Capítulo 24
—No me creo que estemos yendo a casa de mis padres —mascullé cuando el avión empezó a descender.
Jack me dedicó una sonrisa radiante.
—Esto va a ser interesante.
Solo estábamos nosotros dos. Los padres de Jack, Agnes y Mike solo vendrían el día de Navidad —que era el día siguiente— y luego ya volveríamos todos juntos.
El manojo de nervios que era mi estómago fue aumentando a medida que nos acercábamos a la puerta de salidas. Jack pareció sinceramente divertido al ver que estaba temblando.
—¿No se supone que yo debería ser el nervioso?
Me detuve abruptamente justo antes de cruzar la puerta. Él hizo lo mismo, sorprendido.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Antes de que vayamos ahí... —respiré hondo y lo miré como si fuera a contarle que mi familia era parte de una secta malvada—. Tengo que advertirte de algo.
Levantó las cejas, oscilando entre la sorpresa y la diversión.
—Muy bien, ¿qué pasa?
Respiré hondo.
—Mi hermano mayor se cree que tiene la necesidad de espantar a cualquier chico que se me acerca porque se cree que eso le hace mejor hermano —dije atropelladamente.
—Vale —asintió con la cabeza, reprimiendo una sonrisa.
—Mis otros dos hermanos son horribles, ¿vale? Son como dos monos peleándose por una banana.
—Jen, ¿qué...?
—Y mi hermana mayor va a interrogarte. Va a empezar a bombearte a preguntas hasta que respondas sin siquiera pensar.
—Vale...
—Por favor, no te creas que soy como ellos. Es decir, ellos están bien, pero... ya me entiendes.
—No lo creeré —me aseguró, divertido.
—Y mi madre te va a empezar a acosar y a achuchar. Es muy pesada. Como... MUY pesada. Pero... ¡no lo hace para molestar! Es su forma de ser, ¿sabes?
—Podré vivir con ello.
—Y quizá también te haga muchas preguntas. Muchas. Se pone muy intensa cuando quiere.
—Jen...
—Y mi padre es muy...
—Jen —me sujetó la cara con una mano—, relájate, ¿vale? Son tus padres, no los Addams.
Intenté sonreír cuando hizo un gesto para que pasara por delante de él.
—Yo no estaría tan segura —murmuré.
Mi alivio fue inmenso cuando vi que solo habían venido Spencer, mamá y Shanon. Dejaríamos a papá y a los dos idiotas para el final. Bien. Nos acercamos a ellos y vi que Jack los examinaba con curiosidad. Estaba tan nerviosa...
Nos detuvimos a su lado y no nos veían, así que Jack me clavó el codo en las costillas para que reaccionara. Me aclaré la garganta ruidosamente.
—¿Mamá?
Ella se dio la vuelta y abrió los ojos como platos.
—¡Jennifer, cariño!
Me había saludado primero por una mera formalidad, porque lo que quería en realidad era mirar a mi novio. Clavó los ojos en él enseguida, entusiasmada.
—¡Y tú debes ser Jack! —sonrió ampliamente—. Venid aquí, cielitos.
Y, sin previo aviso, nos agarró a los dos por los hombros y nos abrazó de forma que nuestras quedaron una delante de la otra detrás de ella. Jack parecía divertido. Yo me moría de vergüenza.
—Mamá —mascullé.
—Siempre avergonzándose de mí —mamá suspiró dramáticamente y miró a Jack.
—Eso no está bien, Jen —me dijo, divertido.
Vale, me lo merecía. Yo había hecho lo mismo con su madre.
Clavé la mirada en Shanon y Spencer. Shanon, para mi sorpresa, había seguido mi petición silenciosa de no avergonzarme y se limitó a acercarse a Jack con una sonrisa cordial.
—He oído mucho hablar de ti —dijo, poniendo los ojos en blanco—. Muchísimo. Como... todo el día. Jenny es muy pesada.
—Gracias por la bienvenida —le puse mala cara.
Ella me ignoró y sonrió a Jack.
—Soy Shanon. Bueno, ya nos habíamos conocido por teléfono.
—Yo también he oído hablar de ti —sonrió Jack, aceptando su abrazo.
Bueno, por ahora iba bien.
Miré a Spencer. Él se había acercado con los ojos entrecerrados.
Oh, no.
Por favor, no era el momento de sacar sus instintos de hermano mayor.
—Spencer —dijo secamente, extendiendo su mano hacia Jack.
Pues... sí había sacado esos instintos.
Jack pareció tomárselo con humor.
—Jack. O Ross. Lo que prefieras —replicó, aceptando su mano.
—Espero que estés cuidando bien de Jenny —replicó Spencer frívolamente, sin soltarle la mano.
