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48

Yeong

—Ahora que lo pienso, Tae me dijo algo parecido hace tiempo —rescató una conversación de la que yo no fui partícipe—. Dijo que debiste sentirte así cuando ocurrió el accidente de la madre de hyung.

Y no sólo entonces. Aquel malestar me persiguió durante meses. No desapareció porque me torturaba con ello hasta que Nam regresó al país y me regaló algo de descanso.

—Tae siempre ha entendido mi sufrimiento demasiado bien —Mis labios se torcieron en una mueca dolorosa—. Ojalá no pudiera hacerlo ... —susurré.

—¿Por qué?

Jungkook conocía la razón, pero jugaba a ser inocente porque sabía cuánto amaba que fuera dulce conmigo y cuánto adoraba hablarle sin barreras impuestas por mí misma.

—Porque significaría que no lo ha sufrido nunca —le dije, besando su piel, ya tibia—, que no ha tenido que enfrentarse a algo tan horrible como el abandono de un ser querido.

Contemplé de cerca la contracción de algunas músculos de su espalda.

—Pero, noona, yo también te entiendo y no lo he sentido —se opuso a mi abierta declaración.

—Ah, sí —Sonreí—. Me olvida de tu brillante cabecita —bromeé.

—Yah —exclamó él—, no te burles de mí.

Volví a resoplar, hastiada de sentir que estaba obrando mal. ¿No había tomado ni una buena decisión al cabo del tiempo? ¿Mi pobre criterio comenzaría a sacudir esa vida que apenas estaba naciendo?

—¿Crees que evito contarle las cosas que me pasan por resentimiento?

Me armé de valor y se lo pregunté, preparada para recibir cualquier sermón porque, en el fondo, sabía que me merecía unas palabras más estrictas.

—No —aseguró, cogido a mis manos—. Prefieres no decirle nada para no preocuparle y porque todavía tienes miedo de que se vaya otra vez, de que te rechace de nuevo injustamente. Ese es uno de los motivos por los que te cuesta tanto abrirte a los demás —dijo, abriéndome en canal—. Siempre que lo has hecho, se han ido o te han decepcionado.

No le faltaba razón en ese último apunte. Lejos de doler, me tranquilizó que alguien más lo viera de ese modo. En ocasiones, juzgaba mis propias acciones porque ... ¿Y si, después de todo lo que había pasado, me había vuelto la egoísta que siempre evité? ¿Y si, sin saberlo, me había convertido en aquello de lo que huía cuando papá todavía estaba en casa?

Que Jungkook destripara mis intenciones hacía que no me hiriera tanto.

—Puede ... Puede que me entiendas mejor que Tae, sí ... —cedí, algo cohibida por la facilidad con la que me había analizado.

—Me alegra que lo reconozcas —Retiró mis dedos de su abdomen, dándose la vuelta para encararme debidamente—. Namjoon-hyung no va a marcharse nunca más, noona. Sabes que no sería capaz —Sostuvo mis mejillas en las cuencas de sus manos, contemplando el temblor en mis pupilas—. Lo lamenta demasiado y te quiere más de lo que crees.

Me recliné, cayendo un poco más contra su cuerpo.

—Sé que me quiere —admití.

Pero seguía dudando de que las cosas se torcieran en el momento menos esperado.

—Entonces, ¿por qué pones esos ojitos tristes? —cuestionó la tristeza que debían reflejar mis ojos—. Hyung no soporta verte triste, y yo tampoco, mi vida —Recogió un mechón tras mi oreja izquierda, temeroso de no poder subsanar la brecha que vislumbraba en mí.

—Porque una parte de mí sigue imaginando que desaparecerá —articulé—. Me torturo pensando que un día, cuando llegue a la librería, el cartel de cerrado será quien me reciba. Y no estoy preparada para eso, Jungkook —Lo miré, diciéndome a mí misma que algo así no ocurriría más que en mis perturbados sueños—. Si mi silencio evitará que esa posibilidad se vuelva real, yo ...

—Tu silencio no lo evitará —Redirigió mi atención a su duro semblante, aunque mi ojos se dirigieron a sus pendientes. Ni siquiera se había tomado el tiempo de sacárselos por la preocupación que estaba sufriendo—. Callarlo solo hará que duela más decirle la verdad, Yeong. Es una solución inestable y tú no necesitas más inestabilidad ahora.

