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Capítulo 20

Era raro ver a Mike sin hacer bromas. Había estado sumido en un extraño silencio toda la mañana. Incluso Jack empezaba a mirarlo con expresión extrañada. Creo que todos pensamos que se le pasaría al día siguiente, pero no cambió de actitud. Solo se quedaba mirando la televisión o su móvil. Supuse que sería por su padre y, cuando me dijo que no quería hablar del tema por tercera vez, decidí no insistir más.

Las clases se me habían hecho eternas —para variar— y había quedado con Naya para comer cuando apareció con Lana.

Mi reacción inicial fue de querer irme corriendo, pero lo pensé mejor y me acordé de que me había prometido a mí misma que me llevaría bien con ella. Aunque fuera por Naya o Jack. Así que me limité a esbozar una pequeña sonrisa y a mostrar cordialidad mientras las tres nos sentábamos en la cafetería de mi facultad.

Siendo sincera, creo nunca había oído a Lana hablando de algo que no fueran chicos con los que se había enrollado o sus decenas de viajes a Europa. Fue raro verla comentando algo de un trabajo de su clase. Realmente, cuando hablaba de eso parecía mucho más lista. Igual eso no tendría que haberme sorprendido tanto. Después de todo, Chris me había comentado varias veces que sacaba buenas notas. De hecho, muy buenas.

—¿Qué tal está tu hermano? —le pregunté a Naya al pensar en Chris—. Hace mucho que no lo veo.

—Como siempre —ella suspiró—. Sigue siendo un pesado con las normas. Pero un pesado entrañable.

—Recuerdo cuando estaba en la residencia —Lana sonrió—. Estuvo a punto de darle un ataque al corazón cuando se enteró de que Ross había escalado a mi habitación y había estado toda la noche...

Se detuvo al acordarse de que estaba ahí. Y, honestamente, creo que fue la primera vez que realmente parecía arrepentida de haberme dicho algo de Jack. Sus mejillas rojas me lo indicaron.

—Es decir... —empezó—. Hace mucho de eso.

—Sé que ha tenido otras novias antes que yo —le aseguré—. No me moriré por escucharlo.

Nos miramos la una a la otra un momento y, tras un instante de tensión, ella siguió con su historia. Casi pareció que no había ningún problema entre nosotras. Pero seguía sin tener mucha confianza en ella. Seguía recordando la fiesta de su residencia y todo lo que me había soltado.

Mi móvil vibró. Ugh. Monty. Estaba empezando a odiar su cara. Colgué sin responder. Ellas dos me estaban mirando.

—¿Monty? —preguntó Naya al ver mi expresión de fastidio.

Asentí con la cabeza.

—¿Ese no era tu novio? —preguntó Lana.

Y, por algún motivo, quise contárselo. Es decir, contarle lo que sabía Naya. Los peores detalles estaban reservados para Jack, que era el único que había visto mi moretón —que ya casi había desaparecido, por cierto. Lana tenía la boca abierta cuando terminé.

—¿Por qué no lo bloqueas? —me sugirió.

—Es capaz de presentarse aquí si ve que no puede llamarme —murmuré—. Es... increíble que todavía siga insistiendo.

—Sí, está claro que ya no te interesa —me dijo Naya.

—Lo sé. Pero se cree que estoy con Jack para ponerle celoso.

—Hombres —Lana puso los ojos en blanco.

Sonreí. Ella me sonrió. 

Qué momento más raro.

Y, gracias a ese breve momento, una idea malvada me vino a la mente. Tenía que aprovechar esa oportunidad. No sabía si volvería a encontrarme en una situación así de ideal con ellas dos. Así que hice algo de lo que... bueno... no me siento muy orgullosa.

¡Pero era por el bien común!

Tu bien no es el bien común, querida.

—¿Puedo preguntar algo? —las miré con inocencia, removiendo mi comida con el tenedor.

—Claro —sonrió Naya.

—¿Sabéis por qué Jack y su padre se llevan tan mal?