Me dio la sensación de que mi hermano estaba apretando un poquito demasiado el agarre y me deslicé a su lado, clavándole el talón en el pie disimuladamente.
—Spencer... —susurré, roja como un tomate.
—Hago lo que puedo —Jack me dedicó una breve mirada divertida antes de volver a centrarse en él.
—Espero que eso sea suficiente, ¿eh?
Le di un codazo ya no tan disimulado a Spencer, que me ignoró, pasándome un brazo por los hombros de manera protectora. Me entraron ganas de pedir ayuda a Shanon o a mamá, pero ellas estaban ocupadas disfrutando de la situación.
—Es suficiente —aseguré enseguida.
—Eso está por ver —Spencer me dio un pequeño apretón en el hombro, mirándolo fijamente.
Oh, venga ya...
Y, entonces, Shanon soltó las palabras mágicas.
—Spencer, ¿te he contado que fue él quien se encargó del idiota de Monty?
Hubo un momento de silencio. Spencer parpadeó, sorprendido. Después, me soltó abruptamente. Casi me caí de culo al suelo.
—¿Eso es cierto? —le preguntó.
Jack se encogió de hombros.
—No me gustaba cómo trataba a tu hermana.
Y Spencer cambió su expresión furibunda a una completamente amistosa al instante.
—¡Podrías haber empezado por ahí! —le dio una palmadita en la espalda—. Ven, te ayudo con la mochila.
—¿Y yo qué? —refunfuñé cuando empezó a guiarlo al coche.
Shanon se acercó, divertida, y me ayudó.
Mamá me obligó a sentarme delante con Spencer mientras ella y Shanon se quedaban cada una a un lado de Jack y lo acribillaban a preguntas. No dejaba de echarles ojeadas mientras él respondía educadamente a todas y cada una de ellas. Spencer también soltó alguna.
Yo, por mi parte, me quería morir un poco.
—Dejadlo en paz —protesté.
—Tenemos curiosidad —me dijo Shanon.
—Sí, cállate —Spencer me dio con un dedo en la frente.
Jack se rio abiertamente de mí mientras los demás seguían preguntándole cosas.
Mis nervios aumentaron cuando entramos en mi calle. Mamá empezó a contarle anécdotas mías por esos rincones a Jack, que escuchaba atentamente mientras yo le pedía, por favor, que se callara. No me hicieron ni caso.
Spencer dejó el coche en el garaje. Bajé con el estómago hecho un ovillo. Y, nada más hacerlo, vi una bola de pelo corriendo hacia mí.
—¡Biscuit! —exclamé, entusiasmada.
Mi perro se lanzó sobre mí y empezó a lamerme las manos. Jack se quedó de pie a mi lado. Le había hablado cientos de veces de mi perro. Biscuit lo olisqueó un momento antes de empezar a lamerle las manos también.
—Por ahora, no está mal —bromeó en voz baja—. Le caigo bien a tu perro. Es un logro.
Puse los ojos en blanco mientras se reía. Pero yo estaba muy nerviosa.
Por favor, que Sonny y Steve no me dejaran en ridículo.
Y papá... uf...
Era difícil saber por dónde iba a salir papá.
Entramos en casa. Ni me fijé en lo que tenía alrededor. Jack me miró de reojo. Entonces, escuché risas en el salón y supe que eran los dos idiotas. Papá no estaba a la vista. Bien. Un problema tras otro, no todos a la vez.
—Ven a conocer a esos dos idiotas —le dijo Spencer a Jack, arrastrándolo con él.
Me apresuré a seguirlos al salón, aterrorizada.
Mis dos hermanos estaban tan centrados en la partida que no se dieron cuenta de que estábamos ahí.
—¿Hola? —pregunté.
Ni caso.
—¡Estás invadiendo mi carril! —le gritó Sonny a Steve.
—¿Chicos?
—¡Aprende a jugar y no me pongas de excusa! —le gritó Steve, a su vez.
Enfurruñada porque me ignoraran, me incliné hacia delante y cogí aire.
—¡HE DICHO QUE HOLA!
Sonny dio un respingo y vi que su pantalla se volvía roja.
—¡MIERDA! —dejó el mando en el sofá de un golpe—. ¡No es justo! ¡Me ha distraído!
—¡Uy, qué pena! —Steve empezó a reírse de su cara.
—¿No queréis conocer al novio de Jenny? —preguntó Steve.
Silencio.
Steve pausó la partida.
Oh, no.
Los dos se giraron al instante y clavaron sus ojos en Jack.
Oh, no, multiplicado por dos.
—Es nuestro hombre —dijo Sonny, fingiendo que estaba asombrado.
—El hombre de la paciencia infinita —dijo Steve.