Agh, combinaba esa pequeña reprimenda con un desasosiego que le hacía aún más noble de lo que ya era.

Esas delicadas caricias que repartía por mi rostro eran otra prueba más de que haría y actuaría según su conciencia le dictara, sin guardarse ni una palabra en caso de que sus explicaciones pudieran servirme para comprender cuánto perdería, cuánto lamentaría, ignorar el apoyo que Namjoon me ofrecía.

—Pero ... ¿Y si Jae le ...? —Lo intenté de nuevo.

Jungkook suspiró y agarró mis mofletes, decidido a sacarme esas suposiciones a base de verdades.

—Escúchame un segundo —Me detuvo y yo se lo concedí porque no podía ver ese gesto de ansiedad perturbando la armonía en sus facciones—. Cuando empezamos a salir, una noche, mientras cerrábamos la tienda, me invitó a subir a su casa. Preparó té y me preguntó por mil cosas. Parecía un interrogatorio policial y me daba terror meter la pata, noona —Deposité ambas manos en sus costados, imaginando la escena que me relataba—. Por suerte, decidió que no me amenazaría más de lo necesario. Solo me hizo prometer que no huiría, que no te dejaría —Su sonrisa se ensanchó, tan enamorado de mí que a veces me parecía imposible—. Era una formalidad porque hyung sabe perfectamente que no te abandonaría. Incluso si mis sentimientos por ti cambiaran, nunca se me pasaría por la cabeza —La bondad que le inundaba no tenía fin—. Antes de prometérselo, le hice jurar que él tampoco lo haría. Si lo hacía, tu decepción no se compararía con la mía en absoluto —puntualizó.

Esa historia me sacó una sonrisa que ni siquiera él pudo predecir a tiempo.

—¿Chantajeaste a mi hermano abiertamente? —Ante mi pregunta y el atisbo de una subida de ánimo por mi parte, Jungkook asintió—. Estás loco ... —arremetí contra él.

—Pensé que me golpearía y habría aceptado cualquier golpe que quisiera darme, pero, ¿sabes lo que hizo? —dijo, interesado en mi reacción.

La emoción que destilaba su voz anuló mis pensamientos.

—¿Qué hizo?

Las yemas de mis dedos resbalaron por su torso. El agua que embadurnaba su piel hacía que la tarea fuera más placentera y entretenida.

—Me tendió la mano y dijo: "Prometido. Quien falte a su palabra recibirá una paliza del contrario" —Eché una risotada al aire, lo que provocó que otra de sus bonitas sonrisas saliera a la luz—. Ahora que lo pienso, parece una promesa tonta entre machitos —se replanteó aquel absurdo pacto.

Moví la cabeza mientras luchaba por no reír como una insolente.

—Sí. Lo parece —contesté, alegrándome por segundos.

—Ya, pero lo más increíble es que dijo eso sabiendo que practico boxeo —aclaró, explicándome el motivo por el que le resultaba tan ilógico que Nam se pusiera voluntariamente en un aprieto como ese—. ¿Te lo puedes creer? —me notificó, convirtiéndolo en una descabellada anécdota.

Ciertamente, podía recrear el momento en que se dieron la mano, comprometidos a no hacerme ninguna clase de daño en el futuro, como si su labor fuera protegerme de ellos mismos y sus deseos menos empáticos. Todo ello sabiendo que no me causarían ningún mal porque no serían capaces de convivir con esa carga.

Uno de los muchos detalles que me hacían quererles más que a nadie sobre la faz de la tierra.

Riendo, tiré de la cortina para abrir la ducha al resto del baño y poner un pie fuera del suelo húmedo.

—Sois igual de estúpidos los dos ... —di mi veredicto final.

Cogí una toalla del armario con la que me cubrí el pecho y otra que le ofrecí a Jungkook. Él comenzó a secarse tan pronto como la recibió, aunque sin quitarme los ojos de encima.

—Estás rodeada de estúpidos, noona —declaró, bastante orgulloso de su heroica hazaña—. Estúpidos que te aman muchísimo y que estarán contigo hasta el final, ¿de acuerdo? —acabó, expectante.

Se había inclinado un poco, lo suficiente como para observarme de cerca. Algunas de las gotas que rodaban por su frente me atraparon con la guardia baja. La estampa que tenía delante era más de lo que podría haber pedido, pues me sonreía con una esperanza y un amor que no me cansaría de admirar aunque toda la maldad humana me azotara.

