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Parte III

Seokjin aún se preguntaba cómo era que había accedido a subirse a aquella camioneta con aquel tipo, pero allí estaba, acababa de darle la dirección de su casa y este conducía con la vista fija al frente mientras él mantenía una batalla interna consigo mismo.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó el niño quién se mantenía de pie en los asientos traseros de la camioneta, a Seokjin le parecía que era muy bajito pese a su edad.

—Soy Seokjin —respondió el rubio con una sonrisa en dirección al rizado, el pequeño le daba mucha ternura, aunque no dejaba de preguntarse qué hacía con aquel tipo.

—Namjoon rescata a las personas de la calle para llevarlas a la mafia... ¿Tú no quieres venir con nosotros? —expresó el niño en voz alta sin dejar de moverse entre los asientos traseros, era bastante hiperactivo una vez que parecía tomar confianza. El moreno soltó una risa nerviosa cuando Seokjin lo miró con el ceño fruncido.

— ¿A caso es real eso de la mafia? ¿O qué clases de películas ve en casa? —cuestionó Seokjin con autentica curiosidad, preguntándose si de verdad no se había metido en algún tipo de situación comprometedora.

—Él... A él le gustan mucho las mafias y esas cosas, habla mucho de eso —aclaró el moreno tratando de desviar el tema.

Edán lo miró con la cabeza ladeada y una clara mueca de confusión en el rostro, sin embargo decidió no hablar más, probablemente Namjoon de verdad no quería llevar a nadie más a la mafia.

—Entonces Seokjin. ¿Qué hacías solo a estas horas por esa zona? —preguntó moreno mientras se acercaban al conjunto residencial en el cual vivía Seokjin—. No parece ser el tipo de lugares que frecuentas.

—Oh, bueno. Es una larga historia, tuve que ir a hacer algunos trámites y perdí el autobús de vuelta a casa, aparte mi celular se quedó sin batería —explicó el rubio tratando de dar la menor cantidad de detalles posible.

Namjoon asintió pausadamente con la cabeza antes de estacionar frente a una gran casa de estilo moderno, giró su vista y se permitió apreciar al rubio por última vez, sintiendo esa rara sensación asentarse en su pecho al igual que momentos antes cuando lo vio por primera vez.

Kim Namjoon era una persona con objetivos claros en su mente, siempre lo había sido y estaba agradecido con su padre por eso, desde que tenía uso de razón su meta siempre había sido seguir con los negocios de su padre e incluso lograr más de lo que el hombre había logrado. Jamás en su vida había tenido una relación amorosa, aquello parecía ser algo totalmente irrelevante para él, tanto que jamás había llegado si quiera a considerarlo. No tenía tiempo para eso, él tenía cosas mucho más grandes de las qué encargarse.

Por lo tanto, se sorprendió a sí mismo cuando un pensamiento repentino cruzó por su mente y las palabras salieron de su boca casi sin permiso.

—Seokjin. ¿Puedes darme tú número? —Al instante trató de arreglar lo que había dicho—. Digo, así puedes tener el mío también y llamarme si algún necesitas un taxi, no me molestaría la verdad.

Se golpeó mentalmente e incluso Edán lo miró con cara de "¿Es en serio?".

—Hm, pues... Creo que ni siquiera eres de aquí —comentó el rubio sintiéndose avergonzado por lo que acababa de decir.

—La verdad no, vivo en Daegu, pero vengo cada semana, estoy resolviendo algunos asuntos de trabajo aquí.

—De la mafia —interrumpió Edán mientras trenzaba su cabello, totalmente inconsciente de lo que acababa de decir. Namjoon maldijo mentalmente.

—Eh... De acuerdo —respondió Seokjin no muy confundido—. Dame tu celular.

Más rápido que inmediato el moreno le ofreció su celular al contrario para que este pudiera apuntar su número. Seokjin se dijo mentalmente que darle su número no era nada, después de todo ya le había dado su dirección, probablemente estaba loco.

—Adiós Namjoon, muchas gracias por traerme y mi todo en general —dijo el rubio antes de abrir la puerta—. Adiós Edán. Ten cuidado en la mafia.

Namjoon se ahogó con aquello último, a pesar de que sabía que el contrario sólo lo había dicho para seguir la "broma" del niño.

—Adiós, hyung. Llámanos si quieres unirte, seguro que Namjoon te acepta —comentó el niño emocionado despidiéndose con su mano.

— ¿Hyung? Ni siquiera a mí me llamas así. —Se quejó Namjoon apenas Seokjin bajó del auto.

—He escuchado a TaeTae llamarte así, no sé qué significa —aclaró el menor encogiéndose de hombros. Al moreno se le olvidaba que el coreano de Edán aún era bastante escaso, la mayoría de sus palabras eran solo palabras repetidas de personas que escuchaba en la calle o en la televisión.

—Sí bueno, debes dejar de hablar de mafias en frente de cualquiera —dijo el moreno volviendo a poner el vehículo en marcha para ir hasta el refugio.

— ¿Por qué? —preguntó el niño mientras sacaba la navaja en su bolsillo para juguetear con ella antes de cortar un pequeño mechón de su cabello para luego dárselo a Namjoon—. Toma. Te lo regalo.