—El que aguanta a Jenny. Y sin pedir nada a cambio.
—Algunas cosas sí pido a cambio —sonrió Jack, aprovechando que mi madre y mi hermana estaban ausentes.
Me puse roja como un tomate cuando todos empezaron a reírse. Spencer incluido. Qué traidor.
—¿Sabes jugar? —preguntó Sonny, señalando la pantalla.
—¿Sabes perder? —Jack le levantó una ceja.
—¡Esa es la actitud! —Spencer sonrió ampliamente.
—¡Dos contra dos! —gritó Steve.
—¡No tienen nada que hacer! —Sonny se sentó en el otro sofá con él.
—Vamos a darles una paliza —murmuró Spencer, sentándose con Jack.
Y, de pronto, los cuatro estaban sentados con la mirada clavada en la pantalla.
Parpadeé, sorprendida, al darme cuenta de que era la única idiota de pie.
—¿Qué está pasando? —pregunté.
—Cállate, que no oigo nada —protestó Steve.
—Ya me has hecho perder una partida, ¿no estás contenta? —protestó Sonny, a su vez.
—No es mi culpa que seas un manco jugando —le dije.
—¡Que alguien la eche aquí, me está distrayendo!
Me incliné hacia Jack, que me sonrió.
—Si te cansas de estos idiotas, estoy en la cocina —le dije en voz baja.
—Tengo que ganarme a mis cuñados —me guiñó un ojo.
Lo dejé solo con ellos, aunque seguramente no le supuso ningún problema. Mamá y Shanon estaban en la cocina charlando. Se callaron cuando me vieron llegar.
—¿Tampoco soy bienvenida aquí? —protesté.
—¿Ya lo han absorbido? —preguntó mi hermana.
—Están los cuatro jugando con la maldita consola.
—Ugh, son como críos —Shanon puso los ojos en blanco.
—Bueno... —robé una galleta del plato de la encimera y me acerqué a ellas—. ¿De qué hablabais?
—Estábamos hablando de nuestra primera impresión —me explicó mamá.
—Ajá —Shanon también había robado una galleta.
—¿Y...? —pregunté, un poco ansiosa.
Mi hermana se encogió de hombros.
—Parece un buen chico.
Vi que se quedaba en silencio, pero estaba claro que tenía algo más que decir.
—¿Pero...?
—Pero... está contigo —me sonrió, burlona—. Por lo tanto, algo está mal en su cerebro.
—Vete a la mierda —puse los ojos en blanco.
—¡Ese lenguaje! —mi madre me señaló con una cuchara de madera.
Cuando se dio la vuelta, le enseñé el dedo corazón a Shanon y ella me sacó la lengua.
—¿Y papá? —pregunté.
—Llegará en cualquier momento —Shanon sonrió—. Te veo un poco nerviosa, hermanita.
—¿Te recuerdo cómo estabas tú el día que te presentaste con tu novio, hermanita?
—¿Tú estás embarazada?
—Hasta donde yo sé, no.
—Pues no es lo mismo —enarcó una ceja—. Aunque... la verdad es que papá siempre te ha tenido como su preferida. Por ser la pequeña y todo ese rollo. No le gustará ver que alguien quiere montárselo con su niñita.
—¿Quiere montárselo? —mamá pareció confusa—. ¿Qué es eso?
—Que quiere regalarle flores —Shanon me sonrió ampliamente.
—Déjalo, prefiero no saberlo —mi madre suspiró.
—En todo caso —Shanon me señaló con la galleta—, me lo pasaré bien viendo cómo se lo presentas. Esperemos que no monte una escenita, ¿eh?
—Oh, cállate.
Volví al salón y vi que Spencer y Jack estaban machacando a los dos idiotas en la estúpida partida. Carraspeé ruidosamente.
—¿Qué? —Sonny me frunció el ceño.
—¿Puedo llevarme a mi novio? —remarqué la palabra mi.
—¡Prefiere estar con nosotros! —protestó Steve.
—Madurad un poco —Shanon entró, poniendo los ojos en blanco—. No agobiéis al pobre chico.
—Dice la pesada que seguro que le ha hecho un interrogatorio en el coche —le dijo Sonny con mala cara.
—Sonny, hermanito, cállate o te corto los cables de la consola.
Él levantó las manos en señal de rendición
—Podemos seguir con la partida luego —Spencer se encogió de hombros.
Jack se puso de pie mientras ellos seguían discutiendo y me siguió hacia las escaleras. En cuanto vio que estábamos solos, sonrió perversamente.
—¿Vas a enseñarme la habitación tan pronto?
—A lo mejor te enseño la puerta principal.
Él se rio, negando con la cabeza. Abrí la puerta de mi habitación un poco nerviosa y dejé que pasara delante de mí.
