Shanea

No me agradaba la idea de ponerme una lencería y bailar en un tubo para hombres morbosos y asquerosos, pero no tenía de otra, no podía darme el lujo de perder mi trabajo cuando más necesitaba el dinero. Salí de la oficina de mi jefe con el traje puesto y unos tacones de puntilla exageradamente altos, todo estaría bien si no fuera porque nunca aprendí a andar en tacones, soy la única de las meseras que usa tenis, a nadie pareció importante, así que no hice ningún esfuerzo en aprender con esas cosas, pero eso solo había incrementado mi temor por bailar.

Todos aplaudieron al verme subida en la sección de baile, yo quería que la tierra me tragara y me escupiera en China. Empecé con unos simples movimientos de cadera de un lado a otro, luego empecé a bailar cerca del tubo como si hubiera una persona allí, bajaba hasta el suelo y volvía a arriba poniendo una pierna en el tubo mientras me daba fuertes golpes en mis glúteos como si yo misma me estuviera azotando. Los aplausos seguían aumentando seguido de silbidos y algunas palabras sucias, realmente lo estaba disfrutando y la emoción se me subió a la cabeza.

Decidí subirme al tubo dando una pequeña vuelta, pero cuando volví a poner los pies en el suelo, uno de los tacones se dobló haciendo que perdiera el equilibrio, lo último que supe, fue que me caí encima de una mesa haciendo que todo se rompiera, luego todo se volvió negro y ya no supe más.

—Hija —llamó mi madre, yo seguía atontada incapaz de contestar— ¿Cómo te sientes?

—¿Dónde estoy? —pregunté desconociendo mi alrededor.

—Estás en el hospital —informó mi padre—. Te diste un fuerte golpe en la cabeza.

—Te pedimos que ya no volvieras a ese lugar —aseveró mi madre.

—Lo sé, pero no tenía de otra.

El doctor había entrado a mi habitación cortando la conversación, gracias a Dios no tenía nada malo, solo un fuerte golpe que me había dejado un chichón en la frente, ahora recordaría aquel suceso para todo mi vida cada vez que me viera al espejo. Creía que todo había terminado, pero la peor de las noticias estaba a punto de llegar y realmente no sabría cómo lidiaria con ello.

—Shania, después de lo ocurrido... —guardó silencio por un minuto, pero luego continuó— el jefe te ha despedido, no te quiere volver a ver.

—¡¿Qué?! —grité incorporándome en la cama—. No puede ser, papá dime qué es mentira.

—Lo siento hija, pero es la verdad.

No puede evitar que las lágrimas hicieran presencia en el momento, ese trabajo era lo único que tenía, de ese dinero comíamos y pagaba los útiles que me pedían en el colegio, sin ese trabajo tendrá que renunciar a los alimentos y a mi colegio. Había estado buscando trabajo durante los últimos 10 años, sí, desde que tenía 10 años había estado buscando un lugar para ganar dinero y ese bar era el único que me había aceptado ¿Ahora qué haría? Tenía que recuperarlo a como diera lugar.

—Debo irme —anuncié sorprendiendo a mis padres.

—No te puedes ir aún, no han terminado de revisarte —dijo mi madre con temor.

—Ya estoy bien.

Sin más palabras que decir, salí de la cama y cogí mi ropa, más adelante entré a un baño quitando el suero de mi mano y cambiando la bata de hospital por mis ropa normal. Corrí rápidamente hacia el bar, para llegar más rápido tomé un atajo que incluía un callejón solitario y sucio, pero no me importaba, debía ir a pedir disculpas y volver a tener mi trabajo. Ya estaba a punto de llegar a la salida, pero una camioneta negra se estacionó delante de haciendo que dejará de correr, unos hombre salieron de esta y a antes de que pudiera decir algo, uno de ellos puso un trapo blanco en mi rostro haciendo que todo a mi alrededor se volviera borroso.