45
Yeong
Un suave rumor me envolvía. Al poco tiempo, diferencié ciertas voces que ubiqué lentamente.
—¿Os ha dicho algo? —la pregunta de Jungkook burbujeó en mi mente.
—Casi nada. Llegó mareada y se ha pasado todo el rato vomitando —le comentó Tae—. Iré a por agua para cuando se despierte.
Debió marcharse de la habitación.
—Jungkook —diferencié a Jimin—, dijo que tenías que perdonarla. No sé a qué se refería, pero lo que ha pasado, sea lo que sea, ha debido de ser más grave de lo que pensamos.
No iba desencaminado.
—Nunca la había visto así —le respondió.
Sentí entonces la férrea presión de sus dedos en torno a los míos. Me sostenía la mano como si le asustara que me desvaneciera allí mismo, delante de sus propias narices.
—Sí. Yeong suele ser muy fuerte y esto es ...
Recobré algo de movilidad y moví la cabeza. Al girar el cuello, Jimin guardó silencio total. Jungkook, por otro lado, apretó mi mano y me llamó.
—Yeong, eh ... —intenté levantar los párpados, aunque no salió bien—. Di algo, mi vida.
Al cabo de lo que me pareció toda una eternidad, logré empujarlos hacia arriba y entreabrir los ojos. Pesados y lagrimosos, me picaron a rabiar. Por suerte, tras unos cuantos pestañeos, me acostumbré a la lámpara del techo y a la intensa bombilla que colgaba de ella.
—¿Cuánto ...? —la garganta seca me impidió seguir.
—Tranquila —acarició también mi brazo desnudo—. No hay ninguna prisa.
Me di cuenta de que sus ojos negros, esos ojos que tanto había añorado, estaban perlados con gotas que los hacían resplandecer.
Eché la mirada más allá, donde Jimin aguardaba de pie. Sus brazos cruzados me decían algo distinto a la tenue sonrisa que intentaba conservar. Jungkook estaba sentado al borde de la cama, examinando mi rostro con minucioso detalle.
Me aclaré la voz. Necesitaba líquido urgentemente, pero realicé un esfuerzo y formulé la pregunta que me rondaba la cabeza.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegaste? —encontré la forma de encajar mis agarrotados dedos con los suyos.
—Ni siquiera diez minutos —me sonrió, más preocupado de lo que le gustaría admitir—. ¿Estás mejor?
Asentí y, aún aterrada por lo que debía contarle, contemplé cómo movía su mano para acariciar mi tez blanquecina. El color debía haber huido de mis pómulos por completo, pero el corazón me martilleaba en la boca como un loco.
—¿Puedes ...? —dudé.
—Puedo —reafirmó su entera predisposición—. No importa lo que sea, noona.
Me mordí el labio inferior y él comprendió al instante que el llanto estaba llamando a mis puertas. Se inclinó hacia mí, ignorando los pequeños orbes que miraban la escena unos metros atrás. Besó mi mejilla. Su respiración se derramó por mi pálida piel, ofreciéndome todo su apoyo para que no me viniera abajo.
—Necesito ... Necesito levantarme primero —le dije, agobiada.
Se apartó un poco. Con espacio suficiente para salir de la cama, mis intenciones se vieron frustradas cuando intenté mantener el equilibrio sin éxito. Jungkook fue ágil al atraparme y yo acepté que no estaba recuperada. Hacer movimientos muy bruscos solo me marearía otra vez. Repitiéndome ese mantra, me senté en el colchón.
—Ten cuidado —me advirtió Jungkook.
El masaje que regaló a mis hombros me llevó a reclinar la espalda hasta apoyar mi frente en su duro vientre. Él, feliz de dicha aproximación, peinó también mi cabello. No iba a negarle esa cercanía por haber tenido una experiencia traumática y supuse que confirmar aquello le devolvió un pedacito de la paz mental que amenazaba con desprenderse de su ser.
—Debe de ser la tensión —planteé.
En pleno intento por recuperarme del latigazo más reciente, Jimin se pronunció.
—Le diré a Tae que prepare té —comentó Jimin—. La teína es buena para las bajadas de tensión —lo miré, agradecida—. ¿O prefieres café? —frunció ligeramente su ceño.
