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41

Yeong

Exhausta, llegué al edificio de Jungkook. Un hombre salía por la puerta principal y, gracias a eso, pude pasar al interior sin pulsar el telefonillo. Cargando a Yuna, subí los tramos de escaleras a toda prisa. Después de llamar al timbre, apenas tuve que esperar diez segundos para que Jungkook abriera.

Cuando lo hizo, sus ojos se iluminaron de golpe.

Sabía que me estaba esperando porque acordamos que aparecería esa tarde en su apartamento, pero estar avisado no influyó en que la ilusión pintara su semblante intensamente.

Viendo que el sudor perlaba mis sienes, se alejó de la puerta y me invitó a entrar sin cruzar una sola palabra. Mientras recuperaba el aliento, él cerró y volvió para llenar un vaso de agua. Me lo tendió unos segundos más tarde. Solté a Yuna, que había recobrado las energías e intentaba subir a su pierna.

—¿Has corrido hasta aquí? —agarré el vaso, con el retumbar de mi corazón pataleando hasta la última esquina de mi ser.

—Más o menos ... —jadeé y dejé la mochila que traía conmigo sobre su mesa. Con el vaso entre los dedos, bebí, no sin abandonar la bonita escena que se abría ante mí, pues Jungkook se agachaba y acariciaba a Yuna en un tono muy cariñoso—. Aproveché uno de los paseos de Yuna para salir —le expliqué a trozos—. Hay más de cuarenta y cinco minutos andando desde la finca de Jae, ¿sabes? —la perrita movía el rabo, emocionada, aunque Jungkook no le regaló muchas atenciones y se acercó a mí—. Y Yuna se ha cansado a mitad de camino, así que he tenido que cargarla hasta aquí ...

La frase murió en su boca cuando me cogió y comenzó a besarme a destajo. Todavía me costaba respirar, pero su abrazo era tan cómodo que me vencí a él y moví los labios a la velocidad que marcaba.

Había añorado esa intimidad, así que me olvidé por un segundo del calor y del cansancio para darle toda muestra de afecto que quisiera arrebatarme.

—¿Tanto querías verme? —me provocó.

Tiró de mi cintura, palpando a la vez mi ropa de hacer ejercicio y sintiendo la dura tira de mi sujetador deportivo.

—Sí ... —levantó un poco mi camiseta y traté de frenarlo—. Espera —pero él no se detenía y, en menos de dos segundos, ya me había sacado la prenda por la cabeza. Al ataque de nuevo, empujó sus labios contra los míos, ya separados—. Jungkook-ah, estoy sudando ... —su mano en mi espalda baja comprobó que el sudor también descendía por esa zona—. Debería ...

Debería darme una ducha, cambiar mi atuendo por algo más cómodo y descansar un par de minutos al menos para controlar ese pulso disparado y mi anómala respiración antes de que me quedara sin ella por completo debido a la intensidad de sus besos húmedos.

—Da igual, noona —y su sonrisa me sedujo tanto que no me atreví a hacer ningún reproche. Al contrario, Jungkook me levantó en el aire y no tuve más remedio que aferrarme a sus caderas con ambos muslos—. Solo resbalarás un poco más ... —bromeó, echando a caminar.

A pesar de mi peso, no le fue nada complicado avanzar por el pasillo. Sin embargo, hacerlo a ciegas, al mismo tiempo que me desgastada los labios entre succiones y pequeños mordiscos, ocasionó que tropezara con una de las paredes, forzado a pegarme a esta con tal de poder afianzar mi posición sin trastabillar.

Repasó lentamente mis mallas ceñidas. Localizó el inicio de la tela y quiso bajarlas sin éxito. Su impaciencia me sacó unas cuantas risas que llamaron la atención de nuestra fiel espectadora. Los sonoros ladridos de mi mascota hicieron que me desviara ligeramente y pusiera el cuello para él en lugar de la boca.

Coloqué las manos en su nuca, sintiendo su lengua reptar a lo largo de mi yugular.