El moreno sonrió tomando el cabello para guardarlo en la guantera junto a todos los demás mechoncitos que ya le había "regalado" antes. Esa era una de las tantas manías raras que tenía el menor, sin embargo no se quejaba, desde el momento en que lo encontró y decidió acogerlo se prometió que lo dejaría crecer de forma libre, sin juzgarlo ni reprimir su personalidad, él no tenía idea acerca de los niños, pero si algo supo desde el primer momento fue que Edán era especial.

Busan. Un año atrás.

[Él dijo que quiere terminar con todo. Cuando está solo en su habitación, él llora. La forma en que se siente es mucho para él.

Cuando lo único que tienes son estas cuatro paredes, no es tan difícil sentirse tan pequeño, o ni siquiera existir del todo.

Cómo es que nadie puede escucharlo cuando dice: "Tal vez estoy mejor muerto, si lo estuviese, ¿finalmente sería suficiente, para callar todas esas voces en mi cabeza?

Tal vez estoy mejor muerto. ¿Acaso escuchas algo de lo que te estoy diciendo?

No pertenezco aquí. Me vas a extrañar cuando me vaya."

Sleeping with Sirens - Better Off Dead]

El pequeño niño de doce años se encogió sobre el en el momento en la puerta se abrió con brusquedad, su corazón latía desesperado en su pecho y su cuerpo temblaba debido al miedo, miraba a todos lados sin poder reconocer absolutamente nada.

Desde hacía siete meses su vida había cambiado por completo, todo empezó en el momento en que sus padres lo entregaron a aquellas personas las cuales serían sus "nuevos padres", él no pudo entenderlo, no sabía a qué se referían ni mucho menos entendía el porqué, pero ahora allí estaba, al llegar a Corea sus "nuevos padres" lo arrojaron a los brazos de un hombre completamente desconocido y desde ese entonces su vida se había vuelto un juego de supervivencia.

—Levántate niño, ya es hora de que salgas —espetó el viejo con voz dura, el idioma siendo apenas comprensible para el menor pero ya se sentía un poco más familiarizado comparado con los meses anteriores.

—Recuerda no volver antes de que consigas algo, o si no ya sabes lo que te pasará —advirtió el hombre haciendo que el niño asintiera torpemente con la cabeza antes de tomar el conocido puñal para guardarlo en su bolsillo y ponerse los gastados zapatos listo para salir.

Como todos los días el hombre lo echó de casa muy temprano por la mañana, aún quedaba bastante del frío de la noche y se encogió sobre sí mismo cuando sintió la brisa colarse dentro de sus viejos ropajes haciéndole estremecer.

Edán caminó por las conocidas calles del barrio con el estómago retorciéndose de forma desagradable gracias al hambre, cada tanto miraba hacia atrás, como siempre tratando de recordar el camino que recorría para luego no tener problemas en regresar. Un par de calles más arriba al final llegó a la zona del mercado, varios locales y puestos se extendían por el lugar junto a las personas que poco a poco comenzaban a llegar, ya fuesen los vendedores o cualquier persona que pasara a comprar.

Apretó el puñal dentro del bolsillo de su chaqueta mientras miraba alrededor, buscando a cualquier presa fácil, pues no tenía ganas de formar un alboroto a horas tan tempranas, aparte de que el hambre le restaba bastante energía. Pasó junto a una mujer de manera casual mientras esta veía algunas prendas en los maniquís detrás de la vitrina, sin pensarlo mucho le arrebató el bolso del brazo empezando a correr como si su vida dependiera de ello, los gritos se escucharon detrás de él y varías personas intentaron detenerlo fallando en el proceso, se había vuelto muy escurridizo y con cada día que pasaba sentía que se volvía más hábil en la materia.

Logró perderlos luego de varios minutos y paró para tomar aire mientras revisaba el contenido del bolso, no había mucho más que un celular, cartera, y unas cuantas cosas más de mujer, no era mucho, pero para empezar el día estaba bien, esperaba que el abuelo estuviese conforme con lo que llevara al final del día.

Y así transcurrió, como cada día corriendo de acá para allá, a veces eran carteras, otras eran unos cuantos billetes, otras cuantas no tenía tanta suerte y terminaban atrapándolo, pero de unos cuantos golpes no pasaba, a Edán no le importaba eso a decir verdad, a él solo le importaba mantener feliz al viejo.

A su corta edad muchas cosas aún escapaban de su entendimiento, pero si había algo de lo que el rizado estaba seguro era de que ya no quería que lo abandonaran nunca más, estaba cansado de pasar de dueño en dueño cómo si fuese cualquier cosa, al final nadie lo quería, al final todos terminarían descartándolo cómo si no fuese nada más que un aparato viejo.

Él quería alguien que lo quisiera, que lo aceptara y sobre todo, que nunca lo abandonara.

Muy tarde por la noche al fin decidió volver a casa, apenas y tenía fuerzas para arrastrar sus pasos sobre el asfalto pero se sentía tranquilo, había conseguido robar bastante y sabía que el viejo estaría feliz por lo tanto le dejaría comer algo.

Por hoy iba a ser un buen chico.

Estaba a un par de cuadras de la vivienda, cuando notó a unos tipos ya conocidos para él fumando en la esquina. Rezó mentalmente deseando volverse invisible y trató de que sus pasos no sonaran demasiado para poder pasar desapercibido.

