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4.- Merecer algo mejor.


Dereck

7 años.

Dos años después de la muerte de mi madre, papá cambió por completo. En realidad, ahora apenas y recordaba cómo es que se había comportado cuando mamá estaba viva.

—Debes entenderlo —dice la abuela mientras la sigo por los pasillos del supermercado— no es fácil cuidar de un niño solo.

—Pero parece que siempre está enojado conmigo —murmuro siguiéndola.

—Oh, no seas exagerado, cielo —me da una rápida mirada—. Lo que pasa, es que debes portarte mejor, para no hacerlo enojar.

No encuentro que responderle a eso, ¿portarme mejor? Prácticamente intentaba pasar desapercibido en casa, pero ni eso era suficiente para papá.

—¿Quieres uno de estos? —pregunta la abuela señalando uno de los cereales—. Escoge el que más te guste.

Sonrío levemente, caminando hacia la caja de cereal de chocolate y malvaviscos que tanto me gustaba, pero papá nunca quería comprar.

—Buena elección —dice la abuela guiñándome un ojo.

Cuando pagamos en la caja registradora, la ayudo a llevar las bolsas hasta el auto, y cuando subo a lado de su asiento y me coloco el cinturón, me atrevo a preguntarle aquello que venía pensando desde que se anunciaron las vacaciones de verano.

—Abu, ¿puedo ir contigo para las vacaciones? —la abuela me mira con curiosidad.

—¿Conmigo? ¿Por qué? —inquiere—. ¿A caso no prefieres pasar tiempo con tu padre?

—Va a tener mucho trabajo, y además ahí podré jugar sin molestarlo —la miro arrugar la frente, parece considerar algo porque permanece demasiado tiempo en silencio.

—Tendré que mantener una conversación con tu padre —dice con seriedad—. Pero si, cariño, si él lo permite entonces vendrás conmigo para verano.

Me sonríe y me siento aliviado de poder pasar, aunque sea unos días alejado de papá. Me deja escoger una de las canciones en la radio mientras volvemos y durante el camino, deseo que la abuela se quede más tiempo en casa.

Al llegar y luego de dejar las compras sobre la mesa, la abuela dice que va a ir a hablar con papá.

Sé que no debería seguirla, porque no debo escuchar las conversaciones ajenas, pero lo hago con cautela, cuidando que mis pasos no sean tan fuertes y me coloco detrás de la puerta, intentando escuchar.

—Quiere venir conmigo —dice la abuela—. Quiere venir a West Haven porque dice que ahí podrá jugar sin molestarte.

—¿Y planeas llevártelo? —cuestiona papá—. No tendrás tiempo para él.

—¿Y tú sí? ¿Qué le estás haciendo? ¿Por qué dice constantemente que te molesta?

—Lo que digo o hago con mi hijo, no es de tu incumbencia, Margarita —papá está molesto—. Además, está exagerando. Me ha llamado a jugar un par de veces cuando estoy trabajando, es todo.

—Entonces me lo llevaré a West Haven, para que puedas trabajar todo lo que quieras. Pasará verano conmigo.

—¿Ahora si quieres llevártelo? —debería dejar de escuchar porque ahora ambos parecen molestos—. ¿Ahora si te importa tu nieto, Margarita? ¿Pues qué crees? No irá contigo. No es cuando tú lo desees, es cuando yo lo permita.

Me aparto de la puerta y corro hacia mi habitación antes de que cualquiera de los dos pudiera darse cuenta de que estaba escuchando. Me subo a la cama, tomando los libros de colorear para distraerme, no ha pasado mucho rato hasta que la abuela entra.

—Hola, cielo —dice con una sonrisa—. Me temo que mi visita se ha acortado, tengo que volver.

—¿Por qué? —no quiero preguntarle si papá le dijo que se vaya.

—Tengo trabajo —dice y no parece mentir—. Vendré por ti cuando las vacaciones comiencen, ¿de acuerdo?

—¿Lo prometes? —se acerca, toma mi rostro entre sus manos y deposita un beso en mi frente.

—Lo prometo, cielo. Ahora, pórtate bien ¿sí? Te llamaré.

Se marcha de la habitación haciéndome un ademán, y la casa se sume en silencio. Me asomo por la ventana, mirándola subir a su auto y marcharse.

Permanezco en el mismo sitio deseando que me hubiese llevado con ella.

Cuando la puerta se abre con brusquedad, me sobresalto.

—¿Qué fue lo que le dijiste a tu abuela? —papá se acerca y de manera inmediata me aparto de la ventana.

—Nada.

—Sabes que odio que me mientas, Dereck —masculla—. ¿Quieres que te castigue por eso?

Niego con rapidez.

—Bueno entonces dime, ¿qué fue lo que le dijiste? —cuando veo que lleva las manos hacia su cinturón, no puedo evitar asustarme.

—Pero no me pegues —respondo en un hilo de voz—. No le dije nada malo, papá.

No me hace caso, se quita el cinturón y se acerca más.

—Creo que debo enseñarte a mantener la boca cerrada, Dereck. A ver si de esta manera lo entiendes.

Cierro los ojos con fuerza cuando eleva la mano, me hago un ovillo intentando minimizar la sensación que me produce el cinturón, pero no funciona. Mis dientes duelen cuando los mantengo apretados con fuerza para no llorar, pero termino haciéndolo y eso lo molesta más.

