Capítulo 24
—¿Eh?
Él me miraba como si no entendiera nada.
—¡Que lo hemos hecho sin maldito condón, Jack!
Lo empujé de malas maneras y me lo quité de encima. Se quedó tumbado a mi lado un momento, mirando al cielo con el ceño fruncido.
—Ah, eso. Ups.
—¡¿Ups?! ¡Si no me hubieras llevado por los caminos de la perversión, no estaríamos así!
—¿Caminos de la perversión? —repitió, entre perplejo y divertido—, ¡te recuerdo que has sido tú la que ha cerrado esa puerta!
—¡Y yo te recuerdo que he subido aquí porque tú eres un idiota!
Puso los ojos en blanco y yo me apresuré a incorporarme. Tenía la falda del vestido hecha un desastre. Solté una maldición mientras intentaba quitarle las arrugas, estresada, y él se abrochaba el cinturón con toda la tranquilidad del mundo.
Yo, al verlo tan calmado, me estresé aún más.
—¡¿Quieres darte prisa?!
—Relájate, pequeño saltamontes.
—¡No puedo relajarme porque, literalmente, acabamos de follar sin condón en una maldita tumbona!
Se detuvo y me miró, sorprendido.
—Nunca creí que algo tan sucio saldría de una boca tan bonita.
—¡No es el momento, Jack!
—Sabes que la ciencia ha avanzado, ¿no? —murmuró, incorporándose tranquilamente—. Hay unas pastillitas que sirven mucho en estos casos. Te las tomas después de follar sin condón en una tumbona y todo listo.
Me detuve un momento. Mi corazón seguía latiendo a toda velocidad.
—Ah... —murmuré, medio perdida.
—La de la farmacia va a flipar —él empezó a reírse—. El otro día con la prueba de embarazo y hoy con la píldora del día después. Vamos a terminar siendo sus clientes VIP.
Yo no estaba de humor para reírme. No en ese momento.
—Y puede que ni lo estés —añadió, deteniéndose delante de mí—. Es decir... ¿estás ovulando?
—Algunos novios preguntan a sus parejas cómo están, si han tenido un buen día, qué quieren para cenar... y tú me preguntas si estoy ovulando.
—¿Ya vuelves a llamarme no-romántico? —protestó.
—No sé si estoy ovulando —mascullé, recogiendo mi chaqueta del suelo y poniéndomela.
Me detuve antes de subir la cremallera cuando me di cuenta de que me estaba mirando fijamente.
—¿Qué? —enarqué una ceja a la defensiva.
Su semblante pensativo no me gustó demasiado.
—Nada —sonrió como un angelito.
—No, ¿qué?
—Solo pensaba... hay otras opciones.
Entrecerré los ojos.
—¿Qué opciones? —imité su voz en la última palabra.
—Bueno... también podríamos esperar un poco más y hacerte un test. Otro.
Durante unos segundos, solo le fruncí el ceño.
—¿Por qué esperar?
—Porque... podría salir que no.
—O podría salir que sí, ¿o esa parte se te ha olvidado?
—Sí, también podría salir que sí —se encogió de hombros.
—Y podríamos tenerlo —empecé a ironizar—. Encajan las fechas. Ya habrá nacido cuando nos casemos. Se lo dejaré a mi madre o a la tuya y nosotr...
Me detuve en seco cuando vi que él sonreía como un angelito y empecé a negar con la cabeza rápidamente.
—No —le dije al instante.
—¿Por qué no?
—¡Porque no!
—Yo quiero un mini-Jay.
—¡Hace una semana y media estabas aterrado en el suelo del cuarto de baño!
—¡He madurado mucho desde entonces!
—¡Jack, un hijo no es...! ¡No es algo para tomarse tan a la ligera!
—¿Te crees que no lo he pensado hasta ahora?
—¿Y quieres tenerlo? —pregunté, perpleja.
—Ni siquiera sabemos si hay un bichito ahí dentro que podamos tener todavía.
—Me has entendido perfectamente, Jack.
Él suspiró y se pasó una mano por el pelo.
—Yo solo digo...—se encogió de hombros—. ¿Y si es una señal?
—¿Una señal? —repetí con una mueca.
—Sí. Si dentro de una semana, o lo que se tenga que esperar, en el test sale que no... entonces, seguiremos con nuestras vidas como si nada. Y si sale que sí...