Por un momento, Jack se dedicó a mirar a su alrededor con una expresión que no logré leer. Se detuvo un momento de más en mi cama antes de seguir su inspección minuciosa.
—Mhm... interesante —me miró, burlón.
—Es muy rosa, lo sé.
—Es muy tú, en realidad —murmuró, pensativo, volviendo a echarle una ojeada—. ¿Esa es la famosa colección de música?
Se pasó casi cinco minutos mirando mis discos, mis libros, mis pósters, mis fotos... todo. Yo me quedé sentada en la cama, un poco nerviosa. Se sentía muy íntimo traer a un chico a mi habitación.
Era mi primera vez. Ni siquiera Monty lo había hecho. Prefería dejar las cosas con él en el sofá. Mi cama se sentía muy... íntima para él. No para Jack.
Me crucé de piernas cuando se volvió a acercar a mí.
—¿Te está gustando esto? —pregunté, un poco nerviosa.
—¿Tu habitación o tu familia? —sonrió.
—Mi familia, tonto.
—Tonto —puso una mueca divertida al sentarse a mi lado—. Me caen bien. Y creo que les gusto.
—Bueno, mi madre te adora —puse los ojos en blanco.
—Entonces, ya estamos empatados —levantó una ceja.
Sí, la verdad era que Mary y yo nos llevábamos muy bien.
—He dejado que tus hermanos ganaran alguna ronda para que me adoraran también —bromeó.
—La verdad... no veo a tus padres sentados ahí abajo con mi familia.
Pareció un poco sorprendido.
—¿Por qué no?
—No lo sé. Aquí es todo tan... normal.
—¿Estás llamando anormal a mi familia? —empezó a reírse.
—¡No! —aseguré enseguida—. Ugh, estoy tan nerviosa...
—Está bien —me pasó un brazo alrededor—. Todo ha ido bien, ¿no?
Asentí con la cabeza.
—Es que no quiero que te lleves una mala impresión.
—Deja de preocuparte por eso. Me lo estoy pasando bien viendo cómo se meten contigo continuamente.
Me acerqué para darle un beso en los labios, divertida, pero me detuve abruptamente cuando escuché el familiar ruido de la puerta principal.
Él levantó las cejas cuando vio mi cara de espanto.
—¿Ha venido un asesino en serie?
—Peor.
—¿Peor?
—Mi padre.
Respiré hondo. Él me observaba, divertido.
—¿Debería preocuparme?
—Mhm... no... mhm... bueno... mejor ven conmigo.
Lo agarré de la mano y lo conduje escaleras abajo de nuevo. Efectivamente, papá acababa de entrar. Se giró al instante que oyó los pasos y su mirada fue directamente hacia Jack, que se quedó de pie a mi lado, nada intimidado.
Ahora que lo pensaba... ¿alguna vez había visto a Jack intimidado por algo? Yo diría que no.
Mi objetivo en la vida es que me la sude todo hasta ese punto.
—Señor Brown —dijo Jack educadamente, acercándose.
—Jack —le dijo mi padre en tono neutral, mirándolo de arriba a abajo—. He oído hablar mucho de ti.
Ya empezaba como Shanon.
—Solo cosas buenas —añadí yo, plantándome a su lado.
—Muy buenas —me corrigió papá y, para mi sorpresa, le dio una palmadita en el hombro a Jack amistosamente—. Bienvenido a nuestra casa.
Y, así de fácil, ya se había ganado a todos los miembros de mi familia.
***
—Interesante —comentó Jack cuando bajamos del coche de Spencer.
Él, Spencer, Steve, Sonny y yo habíamos ido a la feria que ponían cada año en las vacaciones de Navidad. Pude ver la noria, la pequeña montaña rusa, los coches de choque, los puestos de tiro, los de comida... era como un festival. Y era de noche, así que todos los niños habían desaparecido. Ahora solo había adolescentes besuqueándose por los rincones.
—¡Conduzco yo! —chilló Steve antes echar a correr hacia los coches de choque.
—¿Eh? —Sonny parpadeó antes de seguirlo—. ¡Oye, ni de coña!
Vi que los dos empezaban a pelearse para comprar la entrada. El vendedor los miró con una ceja enarcada. Spencer suspiró.
—Voy a ir con ellos para que no se maten, ¿eh? —murmuró, siguiéndolos.
Miré a Jack, que observaba a su alrededor con interés.
—¿Dónde quieres ir? —pregunté.
—La mini montaña rusa suena bien.
—Vale. Dime cualquier sitio que no sea ese.
Sonrió ampliamente mientras nos metíamos los dos en la feria.
—¿A alguien le da miedo una montaña rusa? —bromeó, enarcando una ceja.
