Capítulo 14
Este capítulo me había quedado muy cortito, así que lo he subido antes de lo previsto ;)
(Aprovecho para avisar a quien todavía no lo sepa de que en la sinopsis del primer libro está un trailer de la primera parte hecho por una fan)
—Ya me estoy arrepintiendo de esto.
Miré a Jack con mala cara cuando se detuvo en un descampado.
—¿Y si ahora resulta que soy mucho mejor conductora que tú?
—No te hagas ilusiones. Soy el mejor.
Estaba un poco más entusiasmada de lo recomendado cuando salté del coche y daba la vuelta por delante para ir al asiento del conductor. Jack se cruzó conmigo y vi su mueca de angustia. Sonreí ampliamente cuando cada uno ocupó el lugar del otro.
—Así que así se siente ser tú —bromeé, poniendo ambas manos en el volante.
—¿Te crees que lo único que hago es conducir?
—No, también se te da muy bien pedir disculpas —le enarqué una ceja—. Porque te recuerdo que me debes esto. No puedes echarte atrás.
Suspiró pesadamente.
—Me estoy arrepintiendo mucho.
—¡Lo hará bien, Ross, nos seas aburrido! —sonrió Mike, asomándose entre los dos asientos.
—Y, si no lo hace bien, tienes una excusa para encontrar un coche nuevo —Will se encogió de hombros.
—O una novia nueva —le dije.
—Tendrás que hacer mucho más que romperme un coche para librarte de mí.
Sonreí mientras Will y Mike aseguraban sus cinturones. Ellos dos habían decidido venir a ver el desastre. Naya y Sue habían dicho que preferían quedarse en un lugar seguro, las muy asquerosas. Bueno, lo importante era que iba a conducir por primera vez en mi vida.
—¿Cuál era la apuesta? —preguntó Will.
—Yo dije que lo haría fatal —dijo Mike.
—Yo dije que se asustaría —dijo Will.
Miré a Jack al instante, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué apostaste tú?
Él levantó las manos en señal de rendición.
—Estoy de tu parte, ¿vale? Dije que se te daría bien.
Mike empezó a reírse.
—Menuda ment...
—Primer aviso —Jack lo señaló—. Al tercero, te abandonamos aquí y nos vamos. Y lo mismo va por el otro idiota de atrás.
—¡Si yo no he dicho nada! —protestó Will.
—¿Podéis callaros? —mascullé, mirando lo que tenía delante—. A ver... hay una cosa para que esto vaya más rápido, ¿no?
Jack se tapó la cara con las manos.
—¿Qué? —pregunté, confusa.
—Que estoy viendo demasiados resultados de todo esto y ninguno es bonito para mi coche.
—¡Ten un poco de confianza en mí!
—Por favor, Jen, no te cargues mi coche. Es lo que más quiero en la vi... —se detuvo en medio de la frase al ver mi cara—. ...lo segundo que más quiero en la vida.
—¿Qué ibas a decir?
—¿Yo? Nada.
Mike se asomó entre los asientos de nuevo con una sonrisita.
—Lo primero es su cama —me dijo en voz baja.
—Segundo aviso —Jack le frunció el ceño.
—Cállate. No quiero volver andando —protestó Will.
—A ver —Jack se centró—. Antes de encender el coche y que muramos todos...
—¡No vamos a morir!
—...tienes que saber dónde está cada pedal.
—¿Pedales? ¿Esto tiene pedales?
Cuando vi su cara de horror, empecé a reírme.
—Que es broma. Sé que tiene dos. Acelerador y freno, ¿no?
—Vale. He cambiado de opinión. Cambiémonos de asiento.
—¡No! —tiré de su brazo cuando intentó girarse hacia la puerta—. Venga, hay tres pedales. ¿Cuál es cuál?
—Esos dos son el freno y el acelerador. Usas solo un pie para ambos. El otro es el embrague.
—¿Y no sería más fácil usar dos pies para...? —vi su cara y me puse roja—. Vale. Lo pillo. Me callo.
Y empezó a soltarme una charla sobre marchas, frenos de mano, asientos, cinturones, volantes y otras cosas que no me interesaban demasiado pero escuché igual. Lo que yo quería era conducir como una loca. Sin embargo, me contuve cuando respiró hondo y miró su coche como si fuera a mandarlo a una guerra.
—Vamos allá —murmuró, girando la llave del contacto para mí.
El motor rugió y sonreí, entusiasmada.
