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lie » jimin |+18| ya disponible en mi perfil


Yeong

—Gracias por venir, oppa.

—No es nada, Yeong. Ha sido una buena oportunidad para hablar —acarició mi hombro, sonriendo—. Llámame la semana que viene, ¿de acuerdo?

—Lo haré —afirmé.

—Te acompaño, hyung —le dijo Nam a Yoongi—. ¿Vienes, hermana? —me interpeló de repente.

—No. Quiero despedirme de Seokjin-oppa. Espérame abajo —le indiqué.

—Vale —y ambos se marcharon hacia los ascensores de la décima planta de aquel interminable edificio.

Yo aguardé pacientemente a que Seokjin despachara al chico que había llegado a su despacho para que el abogado le firmara unos documentos. Aprovechamos y salimos del cuarto tras una rápida despedida. Lo primordial era que nuestra charla quedara a salvo, entre esas cuatro paredes, así que Yoongi-oppa y Namjoon decidieron que lo mejor sería dejarle con sus toneladas de trabajo. Sin embargo, a mí no me parecía correcto huir del lugar sin darle un agradecimiento apropiado.

Aquel empleado se marchó un minuto después y él me vio esperando al otro lado de la puerta. Se levantó de su silla y me sonrió abiertamente. Al salir de su despacho, puso su mano en mi brazo, contrariado.

—¿Ocurre algo, Yeong? —inquirió, asegurándose de que no había nadie que estuviera pendiente de nosotros—. ¿Se te olvidaba ...?

—Oppa —lo detuve en seco, obligándole a escucharme—, quería preguntarte una cosa más.

Seokjin me observó. Poco a poco, fue recuperando la seriedad y alejando esa faceta divertida y simpática que se había esforzado por ofrecernos desde que llegamos en su hora de descanso.

—¿De qué se trata? —preguntó, sosegado.

Ya habíamos aclarado lo más importante con esa reunión, por lo que su gesto de confusión estaba justificado.

—Antes has hablado de que denunciarle sería la solución, cuando Yoongi-oppa tenga evidencias suficientes de lo que Jae está haciendo en Ulsan —recopilé un extracto de la charla—. Y que yo debería denunciar en ese momento también por malos tratos —añadí a lo anterior.

—Sí. Alguna grabación que demuestre las agresiones también ayudaría mucho en un juicio —volvió a explicarme.

Nerviosa por lo que eso significaba, me mojé los labios y elegí las palabras adecuadas.

—Pero él podría acusarme de adulterio —deduje que esa podría ser su estrategia—, y lo último que quiero es involucrar a Jungkook en todo esto.

Aunque no estuviésemos casados, mi nombre andaba por demasiados papeles, al igual que mi maldita firma. Él lo tenía bien atado para que no pudiera escaparme de su red. Si lo denunciaba por violencia de género, JaeHo podría alegar que le estaba engañando, que elúnico perjudicado emocionalmente era él y solo él porque la puta de su pareja le había puesto los cuernos con uno de sus clientes.

Seokjin se mantuvo en silencio durante unos segundos, admitiendo que ya había pensado en un escenario como el que le planteaba.

—Es injusto, pero, si el hombre tiene más poder que la mujer, como es tu caso, primero se premia el dinero y después la veracidad de los hechos denunciados —confirmó algo que ya sabía—. Ese hombre es peligroso, Yeong. En términos judiciales, si queremos acabar con su imperio, tendríamos que cogerlo por los huevos, si me permites la expresión —intentó suavizar la tensión que había traído mi suposición—. Y eso quiere decir que no podéis permitiros ningún fallo. No digo que dejéis de veros, pero aseguraos bien de que no hay ni una sola prueba de que estáis juntos, por favor —aquel ruego era sincero porque Kim Seokjin se preocupaba de todo corazón por Jungkook, tanto como si fuera su propio hermano—. Nuestro sistema de justicia tiene cientos de fallos y uno de ellos es que la mujer, a menudo, pierde credibilidad por acusaciones de ese tipo. Pierde, pierde mucho más que el hombre —se lamentó.

Porque este país está asentado sobre una base machista y el hombre con dinero sirve más a su patria que una mujer maltratada.

Parpadeé al sentir el brazo de Jae reptar por mi cintura con naturalidad. Los recuerdos de la visita a Kim Seokjin se desvanecieron.

—Me han avisado de un problema en el hotel, nena —bajó la voz para que los invitados más próximos a nuestra posición no oyeran nada—. ¿Quieres quedarte y saludar de mi parte a quien creas conveniente?

Que se fuera de la gala antes incluso de que esta empezara oficialmente no estaba en el plan, pero negarme a ello solo lo enfurecería. Por lo tanto, asumiendo su encargo, me apoyé levemente en su pecho y asentí.

—Claro —acepté.

—Genial —me besó la mejilla—. Enviaré la limusina de vuelta a recogerte. Nos vemos en casa.