—Yuna ... —la llamé y ella me observó, diligente—. Quédate ahí —se sentó en mitad del recibidor, a un lado del sofá.

—¿Ya le has enseñado a esperar? —me preguntó con esa voz ronca que me hacía perder los papeles.

Suspiré y, de esa forma, solté la ansiedad que me había acompañado los días que estuve lejos de Jungkook. Se esfumó de un plumazo cuando me sostuvo en sus brazos, como si el tiempo no hubiera transcurrido y siguiéramos de escapada.

—Se me da muy bien esto del adiestramiento canino ... —musité, orgullosa de los progresos que había logrado en apenas una semana.

—No me cabe duda —su risa picoteó mi piel.

Entramos a su habitación y Yuna me obedeció al quedarse fuera. No nos interrumpió en ningún momento, aunque, si lo hubiera hecho, no nos habríamos percatado. Habíamos ansiado demasiado esa calma, esa privacidad, por lo que sus ojos saltones no nos habrían impedido quitarnos la ropa y caer en su cama.

Sentados sobre su colchón, conmigo encima de su regazo, no fueron necesarios más que un par de minutos de insaciables besos y caricias para que Jungkook rebuscara en su mesilla de noche y sacara un preservativo. Mientras lo sacaba de su envoltorio, terminé de desnudarlo.

Todo fue muy rápid. En un mero pestañeo ya se estaba introduciendo en mí, disfrutando de la humedad en mi entrepierna, que le daba la bienvenida.

Yo me movía con tranquilidad, pero sabía que aquella postura le quitaba todo el control. De tal modo, sus exhalaciones se hicieron más y más pesadas, puesto que no acababa de acostumbrarse a que mi estrecho sexo abrigara su falo con tal devoción. Las palpitaciones también iban en su contra; sudaba de pura incontinencia porque no sabía cómo tocarme sin perder la cabeza.

Por lo tanto, al cabo de unos segundos en los que sus dedos recorrieron gran parte de mi espalda, levanté su barbilla y me tropecé con sus extenuadas pupilas. Parecían pozos sin fondo que deseaban devorarme y arrastrarme a su interior.

Perdida en ellas, rocé sus mejillas.

—Lo estás haciendo muy bien, cariño ... —le aseguré, consciente del esfuerzo que estaba realizando para no estallar.

Entornó los párpados, embriagado.

—Noona ...

Besé sus labios lentamente, luchando contra mis propios deseos de bajar más y que todo su miembro se clavara en mis carnes. Con sus manos en mis muslos denudos, percibí la desesperación que recorría la finura de sus dedos.

—¿Vas a aguantar? —le pregunté, tan excitada que apenas podía soltar su boca—. ¿Harás eso por mí? —introduje mi mano derecha en su pelo, mimándolo a propósito.

Devoto a mis palabras, movió la cabeza. Su afirmación se prolongó durante la profunda conversación que protagonizaron nuestras comisuras. Los ojos le brillaban bajo un débil tul de lujuria.

—Haré todo lo que me pidas —juró.

—Con que no te corras todavía es suficiente —amoldé mi boca contra la suya, ahogando una tonta sonrisa.

—Pero lo haría ... —se resistió un poco—. Haría lo que fuera por ti ... Lo sabes, ¿verdad?

El ruego en su mirada me desestabilizó por unos instantes. Se estaba rindiendo ante mí, ante cualquier petición o anhelo que albergase. Así declaraba que cumpliría cualquier deseo que saliera de mí, sin dudarlo siquiera.

Quedé tan consternada que no logré gestionarlo como me habría gustado. Algo aturdida por su servicial actitud, me agaché más y abracé su lengua con la mía en un acto de aceptación y agradecimiento que no podría verbalizar después de haber recordado el amor que me profesaba.

—Lo sé ... —farfullé, pegada a sus rosadas comisuras—. Claro que lo sé ...

