Parte II
Cada imagen tendrá una frase/canción diferente a veces relacionada con el cap.
Kim Taehyung había nacido en una cuna de oro, con padres adinerados, adictos al trabajo, de esos que estaban dispuestos a cumplir todos sus caprichos materiales con el fin de suplantar el apoyo emocional y el cariño que necesitaban todos los hijos.
Si Taehyung lo quería, Taehyung lo tenía. No importaba cuánto costara, sus padres lo harían posible.
Pero al final del día, no había nadie que le diera las buenas noches, al final del día estaba sólo con el personal de limpieza, en sus cumpleaños siempre recibía decenas de regalos, pero a la hora de cortar el pastel solo era él y sus perros.
Y empezó a cansarse de eso, ya no había algún videojuego que le hiciera sentirse feliz, ningún celular nuevo, televisor inteligente, incluso las salidas con sus amigos habían dejado de tener sentido. Todo era lo mismo.
Lujos, dinero, sólo tenía que abrir la boca y lo tendría todo. Pero se sentía vacío.
Sin duda, no es muy buena idea darle a un niño en crecimiento un montón de dinero en efectivo para usarlo cómo se le diera la gana, a los catorce años Taehyung ya tenía problemas de ira, el personal que había trabajado en su casa toda su vida ahora lo desconocía, gritaba, insultaba, rompía cosas, a veces sólo porque la comida no le había gustado.
Y cada día era peor. Hasta que no quedó nada del niño dulce e inocente que fue alguna vez.
A los catorce años Taehyung conoció las drogas. Le sorprendió la facilidad con la que pudo conseguirlas sólo por tener dinero, bastó con pedirle el favor a algunos estudiantes de último año a cambio de un poco de dinero extra para conseguir unos cuántos gramos de cocaína, desde allí aquellos chicos se convirtieron en sus "mejores amigos".
La primera vez que la probó se sintió vivo por primera vez en mucho tiempo, y para alguien como él, que no tenía nada más interesante que hacer, rápidamente se volvió una dependencia demasiado peligrosa, pasaron los días y su carácter solo empeoraba, se peleaba en la escuela, a sus padres no les interesaba, se peleaba en los entrenamientos de futbol, hasta que el entrenador lo expulsó y eso sólo le dejó más tiempo libre.
El día que cumplió quince años recibió una carta de sus padres, deseándole un feliz cumpleaños y diciéndole lo orgullosos que estaban de él, cómo siempre. No lo conocían ni siquiera un poco, no sabían nada de lo que estaba pasando realmente en la vida de su único hijo.
Porque aunque los maestros, mayordomos, el entrenador, dijeran que Taehyung estaba fuera de control, para sus padres el seguía siendo un niño perfecto, nunca podrían pensar lo contrario.
—Joven Kim —la voz del viejo señor Lee intentó detener su camino a la puerta de salida—. ¿A dónde saldrá tan tarde? Tenemos que cortar el pastel.
—Córtelo usted, yo saldré —respondió tan seco como siempre el castaño antes salir de la gran casa dando un portazo.
Estaba bastante colocado, pero ya se había quedado sin un sólo gramo y debía conseguir más, tenía un fajo de billetes en su bolsillo y mucha decisión por lo que hizo su caminó hasta el conocido lugar. Era un callejón entre algunos supermercados por los que siempre se encontraban varios revendedores, ya todos allí conocían a Taehyung, él siempre dejaba buenas propina.
—Buenas noches, chico —saludó Dante, un tipo de unos treinta años que tenía más pinta de físico culturista que de vendedor de drogas.
—Hey. ¿Qué tienes para mi hoy? —preguntó Taehyung apoyándose contra una pared entre las sombras.
—Tengo estas pastillas, son nueva mercancía, un poco más caras pero te aseguro que te van a elevar, valen la pena —explicó el tipo en voz baja evitando llamar demasiado la atención.
—Dame lo que sea —respondió tajante el menor sacando el dinero de su bolsillo para entregarlo al hombre sin siquiera contarlo, el hombre le entregó al menos seis pastillas de color azul dentro de un pequeño sobre de plástico.
—No te excedas, esa mierda en realidad es fuerte —advirtió el hombre a lo que Taehyung no prestó mucha atención, solo las guardó en su bolsillo y se dio la vuelta para volver a casa.
El muchacho caminaba trastabillando por las calles con la vista desenfocada, tanto que no notó a la persona frente a él por lo que terminó chocando de bruces contra su espalda y yendo a parar directo al suelo, enseguida espabiló y su vista enfocó al tipo alto frente a él.
—Mira por dónde caminas, hijo de puta —escupió en tono agresivo mientras se levantaba del suelo bajo la mirada curiosa del contrario.
—Yo estaba parado aquí, tú has chocado solo —respondió el moreno examinándole detalladamente, notando que era un chico joven, probablemente unos tres años menor que él y quizá ebrio.
Taehyung gruño y miró al moreno con desprecio antes de tratar de seguir su camino si no hubiese sido porque este le tomó del brazo para frenarlo.
— ¿Qué te vendió Dante? —lanzó Namjoon de repente. No estaba seguro de la situación, pero viendo a un chico tan joven por esas calles y en aquellas condiciones solo podía significar una cosa.
— ¿Y a ti qué te importa? Consigue lo tuyo, no te voy a compartir —respondió el menor picando el anzuelo de Namjoon mientras trataba de librarse del agarre.
— ¿Qué edad tienes? —insistió el moreno sin soltarle, no era la primera vez que veía a Taehyung por allí, de hecho lo estaban usando sin saber para atrapar a Dante, y reprenderlo por estar vendiendo drogas a los menores de edad.
