49
Yeong
Mientras me masajeaba los dedos de ambas manos, Jungkook y yo recorrimos el pasillo. Los orbes de Jimin se toparon conmigo. Tae, por el contrario, al estar de espaldas a nosotros, tardó unos segundos en percatarse de nuestra llegada.
—Veo que ya estás mejor, Yeong —dijo Jimin con una sonrisa de oreja a oreja—. Tus risas se escuchaban desde aquí —apuntó, sacándome los colores.
Me apoyé en la mesa de la cocina, tras lo que Taehyung nos miró. Respiró. Si no supiera cuánto se alarmaba, cuánto sufría por las personas que quería, me habría preocupado mucho más por la palidez de su piel. Tan rápido como me identificó allí, dejó su taza y se levantó para abrazarme con la angustia por bandera.
Sentir sus brazos atrapándome en una esfera de cariño me conmovió de verdad, pero no me di el lujo de caer en la ansiedad y, simplemente, le devolví el abrazo con toda la fuerza que había recabado desde que podía considerarme humana de nuevo.
—Bueno, eso ...
Quise excusarme frente a las palabras de Jimin. Sin embargo, Tae se negó a ello y me estranguló contra su cuerpo.
—Nada de explicaciones —declaró—. Lo que importa es que estás más animada, ¿no?
Suspiré, como si me estuviera quitando capas y capas de ropa después de una nevada infernal. Sí, infernal.
—Lo estoy —respondí, descansando.
—Sí, hyung —habló Jungkook, justo detrás de mí—. Uno tiene sus métodos.
Tae debió sonreírle. Confiaba plenamente en el pequeño y sabía que me subiría los ánimos. No había nadie que pudiera hacerlo como él y, si su prioridad no hubiera sido consentirme con aquel abrazo, no me cabía duda alguna de que habría ido hasta Jungkook con la intención de agradecerle sus esfuerzos en otro abrazo como el que me estaba regalando.
—Preferimos no saber los detalles, Jungkook —exclamó su compañero de clase.
Ese pique constante entre ambos me arrancó una sonrisa que rivalizaba con las anteriores, aquellas de las que solo Jungkook había sido testigo.
—¿Eso que escucho es a un enano envidioso llorando, Jimin-ssi? —le atacó, soberbio.
La paciencia de Jimin saltó por los aires.
—Ven aquí, gamberro ... —farfulló antes de ponerse en pie y lanzarse hacia el menor.
Tanto Tae como yo nos echamos a reír por su tonta pelea, que se prolongó durante un par de minutos. Mi mejor amigo usó ese corto tiempo para afirmarme una y otra vez que todo estaría bien, que debía sobreponerme a toda esa mierda, pero que también podía venirme abajo si lo necesitaba.
Él sería mi segundo pilar más importante.
Abatido después de la infantil persecución que había liderado, Jimin se rindió y regresó a la mesa. Trataba de recuperar el aliento con grandes bocanadas y Tae, apiadándose de él, fue directo a por un vaso de agua.
Jungkook optó por sentarse en el lado opuesto, evitando toda cercanía con Jimin para librarse de las peligrosas chanzas del más mayor. Después de hacerlo, se palpó la nuca, exhausto, y acabó observándome con los ojos engrandecidos.
—Noona, acércate —me interpeló. Yo, lógicamente, seguí su reclamo y llegué a él en un segundo. Entonces, se palmeó la rodilla izquierda, indicándome cuáles eran sus deseos—. Sube.
No tardé en rechazar su proposición.
—Jungkook, no creo que sea ... —Traté de convencerle de que no era lo más adecuado estando en público.
Olvidaba que Jungkook no conocía la vergüenza si se trataba de los chicos. Así pues, meneó la cabeza de derecha a izquierda y se señaló el muslo, insistente.
—Sube —Jimin no se veía molesto por esa muestra de afecto y Tae se había replegado a la cocina para llenar nuevos vasos de té. En silencio, me subí a uno de los soportes de la silla que él ocupaba y tomé asiento sobre su cómodo regazo—. Muy bien —dijo, contento por mi concesión. Me coloqué como mejor pude, con la mirada gacha y los mofletes colorados—. ¿Quieres llamar a Yoongi-hyung para contarle lo que hablaste con Dongwook? —me propuso Jungkook al segundo.
—¿No es tarde? —pregunté, revisando la hora en el reloj de pared—. Es más de la una y ...