Esa amabilidad me debilitaba, traduciéndose en un ligero espasmo que lo estranguló de repente. Mis paredes se contrajeron y Jungkook gimió tan alto que mi suspiro quedó opacado por su voz.

Mientras me abrazaba a su cuello, todo en mi vagina temblaba, adaptándose al grosor de Jungkook.

Apoyó la barbilla en mi hombro y liberó nuevos jadeos que resbalaron por mi piel igual que corrientes de aire caliente.

—Me gusta cuando te contraes de esa manera ... —emitió un trémulo gruñido cuando otra convulsión atacó el epicentro de su masculinidad—. Ah, joder ... —noté la forma de sus dientes, aunque no llegó a hincarlos en mi hombro. Sin pretenderlo, un segundo espasmo de mi sexo le agitó la respiración y yo, intentando mantener la cordura, enterré mis dedos en su cabello negro—. Eso es ... —acarició la curvatura de mi trasero.

Después de que los dos llegáramos al orgasmo, aguardé en silencio mientras recuperaba el aliento. Sabía que una sola ronda no bastaba para solventar la distancia con la que habíamos luchado esa semana pasada. Los escasos roces que nos regalamos durante la gala benéfica no supusieron más que un salvavidas que ya se había desinflado.

Él estuvo abrazado a mí hasta que puse una propuesta sobre la mesa. Ahí me percaté de que no había cansancio que me derribara si se trataba de Jeon Jungkook.

—¿Quieres que me dé la vuelta? —interrogué en voz baja—. El otro día te apetecía probarlo.

Los días que pasé en su piso estuvo interesado en probar algunas posturas y, en realidad, las ejecutamos casi todas, excepto una. Si no lo hicimos, fue porque yo me rehusé, pues me recordaba a muchos malos ratos en aquella jodida habitación de hotel con diferentes hombres que disfrutaban especialmente al ponerme contra el colchón y hundir mi rostro en la almohada.

Sin embargo, y a pesar de que me negué la primera vez que me lo preguntó, de pronto, unas ganas horribles de intentarlo con él me empujaron a decírselo.

Aquello le sorprendió, pero no cambió la respuesta en absoluto.

—Pero tú no te sientes cómoda —echó a un lado parte de mi pelo para besar mi cuello—. Me lo dijiste y no ...

—Ahora mismo solo quiero sentirte en todas partes, Jungkook —lo detuve, modificando mi discurso.

Haber experimentado el sexo tal y como debía ser, en todo su esplendor, me hacía querer más, sin importar que pudiese rememorar momentos peliagudos o desagradables que, lamentablemente, seguirían ocurriendo en el futuro.

Pero no me gustaba pensar en lo que había pasado o en lo que iba a suceder cuando estábamos juntos. Ni él ni yo merecíamos empañar esa felicidad con ideas nocivas.

Por ello, se echó hacia atrás y cayó sobre las sábanas. Me arrastró con él, quedando yo encima de su torso. Me recoloqué como pude y Jungkook, sediento, dio un pequeña estocada a mi sexo. Aquel movimiento me obligó a retirar las manos de su nuca y apoyarlas en el colchón. Un atisbo del siguiente orgasmo me penetró el vientre. Lo saboreé mordiendo mi labio inferior, detalle que le sacó una sonrisa ladina.

Palmeó ligeramente mi culo para que me moviera y sacara su pene de mi hendidura. Lo hice y me acomodé sobre su estómago mientras él se quitaba el preservativo usado con el objetivo de coger otro sin abrir.

Esperé a que se hubiera puesto el nuevo condón. No tardó mucho y, al hacerlo, llevó su mano derecha a mi pómulo, como muestra de cariño y comprensión plena.

—Tú decides cómo y cuándo, ¿de acuerdo? —puntualizó.

—De acuerdo ... —le sonreí, sosteniendo esa mano y besándola para, a continuación, introducir su índice en mi boca y humedecerlo. Tras ese gesto, guié su brazo hasta mi trasero, donde le indiqué qué orificio debía recibir su atención—. Es ahí, pero no estoy dilatada —añadí—. Tienes que ...