Un poco cansado de lo pataleos de Taehyung, el mayor metió la mano en el bolsillo del abrigo del contrario y sacó el sobre que contenía las pastillas antes de soltar al chico para examinar la sustancia, Taehyung se quejó.
—Mira hijo de puta, no sé cuál es tu problema, pero ya te lo dije. Consigue. Lo. Tuyo —espetó Taehyung sintiendo que ya empezaba a perder la paciencia.
—Hm, metanfetaminas —identificó el moreno—. ¿Sabes que podría llamar a la policía?
El moreno le miró serio, Taehyung se lo pensó unos segundos bajando los humos por el momento, rodó los ojos y bufó exasperado, mejor darle lo que quería a aquel tipo para largarse de una vez.
— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó el menor dándose por vencido.
—Dime quién eres y cuántos años tienes —pidió el castaño cruzándose de brazos para mirarle desde arriba, era por mucho más alto que Taehyung.
—Kim Taehyung. Quince años —respondió seco. Namjoon chasqueó la lengua.
—Eres un crío. ¿Qué haces consumiendo drogas a esa edad? —sermoneó el moreno, Taehyung rodó los ojos con fastidio.
Namjoon le miraba de arriba a abajo, siempre había tenido ese don para ver más allá de las personas, Taehyung quería aparentar ser fuerte y hostil, sin embargo el moreno sabía que solo bastaba con golpear en el punto exacto para que toda esa fachada del menor se desquebrajara, después de todo en el fondo seguía siendo sólo un niño.
—Eso no es tú problema. ¿Acaso no tienes algo más interesante que hacer? —respondió con sorna evadiendo su pregunta por completo.
Namjoon se relamió los labios antes de hablar, Taehyung sólo frunció el ceño ante el repentino silencio, la forma en que el contrario le miraba estaba comenzando a intimidarlo, y por un momento se preguntó si era mejor no molestar demasiado a aquel tipo del que no sabía absolutamente nada.
—A ver... Déjame ver si acierto —comenzó el moreno mientras colocaba una mano debajo de su mentón—. Tus padres son unos adictos al trabajo, nunca están en casa, ni en fechas especiales, pero todos los días llegan regalos costosos a la puerta de tu casa, tus amigos sólo están interesados en ti porque puedes pagar todas las salidas... Y aparte tienes problemas de ira porque estás cansado de que nadie note como te sientes.
Taehyung quedó perplejo, sus labios se entreabrieron en señal de sorpresa y por un momento sintió que todo rastro del efecto de la droga se esfumaba de su cuerpo, haciendo que volviera aquel vacío, esa sombra que le acompañaba cada día y la inminente necesidad de llorar y gritar debido a la frustración.
Apretó los puños a sus costados y alzó la vista para observar al moreno, un nudo se formó en su garganta, el mayor le miraba de forma especial, no con lástima como lo hacían la mayoría de las personas, era simplemente... comprensión.
—Sé que solo estás intentando escapar de todo eso, Taehyung. Pero esta no es la manera —continúo el moreno sosteniendo las pastillas en alto—. Si quieres, yo puedo ayudarte a salir de tu casa, pero debes prometerme que no volverás a tener que ver con esto.
Namjoon había observado a Taehyung los días suficientes para llegar a intuir cuál era su situación, su padre le había dado la tarea de conseguir el que sería su equipo, las personas que estarían junto a él cuando fuese su turno de llevar el mando de la mafia, y si algo había aprendido del viejo era que las buenas personas eran las que cargaban con más mierda, y los más fieles eran los que se sentían agradecidos, así que allí estaba, rescatando a aquellos que necesitaban una nueva vida.
El castaño vaciló por algunos minutos, era una locura que estuviese considerando aceptar la ayuda de un extraño, pero el mayor a pesar de su postura imponente y voz dura, lucía sincero, esa era una cualidad que Taehyung no veía muy seguido en las personas.
—Acepto —respondió el castaño al cabo de varios minutos.
—Puedes venir conmigo, pero no aceptes antes de saber en qué te estás metiendo —advirtió el moreno con una risita.
Luego de un par de minutos en los que esperaban vaya a saber qué según Taehyung, el moreno le indicó que se subiera a la camioneta negra que estaba aparcada al otro lado de la calle, el menor no hizo más que obedecer y una vez en el interior del vehículo el moreno se sentó a su lado.
—Por cierto, soy Kim Namjoon —se presentó ofreciendo una mano que Taehyung estrechó de forma vacilante.
Había aceptado la ayuda de un desconocido sin saber si quiera su nombre y aparte ahora se estaba yendo con él, sin duda aún estaba un poco drogado.
El vehículo arrancó y esa fue el último día que Taehyung pisó su casa.
Tiempo después descubriría que había tomado la mejor decisión de su vida.
— ¿Una mafia? ¿Eres mafioso? —preguntó Taehyung con los ojos tan abiertos cómo platos mientras Namjoon estaba sentado frente a un escritorio tomado café como si no fuese gran cosa lo que acababa de decirle.
—Aún no somos tan grandes como una mafia, pero lo seremos.
La noche anterior habían llegado a un barrio bastante peligroso de la ciudad, Taehyung admitía que se había asustado por un momento pensando que lo matarían y venderían sus órganos en el mercado negro, pero al final sólo entraron a un viejo edificio, la planta baja cumplía la función de ser una especie de salón de billar, apuestas, algo así como un bar de mala muerte podría decir Taehyung.
Las gastadas escaleras a un lado de la «oficina» de Namjoon llevaban a los pisos superiores en los cuales había unas cuantas habitaciones, el moreno explicó la noche anterior que no mucha gente vivía allí, sólo los "rescatados" como él.
