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02

Pov Suga

Hace algún tiempo que me había escapado de casa luego de terminar la preparatoria. ¿Por qué un chico que era parte de una familia religiosa y honrada escaparía tan solo así de su hogar? Pues desde que se enteraron de que trabajaba tras la barra de un bar gay, no dejaban de juzgarme y meterse conmigo, simplemente me cansé.

Mi compañero cercano de barra es algo escandaloso algunas veces, y hasta insoportable, tanto como una madre, pero así era Kim Seok Jin, a pesar de cualquier cosa, lo quería.

Nuestro otro compañero de trabajo, era realmente callado, no conocía su nombre completo ya que no congeniábamos mucho que digamos, pero sé que se le dice Baekhyun.

En fin, vivía con Jin en su casa rosa y llena de colores pastel, nada parecido a mi personalidad. Aunque hace algún tiempo, Jin me convenció de pintarme el cabello de azul y lo consideré, me gustó y lo mantuve así.

Justo ahora iba en camino hacia mi motocicleta pero en la banca de la parada del bus, divisé a Park Jimin, el rubio que me mantenía entretenido aquellos días en los que asistía a misa los domingos.

— Es tarde y... no creo que pase algún bus... ¿Quieres que te lleve a algún sitio en específico? — Pregunté mirando su rostro. Detallé su nariz y orejas rojas por el frío. Se mantuvo callado e hizo un leve puchero de seguro fingiendo molestia, a mis ojos era la imagen más adorable. — Vamos... Te congelarás

— No quiero... y menos si eres un extraño — Refunfuñó desviando el rostro. Se notaba su incomodidad por mi mirada fija en él.

— Min Yoon Gi... Mucho gusto Park Jimin ¿No? — Extendí mi mano. Sonreí al ver como con el rabillo del ojo me examinaba con desconfianza.

— Tienes el apellido de la familia que quiere estar a la par con la mía en cuanto a asuntos de la iglesia... ¿Por qué no te había visto antes? — Interrogó tomando mi mano con las dos pequeñas suyas que buscaban calor desesperadamente.

Me sorprendió que no me preguntara el cómo sabía su nombre.

— Es cierto, formo parte de esa familia tan "dedicada" a la comunidad, pero no me gusta ir mucho a la iglesia... Me siento al fondo los domingos... Solo eso. No vivo con ellos, por eso no me ves en esos lares — Expliqué soltando sus manitas y guardando las mías en los bolsillos laterales de mi abrigo negro.

— Yo... Estaba esperando el bus porque ahora mismo tengo que ir a la iglesia... — Bajó su mirada abrazándose de nuevo. — Ya que dijiste que podías llevarme... No te importaría hacerlo ¿Cierto?

De pronto su mirada se volvió triste, pensé que iba a llorar, casi se me parte el corazón en pedazos. Cuando sus ojos comenzaron a aguarse frunció el ceño y se levantó de golpe para que no me diera cuenta de su repentino cambio de ánimo.

— ¿En serio quieres ir? No pareces tan a gusto con ello... — Musité preocupado intentando acariciar su rostro pero se alejó dándome la espalda.

— ¿Me llevarás o no? Tengo que... ir — Su voz se escuchó temblorosa, y sin insistir en presionarlo, suspiré y caminé hacia él.

— Mi motocicleta está cerca de aquí... Vamos — Moví la cabeza hacia la izquierda para que me siguiera, y así lo hizo. Sus pasos pisaron sobre los míos. De reojo pude notar que aún mantenía la cabeza gacha y sus cabellos rozando sus ojitos. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que le habían obligado a venir amenazándolo con que lo golpearían o algo por el estilo, aunque no me haría muchas ideas, después de todo no conocía la familia Park.

Tras caminar un poco más, llegamos a mi motocicleta que estaba estacionada junto a una tienda de tatuajes. El dueño que era mi amigo estaba al cuidado de mi muy preciado vehículo. Le dije a Jimin que me siguiera dentro a buscar mis llaves.

— ¡Hola Ramón! — Saludé viendo como peinaba en el espejo su cabellera plateada. De inmediato volteó al verme al escuchar la campanilla que notificaba cualquier entrada o salida de la tienda.

