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Los días iban pasando, en ellos me divertí mucho con Matías yendo al parque, a tomar café a la misma cafetería de siempre, fuimos a una feria que habían traído las autoridades de la ciudad para disfrute de las personas.
Allí nos convertimos en dos niños pequeños jugando en los carritos chocones, Matías me compró algodón de azúcar y compramos unas pulseras iguales de un local donde vendían biyuteri, asimismo subimos al carrusel, a la rueda de la fortuna e ingresamos a la casa del terror donde ni siquiera nos llevamos un susto.
Pero aquella semana la pasamos bien, siempre y cuando estuviese con Matías era divertido, sabía cómo mantenerme vivaz y que todo sea mucho más agradable, con él no había persona que pudiera estar de mal humor o menos: infeliz; era bueno tener a alguien como Matías a mi lado, era bueno tenerlo a él.
Esa semana también llamó mi abuela avisando que había llegado la carta que esperaba desde hace tiempo, no me quedó más remedio que ir.
Una vez más me alejaría de Matías pero era por sólo unos días, él por temor no lo quiso comprender, era obvio que el miedo a perderme otra vez estaba latente y no quería que aquello se volviera a repetir.
—Matías, por favor, entiéndelo, serán solo unos días, visitaré a mi abuela y luego volveré —rogaba para que lo entendiera.
Tenía a Matías acorralándome entre sus brazos para evitar a toda costa que me marchara tal cual un niño pequeño aferrado de las piernas de su padre tratando de evitar que se marche y así lograr que se quede a su lado.
—Te perdí una vez, no habrá una segunda, por favor, quédate —mi chico lloraba, lo acaricié por la espalda consolándolo y depositando besos en su frente—. Te amo Liz, no quiero perderte.
—No lo harás —aseguré abrazándolo—, no olvides que soy y seré para ti, así sea hoy, mañana o dentro de una eternidad.
—Eso no me tranquiliza —me apretujó aún más fuerte—, yo te quiero conmigo todos los días, es un deleite observar cómo te sonrojas tontamente cuando sonríes, apreciarte dormida entre mis brazos, ver todo en ti, porque tú me encantas, harás que sufra si vas —confesaba.
—Matías.
— ¿Sí?
—Te amo —le sonreí.
—Te amo igual, mi pequeña —tomó una bocanada de aire—, prométeme que volverás.
—Lo prometo —asentí.
Un par de días después, Matías y yo fuimos a cenar a un restaurante para pasar juntos las horas que nos quedaban antes de que tuviera que marcharme.
Bajé las escaleras con un vestido rojo oscuro, Matías estaba esperándome al terminar las escaleras, casi resbalo al verlo tan apuesto con su traje elegante color negro y la corbata del mismo color de mi vestido.
*Deleite para mis ojos*
—Estás extremadamente hermosa, mi pequeña —escuché el cumplido de mi apuesto chico.
—Y tú muy encantador —respondí a su cumplido casi babeando.
—No vaya a ser que otros chicos te miren por lo hermosa que estás —se cruzó de brazos bufando.
—No me importa, iré contigo no con los chicos que me miren.
—Lo sé, solo que...
—Matías —lo detuve—, ya vamos antes de perder la reservación.
—Está bien, mi pequeña —entrelacé mi brazo al suyo cuando Matías requirió el mío—. Vamos.
Aparcamos el coche en el estacionamiento del restaurante, como mucho antes: Matías bajó primero a abrirme la puerta y luego cerrarla detrás de mí.
Como costumbre que tenía, pedí la mesa que daba a la calle, siempre me gustó porque podía mirar a los transeúntes que van y vienen cargando una historia o algún problema que sobrellevan como pueden, mi vista se perdió en los ojos de Matías que me miraban fijamente al verme tan entretenida.
Amaba cuando me miraba así, el brillo de sus ojos era más potente y solo había amor en su mirada, aquel amor con el que siempre me llenaba.
La noche prosiguió con conversaciones sobre cualquier cosa y algunas bromas de Matías no se hicieron extrañar, en ocasiones casi reía como una morsa epiléptica convulsionando, pero estábamos en un lugar lleno de personas y debía moderarme.
Estando con Matías uno solo puede ser feliz.
Nos detuvimos en el mirador donde nos dimos nuestro primer beso, aún estaba como lo recordaba; la luz de la luna llena era sutil y se mantenía casi oculta por la luz que reflejaba la ciudad.
Y como si fuera nuestro primer beso de nuevo, nos besamos allí.
Nos despegamos lentamente con nuestros labios notablemente hinchados, hablamos un poco más hasta que por alguna razón nos pusimos a ofrecer nuestro "karaoke sin música" a nadie, o solo al vacío, a la noche, a la luna tal vez.
Cantamos hasta no poder más, luego mi chico me llevó a mi casa, me acompañó a mi habitación y dormimos juntos, disfruté de mi almohada que pocas veces hacía acto de presencia: su brazo.
***
Estaba empacando mi maleta, esa vez llevaría solo lo necesario, iría por un par de días por lo que no había necesidad de llevar mi armario completo —exageradamente.
Dejé a Perla a cargo de Matías para que pudiera darse cuenta que sí volvería, mi padre era quien me llevaría a casa de mi abuela, ya estaba lista, lo último que me quedaba por hacer era bajar y despedirme.
En cuando bajé de las escaleras mi chico me ayudó cargando mis maletas y llevándolas al coche.
—Te estaré esperando, mi pequeña —me jaló hacia sus brazos, correspondí abrazándolo.
Él lo hiso de igual manera e incluso mucho más fuerte como si intentara que no me olvidara de sus abrazos, aquellos que nunca olvidaría así como la vez que se presentó en casa el día que nos conocimos, y luego nos fundimos en un beso desesperado por devorar lentamente nuestros labios.
—Tranquila, el que no puedas llevar mis labios contigo para besarlos no amerita que me devores junto con ellos —se burló Matías; giré los ojos al oírlo—. Vuelve pronto —pidió.
—Lo haré.
—Todavía existe la opción de llevarme en tu maleta —zanjó.
La idea ya me estaba gustando pero debía hacer algo importante yo sola.
—Volveré pronto, no te preocupes —le brindé un pequeño golpe en el hombro.
Y subí al coche con mi padre poniéndolo en marcha, íbamos saliendo de casa y yo agitaba mis manos despidiéndome por el tiempo que me ausentaría.
Una vez más yendo por el mismo camino que recorrí cuando me alejaron de él, de nuevo se afloraba la incertidumbre, el miedo, pasaron horas y ya lo extrañaba como la primera vez estando lejos de Matías.
De nuevo el destino y su indescifrable jugada.
Una jugada que no estaba lista para jugar y que tampoco la esperaba pero sucedió, era mi turno de arriesgarme o perder.
Tomé la primera opción.
***
Espero les guste el capitulo, disfrútenlo porque se acerca el final jujuju *insertar aquí risa malévola*
Las amo❤
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