Le dieron una habitación que a pesar de no ser demasiado grande era bastante mejor de lo que esperaba, amoblada con una cama individual vestida con sábanas blancas, un pequeño sofá individual, un armario de madera y un televisor un poco viejo pero funcional junto a una pequeña ventana que daba a la calle. Por sorpresa, Taehyung se sintió cómodo, y durmió el resto de la noche cómo un bebé. Incluso no fue hasta que Namjoon entró con cautela para abrir las cortinas que pudo notar que ya era de día.
—Si no quieres ser parte no hay problema, Taehyung —habló Namjoon restándole importancia al asunto—. Te dije que sólo quería ayudarte.
—Mhm... La verdad no es eso, es solo que —Taehyung suspiró exasperado—... ¿En qué podría ser útil? No soy especial en nada. Ni siquiera he terminado la secundaria.
—Pues, eso no es lo que oído. Tienes una habilidad especial para meterte en problemas —bromeó el moreno—. No te preocupes por eso, Taehyung. Puedes aprender, aún eres joven.
El castaño no respondió nada más, simplemente lo meditó en silencio. ¿Una mafia? ¿Quería ser un delincuente? la idea no había pasado ni una sola vez por su cabeza, bueno realmente nunca había pensado en su futuro, apenas tenía quince años y hasta hace unas horas creía que probablemente dependería siempre de sus padres. Pero ahí estaba, y aquella idea resultaba más tentadora que cualquier otra que hubiese pasado antes por su cabeza.
— ¿Qué edad tienes tú? —preguntó al fin, la pregunta había estado asentada en su mente durante la última hora.
—Diecinueve años. Aún soy bastante joven —respondió el moreno tomando a Taehyung por sorpresa, si bien su aspecto era bastante jovial su actitud distaba mucho con la que se esperaba de un chico de su edad.
—Lo haré. Enséñame lo que quieras —aceptó el castaño sin pensarlo.
—Ya habrá tiempo para eso, primero debes aprender a controlar tu adicción, el síndrome de abstinencia no será fácil —habló Namjoon viéndole con expresión seria.
Sinceramente Taehyung no sabía a lo que se refería. Pero horas después lo descubrió cuando su cuerpo, mente y todo su ser comenzó a pedir por aquellas sustancias al punto de que llegara a doler de manera insoportable.
Namjoon se mantuvo a su lado en todo momento, repitiéndole que debía soportarlo hasta que pudiese eliminarlo por completo de su cuerpo, Taehyung temblaba y sudaba a chorros mientras el moreno colocaba paños de agua fría en su frente y pecho cambiándolos cada tanto, estaba mareado, como si estuviese demasiado enfermo, incluso tenía arcadas pero carecía de la fuerza para vomitar.
—Necesito... ne... —Taehyung trataba de hablar entre espasmos violentos, Namjoon sujetó su hombro impidiendo que tratara de levantarse de la cama.
—Necesitas eliminar la droga de tu sistema —habló Namjoon terminando la frase por él—. El médico debe estar por traer las pastillas para calmar los dolores.
Taehyung sollozó sintiendo como el dolor en su pecho se hacía insoportable, de a ratos luchaba por hacer que el oxígeno llenara sus pulmones sintiéndose privado debido a la ansiedad que le consumía. Se sentó en la cama abrazando sus rodillas y apoyó la espalda en la pared, puntos negros oscilaban en su campo de visión haciéndole pensar que se desmayaría en cualquier momento.
Namjoon tomó la botella de agua de la mesita y se la acercó a los labios con una mano mientras que con la otra sostenía su mandíbula tratando de parar el temblor para que pudiese beber.
—Pu-Puedes irte... No... No tienes que estar aquí —habló el menor débilmente entre jadeos.
Taehyung no estaba acostumbrado a que nadie cuidara de él, que alguien se preocupara parecía increíble y más si era un tipo al que acababa de conocer y con el cuál no tenía ningún vínculo.
—Ya no tienes que resistir tú solo, Taehyung —comentó el moreno cómo si hubiese leído sus pensamientos—. Ahora me tienes a mí, mi deber es cuidar de ti, y de todos los que lleguen de ahora en adelante. Más que una mafia, seremos una familia. Ya no estás solo.
Oír aquello mientras Namjoon presionaba un paño mojado contra su frente era sin duda alentador, y él le creía, quería confiar en Namjoon y si algún día tenía la oportunidad, quizá devolverle al menos un poco de todo lo que estaba haciendo por él.
— ¿Sabes por qué quiero que la mafia se llame Blood, Sweat & Tears? —preguntó Namjoon y sin esperar una respuesta continuó—. Porque la sangre, sudor y lágrimas de cada uno de los miembros será lo que nos haga lo que algún día seremos. Seremos grandes, fuertes, todo gracias a nuestro esfuerzo. Nunca olvides eso Taehyung.
Namjoon hizo una pausa en la que observó al castaño quién parecía comprender lo que el mayor decía.
—Tu sangre será derramada para defender a tu familia. Tú sudor será el resultado de tu esfuerzo, y las lágrimas derramadas serán el recuerdo de lo que hemos tenido que pasar, para poder ganar.
Más que una mafia, serían una hermandad, una familia. Donde el primer objetivo siempre sería proteger a sus amigos y ayudar a todos aquellos que lo necesitaran. Al menos esa era la visión de Namjoon, serían la mafia más temida de toda Corea y siempre mantendría a los suyos consigo.
Yoongi caminaba con Hoseok por la calle siguiendo mentalmente las indicaciones que Namjoon le había dado días antes. El castaño miraba curioso en todas las direcciones, aquel era un lugar desconocido para él, su amigo apenas le había explicado la situación aquellos últimos días y al fin había llegado el día de conocer al tal Namjoon.