— ¡Hey! ¿Qué traes para nosotros hoy, ricitos? —Pero claramente Edán tenía mala suerte, apenas uno de los chicos lo vio enseguida se posó frente a él cortando su camino.

—Mío. Para viejo —respondió Edán tratando de darse a entender lo mejor posible.

—Al viejo no le importará que nos compartas algo. Tú puedes conseguir más mañana —dijo acercándose peligrosamente, Edán llevó preventivamente su mano hasta el puñal.

—No. Viejo molestarse.

—Será por las buenas o por las malas, mocoso —dijo otro de los tipos, eran tres en total y todos lo estaban rodeando de manera peligrosa.

Edán no sabía que hacer, parecían gigantes frente a él que no era más que un niño pequeño y demasiado delgado, no tenía fuerzas, no quería pelear, el sólo quería llegar a casa y obtener algo de comida, quería oír que era un buen chico, no quería hacer molestar al viejo, no de nuevo. Quería sentirse suficiente, él de verdad estaba esforzándose, pero siempre tenía que suceder algo.

Uno de los tipos saltó tratando de arrebatarle la bolsa negra en la que llevaba las cosas que había robado pero de inmediato se movió evitando que la tomara.

—Ya sabes cómo terminará esto. Danos esa bolsa, niño —espetó uno de ellos con violencia.

Edán sintió sus ojos picar, no estaba dispuesto, no iba dejarlos, no hoy. Sacó el arma de su bolsillo y apenas el primero se acercó movió su mano con una agilidad que desconocía y le hizo un corte en el abdomen, lo mismo sucedió con el siguiente y antes de que pudieran procesarlo los tres estaban heridos, no lo pensó antes de echar a correr con las pocas fuerzas que aún le quedaban, apretando la bolsa en una mano y en la otra el puñal cubierto de la sangre ajena.

Llegó a la casa y tocó la puerta con desesperación, el viejo abrió casi enseguida sonriendo al ver la bolsa que llevaba en su mano, le dejó pasar y una vez dentro Edán cayó de rodillas al cielo tratando de recuperar el aliento, el anciano le arrebató la bolsa para observar el contenido sin siquiera preocuparse por su estado, aun así, él se sentía en paz.

— ¡Hoy lo hiciste muy bien, Edán! Eres un buen chico —halagó el hombre acomodando los billetes para contarlos.

—Comida... Hambre —expresó el menor sintiéndose a punto de desfallecer.

—Oh. Hoy no hay comida, no había podido comprar nada así que tendrás que esperar a mañana.

Edán sintió como sus ojos se humedecían, las lágrimas acumulándose rápidamente detrás de sus ojos, estaba agotado, hambriento, su esfuerzo no había valido de nada y eso lo hacía sentir frustrado. Sollozó audiblemente mientras cubría sus ojos con sus manos, permitiéndose llorar por primera vez en meses. No quería seguir viviendo aquella vida, no quería seguir sintiéndose mal cada día, no quería seguir teniendo miedo a que lo abandonaran, no quería estar hambriento por días enteros, no quería robarles a las personas en la calle, no quería hacerle daño a nadie, no quería seguir viviendo aquella vida. No quería seguir viviendo.

El hombre lo miró extrañado debido al repentino arrebato del chico hasta que fue consciente de la forma en que este apretaba la mano alrededor del filo del puñal, cortándose la mano hasta que el suelo se manchó con la sangre.

— ¡Basta! ¿Qué estás haciendo? ¡Estás loco! —gritó exaltado el hombre sin saber qué hacer.

—Dolor bueno... —exclamó el menor entre sollozos.

—Estás enfermo. Por eso nadie te ha querido, por eso tus padres te abandonaron.

Edán se rio entre sollozos, sintiendo el dolor de su mano apaciguar el dolor de su pecho, se sentía bien, el dolor físico siempre ayudaba a calmar el dolor emocional, era bueno. El dolor era bueno.

—Usted... ¿Usted quiere a mí? —preguntó el niño esperanzado, mirando al hombre con los ojos empapados de lágrimas.

—No. Por supuesto que no. Tú solo estas para obedecerme, no vales más que nada para mi —respondió con voz amarga haciendo que algo dentro de Edán se rompiera—. Nadie jamás podría querer a un mocoso como tú. Sólo mírate. Con solo verte cualquiera sabría que eres un raro.

Sollozó más fuerte, recordando la tantas veces que había escuchado aquellas palabras en su vida, estaba luchando, estaba tratando de recordar al menos una vez en la que alguien le hubiese dicho algo positivo pero no había nada, nada que no fuera aquel desprecio, el rechazo.

¿Estaría mejor muerto? ¿En realidad no debería haber nacido?

Pensó recordando las palabras que su madre le repitió tantas veces. Y ahora creía que quizá tenía razón. Después de todo, en aquel mundo parecía que nunca podría encajar, nunca sería aceptado, nunca podría ser feliz.

Su rostro fue manchado de sangre cuando trató de alejar las lágrimas con su mano, tembloroso volvió a tomar el puñal con su mano escuchando la voz del viejo como un sonido amortiguado. No le entendía, quería cerrar sus oídos, no quería escucharle, no quería que sus palabras de desprecio fueran lo último que escuchara.

Con las dos manos, totalmente decidido, se apuñaló directamente al abdomen, luego sacó el cuchillo y volvió a hacer lo mismo. El dolor fue apabullante pero lo disfrutó, la sangre brotando de su herida parecía sacar todo lo malo dentro de él, se sentía bien.