—Yo me encargo, tranquila —asintió, tocando la zona, familiarizándose con ella correctamente—. Sube, vamos ... —me apuró.

Confundida, fruncí mi ceño y lo miré a los ojos.

—¿Quieres que ...?

Temí estar entiéndolo mal, así que aguardé a que Jungkook me lo confirmara con una suave cachetada a mi glúteo derecho. El respingo que di le provocó otra satisfactoria sonrisa.

—Que te sientes en mi cara, sí —expuso, sin pudor—. Tengo mejor acceso de esa manera.

No podía quitarle la razón, por lo que gateé sobre su cuerpo. Luché contra la poca vergüenza que me quedaba dentro y le pedí que fuera él quien me orientara en aquel cálculo. Jungkook atrapó mis muslos entre sus grandes manos y se ocupó de que flexionara las rodillas. No obstante, yo me incliné con tal de no privarle de la luz necesaria. A decir verdad, su visión era excelente, inmejorable, y tampoco tenía problemas para inhalar porque mi entrepierna se encontrara justamente encima de su nariz. Si bien podía percibir el perfil de la misma contra mi muslo interno, también notaba sus repetidas exhalaciones frías, uniformes y directas.

Cuando Jungkook besó mis pliegues externos, encerré en los puños parte de las sábanas de su cama.

Después de lamer y besarlos cuanto quiso, se embadurnó un par de dedos con mi flujo vaginal y se ayudó de este para meter la punta de su dedo índice en mi trasero. Como no dije nada, lo empujó más y, entonces, un débil gemido huyó de mi garganta.

—¿Está bien así? —apoyó la mejilla contra mi muslo, deteniéndose.

—Arde un poco, pero es normal —le aclaré—. Ha pasado un tiempo desde la última vez que ... —y metió la mitad de su dígito en mí, consciente de que había placer en mi tono—. Jungkook ... —estrujé sus sábanas, empinando más el trasero.

—Compraré lubricante para la próxima —comentó antes de clavar el dedo un par de centímetros y realizar esa acción continuamente—. ¿Será suficiente con esto, noona? —se interesó en mi opinión.

—No ... —murmuré.

Mi contestación le sirvió para continuar con aquella suave penetración a la que dedicó varios minutos entre alguna que otra lamida y succión a mi clítoris. Plenamente consciente de lo que pretendía conseguir con esas hábiles dobleces de su magnífica lengua, escuchó mis lastimeros gemidos, que se extendían por todo el cuarto y llamarían a Yuna antes de lo que me gustaría.

—Lo estás disfrutando, ¿verdad? —masajeó mi glúteo, dedicado en cuerpo y alma a que gozara de sus caricias—. Los muslos te tiemblan mucho ... —y volvió a besar mi entrada.

No se equivocaba, pero me estaba cansando de esa tranquilidad con la que me tocaba y se lo comuniqué de un modo que, a ojos de cualquiera, resultaría soez.

—Métemela ya ... —dije, apretando la mandíbula.

Me devolvió la grosería con un buen cachete del que se regodeó abiertamente.

—¿Qué vocabulario es ese, Yeong? —inquirió mientras retiraba el dedo con el que me estaba dilatando.

—¿Es que vas a echármelo en cara? —clavé ambos codos en el mullido colchón y arqueé la espalda bastante.

—Sería un hipócrita si lo hiciera porque me pone demasiado que lo digas sin rodeos. Levanta, mi vida ... —fui al centro de la cama y, a cuatro patas, eché la cabeza hacia atrás con la intención de ver cómo se incorporaba y se erguía sobre sus dos rodillas justo detrás de mí—. Tienes una espalda preciosa ... —delineó el nacimiento de mi columna—. Y un culo todavía mejor ...

Mi posición era muy buena y le agradó que la visión tampoco se quedase rezagada. Podía contemplar mi complexión desde las alturas y debía antojársele un manjar por el tono que puso.

A pesar del tentador ángulo que le ofrecía, hizo un breve descanso y agarró mis caderas, comprobando que su sesión de masturbación había sido mucho más útil de lo que creía.

—Pues es tuyo, venga ... —retrocedí unos centímetros, haciendo chocar mi culo con su pene erecto.

Pero él se sonrió y bajó para besar esa otra abertura. También aprovechó la cercanía y dejó un generoso reguero de saliva en torno al orificio, supliendo así la falta de un lubricante que, lógicamente, terminaríamos necesitando si nuestros encuentros sexuales escalaban a una velocidad tan prominente.

—Pensaba que el impaciente en esta relación era yo ... —bromeó mientras se levantaba. El masaje que dio a mi trasero logró relajar la tensión acumulada en mis hombros—. Voy a hacerlo poco a poco —me avisó.

—Vale ... —suspiré y, al momento, sentí la punta de su miembro entrando con sumo cuidado. Se escurría más de lo normal gracias a su admirable dedicación, pero la intromisión tambaleó mi espíritu—. Mierda ...

Golpeé un poco la sedosa superficie y mi blasfemia pertubó la concentración que Jungkook estaba poniendo en esa delicada acción.

—¿Muy rápido?

Me pellizqué el labio, pues la quemazón empezaba a quedar relegada a un segundo plano. Se detuvo, temeroso, pero yo no le respondí hasta que el latigazo de placer se difuminó en mi vientre bajo.

—No ... —negué—. Sigue, por favor ...

Había dolor, claro que lo había, solo que Jungkook lo camuflaba con diversas caricias. Además, el morbo de que me tomase por detrás hacía que desbloqueara una parte de mí que no podía controlar en absoluto, porque con él incluso la tortura más básica escondía un goce escandalosamente adecuado.

—Tú mandas, noona ... —y se clavó en mi centro empleando una fuerza mínima.

Fuerza que cambió tras pocos minutos, puesto que me acostumbré a su tamaño en menos tiempo del que ambos esperábamos. Mi lubricación natural y sus consistentes embestidas también ayudaron a agilizar el proceso. Cuando quise darme cuenta, el sonido de nuestras pieles colisionando, un sonido hueco y atiborrado de perversión, invadió el cuarto, similar a un armonioso repiqueteo que nada debía envidiar a la mejor banda u orquesta de percusión.

Sin embargo, la distancia entre los dos nos hería más de lo que podíamos tolerar, así que, con su ayuda, olvidé esa postura animal y me incorporé sobre las rodillas. Mi espalda se reencontró con su sudoroso pecho y él se vanaglorió de la zozobra que cargaba por bandera, aunque solo escuché una única risotada grave antes de levantar el brazo derecho y dirigir su cabeza a mi cuello.

Cruzó una mano por mi estómago y con la otra agarró uno de mis senos.

La posición ya no era idónea, pero me había adaptado lo suficiente a él. A pesar de la manera en que estrujaba su falo, Jungkook lo mecía a su gusto, emocionado por la presión que lo rodeaba, sin importar cuánto me ensanchara tras su paso.

Me giré en busca de su boca y él me la ofreció, complaciente. La dulce melodía de esos besos acompañó al resto de sonidos que ambos oíamos, sin contar con los jadeos y demás gemidos.

El chicloso eco de nuestros labios se repitió durante unos fecundos y gratificantes segundos.

—¿Qué te parece? —le pregunté, extasiada.

Él se despistaba a raíz del duro vaivén de sus caderas, pero mi voz era una provechosa garantía de que al menos uno de sus cinco sentidos estaba conmigo y no con el deseo que inundaba todo su organismo.

—Es ... Es diferente —su jadeo me hizo sonreír.

—¿Eso es bueno? —dije de forma entrecortada.

