Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO - HÉROE

Sábado, 13 de enero del 1990

En dos días voy a cumplir veinte años y he cumplido la palabra que le había dado a mi mejor amigo antes de que este desapareciera de mi vida para siempre, aunque en realidad, ha estado presente en mis pensamientos todos los días de los últimos tres años y lo hubiese estado, aunque no hubiese existido la lista.

Nunca he creído que haya sido un héroe, no obstante, Claudia es de la opinión que cuando salvé a Jorge del toro lo fui, aunque a mí no me parece que haya sido una gran hazaña, lo hubiese hecho cualquiera.

Han sido tres años en los que no solo he estado cumpliendo mi promesa, he disfrutado, me he divertido, me he sentido el rey del mundo y la persona más desgraciada también. Tres años en los que puedo gritar a pleno pulmón que he vivido. Y sé que Gabriel hubiese estado orgulloso de sí mismo, porque este era el cometido de la lista.

En cuanto salgo del coche para poder registrarme en el hotel, me doy cuenta del frío que hace, son apenas las once de la mañana y sé que hoy no brillará mucho el sol.

El hotel es un poco caro, normal para ser un establecimiento de cinco estrellas, pero es el mismo en el que se está alojando Gabi con su familia y tengo que verla este fin de semana.

Estuve a punto de hacerlo hace unos días, pero no encontré el momento adecuado y, ahora, he tenido que conducir a Zaragoza cuatro horas y media. Mi madre se empeñó que lo hiciese en tren, aunque hubiese tardado mucho más y ya le había pedido el coche a un amigo.

—¿Colacho? ¿Qué haces en Zaragoza? —me pregunta Gabi, cuando me ve en el pasillo a unos metros de mi habitación.

—Quería invitarte a tomar un café —le contesto mientras intento aparentar estar tranquilo.

—¿Y no podías esperar unos días? —ironiza, haciéndose una coleta en el pelo.

—Sí, podía, pero no quería, y ya me conoces —le doy como excusa.

Gabi tiene que aceptar mi compañía, no puede negarse sabiendo que he recorrido más de trescientos kilómetros solo para verla.

Ninguno de los dos conoce muy bien la ciudad, por lo que optamos por salir del hotel y caminar hasta que encontremos un lugar donde poder conversar.

—¿Te apetece sentarte en ese restaurante? —le pregunto, refiriéndose a un italiano que está a pocos metros del hotel.

—¿Te importa que caminemos? No tengo ganas de tomar nada en este momento.

—Claro que no, ya sabes lo que me gusta perderme por las ciudades —le contesto, tomándola de la mano.

—¿Por qué no regresaste después de las vacaciones a Madrid?

—Tenía algunas cosas que resolver —le contesto, sin saber muy bien cómo explicarle todo lo que ha pasado en estas últimas semanas.

—¿Completando tu lista? —me pregunta, porque ella es una de las dos personas elegidas que saben de la existencia de esa lista.

—Voy a ser papá —le digo sin pensármelo mucho.

—Vaya —susurra ella sin salir de su asombro.

—Ya sé que no estaba en la lista y no fue algo intencionado, no obstante, uno es responsable de sus actos —le explico.

—¿Vas a casarte con ella?

—No, nosotros no nos queremos y, aunque no estemos juntos, intentaré ser el mejor padre del mundo. No solo será mi hijo.

Sé que desde que le digo que no solo será mi hijo, ella sabe que Claudia será la madre del bebé. Sí, desde que la conozco, siempre me ha entendido, al igual que yo la he entendido a ella. Es esa conexión la que no hemos podido romper, aunque los dos lo intentáramos, y es por eso por lo que me siento en casa cuando estoy con ella.

Es un horror que sienta esa conexión, que sienta esa añoranza y no pueda aunque sea besarle en los labios.

—¿Y cómo lo van a hacer? —me pregunta, utilizando la forma verbal de ustedes, puesto que en México también se utiliza, igual que en Canarias.

—Claudia seguirá estudiando y yo trabajando y en cuanto nazca el bebé lo cuidaremos entre los dos, aunque tengo que decir que lo haremos los tres —le explico, recordando lo pesado que se puso Samuel anoche diciendo que ese niño es tanto de él como nuestro.