— ¡Loco! ¡Maldito mocoso enfermo! ¡No quiero nada más que ver contigo! —dijo el tipo alterado por lo que el chico acababa de hacer, tomó el dinero y salió del lugar casi corriendo, dejando al niño desangrándose sobre la alfombra como si no fuese más que un simple animal.

Edán no sabía que tan profundas eran las heridas, tampoco sabía cuánto tardaría en morir, pero disfrutó del silencio y del dolor en su cuerpo en sus últimos momentos, al fin lo había hecho, al fin había acabado con todo.

O eso creyó, hasta que alguien entró a la casa casi corriendo, llegó a su lado de inmediato y se arrodilló junto a él intentando moverlo.

—Diles a los chicos qué vengan rápido, Taehyung. Hay que llevarlo al hospital —habló la persona desconocida a alguien más junto a él, a Edán se le dificultaba entender.

— ¿Quién eres? —preguntó Edán en un susurro sin darse cuenta de que había hablado en inglés, sintiéndose incapaz de pensar correctamente.

—Voy a salvarte. Lo prometo —dijo el contrario, sorprendiéndolo cuando le respondió en el mismo idioma.

—No... Vete —espetó cerrando los ojos. En ese momento el tipo presionó su herida con un trapo tratando de frenar la hemorragia.

—Te juro que el mundo puede ser mejor qué esto, aún eres demasiado joven —dijo, su voz sonando casi desesperada.

—Yo sólo quiero morir —respondió. Namjoon pensó que era demasiado fuerte o probablemente sus heridas no eran tan profundas, de otro modo ya habría perdido la consciencia. Con lo delgado y débil que se veía igual era difícil creer que resistiera.

— ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? ¿Morir? —cuestionó el moreno viendo al pequeño chico encogerse en el suelo rodeado de su propia sangre.

—N-No puedo tener una mejor alternativa...

La risa del mayor fue amarga, Edán nunca olvidaría aquellas palabras de ese día.

—Te prometí salvarte. Ven conmigo, te llevaré a que te curen —habló con voz serena antes de extenderle una mano—. Y te aseguro que en el futuro me agradecerás por no dejarte morir.

Dos chicos más llegaron hasta él y con cuidado lo tomaron, no protestó más, sus sentidos estaban demasiado adormecidos como para seguir protestando, y se refugió en las palabras de aquel desconocido.

La salvación que vio Edán aquel día, fue la misma que vieron los demás en su debido momento.

Desde el momento en que Namjoon vio por primera vez a aquel chico robando en las calles se dijo a si mismo que debía encontrarlo y cuando al final lo hizo, pudo ver cómo atacó a tres tipos él solo con un viejo puñal, desde ese momento lo supo, ese chico era especial.

Sin embargo, jamás pensó encontrarlo en aquellas condiciones, un niño indefenso de tan solo doce años el cuál intentó quitarse la vida apuñalándose a sí mismo era realmente algo fuerte de ver, pero él no iba a juzgarlo, solo quería ayudarlo a escapar de la fea realidad en la que probablemente había vivido toda su vida.

Por suerte para todos la herida no había sido demasiado profunda, y a pesar de que perdió una cantidad considerable de sangre acompañado de su débil condición física, el chico salió bien al final. En el momento en que le dieron de alta Namjoon lo llevó directo al refugio, no emitió palabra alguna en el camino, solo se dedicaba a jugar con el viejo puñal, el cual el moreno había tomado al sacarlo de la casa días antes, creyendo que podría ser importante para el rizado.

— ¿Sabes hablar coreano? —preguntó Namjoon (en coreano) en dirección a los asientos traseros donde se encontraba el chico.

—Yo entiendo. Hablo poco —respondió en voz baja apartándose el cabello del rostro.

Edán no entendía del todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, durante los últimos tres días había permanecido en el hospital, le resultaba muy extraño ya que todos allí lo habían tratado muy bien, y ese era un trato al que él no estaba acostumbrado, ese mismo día el hombre, que ahora sabía que se llamaba Namjoon, le había llevado ropa y zapatos nuevos para que las enfermeras lo vistieran, también habían lavado su cabello con champú y acondicionadores lo cuál era totalmente nuevo para él.

Y ahora allí estaba, en el vehículo de aquel rumbo a quién sabe dónde. Si bien su estado anímico aún no era el mejor no podía negar que se sentía seguro con el moreno, pero no iba a encariñarse, no quería dejarse llevar mucho por él, pues no sabía en qué momento también terminaría dejándolo, no quería volver a desilusionarse una vez más.

— ¿Dónde vamos? —cuestionó con tono inocente mirando a través de la ventanilla y Namjoon no podía creer que aquel niño que lucía tan tierno hubiese tratado de quitarse la vida.

—A casa —respondió con simpleza tomando por sorpresa al menor—. ¿Ya vas a decirme cómo te llamas o tengo que seguir llamándote ricitos?

—Edán —dijo antes de hacer una pausa—. ¿Tú por qué me llevas? ¿Tú casa?

— ¿Por qué te llevo a mi casa? —repitió Namjoon para ver si había entendido correctamente, el menor asintió—. Porque ahora vivirás conmigo, te dije que te cuidaría.