—¿Qué? —pregunté al ver que se quedaba en silencio.
—Bueno... ¿por qué no? ¿A ti no te apetece?
Iba a darle un no rotundo, pero me di cuenta al instante de que no podía. Y ni siquiera estaba segura de por qué. Apreté los labios y me crucé de brazos a la defensiva.
—Somos unos críos. Yo ni siquiera tengo claro qué quiero hacer con mi vida, Jack. No tenemos casa. Ni siquiera hemos intentado criar a un maldito periquito juntos para saber si valemos para algo.
—¿Me estás intentando convencer a mí o a ti misma?
—¡A ti, idiota! —le espeté, enfadada porque no estaba tan segura y él lo sabía—. Vámonos de aquí.
Me siguió a la puerta recogiendo mi bolso de nuevo, que había vuelto a terminar en el suelo de malas maneras, y me detuvo por el hombro.
—¿A la farmacia o a casa?
Lo miré de reojo y vi la llama de la esperanza brillando en sus ojos.
—A casa —cuando vi que empezaba a sonreír, lo detuve—. Sigo pudiendo tomar la píldora mañana.
No dijo nada, pero abrió la puerta para mí. Pasé por su lado y me detuve en uno de los espejos del pasillo para ver mi horror absoluto de maquillaje. Suspiré e intenté arreglármelo como pude. Él esperó pacientemente mientras me frotaba la cara con los dedos de malas maneras.
—¿Cómo se me ha corrido el delineador? —protesté en voz baja.
—Si quieres, te lo digo. Pero no será muy caballeroso.
Le puse mala cara a través del espejo y él sonrió.
—Entonces, mejor cállate —mascullé.
—Sí, señora.
—Y todavía estoy enfadada.
Dejó de sonreír juguetonamente y puso una mueca.
—¿Lo de antes de no ha sido un polvo de reconciliación?
—No.
—¿Y qué ha sido?
—Un polvo de cabreo.
—¿Un...? ¿Eso existe?
—¡Sí, me lo acabo de inventar porque siempre me cabreas, Jack!
—Bueno, si conlleva más polvos, por mi no hay problema —se encogió de hombros.
—¡Estoy hablando en serio!
—¡Yo también! —protestó.
Me di la vuelta y lo señalé. Él intentó no sonreír con todas sus fuerzas cuando le clavé un dedo en el pecho.
—Estoy harta de Vivian —le advertí.
—No volveré a acercarme a ella —me aseguró—. Si quieres, la despido.
—No quiero que la despidas, quiero que dejes de ir a su maldita casa. O de relacionarte con ella fuera del trabajo de esa forma.
—Jen...
—No es una broma, Jack. Estoy harta de esa chica.
Se quedó completamente serio por un segundo y pensé en si me había pasado. Pero me relajé un poco cuando vi que asentía con la cabeza.
—Tienes razón, no volveré a acercarme a ella —murmuró—. No debí haberlo hecho desde el principio, aunque fuera mi actriz principal.
—¿Todos los actores son así de insoportables?
—Algunos —sonrió—. Depende de lo famosos que sean.
—Pues no envidio tu trabajo.
—Bueno, no todo es malo. Sus fiestas son interesantes. Especialmente las de Vivian. Te aseguro que hay de to...
Se cortó a sí mismo al instante y yo me giré hacia él, confusa, cuando vi que dudaba y negaba con la cabeza.
—Deberíamos volver a casa.
En cuanto hizo un ademán de pasar por mi lado, lo detuve de la muñeca con los ojos entrecerrados. Él suspiró.
—¿Qué ibas a decir? —pregunté.
—Nada.
—Ibas a decir algo, Jack.
—No era nada importante. Incluso se me ha olvidado.
—¿Ya empezamos? —me irrité—. ¿Ya estamos como hace un año?
—¿Como hace un año? —repitió, esta vez frunciendo él el ceño.
—Sí, Jack, como hace un año. Cuando no querías contarme absolutamente nada y tenía que ir preguntando a tu hermano y a tu padre sobre tu vida.
—A lo mejor, no tendrías que haberlo hecho si hubieras tenido algo de paciencia conmigo.
—¡La tuve! ¡Yo te conté toda mi vida!