—Necesito unos días antes de decírselo —le dije, por fin.

Satisfecho con lo que oyó, se apartó y recuperó su camiseta. Dejó caer la toalla después de secarse el cuerpo y, más radiante que antes, me obsequió con su aprobación a tal decisión.

—Esa respuesta me gusta más —reconoció. Sin cuidado alguno, se pasó la camiseta por la cabeza, humedeciéndola con el cabello mojado—. Hyung no te juzgará —Confiaba en mi hermano como si fuese el suyo propio—. Él no hace eso con nadie. Ni siquiera conmigo, aunque le he dado razones de sobra para hacerlo —se expuso.

Sentí la calma invadiendo mi sistema nervioso. Al parecer, no había sido plenamente consciente de que la respiración se me cortaba, de que me molestaba el pecho y escuchaba demasiado mis pulsaciones hasta que vi a Jungkook vistiéndose con sus comisuras curvadas en una mueca de paz.

Su descanso era el mío. Sí, eso lo sabía desde hacía meses.

Dejé la toalla y me ocupé de reconocer la ropa interior que Jungkook me había traído.

—Lo sé. Me estoy comportando como una niña —espeté, arrepentida—. Se lo diré. No te preocupes —Me sonrió y yo abroché el cierre de aquel sujetador blanco—. ¿Crees que se alterará?

—¿Tanto como yo hace un rato? Lo dudo —negó, peinándose el cabello con los dedos—. Es más templado y suele pensar las cosas antes de actuar. No habrá gritos ni malas palabras —Atrapó sus bóxers negros en un ligero movimiento—. Puedes estar segura.

Quería contribuir de alguna forma más a mi tranquilidad, pero aquel comentario de doble sentido no me afectó como imaginó que lo haría. Aunque debería haberme traído serenidad, solo transformó mi apacible gesto en una mezcla de emociones que se contradecían las unas a las otras.

—Jungkookie —le reclamé.

Emitió un sonido de queja, una inocente recogida de aire que hizo resonar adrede.

—¿Por qué siento que me vas a regañar? —inquirió, subiéndose la prenda por las pantorrillas.

Sus cejas arqueadas me amedrentaron una chispa.

—Porque lo voy a hacer —le confirmé, forzándome a permanecer seria—. ¿Seguirás echándote en cara lo de antes? —le exigí una respuesta sincera.

Agachó la vista, menguado a pesar de lo dicharachero que se había exhibido hasta ese momento.

—No —El puchero en su boca decía algo diferente.

—Pero acabas de hacerlo —arremetí de nuevo.

—Solo quería ... —Se irguió tras acomodar el elástico de los bóxers sobre su pelvis—. Está bien —Resopló, abatido—. Lo siento. No volveré a decirlo.

—Ni a pensarlo —le exigí.

Me puse la camiseta negra que había elegido de entre toda la ropa que Tae me guardaba para emergencias y eché un vistazo a lo que su cara reflejaba.

—Eso no es tan fácil, noona —se resistió.

Entonces, tomé su antebrazo, obligándole a tirarme en mi dirección. Me afrontó como mejor pudo, pero no supo camuflar el malestar que pululaba por su mirada cuando yo no le miraba. No habría llegado muy lejos porque, le gustase o no, sus sentimientos se habían vuelto transparentes para mí.

—Tú no me has hecho llorar —insistí, frunciendo el ceño—. ¿Entendido?

—Entendido —murmuró.

Me habría lanzado a sus brazos con tal de que hubiera olvidado mi llanto. No obstante, era algo que debió presenciar porque así lo pedíamos los dos. Aunque hubiera dolido como mil demonios, Jungkook necesitaba verme destrozada y aceptar que mi sensibilidad podía ser un arma realmente afilada si se daban las condiciones.

Continué con los pantalones cortos. Jungkook, por el contrario, se quedó estático, observando cómo llevaba la prenda hasta la cintura y me disponía a abrochar sus  botones.

—Cada vez que esa idea tan ridícula te haga sentir culpable, vas a decírmelo —Lancé, como una jabalina que él no quiso frenar.

Asumiendo la responsabilidad de sus pesarosas suposiciones, recogió los pantalones de deporte con los que había llegado a casa de Tae y cambió un poco el tono de su voz.

—¿Por qué te pones así de mandona de repente? —cuestionó mi temperamento.

