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7. Un plan de acción

"Cuanto más examinamos una historia, más triste se vuelve."

-Nikolai Gogol



—Hola señor Jones —solté en un tímido quiebre de voz mientras me aparté el pelo de la cara.

Cuando posó sus ojos en mí se le iluminó la mirada.

—¡Hemmings, mí chico! —exclamó —. No esperaba verte por aquí.

—Sí, verá... —Hice una pausa —. Siento haber abandonado el equipo a finales de temporada el año pasado es solo que...

—No hace falta que me expliques nada —dijo sentándose en las gradas y dando pequeños toques en el asiento de su lado, por lo que me acerqué a él, ocupando el espacio vacío—. Tú madre vino a explicarme, sin entrar en detalles, la situación y la entendí. Pero la verdad sí esperaba volver a ver tu espíritu vivo de vuelta por el campo, ¿qué me dices?

Levantó la mano derecha para que se la estrechara en un apretón de manos.

—¿Borrón y cuenta nueva? Vales demasiado como para querer prescindir de ti. El equipo estará feliz de volver a tenerte en sus filas.

Sonrió mostrando los dientes y se levantó, sujetando el silbato entre las manos.

—Empezamos los entrenamientos el Lunes, no faltes.

Asentí con la cabeza y di media vuelta.

—Ah, y otra cosa, chico de oro —giré de nuevo para mirarle con curiosidad —. Me alegra que te des la oportunidad de demostrarte cuanto vales.

Un nudo se me formó en la garganta y apreté el asa de mi mochila con fuerza, emprendiendo el camino a casa. Mi ritmo rápido se mezclaba con la falta de aire que tenía en ese momento. ¿Por qué Jones había dicho aquello? ¿Por qué todo lo que me rodeaba me recordaba a Alyson? ¿Por qué ella me había olvidado?

Sabía de sobra la respuesta a la última pregunta, pero simplemente, no quería aceptarla. Yo era parte del trauma. Sentía como un peso se instalaba en mi pecho, recordándome el vacío que la ausencia de Alyson había dejado en mi presente. Ya no la tenía sentada en su pupitre como los años anteriores. Ya no podía observarla mientras mordisqueaba la tapa de su bolígrafo y apuntaba frenéticamente en su libreta los apuntes del profesor. Su sonrisa y la calidez de sus abrazos en mi memoria me atormentaba, como si ya no quedara más que dolor a lo que agarrarme, intentando hallar la manera de no derrumbarme ante ello, otra vez más.

¿Cómo podría enfrentar los entrenamientos y partidos si no tenía a Alyson para apoyarme como siempre había hecho?

Se te da muy bien eso de patear un balón —dijo Alyson mientras aferraba con fuerza un libro entre sus manos —. Ahora solo falta que te lo creas tú.

Cuando llegué a casa tiré la mochila en la entrada, al igual que las zapatillas y me dejé caer en el sofá, dejando que la soledad y la confusión se apoderaran de mí. Cada paso que daba me llevaba más lejos de la única persona a la que quería y eso me aterraba. Me aterraba que nunca me mirara como siempre quise que lo hiciera, pero todavía me asustaba más la idea de que aún recordando, no encontrara motivos para volver. No al pueblo, a esas alturas ya me daba igual, si no a mí lado, como había sido hasta que apareció Andrew.

Apreté el cojín en mi cara, gritando contra él lleno de impotencia y rencor. Me dispuse a encerrarme en mi sala de estudio, al que había apodado "mi rincón de paz" desde que nos instalamos en la casa nueva. Al encender el ordenador me puse los auriculares, poniendo mi playlist en aleatorio. Necesitaba evadirme y la única forma de hacerlo siempre había sido la música. Continué escribiendo hasta que saltó la canción. Me quedé estático, sin ser capaz de cambiarla. "Wherever you are" de Kodaline, se filtraba a través de los audífonos cuando mis labios empezaron a temblar. Las lágrimas descendían traicioneras por mis ojos mientras me obligaba a no llorar. Fragmentos de Alyson inundaron mi cabeza:

Ella bailando.

Ella riendo mientras saltaba feliz.

Ella acariciando mi cabello y diciéndome por enésima vez lo sedoso que era.

Ella besando mi mejilla.

Ella más pálida.

Ella sin brillo en los ojos y con las pupilas dilatadas.

Ella con moratones.

Ella buscándome y yo huyendo.

Ella debajo de unos tablones mientras el fuego lo inundaba todo.

—Me prometiste que no me olvidarías —sollocé a la nada cerrando los ojos con fuerza —. ¡Me mentiste!

La primera vez de esa conversación recurrente fue una tarde en la que me quedé demasiado ensimismado mientras ella leía. En un momento levantó la cabeza de su lectura y sonrió, preguntándome qué pasaba y si tenía algún moco en la nariz. Yo negué entre risas, diciéndole que me gustaban mucho sus ojos, a lo que ella me respondió que los míos también. No sé cuál fue el motivo para soltarle si se olvidaría de ellos.

Nunca —respondió resplandeciente mientras sujetaba mi mejilla —. Tus ojos son como el océano, y sabes que me gusta el mar. Si fuera capaz me ahogaría eternamente en la profundidad de tu mirada, Hemmings.

Prometió no olvidarlos, pero lo hizo. Y aunque me carcomía por dentro la idea, sabía que recordarme implicaba una agonía mayor y una pérdida para la cual quizá nunca estaría preparada. Me sentía egoísta por querer volver a estar en sus pensamientos, como si fuera más importante que todo lo demás, posicionando mi dolor por delante del suyo cuando a fin de cuentas ella lo había perdido todo, fragmentada en miles de piezas que costarían volver a unir.

Me sentía impotente, en medio de un laberinto del que no era capaz de salir. Pero sabía que tenía que ser fuerte, no solo por ella, si no por mí también. Quería creer, que quizá, en algún momento de algún día, encontraríamos la forma de reconstruir lo que habíamos perdido aquella vez, aunque fuera una de las tantas piezas que quedaron atrapadas a la cabaña. No podía quedarme anclado eternamente en el dolor, debía encontrar la manera de seguir adelante y no rendirme tan fácilmente. Con ese pensamiento abrí el blog de notas del ordenador, dispuesto a trazar un plan que trajera de vuelta a Alyson. Sabía que no sería un camino sencillo, pero estaba dispuesto a hacer todo lo posible. Cada palabra que escribía me daban algo de esperanza, aunque sabía que no podría hacerlo solo.

Tal vez, solo tal vez, había una manera de poder ayudarla sin tener que necesitar estar tan lejos y apartada de toda la vida que conocía. Después de investigar y ver documentales al respecto borré lo que llevaba, haciendo un nuevo borrador.

Plan para ayudar a Alyson:

1. Ser el mejor estudiante.

2. Ser el mejor deportista.

3. Apuntarme a todas las extraescolares que pueda compaginar.

4. Solicitar beca en Bath, la mejor universidad de Londres de Psicología.

4. Nada de fiestas.

5. Nada de alcohol.

6. Nada de distracciones.

7. Conseguir recordarla sin que me duela.

—Matt, cielo —Annie me quitó los auriculares de las orejas, observando la pestaña del ordenador con recelo —. ¿Quieres hablar?

Me recosté en la silla cuando giré para quedar frente a ella.

—Ha sido difícil no verla en clase, mamá.

—Lo sé cariño —respondió con la voz suave, colocando una de las manos sobre mí hombro —. Pero recuerda que estamos aquí para ti, tanto papá como yo. ¿Hay algo en particular que quieras decirme?

Di una bocanada de aire antes de responder, tratando de poner en palabras los torbellinos de emociones que tenía dentro.

—Es solo que... me siento tan impotente. Quiero ayudar a Alyson a recuperar sus recuerdos, pero no sé ni por dónde empezar. Cada vez que pienso en ella, siento que hay algo que puedo hacer, pero no sé qué es.

—Matt, mi amor, sé que es difícil, pero no tienes que enfrentarlo solo. Alyson ya cuenta con la ayuda profesional adecuada, de las mejores que puede tener ahora de hecho, solo podemos buscar formas de apoyarla en su proceso de recuperación. Pero también tienes que pensar en ti mismo, en tu propio bienestar emocional. No te olvides de cuidarte a ti mismo. Para ayudar a otros hay que estar bien —me sonrió con dulzura —. ¿Recuerdas lo que dijo Helen?

—Que para poder ayudarla primero tendría que ayudarme a mí mismo.

—¿Quieres que le pida que adelante la cita a esta semana? —preguntó con preocupación.

—No, no te preocupes —besé su mejilla —. Solo es que volver al instituto se me ha hecho más difícil de lo que pensaba, pero... —Mordí mi labio con fuerza, intentando encontrar algo que la reconfortara —He hablado con el entrenador Jones para volver.

Me abrazó con efusividad.

—¿En serio? ¡Qué feliz me haces hijo!

Con su apoyo de mi lado me sentía un poco más preparado para enfrentar lo que viniera, pero la verdad es que en ese punto ya nada me importaba. Ni mis gustos, ni mis emociones, mucho menos mis aficiones.

Me importaba la meta que me había propuesto, y nada ni nadie me alejaría de ella.

Siempre te prometí que estaría a tu lado, incluso aunque la oscuridad fuera abrumadora. Sé que no lo cumplí, y hoy pago las consecuencias de mis actos. Pero sé que juntos, en el futuro, encontraremos la luz que nos guíe de vuelta hacia el amor que compartimos.

https://youtu.be/dXRxTF0dNVE

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