Capítulo 17
No sé cuántas veces lo había besado, pero no parecía suficiente.
Hacía ya cinco minutos que estábamos en la puerta de embarque. Vivian estaba a unos metros, fingiendo que miraba su móvil cuando me daba la sensación de que tenía toda su atención en nosotros. Joey estaba con los demás. Yo tenía las manos en las mejillas de Jack y él me había rodeado con los brazos justo debajo del culo, levantándome para dejar nuestras caras a la misma altura. Solo quería seguir besuqueándolo y que no se fuera —qué cursi me estaba volviendo, por cierto—. Pero, a la vez, me hacía ilusión que fuera a todos esos festivales a pasárselo bien.
Qué contradictoria eres, chica.
—Más te vale cuidarte de los fans locos —murmuré, mirándolo.
—Más te vale cuidarte de los Charlies locos...
—Es gay —puse los ojos en blanco—. Debería estar yo más preocupada que tú. Y se llama Curtis, pesado.
—Bueno —ladeó la cabeza, apretujándome un poco más—, ¿me vas a echar de menos?
—No.
Puso una mueca, pero después sonrió.
—Vamos a pretender que eso es verdad porque no quiero seguir notando los ojos de Joey agujereándome la nuca mucho más tiempo.
—Es que llegaréis tarde.
—Pues que se esperen.
—¡Ross, ya es hora! —gritó ella, como si quisiera confirmarlo.
Jack sonrió y volvió a besarme cuando intenté separarme.
—Sabes que tienes que aguantar un vuelo de doce horas con ella, ¿no? —enarqué una ceja.
—Tengo que aguantar mucho más sin hacer esto. Que se jodan y esperen.
Se inclinó hacia delante y me plantó un beso que me dejó mareada. Me dejó en el suelo sin separarse y luego subió las manos a mi cara, sujetándomela. Joey seguía llamándolo, impaciente, pero él no despegó la mirada de mí.
—Llámame si pasa cualquier cosa —murmuró, acariciándome las mejillas con los pulgares—. O si quieres hablar conmigo. O lo que sea.
—Lo haré —dije por enésima vez—. Como te he dicho las otras diez veces que me lo has recordado.
—Y no te metas en líos.
—Vale, papá.
Lo miré un momento. Hizo un ademán de separarse, pero se detuvo cuando vio que estaba dudando y frunció un poco el ceño.
—¿Qué? —preguntó.
—Te echaré de menos.
Él sonrió un poco.
—Sobrevivirás un mes sin mí. Obligaré a Will a cuidarte.
—Sé cuidarme sin ti, creído —le puse mala cara.
—No demasiado bien, agresora de coches policiales.
—¡Yo no...! ¡No es...! ¡He sobrevivido diecisiete años sin ti!
—Y sigo preguntándome cómo.
Puse los ojos en blanco, pero él no borró su sonrisa divertida.
—Te llamaré cada día. Y tendremos largas e interesantes conversaciones sobre la ropa interior que lleves puesta. Hasta que te haga quitártela.
—¡Jack!
—Uno tiene derecho a fantasear —protestó.
Se mordió un momento en interior de la mejilla. La sonrisa desapareció un poco.
—Te quiero, Mushu.
—Y yo a ti, tonto.
Sonrió y me besó por última vez. Joey pareció aliviada cuando empezó a andar hacia atrás, despidiéndose de los demás con la mano. Entonces, me dedicó una última mirada por encima del hombro y desapareció en las puertas de embarque. Suspiré cuando Will me puso una mano en el hombro.
—Bueno... —me miró—, ¿quieres que hagamos una tarta de chocolate para subir los ánimos?
—Tú sí que sabes cómo animarme —le sonreí ampliamente.
—¡Cocino yo! —dijo Naya enseguida.
—Tú sí que sabes cómo hacer el chocolate sonar desagradable —murmuró Sue.
Me pasé la tarde con Will y Naya, que parecían muy dispuestos a no dejar que me sintiera sola. No tardé en descubrir que Jack les había pedido expresamente que se aseguraran de que no me sentía mal sin él. Por la noche, fui con Sue al supermercado y nos hicimos pasta a la carbonara. Me hinché a ella mientras veía distraídamente una película mala de Naya, aunque mi atención estaba en el lugar vacío de mi lado.
