47
Yeong
En el cuarto de baño, empecé por quitarme la camisa blanca que traía puesta.
Aunque lo intentaba evitar, mis ojos se desviaban cada pocos segundos hacia el gran espejo que adornaba la pared del baño de Tae. Por costumbre, cuando eso ocurría, buscaba alguna herida visible. Gracias a dicho método localicé algunas rojeces en mi vientre, pero no me fijé demasiado en ninguna y aparté la mirada definitivamente al oír un par de suaves golpes en la puerta.
Dejé mi camisa al borde del lavabo.
—Noona, traigo tu ropa —escuché a Jungkook.
Me recogí el cabello con una cinta que llevaba amarrada a la muñeca y le di paso.
—Pasa.
No traté de cubrirme el torso porque imaginé que entraría él solo. Así fue. Entró al baño sin hacer apenas ruido y cerró tras de sí para resguardar mi privacidad. Los chicos debían estar en el salón, hablando de lo sucedido, por lo que no se acercarían a preguntar por mi estado si sabían que Jungkook estaba conmigo.
El menor se encaminó y colocó la pila de ropa limpia sobre el retrete cerrado. Yo me estaba quitando el sujetador, aunque no acertaba a sacarme el enganche.
—Te la dejo aquí —me comentó.
—Gracias —dije con una mueca en los labios.
Al verme luchar con el cierre de la prenda, se acercó, rodeándome, para acabar con mi pelea unidireccional y librarme de la presión que ejercía sobre mi pecho el brassier. Todavía sentía la brutalidad con la que Junghyun intentó retirarlo, sin éxito.
Sin embargo, Jungkook, que estaba mucho más familiarizado con aquel enganche y tenía toneladas de paciencia reservadas solo para mí, logró quitarlo en apenas dos segundos.
Los tirantes fueron cayendo por mis hombros descubiertos y me los saqué por completo.
—¿Te encuentras bien?
Su pregunta me llevó a buscar su rostro a través del espejo. Él contemplaba mi nuca desnuda. Así pues, nadie me devolvió el gesto.
—Eso creo —le contesté.
Puse el sujetador junto con mi camisa, en el lavabo.
—¿Y la angustia? —Se interesó por mi aparente mejora—. ¿Cómo está tu barriga?
La sombra de una sonrisa osciló en mi reflejo.
—Mejor que antes —aseguré.
Al suspirar, roció mi piel con su aliento.
—Me alegro —reconoció que la preocupación había caído en picado.
Con mis ojos clavados en el espejo, esperé a que se moviera, aunque, cuando lo hizo, no fue para alejarse, sino para sacarse la camiseta de un movimiento limpio. Después de que le pasara la cabeza y revolviera sus hebras negras, me atreví a preguntar acerca de sus intenciones.
—¿Qué haces? —Fruncí ligeramente el ceño.
Echó su camiseta junto a la mía. Sus pupilas oscuras encontraron el sendero hasta mi confuso semblante por medio del espejo de nuestro mejor amigo.
—Desvestirme —explicó, como si no fuera algo de lo más evidente.
—Eso ya lo veo —aclaré—, pero no entiendo por qué —continué, reclinando la cabeza.
—Porque vamos a ducharnos —declaró antes de alcanzar la cintura de sus pantalones de chándal.
Mi mirada descendió unos centímetros, hasta el reluciente grifo de color plateado.
—Jungkook, no es momento de ... —Empecé a decir.
—No me malinterpretes, noona —intervino, quitándose los pantalones—. Quiero ayudarte para que te quedes tranquila al salir. No habrá ningún rastro de lo que te ha hecho —me comunicó.
Esa convicción suya me abanicó el corazón.
Por suerte para Jungkook, mi falta de fuerzas hacía que no quisiera, ni pudiera, oponer resistencia alguna a sus deseos. No obstante, traté de negarme. Algo me empujó a abrir la boca mientras mis manos se dirigían a los pantalones de lino.