—Mentiroso —exclamó haciendo que el mayor alzara una ceja—. Tú dejar a mí. Después. Dice soy raro.

Namjoon sintió que su corazón se hundía en su pecho ante las palabras del menor y justo en ese momento aparcó la camioneta frente al viejo bar donde se situaba el actual escondite.

—Yo no te voy a dejar, Edán. Pero entiendo que ahora no confíes en mí, yo te demostraré que si hay personas que te quieren —explicó con la voz más suave que alguna vez había usado. El rizado sintió sus ojos aguarse más no dejó escapar ninguna lagrima.

Namjoon bajó del vehículo y rodeó este para abrir la puerta trasera ayudando a bajar al chico, pendiente de que no fuera a lastimar su herida. El menor examinó todo su entorno, había gente sentada alrededor de varias mesas, parecían jugar a las cartas junto a otras actividades que eran desconocidas para él. Cruzaron un par de cortinas llegando hasta otra habitación en la cual había tres chicos más de pie los cuales parecían menores que Namjoon.

—Chicos él es Edán —presentó el moreno una vez estuvieron frente a ellos.

—Yo ya te conocí, pero seguro no me recuerdas, estaba desangrándote en ese momento —comentó Taehyung en tono de broma mientras se colocaba a su altura.

—Yo soy Hoseok —dijo otro de los chicos acercándose a él con una sonrisa.

Yoongi por su parte se mantuvo serio, viendo al pequeño niño de arriba abajo, como si terminara de entender su presencia allí.

—Hola —saludó el menor sintiéndose un poco cohibido.

—Él es Yoongi —dijo Taehyung señalando al pelinegro—. Es un poco serio, pero no te dejes intimidar por él. Aquí todos seremos familia.

—Así es —concordó Hoseok.

Edán sentía cierta curiosidad por el pelinegro que aún no había emitido ni una sola palabra por lo que se acercó a él con pasos lentos tratando de que su herida no doliera, el más alto le miró con el ceño fruncido en cuanto se acercó.

—Bonito —musitó el rizado una vez estuvo cerca de Yoongi. Los demás en la habitación estallaron en risas.

—Y tú despeinado —habló Yoongi por primera vez. Los chicos estuvieron a punto de retarlo pero Edán se adelantó.

—Gracias. Mi gustar soy despeinado. —Todos se sorprendieron cuando Yoongi esbozó una pequeña sonrisa ante aquellas palabras.

—Entonces. ¿Qué haremos con él? —preguntó Hoseok en dirección a Namjoon.

—Será parte de nosotros. Debemos enseñarle, empezando por el coreano —comentó el moreno divertido.

Edán se sentó en una de las sillas examinando con ojos curiosos toda la estancia, completamente ajeno a las miradas sobre él. Por alguna razón se sentía tranquilo, seguro, de verdad le gustaba estar allí, aquellos chicos no se veían como ninguno que hubiese visto antes, ellos de verdad parecían amables.

— ¿Deberíamos llevarlo a que le hagan un corte? —cuestionó Taehyung.

— ¡No! —interrumpió Edán al instante negando frenéticamente con la cabeza—. Largo bonito. Mi gustar.

—Pero te está tapando los ojos, ni siquiera debes ver bien —habló esta vez Hoseok, el pequeño volvió a negar.

—Mi siempre cortar —explicó tomando los mechones frontales de su cabello con una mano mientras con la otra tomaba el puñal para cortar estos un poco más arriba de sus ojos—. Aquí.

—Pero eso puede hacerlo un barbero. No es necesario que lo corten todo. —Hoseok trató de convencerlo y el chico pareció pensarlo un momento antes de asentir.

—Ven acá, voy a recogerlo mientras tanto —llamó Namjoon tomando una de las ligas que usaban para sujetar el dinero.

El rizado aceptó no muy convencido y se acercó al moreno. Con cuidado peinó su cabello con los dedos haciendo una cola de caballo medianamente decente, ya luego podría practicar más. Una vez con el rostro despejado todos pudieron verle mejor, haciendo que fuera imposible no sonreír.

— ¿Feo? —preguntó Edán ladeando la cabeza.

—No Edán, no eres feo. Eres muy bonito —dijo Taehyung y todos asintieron en acuerdo, incluso Yoongi.

Aquel día Edán lloró. Nunca en su vida le habían dicho que era bonito y por más que se dijera a sí mismo que no debía ilusionarse con aquellas personas se la estaban poniendo muy difícil.

Los días fueron pasando, Namjoon le había explicado que ellos eran una pandilla, pero muy pronto pasarían a ser una mafia, también le había dicho todo lo que eso significaba y las cosas que hacían allí. El proceso de adaptación fue bastante duro para todos, requirieron de mucha paciencia para poder llevar al menor, pues siempre debían estar dispuestos a explicar cada cosa con calma.

En las noches el chico a veces lloraba, otros días ni siquiera les dirigía la palabra, todos podían notar que el pequeño estaba totalmente traumado, había pasado por muchas cosas terribles y tenía un pánico increíble al abandono, por lo tanto hacerle saber que ellos no lo dejarían, no era fácil.

Yoongi no lo admitiría en voz alta, pero le había tomado cierto aprecio al rizado en poco tiempo, tenía gustos un poco exóticos lo cual le recordaba a él mismo, y fuera de todos sus traumas parecía tener una visión muy distinta de la vida.