Y así se esfumó, dejándome allí, entre docenas de personas desconocidas y otros muchos rostros que no quería reconocer por pudor y vergüenza. Aquellos hombres iban acompañados de sus esposas y cada vez me era más difícil fingir frente a ellas porque no se lo merecían. No se merecían al asqueroso marido al que le dedicaban parte de su vida ni mis falsas palabras.

No se merecían nada de eso. No se merecían vivir en una mentira.

Tras el discurso inaugural del alcalde, el salón que presidía aquel evento se llenó de efusivos aplausos. Por suerte, ese mordaz ruido se aplacó con los segundos, siendo sustituido por el suave rumor de nuevas conversaciones entre los distinguidos asistentes.

Analicé el contenido de mi copa y caminé hasta una de las mesas, deshaciéndome de ella al depositarla sobre la superficie. Si Jae no estaba conmigo, ni siquiera tenía que hacer el paripé y beber a pesar de mi aversión a cualquier licor.

—¡Yeong!

El reclamo de quien, en un principio, parecía ser un desconocido del montón, hizo que apartara la mirada de todas esas copas cargadas de alcohol y buscara a aquel que me llamaba. Cuando lo encontré, mis hombros se sintieron un poco más livianos.

Jimin se abrió paso entre varias personas que obstaculizaban su camino y me abrazó con efusividad en cuanto estuve a su alcance. Tras ese cálido saludo, se alejó y examinó mi atuendo detenidamente.

—Yeong, como imaginaba, eres la mujer más hermosa del lugar —dijo, ojeando de arriba a abajo mi vestido.

—Jimin-ah —reí y divisé a una jovencita a sus espaldas—, agradezco el cumplido, pero no creo que debas decir algo así viniendo con una chica tan guapa —se retiró, dando espacio a la chica, que sonreía genuinamente—. Es un placer, soy Kim Yeong.

Le ofrecí mi mano derecha y ella la tomó, muy educada.

¿Era la chica que alteraba a Jimin? No la había imaginado así. Sus facciones finas y esos gráciles movimientos me invitaban a pensar que se movía por ambientes como aquel bastante. No obstante, seguía siendo guapísima. Una belleza que llamaría la atención de cualquiera.

—Jimin no me respetaría como acompañante ni en sueños —bromeó y me saludó, cortés—. Oh Hana. Encantada de conocerla.

—Tutéame, por favor —intervine, a punto de reír—. No soy tan mayor.

Comprendía que solo estaba actuando acorde a la situación, ya que no nos conocíamos y no existía ninguna relación, por nimia que fuera, entre ambas, pero no me sentía tranquila recibiendo palabras tan consideradas.

—De acuerdo, aunque no pensé que habría alguien de nuestra edad —se excusó—. Estoy acostumbrada a estar rodeada de vejestorios siempre que vengo a reuniones como esta. ¿Tú no? —y así rescató hábilmente el hilo hacia una charla distendida.

—Y que lo digas —su naturalidad me sorprendió para bien y quise estar a la altura—. Es un aburrimiento. Siempre se te acaban los temas de conversación y solo te queda repetirlos una y otra vez.

—Justamente —me secundó, visiblemente contenta de que alguien más compartiera esa opinión.

Su palabra de honor rojo lograba atraer miradas indiscretas. Esa aura de simpatía también hacía sencillo entablar una conexión con ella. Lo medité brevemente y llegué a la conclusión de que se parecía mucho a Jimin en eso. La cordialidad de su voz me incitaba a seguir hablando, interesándome en una mujer con tanto desparpajo.

—Hanae —interrumpió Jimin—, muestra algo de respeto, ¿quieres? Ya sé que te niegas a decirme oppa, pero Yeong es diferente —se deferencia conmigo me arrancó una suave risotada—. Somos del mismo año y deberías referirte a ella en consecuencia.

La molestia que vivía en su tono era nueva para mí. No creí que Jimin pudiera enfurruñarse de aquella manera con una dama, por lo que supuse que Hana debía ser la mujer que lo exasperaba aquella noche por teléfono.

—¿Y quién eres tú para decirme lo que hacer, Park?—le plantó cara, reacia a dejarse amedrentar por el chico que la acompañaba.

Él suspiró, agotado de un comportamiento que a mí se me antojaba verdaderamente adorable.

—Perdónala, Yeong.

—No hay nada que perdonar —mis ojos le sacaron esa sonrisa que se negaba a soltar—. Es gracioso verte enfadado por fin, Jimin.

Ella le acusó de lleno.

—Sabía que solo te molestabas conmigo —arremetió de nuevo.

Lo que más le gustaba de ella era esa voluntad férrea y combativa. Podía verlo en sus pupilas dilatadas, no sólo por el champán.

—¿Hanae? —intercedí a favor de una paz que se extinguía por segundos—. Tu nombre es japonés, entonces.