—Puedo hacerlo sola —murmuré, desabrochando el botón y bajando la cremallera.
Él se quedó en ropa interior, aunque la prenda desapareció más rápido de lo que yo había imaginado. Antes de que me desnudara de arriba a abajo, Jungkook ya estaba sin nada encima, aguardando a que dejara mis enseres a un lado.
Aprovechó esos instantes, mientras me agachaba, y examinó a conciencia mi columna vertebral.
—Sé que no quieres verte las heridas —expuso, dando en el blanco, como siempre.
Me erguí, cabizbaja.
—Tampoco quiero que tú las veas —mascullé entre dientes.
Sus dedos sobre mi brazo derecho revirtieron todo lo que estaba diciendo para disuadirle y me guiaron hacia la ducha.
—Somos un equipo, ¿recuerdas? —Batió sus pestañas, derribándome de un simple golpe. También se inclinó y plantó un pequeño beso en mi sien, a lo que sonreí—. Vamos, entra en la ducha.
No me lo estaba proponiendo. En su lugar, lo demandaba.
Jungkook no solía mostrarse tan estricto conmigo. Yo tampoco podía serlo con él a menudo, pero algo en su voz y en el mohín de sus labios me expresaba que no conseguiría sacarle esa idea por mucho que lo intentara.
Resoplé, haciéndole sonreír, y me metí en el estrecho cubículo.
Por un momento, creí que no entraríamos los dos. Me tranquilizó saber que había espacio suficiente, ya que Jungkook pudo cerrar la cortina sin problema y colocarse junto a mi cuerpo.
—Eres muy cabezota —señalé.
Se giró de nuevo y su cara atrapó mi atención. La forma que tenía de sonreírme era más de lo que habría esperado tras contarle lo que pasó con su hermano mayor. Estaba siendo valiente y fuerte, por sí mismo y por mí, así que no podía quedarme atrás y dejarle el trabajo más difícil únicamente a él.
Echó la mano sobre mi hombro y movió el termostato. Mientras el agua caliente se preparaba para salir, me impulsé hasta propinarle un corto beso en la mejilla.
—Y así me quieres —Ciertamente, incluso amaba su faceta más tozuda. Me ayudó a dar la vuelta en aquel reducido espacio—. Primero la espalda —espetó.
Abrió la llave del agua, con cuidado de que el chorro de agua no saliera ardiendo, y cogió el cabezal extensible.
Noté la calidez del agua resbalar por mi columna y mis costados. Jungkook sabía cuánto me gustaba tomar duchas de agua caliente aunque fuera en pleno verano.
Suspiré. Mi cuerpo agradecía infinitamente una oleada de calor como esa porque la necesitaba si quería dejar de sentir las extremidades entumecidas.
—Gracias por esto —le dije.
Él masajeó un poco mi hombro a modo de respuesta.
—Estaré para ti en lo bueno y en lo malo, Yeong —expresó, altruista—. Ya deberías saberlo.
—Y lo sé —afirmé, para su tranquilidad—. Claro que lo sé.
Y dejé que me revisara la espalda de arriba a abajo. Con cada pequeña marca, se detenía y me preguntaba si era reciente y si dolía mucho. Mi tolerancia al dolor físico había crecido exponencialmente en los últimos años. Resultaba bastante complicado que una de esas heridas me estuviera perforando la carne, por lo que tendía a decirle que no, que no las notaba apenas, y Jungkook se quedaba satisfecho porque era sabedor de que no podría mentirle en una situación así.
No obstante, cuando me giré, topando de lleno con sus malheridos ojos negros, me di cuenta de que lo peor se encontraba en esa zona que ya analizaba, ansioso por reconocer todas las heridas que no había visto hasta entonces.
De repente, cerró el grifo y miró la parte de mi hombro izquierdo que todavía se me resentía con cada gesto del músculo.
—¿Te quemó?