—El té está bien —mi amago de sonrisa no apaciguó mucho su tenso gesto—. Gracias, Jimin.
—No hay de qué —dijo antes de retirarse de la habitación.
Ambos sabíamos que nos había dejado solos adrede, pero no lo hablamos. En su lugar, Jungkook optó por sentarse a mi izquierda mientras se anudaba a mi mano como si la vida le fuera en ello. Había ansiedad en su tacto, pude percibirlo en el cargado ambiente que se respiraba.
Si dejaba de pensar en la suavidad de sus dedos o en la dulzura con la que me miraba, varios fogonazos de lo que pasó en el hotel se sucedían a ritmos infernales. No podía soportarlo. Esa carga era mayor de lo que me veía capaz de tolerar después de cientos de desgracias que seguía cargando en silencio.
No me había escapado de las lágrimas cuando traté de exponerle lo mal que me sentía.
—No sé cómo explicártelo, Jungkook —mi balbuceo se dispersó demasiado rápido y mi duro agarre a su camiseta reavivó el malestar en él—. Tengo miedo de que ...
No acabé la frase porque los ojos se me empañaron tanto que no lograba vislumbrar correctamente el cuarto vacío.
—¿De qué? ¿Tienes miedo de mi reacción? —volvió a tomar mi mejilla. De tal modo, no tuve más opción que regalarle una privilegiada imagen de mi demacrado semblante—. Sabes que nunca me enfadaría contigo.
Agité la cabeza.
—No es conmigo con quien vas a enfadarte —murmuré.
Eso quería creer porque, si se molestaba conmigo, yo ...
—Tienes un arañazo aquí y la mejilla hinchada —rozó con su índice la zona. No esperaba que me hubiera dejado un corte tan visible—. ¿Te golpeó él? Por tus mensajes pensé que la reunión con Dongwook había ido bien —ya no había esperanza en sus palabras—. ¿Te duele? —no presionaba apenas el hematoma.
—Es poca cosa —calmé sus justificadas dudas.
Pero no pretendía calmarse. Tampoco podía culparle de que la incomprensión y el miedo más severo se arremolinaran en esas pupilas que solían ofrecerme una visión pacífica. La paz había cambiado y una insaciable necesidad de cuestionar mi estado físico y anímico tomaba su posición mientras Jungkook limitaba torpemente el afán por saber la razón detrás de mi desánimo.
—¿Por qué te ha cruzado la cara?
—Jungkook ... —bajé la mirada.
—¿Qué más te ha hecho? —se esforzaba por obtener unas respuestas que yo no quería liberar.
Si Junghyun y él hubiesen sido más similares, al menos físicamente, ¿me habría resultado tan fácil enfrentar su extenso cuestionario o habría temblando, aterrorizada, por encontrar en él a ese que se había burlado de mi entidad, de mi fortaleza y orgullo como mujer?
Agradecida de que fueran opuestos, dejé mi mano sobre su muslo y tragué saliva.
—Dame ... Dame un momento, ¿vale? —mi petición fue complacida justo después.
—Lo siento —se disculpó. Una desfigurada mueca se afianzó en su boca—. Son los nervios —mi asentimiento relajó la ansiedad que veía en él, aunque, cuando se acercó para pegar sus labios a los míos e insuflarme algo de valor, yo me negué a ese contacto entre ambos. Jungkook, confundido, investigó a conciencia mi desencajado rostro—. ¿Por qué ...? —no acabó la pregunta.
—He vomitado bastante —me desvié, también asustada de mi propio acto reflejo—. No tengo buen sabor ahora mismo.
Aquello era verdad, pero no constituía el motivo real por el que mis manos se posaron en su pecho a modo de palanca. Esa risita nerviosa que me salió le mosqueó.
¿Desde cuándo rechazaba uno de sus besos?
Él sabía que el ácido vestigio de los sucesivos vómitos que me habían atacado minutos atrás no era más que una excusa tonta para no besarle. Lo que no sabía era que la agresividad de su hermano mayor permanecía palpitando en mis comisuras, demasiado hinchadas a raíz de los repetidos mordiscos que les había propinado desde que salí del hotel.