—Sí. Nací en Japón y mi madre es de allí, pero no estoy muy apegada a ese país —me explicó, volviendo a su amabilidad—. Prefiero que me llamen Hana, solo que Jimin se empeña en buscarme las cosquillas —asestó el golpe final.

Antes de que Jimin le replicara, yo me pronuncié.

—Mi madre también era japonesa —le hice saber.

—¿De verdad? —se interesó por la rara coincidencia.

—Sí, pero mi nombre es bastante coreano —le mostré una mueca— y ni siquiera es usual en mujeres.

—Pero es un nombre precioso —subrayó Jimin, adulador.

Su significado podía serlo, pero no me quitaba razón aunque dijese aquello con tal convicción.

—Ahí está de nuevo —exclamó Hana, irritada—. ¿Sería posible que te guardaras los piropos? —él resopló, controlando su mosqueo—. No sé cuánto os conocéis, pero lleva un anillo de compromiso, tonto.

Que hubiera reparado en el anillo que adornaba mi dedo anular no me sorprendía, puesto que era el único presente en mis dos manos. Hana, atenta, supo entrever que había algo más detrás de aquel accesorio, pero yo me apresuré a desmentirlo, ruborizada.

—Ah, no, no. No es de compromiso. Es de otra persona —le enseñé que el tamaño no me iba bien—. ¿Lo ves? No está bien ajustado —deseé que los nervios no me delataran—. Solo me lo han prestado.

La sonrisa de Jimin exponía la realidad; él también conocía al dueño de ese anillo.

—No digas eso o te perseguirá con su labia toda la noche —me aconsejó la joven de ojos negros.

—No funciona con Yeong. Ya tiene a alguien que le regale los oídos —señaló.

Al escuchar eso, su curiosidad estalló por los aires.

—¿Has venido con él? —me preguntó, motivada—. Quiero conocer a ese chico.

—Ha tenido que marcharse por un imprevisto y dudo mucho que vuelva. Lo siento —no fui capaz de decirle la verdad.

Dejar que los demás creyeran que mi relación con JaeHo era real me dolía. Sin embargo, salvaguardaba a la persona que realmente merecía ese título, así que experimentar ese escozor valía la pena.

—No pasa nada —junto a un aspaviento de su mano, reveló una bonita sonrisa—. Puedes presentarnos en otro momento. Además, deberíamos quedar algún día —planteó, más alegre—. Si Jimin está de por medio no puedo ser ni la mitad de simpática de lo que soy en realidad, unnie.

Ese honorífico final completó el resquicio restante.

Podríamos llevarnos muy bien. Jimin se dio cuenta después de ese simple gesto. Oh Hana era natural y espontánea, lo contrario a mí, pero ambas teníamos buenas intenciones. No entraba en esa imagen de aprovechada, de doble cara que apenas soportaba.

—Por supuesto —accedí, sin más dilación.

En ese mismo instante, Jimin, que había echado la cabeza hacia su izquierda, curioseando, localizó a alguien que removió sus adentros y le indujo a moverse tras Hana, a quien desplazó con suavidad para hacerse paso entre la gente.

Ella se acercó a mí, algo aturdida debido a que ese gesto había nacido de Jimin, de un modo genuino y aislado de metas ocultas.

—¡Eomeoni! —gritó, todavía dentro de nuestro campo visual—. ¿Cómo se encuentra? —le preguntó a una señora que rondaría los cincuenta años. Con su elegante vestido blanco llamaba la atención de numerosas personas—. Está espectacular hoy.

Se fundieron en un afectuoso abrazo y me dio la impresión de que ya conocía a aquella mujer.

—Jimin-ah, qué cosas dices —dijo, siendo esa una respuesta muy similar a la que yo había proferido al encontrarme con él—. Tú no cambias nada de nada, ¿eh?

Mientras reían, Hana se arrimó a mi costado derecho, dando la espalda a la mesa de las bebidas.

—¿Sabes quién es? —me susurró.

—Me resulta familiar —contesté—, pero no ...

—Ven, quiero presentarte a unas personas —le comentó Jimin y la señora se cogió de su brazo. Frente a nosotras, vi el reflejo de otros ojos en los suyos—. Ella es Oh Hana, mi acompañante —se detuvo primero en la más pequeña—, y Kim Yeong, una buena amiga.

Mantuve intacta mi sonrisa, a punto de relacionar la amabilidad de Jimin y los rasgos de esa extraña que se me hacía tan conocida.

—Tú siempre rodeado de chicas preciosas ... —palpó el brazo de Park Jimin, revelando gran comodidad—. Buenas noches, me llamo Jeon Heejoo—se presentó—. ¿Eres la hija pequeña de Oh Minjae? —se dirigió a Hana.

Su apellido cayó sobre mí como un rayo, desalmado e intenso.

—La misma. