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CAPÍTULO TREINTA Y DOS - LEGION OF DOOM

 Miércoles, 1 de febrero del 1989

Por fin es la inauguración de nuestra tienda. Llevamos trabajando muy duro los últimos días para que todo esté preparado para la apertura a las nueve de la mañana. Por votación del personal, hemos puesto la canción de Master of Puppepts de Metallica.

Yo hubiese elegido otra que no hablase de destrucción y obedecer a tu amo, pero esto es una democracia y acepto que es la que la mayoría ha elegido.

No hicimos mucha publicidad, solo pusimos un cartel en la puerta de próxima apertura con la fecha y la hora, pero en nuestra BBS si lo divulgamos como niños pequeños que acabábamos de recibir una pelota nueva y se lo contamos a nuestros amigos.

Por eso no me extrañó que antes de abrir las puertas, ya tuviésemos a dos docenas de jóvenes, entre dieciséis y treinta años, esperando a que fuese la hora de la apertura.

En una esquina de la tienda tenemos un ordenador para poder mostrarles a los clientes diferentes programas e ideas para resolver distintos problemas en varios escenarios. Esa esquina es especial, porque la hemos decorado con algunas fotos de personas e inventos relacionados con el mundo de la informática en general y La conciencia de un hacker.

Les dijimos a nuestros conocidos que a las nueve y media leeríamos en voz alta parte del manifiesto, así que en la primera media hora comienzan a llegar más y más personas de lo más variopintas. La mayoría nos presentamos por el nombre que utilizamos en FidoNet, y así sabemos que, en el fondo, todos pensamos sobre ciertas cosas de la misma manera.

Javier, al ser la persona más visible de la tienda, es el encargado de leer el extracto del manifiesto, mientras se hace un silencio absoluto.

—Permitidme daros una muestra de algunos extractos del manifiesto hacker, concretamente de La conciencia de un hacker, escrito por The Mentor: "Hoy he hecho un descubrimiento. He encontrado una computadora. Esperad, esto es lo mejor. La computadora hacía lo que yo quería. Si cometía un error era porque yo me equivocaba. No porque yo no le gustara. (...) Y entonces ocurrió... una puerta se abrió al mundo, surcando la línea telefónica igual que la heroína surca las venas del adicto, el impulso eléctrico te envía a un refugio a salvo de las incompetencias del día a día... la BBS ha sido encontrada. Es... es a donde pertenezco. Conozco a todo el mundo aquí, incluso sin haberlos visto antes, sin haber hablado con ellos y puede que a algunos no vuelva a verlos jamás... Os conozco a todos... (...) Este es nuestro mundo... el mundo del electrón y el conmutador, la belleza del baudio. Hacemos uso de un servicio ya existente sin pagar por lo que podría ser gratis si no estuviera en manos de unos glotones aprovechados, y tú nos llamas a nosotros criminales. Nosotros exploramos... y tú nos llamas criminales. Existimos sin color de piel, sin nacionalidad, sin inclinaciones religiosas... y tú nos llamas criminales. Tú que construyes bombas atómicas, tú que haces la guerra, tú, asesino, nos engañas y mientes intentando hacernos creer que es por nuestro propio bien, sin embargo, somos criminales. Sí, soy un criminal. Mi crimen es la curiosidad. Mi crimen es juzgar a la gente por lo que ellos dicen y piensan, no por cómo ellos aparentan ser exteriormente. Mi crimen es ser más inteligente que tú, algo por lo que nunca me perdonarás" —lee Javier antes de que todos los presentes comiencen a aplaudir.

Sí, hemos creado una empresa, hemos triunfado con ella, sin embargo, en el fondo solo somos el iceberg de un grupo enorme de chicos como nosotros. Chicos llenos de curiosidad que se dan cuenta cómo el futuro no tiene límites y cómo todos estamos conectados.

Después de la lectura por parte de Javier, nos mezclamos todos, hablando de todo un poco. Samuel presume de algunas cosas que mi padre nos ha enviado y cuando llega Joaquín con Claudia como sorpresa, a todos se nos cae el alma a los pies.

—¿Dónde está Silvia? —me pregunta Samuel, preocupado.

—Creo que en el aula de formación —le respondo antes de que Claudia llegue hasta nosotros.

—Vaya, esto está muy lleno. Y yo que venía a dar apoyo moral —nos dice Claudia antes de darnos dos besos a Samu y a mí en las mejillas.

—Sí, pensamos que el primer día teníamos que hacer algo para los chicos como nosotros, porque para las empresas ya somos visibles —explica Samu, un poco nervioso.

—¿Qué hacen todos esos chicos haciendo cola? —nos pregunta Joaquín, que por la cara que trae tampoco sabía que Claudia vendría.

—Hemos puesto un libro de visitas, para que todo el mundo pueda dejar escrito lo que le dé la gana, por ejemplo, soy Cola70 y he estado aquí —contesto esta vez yo.

—Pues, voy a darme una vuelta para ver cómo ha quedado todo —dice Claudia y Samu me mira intranquilo y se va detrás de ella.

—Lo siento, me la he encontrado en la puerta de la tienda —se disculpa Joaquín, que desde antes de Navidades había coincidido con Silvia en la calle y ya sabía toda la historia.

—No pasa nada, seguro que lo entenderá. Además, sabe guardar un secreto tanto como tú —le digo, porque Joaquín no le ha contado lo de Silvia ni a mi madre.

—Nunca me has contado por qué has llamado a la tienda The Hall of Doom —me dice el marido de mi madre.

—Es el cuartel general de The Legion of Doom, un grupo de supervillanos —le explico, aunque no entro en detalles de la importancia que puede tener para los que nos movemos de BBS en BBS.

—Ya me lo explicarás con más tiempo. Yo me voy a una reunión, también vine de apoyo moral y veo que no lo necesitáis —se despide Joaquín.

—Gracias por venir —me despido de él y me voy hacia donde se fueron mis amigos minutos antes.

Cuando entro en el aula me encuentro a Claudia abrazada a Silvia y esta última sollozando.

—No pasa nada, Silvia. Entiendo que no me lo quisieras contar —la reconforta Claudia.

—Es que me daba vergüenza y, además, no quiero que se entere mi familia, ni tampoco David —se excusa nuestra amiga.

—Yo no le diré nada a nadie —le tranquiliza Claudia.

—¿A qué no sabes quién tuvo el fin de semana un lío? —dice Samuel, que conoce a Claudia tanto como yo y sabe que con esa noticia le hará olvidarse de este pequeño episodio, al menos, por el momento.

—¡¿Mi Javier?! —se emociona nuestra amiga que, desde el principio, se ha tomado muy personal la introducción de Javier en las relaciones con el sexo opuesto.

—Sí, ya no necesita ayuda. Lo ha hecho él solito —le cuenta Samu muy contento, aunque ambos sabemos que él mismo le tiró un cable, como decimos en nuestra tierra.

—¿Y quién es la afortunada? —se interesa Silvia, que tampoco sabe nada de lo ocurrido.

—Yaiza —me adelantó a mi amigo y dejo a ambas chicas con la boca abierta.

—¿Yaiza? —gritan las dos a la vez, lo que hace que todos los presentes se viren para ver cómo estas dos locas dan saltitos de alegría.

—Estamos en la inauguración de la tienda y parece que están medio locas —se queja Samu.

—Todos aquí son un poco frikis. El año que viene estudiaré en Madrid y abriré un consultorio para mejorar el aspecto y las relaciones de las personas con deficiencias sociales —nos dice Claudia y aunque Samuel la mira mal, yo no puedo evitar echarme a reír.

—¿Nos estás insultando? —pregunta mi mejor amigo.