—Me da igual —insistió y, entonces, giré la cabeza unos grados. La trayectoria de su cuerpo se vio interrumpida por mi nueva negativa. Jungkook exhaló, dolido—. No es solo eso, ¿verdad? —guardé silencio, avergonzada de no poder controlar esos malditos impulsos—. ¿Te ha besado?
No se alejó de mí, sino todo lo contrario. Con el calor de sus finos dedos en mi dermis, impidió que el recuerdo aplastara por completo mi espíritu.
—Besar implica respeto, afecto o cariño —enumeré las distintas emociones bajo la sombra del intenso ruego camuflado en sus facciones—, así que ... No. No lo ha hecho —no lo sentía así. Solo habían sido lamidas y estelas íntimas robadas por un maldito animal. Nada más—. No guardaba ninguno de esos sentimientos cuando me ... —pero él cogió el momento y se lo apropió. No estaba pidiéndome explicaciones ni lamentaciones. Solo suplicaba por un poco de esa personalidad dulce y codiciosa que emergía de mis profundidades cuando estábamos juntos. El egoísmo de sus labios al atraparme con la guardia baja me hizo fuerte y le devolví el beso hasta que encontré una pequeña abertura—. Jungkook ... —suspiró, besándome incluso con más fuerza.
La tela de sus pantalones de deporte rozó mis rodillas desnudas y el deseo de subirme a su regazo me cegó por un segundo. Quería que me hiciera olvidar todo lo que había tenido que aguantar en su ausencia.
Rompió el beso al colocar su pulgar entre mi boca y la suya.
—Que otro tío te haya besado es irrelevante, Yeong —declaró, seguro de sí mismo y de la relación que teníamos—. Sé que solo me devuelves los besos a mí —esbozó una tierna sonrisa—. Y también sé que los necesitas para volver en ti —le di un pico que significaba más que ningún otro gesto—. Siempre me dices cuánto te ayudan mis caricias. No retrocedas ahora, noona.
—He tenido tanta suerte al enamorarme de ti —reconocí lo afortunada que era—. Prométeme que vas a escuchar antes de decidir lo que hacer. Es importante que estés sereno, Jungkook —insistí en ello.
Su atención desapareció de mis labios y cayó en los vidriosos ojos con los que le miraba.
—Me estás asustando, cariño —sus palabras volaron a mis oídos, entrecortadas.
Acuné su cara, confiando en que podría sobrellevarlo. Debía hacerlo. No quedaba otra si queríamos superar la zanja que se había abierto a nuestros pies mientras nos amábamos en secreto.
—Perdóname —Jungkook asintió tras mis disculpas, apenado—. Solo quiero que ...
—Chicos, Tae ya viene —dijo Jimin, accionando una palanca entre Jungkook y yo. Ambos le miramos, aunque yo titubeé al principio y él lo percibió, por lo que bajó un poco la voz—. Debería irme a casa y dejar que lo habléis —se arrepintió rápidamente de haber interrumpido.
Al instante, preocupada de que hubiera visto algo erróneo en mi rostro, me dirigí hacia él más precipitada de lo que me habría gustado.
—No, Jimin —Jungkook también me miró, sorprendido de mi insistencia cuando yo prefería siempre la privacidad antes que tener espectadores inesperados—. Quédate, por favor —le pedí, recibiendo una mirada de confusión. Taehyung llegó, impidiéndole responder—. Tú también, Tae —incluí en la conversación a mi mejor amigo, que cargaba con una taza de té caliente.
Jimin lo dejó pasar, todavía meditando si era adecuado que ellos se quedaran allí sabiendo cómo había llegado y que mis nervios seguían inestables, que mi sensibilidad no ayudaba en absoluto. Además, él entendió desde el primer minuto que la situación era grave. Tenía la habilidad de entender a los demás y no era habitual en mí actuar con esa celeridad, con ese miedo, delante de personas que me importaban tanto.
—¿Estás segura, Yeong? —su ceño fruncido le delataba—. No quiero que te sientas incómoda. Es algo muy íntimo, así que ...
Tae me tendió la taza.
—Vosotros también sois mi familia —dije al tiempo que cogía el recipiente humeante con cuidado de no quemarme—. Además —me detuve al sentir cómo Jungkook dudaba, incapaz de entender mi temblor—, necesito que estéis aquí.
No quería herir sus sentimientos porque, lógicamente, confiaba en él más que en ninguna otra persona. Sabía que entraría en razón al cabo de un rato, pero no me sentía con fuerzas para repetir ese momento, así que necesitaría la compañía y el apoyo de Tae y Jimin cuando empezara a contarle lo que había pasado.
Jungkook no se podía imaginar ni una maldita parte de lo que estaba soportando. En esos momentos, mientras contemplaba el líquido verdoso y el calor golpeaba mi cara, ni siquiera estaba segura de que fuera yo la que respiraba. Me sentía como una extraña dentro de un cuerpo que, supuestamente, era mío, evocando las primeras veces que JaeHo me obligó a satisfacer las demandas de sus clientes.
Esa despersonalización me hacía más vulnerable que de costumbre.
—No te preocupes —habló Tae, sacándome de ese laberinto de emociones muertas—. Agarraremos a Jungkookie si intenta ir a por ese poli corrupto —se sonrió un poco, aunque falló en la tarea de mostrarse entero a mis ojos.
Él también lo había notado.
En realidad, el único que intentaba creer que no había sido tan importante ni tan traumático era Jungkook. En ocasiones, sucedía. Intentaba ser positivo y no caer en el pozo de desesperación que se había convertido en mi segunda casa con los años porque solo así podía mantenerse a flote y sostenerme si lo necesitaba. Quería ser fuerte para todos nosotros, pero no era el día para serlo.
Debía digerir lo sucedido y aceptar que se había resquebrajado una parte de mí que él mismo había ayudado a reparar durante los últimos meses.
—Gracias, pero no ... —me atraganté con mis propias palabras; estaba demasiado nerviosa—. No fue Lee Dongwook.
Después de un corto silencio, Jungkook se pronunció.
—¿No fue él?
Apreté más mis dedos alrededor de la taza.
—No —pestañeé y retuve la humedad en mis lagrimales.
—¿Jae? —preguntó por la otra opción con más sentido.
—No estaría así si hubiera sido Jae —declaró Taehyung, bastante seguro de que no había sido obra de Choi.
—Vale —los frenó Jimin, que consiguió toda nuestra atención para sí—. Deberíamos dejar que nos lo cuente —dijo, razonablemente—. Empieza por el principio, Yeong —me invitó, cordial, y sin presionarme en absoluto.
Recabé algo de seguridad y de oxígeno, estabilizándome a mí misma antes de poner en palabras el calvario que había vivido.
—Dongwook vino al hotel y hablamos sobre ... —inicié el relato con toda la serenidad que pude encontrar.
Les conté lo que había pasado en esa reunión y el acuerdo al que llegamos después de que me pidiera perdón por todo lo que había ocasionado, por haberme mentido con tal descaro y por no ser capaz de hacer más en su limitada posición.
Tanto Jungkook como Tae se resistieron a creer en esa aparente buena voluntad de Lee Dongwook, pero Jimin y yo les hicimos entrar en razón. A pesar de la poca confianza que nos inspiraba aquel hombre, ser prudentes era lo mejor mientras no supiéramos si había otras pretensiones detrás de sus intenciones. Negarle una oportunidad por no ser trigo limpio estaba más que justificado, sin embargo, no nos dejaría avanzar, sino todo lo contrario; quedaríamos estancados, a la espera de que ocurriera algo que también podría hundirnos a nosotros.
Acabaron dando su brazo a torcer, aunque lo peor estaba todavía por llegar.
—Está bien ... —se resignó Jungkook—. Entonces, ¿por qué estás así, noona? —me preguntó, poniendo su mano en mi muslo izquierdo—. Si no ha sido él y tampoco ha tenido que ver con JaeHo, ¿qué es lo que ...?
—Vino alguien más —solté y bajé la mirada.
No podría mirarlo a los ojos cuando le dijera la verdad.
—Yeong, mírame, por favor ... —trató de animarme a ser valiente.
—Jungkook, deja que ella decida cómo contarlo —le reprendió un Jimin serio y ligeramente molesto por la impaciencia del menor—. No debe de ser fácil —añadió.
Agachó la cabeza, arrepentido, y yo me mordí la lengua porque pensé que provocarme algún tipo de daño haría que mis terminaciones nerviosas se callaran por unos segundos, que permitirían expulsar aquello que me estaba mermando la salud.