—¡Solo necesitaba algo de tiempo y no me lo dejabas!
—¡Te dejé el tiempo suficiente!
—¡Sí, justo antes de decirme que te habías ido con el psicópata de Malcolm o como se llamara!
—¡Se llamaba Monty! ¡Y te recuerdo que tú volviste a enrollarte con cada idiota que se te cruzaba por delante en menos de un mes! ¡Y sigues insistiendo en ir a casa de una de ellas, la que llegó más lejos, ni más ni menos!
—¡Vivian me ayudó en su momento!
—¡Te ayudó! ¡Sí, seguro que una mamada suya te ayudó muchísimo!
—¡No estoy hablando de eso! ¡Al menos, me escuchó cuando tú no estabas!
—¡Oh, claro, la buena de Vivian! ¡Seguro que te escuchaba muchísimo mientras intentaba llevarte a su cama de todas las formas posibles!
—¡Me ayudó de muchas formas, Jen, muchas más de las que tú te crees!
—¿Y en qué...?
Me detuve en seco y mi ceño fruncido se profundizó al instante en que él apartó la mirada y algo me vino a la mente. Sentí que mis manos se apretaban en puños.
—Fue ella, ¿no? —le espeté.
—¿El qué? —me respondió en el mismo tono.
—¡La que te convenció para que volvieras a meterte esa mierda en el cuerpo, Jack!
El silencio que mantuvo por unos segundos indicó que sí. Por un momento, me arrepentí de no haberme quedado un rato más en la zona donde ella estaba para lanzarle el contenido de mi vaso a la cara.
O el vaso en sí.
Jack dudó.
—Ella no...
—¡Me da igual! ¿Sabía que tú habías tenido problemas con la cocaína antes?
—¿Y yo qué sé? ¿Te crees que me acuerdo de la mitad de lo que pasó esos meses? ¿Sabes cómo estaba, Jen? ¡Solo intentó echarme una mano!
—¡No intentó echarte una mano, te volvió a meter de cabeza en el infierno de las malditas drogas! ¡Y tú dejaste que lo hiciera! ¡Y ahora sigues defendiéndola!
Me giré en seco y empecé a recorrer el pasillo. Curiosamente, esa fue la única vez en que no estaba pensando encontrar la salida y la única que la encontré.
Tu vida es así de genial.
Escuché sus pasos siguiéndome de cerca.
—Como la vea ahora, voy a ir a la cárcel —mascullé—. Y más te vale no defenderla.
—¿Defenderla yo? —siguió andando a mi lado, enfadado—. ¿Te recuerdo la cantidad de veces que tuve que oír cómo defendías al gilipollas de Miles?
—¡Monty! ¡Se llamaba Mon-ty! ¡¿Te lo deletreo?!
—¡Me importa una mierda cómo se llamara! ¡Lo defendiste incluso cuando te dio un puñetazo y tuve que escucharte haciéndolo sin poder protestar!
—¡Deja de meter a Monty en esta conversación, no tiene nada que ver!
—¡Tiene absolutamente todo que ver!
Lo ignoré completamente y empecé a bajar las escaleras de mármol. Él me siguió, totalmente enfadado, y vi que tanto Will con Naya esperaban junto al coche, llamando por teléfono. Quizá era a nosotros, porque Will colgó en cuanto nos vio llegar. Hizo un ademán de decir algo, pero se calló en cuanto vio que éramos dos bombas de relojería a punto de explotar. Jack se metió a un lado del asiento trasero y yo al otro. Will y Naya intercambiaron una mirada antes de subirse a la parte de delante.
Durante todo el camino, los dos estuvimos de brazos cruzados, cada uno mirando a su ventanilla. Y yo sentí que ambos enfados iban aumentando a medida que pasaban los minutos. Ni siquiera Naya se atrevió a decir nada. Yo me estaba empezando a hacer daño de apretarme tanto los brazos con los dedos cuando por fin llegamos, bajé del coche y subí al piso escuchando que me seguían.
Estaba a punto de volver a girarme para seguir con la guerra cuando escuché que Sue hablaba con alguien. La puerta estaba abierta. Entré con el ceño fruncido —estaba casi segura de que me salía humo de las orejas del cabreo— y me detuve seco cuando vi a Mike sentado en el sofá.