—¿Qué creéis que harán Naya y Sue si morimos? —preguntó Mike.
—Montar una fiesta —le dijo Will.
—¿Tú crees?
—Sí. Tendrán una habitación entera para el bebé.
—Y un parásito menos en el sofá —dijo Jack.
—¡Estoy harto de que me llaméis parásito! ¡Si yo no viniera, esto sería aburridísimo!
—Como sea —Jack me miró—. Venga, acelera antes de que cambie de opinión. Con suavidad, por favor.
—A ver... —murmuré—. Freno de mano, embrague, cambio de marcha... eh...
Cuando vio que intentaba mover la palanca y no podía, puso una mano sobre la mía y la guió. Pude ver la ansiedad en sus ojos.
—Vale, ahora, suavemente...
El coche aceleró lentamente y mi entusiasmo fue visible. Menos mal que no había nadie más ahí. Iba a menos de diez por hora, pero ya era suficiente para mí. Sonreí a Jack, que me giró la cara hacia delante de nuevo, angustiado.
—Muy bien —parecía que se lo decía a su pobre coche—, ahora, gira un poco a la derecha y vamos a intentar llegar a ese poste de ahí.
—Es la vez que más nervioso te he visto en mi vida —le dije, sonriente.
—Jen, céntrate, por favor.
—¡Puedo hablar contigo y mirar lo que tengo delante perfectamente!
—¡Céntrate! —protestó.
Suspiré e intenté ir hacia el poste. Él me empujó un poco el volante al ver que solo lo había girado unos centímetros. Parecía que todo el mundo estaba muy centrado en lo que hacía. Y yo la primera. Estaba muy tensa.
Cuando llegué al poste, me dijo que intentara volver a la entrada del descampado, solo que con un poquito más de velocidad. No sé cuántas vueltas dimos, pero al final me sentía un poco más segura y Jack parecía más aliviado.
—Pues no se te da tan mal —comentó Will.
—Si lo dijeras sin sorpresa, lo agradecería más —puse mala cara al frente.
—Bueno, todavía no hemos muerto —comentó Mike—. No es un mal comienzo.
—No la desanimes, idiota —Jack me puse una mano en la nuca—. Lo estás haciendo genial.
—¿En serio?
Sonrió.
—Sí.
—¿Eso quiere decir que puedo conducir a casa? —sonreí ampliamente.
Su sonrisa desapareció al instante.
—No.
Le puse mala cara.
—Pero... —Mike lo pensó un momento—, no hemos practicado lo que pasaría en una situación de emergencia.
—¿Y qué es una situación de emergencia? —pregunté, yendo hacia la salida del descampado a un poquito más de velocidad.
—No sé. Tampoco conduzco mucho.
Will lo miró.
—Eso se lo enseñarán en una autoescu...
—¡CUIDADO, JEN, UN GATITO! —me gritó Mike de repente.
Del comentario repentino y del susto —porque estaba mirando a Jack y no a lo que tenía delante— di un frenazo tan brusco que él me puso un brazo delante de los hombros instintivamente. Contuve la respiración y revisé lo que tenía delante con los ojos, entrando en pánico. Pero no había ningún gatito.
Lo que sí hubo fue un golpe sonoro contra la parte de atrás de mi asiento.
—¡AUCH! —protestó Mike.
—¿Dónde está el gatito? —intenté asomarme por encima del asiento, asustada.
—¡Era broma! —protestó él, sujetándose la nariz y provocando voz nasal.
—¡¿Broma?! —repetí, mirándolo—. ¡¿Tú sabes el susto que me has dado?!
—¿A quién demonios se le ocurre? —le preguntó Jack, enfadado.
—¡Era para darle un poco de emoción! ¡Me has roto la nariz!
—No seas exagerado —Will negó con la cabeza—. Solo te sangra un poquito.
—¡¿En qué momento has creído que eso era una buena idea, Mike?! —me indigné, mirándolo.
—¡Pensé que sería divertido!
—Mira que eres idiota —Jack puso los ojos en blanco.
—¿Os tengo que recordar que estoy sangrando? —protestó Mike.
—Oh, mierda —me di la vuelta, acordándome de esa parte—. Lo siento mucho, Mike, yo no...
—No te disculpes —me cortó Jack con el ceño fruncido—. Se lo tiene merecido.
—Vaya, gracias por tu comprensión, hermanito.