—La próxima vez que decidas decir algo sobre mí...—me toma del brazo y me obliga a mirarlo— recuerda bien esto. No irás este verano con tu abuela, te quedarás aquí y cómo eres un mentiroso, estarás castigado. Sin caricaturas, ni salir a jugar.

No soy un mentiroso.

Me lo repito mientras lo observo salir de la habitación.

No soy un mentiroso.

Me quedo hecho ovillo contra la pared, llorando tan bajo como puedo para que papá no escuche.

Extraño a mamá, quiero que vuelva, quiero que me abrace otra vez. Quiero que venga por mí y nos vayamos lejos de papá.

Pero mamá no volvería. Todos lo dijeron, ella no volvería jamás.

Entonces me enojé con ella, me enojé con papá, me enojé con todos. El enojo fue mi único método de supervivencia, porque era el medio en el que podía culpar a todos.

—Mami, ¿por qué me dejaste?

Es un susurro que, aún años después, nunca tendría una respuesta.

Ese verano la abuela no vino de visita, solo llamó dos veces y en ningunas de ellas pareció recordar que me prometió que vendría por mí.

Así que las vacaciones las pasé en casa, intentando no molestar a papá, apagando el televisor cuando escuchaba el auto llegar, y corriendo a mi habitación tan rápido como podía para no cruzarme con él.

Pero papá siempre encontraba un motivo para enojarse. Las vacaciones eran una tortura, cuando iba a la escuela al menos pasaba unas horas lejos de casa, pero siempre tenía que volver.

—Tu padre es un irresponsable. —La señora Thomson, mi amable vecina parece hablar para ella misma mientras deja un plato de comida frente a mí.

—Solo trabaja demasiado —intento excusarlo, convencerla a ella y a mí mismo de que papá no es tan malo.

—Pero son las seis de la tarde, y no se ha dignado en aparecer —dice mirando el reloj—. Chiquitín, ¿estás seguro de que estás bien viviendo con él?

—Sí —respondo tomando un poco de la pasta que hay en el plato.

La señora Thomson me había llamado luego de verme jugando en el jardín delantero, papá debió de haber llegado hace mucho rato, pero no lo hizo. No era la primera vez, a veces pasaba todo el día fuera de casa, pero decir eso solo me acarrearía más problemas a mí.

—Dereck, si sabes que, si alguien es malo contigo, debes decirlo ¿verdad? —inquiere con suavidad—. Hay mucha gente que ayuda a niños como tú.

¿A niños como yo?

—¿Tú padre es malo contigo? —vuelve a preguntar y miro la manera en la que sostiene el teléfono en una de sus manos.

Recuerdo entonces las palabras de papá, como parecía enojarse tanto cada que yo decía algo. Y a pesar de todo, seguía siendo mi padre.

Yo lo quería, mucho. Y hacia todo cuanto podía para no hacerlo enojar, para no molestarlo en su trabajo, pero tal vez solo tenía que hacerlo mejor.

—No —esa fue la primera mentira.

La primera de muchas que encubrirían todo el infierno que viví en los años siguientes. En ese punto no entendía en realidad lo que la señora Thomson deseaba hacer, tal vez llamar a la policía, o a alguien que pudiera ayudar.

Pero no lo sabría, nunca lo supe.

Solo sé que unos veinte minutos más tarde, el timbre de la casa sonó y mi padre apareció en la puerta.

—Señora Thomson, gracias por cuidar de Dereck —papá sonríe hacia nuestra vecina—. Se me hizo un poco tarde en el trabajo.

Me mira, por la forma en la que lo hace sé que espera saber si he dicho algo.

—Debería contratar una niñera —dice la señora Thomson con desaprobación—. Sería más sencillo para el niño, y para usted.

—Lo tendré en cuenta, gracias —papá vuelve a sonreír—. Vamos, Dereck.

Salgo a prisa, nuestra vecina me sonríe y le dedico un ademán de adiós mientras salgo de la casa.

Papá sujeta con firmeza mi mano mientras atravesamos el jardín delantero y llegamos hasta nuestra casa.

—Papá —lo llamo con cautela.

—¿Sí?

—Voy a portarme mejor —él arruga la frente.

—¿De qué hablas?

—Para que no te enojes, voy a portarme mejor —se mantiene en silencio, solamente permanece mirándome y tal vez era una locura decirlo, pero su mirada cambia.

Estira la mano y revuelve mi cabello. Una leve sonrisa aparece en su rostro y suspira.

—No tienes que portarte mejor. Lo haces bien.

—Entonces, ¿por qué siempre estás enojado?

Se aparta, sus hombros se elevan cuando toma una inhalación y me da la espalda por algunos instantes antes de mirarme otra vez.

—Porque no sé qué otra cosa hacer, Dereck. No mereces un padre como yo —dice y no entiendo a qué se refiere—. Mereces algo mucho mejor, tal vez algún día sea capaz de dártelo.

Gira encaminándose hacia las escaleras y lo escucho encerrarse en su habitación, volteo hacia la bolsa de supermercado que hay en la mesa. Varias botellas de cristal hay en ellas, había más de esas en la nevera que comida.

Suspiro, mirando la punta de mis tenis mientras subo las escaleras.

Papá no era malo, solo extrañaba mucho a mamá, al igual que yo.

Dijo que merecía algo mejor, ¿se refería a otro papá?

Yo lo quería mucho, pero a veces, a veces desearía tener otro papá. Uno que no estuviera enojado, uno que me quisiera tanto como yo lo quería a él. 

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A partir de los siguientes capítulos ya podremos leer a un Dereck más grande. 

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