Y llega en el mejor momento.
Se puso de pie con una sonrisa inocente en cuanto nos vio llegar. Sue estaba en el sillón con Jane observándolo todo en su regazo.
—¡Hola, chicos! —nos dijo Mike alegremente.
Will intercambió una mirada entre Jack, que seguía furioso por nuestra pelea y miraba a Mike como si quisiera arrancarle la cabeza del cuerpo, y la sonrisa de angelito de su hermano.
—Mike, no creo que este sea el mejor momento para...
—¡Tenemos que hacer las paces algún día! —dijo él felizmente acercándose a Jack.
Yo sentí que mi enfado disminuía un poco para transformarse en cautela cuando Mike se acercó con toda la felicidad del mundo a su hermano sin ser consciente de que la sombra de su enfado estaba a punto de tragárselo entero.
—Mike, no... —intentó decir Naya.
—Vamos, Jackie —le dijo él sonriente—. Somos hermanos. En las buenas y en las malas. En las mejores y en las peores. ¿Por qué no nos damos un abracito y nos olvidamos de todo esto?
Jack lo miraba fijamente y vi que sus fosas nasales se dilataban cuando apretó los puños.
Sue levantó las cejas y tapó los ojos a Jane con una mano.
—¿Un abracito? —repitió Jack en voz baja.
Este hombre va a morir.
—¡Sí, claro! ¿No te apetec...?
—¿Ross?
No puede ser.
Me gire hacia la puerta y vi, medio pasmada, que aparecía Vivian de la nada.
Esto se pone mejor por momentos.
Su mirada se clavó directamente en Ross, que se olvidó un momento de su hermano para mirarla.
—¡Ross, te he perdido en la fiesta! —dijo dramáticamente.
Esta vez, las miradas cautelosas fueron hacia mí, que seguía clavada en mi lugar. Me había quedado en blanco. Jack se giró hacia mí, dudando, y dio un paso atrás cuando Vivian se acercó y le puso ambas manos en los hombros.
Enhorabuena, acabas de firmar tu sentencia de muerte.
Igual en otro momento hubiera dicho a mi conciencia que se calmara, pero estaba todavía paralizada en mi lugar.
—Bueno, pues ya estamos todos, ¿no? Je, je, je... —comentó Naya con una risita nerviosa.
—¿Alguien puede cerrar la maldita puerta? —sugirió Will, más tenso que nunca.
Mike, que no sabía muy bien lo que pasaba, la empujó con el pie y dio un respingo cuando, justo antes de que se cerrara, un pie la detuvo. Si ya estaba clavada en mi sitio, fue todavía peor cuando vi el chico que entraba y clavaba los ojos directamente en mí.
—¿Jenny? —Monty sonrió, esperanzado.
Esto no está pasando.
—Si esto es una broma espero que dure un poco más —dijo Sue, que parecía estar pasándoselo en grande.
Yo seguía bloqueada cuando Monty vino directo hacia mí. Lo miré, confusa, cuando se tiró directamente de rodillas a mis pies y me puso ambas manos en las piernas.
—Jenny, he dejado a Nel, vuelve conmigo —empezó a suplicar de la nada.
Yo parpadeé, perpleja, intentando asimilarlo.
—Te echo de menos —insistió, desesperado—. Te juro que no volveré a tratarte mal. Nunca. Te lo juro. Vuelve conmigo y te compensaré por todo lo malo que te he hecho. Dame otra oportunidad.
Hubo un momento de silencio absoluto en la habitación. Entonces, Vivian soltó una risita.
—Bueno, eso facilitaría las cosas —dijo, mirando a Jack.
Pero él se había olvidado de su presencia porque tenía la mirada clavada en Monty. Le llameaban los ojos. De repente, apartó a Vivian bruscamente y ella dio dos pasos atrás. Fue directo a Monty y lo agarró del cuello de la camiseta, poniéndolo de pie.
—¿Ya se te olvidó lo que te dije hace un año en el coche, imbécil?
Para mi sorpresa, Monty se quitó su mano de encima de un empujón.
—No estoy aquí para hablar contigo.
—Oh, tranquilo, si lo que quiero ahora mismo no es hablar contigo.
—¿En serio vais a pelearos por esa? —preguntó Vivian señalándome con una mueca de horror.