A ver, estaba claro que Jack no iba a contármelo. Mike... bueno, no quería hablarle de su padre. Y Will jamás traicionaría a su amigo. En cambio, Naya y Lana parecían objetivos viables.

La verdad es que me esperaba que se miraran entre ellas cuestionando si debían contarme algo, pero las dos tuvieron la misma reacción de encogerse de hombros. ¿Tampoco lo sabían? Bueno, eso no me lo esperaba.

—Creo que ni siquiera Will lo sabe —murmuró Naya.

Abrí los ojos como platos. ¡Ni Will lo sabía! Sí que era malo. Fruncí el ceño.

—Siempre se han llevado mal —dijo Lana—. Incluso en el instituto. A veces... muchas, dormía en casa de Will porque no podía soportar verlo.

—Me ha hablado alguna vez de su fase del instituto —murmuré—. Que estaba un poco más, eh... alterado que ahora.

Ellas dos soltaron bufidos burlones y levanté las cejas.

—¿Qué? —pregunté, sorprendida.

—¿Alterado? —repitió Naya, divertida.

—Bueno... me contó que se metía en algunos problemas, que ligaba bastante...

—Creo que ya he oído el eufemismo del siglo —dijo Lana, divertida.

—Y que lo digas —Naya asintió con la cabeza.

—¿Qué? —pregunté, irritada al ver que se estaban riendo de algo que no sabía.

—Cuando estábamos en el instituto, Ross era... —Naya pensó en la palabra adecuada.

—...un desastre —completó Lana.

—Un verdadero desastre.

—Oh, sí.

—¿En qué sentido? —pregunté, confusa.

—No venía nunca a clase, hablaba mal a los profesores...

Él me había dicho que nunca había tenido problemas con profesores. ¿Me había mentido? Mi expresión decayó un poco mientras Naya seguía enumerando.

—...se metía en peleas, hablaba fatal a todo el mundo... incluso se hizo un tatuaje estando borracho, ¿no?

—El del águila —murmuré.

—Sí, ese —Lana asintió con la cabeza—. Y, oh, sí, empezó a beber. A beber... mucho. Muchísimo. 

—¿Qué es muchísimo?

—Muchísimo es muchísimo —me dijo Naya, y por el tono supe que no era nada bueno—. Pero... ojalá eso hubiera sido todo.

—¿Qué pasó? —empezaba a estar asustada de lo que pudieran decir.

—Lo que le pasa a muchos adolescentes de esa edad con más dinero que sentido común —Naya esbozó una sonrisa triste—, empezó a meterse... drogas.

¿Qué?

¿Jack? ¿Mi Jack? No. Eso era imposible.

—Nada fuerte —me aseguró Lana al ver mi cara—. María, principalmente.

—¿Mike no era el que tenía problemas con drogas? —pregunté, confusa.

—Oh, Mike las tuvo más adelante. De hecho, en esos momentos cuidaba bastante de Ross.

Eso era, definitivamente, imaginarse un universo paralelo. ¿Mike cuidando de Jack? No, eso también era imposible.

—¿Q-qué le pasaba con las drogas? —pregunté, tartamudeando.

—Montaba muchas fiestas —Lana se encogió de hombros—. Empezó a ir con amigos que no eran muy recomendables.

—Le pasó algo en esa época —murmuró Naya, pensativa—. A Ross, digo. Porque fue todo muy repentino. Fue cuestión de semanas. Pasó de ser un chico encantador a ser el típico imbécil de instituto.

—Sí, yo también lo creo —dijo Lana.

—¿Y cuando se fue a vivir con Will? —pregunté—. ¿No se calmó?

—Bueno, un poco —Naya lo consideró—. Dejó las drogas y todo eso. Creo que fue principalmente porque quería ayudar a Mike. Pero, lo demás... no cambió tanto.

—Honestamente, creo que el problema era vivir con su padre —murmuró Lana.

Sí, seguían sin poder estar juntos más de media hora sin querer matarse. En eso tenía razón. Quizá vivir lejos de él le había ayudado.

—Pero... el mayor cambio no ha sido ese —Lana miró a Naya significativamente.