—Muchísimo ... —contestó. Me besó la mejilla y él cerró los dedos en torno a mi pecho. Esa estrechez no tenía comparación con la de mi vagina, pero codiciaba mucho dicha apretura—. Me estás estrangulando tanto y es ... Es una puta maravilla —reconoció, pegándome más a su cuerpo—. Quédate aquí ... Quiero besarte, Yeong —me demandó, como una punzante súplica que corrí a cumplir.

Por la fuerza que comenzó a poner en sus penetraciones, imaginé que estaba persiguiendo el clímax. Así pues, intenté separarme de él para que la inclinación fuera correcta, no obstante, Jungkook se aferró a mí con una decisión envidiable. Fui incapaz de negarle esa proximidad, pero le oferté una segunda opción.

—¿Por qué no te corres fuera? —le propuse mientras agarraba la mano que tenía sobre mi vientre.

—¿Fuera? —se extrañó y comenzó a suavizar los movimientos.

Cuando paró, se resguardó en mi sosiego, ya que su aliento andaba dispar y le costaba bastante regularlo.

Tomé el momento y me aparté, sacándolo de mi interior. Él, atento a cómo me tumbaba en la cama, dándole la cara, entreabrió los labios para respirar.

—Sí ... Te sentirás bien, Jungkookie ... —extendí mi brazo en su dirección—. ¿O es que no puedes hacerlo? —espeté, retándole.

Mi sacarronería encendió una vívida llama en sus ojos. Logré verla en cuanto se acercó a mis piernas y las sostuvo, separándolas ligeramente para encajarse entre ellas y ubicar su firme miembro a un lado de mi muslo. La húmeda sensación que dejó en mi piel me descubrió lo mojada que estaba. No solo era el preservativo, desde luego.

—¿Contigo desnuda? —se sonrió, orgulloso de su vigor—. Podría correrme una y otra vez, noona ... —me movió, acariciando el trasero que tanto había manoseado los minutos previos.

—Quítate el condón —demandé de repente.

A pesar de que no estaba en sus planes hacerlo, se lo retiró obedientemente. Observé la erección en todo su esplendor y, muy tentada a envolverla en mi mano, tragué saliva.

Por alguna maldita razón, la boca se me hacía agua cada vez que posaba las pupilas en ella y no porque tuviese una especial devoción por esa parte concreta de la fisonomía masculina, sino por la increíble utilidad que Jungkook le daba a la suya y porque era suya. A lo mejor ese último motivo era el más importante de la lista.

Dejó el preservativo junto a su envoltorio y me miró, interesado en el siguiente paso.

—¿Y ahora? —levantó una ceja, divertido.

—Acércate —le pedí, dejándole suficiente espacio. Toqué su caliente piel y él soltó un corto suspiro—. Solo tienes que moverte y evitar que entre ... —dispuse la posición, rozando directamente mi empapada piel con la suya—. No es muy difícil, ¿verdad? —se agazapó sobre mí, regalando un húmedo beso a mi pecho desnudo, y concluyó el breve viaje cubriéndome la boca.

Se restregó contra mis labios mayores, entrando también en contacto con los inferiores al dibujar el contorno de mi monte de Venus y, de forma posterior, se enterró entre mis pliegues externos. Aquel liviano gesto me arrebató un gruñido que se desvaneció rápidamente cuando Jungkook pudo acoplarse a mi entrepierna sin sobrepasar el límite.

En la mismísima gloria, se mordió la comisura inferior.

—Estás tan hinchada que puedo hacerlo —reconoció, usando su lengua para callar mi voz. Justo entonces pasó por mi clítoris y gemí con fuerza—. Joder ... —maldijo—. Eres muy suave, noona ...

Cogida a su espalda y a su nuca, respiraba entrecortadamente.

—¿Prefieres que use la boca? —separé más las piernas para luego acogerme a su cintura, ansiosa por el orgasmo que me invitaba a tener.

—No —se rehusó, regando su aliento por mi barbilla—. Quiero escucharte hablar ...

—¿Y qué quieres oír, cariño? —peiné su cabello con la mirada puesta en la negrura de sus preciosos orbes negros.