—Como vuelvas a tocarla... —le advirtió Jack en voz baja.
—¿Quieres que te diga cómo disfrutaba de que la tocara hace un año?
Jack hizo un gesto de lanzarse sobre él y Will lo detuvo enseguida con un brazo alrededor de su cintura, tirando hacia atrás.
—No entiendo nada —murmuró Vivian, poniendo los ojos en blanco.
—¿Y tú quieres callarte de una maldita vez? —le espetó Naya, harta.
Vivian la miró de arriba abajo.
—Te sugiero que te calles, querida.
—Y yo te sugiero que no me des órdenes en mi propia casa, querida.
—¿Tu casa? Venga ya. Tú no puedes permitirte esto.
Naya cerró los ojos un momento antes de girarse hacia ella.
—Pero ¿a ti qué te pasa? ¿Quieres que te enseñe una lección? Porque te aseguro he estado deseándolo desde que empezaste a meterte con mi mejor amiga y su prometido.
—¿Qué lección vas a enseñarme tú, pequeña idiota?
Naya no necesitó más para soltar una maldición en voz baja y lanzarse sobre ella.
Y ahí se desató el caos.
De repente, todo el mundo a mi alrededor empezó a gritarse. Monty con Jack, Jack con Monty y Will con ambos, Naya con Vivian, Vivian con Naya y Mike chillaba sin má por intentar separarlas mientras se tiraban del pelo la una a la otra. Sue estaba riendo a carcajadas, grabándolo todo, y Jane empezó a llorar mientras yo era zarandeada de un lado a otro porque cada uno de mis brazos estaba agarrado por Monty y Jack y me mandaban un paso a la derecha y a la izquierda cada vez que Will intentaba separarlos.
Creo que fue en ese momento en que sentí que un calor que me venía directamente del cerebro se extendía por todo mi cuerpo. Nunca había llegado a ese nivel de enfado. Jamás. En toda mi vida.
Y ellos iban a disfrutarlo en primera fila.
Demuéstrales quién manda, pequeña fiera.
—¡¿OS QUERÉIS CALLAR TODOS LA MALDITA BOCA?!
Mi grito reverberó en cada centímetro de la sala.
De repente, todos se detuvieron como si los hubiera hipnotizado. Jack se detuvo con el puño apuntando a Monty mientras Will lo sujetaba, y Monty con una mano clavada en mi brazo. Naya estaba sentada en el estómago de Vivian con algunas extensiones rubias en la mano mientras Mike jadeaba, sujetándose las rodillas. Incluso el bebé se había callado mientras Sue lo grababa absolutamente todo con una sonrisa.
—¡¿Cuántos años tenéis?! ¡¿Cinco?! —les espeté a todos y cada uno de ellos.
Siguió habiendo un silencio sepulcral en el salón. Yo me giré hacia Monty y vi que él se encogía en su lugar, aterrado.
—Como no me sueltes el brazo, Monty... —advertí en voz baja.
Él lo soltó como si quemara.
—¡Os estáis comportando como si estuvierais en un maldito patio de colegio! ¡¿En qué momento pelearse ha sido la maldita solución para nada?! ¡¿Os creéis que dando un puñetazo a alguien vais a hacer que tengáis más razón o qué?!
—Bueno... desahoga —Mike se encogió de hombros.
Lo señalé y él abrió los ojos como platos cuando me acerqué a él.
—¡Ahora mismo no te recomiendo intentar hacerte el gracioso, Mike! ¡No te lo recomiendo en absoluto!
—P-perdón, yo... yo...
—¡No quiero oírlo! ¡Me tenéis...!
Me detuve en seco cuando escuché que alguien llamaba a la puerta. Fui directa a ella y la abrí de un portazo, furiosa.
—¡¿QUÉ?!
El vecino de arriba, el que siempre se quejaba del ruido, dio un paso atrás.
—Estáis grit...
—¡SÉ QUE ESTAMOS GRITANDO! ¡TE ESTOY GRITANDO AHORA MISMO EN LA CARA!
Él parpadeó, sorprendido. Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo y yo lo aproveché.
—¡¿TODAVÍA QUIERES QUEJARTE?!
—Y-yo... bueno... no sé...
—¡ENTONCES, NO HAGAS QUE PIERDA MI TIEMPO!