Las dos se giraron hacia mí al momento. Yo parpadeé, confusa.

—¿Qué?

—Cambió bastante cuando te conoció —me dijo Naya.

—¿Cambió?

—Joder si cambió —Lana empezó a reírse.

—Yo no noté nada —murmuré, confusa.

—Porque no lo conocías —Lana puso los ojos en blanco—. Incluso yo lo noté cuando volví. Parecía un chico completamente distinto. Casi me recordaba a lo que había sido antes de... toda la mierda del instituto.

—Sí... —Naya me miró—. ¿No te acuerdas del día que te lo presenté? ¿Cómo le pedí que no te asustara porque quería que siguieras siendo mi compañera de habitación?

Asentí lentamente con la cabeza. No podía creérmelo.

—Bueno, Ross... digamos que él tenía un don para ligar con la chica que quería y deshacerse de ella. Lo dejó de hacer al momento. Te lo juro. Incluso Will estaba sorprendido. De hecho, la primera noche, cuando los dos fuisteis a su habitación... la verdad es que pensé que... bueno...

Recordé cuando Naya entró en la habitación si podía entrar o estábamos haciendo algo inapropiado. Me lo había tomado como una broma al instante. Pero era cierto que ella había parecido tener un poco de prisa por marcharnos.

—No pasó nada —le dije enseguida.

—Lo sé. Eso es lo... sorprendente —intentó hacerme entender.

Tardé unos segundos en pensar en algo que decir.

—¿Por eso Sue se enfadaba tanto cuando íbamos ahí? —pregunté, confusa.

—Oh, sí. Supongo que estaba cansada de ver a tantas chicas distintas paseándose por la casa. Por eso, también, hizo ese comentario el día que Ross cocinó y todos nos quedamos en completo silencio.

Lo recordaba, "como quieres follártela, no hay ningún problema con que se quede". También pensé que el silencio absoluto se hizo al ver mi incomodidad. Pero... quizá era algo más. Lo que Naya me estaba diciendo.

—¿Por qué no sabía todo esto? —pregunté en voz baja.

—Ross no quiere que lo sepas —Naya puso los ojos en blanco—. Creo que no quiere que te asustes y salgas corriendo.

—¿A estas alturas? —casi me reí.

—Sea como sea, lo que está claro es que fue un crush instantáneo —Naya me sonrió ampliamente.

Vi que Lana agachaba un poco la cabeza. Debía sentar mal que le dijeran a la novia actual de tu ex que lo había hecho mejor que tú. No supe qué decirle, pero me sentí un poco mal por ella.

—Dejó de beber, también —dijo Naya, devolviéndome a la realidad—. Creo que no lo he visto bebiendo nada que contuviera alcohol desde entonces. Bueno, las cervezas, pero... ya me entiendes. Nada fuerte de verdad.

—Y ha dejado de fumar —murmuré.

—Sí, Will me lo dijo. ¿Lo ves? Y tú preocupada por el otro idiota.

Señaló mi teléfono. Monty estaba volviendo a llamar. Colgué de nuevo.

—Ross lo hará pedazos si se lo cruza —murmuró Lana, mirándome.

—La vedad es que prefiero que no se crucen nunca. Monty puede llegar a ser un poco... violento.

Las dos volvieron a soltar las risitas de burla.

—Se nota que solo has conocido a Ross en su fase de buen chico —me dijo Naya.

—¿Por qué?

Volvieron a mirarse. Me estaban empezando a poner de los nervios.

—Digamos que Ross sabe arreglárselas bien en una pelea —dijo Lana.

Después de eso, no volvimos a sacar el tema en toda la comida.

El día se me hizo un poco largo porque me encontré a mí misma con más ganas de volver a casa que nunca. Las palabras de las chicas seguían en mi cabeza. Había cambiado. Por mí. O quizá no había sido por mí, pero había intentado mejorar. Y yo se lo había pagado durante meses sin estar segura de si prefería estar con él o con Monty. Me sentía tan estúpida... solo quería ir con él. Quería compensárselo de algún modo.