Cuando el pequeño cumplió dos meses de haber llegado allí Namjoon le obsequió una navaja de plata con su nombre grabado en ella, no supo cómo reaccionar, pero lloró mucho ya que era la primera vez en su vida que recibía algo como un regalo.

—Aquí no tienes que esconderte, Edán. Aquí puedes ser siempre tú mismo, nosotros no vamos a dejarte, ahora somos tú familia —dijo el moreno aquel día y Edán le creyó.

Se dijo a sí mismo que confiaría una vez más. Aquellos chicos lo merecían, habían hecho demasiado por él. Gracias a ellos, poco a poco, Edán dejó de lado la idea de querer morir y comenzó a desear algo nuevo...

Un futuro junto a su nueva familia.

De vuelta al presente.

Al llegar al refugio Edán fue el primero en saltar fuera del auto, corriendo al interior del conocido lugar como era de costumbre mientras era saludado por la mayoría de los presentes allí. Una vez en la oficina de Namjoon se quedó estático al ver cómo Taehyung y Hoseok sostenían a un chico delgado de cabellos negros totalmente desconocido para él.

— ¿Dónde está, Namjoon? —preguntó Hoseok. Edán iba a responder pero en ese momento el moreno entró detrás de él.

—Edán te he dicho que no corr... —Las palabras del mayor murieron al ver al desconocido—. ¿Quién es este chico?

—Quería pelear con Yoongi —respondió Taehyung.

— ¡Les dije que él era quién estaba buscando problemas! —respondió el azabache removiéndose en su lugar.

—La verdad creo más esa versión —dijo el moreno ladeando la cabeza—. ¿Qué hacías por aquí? ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Byun Baekhyun —respondió agradeciendo cuando Namjoon le hizo una seña a los chicos para que lo soltaran—. Estoy buscando a Kim Heechul.

Taehyung, Hoseok y Namjoon abrieron los ojos con sorpresa, Edán se había marchado en busca de alguien para molestar o mejor dicho, Yoongi.

— ¿Por qué buscarías a mi padre? —preguntó Namjoon.

— ¿Eres su hijo? —El moreno asintió en respuesta—. Quiero ser parte de su mafia.

Hoseok y Taehyung rieron. Namjoon solo lo miró con la cabeza ladeada, esto no era algo que se viera muy seguido, nadie llegaba así como así hasta su escondite para preguntar si podía unirse a ellos, ese chico probablemente era demasiado valiente, o muy estúpido.

— ¿Por qué? ¿Qué crees que tienes para ofrecernos? —El moreno se cruzó de brazos. Baekhyun carraspeó.

—Vive en las calles —respondió Taehyung ganándose una mirada acusadora por parte del pelinegro.

—Necesito dinero, no he conseguido trabajo —habló rápido, su voz sonando casi desesperada.

Namjoon lo examinó con ojos entrecerrados, el chico estaba bastante delgado, su cabello negro caía en una maraña desordenada más debajo de sus ojos y la poca piel que se dejaba ver fuera de su ropa estaba llena de rasguños y moretones.

— ¿Dónde están tus padres? ¿Qué edad tienes? —preguntó el moreno más el pelinegro parecía un poco reacio a contestar—. Si no me cuentas toda la verdad, lamentablemente no puedo ayudarte.

Baekhyun tragó saliva, mirando por unos instantes a todos los presentes allí en la sala, a decir verdad sabía que Namjoon tenía razón, si iba a ofrecerle su ayuda al menos debía ser sincero con él.

—Escapé de un orfanato hace un año. Tengo dieciséis ahora —respondió con un deje de vergüenza en su rostro. Hoseok y Taehyung intercambiaron miradas con el moreno.

— ¿Por qué? —curioseó.

— ¿No es obvio? Nadie iba a adoptarme. Ese lugar el propio infierno. ¿Por qué debía seguir allí? —respondió el chico con voz dura y sólo en ese momento Namjoon pudo notar lo asustado que estaba.

No tuvo que pensarlo mucho, sinceramente desde la primera vez que lo había visto sabía que lo dejaría permanecer, después de todo estaba desarrollando cierta habilidad para ver a través de las personas, y este chico lucía más sincero que cualquiera.

—Puedes quedarte, Hoseok y Taehyung te irán explicando de qué va todo —explicó el moreno moviéndose hacía su escritorio.

—A este nivel nos vamos a convertir en el club de los niños perdidos —bromeó Taehyung mientras examinaba a Baekhyun de arriba abajo.

— ¿Dónde está Yoongi? —preguntó Namjoon mientras revisaba algunas hojas.

—No lo sé. Encerrado probablemente —respondió Hoseok esta vez.

—Deben prepararse. Esta noche tendrán su primera misión.

Ante aquellas palabras Taehyung y Hoseok sintieron cómo sus cuerpos se tensaron, quisieron oponerse pero sabían que sería inútil, las últimas semanas ya se habían salvado, Namjoon no seguiría dejándolos pasar debajo de la mesa.

—Irán con los demás. Sé que aún no han completado ni la mitad del entrenamiento pero no hay mejor manera de aprender que en el acto.

— ¿Qué se supone qué haremos? —cuestionó Taehyung en tono nervioso.

—Los chicos les explicarán más tarde, avísenle a Yoongi. Saldrán a las seis. —Los chicos asintieron con la cabeza antes de mirar a Baekhyun.