—¿Los tres? —me pregunta sin entenderme.

—Sé que no has hablado con Claudia porque llegó ayer a Madrid y le pedí que no te llamase para contártelo antes de que yo te lo dijese, pero ella y Samuel están juntos y hemos decidido educarlo entre los tres.

—Vaya, España cada vez está más moderna —no puede evitar bromear.

—Yo te sigo queriendo igual que antes de conocer a mi padre y sé que tú también, Gabi. Si España es tan moderna deberíamos adaptarnos y estar juntos sin preocuparnos por lo que opinen los demás —me declaro, sin pensarlo mucho.

—No me hables así, Cola, por favor.

—¿Por qué no?

—No puedo hacerle algo así a mi madre. Ya está molesta conmigo porque he dejado a James. Ella está segura que me ayuda a olvidarme de ti —me dice y se me encoge el corazón.

—¿Y funcionó?

—Ni siquiera puedo besarlo sin imaginar que eres tú, Cola. Por eso se enfadó un poco conmigo, porque no hemos llegado a nada más que a besarnos y él sabe que me he acostado contigo. Mientras nosotros estuvimos juntos, era mi amigo y le contaba muchas cosas —me dice antes de empezar a llorar.

Mi madre tiene razón, en nuestra historia hay demasiadas personas involucradas, así que decido no contarle nada de su padre de momento para poder hablarlo con su madre antes.

Sé que mi padre está en el hotel, pero no me apetece nada verlo. Después de saber que me ha mentido deliberadamente, aun sabiendo el daño que me hacía, no es santo de mi devoción.

Mi padre ha venido por trabajo e imagino que la madre de Gabi vino con él para ver a su hija, aunque ella llevaba solo una semana en Madrid, por lo que me ha contado Yaiza. Sí, tengo espías en todos lados.

No insisto más y cambio de tema. Nos quedamos hablando hasta que nos damos cuenta de que es la hora de comer y acompaño a mi ex hasta el hotel. Antes de llegar a nuestro destino nos encontramos a la madre de Gabi que se extraña de verme, pero que, muy educadamente, me invita a almorzar con ellas.

Por supuesto que no voy a declinar una invitación así, por lo que acabamos almorzando los tres en el italiano que vimos cuando salimos a pasear Gabi y yo.

El almuerzo transcurre mucho mejor de lo esperado. Ya yo no estoy enfadado con el mundo cuando estoy con Gabi, porque sé que en un futuro, si juego bien mis cartas, podremos estar juntos. Así que hablamos de todo un poco, bromeamos y reímos. Había echado tanto de menos la risa de Gabi.

—Sé que no somos medios hermanos —aprovecho para decirle a la madre de Gabi, cuando mi ex nos deja solos en la mesa para poder ir al baño.

—¿Y qué vas a hacer? —me pregunta y por su forma de hablar no está muy sorprendida.

—Voy a casarme con su hija. No hoy ni mañana, pero quiero contarle la verdad para poder volver a estar juntos —le explico desesperado.

—Dame un mes para que pueda poner todo en regla en mi país, Colacho. Solo te pido un mes y yo misma se lo contaré a Gabi y te apoyaré en lo que pueda. Eres un buen chico y sé que la haces feliz. Lamento mucho que se vieran involucrados en nuestros problemas —se disculpa.

—Un mes me parece justo, pero no más, por favor. No hemos podido estar como una pareja normal desde que nos conocimos y yo me enamoré de su hija —le pido antes de que Gabi vuelva a la mesa.

Si la madre de Gabi necesita un mes, yo puedo dárselo. ¿Qué es un mes si luego podré estar toda la vida junto a ella? Solo de pensarlo soy la persona más feliz del universo.

Terminamos de almorzar y su madre se va al hotel, mientras Gabi y yo nos recorremos la ciudad igual que recorrimos tantas ciudades en Europa cuando nos conocimos.

Me siento igual que cuando la conocí, con ganas de besarla, de tomarla de la mano y de abrazarla, pero sin atreverme a hacerlo. Además, se nota que ella está más cómoda que esta mañana y yo también.

—Te queda muy bien el pelo así —le digo haciendo referencia a que se lo ha cortado por encima de los hombros.

—En realidad me vi obligada a hacerlo, porque me dormí con un chicle en la boca y cuando me desperté, lo tenía por todo el pelo. Menos mal que solo fue por las puntas.

—Te he dicho siempre que no te acuestes con chicle —le regaño con cariño.

—Sigues siendo igual de mandón —bromea ella.

—Sí, no he cambiado absolutamente nada desde el verano pasado —aprovecho para recordarle que la sigo queriendo.

—Colacho —se queja otra vez.

—¿Y tú? —le pregunto nervioso.

—¿Yo qué? —se hace ella la despistada.

—¿Me sigues queriendo igual que antes? —le pregunto lo más directo que puedo.

—No puedes preguntarme tal cosa, Cola. No es justo —me echa en cara.

—Lo que no es justo, es que me muera por ti y no sepa, si mi amor es correspondido —lo vuelvo a intentar.

—Sabes que yo también te quiero, Cola, pero esto no nos va a llevar a nada —me dice con lágrimas en los ojos.

—Y si solo por esta tarde hacemos como si aún siguiésemos siendo felices, solo te pido una tarde y mañana me iré a Madrid temprano y haremos como que no ha pasado nada —le suplico.

—Eso no nos ayudará a olvidarnos de todo lo que hemos sentido.

—Yo nunca voy a olvidarme de lo que he vivido contigo, Gabi. Entiendo que no quieras estar conmigo, pero no me pidas que te olvide —le digo mientras tiro de su mano y, sin darle la posibilidad a que pueda negarse, la beso en los labios.

No sé lo que necesito ese beso hasta que nuestros labios se unen. Yo la beso con suavidad, pero unos segundos después Gabi se deja llevar y lo profundiza.

—Gabi, la que no eres justa, eres tú —me quejo, al ver cómo me ha besado.

—Nunca he dicho que no quiera besarte, solo que no deberíamos hacerlo.

—¿Eso significa que aceptas lo que te he pedido? —le digo con tono juguetón.

—Solo hasta esta noche —dice para mi sorpresa.

He echado tanto de menos a Gabi, que el alma me duele todos los días, que no puedo estar con ella, así que no lo pienso mucho y la abrazo, mientras Gabi se pierde entre mis brazos. Es más baja que yo, por lo que después de besarle la cabeza, que tiene apoyada en mi pecho, le levanto la cara y la vuelvo a besar.

—Colacho, creo que mejor nos vamos a mi habitación —me ofrece.

—¿No quieres venir mejor a la mía? —le respondo, sugerente.

—¿Tienes una habitación? —se extraña.

—Sí, una muy cerca de la tuya —le doy a entender que sé incluso en que habitación se está quedando.

—Eres muy controlador, Cola —me echa en cara, pero acepta mi mano para irnos juntos a mi habitación.

—Solo contigo —me sincero antes de volver a besarla.

No nos damos prisa en ir a la habitación, aunque tampoco demoramos mucho. La he echado de menos, pero también tengo ganas de sentirla y de hacerla mía.

La beso con tantas ganas cuando nos quedamos solos, que ya estoy preparado para ella, pero voy despacio, no quiero tener sexo, quiero hacerle el amor.

***

—¿Cómo haremos en Madrid cuando nos veamos? —me pregunta Gabi, preocupada.

—Haremos lo que tú quieras —le respondo mimoso.

Aún estamos desnudos en la cama y ella descansa su cabeza en mi pecho, como solía hacer cuando se quedaba a dormir en mi cama. No hemos salido de la habitación en las últimas horas y sé que en breve ella tendrá que irse a cenar con sus padres.

—No podemos seguir haciendo esto, Colacho —me dice.

—¿Por qué no? —le pregunto molesto.

—Porque nadie lo va a entender.

—Me importa un pimiento lo que opinen los demás. Nos queremos, nos deseamos y nadie debería de opinar o entrometerse en nuestra relación —le explico.

—Mi madre se moriría del disgusto.

—Pues no dejaremos que se entere. El año que viene puedo irme a vivir a Boston. La tecnología está avanzando mucho y muy rápido, así que podré trabajar en gran parte a distancia. Si no, me cojo uno o dos años sabáticos, pero necesito vivir donde estés tú, Gabi. Ya hemos pasado demasiado tiempo separados.