Cuando abrí la puerta del piso, tenía una pequeña sonrisa tímida en los labios. Hacía mucho que no sonreía tímidamente. Se me hizo raro. Mike parecía un poco más animado en el sillón, charlando con Sue. Naya y Will miraban la televisión acurrucados. Jack estaba solo en el otro sofá. Se giró en cuanto oyó la puerta.

—Mira quién ha vuelto de su larga jornada de trabajo —bromeó.

Dejé el bolso en el suelo y me acerqué a ellos. Jack me dejó lugar en el sofá para que me sentara a su lado, pero me dejé llevar por el momento y me senté en su regazo. Levantó las cejas, sorprendido. Se sorprendió aún más cuando le puse una mano en la mejilla y le di un beso en los labios. 

Casi nunca le mostraba afecto en público. Tenía que cambiar eso, también. Porque sabía que le gustaba. Y a mí no es que me desagradara, precisamente. Simplemente, me daba algo de vergüenza.

Me separé y le di un beso más corto en los labios y en la comisura de estos. Estaba sonriendo, sorprendido.

—¿Me has echado de menos? —preguntó, confuso, pero también me estaba abrazando.

—Algo así —murmuré en voz baja.

Los demás fingían estratégicamente que no nos prestaban atención.

Volví a inclinarme hacia delante y le di otro beso corto en los labios. Él seguía sin entender qué pasaba, pero no fallaba en devolverme cada beso.

—Jen, ¿estás bien?

Asentí con la cabeza, mirándolo y pensado a toda velocidad. Enarcó una ceja, intrigado.

—Ayúdame a buscar el pijama —le dije, poniéndome de pie.

Él pareció confuso. Mike se giró con la misma expresión.

—¿Tiene que ayudarte él a buscar tu pijama? ¿No sabes dónde está?

—Puedo ayudarte, pero sé si seré de mucha ayuda —Jack me miró.

Lo miré con los ojos muy abiertos, extendiendo el brazo para que me agarrara la mano.

Entonces, pareció entenderlo. Pasó de la confusión a la sonrisa perversa en menos de un segundo. Agarró mi mano y se puso de pie —aunque no usó mi ayuda, en realidad. En cuanto estuvimos en la parte del pasillo donde ya no nos podían ver, me agarró de la cintura y me colgó del hombro para ir a su habitación

Casi una hora más tarde, volvimos al salón con los demás, que acababan de pedir algo para cenar. Will nos miró con una sonrisa significativa. 

—¿Has encontrado el pijama, Jenna?

Jack sonrió, divertido, mientras yo me ponía roja. Como si no supieran perfectamente lo que habíamos ido a hacer.

Me di cuenta de que estaba hambrienta cuando tuve la hamburguesa delante. Naya había vuelto a poner su programa de reformas al que, honestamente, ya me había enganchado. Mi hermana me había mandado una foto de mi sobrino Owen durmiendo para preguntarme cómo estaba. Le devolví unos cuantos mensajes diciéndole que estaba bien mientras Jack miraba el programa, atento, con su brazo encima de mis hombros. Me gustaba cuando me pasaba la mano por el brazo distraídamente.

Y... la cara de Monty apareció en mi pantalla.

Le colgué enseguida. Lo que me faltaba. Ese idiota.

Pero volvió a aparecer. Esta vez no fui tan rápida. Noté que su mano dejaba de acariciarme el brazo y suspiré. Me giré hacia él. Tenía el ceño un poco fruncido.

—¿Sigue molestándote? —me preguntó en voz baja.

Agradecí que no lo dijera en voz alta porque no quería que todo el mundo se enterara. Era increíble como respetaba lo que quería, incluso en ocasiones así.

—Un poco —me encogí de hombros—. Nada que no pueda manejar.

—Jen...

—Puedo manejarlo.

—No creo que puedas, la verdad —me dijo suavemente—. Hay gente que, simplemente, no es manejable. Por mucha defensa personal que sepas.

—No sé defensa personal...