— ¿Y él? —preguntó Hoseok mirando al pelinegro.

—Irá con ustedes. Si peleó contra Yoongi quiere decir que es tan indefenso.

Baekhyun no opuso resistencia, simplemente se encogió de hombros cuando los otros dos le miraron y así fue.

A las seis en punto de la tarde se reunieron en la parte trasera del refugio, Hoseok, Taehyung. Baekhyun y Yoongi estaban allí junto al resto de los miembros, probablemente nunca olvidarían ese día, el sol se escondía poco a poco detrás del horizonte dejando la tarde tan fría que sus chaquetas parecían ser insuficientes para el clima se avecinaba.

Cinco motos Kawasaki Ninja estaban aparcadas entre las camionetas y luego de que les dieran un rifle de asalto a cada uno se movieron para comenzar a abordar los vehículos. Los menores aún no sabían a donde se dirigían, una de las motocicletas fue asignada a Yoongi mientras que el resto que los otros chicos se subieron a una de las camionetas.

—Síguenos —ordenó uno de los miembros a Yoongi al mismo tiempo que hacía rugir el motor del vehículo. El pelinegro copió su acción ajustándose el casco antes de salir disparado junto al resto.

La brisa movía su chaqueta junto a la fina camiseta de manera brusca, la adrenalina subía desde la punta de sus dedos hasta extenderse por el resto de su cuerpo haciendo que tu interior se sacudiera en anticipación. Apretó su mano en el acelerador y pararon frente a un semáforo en rojo dedicándose un corto asentimiento antes de cruzar en la siguiente curva.

Yoongi había esperado aquel momento desde la primera vez que le habían enseñado a conducir, él realmente sentía que pertenecía allí, a esa vida, había nacido para cargar con el peso de las armas, para vivir con la adrenalina que amenazaba con explotar en sus venas. Nunca se había sentido más satisfecho que ahora, deslizándose con velocidad por las calles sabiendo que se dirigía al que podría ser el lugar de su muerte, cómo también podía ser el lugar donde renacería como una nueva persona. Una persona que había nacido para hacer cualquier cosa, menos el bien.

Pararon en una calle poco iluminada dentro de uno de los barrios más alejados de la ciudad, por allí no circulaban demasiadas personas y las que lo hacían no parecían muy amigables. Yoongi podía darse una idea de lo que iba el lugar gracias a las mujeres que se paraban en las esquinas debajo de las gastadas farolas con vestidos bastante reveladores.

Todos aparcaron a los lados de la calle y bajaron de los vehículos hasta que todos estuvieron reunidos al frente. Dan, el chico a cargo de la misión encendió un cigarrillo entre sus labios mientras señalaba lo que parecía una especie de bar a varios metros de distancia.

—Este es el plan, Kai, Yoongi y yo entraremos al lugar para buscar el dinero y acabar con el perro. Taehyung y Hoseok cuidarán la puerta del frente junto a Chan. El resto debe esparcirse por la zona para vigilar que no se acerquen demasiados indeseados —explicó el rubio mientras inhalaba el humo.

Todos asintieron en acuerdo y revisaron las armas antes de comenzar a moverse. —Ya saben cuál es la señal, si no salimos en quince minutos Taehyung y Hoseok entrarán a revisar.

Dicho esto se pusieron en marcha, Dan iba adelante seguido por él mientras Kai les cubría las espaldas, caminaron hasta la entrada del lugar entrando directamente, dentro el aire era cargado de humo, la música sonaba fuerte a través de los altavoces y varias mesas se esparcían a lo largo en las cuales bailaban algunas mujeres de manera erótica para los presentes.

Nadie parecía notarlos pese a ir armados de forma nada disimulada, Yoongi se mantuvo atento al entorno apretando el rifle en su mano derecha mientras la otra estaba dentro de su chaqueta tanteando la daga que llevaba consigo. Subieron por unas escaleras de metal que daban directo a un amplio pasillo rodeado de puertas con números, no había que ser muy inteligente para saber de qué se trataba aquello, pero ellos no se detuvieron hasta llegar al final en donde se encontraba la única puerta que no poseía número.

—Yoongi, es tú momento. Hoy dependemos de ti —dijo Dan en voz baja antes de entrar.

— ¿Qué se supone qué debo hacer exactamente? —cuestionó el pelinegro levemente confundido.

—Tomar el dinero y acabar con el tipo.

Se relamió los labios, mirando al rubio con intensidad, debatiéndose internamente sobre lo que le estaba pidiendo. No sabía ni siquiera porque lo estaba pensado, quizá no se lo creía del todo. ¿Tan fácil era?

— ¿Crees qué eres capaz? —cuestionó Kai ante su silencio.

— ¿De tomar el dinero? —preguntó Yoongi con el ceño fruncido en señal de confusión.

—De asesinarlo —respondió Dan. Yoongi rio.

Le estaban preguntando si era capaz de asesinarlo...

Nunca lo admitirían, pero Kai y Dan se tensaron en el momento en que la mirada de Yoongi cambió por completo, fue como si hubiesen bajado un suich dentro de él para encender otro, en ese momento se transformó en otra y dio un par de pasos para tomar el pomo de la puerta, la abrió e ingresó inmediatamente dejando a sus compañeros aún procesando.