—Lo que sea ... —frunció el ceño debido a una nueva palpitación de sus venas.

Un instante después, me corrí. Jungkook esperó a que la convulsión disminuyera para que le contase algo, fuera lo que fuera.

Recorrí sus omoplatos con las uñas, relajándome mientras él seguía moviéndose. Me aproximé a su oído y cerré los ojos para no perder de vista el relato que tenía en mente.

—Anoche soñé contigo —le expresé, susurrando—. Soñé que te ...

Y le comenté todo lo que ocurría en aquel sueño del que nunca creí que disfrutaría en una de esas noches de las que apenas rascaba un par de horas de verdadero descanso. No podía luchar contra las ganas de verle y mi subconsciente lo sabía, eso era evidente.

Si a todo eso le añadíamos que el contenido de ese sueño era muy adulto, cualquiera habría apostado que Jungkook se correría en los siguientes segundos. Así sucedió, pues aún me restaba por descubrirle una parte de la historia cuando gruñó, casi furioso, y sentí el espeso líquido en mi estómago.

—Yeong ... —balbuceó mi nombre, bombeando su miembro para que el semen saliera más fácilmente.

Ni siquiera debían haber pasado treinta minutos desde que llegué a su apartamento, pero ambos estábamos exhaustos, descansábamos el uno al lado del otro sobre su amplia cama. De pronto, Jungkook se pronunció.

—¿Lo del sueño era cierto? —quiso averigüar.

Giré la cabeza a mi derecha, hacia él, y palpé mi costado, todavía desalentada.

—¿Me ves capaz de mentirte? —contraataqué.

—No ... —besó mi sien y retiró algunos mechones para limpiar mi rostro—. Pero ahora quiero hacerlo realidad.

Su declaración me provocó una risa desbocada de la que no conseguí deshacerme a pesar de sus enfáticos besos.

—¿No te cansas nunca? —lo ataqué de nuevo.

—¿De hacer el amor contigo? —su sonrisa me anuló por completo—. Olvídalo ... —besó mis labios—. Es imposible que me canse, noona ... —dijo, tajante, y volvió a ponerse encima de mí, carcomido por la escena que había incrustado en su mente tras revelarle aquella información.

Media hora más tarde, salí de su cuarto de baño, limpia y relajada por fin. Después de toda esa actividad física, necesitaba refrescarme, por lo que fui a la ducha. De regreso a su habitación, contemplé a Jungkook, que pasaba unas toallitas por las patitas de Yuna y le retiraba la suciedad que se había traído de la calle. Temí que hubiera manchado el suelo, pero él me aclaró que lo hacía para que la perrita pudiera subir a la cama.

Yo llevaba en mis manos la mochila de deporte que había traído y que había quedado abandonada durante ese rato en la entrada por la urgencia con la que me adentré a su piso. La apoyé en el filo de la cama, abriendo la cremallera mientras Jungkook se entretenía con Yuna.

—He traído algo de ropa —le comenté y comencé a sacar las prendas.

No estaba siendo una despreocupada porque esa ropa era nueva. Prendas que JaeHo no había visto nunca en el remoto caso de que las encontrara en el apartamento de Jungkook. Siempre podía asegurar que eran de alguien más porque no había pruebas que me vincularan a esos objetos. No era excesivamente arriesgado.

—¿Ropa? —me preguntó, acariciando la barbilla de Yuna.

—Sí, para tener ropa limpia aquí, por si ... —me callé, sintiendo cierta inquietud—. ¿Te molesta?

¿Me había tomado demasiadas libertades al decidir eso por mi cuenta y riesgo? ¿Debía haberle preguntado primero?

—Claro que no —meneó la cabeza, sonriendo—. Me parece una buena idea. Este apartamento también es tuyo, noona —simplificó.

Como siempre, preocupándome por asuntos ridículos.

Respiré aliviada y coloqué la ropa en uno de los cajones más escondidos de su armario.