—Pues puñetazo en el cuello o patada en la ingle —sonrió—. Ya sabes los fundamentos básicos, enhorabuena.

Por un momento creí que se había olvidado de Monty y sonreí, pero cuando vi que volvía a su expresión inicial supe que no era así.

—¿Qué quiere? —preguntó.

—Lo de siempre, supongo. No he respondido.

—¿Quieres que le diga que pare?

—Jack Ross, matón a domicilio —dejé de sonreír cuando vi que él no se lo tomaba con mucho humor—. Se le pasará. Encontrará a otra chica con la que pasar el tiempo y se olvidará de mí.

Me miró un momento, casi ofendido.

—¿Por qué te crees que eres tan fácil de olvidar?

Parpadeé, sorprendida. Menudo cumplido. No me lo esperaba. Y lo había dicho tan... francamente. No pude evitar ponerme roja y eso fue suficiente como para que volviera a acariciarme el brazo, divertido.

Cuando te pones roja le causas ternura y se distrae. Es un dato a tener en cuenta para el futuro.

—Si te sientes insegura en algún momento —murmuró— prométeme que me avisarás.

—Está bien.

—Necesito que me lo prometas, Jen.

Lo miré.

—Te lo prometo. Te avisaré.

—Bien —pareció calmarse—. Bien. Vale.

***

Esa mañana tenía un examen y había estado ocupada estudiando como una loca, así que no había podido ir a correr. Era raro lo acostumbrada que estaba ahora a ir correr por las mañanas. Me estaba empezando a sentir debilucha. ¡Por un día! Seguro que Spencer estaría orgulloso de mí si se lo dijera.

Jack y Will habían bromeado con que me comprarían un pastelito de chocolate para celebrar que me había ido bien el examen... pero no habían pensado en que podía irme mal. Esperaba no tener que prescindir de ese pastelito. Me senté en la zona del examen y respiré hondo.

Y me salió genial.

Ellos dos estaban fuera de mi edificio cuando salí con cara agria a propósito. Will dio un codazo a Jack, que enseguida adoptó la cara de novio preocupado. Se acercó a mí y me dio un abrazo de oso amoroso.

—¿Quieres que vayamos a amenazar al profesor? —sugirió tan tranquilo como si acabara de insinuar que quería ir a por golosinas.

—No hace falta —sonreí—. Era broma. Me ha ido genial.

—¿Eh?

—Era broma. Pero has pasado la prueba de consolador.

Y, con la estúpida palabra consolador estuvieron molestándome literalmente todo el camino. Especialmente Jack. Acabé tan molesta de que se rieran de mí que amenacé con ir a dormir a la residencia. Dejaron de bromear, pero seguían riéndose disimuladamente. Agh, idiotas.

—Espera —le dije a Jack cuando iba a meterse al garaje—. Voy a comprar cervezas para celebrarlo.

—¿Voy contigo? —preguntó Will.

—Estaré en el supermercado de aquí. Id a aparcar primero.

Bajé del coche felizmente y escuché que ellos se metían en el garaje. Estaba tan distraída centrándome en el supermercado que no me di cuenta de que, justo delante de mi edificio, había un coche que conocía muy bien.

Me di cuenta cuando Monty me agarró del brazo con fuerza, deteniéndome. Me di la vuelta, sorprendida, y me quedé paralizada cuando le vi la cara.

—Sigues viva —me dijo, soltándome de malas maneras—. Qué sorpresa.

Lo miré de arriba a abajo, intentar procesar que eso no era una pesadilla. Había vuelto a presentarse sin avisar. No me lo podía creer.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, incrédula y, aunque odiara admitirlo, un poco asustada.

Miré de reojo la puerta el edificio. Calculaba que a Jack le faltarían dos minutos para subir. Solo tenía que entretenerlo un poco y tendría su ayuda y la de Will para que se fuera.

Por favor, ven ya.

—Venir a ver qué hace mi novia —me clavó un dedo en la clavícula, enfadado—, porque no responde a mis mensajes o a mis llamadas, eso está claro.

—¿Tu novia? —aparté su mano, frunciendo el ceño—. Monty, te estás confundiendo.