—Para nada —sentenció—. Yoongi-hyung suele tener turno de tarde y de noche, así que su horario es diferente al habitual —me informó, acariciándome la pierna en todo momento—. Estará despierto.
—Entonces, supongo que no habrá problema —presupuse, aceptando.
Yoongi nos comentó que su jornada laboral era bastante flexible, pero que, habitualmente, se quedaba con los turnos nocturnos porque, de esa forma, tenía más libertad para pasearse por la comisaría y llegar a los archivos sin que nadie le reclamara nada. Muy inteligente por su parte, claro, aunque no habría esperado menos de alguien como él.
Después de parpadear, la mano y el móvil de Jungkook aparecieron delante de mí. Me los daba. La pantalla encendida y desbloqueada me dejó un tanto paralizada al principio.
—Ten —Movió su muñeca—. Su contacto está guardado en mi agenda.
Agarré el aparato y pensé en que la gente a mi alrededor no solía depositar tal confianza en mí. Jae, por ejemplo, nunca me habría dejado su teléfono móvil. Ya fuera por las cosas que me escondía o por lo negligente que me creía para llevar alguno de sus negocios, no concebía esa posibilidad.
—Gracias —le dije, realmente agradecida por el gesto.
El calor de su boca en la zona superior de mi brazo derecho me sonsacó una mueca de agradecimiento.
—No hay de qué, jagi —expresó, plasmando un casto beso cerca de mi hombro.
—Aquí tienes otra taza de té, Yeonnie —La taza humeante entró en mi campo de visión de repente. Asentí, dándole las gracias a Tae por el detalle—. ¿Queréis algo diferente, chicos? —les preguntó a ellos.
El tiempo pasó bastante rápido. Aquella charla con Yoongi-oppa se produjo. En realidad, hablamos todos, todos compartimos nuestras opiniones sobre el asunto y él nos escuchó con atención mientras se tomaba un merecido descanso.
Al cabo de rato, cerca ya del final del relato que reproducía a viva voz, el móvil de Taehyung empezó a sonar como si estuviera poseído. El estridente ruido cesó en cuanto aceptó la llamada entrante. Precavido de no molestarme, se acercó el dispositivo al oído y respondió a aquella persona que quería hablar con él a esas horas intempestivas.
Al ser algo tan raro, no le quité la vista de encima. Estuve analizando el semblante de Tae desde el primer minuto. Jungkook y Jimin hicieron algo parecido y también se percataron del cambio en la voz de nuestro amigo, de la oscuridad que tiñó sus ojos almendrados y del tic nervioso que le atacaba siempre que la situación le abrumaba.
Se revolvió el cabello, preocupado. Esa fue la señal que necesitaba para saber que algo no iba bien.
—Oppa, disculpa —interrumpí la contestación que Yoongi me ofrecía al otro lado de la línea telefónica—, pero creo que tengo que cortar la llamada.
No podía ver el gesto de Jungkook, pero imaginaba que también se había alarmado. Por lo tanto, no me impidió que cortara la conversación. La prioridad ya era otra y nadie allí iba a cuestionarlo.
—¿Ha pasado algo? —inquirió Yoongi.
—Espero que no —le dije—. Descuida, no es grave —Le tranquilicé, ya que no tenía ninguna certeza de que hubiese sucedido algún problema. En primer lugar, valoré que hubiera ocurrido algo en el internado de Nana y Yonghee y quise desechar la idea por todo lo que podía implicar—. Si recuerdo algo más o si necesitas detalles, pregúntale a Jungkook por mensaje. Igualmente, ¿podemos hablar lo que falta en otro momento? —Barajé una salida que nos gustara a ambos.
Jimin se inclinó un poco hacia Tae, preguntándole con la mirada por lo que estaba pasando. Él, agobiado, le hizo un movimiento para que aguardara unos segundos más.
Debían estar explicándole algo muy importante.
—Claro. Estamos en contacto a través de Jungkook y Jimin —Comprendió que no era el momento de charlar sobre eso, fuera cual fuera la razón detrás de mi cambio de planes—. Buenas noches, Yeong. Ah, y muchas gracias por el esfuerzo —dijo antes de zanjar la conversación definitivamente—. Es más información de la que he conseguido en meses —reconoció, aliviado.
—No tienes que agradecerme nada —le espeté—. Hago esto porque sé que es lo correcto —Mi suspiro puso punto y final a la extensa llamada—. Buenas noches, oppa.