Dentro de la habitación había tres hombres, su victima estaba detrás de un escritorio siendo custodiado por dos tipos más.

— ¿Quién eres? —preguntó el tipo detrás del escritorio. Yoongi examinó al mismo tiempo que los dos hombres se acercaban peligrosamente.

Al mismo tiempo sucedieron tres cosas, la primera fue Yoongi disparándole a uno de los gorilas en la cabeza, la siguiente fue el otro tipo lanzándolo de un golpe al suelo antes de colocarse a horcajadas sobre su cuerpo y la tercera fue el mismo Yoongi atravesándole la garganta a su agresor con la daga.

Dan y Kai se quedaron de pie atónitos en la puerta y antes de poder decir algo Yoongi se puso de pie para disparar al último hombre sin siquiera pensarlo. Todo en cuestión de segundos.

—Ahora. ¿Dónde se supone que está el dinero? —preguntó el pelinegro sacando la daga de la garganta del hombre para limpiarla en su pantalón antes de volver a guardarla dentro de su bolsillo.

Ahora sí que Kai y Dan se habían asustado, y fue en ese momento que vieron el revelamiento del miembro más letal que tendría la mafia Blood, Sweat & Tears.

Abajo, Hoseok y Taehyung hacían su guardia tal como se les había indicado, el panorama se mantenía tranquilo, apenas habían transcurrido unos cuantos minutos pero sin embargo el sudor no dejaba de rodar por sus frentes producto de su nerviosismo. Si bien era su primera misión se sentían preparados para lo que viniera, si algo les había enseñado Namjoon desde el principio era que siempre debían estar preparados para lo peor, nunca podían confiarse en que las cosas saldrían bien, pues hasta el último minuto siempre estaba la posibilidad de que todo se saliera de control.

Pero esa vez no tuvieron que esperar demasiado. Los autos de policía se acercaron al lugar con las luces apagadas al igual que las sirenas, los chicos parecían no haberlo notado pero Hoseok y Taehyung los captaron enseguida pues ya Namjoon les había dicho que aquello podía suceder. Taehyung tomó el celular y marcó el contacto de Dan desde la marcación rápida para darle la alerta mientras Hoseok trataba de contactarse con el responsable del otro grupo.

A menos de cinco metros de distancia las alarmas de policía se encendieron y todo se descontroló, las personas comenzaron a correr fuera del bar al mismo tiempo que los policías bajaban de los vehículos totalmente armados avanzando directo hasta el local.

—Dan no atiende —anunció Taehyung—. Tenemos que entrar.

No se tomaron mucho tiempo para pensarlo y entraron al lugar en el momento justo en que entraban los policías, corrieron entre la gente que se encontraba dispuesta a enfrentarse a las autoridades y miraron en todas las direcciones preguntándose en donde se encontrarían los chicos.

— ¡Busquen a los menores! —espetó uno de los uniformados.

— ¡Busquen en el piso de arriba! —dijo otro haciendo que Taehyung y Hoseok voltearan hacia las escaleras al mismo tiempo,

Evitando ser atrapados corrieron para subir, escuchando como los disparos comenzaban a resonar en el lugar junto al sonido de las botellas rompiéndose, la gente corría, algunos tratando de escapar y otros forcejeando contra los policías. La gente también bajaba en cantidades por las escaleras, haciendo que ambos chicos tuviesen que aferrarse a la baranda para evitar ser empujados.

Yoongi, Dan y Kai también forcejeaban con varios policías en la parte superior, y al llegar cerca de ellos Hoseok fue el primero en disparar. Taehyung se mantuvo de pie al inicio de las escaleras, impidiendo que más de los oficiales pudiesen seguir avanzando mientras veía como poco a poco los cuerpos iban cayendo al suelo. Era una batalla de equipos, eran todos contra los policías, que no eran pocos a decir verdad.

Taehyung se desestabilizó cuando alguien chocó contra su espalda, detrás de él los chicos se encontraban sumidos en su propia pelea por lo que supuso que era una de las personas que iba bajando. Se giró rápidamente encontrándose con un chico un poco más bajo que él, de cabello castaño con ojos grandes y brillantes, intuyó que no pasaría de los quince años cosa que le sorprendió de sobremanera. Estuvo a punto de hablar, pero el chico se adelantó tomándolo del brazo de forma casi desesperada.

—Ayúdame a salir de aquí, por favor —musitó el chico con voz ahogada y fue allí que Taehyung notó que estaba llorando.

—Corre, Taehyung. Es hora de salir —ordenó Dan acercándose a paso rápido junto al resto de los chicos.

Taehyung alternó su vista entre sus compañeros que pasaron junto a él para bajar y el pequeño muchacho. —Por favor. No puedo permitir que me lleve la policía.

No supo porque, pero aceptó al final tomando el brazo del chico para jalarlo con él escaleras abajo, corrieron fuera del lugar aprovechando que todos estaban sumidos en sus asuntos y llegaron hasta las motos que quedaban pues ya las camionetas habían arrancado. Hoseok y Yoongi se subieron en una de ellas, Dan y Kai iban juntos mientras Taehyung subió indicándole al desconocido que también lo hiciera.

— ¿Quién es el chico? —cuestionó Dan haciendo una seña hacia el menor. Taehyung se giró para verlo.

—Di tu nombre —espetó.

—Soy Jungkook. 

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