Qué dramática eres. Solo han pasado unas horas.
Le había mandado algunos mensajes, pero él seguía en el avión, así que no podría verlos hasta dentro de unas horas. Además, estaba la diferencia horaria. La única opción que teníamos era que él me llamara a las cuatro de la mañana, que eran las diez de la noche en la zona en que estaba yo. Había intentado disuadirlo para que no lo hiciera, pero era un cabezota.
Pues como tú.
Mi conciencia estaba muy pesada, ¿no?
Si no te gusta, búscate otra. Ah, no, que no tienes más.
Genial, me estaba volviendo loca. Lo que me faltaba.
Sin embargo, Jack no pudo llamarme ese día, así que hablamos por mensajes hasta que lo obligué a irse a dormir. Al día siguiente, me iba a casa de papá y mamá con Spencer.
Me despedí de todos y arrastré a Spencer del cuello de la camiseta hacia el ascensor cuando se quedó mirando a Sue más de la cuenta.
En realidad, viajar con él era bastante divertido. De pequeños, mis hermanos y yo solíamos jugar a inventarnos las historias de la gente que veíamos a nuestro alrededor. Y él siempre tenía las mejores historias. Yo, por opinión unánime, tenía siempre las peores.
Creo que no había sido consciente de que no había visto a mi familia en meses hasta que abrí la puerta principal y Biscuit, mi perro, vino corriendo y llorando hacia mí. Me quedé de rodillas en el suelo y le acaricié la cabeza mientras movía la cosa y me lamía las manos. Al levantar la cabeza, vi a mamá mirándome y me acerqué a ella, dejando que Biscuit acosara a Spencer.
—¡Bienvenida a casa, cielo! —exclamó ella, estrujándome en un abrazo.
Se separó de mí sujetándome por los hombros y miró detrás de mí con el ceño fruncido.
—¿Pasa... algo? —pregunté, confusa.
—¿Dónde está Jack?
—Sí, hola, mamá —replicó Spencer—. Yo también me alegro de verte.
—Está de viaje por la película —le expliqué—. Está en unos festivales o no sé qué.
—Oh, lástima —suspiró y me miró—. Bueno, también me alegro de que estés aquí, ¿eh?
—Se te nota —le puse mala cara.
Papá estaba en la cocina y me saludó con su habitual frialdad de persona que odia el contacto humano. También me preguntó por Jack, claro. El maldito era más querido en mi familia que yo.
Mis hermanos Sonny y Steve no aparecieron por casa hasta que se hizo de noche. Ambos entraron en el salón charlando y adiviné que mamá no les había dicho que yo iba a venir, porque se detuvieron en seco cuando me vieron tumbada en su sofá.
—Oh, no —dijo Sonny.
—¿Ya la ha dejado su novio rico y ha vuelto aquí? —preguntó Steve.
—Bueno, ha aguantado mucho.
—Sí, pobrecito.
—Se merece una medalla al honor.
—Al honor en batalla.
—Os estoy oyendo —protesté—. Y sigo teniendo a mi novio rico, gracias.
—Ah, bueno —Steve pareció más contento, sentándose a mi lado—. Genial. Oye, ya podrías pedirle que le comprara a sus cuñados un establecimiento para ampliar nuestro taller.
—O coches de lujo —sugirió Sonny, sentándose a mi otro lado.
—Yo quiero uno de esos convertibles rojos que brillan tanto.
—¿Convertible? Yo prefiero un Jeep.
—Chicos —levanté la cabeza y vi a Shanon ahí de pie con los brazos en jarras—. Su novio no es Papá Noel, relajaos un poco.
—Bueno, pero es su novio —remarcó Sonny.
—Y si la aguanta, es que no es muy listo.
—Exacto. Podríamos sacarle algo.
Puse los ojos en blanco y me levanté para abrazar a Shanon. Estaba feo decirlo, pero ella siempre era la persona que más echaba de menos. Además, me daba la sensación de que cada vez hablábamos menos y no me gustaba esa sensación.
—Ni caso a los idiotas —me recomendó al separarse—. ¿Qué tal estás?
—Como siempre —me encogí de hombros—. ¿Dónde está Owen?