—Hablamos pronto. Buenas noches —respondió él.
—Sí —Me chupé los labios, ansiosa por terminar de comentar lo referente a Dongwook y enfocarme en la turbación que atormentaba a Tae en esos precisos momentos—. Adiós.
Pulsé el botón rojo y esperé pacientemente a que Tae nos contara qué había pasado.
Su madre.
Habían llevado a urgencias a la señora Kim por un problema respiratorio derivado de la enfermedad que padecía y necesitaban con urgencia la presencia del titular que respondía por ella en casos peligrosos. Si bien no quería decir que aquel fuera un caso de esos, la enfermera que había contactado con Taehyung creía conveniente que fuera al hospital lo antes posible.
Él, como era natural, no se negó a nada y accedió a ir hasta allí. Por lo tanto, cuando cortó la conversación y nos hizo partícipes de lo sucedido con los pocos datos que le habían proporcionado, los tres insistimos en que debía marcharse a la mayor brevedad.
Su madre lo necesitaba cerca. Hubiera alguna complicación seria o no la hubiera, su lugar estaba en el hospital, donde la acompañaría en el problema que se había producido tan de repente.
Todos estábamos de pie en la entrada de su casa mientras Tae cogía un bolso con algunas cosas que se le hacían indispensables. Al fin y al cabo, no sabía si el incidente le obligaría a quedarse más de unas horas fuera de casa, así que se equipó con aquello que consideró útil y práctico.
—Puedo llamar a un taxi o ... —Empezó a decir, calzándose sus zapatos.
—No, hyung —Lo detuvo Jungkook—. Yo te llevo al hospital. Tengo el coche justo abajo.
—Pero tú deberías llevar a Yeong —replicó nuestro mejor amigo.
El altruismo podía ser su herramienta favorita para no involucrar a los demás en sus asuntos porque, por mucho que me doliera reconocerlo, yo también actuaba de ese modo más de lo recomendado.
—Yo ... —balbuceó, apurado.
No iba a dejar que me antepusiera a mí. No había nada más importante que la salud de su madre. Yo ya no estaba en primera planta, no obstante, Jungkook dudó al respecto y me miró, compungido.
—Ve con él, Jungkook —Lo empujé a reconsiderar sus dudas antes de que estas se enraizaran más—. No os preocupéis por mí —Y sonreí levemente.
—Pero, Yeong ... —Taehyung se giró hacia mí, todavía agachado, sufriendo un claro choque de deseos y deberes.
La cara de Tae me dolía. Estaba muy preocupado y no quería que se entretuviera por mi culpa, incluso si eso suponía perder cierto bienestar o seguridad del que no me habría molestado abusar en otra situación. Si no hubiera nada de por medio, me habría dejado mimar por ellos.
—Tae, lo importante ahora es tu madre —Jimin se opuso a sus intenciones—. Mi coche está aparcado unas calles más allá. No perdáis tiempo y marchaos. Yo me encargo de llevar a Yeong —Se ofreció rápidamente.
—No hace falta, Jimin —le contesté.
Pronto serían las dos y media de la madrugada y él estaba bastante cansado. Si se encargaba de acercarme al hotel, llegaría muy tarde a casa.
—Sí que hace falta —Se plantó, contemplándome con intensidad—. No voy a dejar que vayas por ahí sola —exclamó, recto y confiado en su decisión—. Y Jungkookie piensa igual que yo, ¿verdad? —Le pidió su opinión al menor.
—Nada de taxis ni caminatas nocturnas, noona —Lo secundó Jungkook—. Jimin te llevará a la finca —Asintió, conforme con la propuesta del contrario.
No hacía falta discutir sobre eso, por lo que me resigné y di el brazo a torcer a pesar de que seguía creyendo que eran unos cabezotas por empeñarse en no dejarme sola.
—Al hotel —corregí a Jungkook, que se acercó a mí sigilosamente—. Mis cosas están allí y Jae debe de estar buscándome —le expliqué, recibiendo su oscurecida mirada. La amplitud de su torso me ocultó de nuestros amigos—. Estaré bien —murmuré.
—Pero estarías mejor si ...
—Olvida eso —Coloqué mis manos en su pecho, haciéndole ver que me encontraba bien—. Cuida de Tae, por favor. Tengo un mal presentimiento.
