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5. Empezar de cero

"Parece algo más que una promesa. Algo más que una oportunidad..."

-Cada día (2012)



—¡Por fin te dignas a dar señales de vida!

—Calla y entra.

Rodé los ojos y me aparté a un lado para dejarle pasar.

—¿No me vas a decir nada? —preguntó Paul dejando el estuche de su guitarra en el suelo.

—¿Qué debería decirte?

Fruncí el ceño mientras se cruzaba de brazos y suspiró.

—Tan observador como siempre Matthew.

—No te has cambiado el color del pelo —dije mirando su cabello azul que se veía más apagado que la última vez por la falta de tinte.

Señaló su nariz y abrí los ojos de par en par, dándome cuenta del septúm metálico que colgaba.

—¿Nuevo piercing? ¿Cuándo te lo has hecho?

—Antes de venir. —Rió caminando a la cocina —. Y era eso o ponerme el pelo negro.

—Te queda bien. —Mordí el aro de mi labio.

—Lo sé —su falso ego me hizo reír, hincando los codos encima de la encimera de la cocina.

—¿Qué te apetece hacer?

—Para algo traje la guitarra, por si no te has dado cuenta no voy por ahí cargando un instrumento por amor al arte y de decoración.

Subí los escalones a toda prisa y volví a bajar en cuestión de segundos, sujetando mi guitarra y mirándolo fijamente.

—¿Y ahora qué?

—Podemos empezar por los básicos —dijo haciendo los primeros acordes de "Wonderwall" —. Pero tú cantas.

—Today is gonna be the day that they're gonna throw it back to you...

Seguí cantando con los ojos cerrados y la voz temblorosa hasta que Paul paró de tocar en seco, dejando el instrumento en el reposabrazos del sofá y se acercó a mí, abrazándome.

La situación me chocó. Era la primera vez que mi mejor amigo hacía ese gesto, pero se lo devolví con fuerza, intentando que reparara cada rincón que sentía roto por dentro.

—Matthew. —Se apartó ligeramente —¿Sabes lo que admiro de ti?

—¿El qué?

—Tu increíble capacidad para amar sin condiciones, incluso aunque esa persona no se lo merezca. —Abrí la boca pero me hizo un gesto con la mano para que le dejara proseguir —. No digo que Alyson no se lo merezca, no me malinterpretes, me refería a tu hermano. Pero también me impresiona la manera que tienes de quererla desde que la conocimos, sin importar nada más. Estoy seguro de que si ella lo supiera, incluso sin conocerte, se enamoraría de ti.

Rebuscó en sus pantalones y sacó una cadena que dejó en mi mano, cerrándola entre la suya.

—No te voy a decir que seas feliz, ni que lo intentes. Es una gilipollez eso de aparentar. —Soltó el agarre y me miró a los ojos —. Puedes estar triste, llorar y gritar si quieres. Estás en tu derecho y raro sería si no fuese así. No estoy aquí para decirte que todo va a ir bien, solo para que te des cuenta de que no estás solo.

Abrí mi mano lentamente, viendo el collar con la púa azul que le regalé a Alyson.

—¿C-cómo has...?

—De la cabaña, más bien de lo que quedaba de ella. Estaba precintada, me colé dentro... Por suerte encontré lo que buscaba, sobrevivió al fuego. —Sonrió —. Es para que te recuerde que tienes que seguir intentándolo, tal y como ella lo hace. Que esto siga intacto es la prueba de ello.

Me llevé el collar a los labios y sonreí a mi amigo de vuelta,  haciendo un esfuerzo para no romper en llanto.

—Pronto empezará el nuevo curso, y aunque es complicado hay que intentar hacer vida normal, al menos, lo más normal que sea posible dadas las circunstancias.

—Gracias Paul.

—Tendremos que arreglarnos antes de que ella vuelva, porque va a volver, lo sabes, ¿no?

Asentí con la cabeza, queriendo creer que realmente estaba en lo cierto.

—Juntos podremos con todo. Tú, Leia y yo.

—Y nuestras guitarras.

Cuando rió le revolví el pelo.

—Eres un buen amigo.

—Y tú el único adolescente al que soporto. A veces.

Seguimos cantando y tocando la guitarra durante lo que quedaba de tarde, él poniendo voces graves y haciéndome reír con sus caras. Durante largas horas me anestesié por completo, olvidando el dolor del interior. Y aunque para cuando me fui a dormir no conseguí pegar ojo, sí tenía algo muy claro: tendría que esforzarme al máximo si quería ayudar a Alyson.

Había fijado mi meta. Ser el mejor, tanto en estudios como en deportes y optar a alguna universidad prestigiosa de Londres. Quizá estudiar psicología, aún no lo tenía muy claro. Lo único que quería es volver a verla una vez más, aunque ella no me mirase como siempre quise que lo hiciera. Estaba viva, y eso debería bastarme.

Las semanas siguientes quedé con Paul, algunos días iba a pasar la tarde a casa de Leia. Ella me sacaba las cartas de Alyson, y aunque se leía confusa, estaba consiguiendo progresos con la psicóloga, aunque aún eran ínfimos.

Era consciente de la muerte de sus padres, pero no del suceso y le había preguntado a su amiga por el paradero de Andrew al cual, según palabras textuales de Alyson, ya no quería.

"Tengo la mente muy borrosa, pero tiendo a soñar con unos ojos azabaches que me producen un terror atroz. Creo que en algún momento le he querido. No sé quién es, solo su nombre. Al despertar, bañada en sudor, mi garganta se desgarra pronunciando su nombre. Andrew. Era mi novio, ¿cierto? Cuando estuve en el hospital sus ojos se volvían como el cielo. Un azul tan intenso que me provocaban paz, supongo que un efecto más de la medicación.  Por cierto, ¿qué tal llevas los preparativos para el comienzo de clases? Yo aún no me hago a la idea de empezar en otro sitio, lejos de ti, y no verte convertirte en líder de las animadoras. (Porque aunque tú no lo creas yo sí confío en que lo conseguirás). Eres la mejor, Leia. Escríbeme pronto.

Pd: Sigo a la espera de que me mandes más libros, el último estuvo genial y me lo acabé en dos días."

—¿Ves? —Recalcó la frase con subrayador amarillo —. Habla de ti, Matthew,  está claro.

—Podría ser cualquier otro motivo.

—Deja de ser tan pesimista. —Me reprochó, dándome la carta —. Ella te quería, Matty.

—Pero no me eligió.

—¿Por qué te alejaste de ella de la noche a la mañana?

—Él me lo prohibió.

Leia se hizo una trenza en el pelo, pestañeando lentamente y mordiéndose el labio.

—De todas maneras no importa. De poco vale ya reprocharnos nada. Lo conseguiremos, la traeremos de vuelta.

Apretó su mano en un puño y sacó el dedo meñique.

—Es una promesa.

Imité su gesto, entrelazando su dedo con el mío antes de que ella besara mi pulgar.

—Las promesas de meñique son inquebrantables, espero que no lo olvides nunca.

—Juntos.

Cuando llegué a casa estaba agotado, tanto física como mentalmente. Cené un sándwich de pavo con queso y me tiré en la cama, leyendo la misma frase de la carta una y otra vez. Había esperanza, y mientras existiera no me rendiría. Esa noche si pude dormir, cosa que agradecí a lo que estuviera allí arriba. Empezaba el curso y necesitaba centrarme lo máximo posible.

Cada vez estaba a un paso más cerca de ti, friki.

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