—¿Quién fue? —se atrevió a decir Tae.
Retuve el aliento y, aterrada, cogí su mano mientras encontraba una forma de decirlo sin romperme en múltiples pedazos y desintegrarme en el proceso.
—Tu hermano.
A continuación, me mordí la comisura inferior por la ansiedad descontrolada.
—¿Junghyun? —cuestionó Jungkook, perdido tras mi inesperada declaración.
—Sí —susurré.
Las lágrimas me picoteaban los globos oculares y la tripas se me revolvían otra vez, preparándome para una nueva tanda de arcadas que no deseaba bajo ningún concepto.
—¿Qué quería? —inquirió Jimin al percibir mi incomodidad.
Que estuviera mirando la moqueta de Tae, evitando los ojos de mis amigos, era una clara señal de que el hermano mayor de Jungkook había sido el causante directo de mi intenso malestar. Todos se dieron cuenta, pero no pudieron preguntarlo porque todavía estaban aceptando que su nombre hubiera surgido de mi boca.
—Creo que ... —me lo cuestioné a mí misma, algo aturdida—. Amenazarme.
No fue necesario que especificara por qué había decidido realizar esa amenaza hacia mi persona. Jungkook lo entendió al momento y, en lugar de mantener la calma y sopesarlo fríamente, se levantó de la cama. Mi mano volvió a estar sola y desvalida por la ausencia de su calidez, lo que ejerció una buena dosis de presión a mis ensombrecidos orbes, que ya nadaban en gotas saladas sin que yo hubiera dado mi beneplácito.
Vi cómo avanzaba a través del cuarto, más allá de la posición que había tomado Taehyung para escuchar la maldita historia que tenía que compartir.
—Malnacido ... —escupió, dándonos la espalda.
Jimin le lanzó una mirada de irritación y regresó a mí, aunque yo no pude corresponderle porque tenía la vista hundida en la sudadera negra de Jungkook.
—¿Él te hizo eso? —preguntó Park, a la espera de que desviara las pupilas a su figura y le respondiera.
—Hijo de ... —maldijo Jungkook entre dientes. La imagen que estaba describiendo encrespaba sus nervios considerablemente, a la par que los míos—. Tengo que llamarlo. No sé en qué mierda estaba pensando, pero ...
—No —me negué en rotundo, obteniendo su escéptico semblante a cambio—. Si se entera de que te lo he dicho, será mucho peor —intenté convencerle.
—No voy a dejar qué te trate así, Yeong —me replicó, enfadado con el mundo y con el desgraciado de su hermano mayor.
No estábamos discutiendo, pero la tensión se palpaba y me hacía pensar que la ira crecía en su interior mucho más rápido de lo que había previsto. Mi plan de que no se alarmara estaba yéndose a la mierda y lo peor de todo era que no tenía ni la menor idea de cómo tranquilizarlo porque ni yo misma lograba relajarme.
Ya había pasado todo. Estaba con ellos, a salvo de cualquier persona que quisiera hacernos daño. Sin embargo, esa misma paz se me antojaba ajena a la realidad que se reproducía en mis recuerdos, casi como un bucle infinito.
—Jungkook, es ... —mi voz se doblegaba a esos miedos por momentos, jugándome una muy mala pasada—. Hay más —dije mientras observaba su puño cerrado.
No podía moverme.
Agonizaba con cada instante de silencio. Un silencio sombrío que engullía las emociones de los cuatro. Un silencio denso, agobiante y maldito que parecía perseguirme, condenando también a mis conocidos a cargar con algo así.
Los chicos comenzaron a entender la razón detrás de mi terror, aunque no quisieron verbalizarlo porque, si lo hacían, se haría real, y eso era lo que menos deseaban.
—No puede haber más —intentó resistirse, pero yo no podía ofrecerle una mirada sin temblar, lo que confirmaba sus sospechas—. Yeong, dime que no ... —trató de decir Jungkook, manteniendo el pánico dentro de sus límites.
¿Cómo se estaba sintiendo él si yo estaba al borde de perder la cabeza?
—Perdóname —mi murmullo llegó a sus oídos, distorsionado y lleno de dolor—. Tendría que haberme marchado de allí, pero no supe cómo reaccionar y él ... —me mordí la lengua, angustiada por ser demasiado explícita.