—No me da miedo, ¿vale? —me irrité—. O sí. Da igual. No quiero subir.
—¿Y qué sugieres?
Miré a mi alrededor, pensativa.
—¿Tienes puntería? —interrumpió mi escaneo.
Nos acercamos al puesto de tiro de dardos y Jack enarcó una ceja, divertido, cuando me dieron los míos. Miré la pared con distintos colores y me mordí el labio inferior antes de lanzar. Solo tenía que alcanzar uno de los puntos de colores. Cualquiera menos los blancos. Era fácil, ¿no?
Lancé el primero y, claro, dio de lleno en un punto blanco.
Puse una mueca.
—Mala suerte —sonrió el del puesto.
—¿Quieres que lo intente yo? —preguntó Jack.
—No —me enfurruñé—. Me quedan cuatro, ¿vale?
—Muy bien.
—No me mires así, puedo hacerlo.
—No lo he negado —aseguró, divertido.
Volví a centrarme en lo que tenía delante con el ceño fruncido.
Pero... tres tiros después, seguía sin acertar a nada.
No me podía creer que estuviera teniendo tan mala puntería. Me puse roja mientras el del puesto y él contenían sus risitas maliciosas.
—Toma —mascullé, dejándole el dichoso dardo en la palma de la mano—. Si no aciertas, te lo recordaré el resto de tu vida.
—¿A qué tengo que darle para llevarme algo? —le preguntó al encargado.
Él lo pensó un momento.
—Si le das al verde, te llevas un peluche de unicornio. Si le das al azul, puedes llevarte esto para hacer pompas de jabón.
Jack me miró de reojo.
—Supongo que no quieres el unicornio —dijo.
—Las pompas suenan bien —sonreí inocentemente—. Si le das, cla...
Ya había dado de lleno en el azul.
El del puesto le dio el trasto para hacer pompas y él me lo tendió con una sonrisa egocéntrica.
—Creí en ti en todo momento —le aseguré.
—Si no aciertas, te lo recordaré el resto de tu vida —imitó mi voz.
—Pero has acertado, ¿no?
—Lo que tú digas. ¿Qué quieres hacer ahor...? Whoa.
Lo estaba arrastrando del brazo como una niña pequeña hacia el fotomatón que vi al lado de una de las atracciones. Él levantó las cejas, intrigado.
—¿Estamos en una feria y quieres hacerte fotos?
—No tenemos ninguna foto juntos —protesté.
Lo consideró un momento.
—Es verdad —dijo, sorprendido.
—Pues venga, vamos a solucionarlo en un momento.
Hice un ademán de buscar dinero, pero él ya lo había hecho mientras yo guardaba torpemente las pompas en el bolsillo. Me apresuré a colocarme junto a él mientras terminaba la cuenta atrás. Pareció divertido mientras yo intentaba colocarme de alguna forma que hiciera que mi cara se viera bien.
—¿Qué haces?
—¡Cállate! Va a empezar.
—Le quedan todavía tres segundos.
—Como salgas hablando en alguna foto, Jack...
—No saldré...
—¡Mira la cámara!
Se giró hacia la cámara al instante y sonrió dócilmente mientras yo intentaba variar las caras. Le besé en la mejilla en una, otra nos pilló mirándonos, en otra apoyó la cabeza en mi hombro y en la última lo atraje hacia mí para besarlo en los labios.
Ahí tienes tu momento Tumblr.
Él estaba mirando las fotos mientras yo pagaba las entradas para la noria. Era mi atracción favorita. Nos subimos a una de las cabinas, que se tambaleó un poco, y la atracción empezó mientras él se guardaba las fotos en el bolsillo.
—¿Por qué estamos en la peor atracción habida y por haber de las ferias? —preguntó mientras seguíamos ascendiendo poco a poco.
—¡Es la mejor! —protesté, ofendida.
—Es la más aburrida.
—Si lo que quieres es adrenalina, intenta estar más de media hora con mis hermanos sin morir.
Sonrió, divertido.
—¿Te ha gustado mi familia? —pregunté, un poco insegura.
Me miró un momento, confuso.
—¿No hemos tenido ya esta conversación?
—Sí, pero quiero asegurarme.
—¿Te da miedo que no me guste tu familia? —preguntó—, ¿no se supone que soy yo quien tiene que caerles bien?
—Tú eres el típico pesado que cae bien a todo el mundo —puse los ojos en blanco.
—Gracias por demostrarme siempre tu amor, ¿eh?
—Es verdad —recalqué—. Venga, ¿te han caído bien o no? No te culparé si me dices que...
—Me han caído muy bien —me aseguró, divertido—. No tenías por qué estar nerviosa.
Noté que mi pecho se relajaba al instante.