De todos modos, me sentía horrible. Así que Will se quedó delante con Jack, que me miraba por encima del hombro cada cinco minutos consolando a su hermano y ponía mala cara. En realidad, Mike había dejado de sangrar hacía ya un rato. Pero me sentía muy mal. Después de todo, había sido idea mía lo de conducir.
Cuando llegamos al piso, me dejé caer en el sofá de un suspiro. Will fue directo a Naya, que intentaba cocinar algo que olía fatal. Vi que se besaban y hablaban mientras yo me centraba en Sue, que dejó su libro a un lado, interesada al ver la sangre seca de Mike.
—¿Alguien lo ha golpeado? —no parecía muy sorprendida por la idea.
—No —suspiré.
—Lástima.
—No voy a sacarme nunca el carné —protesté.
—¿Por qué no? —me preguntó Sue, confusa.
—¡Mi primer día y ha salido una persona herida! —señalé a Mike con una mano.
Él sonrió como un angelito con la boca llena de sangre seca.
—Mike no se puede considerar persona del todo, ¿no? —preguntó Sue.
—Yo diría que no —opinó Jack, sentándose a mi lado.
—¿Os acordáis de la parte en que sigo aquí? —él se cruzó de brazos.
—Claro que nos acordamos —le sonrió Sue—, por eso lo decimos.
Jack decidió ignorar a su hermano y mirarme.
—Y tú no digas tonterías. Lo estabas haciendo de maravilla hasta que este idiota te ha distraído.
Lo miré con una mueca poco convencida.
—Tu opinión no cuenta, Jack.
—¿Qué? —frunció el ceño—. ¿Por qué no?
—Eres como una mamá oso —le dijo Sue—. Solo ves lo positivo.
—Eso no es verdad —protestó Jack, irritado.
—¿Ah, no? —Mike lo miró—. Di algo malo de Jenna. No se enfadará.
Hubo un momento de silencio. Él abrió los labios y volvió a cerrarlos. Puso una mueca de enfado.
—Cualquier cosa —añadió Sue.
—¿Ves? —Mike sonrió ampliamente—. Teoría probada.
—¿En serio no puedes decir nada malo de mí? —sonreí, rodeándole el cuello con los brazos. Él parecía irritado, pero no me importó—. Creo que eres la primera persona en mi vida que opina así.
—Me da igual lo que penséis —remarcó—. Si no creyera que conduce bien, no habría dicho nada.
—Entonces, ¿lo crees en serio?
Él se giró hacia mí, suspirando.
—No te lo diría de no ser así.
—¿Eso significa que volverás a dejarme tu coche?
Él suspiró y se puso mis piernas en el regazo.
—No me queda otra —dijo como si acabara de darme permiso para arruinarle la vida.
Sonreí, entusiasmada, y me incliné hacia delante. Noté que sonreía un poco cuando empecé a besuquearlo en la mejilla y se dejó caer conmigo en el sofá, rodeándome las rodillas con un brazo. Giró la cabeza y atrapó mis labios en los suyos.
—Genial —Sue suspiró—. Justo cuando creía que esos dos eran babosos, llegáis vosotros.
—¿Podéis parar? —protestó Mike, cruzándose de brazos.
Jack se separó para lanzarle un cojín a la cara.
—¿Qué? ¿Estás celoso? —le sonrió maliciosamente.
Mike le puso mala cara y fue a sentarse a los sillones con Sue. Will y Naya aparecieron poco después y no nos quedó otra que separarnos para probar los pastelitos que ella había hecho. Jack atrapó uno y le dio un mordisco. Tuve que contener una sonrisa cuando cerró los ojos un momento, intentando no poner cara de asco.
—¿Qué tal? —preguntó Naya, entusiasmada—. ¿Están buenos?
—Buenísimos —le aseguró Will enseguida. Él se había comido uno entero sin poner una sola mueca. Era admirable.
Qué mal habría sonado eso fuera de contexto.
Di un codazo disimulado a Jack cuando Naya lo miró, esperando una respuesta. Él tragó con una mueca y asintió con la cabeza.
—Delicioso.
Naya aplaudió felizmente e interrogó a Mike y Sue. Jack suspiró, mirando el pastel como si fuera su peor castigo.
—¿Cómo pueden saber peor cada vez que los hace? —preguntó en voz baja—. ¿No debería ser al revés?
—Habló el cocinero experto.
—Perdona —me miró, indignado—, pero mi chili es lo más genial que probarás en el mundo.