El ardor de la herida de aquel cigarro que apagó en mí se reavivó cuando Jungkook rozó la quemadura de menor grado con las yemas de sus dedos. Reaccioné, obviamente, con un pequeño espasmo que no pude controlar. La molestia era tolerable, pero seguía doliendo. Él, advertido por mi gesto, retiró su mano y esperó a que le diera más información al respecto.
—No sabía que fumaba —expuse mi ignorancia.
Parecía preocupado por el titubeo de mis ojos.
—¿Duele? —inquirió.
—Un poco —admití.
Decidió echarle agua fría durante unos minutos. Me reconfortó más de lo que supe comunicarle. Además, aunque hubiera dado con las palabras adecuadas, sus cejas arqueadas y sus labios fruncidos me impedían hacerlo. Solo me atreví a descansar mis dedos en su costado, ofreciéndole algo de calma ante el cúmulo de odio que amenazaba con recobrar energías tras conocer otro detalle del abuso al que me había sometido Junghyun.
La presión del agua descendió a raíz de su intervención. Movió la manivela y su voz se hizo escuchar por encima del agua cayendo.
—¿Quieres decirme qué te hizo exactamente? —Vio que dudaba, que no estaba segura de poder explicarle de forma minuciosa lo que ocurrió en la habitación del hotel que tantas veces había pisado él—. Está bien si prefieres no ...
Tragué saliva y frené su discurso. No iba a justificar un silencio que me haría más daño que bien.
—¿Quieres los detalles? —No aparté la mirada.
Le haría sangrar más que antes, pero hay verdades que debemos conocer para poder gestionar nuestros sentimientos más sombríos. Jungkook también entendía que, a pesar de no ser algo gustoso de oír, necesitaba saberlo. Acompañarme en mi dolor implicaba eso y más esfuerzos de los que podría enumerar.
—Sí —Se posicionó, serio—. No voy a dejar que cargues con algo así sola —me informó.
Después de robarle un beso y recibir su apacible sonrisa, comencé a relatarle aquella sucesión de hechos desagradables y deleznables, incluyendo los comentarios del perpetrador, las amenazas los y pormenores que recordaba a pesar del shock que sufrí en aquel momento, tirada sobre la cama del cuarto con él bloqueando mi visión.
Jungkook hervía de rabia, pero no perdió el control de sus susceptibles emociones en ningún punto de la narración. Eso sí, maldijo alguna que otra vez a su hermano. Yo, lógicamente, escuché y acepté sus dolorosas palabras, bañadas en la decepción y en la exasperación.
Transcurridos unos diez minutos, él me abrazó, apenado, y prosiguió revisando mi piel con tiento.
Su cabello mojado captó mi atención cuando se dio la vuelta, retirándose los excesos de agua del rostro. Estaba guardando silencio porque no sabía qué decir. Prefería tocarme, consolarme físicamente, en lugar de resaltar algunas de las crueldades cometidas por su hermano.
Así pues, buscando que ese espacio vacío, frío y cálido al mismo tiempo, concluyera, me pegué a su espalda y di forma a un abrazo unilateral. Aquel gesto destruyó sus indecisiones y, tan pronto como percibió mis manos en su abdomen, las tomó entre las suyas para no dejarme escapar, en caso de que quisiera alejarme de su cálido cuerpo.
—¿Noona? —me llamó, titubeando.
Mis párpados cayeron como cortinas que se desmoronan por su propio peso, por su incapacidad de mantenerse rectas y por el indestructible lastre que suponía la gravedad a mi fatigado organismo.
Presioné mi frente a su ancha espalda y mentí.
—No es nada —Exhalé con fuerza—. Solo tengo jabón en los ojos.
El agua no había alcanzado mi cara porque Jungkook tuvo cuidado para que así fuera. Protegió mis ojos a capa y espada, esquivándolos en todo momento y lo recordaba a la perfección. Pero entendió mi mentira y se adueñó de ella, convirtiéndose en mi cómplice.
—Ahg, eso es horrible —apuntó.
—Sí ... —susurré, abatida.
Hablarle detalladamente de lo que pasó me había dejado más exhausta que antes.
Él acarició mis dedos durante unos instantes.
—¿Por qué no te quedas en casa hoy? —propuso—. No quiero que te vayas así —reconoció parte de su miedo.
El débil goteo del agua que todavía caía de la ducha, ya cerrada, acompañó mis pensamientos.
Ojalá pudiera acceder a su proposición y olvidarme de lo que me encontraría al volver al hotel, al llegar más tarde a la finca, cuando JaeHo me exigiera explicaciones sobre lo que había ocurrido con Lee Dongwook y acerca de la inesperada visita del hijo mayor de la familia Jeon. Querría saberlo todo y, si no le gustaba lo que tenía que contarle, yo sería la única perjudicada. La única que sufriría, sería yo.
—Tengo que volver al hotel —Me aferré a su estómago porque ansiaba atesorar ese último rato a su lado—. Puede que JaeHo ya esté allí y no necesito más problemas —le expliqué.
Mi voz se enterraba bajo capas y capas de un pesar que no se iba. Ni siquiera los apretones de Jungkook a mis blanquecinos dedos ayudaban a sentirme más liviana, menos pesimista con respecto a lo que me esperaba cuando saliera de la casa de Taehyung.
—Está bien ... —se rindió, aunque estaba inconforme—. Pero te llevaré y, de camino, compraremos algo para tu barriga en alguna farmacia de guardia —me puso al corriente de sus planes.
Casi al instante, sonreí, obnubilada con su pálida piel.
—Eres muy bueno cuidando de los demás, ¿lo sabías? —le lancé la pregunta.
—Eso es porque eres tú —exclamó, sacándome una suave risa—. Mi madre siempre se queja de que mis sopas reconstituyentes tienen un sabor muy desagradable —Sonaba resignado.
Moví ligeramente la cabeza, tratando de escuchar mejor el dulce martilleo de su corazón, que me llegaba a través de su espalda y suavizada cualquier mal que me estuviera atacando.
—¿Me harás una el próximo día? —Destensó su vientre, rindiéndose a una petición tan infantil como esa solo porque había salido de mí.
—Todas las que quieras, cariño —me aseguró, con voz grave y densa.
Nos quedamos así durante un rato. Aquel era un método infalible para recuperar el control y la mesura de nuestros propios pensamientos. Apoyarme en él me curaba, cerraba las heridas abiertas que aún me latían en las sienes, aunque sólo fuera temporalmente.
Junto con una exhalación que se fundió en el vapor de la ducha, me decanté por decir su nombre.
—Jungkook.
Unas pocas gotas cayeron rodando entre sus omoplatos hasta dar conmigo. La primera alcanzó mi nariz y la siguiente tropezó con mi mejilla, estampándose contra ella.
—¿Mmh? —Y agarró mi dedo índice, recordándome su incondicional presencia allí donde le necesitara.
Mis temores cayeron en picado. Me preocupaba que lo malinterpretara, así que corrí a explicarle el porqué de mis palabras. No quería que pensase algo erróneo. Al fin y al cabo, si mi intención de mantener a Namjoon fuera de todo aquel problema existía, únicamente era por el pánico que tenía a todo en esos momentos.
—No le digas nada a Namjoon —Podría decirse que le imploré aquello—. Su límite está mucho más cerca de lo que parece y si se entera de esto ... —No quise ni pude terminar mi argumentación.
Ejerciendo fuerza contra el dorso de mi mano, me respondió.
—Tranquila —Buscó calmarme—. Hyung no lo sabrá de mi boca —me prometió—, pero deberías contárselo, Yeong —Su consejo no entraba en mis expectativas, por lo que tuve que prestar mayor atención a lo que me exponía—. No tiene que ser mañana ni esta semana, solo ... Ten en cuenta sus sentimientos, ¿vale? Él también quiere ser un apoyo para ti. Si le ocultas algo tan grave, se sentirá como un cero a la izquierda —me hizo saber.