—No, idiota. Solo creo que aquí existen muchos diamantes en bruto, esperándome para que los pueda pulir. La verdad es que Yaiza es genial para Javier, no sé cómo no se me ocurrió a mí la idea —contesta tan contenta, que ya no queda ni rastro del drama de minutos antes, cuando se encontró con la sorpresa de Silvia embarazada en Madrid.

Samuel y yo nos despedimos de las chicas y nos disponemos a hablar con los que nos han venido a visitar. Unos nos dan ideas, otros nos agradecen que hayamos hecho algo así y algunos nos dicen sinceramente que lo que damos es envidia, hemos conseguido ganar lo suficiente para poder vivir de lo que nos gusta.

Después de dos horas de discutir diferentes temas relacionados con la informática, la inminente conexión mundial de todos los hogares y empresas y problemas que tenemos actualmente, sobre todo con las redes, tarjetas gráficas, programas y la poca disponibilidad de componentes que en Estados Unidos llevan meses comercializándose, la tienda se queda más tranquila y, por fin, podemos comenzar a trabajar. Incluso algunos de los asistentes nos han prometido enviarnos sus currículums por si necesitamos más trabajadores.

—¿Conociste a AlmaXYZ? —me pregunta Samu, cuando salimos de la tienda después de organizar el trabajo del jueves, viernes y sábado con los chicos, sobre todo con Javier, que es quien nos organiza a todos.

—No, ¿ha venido? —me sorprendo.

—Sí. He quedado con él más tarde para tomarnos algo. La verdad es que parece mucho más normal de lo que me esperaba.

—¿Qué te esperabas? ¿Otro uniceja? —bromeo.

—No, es que estaba bien vestido y se parece a ti, ya sabes, que no se nota a simple vista lo listo que eres —vuelve a sorprenderme Samuel.

—Tú también eres muy listo.

—Sin embargo, tú siempre fuiste con diferencia el más listo de nosotros y aún lo sigues siendo. Además, en lo referente a los ordenadores y el software, eres una especie de genio, Colacho. No es algo de lo que avergonzarse y es la verdad —me dice mi amigo y estoy seguro de que me he sonrojado, nunca me había dicho tan abiertamente lo que piensa de mí.

—Al igual que tú eres un genio en ese sentido —le recuerdo.

—A tu lado, solamente soy un aprendiz. Te lo digo con todo el orgullo que siento, si no hubiese sido por ti, no sabría ni la cuarta parte de lo que sé ahora. Ya les gustaría a los profesores de la universidad tener tus conocimientos.

—Ya me he dado cuenta de lo poco que se aprende en la facultad, estoy pensando en no matricularme el año que viene —le cuento algo que me está rondando la cabeza desde hace días.

—¿En serio? Pero si Gabi vendrá a estudiar contigo —me recuerda mi mejor amigo.

—Y será increíble vivir en la misma ciudad que ella y poder verla todos los días, sin embargo, la facultad me aburre. Si sigo yendo de vez en cuando es porque mi padre ha pagado la matrícula y no me parece bien desperdiciar el dinero así, pero la próxima vez que vaya a Canarias, se lo voy a decir a mi madre.

—Seguro que se muere del disgusto —se preocupa Samuel.

—No seas exagerado, además, Joaquín ya lo sabe y cree que si no aprendo nada es mejor que me matricule de otra cosa, como administración de empresas o algo así, aunque quiero tomarme un año sabático para poder trabajar más tiempo en la empresa. Los próximos años van a ser cruciales para el sector.

—¿Se lo contaste antes a Joaquín que a mí? —se enfada mi amigo.

—Sí, pero solo para que me aconsejara. Conoce a mi madre mejor que tú —le explico.

—Vale, pero no le digas a tu madre nada hasta que pasen los Carnavales. No quiero que te los pierdas por nada del mundo —me aconseja esta vez mi amigo.

La empresa donde tenemos que ir se encuentra a menos de un kilómetro de nuestra tienda, así que seguimos caminando hasta llegar hasta ella. Es una correduría de seguros, un cliente pequeño con solo una oficina, pero con dieciocho puestos de trabajo que están mal conectados y poco informatizados.