Habían tenido que tomar un par de autobuses hasta llegar a una zona bastante alejada del centro de Daegu, era la zona de edificios abandonados de una vieja construcción, por allí había bastante más gente de la que imaginaban, hombres adultos, adolescentes, mujeres, niños, todos reunidos en las calles a pesar de que ya pasaban de las diez de la noche.
Recibían miradas por parte de todos los habitantes, probablemente todos sabían que no pertenecían allí, al menos no aún. Hoseok se sentía un poco cohibido, Yoongi por otro lado no se dejaba intimidar y seguía manteniendo aquella mirada dura en su rostro, caminaban con las manos metidas dentro de sus chaquetas tratando de alejarse un poco de frío, al mismo tiempo que Yoongi jugueteaba con la navaja que guardaba en uno de sus bolsillos, sólo por precaución claramente.
Atravesaron una calle en la que había unos cuantos tipos alrededor de una hoguera improvisada, lucían andrajosos y bebían algún tipo de licor de una botella de vidrio sin etiqueta.
—Hm, algo no me está dando buena espina —confesó Hoseok en voz baja sin apartar la vista de los tipos.
—Ignóralos, ya casi estamos llegando —respondió Yoongi cuando uno de los tipos comenzó a hacer señas con las manos.
— ¡Eh! ¡Ustedes, niñitos! —vociferó uno de los desconocidos mientras los otros reían claramente ebrios.
Hoseok trató de acelerar el paso pero en menos de dos segundos los tipos ya estaban rodeándolos.
— ¿Qué hacen niños tan lindos cómo ustedes por aquí? —preguntó uno de ellos acercándose a Hoseok, Yoongi se puso alerta enseguida.
—No estamos buscando problemas —espetó Yoongi con voz dura.
—Uh, el bonito tiene acento de ciudad, de seguro son unos riquillos —habló esta vez otro de los hombres.
Yoongi vio a Hoseok tragar saliva cuando uno de los tipos se le acercó examinándolo de cerca.
—Les advierto que no lo toquen —habló el pelinegro con voz gruesa.
Los tipos soltaron estruendosas carcajadas.
— ¿Y si no quiero, qué? ¿Qué me vas a hacer si le hago algo a tu noviecito, marica? —soltó el tipo con rudeza al mismo tiempo que tomaba a Hoseok del cabello con fuerza, el castaño jadeó adolorido.
Yoongi sintió su sangre hervir, apretó los puños examinando a los tipos.
—N-No queremos pelear —tembló Hoseok tratando de tranquilizar la situación.
—Son muy estúpidos para venir aquí, tendrán que darnos algo a cambio si quieren que los dejemos ir —habló el tipo junto a Yoongi.
El pelinegro notó como se acercaban cada vez más, estaba alterándose y eso no podría significar nada bueno, eran demasiados, sería estúpido pelear contra todos, pero una pequeña distracción para huir podría servir.
— ¿Y qué te parece esto? —soltó Yoongi y antes de que pudiesen procesarlo sacó la navaja y giró cortando la garganta de uno de los tipos. El hombre cayó al suelo enseguida tratando de parar la hemorragia con sus manos.
— ¡Corre! —le gritó a Hoseok y apenas el castaño pudo liberarse corrieron con todas sus fuerzas, sin embargo cuando se percataron ya había más de diez hombres persiguiéndolos.
— ¡No dejen que escapen! —gritó el tipo que había estado sosteniendo a Hoseok del pelo.
No tardaron mucho en alcanzarlos, Yoongi maldijo en su mente y miró a Hoseok cuando estuvieron rodeados, creyeron que era su fin, había sido demasiado estúpido lo que había hecho, pero al menos lo había intentado.
—Mierda. ¿Cuál es el plan ahora? —murmuró Hoseok a su lado con voz jadeante.
—Tendremos que pelear, no hay de otra —Yoongi veía alrededor, no tenían esperanza pero al menos debían evitarlo.
— ¡Alto! —espetó una voz conocida abriéndose paso entre los hombres— Vienen a verme a mí.
Enseguida todos retrocedieron y Namjoon se acercó a ellos con una mirada curiosa. Hoseok lo vio fijamente sintiéndose pasmado, y sin poder comprender demasiado la situación.
— ¿Kim? —cuestionó uno de los hombres luciendo confundido—. El pálido asesinó a Taeho.
—Hm, perfecto entonces. Mi padre quería hacerlo desde hace días —habló con seguridad el moreno antes de pararse frente a Hoseok y Yoongi—. Vengan conmigo.
Yoongi y Hoseok siguieron al más alto, de vez en cuando intercambiando miradas curiosas, el mayor cruzó la calle e ingresaron a un local que no era más que un viejo casino, el lugar estaba bastante concurrido, ninguno había dicho ni una sola palabra, las personas allí los miraron enseguida con cierto recelo, sin embargo nadie se atrevía a objetar, solo bajaban la cabeza cuando el moreno pasaba frente a ellos.
La gente fumaba y bebía en el interior del lugar, algunos jugando cartas, otros a los dardos, y otros más solo hablaban o reían totalmente ebrios. Luego de atravesar todo el lugar hasta pasar a través de unas cortinas llegaron a una especie de sala en la que había varios muebles y un escritorio, el moreno se sentó en una silla de madera e indicó que hicieran lo mismo.
—Lamento si tuvieron una mala primera impresión, Yoongi —dijo el moreno a modo de disculpa, su tono de voz era fuerte, sin embargo no sonaba agresivo.
Hoseok miró a Yoongi, este no había apartado la mirada del más alto.