Me mordí la lengua. ¿Era correcto avisarle de ese nuevo pálpito? No quería asustarle más.
—¿Otro? —Me reveló media sonrisa de puro nervio—. ¿No hay un máximo o algo así? —Se interesó por saber cómo funcionaba ese extraño don que me perturbaba últimamente.
—No —dije, resignada a ese malestar—. No lo hay.
La caricia de sus dedos en mi mejilla reactivó mi sensibilidad. Taladré sus ojos con los míos y traté de aplacar aquel miedo latente que la llamada del hospital había resucitado.
—Te llamaré mañana temprano desde el teléfono de Namjoon-hyung, ¿de acuerdo? —Arqueó las cejas, atento a mi respuesta.
—Vale, pero no le hagas sospechar —le supliqué. Jungkook sonrió, triste—. Creerá que pasa algo si llamas y sales corriendo a buscarme —le di mis razones para mantener a Nam a un lado por el momento.
—Fingir que no ha pasado nada es mi pasatiempo favorito —expresó, colaborando conmigo.
Le resultaba muy desagradable mentir a mi hermano, pero la delicadeza de los sucesos así lo requería y no me pondría ningún impedimento. Éramos un equipo, también en las ocasiones más difíciles, aunque no se prolongaría durante mucho tiempo.
—Siento que tengas que pasar por esto —musité.
No me gustaba. Lo odiaba. Él era consciente de que mi recelo se basaba en una inseguridad que no podía derrotar en pocas horas.
Con su mano, abarcó la silueta de mi pómulo.
—No digas tonterías, Yeong-ah. Tú lo estás pasando mucho peor y, mírate —Enterneció la vista, lanzándome un apoyo invisible en mitad de un vendaval que no cesaba—, haciéndote la fuerte cuando todavía tienes el miedo en el cuerpo —Sacó todos mis trapos sucios a la palestra.
—Ese es mi pasatiempo favorito, ¿recuerdas? —Entorné los párpados.
Con una sonrisa de resignación bailando en sus comisuras, se inclinó y protegió mis labios con los suyos en un beso cálido y suave. Hacía que olvidara la agresividad que empleaban otros a la hora de tomar mi boca. Hacía que borrara esos malditos recuerdos después de unos simples segundos transmitiéndome apenas una pequeña parte del amor que sentía por mí.
Sin alejarse mucho de mi rostro, me instigó con los orbes bien abiertos.
—Lo recuerdo perfectamente, pero no me gusta verte así —reflexionó él—. Prométeme que descansarás y recuperarás fuerzas esta noche, noona —me suplicó.
—¿Cómo voy a prometerte eso, Jungkook? —dije, poco convencida de poder hacer algo así.
—Haciéndolo —repitió. Por mucho que intentara ocultarlo, su semblante se sumía en un miedo atroz—. Júramelo, Yeong. Júramelo o volveré al hotel y me quedaré contigo hasta que amanezca —Exhaló, nervioso por su inminente marcha.
Atribulada, en parte por la imagen que me ofrecía y en parte por el engaño en el que estaba imbuyéndome plenamente consciente de lo que significaba hacerlo, tironeé de su camiseta para que Jungkook descendiera unos centímetros y me insuflara energías con un beso más lento y transparente que ningún otro.
El tiempo estaba en nuestra contra y no quise extenderme demasiado. Al romper esa unión, me fijé en la preocupación que nadaba en sus pupilas.
—¿No estás siendo muy exigente hoy? —inquirí, algo más burlona.
Jungkook sabía que temer por mí no le dejaría respirar en toda la noche. Justamente por eso, le di todo lo bueno que tenía dentro antes de que la situación cambiara y cada uno tomara un camino distinto.
—Puedo ser el hombre más exigente y caprichoso del mundo si me obligas —Me prometió tras dejar un beso, casto y tierno, en mis labios.
Me resigné y le di ese último gusto.
—Te lo juro —le contesté.
Asintió, más tranquilo al oír que accedía a descansar, tal y como necesitaba para empezar a convivir con lo que había sufrido injustificadamente.
—Eso quería oír —Desechó un suspiro que se esfumó enseguida y sostuvo mi mejilla—. No te preocupes, cariño —Sonrió—. No dejaré solo a hyung. Seguro que es una falsa alarma y la señora Kim estará bien cuando lleguemos —Confió en la suerte y en que todavía no había llegado dicha despedida.