—Según él, ha ido a repasar cálculo para el próximo curso en casa de nuestro vecino —ella puso los ojos en blanco—. Según yo, ha ido al parque que hay aquí al lado con su nueva noviecita.
—¿Novia? P-pero... ¿cuántos años tiene?
—Jenny, a esa edad solo se dan la mano —me dijo Sonny.
—Ella no lo sabe porque no la miraban —remarcó Steve.
Harta de ellos, agarré un cojín y se lo lancé a la cabeza. No sé cómo, pero terminamos inmersos en una guerra de empujones, golpes con cojines y risas. Incluso Biscuit se metió de por medio para intentar atacar a alguien, aunque terminó sentándose en el sofá y mirándonos con aburrimiento. Realmente, los había echado de menos a todos.
Pero tuvimos que parar cuando papá entró y nos preguntó si éramos tontos. Sí, era muy sutil.
Cenamos todos en el comedor y yo subí a mi habitación a ponerme el pijama, pero cuál fue mi sorpresa cuando abrí y no me encontré NADA mío. Entreabrí los labios, sorprendida.
—Pero, ¿qué...?
—¡Eh, ahora esa es nuestra habitación de juegos! —protestó Steve, apareciendo con Sonny por el pasillo.
—¿Vuestra...? ¡Es mi habitación!
—Renunciaste a tu derecho a ella cuando decidiste irte a vivir a otro lado.
—¡No he renunciado a nada!
—Tranquilízate, loca, tus cosas están arriba.
—¡¿Mis cosas están en el desván?!
Al final, terminé de brazos cruzados en el sofá, mirando el techo. Biscuit estaba tumbado a mis pies y roncaba sonoramente. Al menos, estábamos solos. Miré el móvil por enésima vez y suspiré al ver que no tenía ninguna llamada entrante. Bueno, no eran las diez. Tenía que calmarme. Me puse a repiquetear los dedos en mi estómago, impaciente.
Faltaban cinco minutos para las diez cuando salté sobre mi móvil, que empezó a sonar. Me lo llevé a la oreja al instante.
—Ya estoy odiando esto —murmuró él a modo de saludo.
—Yo también me alegro de hablar contigo —empecé a reírme—. ¿No te gusta el festival?
—Oh, el festival está bien, supongo —casi pude ver que se encogía de hombros—. Lo que odio es tener que hablar contigo por teléfono.
—Solo ha pasado un día, Jack.
—Lo sé.
—¿Y qué harás cuando nos veamos después de un mes de estar separados?
—Hacer que no puedas andar en una semana.
—¡JACK! —me puse roja como un tomate.
Él soltó una risa suave al otro lado de la línea.
—Dime que te has puesto roja, por favor.
—No —mentí.
—Puedo pillarte incluso a través del móvil. Me encanta.
Para desviar un poco el tema, le pedí que me explicara todo lo que había hecho. Me habló de la llegada, de los fans y del hotel caro en el que estaba alojado. Ah, y de que Joey estaba tan estresada como de costumbre. Me gustaba oírlo hablar y hablar. Era extraño, pero verdad.
—¿Y tú qué? —preguntó—. ¿Disfrutando la casa de tus padres?
—Pues no. Tengo que dormir en el sofá —protesté.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Porque los idiotas de mis hermanos se han adueñado de mis cosas!
—Oh, pobrecita —se burló.
—¡Tengo todas mis pertenencias en un maldito desván! Pero, ¿en qué momento he perdido el derecho en esta casa?
—En el momento en que viviste a vivir a la mía.
—Te recuerdo que ya no es tuya porque eres tan asquerosamente rico que se lo regalaste a tu mejor amigo.
Él empezó a reírse.
—Sabes que Will y Naya nunca nos echarían.
—Claro que no, pero no quiero pasarme el resto de mi vida viviendo en casa de otra persona.
—Muy bien, hazte rica y cómprate tu propia casa.
—Vale. Mañana empiezo. Ya te contaré cómo me va.
Él se rio, pero cuando terminó hubo un momento de silencio.
—Tengo que colgar —me dijo, y realmente parecía sentirlo—. Mañana volveré a llamarte a la misma hora.
—Está bien —murmuré como si me estuviera diciendo que lo vería en diez años.
—No te vayas a dormir a las tantas de la noche.
—¡Ya tengo padre, Jack!
—Y también tienes un novio genial. A ver si le haces caso de vez en cuando.
Puse los ojos en blanco y me miré las manos.
—Duerme bien —murmuré.
—Dormiría mejor si estuvieras conmigo.
—Lástima que estemos en continentes distintos, entonces —bromeé.
Hubo un momento de silencio.
—¿Qué? —pregunté.
—Yo... —dudó un momento—. Jen, alguna vez... este no será el único viaje que haga. Espero que sea el más largo, claro, pero... me gustaría que vinieras conmigo alguna vez.
Hice una pausa y sonreí al techo.
—¿En serio quieres que vaya de viaje contigo?
—Quiero que estés siempre conmigo. Aunque sea en otro continente.
—Alguien se ha levantado romántico —bromeé, pero me había dado un vuelco el estómago.
—No romántico. Irritado porque tengo que dormir solo . ¿Eso es un sí?
—Sabes que sí.
—Voy a usar eso en tu contra en el futuro, espero que lo sepas —me aseguró—. Ahora... pf... tengo que colgar.
—Buenas noches, Jack.
—Te quiero.
—Yo también te quiero.
Hubo un momento de silencio antes de que los dos colgáramos a la vez. Me puse el móvil en el corazón y miré al techo un momento. Ladeé la cabeza cuando escuché el ruido de una lata abriéndose en el porche trasero. Me levanté y dejé a Biscuit durmiendo en el sofá cuando fui con mi hermana a sentarme en el porche de atrás.
—¿Qué tal está Romeo? —preguntó ella cuando me senté con la otra cerveza que había sacado en la mano.
—Muy bien.
—¿Lo echas de menos?
—¿Tú qué crees?
Sonrío de lado y le dio un sorbo a la cerveza, balanceando las piernas al borde del porche. Yo crucé las mías y le di un sorbo a la cerveza. Sabía rara. Era sin alcohol. Suspiré y seguí bebiendo.
—¿Puedo preguntarte algo? —la miré de reojo.
—Mientras no sea algo sexual...
—No es sexual —puse los ojos en blanco—. Tú... bueno, nunca me has hablado del padre de Owen.
Shanon se detuvo y me miró de reojo, confusa. No se esperaba esa pregunta. Bueno, ni siquiera yo sabía muy bien por qué la había sacado.
—¿A qué viene eso ahora?
—No lo sé. Pero es verdad, no lo has hecho. Apenas lo recuerdo.
—Eso fue hace casi diez años, Jenny, eras pequeña como para enterarte de lo que pasaba.
—Por eso te pregunto.
Ella suspiró y miró su cerveza.
—Vamos, sabes la historia —me dijo—. Sabes quién era. No hay nadie en este maldito pueblo que no lo sepa.
—Sé que era un profesor sustituto de tu instituto —murmuré—. Pero poco más.
—No hay mucho más que saber. Me gustaba. Me gustaba mucho. Y yo a él, por lo visto. Así que lo hicimos, me quedé embarazada, lo despidieron y se fue corriendo.
—¿No has vuelto a hablar con él?
—¿Con alguien que nunca ha intentado ponerse en contacto con su hijo? Por supuesto que no.
Agaché la cabeza un momento, pensativa. Iba a decir algo, pero ella se me adelantó.
—Sentimentalmente, nunca me afectó demasiado —se encogió de hombros—. Una parte de mí sabía que no era esa persona, ¿sabes?
—¿Esa persona? —repetí, confusa.
—Ya sabes, la persona con la que quieres vivir tu vida y todas esas chorradas románticas.
Apreté un poco los labios, pensativa.
—¿Y cómo sabes si la persona es esa persona? —pregunté.
Shanon me miró de reojo, curiosa.
—¿Hay algo que no me estés contando?
—Técnicamente... bueno... no lo sé.
—Dímelo, anda.
Suspiré y me miré las uñas.
—No lo sé. Es que... Naya y Will tienen una casa y dentro de poco tendrán un hijo. Nel y Monty también se han ido a vivir juntos. Tú vives con tu hijo... no sé. Me da la sensación de que todo el mundo tiene su vida hecha menos yo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, mirándome.
—Ni siquiera sé qué quiero en la vida —murmuré, mirándola también—. He terminado un año de carrera, sí, pero no me gusta. Sé que no quiero dedicarme a esto, pero no se me da nada bien. Nada. Lo único que puedo hacer es continuarla y esperar a tener un trabajo que no me guste por el resto de mi vida sin rumbo.
—Whoa, no seas tan dramática.
—Es verdad —protesté—. ¿Qué se me da bien?
—Atletismo. Pintura. No te menosprecies tanto.
—Sí, y seguro que puedo dedicarme a alguna de esas cosas para vivir... —murmuré.
—¿Por qué no ibas a poder?
—Vamos, Shanon, esto es la vida real. Solo consiguen trabajar en lo que realmente quieren unos pocos suertudos.
—¿Y por qué tú no puedes ser una de las suertudas?
—Porque no. Simplemente, sé que no me pasaría a mí.
—Chica, si todo el mundo pensara como tú, nos iríamos a la mierda.
Sonreí un poco, pero seguía cabizbaja. Shanon suspiró.
—¿Seguro que todo lo que te preocupa es eso?
—No, no es solo eso —admití.
—¿Y qué es?
Me mordí el labio inferior, dudando en lo que iba a decir.
—Yo... no puedo evitar ver la vida que lleva ahora Jack y, bueno...
—¿No te gusta?
—Sí, sí me gusta. No es eso.
—¿Y qué es? —se impacientó al ver que no seguía.
—Yo... me da miedo que algún día se dé cuenta de que soy poca cosa para él.
Hubo un momento de silencio. Entonces, Shanon suspiró y dejó la cerveza a un lado para arrastrarse hasta quedar pegada a mí. Me pasó un brazo por los hombros.
—Eso no va a pasar porque tú no eres poca cosa, Jenny. Ni para él, ni para nadie.
—Eso lo dices porque eres mi hermana. Estás obligada a hacerlo.
—Venga ya, puedo ser tu hermana, pero sabes que no te lo diría si pensara lo contrario. Ese chico babea por ti, Jenny.
—No sé...
—Créeme, está enamorado —recalcó.
Iba a decir algo, pero me detuve en seco y levanté la cabeza, mirándola.
—¿Por qué lo dices tan convencida?
Vi que entreabría los labios y los volvía a cerrar. Mhm...
—¿Yo? No lo digo tan convencida. Es una observación.
—¿Me estás ocultando algo, Shanon?
—Anda, ¿eso es mi móvil?
—No está sonando nad...
—¡Buenas noches, Jenny!
Se puso de pie y se marchó rápidamente bajo mi atenta mirada escrutadora.
***
Pasé una semana con ellos y se me hizo un poco raro tener que despedirme para ir a una casa donde... bueno, donde no estaba Jack. Sería raro no verlo esperándome en el aeropuerto.
Pero quien sí estaba ahí eran Sue, Mike, Naya y Will. Naya me soltó su correspondiente grito de alegría antes de venir —esta vez andando en lugar de corriendo por culpa del embarazo— directa hacia mí y estrujarme con los brazos.
—¡Tía Jenna ha vuelto! —le dijo a su tripa—. Creo que te ha echado de menos.
—¿Te lo ha dicho? —preguntó Sue, mirándola de reojo.
—Tengo instinto maternal, ¿vale? —Naya volvió a sonreír ampliamente a su barriga—. Ella me entiende. Yo lo sé.
Mike puso mala cara al estar ya en el coche, en el que me había tocado sentarme entre él y Sue. Se inclinó hacia mí para hablar en voz baja.
—Me da mal rollo cuando habla sola.
Pero no sirvió de mucho hablarme en voz baja, porque Naya se giró y le puso mala cara.
—¡No hablo sola, hablo con mi hija!
—Nuestra hija —le recordó Will, poniendo los ojos en blanco.
—Nuestra hija —corrigió Naya mansamente.
—¿Ya habéis pensado algún nombre? —pregunté, curiosa.
—Estamos... eh... barajando posibilidades —replicó Will.
—Es decir, que no se ponen de acuerdo —aclaró Sue—. Son muy pesados.
—¿Cuáles son las opciones? —pregunté.
Naya pareció demasiado entusiasmada por decirme los suyos.
—De mi parte son Gabriela, Michelle o Kim.
Hubo un momento de silencio.
—¿Michelle? ¿En serio? —mascullé.
—¡No es porque tú te llames así, es por el... por el por qué!
—No sé si quiero saber el por qué —murmuró Mike.
—¡Si es evidente! ¡Gabriela es por la de High School Musical!
Otro momento de silencio. Solo que esta vez todo el mundo la juzgaba con la mirada.
—Michelle por la canción de los Beatles —siguió con una amplia sonrisa—. Así podemos cantársela. Sabéis cuál es, ¿no? Michelle, ma belle, these are words...
—Sabemos cual es —la cortó Sue con mala cara—. Deja de cantar, por favor.
—Bueno. Y Kim es por...
—Dime que no es por Kim Kardashian —Sue cerró los ojos.
—...Kim Kardashian.
—Naya, estoy intentando no juzgarte —murmuré.
—¡Si son nombres preciosos!
—Bueno —miré a Will—, ¿y cuáles te gustan a ti?
Él lo pensó un momento.
—A mí me gusta Jane.
Silencio.
—¿Y la explicación...? —pregunté.
—No la hay. Solo me gusta ese nombre.
—Por eso me caes bien y tu novia no —le dijo Sue.
—Tía Sue no decía eso de verdad —le aseguró Naya a su tripa.
—Como le responda, bajo del coche en marcha —me susurró Mike.
Sonreí y sacudí la cabeza.
—A mí también me gusta Jane —le dije a Will.
Él me sonrió un momento, pero Naya se dedicó a ponerme mala cara.
—¡Jane es muy soso!
Y, así, se pasaron el resto del camino parloteando sobre nombres de niña.
***
Ya habían pasado dos días cuando empezaron a salir portadas de revistas y periódicos con la cara de Jack y la de Vivian, insinuado que habían ido de viaje solos. Sin embargo, en todas las fotos se veía a Joey entre ambos. Además, él había negado todos los rumores en todas las entrevistas que había dado y había dicho que seguía estando conmigo. El mayor consuelo que tenía era que no sabían quién era.
No me molestó unos días más tarde. Faltaba más o menos una semana para que Jack volviera cuando me quité los auriculares y miré lo que había pintado. Había seguido el consejo de intentar no imitar la realidad y no estaba segura de si eso era un buen resultado o no. De todos modos, me puse de pie y estiré las piernas. Había estado dos horas sentada en el balcón. Volví a entrar en la habitación y miré mi móvil.
Whoa, tenía un montón de mensajes de todo el mundo. Fruncí un poco el ceño e intenté leerlos, pero al instante en que hice un ademán de abrir uno, la puerta se abrió de golpe. Di un respingo cuando Sue, Mike y Naya entraron con sonrisas malévolas. Bueno, las sonrisas eran solo de los dos primeros. Naya solo tenía los ojos desorbitados.
—¡Mira esto! —me dijo con urgencia, casi restregándome una revista por la cara.
Mi corazón se encogió al instante. Iba a ser algo de Jack. E iba a matarlo si era lo que no quería que fuera.
Miré la revista y estaba preparada para ir a por el móvil —para decirle de todo menos cumplidos, básicamente—, cuando me detuve en seco.
Porque era una foto mía saliendo del aeropuerto. Abrí los ojos como platos cuando vi el titular: la misteriosa novia de Jack Ross.
—No me lo creo —mascullé.
—¡Ahora eres misteriosa! —Mike y Sue se reían a carcajadas.
—¡No me lo creo! —estuve a punto de soltar una palabrota, pero me limité a sentarme en la cama y mirar el artículo al completo.
Y hablaban de mí, de que era universitaria, de que vivía con él, de que teníamos amigos en común, de mi edad... ¡incluso sabían dónde había nacido! ¡¿Cómo demonios sabían eso?!
—¡Yo... ni siquiera me di cuenta de que hacían la foto!
—Pues no sales mal —dijo Naya, encogiéndose de hombros.
—¿Qué se siente al haber cruzado el umbral del famoseo por la puerta grande? —se burló Sue.
Agarré una almohada y se la estampé en la cara. Cuando Mike se rio, hice exactamente lo mismo. Idiotas.