— ¡Azúcar! ¿Cómo andas viejo? — Preguntó sonriendo de lado colocando una de sus manos en mi hombro.

— Algo apurado... ¿Tienes mis llaves? — Rasqué mi nuca y asintió alegre. Antes de voltearse a buscar lo que le pedía, fijó su mirada en el rubio que me acompañaba. Jimin tomo mi brazo algo nervioso y tímido al sentir la mirada de Namjoon sobre él.

— ¿Y este lindo bebé? ¿Es tu novio? — Se atrevió a preguntar curioso mientras se acercaba.

— Déjalo en paz Nam... Tengo que llevarlo a un sitio ¿Te apuras? — Me interpuse entre él y Jimin. Los celos me atacaron, tenía que admitirlo, él era mi amigo pero bastaba que le dijera que no era mi novio o algo parecido para que lo acosara sexualmente.

— Si... Lo siento... Dejo en paz a tu lindo novio — Susurró alejándose dando la espalda mientras pasaba una cortina a un lado de las escaleras al fondo del pasillo. No esperé mucho, en seguida volvió con las llaves en mano y me las entregó.

— Gracias... Mañana quizá pase por aquí — Lo abracé e hizo lo mismo mientras dejaba salir una pequeña carcajada que remarcaba sus hoyuelos.

— Está bien... Espero puedas presentarme luego a tu novio — Dijo guiñándole un ojo. El gesto me molestó, y al voltear a ver a mi ángel rubio, noté lo sonrojado que se encontraba.

— Hasta nunca Ramón — Gruñí molesto dándome la vuelta y tomando a Jimin del brazo mientras salíamos de allí.

Me monté en la motocicleta y al encenderla guardé las llaves en el bolsillo con cierre de mi abrigo. El rubio se montó enseguida algo temeroso de caerse, pues cuando soné el acelerador, brincó abrazándome.

— Es~ ¿Es seguro? — Tembló su dulce voz a mi oído con algo de miedo. Sonreí y le miré de reojo.

— Si... Sólo sujétate bien... Prometo que llegarás sano y salvo — Asintió con la cabeza y arranqué de inmediato. Sonreí inevitablemente cuando apretó con sus manitas mi abrigo en mi pecho mientras recostaba su cabeza en mi espalda. Su cuerpo era tan cálido que quería sentirlo así por lo menos unas tantas horas para sentirme a gusto, sin embargo, unos minutos bastaron para llegar a la iglesia que resplandecía tenue en medio de la obscuridad de la noche por las velas debidamente esparcidas en su interior para iluminar de manera adecuada el lugar.

Apenas paré y aprecié el sonido de los grillos y la solitaria brisa cortar entre las hojas de los árboles cercanos. Respiré hondo y solté el aire. Saqué las llaves y apagué el motor.

— Llegamos... — Anuncié. No recibí respuesta, sólo me soltó tan lentamente como si él fuese también tan necesitado de seguir en ese abrazo cálido. Sus intenciones de apartarse de mí eran vagas. Un suspiro tembloroso salió de sus labios y se separó rápido casi empujándome.

También bajé de la motocicleta y me senté en el lateral de esta a la vez que guardaba las llaves en el bolsillo de mi abrigo. Mi manía con guardar minuciosamente las llaves era algo exagerada quizá, pero ya antes había perdido un montón de llaves y tras pasar por varios trámites y papeleo, decidí cuidarlas con más esmero.

— Podrías... — Apenas logró modular con la mirada al suelo mientras jugaba con sus dedos. Parecía un niño que recién rompió un juguete y pretendía disculparse. Atento lo vi esperando respuesta, estábamos frente a frente. — ¿Podrías esperarme? Tardaré unos quince minutos ¿No te importa?

Acaricié su cabellera desordenándola y luego deslicé mis dedos en su mejilla tibia debido al sonrojo. — Si me lo pides de esa manera tan tierna, no tengo otra opción —

Levantó su rostro sorprendido y avergonzado a la vez. Sus mejillas se encendieron por completo y titubeó intentando decir algo. — Y~ Yo... ¿No te importa? Escuché que ibas tarde... No quiero que tengas problemas en tu trabajo por mi culpa —

Mordí mi labio inferior absteniéndome de pensar cosas impuras con este puro y bello chico que me regalaba cada una de sus lindas y tiernas expresiones infantiles.