—Él es Hoseok, el amigo del que te hablé —habló el pelinegro ignorando sus palabras anteriores, el castaño se puso de pie para presentarse ante el moreno.
—Soy Jung Hoseok. —El castaño tomó la mano que el mayor le ofrecía.
—Es un placer, Hoseok. Yo soy Kim Namjoon.
La noche que Namjoon había interceptado a Yoongi en el bar el pelinegro le había dicho que aceptaría su propuesta con la condición de que también aceptara a Hoseok, este no había dudado en ceder puesto que ya había escuchado acerca del castaño, entonces allí estaban.
Aquello era lo más cercano a una entrevista de trabajo que los chicos conocerían en su vida. El moreno se sentó en el asiento de cuero frente a su escritorio mientras les observaba en silencio durante algunos segundos, lucía intimidante para Hoseok, sin embargo para Yoongi no era más que admirable.
—Deben saber en lo que se están metiendo antes de aceptar mi oferta. Esto no es un club de libros, muchachos... Quiero saber más acerca de ustedes, no he oído más que rumores —explicó Namjoon—. ¿Qué tienen para ofrecer a nuestra preciada pandilla? Tú, al menos ya vi que sabes usar una navaja.
Concluyó el mayor señalando a Yoongi con una sonrisa, el pelinegro miró a Hoseok haciéndole una seña, el contrario asintió, suspirando antes de hablar.
—Tengo bastantes conocimientos en sistemas y softwares de desarrollos de programas, puedo acceder a cuentas privadas, sistemas gubernamentales, bancos y más si me lo propongo —contó Hoseok. Namjoon se incorporó en la silla mostrándose interesado.
—Eres un hacker —concluyó el moreno con una sonrisa ladina—. ¿Qué seudónimo usas?
—J-Hope —respondió el castaño directamente. Namjoon abrió los ojos en señal de sorpresa.
—Le has dado varios problemas a algunos de nuestros enemigos últimamente. He oído bastante de ti —contó el moreno casi con entusiasmo, lo que Hoseok tomó como un halago.
—Aún estoy aprendiendo, pero creo que hasta el momento se me da bien —sinceró el menor.
Yoongi le dedicó una sonrisa ladina antes de volver a mirar a Namjoon quién parecía estar teniendo un debate interno. El bullicio de la sala continua se escuchaba amortiguado, se preguntaban si aquellas personas serían también parte de la pandilla.
— ¿Qué hay de sus familias? ¿Con quién viven? —preguntó el moreno luego de un par de minutos en silencio. Claramente el ya sabía esas cosas, solo quería confirmarlo de sus bocas. Yoongi y Hoseok intercambiaron miradas, preguntándose si debían decirle.
Pero ya que estaban allí debían ser sinceros.
—Yo quemé la casa en la que vivía con mis padres dentro —explicó Yoongi ganándose una mirada interesada por parte de Namjoon quién se acomodó en su asiento antes de volver a hablar.
— ¿Intencionalmente? —cuestionó.
—Sí —soltó el pelinegro.
— ¿Por qué? —volvió a dudar el mayor sintiéndose ligeramente interesado por la historia.
—Las personas son debilidades. Además iban a abandonarme de todos modos en cualquier momento —explicó el pelinegro—... Sólo era una carga para ellos.
Namjoon meditó su respuesta en silencio, sin duda era algo que no se esperaba, él había oído los rumores, sin embargo se había negado a creerlos. Yoongi tenía la imagen de un joven tranquilo y educado, a pesar de su rostro serio y mirada indiferente, pero sin duda había una chispa rara en sus ojos, un brillo peculiar que te haría temblar si lo mirabas fijamente durante mucho tiempo.
Las apariencias pueden ser muy engañosas.
— ¿Y qué hay de ti Hoseok? —Namjoon hizo una pausa mirando al castaño.
—Vivía con mi abuela, pero la asesinaron hace meses en casa —contó el menor sintiendo un ligero nudo en su garganta.
—Suponemos que han sido alguno de los tipos a los que Hoseok robó —continúo Yoongi. Namjoon alzó una ceja.
— ¿Robó? —cuestionó el moreno.
—Hackee algunas cuentas para sacar dinero, teníamos mucho pero se lo llevaron el día que asesinaron a mi abuela al igual que mi computadora —explicó Hoseok.
Namjoon soltó una ligera risita y negó con la cabeza mientras miraba sus manos.
— ¿Entonces qué dicen? ¿Quieren quedarse conmigo? —cuestionó el moreno aún con una media sonrisa, Yoongi y Hoseok intercambiaron algunas palabras, la respuesta ya era clara en sus mentes, sólo faltaba ponerla en palabras.
—Aceptamos —respondieron al unísono.
—Bienvenidos a la mafia, chicos. Mi padre estará muy contento cuando sepa acerca de ustedes —habló el moreno sin dejar de verlos.
Ambos chicos se sintieron emocionados. Normalmente las personas debían pasar por una serie de pruebas para saber qué tan leales eran antes de ser aceptados en la mafia, pero a Namjoon sólo le bastó con conversar un poco con aquellos chicos para confirmar que los quería en su grupo. Sabía que no encontraría a nadie más leal que aquellos, después de todo no había nadie que fuese más agradecido que una persona que acababa de perderlo todo.
Su padre estaría orgulloso, pues su equipo para proseguir con el negocio que pronto sería heredado por él crecía cada día más. Y estaba cien por ciento seguro de que serían los mejores.
—Deben saber una cosa, chicos —empezó Namjoon una vez más captando la atención de los menores—. Esto no es un juego, tampoco es cómo en las películas, aquí tendrán que matar para sobrevivir. Ahora probablemente no seamos la gran cosa para algunos, pero les aseguro, que en el futuro seremos la mafia más temida de todo el país. Los más buscados, pero nunca, podrán con nosotros. Nos encargaremos de eso.