—Jack, cariño, no quiero ser mala, pero... no hay quien se lo coma.
—¿Qué? —echó la cabeza hacia atrás, más ofendido que nunca—. ¿Por qué no?
—¡Pica muchísimo!
—¡Pica lo justo y necesario!
—Jack, solo tú puedes comerlo.
—Porque sois unos débiles —dejó el pastelito mordido en la mesa con una mueca.
Abrí la boca para decir algo, pero me detuve cuando vi que Naya se había puesto a lloriquear. Jack también la miró, sorprendido. Will estaba dedicando una mirada cansada a Mike, que parecía intentar decir algo.
—¡No quería decir eso! —aseguró enseguida.
—¡Sí querías! —lloriqueó Naya—. ¡Soy una cocinera horrible!
—¡No están tan quemados! —Mike se apresuró a rasgar la superficie del pastelito con un cuchillo—. ¿Ves? Si rascas un poquito, como con las tostadas, no parece que...
—¡Soy una cocinera horrible! —chilló ella de nuevo, poniéndose de pie bruscamente.
—Naya... —intentó detenerla Will.
—Tú cállate, mentiroso.
Y se quedó mirándome en busca de ayuda.
—Oye, Will —le dije—, ¿no tenías algo que hacer o...?
—Sí, parece un buen momento para darse una ducha —murmuró.
Se marchó, dejándonos a los cinco solos. Naya se tumbó en el sofá con una mueca dramática clavada en el techo. Suspiró pesadamente.
—Seré una madre horrible.
—No digas eso —protesté.
—Es verdad. No estoy psicológicamente preparada para cuidar de otro ser vivo.
Mike puso una mueca.
—¿Por no saber hacer un pastelito montas tanto drama? Si yo no sé ni encender el horno. Y no lloro cada vez que me acuerdo.
—¡No ha sido solo un pastelito, han sido muchos!
Sue intentó poner paz.
—Bueno, Naya, no saber cocinar es...
—¡No es por los pastelitos! —exclamó, lloriqueando de nuevo.
—¿Y se puede saber por qué es? —preguntó Mike.
Suspiré cuando me miró en busca de ayuda... otra vez. Decidí intervenir.
—Los pastelitos son solo una alegoría de su sentimiento de ineptitud ante la perspectiva de la maternidad.
Hubo un momento de silencio. Mike parpadeó, mirándome fijamente.
—No sé qué quieren decir la mitad de las palabras que has usado.
—Que los pastelitos simbolizan que cree que será una mala madre —le dijo Sue.
—Ah, eso... ¿y por qué demonios lo has dicho de una forma tan complicada?
—No lo sé, creo que el año de filología ha servido para algo —murmuré.
—Mírate, tengo una novia cerebrito y me encanta —sonrió Jack, enganchándome con un brazo para besarme en la frente.
Naya se puso a lloriquear de nuevo al vernos.
—¿Ves? Mirad cómo os queréis. Vosotros sí seríais padres geniales. No como yo. Podríais tener siete hijos y seguro que os saldrían todos perfectos.
Casi me reí.
—¿Sie...?
—Siete suena bien —dijo Jack.
Abrí los ojos como platos.
—Espera, ¿qué?
—Que siete suena bien.
—¡No soy una coneja, relájate!
—Vale, vale —suspiró—. Pues solo seis.
—Veros tan felices me pone de mal humor —Naya se señaló—. ¿Por qué nada puede centrarse mi drama?
Y se marchó dramáticamente. Me apresuré a seguirla mientras los demás se quedaban en el salón. Naya se había encerrado en su habitación. Vi que estaba sentada en la cama con expresión tristona.
—¿Qué te pasa hoy? —pregunté.
—No lo sé. Estoy como... muy alterada desde hace un tiempo —suspiró—. Y lo estoy pagando con Will. Pobrecito.
—Él lo entiende —le aseguré, sentándome a su lado.
—¿Tú crees?
—Claro que sí.
Suspiró y se puso de pie, pasándose una mano por la tripa.
—Y encima estoy hinchadísima. Parezco un globo a punto de estallar.
—Naya, estás embarazada.
—¡Pero no sabía que iba a ponerme tan gorda!
—Pues tú espera a estar de nueve meses...
—Eso no ayuda, Jenna.
—Vale, tienes razón —saqué el móvil del bolsillo—. Voy a buscar métodos de liberar estrés a nuestro viejo amigo Google.
