18
En la noche, se adueñaba de mi mente un remolino de palabras que había dicho mi madre, aquella mujer renaciente de sus errores, la sabia, la que regalaba amor sin ser egoísta, la de los cambios que la hicieron ser mejor, me dieron confianza para llevar a cabo todo lo que me había prohibido a mí misma.
Tanto tiempo trascurrió de la vez que lo conocí y por primera vez sentía ¿"celos"?; sonaba raro e inclusive hasta: incómodo. No quería aceptarlo, pero en el fondo sabía que era verdad.
La mañana se apreciaba desde mi balcón sin darme tiempo de inquirir en qué momento me había quedado dormida, bajé somnolienta al comedor a servirme el desayuno antes de poder dirigirme al Instituto.
Estaba decidida en que ese sería el día...
Mi padre me saludaba con un minúsculo ánimo, lo ignoré realizando un gesto negativo con la cabeza, no hablábamos desde hace un año cuando él hiso lo que no debía hacer; estaba consciente de que en un momento tendríamos que hablar.
***
Lo encontré sentado en la banca del jardín del Instituto, alejado de cualquier ruido observándome llegar dudosa, tenía el rostro dolido, sabía que lo lastimé y él ni siquiera sabía el porqué.
— ¿Puedo? —me mordisqueaba el labio inferior esperando su respuesta, Matías solo asintió.
—Has estado distante últimamente —hablaba sin mirarme a los ojos.
Su mirada era recta y perdida, recordando quizás que si nos mirábamos uno al otro nuestras miradas se fundían en una sola.
—Ni tú intentaste acercarte...
—Sabía que algo te sucedía y no estabas dispuesta a contármelo hasta que estés segura, preferí darte ese tiempo y no insistir, empeoraría aún más las cosas.
—Es verdad, necesitaba tiempo, lo suficiente para armarme de valor y callar mis dudas, no debí evitarte, perdón —una lágrima fugaz se escapó por mis mejillas sin que Matías lo notara—. Y-yo... te vi, con aquella chica —musitaba.
— ¿Qué chica? —inquirió curioso.
—La chica castaña, era muy bella y con una sonrisa tan resplandeciente como la tuya, los vi juntos en la plaza el domingo.
—Así que era eso —se mofaba tan sagaz, enarqué las cejas tratando de entenderlo—. Mi pequeña Liz, ahora todo tiene sentido, tranquila, todo ha sido un mal entendido, la chica de la que tú hablas, es mi hermana.
— ¿Tu hermana? Nunca lo mencionaste; no sabía que tenías hermana.
—Tampoco yo.
— ¿Cómo? No entiendo Matías.
—Resumiré la historia para ti: Glenis, mi hermana, me contó que mi padre tuvo una hija cuando aún no conocía a mi madre, las cosas entre esa mujer y él no funcionaron y se separaron, fue cuando mi padre conoció a mi madre y nunca más volvió a tener algún conocimiento sobre esa hija. Nunca se lo contó a mi madre por miedo a perderla.
— ¿Y cómo es que esa "Glenis" pudo contactar contigo sin siquiera conocer de tu existencia?
—Se enteró del suceso de mi padre, bueno "nuestro padre" y lo investigó, llegando así hasta nosotros, contactó conmigo hace un par de días, supuse que era momento de conocer a mi hermana, siempre quise tener una y ahora, la tengo.
—Ahora que me lo aclaras, tienen la misma sonrisa, lamento tanto confundir las cosas y no preguntarte antes de solo evitarte.
—Supongo que parte de la culpa también es mía, por no decirte todo esto que te acabo de decir, que era mi hermana con quien debía verme, estaba tan desorbitado por la emoción que no encontraba palabas para decirlo. Pero tú... ¿te preocupaste por mí? O es que acaso sentías ce...
— ¡Cállate! —me llevé las manos a la cara para cubrir tanto rubor esparcirse por mi rostro, Matías lo sabía, sabía que sentía celos por él, me hallaba una niñita indefensa ante eso—. Tal vez solo un poquito—admití.
Desde ese momento fuimos más cercanos, insinuando lo que en realidad era bastante obvio.
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