Yoongi y Hoseok lejos de sentirse espantados se sintieron motivados, cómo si les hubiesen dado un nuevo motivo para seguir, en el fondo, aquello era con lo que habían soñado desde niños, ser respetados, hacer justicia por mano propia contra todos aquellos que quisieran hacerles daño, hacer pagar a todos aquellos que creían que tenían un derecho más grande.
Sabían que serían muy grandes, no tenían dudas de eso.
—Estamos con ustedes —finalizó Yoongi con seguridad, Hoseok asintió en acuerdo.
El moreno estuvo a punto de hablar pero se vio interrumpido en ese momento cuando las cortinas se abrieron con brusquedad, dos hombres entraron jaloneando a chico delgado, no mayor de quince años, de cabellos castaños casi rubios, su nariz sangraba al igual que el corte en su labio y otro en su ceja, jadeaba removiéndose en su lugar claramente inconforme por la forma en que los tipos lo agarraban.
— ¿Taehyung? ¿Ahora qué pasó? —preguntó el moreno levantándose de su asiento para acercarse al chico quién de repente parecía apenado.
—Volvió a pelearse con los revendedores de la esquina —explicó uno de los hombres que le había traído, ambos le soltaron luego de que el muchacho dejó de forcejear.
—Te dije que no quería que tuvieses más que ver con las drogas, Taehyung —habló el moreno con voz calma—. Esa es la condición con la que accedí a ayudarte.
—Lo siento, Nam...
El castaño agachó la mirada bajo la mirada del moreno quién le tomó del brazo jalándolo hasta sentarlo en una silla. Yoongi y Hoseok sólo observaban la situación en silencio intercambiando miradas de vez en cuando.
—Sabes lo difícil que fue el período de abstinencia, Taehyung —regañó el mayor mientras rebuscaba algo en el cajón del escritorio—. ¿Quieres volver a pasar por eso?
El mencionado agachó la cabeza y negó mientras jugaba con sus dedos entrelazados. Namjoon caminó hasta el sosteniendo un frasco de alcohol, algodón y unas cuántas tiritas. El moreno se agachó frente al chico en la silla para comenzar a limpiar y cubrir cada una de sus heridas sin decir una sola palabra, Taehyung siseaba de vez en cuando debido al ardor, sin embargo dejaba a Namjoon hacer su trabajo.
Al cabo de varios minutos el moreno cuando estuvo listo se incorporó y volvió a guardar las cosas en el cajón.
—Gracias, Nam —agradeció el menor en un murmuro. Namjoon negó suspirando.
—Desde que te conocí supe que tenías un talento nato para meterte en problemas.
Yoongi que había estado observando todo en silencio al igual que Hoseok carraspeó llamando la atención, de repente Namjoon los miró abriendo los ojos cómo si hubiese recordado que estaba olvidando algo.
— ¡Ah, cierto! Taehyung, ellos son Yoongi y Hoseok —los presentó el moreno señalando en su dirección—. Son nuevos miembros.
Los ojos de Taehyung se abrieron con sorpresa y volteó a mirarlos casi enseguida, cómo si no se hubiese percatado de su presencia hasta ahora, aquellos chicos lucían contemporáneos a él y eso solo lo animó más.
—Chicos, él es Kim Taehyung —volvió a hablar Namjoon.
—Es un gusto —habló Hoseok en dirección al menor con una tímida sonrisa.
—Sí, eso —dijo esta vez Yoongi asintiendo con la cabeza.
—Estoy seguro de que se llevaran bien en el futuro —comentó el mayor con una media sonrisa.
Y ese fue el día que las vidas de Yoongi y Hoseok cambiaron por completo.
Busan, Corea del Sur.
Park Jimin de diez años se encontraba mirado a través de la ventana de aquella gran casa, la casa en la que había vivido toda su vida pero aún no lograba sentirla como un hogar. Su vida siempre había sido demasiado aburrida o al menos de esa manera lo recordaba, su padre pasaba la mayor parte del día trabajando y otras veces pasaba días sin verle debido a sus viajes por negocios.
La escuela era aburrida, no tenía demasiados amigos y los que tenía no eran demasiado cercanos, la mayor parte del día la pasaba hablando con el personal de limpieza, el jardinero o alguno de esos que eran las personas con las que había crecido a lo largo de su corta vida.
A los siete años su padre le había preguntado acerca de qué le gustaría hacer en sus tiempos libres y Jimin respondió sin dudar que le gustaría practicar ballet, el hombre nunca lo juzgó por aquello y en cambio al día siguiente inmediatamente lo inscribió en una gran academia. En poco tiempo el pequeño comenzó a destacar, y a pesar de que no hizo demasiados amigos sus maestros lo adoraban y siempre estaban diciéndole lo tierno y lindo que era. Aquellos eran sus momentos más felices.
Su madre era un recuerdo borroso para él, la mujer había muerto cuando él era aún más pequeño, su padre rara vez (por no decir nunca) mencionaba el tema, por lo que para Jimin no era un tema demasiado relevante, aunque a pesar de no tener demasiados recuerdos de su relación siempre sentía que había un vacío, como una pieza que faltaba.
Su padre, Park Choi, no era un padre especialmente atento, pero hacía lo que podía, se esforzaba, o al menos eso quería creer Jimin. A veces lo llevaba con él a su oficina y se mantenía allí por horas solo viéndole trabajar, no era para nada divertido pero al menos podía disfrutar algo de tiempo en su compañía.
Pocas veces le regañaba, sin embargo cuando estaba en casa siempre prefería no molestarlo, Jimin era tranquilo hasta cierto punto, al menos hasta el momento.