Si alguna vez necesitaba un cambio de ropa o volvía a quedarme en su apartamento, no estaría de más guardar allí una muda de repuesto. No tendríamos que visitar a Tae o a Nam para conseguir algo de ropa y, en el fondo, me hacía una ilusión terrible dejar algo mío en su casa, algo que le hiciera compañía o que demostrara mi existencia en su vida, a pesar de que eso mismo debía evitar de cara a los demás. Un par de camisetas, unos pantalones y ropa interior no nos delatarían, pero sí significaban mucho para nosotros, como pareja. Llegar a ese nivel de confianza me emocionaba demasiado.

Cerré las puertas correderas del armario y, al girarme, descubrí que Jungkook tenía en su abdomen a Yuna, que disfrutaba de las carantoñas del que también era su dueño.

—Túmbate conmigo —palmeó el lado de la cama que yo utilizaba cuando me quedaba y Yuna se bajó de su barriga para revolcarse entre las sábanas. No obstante, ante mi estatismo, frunció su ceño—. ¿En qué estás pensando? —y llevó ambos brazos hacia atrás, pasando las manos por su nuca en forma de cruz.

Yo ya me había vestido con el sujetador deportivo y mis bragas oscuras mientras él estaba apoyado contra el respaldo de la cama, completamente desnudo si no fuera por los bóxers negros limpios que había cogido después de la rápida ducha que nos dimos juntos.

Traté de alzar mis labios un poco con la intención de ofrecerle una sonrisa mínimamente creíble.

—En ti —esa media verdad le alarmó.

No cambió su postura; solo me escrutó con mayor intensidad y menos escrúpulos.

—Una respuesta conmovedora —señaló, sarcástico—, pero sé que no soy yo el que hace que pongas esa cara —bajar mis hombros fue la pista que corroboraba su acertada sospecha—. ¿Prefieres no decírmelo? —se preocupó de ese hermetismo.

—Las mentiras matan cualquier relación —le contesté, intentando suavizar el ambiente y concienciarme de que no debía escudarme en algo tan vil.

—No hablo de que me mientas —sonrió, nervioso.

Tragué saliva y humedecí mis comisuras porque casi sentía grietas en ellas. Una grietas que iban más allá de esa pequeña parte de mi cuerpo y que se hacían más pronunciadas con cada segundo que transcurría meditando sobre la maldita noticia que no quería contarle.

—Ya lo sé —me toqué el cuello para soliviantar un escozor imaginario—. Ya lo sé ... —repetí, dudosa.

Y bajé la vista, avergonzada.

—Yeong ...

Reclamaba mi sinceridad, que empleara y abusara de la confianza que existía entre nosotros tanto como me viniera en gana.

—Dongwook vendrá al hotel el domingo —exhalé.

Me asustaba que conocer aquello fuera demasiado para él.








🧨🧨🧨

Esa visita de Dongwook no tiene muy buena pinta 🫠🫠🫠, aunque todo se andará. Quién sabe; a lo mejor esa reunión no acaba en tragedia 🤷🏻‍♀️
Tendréis que esperar un par de semanitas, si no he calculado mal 🤓 (y sí, eso significa que el capítulo de la semana que viene todavía es bonito uwu)

Si bien es un poco anticlimático decir esto después de un capítulo tan intensito, parece ser que tengo COVID 🤡
Lo bueno es que la peor parte ya la he pasado (o eso quiero pensar 😅) y ya me encuentro bastante mejor. Agradezco a mi yo de hace unas semanas por dejar preparado este capítulo porque llevo desde el martes/miércoles sin escribir una sola palabra gracias a la fiebre y el malestar físico 🙃. Eso significa que tampoco he podido hacer mucho con Aphrodisia, así que solo me queda atrasar el esperado capítulo una semanita más. Mis disculpas 😓😓😓

En fin, espero que hayáis disfrutado de la actualización y nos vemos el próximo domingo ♡✨

Os quiere, GotMe 💜

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