La vista se me nublaba lentamente, lidiaba con el peso de una vergüenza que me había puesto sobre los hombros injustamente.
—Espera un segundo, Yeong —la voz de Tae, por primera vez desde que nos conocíamos, no me dio ningún tipo de alivio—. ¿Estás diciendo que ...? Joder —maldijo antes de caminar hacia mí, dejando atrás a un Jungkook que debía estar petrificado por la verdad que se asomaba entre mis palabras—. ¿Estás ...? ¿Te duele algo? —su mano aterrizó en mi brazo y, a pesar de que su cuerpo hacía de muro entre Jungkook y yo, percibí un movimiento del más pequeño que no me agradó en absoluto—. ¿Necesitas que te vea un médico o que vayamos al ...? —siguió diciendo, hecho un manojo de torpes nervios.
—No, pero Jungkook ... —Tae no tardó en apartarse unos centímetros—. Jungkook, antes de enfadarte, intenta ...
¿Intentar? ¿Qué pretendes decirle, Yeong? ¿Cuál es tu propósito? Es imposible que evites una reacción desastrosa y destructiva después de lo que ha hecho Junghyun, así que deja de hablar como si pudieras suavizar la furia que está oprimiendo su opinión, por favor.
Él no me miraba. Sus orbes estaban deambulando por el suelo, bien abiertos, en dirección a Jimin, que tenía toda su atención puesta en el menor, consciente, al igual que yo, de que su falta de respuesta era alarmante en más de un sentido.
—¿Te ha puesto la mano encima y pretendes que esté tranquilo? —volvió la barbilla hacia mí, clavándome sus ojos como dagas, puntiagudas y alargadas, que iban dirigidas a otro, pero que yo sentí rasgarme la carne como si realmente tuviera el metal trepanando mi pecho—. ¿Hasta dónde llegó? —me exigió una contestación.
Taehyung, viendo la gravedad del asunto, se situó a mi lado, dispuesto a defenderme en caso de que Jungkook dijera algo inadecuado, algo que yo no me merecía a pesar de haberle fallado en cientos de cosas esa noche.
Pero el chico al que amaba, el chico que ellos adoraban y querían como un hermano más, no era alguien tan macabro y desalmado. Incluso si me observaba de aquella forma y sus pupilas ardían de rabia e impotencia, nunca empujaría dichos sentimientos contra mí. Sin embargo, Tae también discernió ese atisbo de irracionalidad y de locura en el rostro de Jungkook. Entendió que le había afectado de la peor manera y hundió sus finos dedos en mi hombro derecho mientras analizaba los labios fruncidos y el nefasto semblante del chico que teníamos delante, aterrado y bloqueado por una noticia que no quería ni podía digerir.
—Yo ... —cerré las comisuras, clausurando todo lo que me había hecho el malnacido de su hermano—. No ... No puedo ... —las lágrimas no me dejaban hablar con un mínimo de coherencia y entereza.
—Voy a matarlo —declaró en una tonalidad grave e insondable.
La primera gota rodó por mi pómulo.
—Jungkook-ah ...
Lloré su nombre.
Todos allí escucharon cómo impregné su nombre de un desconsuelo sin precedentes, pero Jungkook parecía negarse a ver lo rota que estaba y se alejó de mí y de mis endebles sollozos. El único que fue capaz de moverse y cortarle el paso resultó ser Jimin. Con el ceño fruncido y un cabreo más que evidente, le agarró del brazo.
—¿A dónde vas? —le interrogó.
Nunca lo había visto tan serio, y mucho menos con Jungkook.
—A casa de mis padres —dijo el contrario sin siquiera mirarle a la cara—. Ya habrá llegado.
Que ese fuera su objetivo lo empeoraba todo porque estaba ocurriendo lo que había tratado de evitar desde que recuperé el conocimiento y me topé con sus ojos negros, fracasando estrepitosamente, al parecer.
—Jungkook, esa no es una buena idea —Jimin le sujetó con más fuerza, temiendo que no fuera suficiente y huyera de allí en busca del hermano al que quería despedazar con sus propias manos—. Piensa con la cabeza y no te alteres —le aconsejó, contundente.