—Bien —murmuré.
Ya habíamos llegado a arriba. Volvimos a bajar lentamente mientras yo me quedaba mirando la ciudad como si no hiciera lo mismo cada estúpido año.
—Cuando era pequeña —murmuré—, subí aquí con unos amigos de clase y uno empezó a moverse para que la cabina se tambaleara.
—Teniendo en cuenta que estás aquí, creo que la historia terminó bien.
—No tanto —le puse mala cara—. ¡No te imaginas cómo se mueven estas cosas! Da verdadero miedo cuando... ¡Eh! ¡Para! ¡PARA!
Por supuesto, decirlo había sido suficiente como para que lo hiciera. Cuando vio que entraba en pánico, se detuvo riéndose de mi cara de horror. Los ocupantes de las demás cabinas nos miraron con curiosidad, pero la curiosidad de desvió hacia otra cabina en la que estaba pasando lo mismo. Un chico intentaba aterrorizar a sus amigos, que le gritaban que parara.
Era como un virus maligno.
—Te odio —le dije.
—Claro, claro.
Me apoyé en el respaldo del asiento y me acurruqué un poco cuando el aire frío hizo que me estremeciera.
—Parece que hace una eternidad que no vengo aquí —murmuré, mirando la ciudad de nuevo con el ceño fruncido.
—¿Lo echas de menos? —me preguntó, pasándome un brazo por detrás de los hombros.
—Es... diferente —ya sabía que mentirle no serviría de nada.
—¿Diferente?
—Aquí todo pasa tan... despacio —murmuré.
Él me observó en silencio.
—Es como si el tiempo se ralentizara. Los mismos lugares, la misma gente, los mismos chismes —sonreí, mirándolo—. De pequeña me encantaba pero, ahora... no lo sé. Creo que no me gustaría vivir aquí toda mi vida.
Él seguía sin decir nada. Entrecerré los ojos.
—¿Algo que decir? —pregunté.
Esbozó media sonrisa cuando adiviné sus intenciones.
Sin embargo, la borró al mirarme con más seriedad.
—Me gustaría que vinieras a vivir conmigo.
Parpadeé, confusa.
—Ya vivo contigo. Y desde hace dos meses, por si no te habías dado cuenta. Incluso duermo en tu ca...
—Le dijiste a Chris que tardarías dos meses en volver a la residencia —me recordó.
Era cierto. Se sentía como si hubieran pasado años.
—Sí, le dije eso —murmuré.
—Pero... no tienes por qué hacerlo —me miró atentamente—. Si quieres quedarte en el apartamento ya sabes que puedes hacerlo. También es tu casa.
Whoa.
Ya había soltado la bomba.
Y él seguía tan tranquilo.
Tardé unos segundos en responder. De pronto, estaba muy tensa. Él respetó mi silencio, pero era obvio que quería una respuesta.
—¿Y no tendré habitación propia? —bromeé con una risita nerviosa.
—¿Alguna queja que aportar sobre dormir conmigo? —enarcó una ceja, divertido.
—Dormir con mi casero me hace sentir incómoda.
—Pues a tu casero le encanta, te lo aseguro.
—Mi casero es un pervertido.
—Tu casero es tu pervertido.
Sonreí, pero mis nervios no me permitieron mantenerla mucho tiempo. Abrí la boca, pero él me interrumpió.
—No hace falta que me lo digas ahora. Tienes todas las vacaciones para pensártelo. No hay prisa.
Aunque sabía qué respuesta quería darle, acepté que ya se lo diría. Él sonrió y me atrajo hacia sí mismo.
Nada se volvió incómodo hasta que volvimos a casa. Spencer se había tomado unas cuantas cervezas con unos amigos que había encontrado por ahí y tenía la lengua un poco suelta. Mientras entrábamos en casa, mis otros hermanos desaparecieron escaleras arriba. Yo guiaba a Jack de la mano, pero me detuve cuando Spencer se metió entre nosotros, pasando un brazo por encima de los hombros de cada uno.
—Bueno, chicos —suspiró—, espero que os portéis bien esta noche.
—Spencer —me puse roja.
—No pasa nada, Jenny. Es algo natural. Solo... hacedlo en silencio, ¿eh? Algunos tenemos que madrugar.
—Tú no tienes que madrugar —le fruncí el ceño.
—No, pero no sabes si los demás tienen que hacerlo, egoísta. Muerde una almohada. Eso ayuda.
Nos dio una palmadita en la espalda a ambos con una gran sonrisa. Yo sentía que me quería morir cuando Jack contuvo una sonrisa.
—Y usad protección —añadió Spencer subiendo las escaleras—. Un sobrino es más que suficiente por ahora.
Nos quedamos los dos en silencio un momento cuando nos dejó solos.
—¿Podemos fingir que esto no ha pasado? —pregunté.
Ya en la habitación, me puse mi pijama de ovejitas que fue objeto de muchas burlas de mi querido novio. Él repasó la música de mi estantería mientras yo me quitaba las lentillas. Mi cama se sentía ridículamente pequeña cuando se tumbó a mi lado. No podíamos dormir sin estar uno pegado al otro —cosa que tampoco suponía un problema. Él me atrajo hasta que nuestras piernas estuvieron entrelazadas.
—Mañana vienen mis padres —murmuró con una mueca.
—Y tu hermano —dije, divertida.
—Y mi abuela —añadió—. Será una reunión interesante.
Hubo un momento de silencio. Le coloqué el cuello de la camiseta distraídamente.
—Nunca había traído a un chico a mi habitación —murmuré.
—Me siento halagado.
—Ni tampoco había presentado un chico a mi familia.
—¿Nunca? —pareció sorprendido.
—Nunca.
—¿Y el idiota ese?
Ugh. Monty.
—Nunca lo presenté formalmente. Simplemente... lo conocían porque aquí se conoce todo el mundo.
—Así que soy el primero —sonrió ampliamente—. Espero ser también el último.
—Qué gracioso.
Sonrió ampliamente y se inclinó para besarme.
***
Estaba un poco nerviosa con las presentaciones entre familias.
Pero... Jack y yo nos quedamos helados cuando bajamos las escaleras y vimos que su familia ya había llegado. De hecho, ya se habían asentado. Mary estaba con Agnes, papá, mamá, Shanon y el señor Ross en la cocina mientras mis hermanos, Mike y Owen estaban en el salón gritando por un juego estúpido. A Owen, mi sobrinito, se le iluminó la mirada cuando me vio.
—¡Tita! —chilló, corriendo hacia mí.
—Hola, cariño —sonreí, abrazándolo cuando llegó—. ¿Cómo estás?
—Bien —él puso una mueca cuando vio a Jack y su tono se volvió más cortante—. Hola.
Jack contuvo una sonrisa.
—Hola, Owen.
Mi sobrino entrecerró los ojos en su dirección.
—Yo soy el hombre de su vida —le dijo a Jack, señalándome.
—¡Owen! —me alarmé.
—Solo para que lo sepas, ¿eh?
Jack sonrió, divertido, pero Owen seguía fulminándolo con la mirada.
—No seas así —reñí a mi sobrino.
—No pasa nada —me aseguró Jack.
—Solo he dicho la verdad para que vayas haciéndote a la idea —le dijo Owen.
—Lo sé —Jack le puso una mano en el hombro—. Me han hablado mucho de ti. No intento ser tu competencia, pero puedo cuidar de tu tita mientras tú no estés.
Owen parpadeó en su dirección, sopesando la oferta como si de un hombre de negocios de tratara. Después, asintió con la cabeza.
—Bueno... me parece bien.
—Genial —Jack le ofreció su puño—, ¿colegas?
—Colegas —sonrió Owen, chocando su puño con el suyo.
Mary y Agnes se alegraron mucho de vernos. El señor Ross mantuvo las distancias y se limitó a saludarnos sin abrazos. Al menos, ya no había tensión entre él y su hijo. Era un alivio. De hecho, mi madre no se dio cuenta de que había pasado algo. Y era muy raro. Mi madre solía enterarse de todo.
Comimos todos juntos. La comida se basó en reírse de mí colectivamente entre mis hermanos y mis padres, así que fue divertido para todo el mundo menos para mí, que terminé enfurruñándome y saliendo al patio trasero, donde Jack tuvo que venir a buscarme como a una cría para que volviera con los demás.
Por la tarde, los adultos desaparecieron e hicimos una batalla de bolas de nieve en jardín. Terminé empapada por la estúpida nieve. Y Spencer y Jack ganaron, claro. Me había quedado con el equipo de Mike, que me dio una palmadita de consolación en la espalda. Mientras, Sonny y Steve volvieron a atacarnos a traición.
Tuve que volver a ducharme y cambiarme de ropa antes de ir a cenar. Todo iba sobre ruedas. Jack se quedó con los chicos en el salón mientras yo me mantenía un rato más en la mesa con los adultos. Hablaban de no sé qué de no se qué serie, así que no me interesaba mucho. Me puse de pie y salí al patio trasero, donde Owen y Mike estaban haciendo un muñeco de nieve. Se estaban llevando sorprendentemente bien. Estaban al otro lado del patio, así que no me vieron cuando me senté en las escaleras del porche y los miré, distraída.