Le cerré la puerta con fuerza y volví al salón hecha una furia. Nadie se había movido. Yo los escaneé uno a uno antes de ir a por mi primer objetivo. Monty. Él tragó saliva cuando di un paso hacia él, mirándolo fijamente.
—Estoy harta de que te presentes aquí sin permiso de nadie. ¡Harta! No eres nada de mí. No eres mi novio, no eres mi ser querido, y te aseguro que no serías mi maldito amigo ni en un millón de años. Solo eres un error de mi vida del que intento olvidarme como puedo, y no porque me sigas gustando, sino porque sigo asqueada conmigo misma por pensar durante más de medio años que lo que teníamos tú y yo era amor cuando era obvio que solo era un maldito pasatiempo.
Hice una pausa. Mi pecho subía y bajaba a toda velocidad cuando di otro paso hacia él. Parecía incluso más bajito estando tan aterrado por mi enfado.
—Continua tu maldita vida o como quieras llamar a tu mísera existencia. Pero continúala lejos de esta casa, porque, la próxima vez que te vea aparecer por aquí, no voy a esperar a que mi novio venga a defenderme, lo haré yo solita. Y te advierto que he empezado a llevar un spray de pimienta en el bolso que estoy deseando con todas mis fuerzas estrenar en los ojos de un imbécil. Teniendo en cuenta que tú eres el mayor imbécil que conozco, te recomiendo que desaparezcas de mi vida antes de que me decida a hacerlo.
Él abrió la boca, pero volvió a cerrarla al no saber qué decir. Cuando agachó la cabeza. Me giré en seco hacia Vivian y Naya. Esta última se apartó de encima del estómago de Vivian cuando vio mi siguiente objetivo y se apresuró a esconderse detrás de Mike. Yo fui directa a por la rubia tumbada todavía en el suelo.
—¿Qué vas a...? —empezó.
—Cierra la boca —le espeté.
Parpadeó, sorprendida.
—¿Qué...?
—Que te calles. Que dejes de hablar. Tu timbre de voz me pone de los nervios. No te soporto. No me caes bien. Nunca me has caído bien. Toda mi vida he tenido un radar para idiotas y explotó cuando te conocí.
Se calló, perpleja, cuando me incliné hacia delante.
—¿Quién te crees que eres para intentar meterte en la relación de nadie? ¿Te crees que ser guapa lo es todo en la vida? Pues déjame contarte un secreto; la belleza se va con los años. Pero la maldad no, así que te recomiendo que te la intentes quitar antes de perder la belleza, porque si llegas con ella a la vejez, te aseguro que nadie querrá aguantarte. Y empieza cuanto antes o no e dará tiempo. Porque hay mucho trabajo de por medio.
Hice un ademán de girarme, pero volví a centrarme en ella casi al instante. Ella parecía haberse relajado, pero volvió a tensarse cuando vio que volvía a ser mi objetivo.
—Y me da igual que seas la protagonista de su película o de diez más —le advertí en voz baja—. Como me entere de que le has vuelto a dar algún tipo de droga a mi prometido, del que sea, te juro que te buscaré yo misma y te arrepentirás de haberlo hecho. ¿Está claro?
Se quedó mirándome, aterrada.
—Te he preguntado si está claro —aclaré, levantando el tono de voz.
—S-sí...
—Sí, ¿qué?
—E-está claro...
La miré unos segundos más antes de levantar la cabeza. Mike abrió los ojos como platos cuando vio que lo estaba mirando fijamente. Naya se apresuró a apartarse de él, dejándolo solo ante el peligro.
—Ho-hola cuñada... qué guapa vas hoy... ese color realza el castaño de tus oj...
—Ni se te ocurra piropearme ahora —le espeté—. Estoy harta de los problemas con tu hermano. Harta.
Asintió con la cabeza lentamente, pero no había terminado.
—Estaba todo bien hasta que tuviste que arruinarlo con un maldito beso. ¿Es que no te enteraste las otras dos veces que hiciste eso con sus novias de que eso no estaba bien? ¿Necesitabas que yo me enfadara contigo para darte cuenta esta vez?
—Yo no...
—No. He. Terminado.
Se calló enseguida.