Por un instante, pensé que hablaba en serio, pero la traviesa sonrisa que pintaba su semblante eliminó esas imaginaciones que no me llevarían a ninguna parte.

—¿Por qué? —dije, escéptica—. Pues porque ...

—Cierto —Sonrió con fuerza, aplastando todo argumento que intentara aportar a mi defensa—. Porque sabes que me excita una barbaridad —me acusó, sin escrúpulos.

Le propiné un suave empujón, escandalizada y a punto de reír por segunda vez en menos de cinco minutos.

—¿Sabes lo que es el celibato, cariño? —le reté, obteniendo sus ojos abiertos de par en par—. Por tu cara creo que sí. Entonces, no vayas por ese camino y procura guardarte tus bonitas ocurrencias para cuando estemos completamente solos o ...

Mi amenaza permaneció en el aire, aunque no tuvo cierre porque Jungkook siguió con aquel juego y se aproximó a mí, fingiendo un miedo que despertaba muchas preguntas en mi interior.

—Era una bromita de nada, noona. ¿Lo estás valorando de verdad? —No logré retener la sonrisa—. No puede ser. ¿Quieres matarme? —Bromeó, echándose contra mí para convencerme de lo contraria como diera lugar—. Ni siquiera la tengo dura, ¿lo ves? —Se señaló la entrepierna y ahí rompí en risas curativas que también se le contagiaron a él—. Solo estaba ...

Y me abracé a su complexión justo cuando sus musicales risotadas inundaban la estancia por completo. La pronunciada curvatura de mis labios quedó plasmada en su pecho. Mientras tanto, Jungkook me envolvió en un abrazo mucho más agradable que los anteriores. Mucho más privado y hogareño. Las carcajadas pudieron hacerlo sentir de ese modo, pero era más bien el ambiente, tan natural y tranquilo como siempre que andábamos alejados de toda la mierda que nos acechaba a la vuelta de la esquina.

El roce de mi boca contra el nacimiento de su cuello le invitó a estrujarme con más dedicación.

—Si no tuviera la libido por los suelos, me encantaría volver a la ducha —le comuniqué aquella idea.

—¿Y hacerlo en el cuarto de baño de hyung? —Curioseó, claramente feliz de lo que estaba infiriendo de mis palabras.

—Sí —asentí.

—Te estás volviendo muy salvaje, Yeong —Su risa fue suavizándose.

—Si de algo eres culpable, es de eso, Jungkook —Exhalé, acariciando su espalda—. No te culpes de nada más, ¿vale? —le pedí, regresando al tema.

Su asentimiento despertó algunas de mis hebras. El recogido que me había hecho antes de entrar a la ducha se estaba deshaciendo lentamente.

—Vale —Sus hombros se desplomaron—. No tengo la culpa de tu llanto. Solo de que quieras follar en casa de nuestro mejor amigo —especificó.

—Eh —Palmeé su espalda baja—, no he dicho que quiera.

Rompí el abrazo, aunque Jungkook no estaba por la labor de que escapara. Por tanto, me acorraló al dejar sus brazos inertes y enlazados en mi cintura. Su plan de bloquear las vías de huida rápida funcionó a la perfección.

—Lo siento —se disculpó, a lo que levanté la vista y observé su apacible mirada—. No debería hacer bromas sexuales en esta situación —reconoció un error que yo ni siquiera había considerado.

—Hazlas —le insté—. Consigues que me ría y necesito reírme mucho para sacarme la tristeza de dentro.

Al explicarle mi percepción, me soltó. Desaté mi cabello y él se subió los pantalones, disfrutando de la comodidad que se respiraba después de descargar el cúmulo de tensiones con unas cuantas bromas de esas con las que siempre me derrotaba.

—¿Sigues estando triste?

Supe que mi comentario no fue nada acertado en el momento en que me preguntó por esa supuesta tristeza a la que aludía.

—¿Cómo no voy a estarlo? —Mentirle no arreglaría nada—. Puede que en unos días ... —titubeé.

—¿Días? —Me interrumpió, exagerando a propósito. Le sonreí porque agradecía que pusiera tanto empeño en animarme—. Eso es mucho tiempo, noona —reclamó.

—¿Un día? —planteé una nueva posibilidad.

La falsa irritación que luchaba por mantener en su voz y en su rostro me complicaron la tarea de aguantar las ganas de agrandar aquella sonrisa que apenas sobrevivía por sí misma.