Llevaba solo un rato cuando noté que alguien se acercaba y se sentaba a mi lado. El señor Ross. Se me hizo raro verlo sentado en el porche trasero de mi casa con esos pantalones tan caros.
—Son tal para cual —comentó, mirándolos.
Mike estaba empujando una bola de nieve mientras Owen lo perseguía, desapareciendo tras el árbol de mi casita y apareciendo por el otro lado.
—Parece que todo el mundo se lleva bien —le dije, sonriendo.
—Sí. Ha ido todo de maravilla —me puso una mano en el hombro—. No habríamos podido hacerlo si tú no hubieras ayudado a mi hijo, Jennifer.
Sonreí, un poco cohibida. Parecía sincero.
—Solo hablé con usted.
—No hablo de eso —me dijo, volviendo su mano a su regazo—. Hablo de todo lo demás. De cómo era él hace unos meses. Y cómo ha cambiado. Supongo que te habrán hablado de eso. Aunque no haya sido él.
Asentí con la cabeza, mirando a los chicos de nuevo.
—Hubo un momento de su vida en que realmente creí que estaba perdido —murmuró él, a mi lado, pensativo—. Jack es demasiado testarudo. No ve que está haciendo las cosas mal hasta que le explotan en la cara.
—Sí que es testarudo cuando quiere —murmuré.
—Y esas novias que tuvo... en fin, no me gustaban demasiado. Nunca nos habló directamente de ellas. Pero tú sabes cuando quieres que alguien esté con tu hijo y cuándo no. Lo sabrás algún día si eres madre.
Lo miré de reojo. Él suspiró.
—Sé que lo vuestro no es un romance juvenil —añadió.
Había tanta seriedad en sus palabras que me dejó un momento en silencio.
—No, no lo es —dije en voz baja.
—Es mucho más —dijo—. Solo... quería que supieras que estoy muy feliz por vosotros dos. Eres todo lo que mi hijo ni siquiera sabía que buscaba.
Sonreí un poco, incapaz de decir nada. No me esperaba esta conversación con él. Pegué las rodillas a mi pecho, mirando en dirección a Mike y Owen, que seguían haciendo bolas de nieve gigantes.
—Ya ha hecho la carta para decir que no a la escuela de Francia —añadió, distraído.
—Lo sé —murmuré.
—Es curioso como las prioridades de las personas cambian, ¿no crees? —parecía que estaba pensando en voz alta—. Hace unos años... habría hecho lo que estuviera en su mano solo por la oportunidad de solicitar una plaza. Y, ahora... bueno, ya sabes.
—Es una lástima —murmuré—. Él quiere ser director de cine. Yendo a esa escuela, tenía el éxito asegurado.
—Podría tener éxito fuera —me dijo—. No sería lo mismo, pero podría tenerlo.
Lo pensé un momento antes de mirarlo.
—¿Cree que tendrá otra oportunidad de solicitar una plaza en el futuro?
—¿Si ahora dice que no? No. Solo las ofrecen una vez.
Cuando vio mi expresión, añadió:
—Pero también hay escuelas buenas por aquí.
No dije nada. Él me puso una mano en el hombro.
—Sé que sientes algo muy fuerte por él, Jennifer —dijo suavemente—. Y él lo siente por ti. Por eso no se irá. Eres lo más real que ha tenido nunca. No quiere renunciar a ti. Es normal.
Eso no hizo que me sintiera mucho mejor. Me apretó un poco el hombro, reconfortándome.
—Jack es mayor. Debería poder elegir.
No dije nada. Miré a los chicos, que estaban empezando a amontonar las bolas de nieve.
—¿Puedo preguntarle algo? —pregunté sin mirarlo.
—Sí, claro.
—¿Si usted fuera...? —lo pensé mejor y formulé la pregunta de otra forma—. ¿Cree que hace bien diciéndoles que no?
Dudó un momento.
—Por favor, sea sincero —añadí, mirándolo.
Él dudó unos segundos más, pensativo.
—No lo sé —suspiró—. El amor es complicado, Jennifer. A veces, tenemos que hacer sacrificios por amor. Porque queremos a la otra persona más que a nosotros mismos. Porque queremos lo mejor para ella. Una vez tomada esa decisión... es difícil cambiarla.
Asentí lentamente con la cabeza. No sé por qué, pero se me formó un nudo en la garganta.
—Debería haber aceptado ir ahí —murmuré—. Aunque tuviéramos una relación a distancia por un año y medio. Sé que no pasaría nada. Que los superaríamos.
—Yo también lo creo. Pero Jack no.
—Debería creerlo. Y debería ir.
—No irá, Jennifer —me apretó el hombro antes de ponerse de pie—. Nunca iría ahí estando contigo.
Lo observé marcharse y me quedé en silencio, mirando a los chicos jugando.
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