— No te preocupes... Estaré bien siempre y cuando tú lo estés — Esas palabras hicieron falta para por fin provocar una sonrisa en sus gruesos labios que se esforzaron desde que los vi por mantener una compostura seria. Me alegré por eso y bajé la mirada al suelo sintiendo como la felicidad me llenaba de a poquito el corazón haciéndolo latir.

Me dio su mochila negra, y al darme la espalda comenzó su andar a paso lento. Sus puños se apretaban y su cabeza volvía a bajar. Mi oído notó como sorbió por la nariz. Todo este rato estuvo aguantando las ganas de llorar, pero ¿Por qué? ¿Acaso le había dicho o hecho algo malo? No lo creo, de seguro desde antes que le hablara estaba triste más allá de su límite.

Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y suspiré recordando como vi su intento de lanzarse a la calle. Si, lo había visto desde la otra acera. ¿Por qué situación estaría pasando ese chico como para querer matarse o pensar tan a la ligera con terminar su vida? No lo sé, como había dicho antes, ni yo ni nadie tenía potestad para juzgar las acciones de él o cualquier otra persona.

Quizá por eso me dirigí a él tan apresuradamente. Tenía miedo de que se precipitara a hacer alguna locura. Porque si ese ángel, llamado Park Jimin, desaparecía de mis mañanas los domingos o siquiera de mis pensamientos o sueños, no sé cómo volvería a sonreír.

Levanté la mirada al escuchar la puerta de la iglesia rechinar. Entró. Dejando que la luz de adentro se viese más intensa al dejar el portón entreabierto.

Tanto que su imagen en mi mente me hacía sonreír, era como para pensar en siquiera devolverle el favor ¿No? Justo como hace un rato, cuando acaricié su piel mientras le hablaba de manera bonita. Esa sonrisa surcando sus labios era suficiente para sentirme a gusto, sin embargo, la imagen de un chico triste y con mirada vacía intentando aventarse a la calle, no me dejaba en paz, me inquietaba, tanto que me daban ganas de llorar.

De repente el timbre de mi teléfono interrumpió mis pensamientos tanto deprimentes como alegres, una combinación rara. Al sacarlo de mi bolsillo, solté un gruñido mientras contestaba.

Llamada

¿Sí? ¿Qué sucedió Jin?

¡¿En serio me preguntas que sucedió?! ¡Estoy esperándote desde hace media hora Min Yoon Gi! ¡¿Dónde estás?!

Algo ocupado... vuelvo en unos veinte minutos. Cúbranme en la barra

¡¿Y crees que simplemente puedes venir a ordenarme como si yo fuera qué?!

Ya deja de gritar por dios... Que desagradable... Sólo cúbranme, se me presentó algo. Luego te cuento, no seas tan llorón

¡No vuelvas a decirme llorón! ¡Espero y estés aquí en veinte minutos como me dices! ¡Respétame! Como te atreves... Agh. Pedazo de azúcar mal teñida...

Pero si tú me teñiste el cabello...

¡Cállate y deja de cambiarme el tema! ¡Vuelve rápido!

Como sea, adiós.

¡Oye Yoongi! ¡No he terminado! ¡Ni se te ocurra colg-!

*Fin de la Llamada*

— Joder... su voz es tan chillona, me hace doler la cabeza — Me quejé apagando el celular para evitar que siguiera llamándome. Lo conocía a la perfección, se molestaría de sobre manera al ser interrumpido en medio de una llamada.

Reí bajo, como disfrutaba cabrear su paciencia. Aunque me molestara sus regaños, enfadarlo de vez en cuando era divertido, no podía negarlo.

Ahora que lo pensaba bien. Y dejando de lado al ruidoso y escandaloso de Jin. ¿Qué haría Jimin a las nueve de la noche en una Iglesia?

~o~

¡Gracias por leer!

Besos

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