—No podemos olvidar que somos medios hermanos —me recuerda.

—Como si eres mi tía, no me importa. Te quiero a ti y no a la relación familiar que puedas o no tener conmigo.

—No te prometo nada, Cola, aunque no puedo negar que yo también necesitaba pasar esta tarde contigo.

—No es una despedida, ¿verdad? —le pregunto, aunque no me responde, sino que me besa.

***

Gabi se va a cenar con sus padres y me deja solo en mi habitación. Hemos pasado toda la tarde haciendo todo lo que no hemos podido hacer los últimos meses: hemos hablado mientras la abrazaba, nos hemos besado, hemos bromeado, reído juntos, besado hasta que los labios se nos han dormido, le he hecho el amor y hemos follado.

Me hace feliz saber que ella tiene tantas ganas de mí como yo, de ella y que, a pesar de pensar que somos medios hermanos, no le importa estar conmigo, aunque sea a escondidas.

Quedamos en que después de cenar, iría a dar con ellos a la discoteca Flying. Ahora que sé que mi padre no es el de Gabi, lo veo con otros ojos y me apetece verlo, aunque sea para hablar del futuro de las redes y la conexión de los ordenadores de todo el mundo en la misma red. Desde el último día que lo estuvimos hablando han cambiado muchas cosas.

***

Domingo, 14 de enero del 1990

Llevamos bailando dos horas en la discoteca, mientras la madre de Gabi, mi padre y unos conocidos de mi padre están sentados en una mesa hablando de sus cosas. Normalmente, me involucraría más en su conversación, pero he echado tanto de menos a Gabi que casi no puedo despegarme de ella.

En la pista de baile, y mezclados entre la gente, aprovecho para meterle mano y besarla. Nos camuflamos para demostrar muestras de cariño y yo soy un mendigo que solo espera las limosnas que me regala mi novia.

Sí, porque aunque ella no quiere definirlo como tal y me diga que no podemos tener una relación, Gabi es mi novia.

Mientras, toca la orquesta Imágenes. A mí no me gusta la música, pero no me voy a quejar mientras puedo bailar, tocar y besar a Gabi.

A las dos y media de la madrugada me doy cuenta de que algo está pasando y algunos de los clientes comienzan a salir corriendo, alertando de que hay fuego. Yo también echo a correr por las escaleras, hasta que me doy cuenta de que Gabi no me sigue y voy en su busca.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta cuando recupera el conocimiento, nada más salir de la discoteca.

—Creo que hay un incendio en el interior y has inhalado algún gas que ha hecho que pierdas el conocimiento.

—¿Y mis padres? —me pregunta preocupada.

—Iré a buscarlos.

—No, Colacho. No me dejes —me pide Gabi entre sollozos.

—Tengo que ir. Si no vuelvo quiero que sepas que siempre te he querido y que nada me haría más feliz que tú lo fueses, aunque sea con James. Parece un buen tío —le digo antes de darle un beso y volver a entrar en la discoteca.

Solo puedo ayudar a salir a la madre de Gabi y dos de sus acompañantes, porque no encuentro a mi padre donde se estaba antes, así que vuelvo a buscarlo. Gabi no me dice nada, solo me mira aliviada cuando me ve salir, aunque escucho cómo me grita "no" al darse cuenta de que vuelvo a entrar a la discoteca.

Dentro, todo es un caos y casi choco con mi padre que está inconsciente sentado en el suelo. Lo levanto como puedo, porque yo tampoco me siento muy bien y hago que comience a caminar conmigo hacia la salida. Por lo menos, sé que él sale, yo no lo consigo.

Únicamente me da tiempo de agradecer internamente el que haya podido escribirle una carta a mi hijo no nacido, hemos quedado que se llamará Gabriel, en honor a su tío y sé que Claudia y Samuel lo cuidarán por mí.

—Te dije que no tuvieses prisa, Colacho —me dice a modo de saludo Gabi, mi mejor amigo.

—Pero ahora soy un héroe de verdad —le contesto satisfecho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro