~CAPÍTULO 8~
Shanea
Sinceramente no podía creer lo que aquel chico decía ¿En qué momento mi vida había cambiado tan drásticamente? Me sentía dentro de una novela chicle, aquellas donde la chica es secuestrada para ser forzada a cansarse, lastimosamente ésta era la realidad y temía por la vida de mis padres, la de mi hermana e incluso la mía. Traté de no llorar para que él no me viera débil ante sus amenazas, pero no podía negar que en ese momento me sentía como una niña pequeña a la que le hacía falta un abrazo. Aquel chico lanzó a la cama un bello vestido rojo con un gran desconté en la espalda, también lanzó unos tacones altos y unas cuantas joyas que lucían con el diseño del vestido.
De reojo mire los tacones y esos eran mucho más altos que los de aquella noche, suspiré pesadamente y tomé las cosas para luego dirigirme al baño, odiaba tener que obedecer a un completo desconocido, pero no estaba en condiciones de reclamar. El chico salió de la habitación cerrandola con llave, ahí fue el momento en el que mis ojos ya no pudieron aguantar más mis lágrimas, mientras me quitaba la ropa y me metía la ducha, lloraba con fuerza tratando de liberarme de tantos problemas. El agua tibia relajaba mis nervios e incluso podía asegurar que se me olvidó un poco lo que estaba ocurriendo, pero unos golpes en la puerta del baño me hicieron salir de aquella fantasía de volver a ser libre.
—¿Ya estás lista? —preguntó la voz del chico con calma.
—Aun no, falta poco —dije sin emoción.
—Trata de apresurarte, los invitados ya han llegado. —dicho eso sentí como la puerta de la habitación de volvió a cerrar.
¿Invitados? Esa palabra retumbaba en mi cabeza una y otra vez mientras ponía en mi cuerpo aquella prenda elegante y cara, era pobre desde que tenía memoria, así que nunca tuve la oportunidad de utilizar cosas bellas como las que lucía esa noche. En el baño también había algo de maquillaje así que improvisé un look algo natural, mi madre me había enseñado a maquillaje desde que tenía 18 años, por lo tanto, no tenía problema con ello.
Después de unos cuantos minutos, la puerta de mi habitación se abrió, yo me encontraba sentada en la cama esperando aquel momento, mis manos temblaban al mismo tiempo que sudaban, mis pies no podían quedarsen quietos en un solo lugar y mi rostro probablemente demostraba terror y sorpresa, nunca creí que estaría en una situación como ésta, pero las cosas pasan cuando menos uno se las espera.
—Estás hermosa —halagó el chico—. Solo te pediré una cosa.
—¿Qué? —pregunté sería.
—Trata de comportarte como si fueras mi novia desde hace mucho tiempo, es lo único que pido —susurró—, te prometo que después de que nos casemos, te dejaré libre.
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