—Espero que salga algo relacionado con golpear pareces, porque me apetece mucho.
Busqué durante unos segundos.
—No sale eso —murmuré—. Pero... aquí salen algunos truquillos.
—¿Cuáles?
—El primero, la aromaterapia.
—Sí, claro —masculló de mala gana.
—Vale, descartado. Reírse.
—¿Parece que quiero reírme?
—Otro descarte. Mhm... el yoga.
—Estoy tan hinchada que apenas puedo ponerme de pie sin ayuda. ¿Cómo voy a hacer yoga?
—¡Vale! Pues la última. Gritar para liberar tensiones.
Hubo un momento de silencio. Me miró, confusa.
—¿Gritar?
—Sí, gritar sin más. Pone que libera tensiones al instante. Aquí te recomiendan ponerte una almohada en la cara para que no se escuche y...
—No me hace falta almohada —aseguró, preparándose.
Justo en ese momento, Jack abrió la puerta y entró en la habitación.
—Hey, estamos decidiendo lo que vamos a cenar y...
—¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!
Jack dio un salto hacia atrás, asustado, chocándose con la espalda en la puerta y haciendo que se cayera un libro de la estantería.
Yo misma di un respingo. Naya respiró hondo y me miró.
—Whoa, sí que funciona —dijo, casi jadeando.
Sue apareció en la habitación.
—Pero, ¿se puede saber qué os pasa ahora?
—¡¿Qué era ese grito?! —chilló Mike, llegando—. ¡¿Quién ha muerto?! ¿Has sido tú, cuñada?
—Sigo vi... ¿por qué debería haber muerto?
—No lo sé. Naya parecía estar en modo asesino.
—Vale —Jack frunció el ceño—, ¿alguien puede explicarme porque me acaba de soltar ese grito en la cara?
—Para desahogarme. Deberíais probarlo.
—Sí, seguro que a los vecinos les encanta —dijo Sue.
—¡Es de día, no pueden quejarse!
—Pero... —intenté decir.
Y, entonces, Mike soltó un grito todavía peor que el de Naya. Sue dio un respingo a su lado y le clavó un puñetazo en el pecho.
—¡Me has asustado, pedazo de idiota!
—¡Es verdad, funciona! —chilló él.
—¿En serio? —pregunté.
—¡Sí, pruébalo!
Jack intentó poner paz.
—Como alguien más se ponga a gritar voy a...
Grité con todas mis fuerzas, haciendo que me doliera la garganta. Mike y Naya empezaron a aplaudir cuando terminé. Sue y Jack negaban con la cabeza.
Entonces, apareció Will con una toalla alrededor de la cintura, sobresaltado. Se quedó mirándonos a todos y sus ojos se detuvieron un momento más en Naya.
—¡¿Se puede saber a qué vienen tantos gritos?!
—Son para liberar tensiones —explicó Mike.
Will nos juzgó duramente con la mirada, pero se limitó a suspirar y a señalar la puerta.
—Tengo que vestirme —nos dijo—. ¿Podéis ir a gritar al salón?
—Nadie más va a gritar —advirtió Jack.
De todos modos, salimos de su habitación, dejándolo solo con Naya. Me dejé caer en el sofá. Era cierto que eso relajaba. Menuda novedad. Jack me miraba fijamente.
—¿Qué? —pregunté alegremente.
—Sabía que a Naya y a Mike les faltaba algo para que la cabecita les funcionara como al resto de personas normales, pero tú me has sorprendido.
—Vamos, no seas tan amargado —atrapé su muñeca y tiré de él hasta que estuvo sentado conmigo en el sofá.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estábamos solos.
—¿Dónde están Mike y Sue?
—Se han encerrado en la habitación de Sue.
—¿Y Will y Naya...?
Y empecé a escuchar música de la habitación de Naya y Will. Oh, genial, ya estaba haciéndolo. Jack puso los ojos en blanco.
—Vale, olvídalo —una duda asaltó mi mente—. ¿Pueden... mhm... hacer eso estando Naya embarazada?
—No veo que haya habido ningún problema hasta ahora —dijo, tumbándose descaradamente sobre mí—. Imagínate que tú te quedaras embarazada. No podría vivir nueve meses sin hacer nada contigo.
—Qué romántico eres —puse una mueca.
—Solo soy sincero.
—Vale, ¿por qué ha salido el tema de tener hijos tantas veces?