—Jimin —llamó el señor Jongsuk, uno de sus choferes, robando su atención—. Es hora de ir a sus clases de ballet.
— ¡Si! —exclamó el pequeño niño poniéndose de pie para tomar el bolso que Hana, una de las señoras de servicio, le ofrecía con todas sus cosas dentro.
Ese fue otro día que transcurrió con completa monotonía, no había días especiales, lo más emocionante que podía llegar a sucederle era que tuviese que asistir a algún recital o algo parecido, de resto, seguía sintiéndose raro la mayor parte del tiempo, solo.
Pero todo pareció tomar un rumbo varios meses después de haber cumplido los doce años. Se había bañado y vestido bonito a petición de su padre, ahora se encontraba sentado en su cama meciendo sus pies mientras esperaba pacientemente a que el hombre apareciera.
No tenía idea de lo que sucedería, probablemente sólo irían a cenar o al cine como acostumbraban a hacer cada tanto tiempo cuando el mayor tenía algún rato libre.
—Tú papá te está esperando en el salón, Jimin —avisó Hana parándose frente a su puerta, enseguida saltó de la cama agradeciéndole a mujer para luego correr al salón.
— ¡Pap...! —Su voz se cortó al instante en que casi choca de bruces con una persona desconocida en medio del salón—. Lo siento...
Se disculpó al instante haciendo una pequeña reverencia, no atreviéndose a levantar la mirada, pues estaba totalmente rojo debido a la vergüenza. El hombre desconocido frente a él se rio, pero sin ánimos de burla, solo era una sonrisa verdaderamente divertida.
—Te lo dije, Yohan —habló el señor Choi con una sonrisa—. Mi hijo es un caso.
Jimin no era consciente del todo acerca de lo que estaba sucediendo a su alrededor, ni siquiera se había percatado de la otra presencia aparte de la del amigo de su padre ya que aún se mantenía con la vista fija en el suelo.
—Jimin —llamó su progenitor haciendo que al fin alzara la cabeza para verlo—. Él es Kim Seokjin, a partir de hoy será tu tutor.
—Espero que tú y mi hijo se lleven bien —habló esta vez el otro adulto.
El menor movió su vista encontrándose con un chico de cabellos rubios, evidentemente mayor que él, en ese momento se quedó pasmado, su corazón latió con fuerza debido a la emoción, él ni siquiera sabía lo que era un tutor, pero algo le decía que eso significaba que serían cercanos.
—Mucho gusto, Seokjin. Soy Jimin. —Se presentó educadamente, arrebatándole una sonrisa al rubio que se había mantenido totalmente serio hasta el momento.
—Puedes llamarme hyung, el placer es mío, espero que nos llevemos bien —respondió el mayor antes de estirar una mano para sacudirle el cabello de forma juguetona.
Los ojos de Jimin brillaron, y luego de ese día, nunca más volvió a sentirse solo.
Se suponía que Seokjin sería el encargado de ayudarle con sus tareas y al mismo tiempo reforzar sus conocimientos en casa, el mayor era un chico bastante listo, también era divertido y siempre estaba al pendiente de él. A pesar de que fuese cuatro años mayor que él, habían logrado llevarse de maravilla desde el principio, convirtiéndose rápidamente en inseparables.
Pasaban la mayor parte del día juntos y no había día en que no se vieran, Jimin aprendía cada vez más de su hyung, y sentía que aquel vacío que había sentido por tantos años al fin se estaba llenando.
—Entonces el romanticismo fue un movimiento para que los artistas tuviesen la oportunidad de romper ciertos esquemas y comenzar a ser más libres respecto a su arte, expresarse de forma más libre, sin miedo a lo q... —Seokjin estaba explicando, sin embargo se cortó al ver que Jimin no le estaba dando ni la más mínima atención—. Jimin.
El mencionado parpadeó finalmente luego de varios llamados y se frotó los ojos mientras se estiraba sobre el mueble, el mayor no hizo más que rodar los ojos.
—Hyung, ¿qué te gustaría ser en el futuro? —preguntó el menor ignorando totalmente el hecho de que no había prestado atención a los últimos quince minutos de charla del mayor.
— ¿Al menos oíste algo de lo que acabo de decir? —cuestionó Seokjin queriendo arrancarse el pelo debido a la frustración.
—A mi me gustaría ser un gran bailarín de ballet... O un piloto de carreras —confesó el menor, haciendo que el contrario negara con la cabeza antes de reír, decidiendo que se dejaría llevar por el menor una vez más.
—Esos son dos futuros bastante distintos, Jiminnie —respondió pellizcando una de las regordetas mejillas del menor.
—Siempre estarás conmigo. ¿No es así hyung? —La pregunta lo tomó por sorpresa, sin embargo los fanales brillantes del pequeño lo obligaron a responder.
—Aún si tengo que arriesgar mi futuro por el tuyo, lo haré —respondió de la forma más sincera que pudo.
Porque Seokjin se había encariñado tanto con aquél pequeño desde el primero momento que le parecía increíble. Al igual que Jimin él era hijo único, con la diferencia de que él era mucho más presionado que el menor.
Desde pequeño se le había exigido ser perfecto, nada importaba más en su familia qué el honor, y el tenía que convertirse en el orgullo de su familia, no era una opción, así se lo exigía su padre. Debía graduarse con honores en la secundaria y aprobar el examen para entrar a la Universidad Nacional de Seúl.
Antes de conocer a Jimin su vida se resumía en estudiar, estudiar, y estudiar. Hasta llegar al punto de tener que pasar incluso noches en vela ya que temía lo que podría llegar a pasar si reprobaba un examen. El pequeño castaño fue como un suspiro de alivio para su vida, un descanso entre todo ese entorno asfixiante en el que había crecido.