—¿Qué no me altere? —exclamó, incrédulo—. ¡El capullo de mi hermano ha abusado de Yeong! —su repentino grito me sobresaltó y Tae se acercó más a mí, resguardándome del odio que desprendía Jungkook—. ¡Se lo dije, Jimin! ¡Le dije que si se metía con alguno de vosotros me las pagaría! —le explicó al mayor sin moderar su voz ni una chispa.
Me llevé la mano a los labios, conteniendo ligeramente los hipidos que escapan de mi boca sin control.
Jungkook no alcanzaba a entender que Jimin le pidiera aquello. Parecía que, después de lo que acababa de descubrir, todos buscaban defraudarle.
—Puede que hablaras de nosotros, pero no de Yeong —puntualizó Taehyung, frustrado con la reacción que estaba teniendo el menor.
Esa intervención hizo que Jungkook se girara, encañonando directamente a su mejor amigo con un par de luceros azabaches envueltos en vasos sanguíneos más pronunciados que nunca y lágrimas estancadas que me derribaron de nuevo.
—¡Incluía a Yeong! ¡Claro que lo hacía! —impugnó una suposición que no creía correcta—. Junghyun puede ser un enfermo, ¡pero no es estúpido! Él ya sabía de mi relación y probablemente también sabía que se trataba de ella —se ayudó de su mano para hacerlo ver como una acusación de grado superior—. ¿¡De verdad creéis que no sabía de su existencia?!
El reguero que caía de mis ojos impedía que observara con claridad la escena que se desarrollaba frente a mí, pero no era necesario, pues mi imaginación era ya demasiado nítida y suplía las faltas que ese sensible llanto ocasionaba.
—Es mi culpa ... —farfullé, llamando la atención de Tae.
Él se olvidó de Jungkook y juzgó mis tímidas palabras.
—Claro que lo sabía, pero Junghyun no respeta a nadie —dijo Jimin, recibiendo una fea mirada de Jungkook—. Tienes derecho a odiarlo. Yo también lo hago. Todos aquí lo hacemos, pero, ¿qué plan tienes? —se interesó por las inservibles intenciones que tenía en mente para castigar a su hermano—. ¿Ir a casa de tus padres y golpearle delante de ellos? —propuso, destilando ironía por los poros—. ¿Sabes el disgusto que se llevaría tu madre? ¿Te has parado a pensar en todo el daño que estarías ...? —continuó Jimin.
Jungkook se sonrió en un amargo gesto. No estaba pensando en nadie más que él y en la necesidad que tenía de romperle la cara a aquel que me había arrebatado la tranquilidad.
Todos comprendíamos lo que provocaría con un comportamiento como ese. Todos menos él mismo, que retaba a Jimin al no recapacitar.
Unos segundos más tarde, recuperó la rabieta y contrarrestó la calma de su amigo y compañero de clase.
No obstante, antes de que sus gritos rebotaran por la habitación otra vez, Taehyung se agachó y empezó a limpiar mis mofletes, irritándolos. Me susurró que no hiciera eso, que no me culpara de algo que escapaba al control de cualquiera de nosotros, pero la responsabilidad pesaba mucho más de lo que podía saber él y continué llorando sin descanso.
—¿Daño? ¡Daño es lo que él nos está haciendo, hyung! —gritó y otro temblor me sacudió al oírle, tras lo que Tae maldijo entre dientes y se embadurnó las manos con mis espesas lágrimas—. Dijo que me jodería y estaba dispuesto a lidiar con sus amenazas, ¡pero no con esto! Porque no me está haciendo daño a mí, ¿entiendes? —se desgarró al decir aquello—. ¡Noona es mi vida ahora y él lo sabe! ¡Por eso ha hecho esto! ¡Maldito cabrón!
Jungkook estalló en cólera.
Cerré los ojos, agobiada. Deseaba arrancarme los tímpanos. De alguna enfermiza manera, el tono que utilizaba para enfrentarse a Jimin me trasladaba al cuarto del hotel, con un Junghyun gritándome. Incluso sentí aquella presión en las piernas.
Creí que estaba volviéndome loca de verdad.
No logré verlo porque Tae se encargaba de que su complexión me lo impidiera, pero podía visualizar el semblante irascible de Jimin, cansado de que Jungkook estuviera siendo tan egoísta en el momento menos indicado.