Jungkook me acorraló contra el lavabo. La seriedad que fingía lo hacía todo mucho más divertido, pero pude soportarlo. Fue complicado; aunque estuviéramos completamente vestidos, la presión que ejercía sobre mi pecho me hacía temblar de pura atracción.

—No me sirve —Colocó sus manos en el mueble, impidiéndome salir. A los segundos, bloqueó también mi boca con la suya. Ese beso me supo a poco, así que, cuando se retiró para mirarme a los ojos, me resistí a regresarle la caricia—. ¿Y ahora? —Husmeó.

Entornó los párpados. Yo me preguntaba dónde poner los dedos sin provocar algo más que unas carantoñas inofensivas.

—Mmm ... —Presioné mis labios, meditabunda—. Unas horas —dije finalmente.

—¿¡Horas!? —gritó, estupefacto. Mis risas acompañaron sus cuestionables palabras—. Definitivamente, quieres matarme —me acusó. Haciendo uso de una paciencia que rara vez aparecía en él, controló su ambición hasta que esas risotadas mías se hubieron perdido. Entonces, ansioso por seguir con lo que había dejado a medias, repartió una docena de besos que mi insulsa fortaleza no logró rehuir con antelación. Con un halo de complacencia a su alrededor, me consultó—. ¿Y ahora?

Me rendí tan pronto como vi ese maldito brillo en sus pupilas, cercenando en mil pedazos mis miedos.

Como si de un imán se tratara, me atrajo y fui yo quien comenzó a besarlo mientras me asía a su camiseta. Entendí cuánto le había echado en falta esos días, esa noche, y cuánto le extrañaría cuando se marchara a casa.

¿Lo entendía? A veces me cuestionaba cómo era posible que echara de menos tanto a alguien. Solo habían pasado unos meses, menos de medio año, y ya no concebía la vida sin él.

Deslizó la lengua entre mis labios, lo que me insufló una oleada de calor insufrible. Abrumada, me dejé arrastrar por su devoción y apenas encontré unos instantes para comunicarle que la cantidad de tiempo no hacía más que descender.

—Un par de minutos deberían ser sufi ... —Y, repentinamente, sus manos llegaron a mis costados y empezó a moverlas de tal manera que grité como una niña—. ¡Jungkook, no! —Aquel cambio de planes me convirtió en una chica indefensa que no sabía tolerar las cosquillas. De pequeña siempre me fue imposible y no había mejorado ni un poco, así que me encogí y le rogué que no siguiera—. ¡Para ...!

Me reí hasta que noté la garganta seca y la barriga dolorida.

Sin embargo, Jungkook se lo pasaba en grande viéndome ahí, escondida contra el mueble del lavabo, mientras se dedicaba a sacarme carcajadas de lo más estridentes. Llorando de la risa, cogí a su brazo y, después de un largo minuto, conseguí que se apiadara de las lágrimas que rodaban por mis sonrojadas mejillas.

—¿Qué? —Levantó la voz—. No te escucho, Yeong —se rio, entrecerrando sus ojitos negros.

Su cara iluminaba todo el lugar.

—¿Qué ...? —Exhalé con pesadez—. ¿Qué intentas ...? —Y me atraganté con mi propia respiración.

—¿Yo? —dijo, haciéndose el ofendido—. Solo estaba estrenando un nuevo método de defensa personal. Me la recomendó mi entrenador —aportó dicho dato y, todavía agachado con el objetivo de verme más de cerca—. No me mires así ... —pidió. La mueca en su rostro me produjo una carcajada final—. Tenía que hacer algo o acabarías valorando lo del celibato ... —El puchero que me mostró me golpeó de verdad y, antes de que pensara en irse, solo acerté a sujetarme de su cuello y abrazarle como si no pudiera hacer otra maldita cosa—. ¿Qué pasa? —Me besó la cabeza y sentí el abrigo de su brazo en mi espalda. Al momento, hizo gala de sus horas de gimnasio y me levantó en peso. Yo le rodeé la cintura con mis piernas, aferrándome a su cuerpo—. ¿Tienes complejo de orangután? —se burló.

El cuidado con el que me acariciaba la espalda echó a la basura cualquier mal pensamiento que se me hubiera pasado por la mente desde que entramos a la ducha.

—¿Por qué un orangután? —Hice el amago de reírme—. Prefiero los lémures.

