de hablar sobre mí —Dijo al darle un beso en la mejilla para luego separarse. Fue como si esa simple pregunta doliera más que todas las confesiones que había hecho ese día—... ¿Por qué me has traído hasta acá, Lauren?
Y Lauren decidió no insistir, porque todo dolor tiene un límite, y entendía que en ese preciso momento Camila estaba trazando el suyo. Había sido suficiente por ese día.
Y ahora era su turno.
Camila la vio suspirar y cerrar los ojos, sus hombros caídos y la respiración alterada, como si el peso de su confesión fuese demasiado grande.
—Porque tu madre no es la única gran mentirosa que has conocido.
***
Aun sigo creyendo que mis historias están destinadas a todo aquel dispuestos a leerlas, y siguen siendo completamente libres. Porque qué bonito es ver tantas adaptaciones de LTDL y Virus Letal (Y de la chica de la ventana, aunque lo odie)
-Lore.
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