—Ya te dije que quería arreglarlo.

—¿Y yo no tengo derecho a opinar? —pregunté, perpleja.

—¡Tú no sabes lo que piensas, Jenny! ¡Eres demasiado cabezota!

Me agarró del brazo con menos fuerza que antes, pero no por ello me irritó menos. La gente estaba empezando a mirarnos de reojo. Tiré de mi brazo con fuerza, enfurruñada.

—¿Qué haces? ¡Suéltame ahora mismo!

—Vas a venir a mi casa y vamos a hacerlo.

—¡A hacerlo! —repetí sin poder creérmelo—. Pero, ¿tú quién te crees que eres?

—Tu novio. Así que déjate de tonterías y sube al puto coche.

—¡No! —solté mi brazo, furiosa—. ¡No es ninguna tontería! ¡Me diste un puñetazo! ¡Un puñetazo! ¿No ves lo mal que está eso?

—Jennifer...

—¡No quiero hablar contigo, no quiero subirme a tu coche y puedes estar seguro de que no quiero acercarme a tu cama nunca más! —respiré hondo cuando me di cuenta de que había levantado la voz—, ¿cómo tengo que decirte que me dejes en paz para que lo hagas?

Me miró unos segundos. Uh, se había enfadado. Muchísimo.

Jack, Will, ¿dónde estáis?

Puñetazo o patada. Cuello e ingle. En caso de emergencia, tenía las dos claves. No volvería a dejar que me golpeara él a mí. O eso quería pensar.

—Sube al coche —dijo en voz baja.

—No —di otro paso hacia el edificio.

Él estaba furioso. Me agarró el brazo de nuevo.

—Sube al coche o te juro que voy a matar a tu nuevo novio.

—¡Que me sueltes de una vez, psicópata!

—Estoy harto de que me trates como una mierda —masculló, abriendo un poco mi puerta—. Se acabó portarte como una...

Di un paso atrás, trastabillando, cuando me soltó el brazo de repente. Jack había aparecido de la nada. Lo agarró del cuello de la camiseta con un puño y lo estampó, literalmente, en la puerta del coche, cerrándola de golpe. Abrí los ojos como platos.

—¿Qué...? —Monty no se lo esperaba. Intentó zafarse, pero los dos nos quedamos igual de sorprendidos cuando Jack volvió a clavarle la espalda en el coche—. Suéltame ahora mismo o...

—Llévatela de aquí —dijo Jack en voz baja.

No entendí nadas hasta que me di cuenta de que hablaba con Will. Él me puso una mano en el hombro suavemente.

—Vamos, Jenna.

—¿Qué? —miré a Monty, que estaba rojo de rabia. Iba a matar a Jack en cuanto pudiera—. ¡No!

—Will —Jack me ignoró completamente.

Y, para mi sorpresa, Will se agachó y, literalmente, me cargó hacia el ascensor sin que yo dejara de retorcerme para que me soltara. Desde ahí no podía ver nada. Y empecé a patalear como un niña. Estaba tan enfadada.

—¡Suéltame, Will!

—Ahora mismo, no quieres estar abajo —me dijo él, sujetándome sin siquiera parpadear.

—¡QUE ME SUELTES!

Y... me ignoró de nuevo.

Sue y Mike nos miraron, sorprendidos, cuando entramos en el piso estando yo todavía su hombro. Me dejó en el suelo y yo di dos pasos atrás, temblando de nervios.

—Te has equivocado de chica —le dijo Sue, divertida.

—Sí, esa es la de mi hermano.

—¡Déjame pasar! —le grité a Will, furiosa, cuando me detuvo al intentar pasar por su lado—. ¡Will!

—Ross quiere que te quedes aquí —me dijo suavemente. Los demás ya no se reían.

—¡Me da igual! ¡Lo has dejado solo con ese maldito loco!

—Jenna, cálmate.

—¡Puede estar haciéndole daño! ¡Y tú y yo estamos aquí en lugar de ahí ayudándolo!