¿A que no adivináis quién también se empezó a reír de mí cuando se lo conté esa noche por teléfono?
Pues sí, el otro idiota.
—¡No tiene gracia, Jack! —protesté—. ¡No sabía ni que esos fotógrafos estaban ahí!
—Ese es su trabajo —dijo, todavía divertido.
—¡Y, por su fuera poco, llevaba puestos mis peores pantalones!
—¿Tus peores pantalones? ¿En serio?
—¡Tengo el culo más plano que una mesa cuando los llevo!
—Jen, créeme, tu culo sería perfecto aunque llevaras puesto un saco de patatas.
—Y eso que es de dimensiones insuficientes —mascullé.
—Pienso colgar esa foto en nuestra habitación —me advirtió—. Espero que lo vayas asumiendo.
—¡No...! ¡Es una foto horrible!
—Sales preciosa.
—¡No es verdad!
—Es preciosa. Y es mía. Y la voy a colgar.
—Pues yo la voy a descolgar.
—Como la descuelgues, cuelgo diez más. Y por toda la casa. Tú decides.
Iba a descolgarla igual, pero eso no se lo dije.
Al día siguiente, era casi hora de cenar cuando me encontré a Mike sentado en el sofá con gesto aburrido, cambiando de canal.
—Cuñada —me saludó distraídamente.
—Hola, Mike —me senté a su lado, suspirando—. ¿Qué haces?
—Hasta ahora, mirar una foto de tu cara —sonrió maliciosamente, señalando la revista que había en la mesa.
No podía deshacerme de ella porque Jack me había amenazado de muerte. Puse una mueca.
—Por favor, ni me hables de eso. Es horrible.
—No es para tanto —se encogió de hombros, desistiendo y dejando un programa de tatuajes feos—. ¿Por qué no ponen nada bueno? Solo hay programas de cotilleo.
—Si Jack estuviera aquí, encontraría una película buena de la nada —murmuré.
Mike me miró de reojo, pero no dijo nada.
—¿Qué? —pregunté, confusa.
—Nada —sacudió la cabeza.
Apreté un poco los labios, intrigada. Le puse una mano en el hombro.
—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿no?
Él asintió con la cabeza sin mirarme y decidí volver a centrarme en la televisión con los brazos cruzados. Estaba repasando mentalmente las formas de deshacerme de una revista sin dejar pruebas cuando él se volvió a girar hacia mí.
—¿Puedo... contarte algo?
—Sí, claro —le aseguré.
—Vale —suspiró—. Verás, hace un tiempo que... mhm... bueno...
Se detuvo y yo enarqué una ceja, aún más intrigada. Mi instinto me dijo que iba a contarme muy jugoso.
—¿Qué? —le insté a seguir.
Él me miró de reojo y pareció pensar una forma de decirlo. Al final, sacudió la cabeza, como si se hubiera rendido.
Y, antes de poder reaccionar, me agarró de la nuca y se inclinó hacia delante. Me quedé con los ojos abiertos de par en par cuando noté sus labios sobre los míos.
Apenas había pasado un segundo cuando me eché hacia atrás precipitadamente por el susto y me caí de culo al suelo. Él me frunció el ceño cuando me quedé mirándolo con la boca abierta, completamente.
Mike no acababa de besarme, ¿verdad?
Estoy flipando.
¡Y yo también!
—¿Q-qué...? —ni siquiera sabía qué decir.
Él suspiró y negó con la cabeza.
—Pensé que ya lo sabías.
—Yo... ¿saber qué? ¿Qué...?
Mike no dijo nada. Yo seguía sentada en el suelo como una idiota. Fruncí un poco el ceño.
—¿Esto... esto era lo que querías contarme?
—¿Y qué te esperabas?
—¡No lo sé, algo de tu ex! ¡O un cotilleo jugoso!
—¿Eso es lo que tienes que decir? —preguntó, un poco decepcionado.
Entonces, por fin reaccioné. ¡Mike, el hermano de mi novio, acababa de besarme! ¡¿Qué demonios le pasaba?!
—Pero ¿qué quieres que te diga? —pregunté, perpleja—. ¡Estoy saliendo con tu hermano!
—Pero él no está aquí, ¿no?
Me quedé en silencio un momento y él apretó los labios, apartando la mirada.