—Ojalá tengas razón ... —proferí en voz baja. Mi mirada se desvió hacia los chicos, que comentaban algo acerca del hospital—. Vamos, márchate —apremié a Jungkook.
Aunque quería resistirse, no me negó la razón y retrocedió, contemplando a sus dos amigos. Ellos se percataron de la intrusión del pequeño y de mi silenciosa presencia rápidamente. No debíamos temer algo que no había sucedido; esas palabras estaban escritas en la cara de Jimin, que se esforzaba por persuadir a Tae, menos convencido de que la noche terminaría sin ningún altercado más.
—Tu madre está bien, Tae —le dije, acercándome a él—. Estoy segura —A modo de agradecimiento, me dio un mullido abrazo al que yo correspondí con gusto—. Si necesitas cualquier cosa, cuenta conmigo —Añadí a mi discurso para que estuviera tranquilo.
—Tú ya tienes suficiente, Yeong —Acarició mi espalda—. Pero agradezco que ...
—Lo digo en serio —repliqué, firme frente a su negativa—. Si puedo ayudarte, lo demás es secundario —argumenté.
—¿Incluso tu salud? No bromees con algo así, por favor —Nos fuimos alejando y, por un segundo, creí ver algo de serenidad en su turbado semblante—. Te llamaré mañana y hablaremos durante horas, como hacíamos antes —Propuso, animándose un poco.
La idea era realmente atrayente. Habían pasado semanas desde que tuvimos una conversación de las nuestras, larga y tendida, sin estar al acecho de nuevos peligros. El miedo se integró tan bien, de un modo tan natural, al día a día que ya no concebía su ausencia, ni siquiera en su casa. La casa de Taehyung, que fue siempre como un refugio para mí, ya no me inspiraba la tranquilidad con la que la relacioné aquella primera vez que me invitó a entrar a su humilde piso.
—Me gusta el plan —Rocé su brazo con mis fríos dedos—. Ahora márchate y cuida de tu madre. Se alegrará de verte —afirmé.
—Ven al hospital esta semana —Me invitó, deseando que le hiciera compañía de nuevo—. Me ha estado preguntando por ti últimamente.
Saber eso me pellizcó el corazón.
La señora Kim siempre se portó conmigo como si fuera otra hija más. Me trató como una madre, a pesar de que nada nos vinculaba. Nada más que una bonita relación de amistad con su hijo mayor que yo atesoraba continuamente, incluso cuando no estábamos cerca o en contacto.
—¿Lo ha hecho? —pregunté, emocionada por la información que me transmitía—. Entonces no me queda alternativa. Dale saludos de mi parte, ¿vale? —Le pedí antes de besar su mejilla.
—Descansa, Yeong —Recibió mi beso de despedida con mucho gusto.
Su sonrisa torcida denotaba un agradecimiento que no era capaz de expresarme verbalmente. Tenía demasiadas cosas en la cabeza que apenas le dejaban pensar en lo próximo que haría si su madre había empeorado de verdad.
—Tú también, Tae.
Él se llevó mi susurro consigo y retrocedió unos pasos hasta fijarse en Jungkook, que hablaba de algo con Jimin entre suaves murmullos.
—¿Nos vamos, Jungkook? —lo llamó, midiendo si inquietud e impaciencia como mejor podía.
Jungkook se giró, conforme con la demanda del mayor.
—Sí, hyung —Concentró su atención en mí. Aquel detalle me arrancó una sonrisita—. Un segundo —Luchó por unos instantes más, reacio a dejarme allí, lejos de él, y se encaminó hacia mi figura bajo las prudentes miradas de los chicos—. ¿Noona? —Me interpeló, con el ceño un tanto fruncido y la sana intención de plantar un adorable beso en mis labios que latió en mi boca más de lo habitual—. Te quiero.
Parecía que no podía marcharse sin decírmelo. Tae y Jimin debieron pensar que era algo propio de Jungkook y de su lado más cursi, pero no me importó que lo creyeran así y lo escruté, más embelesada de lo que me había sentido durante la charla íntima que mantuvimos unos minutos atrás.
—Yo también te quiero —Reconocí, haciéndole extremadamente feliz con unas palabras muy simples—. Conduce con cuidado, Jungkook —Incorporé a mi adiós.
—Lo haré —Comenzó a irse—. Nos vemos mañana.
—Hasta mañana.