—Créeme —Will esbozó una triste sonrisa—, Ross no necesita nuestra ayuda.

—¡Me da igual, quiero bajar!

—¡No quiere que bajes! —él perdió la paciencia.

—¡Me da igual lo que quiera!

—¡Jenna, no quiere que le veas así! ¡Deja de insistir!

Volví a intentar pasar y me frustré cuando volvió a detenerme. Me quedé sentada en el reposabrazos del sofá, pasándome una mano por el pelo. Pareció que pasaba una eternidad y no aparecía nadie. Me estaba volviendo loca solo de pensar en Monty. Lo había visto enfadado alguna vez con algún que otro chico. Especialmente en el instituto. Recordé uno en especial que intentó ligar conmigo. Y le dejó la nariz amoratada. Solo el imaginarme a Jack con la nariz amoratada por mi culpa hizo que me entraran ganas de llorar.

Entonces, la puerta se abrió y yo me puse de pie de un salto. Todo el mundo se giró hacia Jack, apareció tan tranquilo como si no hubiera pasado nada. Lo revisé de arriba a abajo. Ni un rasguño. No entendía nada.

Will y él intercambiaron una mirada y se lo dijeron todo sin decir nada. Como odiaba que hicieran eso y me dejaran a mí sin información.

Entonces, Jack se giró hacia mí casi con ternura que contrastó bastante mal con mi enfado.

—¿Estás bien? —me preguntó, acercándose.

—¿Yo? —mi voz lo detuvo de golpe—, ¿se puede saber qué te pasa?

Parecía sorprendido. Levantó las cejas, observándome. Estaba tan enfadada...

—Jen... —empezó, aunque parecía que no sabía qué decirme.

—¡No tienes ni idea de lo loco que se vuelve cuando se enfada, Jack!

—Estoy bien —frunció el ceño.

—¡No vuelvas a quedarte solo con él! ¡Me da igual lo bueno que seas peleándote o lo que sea!

—Jen, escúchame...

—¡No! ¡Escucha tú! ¡No me vuelvas a hacer esto! ¡No vuelvas a dejarme al margen mientras tú te vas solo a hacer algo así! ¡Nunca! ¿Me oyes?

Se quedó callado. Creo que nunca lo había visto sin palabras hasta ese punto. Me temblaban los puños. Dio un paso hacia mí, cauteloso, pero cerró la distancia cuando vio que no me apartaba.

—Tranquila, estoy perfectamente —dijo en voz baja.

Respiré hondo. Estaba a punto de llorar. Lo revisé de arriba a abajo. Realmente, parecía estar bien. Ni un rasguño... excepto por la mano. Se me secó la boca cuando vi que tenía los nudillos rojos. Giró la mano en un rápido movimiento para agarrar la mía.

—Puedes olvidarte de ese idiota —me dijo.

—¿Qué has hecho? —volví a girarle la mano.

Nunca me había fijado en ello, pero vi que, bajo lo rojo que los tenía ahora, había pequeñas marcas de rasguños y golpes anteriores. Y no eran precisamente recientes. Era cicatrices de hacía ya unos años.

—Nada que ahora sea importante —me aseguró, llevando su mano a mi nuca para que no pudiera verla—. Siento no haber llegado antes.

Su tono de voz hizo que mi enfado se disolviera al instante. Una parte de mí odiaba que hiciera que mis enfados no duraran ni cinco minutos, pero la otra lo adoraba. Así suspiré y me olvidé del mal rato que había pasado.

—Estaba a punto de darle un puñetazo en la nariz y una patada en la ingle —murmuré, mirándolo.

Él sonrió, divertido.

—Entonces, menos mal que he llegado antes de que lo noquearas.

Estaba a punto de decir algo, pero Sue se aclaró la garganta ruidosamente. Ella y Mike parecían igual de confusos.

—No es por interrumpir, pero, ¿alguien podría decirnos qué demonios está pasando?

Will, Jack y yo intercambiamos una mirada que lo dijo todo sin decir nada. 

—Genial —Sue suspiró—. Déjalo. Prefiero no saberlo.

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