—Me da igual que tu padre no te prestara la atención que te merecías. Todos hemos tenido menos amor del que merecemos, Mike. Todos. Yo soy la maldita pequeña de cinco hermanos. ¿Te crees que mis padres me prestaban mucha atención? Te daré una pista: jodidamente no. Pasaban de mí. Y tuve que aprender a valerme por mí solita. Si yo pude hacerlo siendo la idiota que soy, tú también puedes. Así que deja de usarlo como excusa para hacer lo que te venga en gana y empieza a madurar y a afrontar las consecuencias de tus act...
Me giré en seco hacia Jane cuando se puso a llorar y ella se detuvo al instante, mirándome con los ojos muy abiertos, precavida.
Señalé a Sue, que seguía grabándolo todo con una sonrisita divertida.
—O apagas eso, o lo lanzo por la ventana. Y tú irás detrás.
Sue dejó de sonreír y escondió el móvil lentamente, como si un movimiento rápido fuera a hacer que me volviera loca.
Justo lo estaba haciendo cuando escuché una risita a mi espalda. Me giré hacia Jack como una asesina en serie y lo vi riéndose de Sue. Sin embargo, su sonrisa se borró por completo cuando vio que iba directa hacia él.
—Y, tú, Jack Ross, escúchame bien... —empecé, furiosa.
No me detuve cuando dio unos pasos atrás y se quedó sentado en el sofá con mi dedo a unos pocos centímetros de su nariz.
—Se acabaron las tonterías. Las drogas, el alcohol, las chicas, los secretos... todo. Estoy harta. Harta. ¿Me has oído? Muy harta. Como vuelva a enterarme de que me has estado engañando con alguna de esas cosas o con cualquier otra, bajaré a la calle y le regalaré el anillo a la primera persona que vea. Y vas a ser tú quien le diga a mi madre que la única hija que tenía a punto de casarse ha decidido dejar al idiota de su prometido. ¿Está claro?
Asintió con la cabeza cautelosamente, especialmente cuando acerqué aún más el dedo a su cara.
—Y también se acabó lo de Mike. Se acabó. Se disculpó contigo. Y yo también lo hice. ¿Ha cometido errores? Sí. ¿Muchísimos? También. ¿Y cuántos has cometido tú? ¿Cuántos he cometido yo? ¿Cuántas veces nos hemos disculpado o hemos admitido que no teníamos la razón? Porque te recuerdo que él lo ha hecho todas y cada una de esas veces. Y me da igual que lo hayas estado cuidando durante años. Él te cuidó a ti cuando eras un adolescente. Un poco tarde, pero lo hizo. Así que estáis en paz. Dejad esta guerra absurda de una maldita vez para que esta casa pueda volver a ser lo que jodidamente era.
Hizo un ademán de hablar y enarqué una ceja, por lo que se calló al instante.
—Dices que quieres esperar a ver si esto se confirma, ¿no? —señalé mi tripa con la cabeza—. Pues te digo una cosa, tener un hijo es cosa de dos personas maduras y adultas. No de niños que toman una decisión impulsiva. Y yo no voy a tener a mi primer hijo con una persona que se comporta como si tuviera dieciséis años. Así que déjate de tonterías y empieza a demostrarme que esto va en serio de una vez. Y no poniéndome un anillo en el dedo, sino no volviendo a aceptar una bolsita de esas, no volviendo a beber compulsivamente y no volviendo a discutir con tu hermano por algo que llevas guardándole desde hace años. Demuéstrame que eres el maldito hombre del que me enamoré y no el niño que me pone de los nervios y entonces, solo entonces, querré tener a tu mini-Jay.
Respiré hondo y me incorporé. Todo el mundo seguía mirándome fijamente. Puse ambos puños en las caderas.
—Y, ahora, todo aquel que no viva aquí tiene diez segundos para irse de una maldita vez o voy a ir a por el spray de pimienta.
Al instante en que lo dije, vi que Vivian, Monty y Mike se apresuraban a volver a la vida y dirigirse a la puerta. Puse los ojos en blanco.
—Tú no, Mike.
Él se detuvo al instante, rojo como un tomate, junto a la entrada del salón. Miré a Vivian marchándose apresuradamente sin mirar a nadie y a Monty deteniéndose un momento delante de mí, dudando. Hizo un ademán de hablar.