Rescató su teléfono móvil del bolsillo de sus pantalones.
—Buenas noches —Entonces posó sus enormes ojos negros en Jimin—. Jimin, llámame si se encuentra peor —Este asintió, dándole la seguridad que necesitaba—. Vale ... —Titubeó mientras comprobaba la hora—. Ya estoy listo, Tae.
—¿Nos vamos nosotros también? —Me increpó Jimin.
—Sí —Observé cómo Tae abría la puerta, cómo Jungkook palmeaba su espalda en un pésimo intento por acompañarlo en su pesar—. Se está haciendo bastante tarde y no quiero entretenerte.
—¿Qué estás diciendo? —exclamó, en desacuerdo con mi comentario—. Lo hago encantado, Yeong.
Sonreí para él, agradecida, y seguí los pasos de Jungkook fuera del apartamento de nuestro amigo. Pronto, los cuatro pisamos las calles vacías y tomamos caminos diferentes. Únicamente obtuve una última mirada del más pequeño. Después de esa comunicación no verbal casi imperceptible, Jimin y yo desaparecimos tras una esquina para entrar a la calle paralela.
El trayecto en coche fue cómodo, pero silencioso. Jimin me habló sobre Yoongi-oppa y sobre la cita que concertaría próximamente con Seokjin. Hizo que el viaje hasta el hotel no fuera insoportable, sin embargo, después de pedirle que aparcara antes de la calle que gobernaba JaeHo, no me sentí con fuerzas de sujetar el tirador y abrir la puerta de su BMW.
—Jimin-ah.
Giró la cabeza hacia mí, confundido.
—¿Sí?
Me humedecí las comisuras.
—No quiero bajarme todavía —le revelé.
No había mucho misterio en mi negativa, así que esperó y se decantó por apagar el motor.
—¿No te encuentras bien? —Barajó.
—He tenido mejores momentos, la verdad —dije con una mueca de ansiedad pura y dura.
No me encontraba tan mal como cuando llegué a casa de Tae. Ese nivel de presión, de inseguridad y de angustia había bajado muchísimo. Los tres habían ayudado a que pudiera tolerarme a mí misma, pero el miedo no se había ido. Palpitaba en mis oídos, intenso y molesto.
Sin pensárselo dos veces, cogió mi mano y me declaró su total y comprometido apoyo.
—Puedo esperar todo el tiempo que necesites, Yeong —Esbozó una tímida sonrisa.
—Gracias —murmuré.
Jimin no tenía la necesidad ni el deber de tratarme ni la mitad de bien. Estaba tan hecha a los hombres que solo me respetaban delante de Jae por parecer honorables, seres respetables, al fin y al cabo, que me costaba asimilar que todavía quedaban personas que eran buenas por naturaleza, sin sentirse obligados a verme como alguien igual a ellos.
Al poco tiempo, encendió la radio y comenzó a hablarme de sus gustos musicales para matar el aburrimiento y crear un espacio seguro dentro de su coche.
—Me da pánico que su familia se rompa por mí —le expliqué, rompiendo la bonita melodía de la canción que estaba sonando—. Ya destrocé la mía. No quiero que vuelva a ocurrir, Jimin.
No me consideraba una maestra de las palabras ni mucho menos. Tendía a generar malentendidos y, por eso mismo, no solía abrirme a los demás. Desde mi tonta perspectiva, aquellos asuntos debían permanecer a buen recaudo, lejos de incordiar a mis conocidos, por lo que los reprimía aunque terminara sangrando internamente.
Pensar que me consolaría no tenía cabida en mi atrofiada mente.
—Su familia ya está rota, Yeong —espeté, ganándose una mirada mía—. Y no fuiste la causante de que tu familia se viniera abajo —Suspiró, también dolorido por el rumbo que estaba tomando la vida de nuestro Jungkookie—. Echarte las culpas de aquello no sirve de nada ahora —Finalizó su única intervención.
Y me alivió. Probablemente, Jimin no fue consciente de lo mucho que me sirvió aquello.
Una vez, le dije que, si tenía que ser sincero conmigo, no se mordiera la lengua y callara por agradarme. No lo había hecho desde entonces.
No había transcurrido el cuarto de hora y decidí que lo más adecuado sería volver al lugar del que huí sin dar ni una sola explicación.
—¿Debería acompañarte? —inquirió—. No me siento tranquilo dejándote aquí.