Estupefacta por el pequeño sermón, ni siquiera me percaté de que había dejado de pestañear. Cuando mis ojos empezaron a lagrimear, incluso a arder, reaccioné físicamente y me incorporé, observando en silencio la porcelana que tenía por piel.
—No es mi intención ... —Intenté excusar lo inexcusable deliberadamente.
—Ya lo sé —me frenó Jungkook, que sostuvo con más intensidad mi muñeca, impidiendo que me alejara de él en un tonto ataque de vergüenza—. Solo quiero que lo medites —insistió, dulce, sin pretensiones ni afán alguno de reclamarme declaraciones que no le concernían—. Namjoon-hyung se siente inservible a veces. Me lo dice cuando necesita desahogarse —me expresó una de las tantas cosas que le había dicho Nam sin que yo fuera consciente—. Deberías saberlo —terminó.
—¿Mi hermano te ha dicho eso? —le interrogué, anonadada.
¿Nam se sentía así? ¿Por qué no me lo había contado él mismo? Si Jungkook le había traicionado para explicarme sus verdaderos sentimientos, no me cabía duda de que era más serio de lo que habría esperado nunca.
—Me pidió que no te lo contara —dijo, defendiéndole—, pero no es justo para él —apuntó, claramente apenado por el pesar que atormentaba a su jefe y cuñado—. Tampoco es justo para ti.
Mi mente colapsó durante los siguientes segundos. No pensé que oiría algo así saliendo de su boca. No me estaba regañando ni mucho menos, pero tuve la sensación de que había obrado terriblemente mal con respecto a mi hermano mayor.
Entonces, un antiguo ramalazo de rabia y molestia azotó mi malherido estómago y destapé una cajita que no había querido abrir después de esos años viviendo en armonía con el que un día me repudió a pesar de ser una niña que apenas sabía qué hacer para no ver cómo su familia se caía, se deshacía, se desmembraba.
—Te lo conté, ¿verdad? —Debí morderme la lengua y callar, sin embargo, ese resentimiento salió a flote y no pude hundirlo en mi pecho como si nada hubiera pasado—. Lo mal que me sentí cuando me dejó sola en Seúl —Jungkook asintió, ladeando un poco la cabeza sobre su hombro. Al notarlo, bajé la barbilla, escondiéndome de esa mirada de malestar que revelaba a través de sus ojos—. Sé que estaba herido por lo de su madre, pero ... Me trató como si no fuera parte de su familia y yo ... Yo nunca quise hacerle daño —Mis justificaciones se tambaleaban. Esa falsa inocencia tras la que me ocultaba hacía que la situación me doliera más—. Sé que metí la pata y sé que se fue porque ni siquiera podía mirarme a la cara sin sentir un rechazo inmenso. Lo sé muy bien —Con una mueca en los labios, continué hablando—. Por eso mismo no quiero darle nuevas razones para que esté decepcionado de su hermana pequeña —Mi voz había quedado rebajada a un imperceptible hilo al finalizar el alegato.
Esa conclusión revoloteó en el húmedo ambiente del cuarto de baño, a la espera de una respuesta por parte de Jeon Jungkook, mientras me replanteaba el motivo que me había empujado a blandir una espada que enterré varios años atrás.
🚿🚿🚿
Capítulo cortito marchando ✨✨
Ojalá hubiera podido traer una actualización más extensa, pero el tiempo me ahoga últimamente 😭
Espero que os haya gustado a pesar de la brevedad ♡
Eso sí, la semana que viene habrá otro capítulo (me aseguraré de ello y lo confirmaré por mi tablón en los próximos días). Así sabremos qué le responde Jk a Yeong uwu
Os quiere, GotMe 💜
29/1/2023
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