Es la primera reunión que tenemos con ellos. Nos conocieron cuando pasaron hace una semana por la tienda, nosotros estábamos por fuera y les explicamos a lo que nos dedicamos.

A pesar de ser solo una oficina, la inversión es importante porque quieren poner ordenadores nuevos en todos los puestos y cambiar totalmente su sistema de almacenamiento de datos. Les recomendamos el uso de un servidor y, a pesar de que su coste es mucho mayor que un ordenador normal, lo aprueban desde el primer momento.

En los últimos tres meses hemos cerrado convenios con proveedores, sobre todo norteamericanos y japoneses, para que nos suministren software y hardware directamente y así poder ofrecer a nuestros clientes productos que aún no han llegado a España, además de que, al no haber intermediario, el precio es mucho más bajo.

—Otro cliente al bolsillo —dice Samuel, cuando salimos de la empresa.

—¿No crees que es demasiada elevada la inversión de lo que quieren hacer para una pequeña empresa? —me preocupo.

—No te dejes engañar, a estos le sale el dinero por el culo —bromea mi amigo.

—Lo mejor es el bono, si lo conseguimos deberíamos de dárselo íntegramente a Javier. Se ha partido el culo estos meses por la empresa —le hago saber.

—Lo sé, pero no te olvides que en diciembre le dimos un diez por ciento de las ganancias que obtuvimos por la venta de los ordenadores y las impresoras al corte inglés y no tuvo nada que ver en todo ese asunto. Teníamos que habérselo enviado a tu padre, que es quien nos consiguió el contacto de todos los vendedores —me recuerda mi amigo, porque fue idea mía.

—Quería amueblar el piso que le hemos dejado en la tienda y seguro que hubiese comprado cualquier cosa para ahorrar dinero —le explico.

—La verdad es que le ha quedado bien y lo de la puerta lateral ha sido una muy buena idea, así no tendrá que entrar a la tienda cada vez que quiera salir o entrar al piso.

—Se parte el culo por la empresa tanto o más que nosotros y lo sabes —le digo a Samuel, porque sé que está pensando que nos hemos comportado mucho mejor con él que con el resto de los trabajadores.

—Tienes razón, aun así, no quiero que el resto del personal piense que le damos un trato diferenciado.

—Pues deberíamos ascenderlo y así no podrán compararse con él —le cuento mi idea.

—Sí, eso sería una solución. Al final el uniceja ha caído de pie con nosotros, incluso le hemos pasado a tu ex. No podrá quejarse —bromea Samu y no puedo evitar echarme a reír.

—¿Sabes en quién he pensado mucho, últimamente? En David. Quizás pudiésemos ofrecerle algún trabajo para que pueda seguir estudiando sus oposiciones y a la vez pueda mantener a su hijo y a Silvia.

—¿Lo dices por el dinero? Sabes que a mí no me importa pagarle las cosas a tu amiga, al fin y al cabo, estamos los dos viviendo en tu piso y se ha convertido en mi amiga también.

—No, lo digo porque cada vez que hablo con él, se me cae el alma a los pies. No ve a Silvia desde septiembre y solo ha hablado con ella una vez cada dos o tres semanas y porque le insisto a Silvia para que lo llame y le aseguro que no puede ver desde dónde lo hace. Tiene un miedo atroz de que él se entere de que está embarazada.

—Cuando tenga al bebé podrá ir a verlo —dice mi amigo después de pensarlo unos segundos.

—¿Y qué hará con el bebé?

—Me imagino que nos lo dejará a nosotros —contesta divertido.

—¿Crees que alguien podría dejarnos uno? Si nunca hemos tenido nada que ver con un bebé —le recuerdo.

—Eso va a cambiar en breve —dice con una sonrisa traviesa.

Sé que tiene razón. A Silvia no le queda mucho para dar a luz, se supone que se pondrá de parto a principios de marzo y vamos a tener que ayudarla entre Samu y yo, porque realmente no tiene a nadie a su lado.

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