He hecho de la muerte mi mejor amiga. Ella me consuela después de tantos problemas, de tantos abusos mentales.

   La muerte y yo paseamos y nos divertimos sin que nadie nos recrimine nada. Soñamos eternamente con los finales alternativos que me hubieran sucedido.

  Ella ha puesto su huesudo hombro y ha tomado un tequila en mi memoria por todos esos corazones rotos que sufrí en vida. Tiene remordimiento por no haber entablado una amistad anteriormente al ver como apenas sobrevivía.

   Pero ahora estoy con ella, tranquila, descansando y sin el horrible sentimiento de que en cualquier momento me lastimarán.

   Ella me cuida y me resguarda entre sus capas de lamentos y desdichas que se han formado a través de millones de años; y encuentro un hermoso conformtamiento entre ellos.

   Ahora somos una sola, y en uno de estos días me ha dejado indagar entre sus cuencas negras como ella me veía y pude verme tan sola, tan linda, tan rota y muerta en vida.  

   Escucho el pitido de un aparato. No encuentro por ningún lado al esqueleto que me hacía compañía día y noche y me alegraba ver al saber que lo haría por el resto de mis días de muerte.

   No he podido consolidar nuestra hermandad, pues alguien ha llegado a rescatarme de los brazos de Hades, sólo me han desdichado.

   Ya no le encuentro un porqué a la vida, todo parece complicado, tedioso e inútil. Mis esfuerzos por revivir están nulos, no quieren salir de este cuerpo harto de sobrevivir un día mas, harto de fingir felicidad cuando lo que hace es querer dormir para ya no despertar.

   Ahora veo que mi amiga, de aura negra no está en vela a mi lado, se ha escabullido, pero no me ha dejado sola, ya que en su partida me dejó a una de sus antañas amigas llamada depresión.