—No me puedo creer que quieras hacerle esto otra vez, Mike —murmuré.
—¿Hacerle qué? No le he hecho nada a él directamente.
—¡Te has acostado con dos de sus novias!
—¡Lana ni siquiera salía con él cuando lo hicimos!
—¡Habían pasado días, Mike! ¡Y aunque no hubiera sido así, era la novia de tu hermano! ¿No entiendes lo que está mal?
—Oh, sí, Jack el perfecto —me puso mala cara—. Siempre soy yo el que lo hace todo mal, ¿no?
—¡Él nunca te haría esto... esto que acabas de hacerle tú a él!
—¿El qué? ¿Dar un beso? Tampoco es para tanto.
—¡Sí es para tanto!
—Entonces, ¿no te gusto?
Tardé unos segundos en poder contestar. Estaba demasiado descolocada por todo lo que estaba sucediendo. Y, aún así, no podía rechazarlo directamente.
—Yo... Mike, no es... no es que no me gustes...
—Ya, claro.
—Es que yo... tú no...
—¿Yo, qué?
—Eres un buen chico —le dije—. Te tengo muchísimo cariño. Me encanta que seas, de alguna forma extraña, familia mía, pero...
—Pero, ¿qué?
—Pero... amo a tu hermano. Lo amo demasiado, Mike. Lo siento.
Él me observó unos segundos. Pareció dolido cuando se giró hacia delante. Tenía la mandíbula apretada. Incluso en ese gesto se parecía a Jack.
—Ya veo —murmuró.
—¿Por qué has vuelto a hacer eso? —fruncí el ceño—. Te ha ayudado siempre que ha podido, Mike. Siempre. Incluso te deja quedarte en su casa y te paga todo lo que necesitas.
—Jack el perfecto —murmuró.
—¡No estoy diciendo que sea perfecto!
—No, solo dices que intento aprovecharme de él.
—¡Yo no...! —me detuve—. ¿Por qué sigues intentando joderlo? Yo... creí que tú... bueno...
—Esto no es por joderlo —me miró con los labios apretados.
—¿Y por qué es?
Negó con la cabeza.
—No lo entiendes, ¿verdad?
—¿El qué?
—Me gustas. Mucho.
Negué con la cabeza al instante en que lo dijo, negándome a creerlo.
—No, no te gusto.
—Sí me gustas.
—No te gusto, Mike, estoy saliendo con tu hermano.
—¿Y qué?
—¡Que no... no puedo gustarte!
—Sí puedes. Ese es el problema.
Justo en ese momento de tensión, Naya y Will entraron en el piso. No se dieron cuenta de la situación hasta que vieron que yo estaba sentada en el suelo con cara de espanto y Mike parecía irritado.
Will clavó los ojos en él.
—Dime que no has hecho ninguna tontería, por favor —le dijo en voz baja.
—No ha pasado nada —le aseguré enseguida. Cuanta menos gente lo supiera, mejor—. Solo estábamos...
—He intentado besarla y me ha rechazado —me cortó Mike.
Silencio. Naya abrió los ojos de par en par y se giró hacia Will, como si esperara que él hiciera algo. Will suspiró un momento antes de mirar a Mike.
—Por Dios, Mike, si Ross se entera de esto...
—¿Y qué haría si se enterara? —preguntó Mike—. Tampoco me hizo nada cuando pasó lo de las otras dos.
—No es lo mismo —le dijo Will con demasiada calma—. Y lo sabes perfectamente.
Mike se encogió de hombros. Me quedé mirándolo fijamente, sin poder entenderlo. No me podía creer que estuviera haciendo eso. Creía que lo conocía... pero no.
—Él no se merece que le hagas esto —le dije en voz baja, enfadada.
—Tampoco se merecía que lo abandonaras y lo hiciste, ¿no?
—¡Mike! —intervino Naya enseguida.
Él sacudió la cabeza y dejó el mando a distancia a un lado, poniéndose de pie.
—Decídselo si queréis. No me importa.
—Pues a mí sí me importa —le dijo Will—. No pienso arruinarle la felicidad por tu culpa.
Mike lo miró un momento antes de darse la vuelta y marcharse, dejándonos a los tres en completo silencio.
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