—Solo son dos minutos hasta el hotel —Me propuse calmar su razonable temor—. No te preocupes.
Me incliné y le di un abrazo.
—De acuerdo —se rindió.
—Gracias —le agradecí.
—¿Por traerte? —Acarició mi espalda, amigable—. No digas tonterías ...
—No —contesté, separándome de él—. Por hacer que Jungkook entrara en razón. Yo no tenía fuerzas para convencerle de que buscar a Junghyun era un error.
—Lo raro es que todavía te tengas en pie, Yeong —Sujetó mi hombro y se quitó parte del mérito que le correspondía—. Es mi hermanito y lo regañaré las veces que sean necesarias hasta que abra los ojos. Tampoco estuvo bien que gritara de esa forma —admitió, rechazando ese comportamiento visceral e injustificado del menor—. Pero, igual que puedo echarle la bronca a él, también lo haré contigo —Una triste sonrisa birló mis sistema de seguridad interno y se adueñó de mis labios—. Duerme bien esta noche, ¿vale? Estás muy pálida y me preocupa tu salud —dijo, translúcido.
—Dormiré mucho —declaré nuevamente—. Se lo he prometido a Jungkook.
Haría el maldito esfuerzo de cuidarme. Ellos ya habían hecho más, mucho más, de lo que me habría atrevido a merecer nunca. Si no me ocupaba de lo que podía hacer, sentirían que habían fracasado al intentar protegerme de mis propios demonios y no iba a allanar el terreno para que ese sentimiento los invadiera.
—Muy bien —Asintió, mostrando algunos signos de cansancio que no había percibido hasta ese momento—. Pídele mi teléfono a Tae si necesitas ayuda en algún momento —me informó.
—Estás haciendo tanto por mí que no sé cómo agradecértelo —le respondí.
—Recuperándote pronto —Agrandó su tierna sonrisa—. Me basta con eso.
Sonriéndole, agarré sus dedos y abrí, recibiendo el sofoco de la madrugada de lleno.
—Buenas noches, Jimin —Le deseé una mejor velada—. Ten cuidado de vuelta a casa.
—Tendré cuidado. Nos vemos, Yeong —agitó su mano derecha, despidiéndome.
—Sí. Adiós —Cerré poco a poco la puerta del copiloto.
—Adiós.
Claudiqué con el fuerte sonido del motor de su BMW, aunque Jimin no se marchó y aguardó, amablemente, a que echara a caminar hacia el final de la calle que transitaba solo yo.
Ni un alma. No me encontré con nadie durante ese minuto. Cuando visualicé el alto edificio al que debía regresar, me pregunté qué hacía el resto de la ciudad a esas horas. ¿Qué ocurría en esas vidas qué se me hacían ajenas e idílicas? ¿Pudiera ser que también hubieran tenido el peor día de su existencia? Lo dudaba, pero creer en dicha posibilidad mataba mis niveles de odio por JaeHo y por las personas que tendría que saludar en los próximos minutos.
Caminé, a paso lento, pero seguro, y paré frente a la fachada. Ningún botones esperaba fuera del hotel, así que me tomé el lujo de respirar hondo y recordar que no era solo yo en esa historia, que Jungkook quería avanzar y mejorar. Yo no podía retrasarle.
—¡Yeong!
Su grito me impidió seguir adelante. En su lugar, mi objetivo dejó de ser el imponente edificio vestido de blanco. Mis ojos descansaron en Jimin, que venía corriendo hacia mí.
—¿Jimin? —dije su nombre, desconcertada.
Como si estuviera inmersa en una ilusión, primero vi que sujetaba su teléfono móvil. Después, en mi obtusa lectura de sus intenciones, vacié mi apabullante cabeza de cualquier pensamiento dañino y le di una corta tregua, ya que, lamentablemente, no hallaría paz alguna en los días siguientes.
Se detuvo, sin aliento, en la acera contraria.
Estaba llorando.
Supe lo que había sucedido antes de que lo pusiera en palabras.
—La señora Kim acaba de fallecer —Su voz se resquebrajó, aplastando las esperanzas a las que me había aferrado.
📞📞📞
Creo que no hace falta decir nada 🤡🤙🏻
La semana que viene habrá descansito para Answer, aunque puede que haya nuevo cap de Fortuna por el inicio de la temporada 2023 de F1 ♡
Os quiere, GotMe 💜
26/2/2023
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