Con Jimin podría hablar de sus sueños, podría hacer bromas, reír, con él no tenía que temer ser sí mismo. Con Jimin por primera vez en su vida se sentía como una persona común y corriente, no como un robot que vivía bajo las expectativas y exigencias de un padre perfeccionista y controlador.
Nunca se había sentido tan desahogado en su vida como se sentía con Jimin, con él no tenía que esforzarse, no tenía que hacer nada por impresionarlo, él siempre estaría mirándolo con esos ojitos brillantes llenos de adoración y Seokjin se había convencido a sí mismo de que no necesitaba más que eso.
Sin embargo, sabía que aquello era una paz momentánea, una burbuja en la que se encerraba por ratos, al final siempre tendría que volver a casa y seguir fingiendo que era un chico perfecto. A veces se sentía tan agotado... Pero luego recordaba que siempre volvería a ver a Jimin y se animaba.
Los años fueron pasando, con el tiempo su amistad se reforzaba cada vez más, ambos se convirtieron en el todo del otro, construyeron montones de recuerdos juntos prometiéndose que estarían juntos por siempre, hasta el final de sus días.
Pero todo dio un giro inesperado cuando Seokjin cumplió diecinueve años, la llamada que cambió la visión de su futuro cuando le informaron que su padre había muerto a causa de un infarto. No supo cómo reaccionar, pasaron horas en las que estuvo en estado de shock hasta que fue capaz de soltar las primeras lágrimas.
No supo qué sentir, era su padre, le desgarró el alma, pero al mismo tiempo fue cómo si se hubiesen roto los grilletes que había estado arrastrando en sus pies durante todos aquellos años. Días posteriores a ese tuvo que atravesar la ciudad para poder firmar los documentos de la herencia, cuestión que poco le importaba, sin embargo jamás se esperó lo que sucedería ese día.
Eran cerca de las once de la noche, aquella zona de la ciudad era bastante peligrosa, había perdido el último autobús y su celular había muerto hacía unos quince minutos, decir que no estaba perdiendo la calma sería una total mentira.
Con las manos metidas en los bolsillos de su saco apresuró el paso sobre la acera, queriendo encontrar al menos una tienda de conveniencia donde pudiesen prestarle al menos un cargador. Su ropa no era la adecuada para las temperaturas y para colmo los nervios no estaban ayudando con el temblor de su cuerpo.
Paró secó cuando vio un grupo de hombres que fumaban en la siguiente esquina, sin embargo entonces se percataron muy pronto de su presencia, había sido su culpa por no haber alzado la cabeza antes. Giró sobre sus talones dispuesto a caminar en la dirección contraria rezando mentalmente porque solamente lo ignoraran y le ahorraran un mal rato, pero desde que había perdido el autobús sabía que hoy la suerte no estaba de su lado.
— ¡Eh! ¿No venías para acá, bonito? —llamó en voz alta uno de los tipos más sólo lo ignoró, continuando con su camino.
Escuchó como hablaban entre ellos y seguido de eso sus pasos resonaron sobre la calle solitaria, Seokjin también echó a correr girando la cabeza para ver qué tan cerca se encontraban, eran al menos cinco tipos mucho más altos que él, por lo que perderlos no sería lo suficientemente fácil.
— ¡Para! Solo queremos hablar —insistió uno más sus palabras sonaban lejanas para Seokjin quien sentía que se desmallaría en cualquier momento debido a la falta de oxígeno.
Sus pasos eran torpes, no sabía cómo era que aún no había caído al suelo, pero tenía mucha determinación, probablemente su vida dependía de aquella carrera, no estaba dispuesto a parar.
Pero como cosas del destino, chocó con algo al frente, o más bien alguien, y el impacto lo mandó directo al suelo.
—Alto. Regresen —ordenó la voz proveniente de la persona frente a él. Seokjin se mantuvo en el suelo tratando de protegerse con los brazos de alguna forma.
— ¡No! ¡No me toques! —gritó el rubio cuando el rubio rozó apenas su brazo.
—Tranquilo, no voy a hacerte daño. —Seokjin alzó la vista para ver a la persona, por alguna razón se tranquilizó al ver a aquel moreno desconocido frente a él.
— ¿Conocías a esos tipos? —cuestionó el rubio mirando detrás de él, la calle había vuelto a quedar vacía a excepción de ellos dos, o al menos eso creyó hasta que vio al niño detrás del más alto.
—Trabajan para mi —soltó con simpleza y Seokjin aceptó que lo ayudara a ponerse de pie.
— ¿Trabajan para ti? —inquirió con curiosidad.
—No lo entenderías —respondió dedicándole una bonita sonrisa de hoyuelos—. Soy Kim Namjoon, lamento lo que sucedió.
Seokjin estuvo a punto de responder pero en ese momento la personita detrás de Namjoon se hizo a un lado dejándose se ver un poco, era un pequeño niño de unos doce años, tenía un rostro muy bonito con ojos grandes adornados por densas pestañas y lo más llamativo en él era la melena rizada que le llegaba casi debajo de los hombros, haciendo que pudiese ser confundido con una niña.
—Ah, él es Edán —volvió a hablar el moreno posando una mano sobre el hombro del pequeño niño.
— ¿A él también nos lo vamos a llevar la mafia? —preguntó el infante en dirección a Namjoon con tono inocente, el mayor rio y Seokjin parpadeó sintiéndose confundido.
—No lo creo, Edannie —respondió el moreno—. Vamos chico bonito, te haré el favor de llevarte a casa, algo me dice que estás bastante lejos.
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