La tranquilidad que sentía se me antojaba falsa. ¿Cómo podía darme esa paz con un par de risas y aquel abrazo de oso?

Además, inhalé el aroma a jabón que inundaba también su piel. Las gotas que resbalaban desde su pelo mojado enfriaron mi faz y contribuyeron a que mis niveles de adrenalina cayeran en picado.

Así era con él; una montaña rusa de sentimientos, pero, al acabar, solo había un mar inmenso de serenidad y calma. Nada más.

—¿Te ha quitado un poco la pena? —inquirió.

—Mucho, en realidad —reconocí que me había templado fántasticamente.

—Agh ... Soy increíble para levantar el ánimo —Se echó unas cuantas flores y yo sonreí. Picoteé su cuello con besos minúsculos—. Deberías avisarme cada vez que necesites otra sesión de cosquillas —me sugirió.

—No necesitaré ninguna por un tiempo —Solté un suspiro de alivio que ni siquiera él predijo—. Aunque algunos mimos no me vendrían mal —murmuré, avergonzada de lo que estaba diciendo.

Si hubiera alzado la mirada, a través del solo espejo, habría podido ver el semblante victorioso de Jungkook. Él se moría de ganas de tenerme así, de tenerme a sus pies. Que yo sacara ese lado más cariñoso no sucedía mucho y olvidaba cuánto lo disfrutaba. Saber que necesitaba de sus caricias debía insuflarle fuerzas para aguantar cualquier torrente.

—¿Desde cuándo eres tan adorable? ¿Eh? —me increpó antes de dulcificar su discurso y adaptarse a mis melosas sugerencias—. De verdad ... No recordaba que mi novia fuera tan tierna.

Se hizo el ignorante para sacarme unos colores mucho más potentes.

Agaché la cabeza, tan tímida como Jungkook quería.

—No lo soy.

Empujó ligeramente su mano derecha bajo mi trasero, acomodándome mejor a ese abrazo en el aire.

—¿Qué has hecho con Yeong? ¿Dónde la has metido? —Me bombardeó con preguntas que sí podrían considerarse tiernas.

—¿La quieres de vuelta? —Continué con aquel teatro—. ¿A esa chica gruñona?

—Sí —me respondió—. He echado de menos sus ceños fruncidos, que me lleve la contraria y que se resista a mis caricias —Mis orbes picaron un poco y tuve que cerrarlos con el fin de salvaguardar mi reciente entereza— . En realidad, eres la chica más tierna y más bonita del mundo —farfullé, perdido en mi cabello suelto—. Lo sabes, ¿no?

Entonces me tomé unos instantes para controlar mi voz y sobrellevar su extraña, aunque agradable, concepción de mi persona.

—Yah ... —me quejé en broma—. Estoy tan agotada que no tengo fuerzas para negarte nada, Jungkookie —Puse en su conocimiento lo derrotada que había quedado después de un día tan largo.

—Pero eso es música para mis oídos, noona —replicó, caminando hacia la puerta—. ¿Estás cansada?

—Muchísimo —Solté, como si descargara una cantidad inhumana de problemas que todavía no había podido solucionar.

Mientras me cargaba con una sola mano, utilizó la otra para abrir la puerta del cuarto de baño y apagar las luces de este.

—¿Quieres que volvamos a la habitación de hyung para que duermas un rato antes de irte? —Me propuso, empático.

Pero yo me negué en rotundo porque no quería romper esa unión, incluso si estaba en juego mi descanso. Un descanso que necesitaba de una forma desesperada y que decliné sin dudarlo.

—Así está bien —le dije.

Ya fuera, en el pasillo, me pareció escuchar las voces de Jimin y Tae desde el salón o la cocina. De igual modo, no le di mucha importancia.

—¿Prefieres que te cargue? —preguntó Jungkook, algo más risueño gracias a mis ocurrencias—. No sabía que envidiabas tanto a Nana.

—No quiero separarme de ti —Le saqué de su error.

—Me meteré en la cama contigo —insistió.

—Me dormiré, y necesito estar consciente —argumenté.

—¿Has tenido pesadillas últimamente? —Se preocupó por esos endemoniados sueños que me atacaban de vez en cuando.

—No —Tragué saliva—, pero siento que me están respirando en la nuca —Me aterraba estar lo cierto—. Si cierro los ojos, estoy segura de que ...

Jungkook me apretujó más. Tuve la sensación de que intentaba contener todas esas malas ideas que llamaban a las puertas de mi desastrosa existencia.

—Si ese es el problema, no te dejaré dormir —Depositó un tierno beso en mi oreja—. Ya sabes que soy capaz de tenerte en vela toda la noche —me susurró, volviendo a sus chistes.

Así, logró que una nueva sonrisa se apoderara de mi boca.

—Eres un descarado ... —le interpelé.

Al separarme de él, pude contemplar la mirada que tenía reservada únicamente para mí.

—Lo soy —No hubo excusa, solo un amor infinito que desbordaba sus ojos azabaches—. Seré el más descarado y cínico si consigo que sonrías como lo haces ahora.

Básicamente, se declaró culpable.

No hablábamos muy alto, pero comprendí que esa conversación tenía que claudicar, así que, con todo el dolor del mundo, besé brevemente a Jungkook y dije mi última palabra.

—Bájame.

Contrariado, frunció el ceño.

—¿Me rechazas? —Ese interrogante pronunció la silueta de mis comisuras.

—Todavía soy capaz de hacerlo —Palmeé su hombro y terminó accediendo.

De pie, la diferencia de altura regresó a nuestro presente más inmediato.

—Y sigo preguntándome cómo lo logras —afirmó, revelándome una incógnita bastante curiosa—. A mí no me queda fuerza de voluntad si se trata de ti —explicó. Al mismo tiempo, me giraba, en dirección al salón, donde los chicos debían estar esperándonos. Jungkook no me permitió avanzar apenas, ya que tomó mi muñeca entre sus finos dedos y detuvo mi marcha—. Noona —Lo miré, fortalecida—, seré todo lo que necesites —Estaba tan seguro de sí mismo que me costó horrores intervenir—. Dímelo y ...

—Jungkook —Él se calló, todavía afectado—, solo tienes que ser tú mismo —Sonreí para él. Un show privado al  que nadie más podía asistir—. Es lo único que necesito.

Entendía y compartía muchos de sus miedos, pero no había nada malo en su forma de ser ni de afrontar las cosas que se nos vinieran encima. No tenía que cambiar nada para satisfacerme. Nunca le pediría que actuara de una forma concreta para sentirme mejor conmigo misma. Nunca.

Jungkook conocía mi opinión. Solo estaba desesperado por hacerme sentir bien. El tiempo sanaría las heridas que me habían ocasionado esa noche. El tiempo y su cariño siempre funcionaban y no había ningún motivo por el que temiera que, en esa ocasión, el transcurso de los acontecimientos fuera totalmente diferente.

Asintió, sonriendo también.

—Está bien. Olvidaba lo fácil que eres de contentar —añadió, sorprendiéndome.

Igual de cabezota que siempre, me acerqué a él.

—Podré ser tierna, terca y solitaria —le concedí lo primero entre dientes, tras lo que esbozó una sonrisa de campeón invicto—, pero no eso, Jungkookie —me expuse, en el peor de los sentidos.

Por suerte, Jungkook me aceptaba y sabía cómo llevarme. Muchas personas, en su lugar, habrían tirado la toalla a la primera oportunidad y, la verdad, no podría culparlas. Hasta para mí era una misión complicada eso de quedar bien conmigo, de estar en paz con lo que había hecho y no sentirme incompleta.

—Debes de estar ciega, noona —arremetió—. Solo me has pedido un par de abrazos —Analicé sus facciones, que no mentían en absoluto y me hicieron creer que, realmente, no necesitaba demasiado para vivir—. Y ni siquiera los has pedido —señaló, feliz.








🔋🔋🔋

El capítulo llegó tarde, pero lo importante es que llegó 😎✌🏻

Parte tranquilita, de charla sobre los traumas de mi niña y la prueba fehaciente de que Jungkook estará ahí hasta el final, para preparar el terreno porque el siguiente cap no será tan bonito, ya os lo digo 👹

No digo más que es muy tarde en España y mañana por la mañana tengo que ver el live de Byun Baekhyun, aka mi otro señor, aka el salvador del kpop, que regresó del servicio militar y hará su primer stream mañana, después de casi dos años ༼༎ຶ༎ຶ༽

Lo dicho; ojalá os haya gustado mucho la actualización y nos vemos (con suerte) el próximo domingo (aunque puede que actualice Fortuna en lugar de Answer, ya se verá 😚) ♡♡♡

Os quiere, GotMe 💜

5/2/2023

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