—Vete de mi vida —le espeté.
Él se cortó y agachó la cabeza, yendo a la puerta. Suspiré cuando escuché que se cerraba y, los restantes, permanecían en silencio a mi alrededor. Los miré con los labios apretados.
—¿Alguien tiene algo más que quiera añadir a esta espléndida velada para que terminemos todas las malditas discusiones de una vez?
Como no dijeron nada, supuse que no. Volví a girarme hacia Jack, que levantó las manos en señal de rendición.
—¡Yo no he dicho nada!
—No es eso. Ven aquí.
Tras dudar un momento, se acercó a mí y se quedó de pie a mi lado, algo confuso. Yo, por mi parte, me adelante y agarré de la manga de la camiseta a Mike, arrastrándolo a su lado. Al final, se quedaron uno delante del otro mirándose con una mezcla de confusión y mala cara.
—Quiero que os abracéis —me crucé de brazos.
Si el silencio antes era tenso, ahora fue todavía peor. Jack me miró con una mueca de horror.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Abraza a tu hermano y haz las paces con él.
—No quiero abrazar a este idiota.
—Yo nunca digo que no a un abrazo —dijo Mike alegremente.
—Me da igual lo que quieras, Jack —le dije directamente—. Esto es absurdo. Deja ya las tonterías de adolescente y aprende a perdonar. Abraza a tu hermano.
—No pienso abr...
—Como no abraces ahora mismo a Mike y termines con esta tontería de pelea, te aseguro que a partir de ahora vas a tener esa habitación del final del pasillo para ti solito.
Me miró un momento con el ceño fruncido antes de ponerle todavía peor cara a su hermano. Mike le sonrió como un angelito y abrió los brazos.
—Ven aquí, hermanito.
—Mike, no ayudas —murmuró Will.
Jack puso los ojos en blanco y, tras dudar, se acercó a Mike y le dio el dichoso abrazo. No pude evitar esbozar una sonrisita de superioridad cuando se separó de él con mala cara y me miró.
—Ya está. ¿Contenta?
—Mucho —sonreí—. Por fin.
—¡Hacía años que no me abrazabas, Jackie! —le dijo Mike alegremente—. Casi me he emocionado y todo.
—Y no voy a volver a abrazarte en mi vida —le aseguró él, enfurruñado.
—Bueno —Sue suspiró—, ¿eso quiere decir que el parásito va a volver a nuestro sofá?
—No finjas, Susie, sé que me has echado de menos.
—Como vuelvas a llamarme Susie, te lanzo la niña a la cara.
—¡No uses a mi hija de arma arrojadiza! —le advirtió Naya.
Y, así, se pusieron a discutir como siempre. Como si nada hubiera pasado.
Yo me quedé al margen mientras hablaban de armas arrojadizas y bebés y miré a Jack. Él tenía los brazos cruzados, pero parecía que la tensión de sus hombros había desaparecido un poco.
—Vamos, Jackie, anímate —bromeé, dándole un codazo suave en las costillas—, ya volvemos a ser la familia feliz y disfuncional de siempre.
—Oh, sí, éramos muy felices hace cinco minutos, mientras le gritabas a esos dos idiotas que se fueran de aquí.
—Se lo merecían.
Nos quedamos los dos en silencio un momento mirando a los demás peleándose por Jane, que iba de un lado a otro por los aires y Will intentaba rescatarla. Esa niña iba a terminar con cincuenta traumas infantiles.
—No te voy a engañar... —murmuró Jack.
—¿Con qué?
—Con que me he puesto un poco cachondo cuando le has empezado a gritar a todo el mundo de esa forma.
Mi cara se volvió roja al instante y me dedicó una sonrisa pervertida.
—¿Q-qué...?
—Nunca te había visto así. Ya podrías enfadarte más veces. Incluso tu culo parecía verse mejor cuando ibas de un lado a otro gritando. Y mira que es difícil.
—¡Jack!
—¿No has dicho que no querías secretos?
—¡Eso puedes seguir guardándotelo!
—Soy una persona generosa. Me gusta compartir.
Suspiré y negué con la cabeza. Aprovechando que los demás seguían distraídos enzarzados en su pequeña batalla, me di la vuelta y fui directa a la habitación. Definitivamente, necesitaba descansar un poco.
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