—Tú lo has sacado —sonrió ampliamente, dejando caer un poco más de su peso sobre mí con una sonrisita malvada.
—Jack, solo llevamos unos meses juntos. ¿No crees que es un poco pronto...?
—Nunca es demasiado pronto para soñar.
Sonrió ampliamente y se inclinó hacia delante para besarme. Sin embargo, el beso no duró demasiado porque se separó con la mirada iluminada. Oh, no, ¿qué tenía ahora en mente?
—¿Te imaginas cómo sería un hijo nuestro?
—La verdad es que no me lo he...
—Una mezcla de nosotros dos. Sería modelo o algo así.
—Vale, Jack, espero que tenga un poco más de humildad que su padre.
—Eso sí, no podríamos tenerlo aquí —dijo, pensativo, mirando a su alrededor.
Fruncí el ceño como si me hubiera insultado a mí en lugar del apartamento.
—¿Y eso por qué?
—Es demasiado pequeño.
—¡Tiene tres habitaciones!
—Y los niños necesitan corretear y todo eso, ¿no? Como los animalillos.
—Técnicamente, los niños son animalillos.
—Y te aseguro que yo de pequeño necesitaba un jardín si mis padres no querían que destrozara la casa.
—¿Qué eras tú de pequeño? ¿Un dinosaurio?
—No, no podríamos vivir aquí —volvió a quedarse en silencio, pensativo, antes de encogerse de hombros—. Podría hacer otra película y ganar más dinero para comprar una mansión.
—Vale, Jack, no...
—O tú podrías pintar algo abstracto, estúpido, pero bonito y hacerte famosa.
—¿Cuántas películas Disney has visto?
—Solo son ideas —dijo alegremente.
Vi que se le decaía un poco la expresión de repente y levanté las cejas, intrigada. Le sujeté la cara con ambas manos para que me mirara.
—¿Qué pasa?
—Nunca me había detenido a pensar en algo así.
—¿En comprar una casa?
—En tener una familia.
Él clavó los ojos en cualquier cosa que no fuera mi cara y vi que volvía a quedarse pensativo. Apreté un poco los labios. No me gustaba verlo así. Tiré un poco de su cara para que volviera a mirarme.
—¿Por qué no?
—No lo sé. Siempre creí que terminaría viviendo solo. Es decir, estaba claro que Will y Naya iban a terminar siendo una de esas parejas insoportables con cincuenta hijos, dos perros, un gato, un hamster y una casa en la playa. Y yo iba a ser el genial tío Jack. Pero... el genial tío Jack no tenía mucha perspectiva de un futuro parecido.
Hubo un momento de silencio. Yo no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa.
—Ya tendrás tiempo de pensar en eso —le aseguré—. En lo que deberías centrarte ahora es en hacer lo que más te guste.
Clavó los ojos en mí y esbozó una sonrisa malvada. Se inclinó hacia delante hasta que su cara quedó a centímetros de la mía.
—Estoy en ello.
Sonreí ampliamente cuando cortó la distancia entre nosotros, besándome con ganas. Le sujeté la nuca con una mano, arqueándome para que pudiera acomodarse mejor. Era curioso cómo besarse había parecido algo tan secundario en mi otra relación. Ahora, besar a Jack era casi una adicción. Podría pasarme horas haciéndolo. Y sospechaba que él también.
Metió una mano en mi camiseta y yo me reí como una idiota cuando sus dedos me hicieron cosquillas en el estómago. Él sonrió ampliamente y seguimos jugando por unos segundos hasta que escuché que alguien se aclaraba ruidosamente la garganta en el pasillo.
Mike estaba con las manos en las caderas, suspirando.
—Gracias por recordarme constantemente mi falta de vida sexual.
—Gracias por interrumpir constantemente mis ratos a solas con mi novia —Jack le enarcó una ceja.
—¡Si queréis intimidad, tenéis una habitación! ¡Yo no la tengo!
Jack me miró con una sonrisa bailando en sus labios. Yo la correspondí.
—Mike tiene razón —le dije—. Deberíamos ir a la habitación.
—Estoy muy de acuerdo.
—¡Eh! ¡No lo decía por eso! —protestó Mike viendo como nos íbamos de la mano al pasillo—. No me dejéis solito, me aburro mucho.
Jack se detuvo para atrapar el mando de la consola y se lo lanzó. Mike lo atrapó al aire.
—Pásalo bien —le guiñó un ojo antes de arrastrarme con él por el pasillo, directos a la habitación.
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