—¡¿Quieres parar de una vez?! —chilló, enfrentándose a él—. ¿Es que no ves cómo está Yeong? ¡No es el jodido momento de gritar! —le increpó, alterado—. Vuelve en ti, Jungkook —le instó a hacer uso de su sentido común por mi bien, por el suyo propio—. No me obligues a golpearte porque lo haré hasta que entres en razón, ¿me oyes? —le amenazó, decidido a hacerlo si no quedaba otra opción.
Intimidada por los sucesos que me sepultaban esa noche, sorbí mi nariz y me concentré en la pequeña sonrisa que Tae me regalaba a modo de salvavidas. Resoplé, con algo de picazón en los orbes por haber soportado tanto llanto durante las últimas horas.
Jungkook debió girarse mientras yo buscaba la forma de gestionar la ansiedad. Debió ver mi estado real, cómo las pesadillas me devoraban allí mismo. Debió sentirse fatal por haber antepuesto la rabia y la venganza a mi estabilidad emocional.
Sí. Debió arrepentirse de sus gritos después de verme tan descompuesta.
—Yo ... Lo siento mucho —apenas se escuchaba un hilo de su voz—. No quería levantar la voz ... —murmuró, apagándose.
La molestia le reconcomía. Azorado por su vergonzosa actuación, aguardó a que yo tomara la palabra en una conversación que me afectaba más que a nadie.
—Ha ocurrido por mi culpa ... —dije y restregué los dedos alrededor de mi ojo, agotada y hastiada de las lágrimas—. Debí tener más cuidado con él ... —repetí—. La señora Jeon ... La señora Jeon me lo advirtió y, en lugar de salir de la habitación, actué como una estúpida ...
Jimin caminó hasta nosotros y me dio un pañuelo que empleé al instante.
—No es tu culpa, noona —Jungkook frenó mis martirizadoras palabras—. No digas eso, por favor —me suplicó.
Quería parar. Quería que esa fuente de remordimientos cesara. No disfrutaba repitiéndome cuántos errores había cometido, cuántos podría haber evitado si hubiera sido más sensata.
La rabia. La rabia era el jodido problema.
Por eso mismo no podía ver a Jungkook consumiéndose a causa del mismo sentimiento traicionero que a mí me había llevado de bruces hacia el lugar que su hermano tenía planeado.
—Tendría que haberme callado, pero no lo hice —volví a la carga—. Empezó a insultarte, a burlarse de ti, y quise ser más valiente de lo que debía ... —no lograba mirarle, pero sí interpelarle—. Mis respuestas le hacían gracia hasta que dije algo que no le gustó y me tiró a la cama —hice un breve descanso para respirar—. Después de eso ...
Y Jungkook puso final a ese afán mío por lamentarme de lo que pudo haber sido y quedó en una posibilidad remota que no se me plantearía nuevamente.
—Chicos —los llamó a ambos, que me rodeaban, preocupados, pero que también se interponían en el consuelo que solo Jungkook podía darme—, dejadnos solos.
🎄🎄🎄
FELIZ NAVIDAD A TOD@S🎄🎁❄🎅!!!!
He aquí mi regalo de Navidad jeje 😎🤙🏻
Espero que lo hayáis disfrutado ✨✨
Todavía no sé si las actualizaciones de Answer volverán a la periodicidad de antes, es decir, un capítulo cada domingo, o si cambiará a uno cada dos semanas :/
Dependerá un poco de cómo avancen las fiestas y de cuánto pueda escribir xD
Lo que sí puedo decir es que la semana que viene subiré capítulo en otras dos novelas por las fechas en las que estamos y una de las afortunadas es Aphrodisia, así que espérenlo con ganasss 😏
Por cierto, me abrí cuenta en Twitter para comentar cosillas de las historias y tal 🧚🏻♂️
@jungkookiegotme
Y muchas gracias por apoyar Answer tantísimo 🥹🥹
Ya ha superado los 130k y no sé cómo agradeceros el amor que le dais a la historia 🤧🤧🤧😭😭😭
Tened un buen final de año!! Nos vemos prontooo (。'▽'。)♡
Os quiere, GotMe 💜
25/12/2022
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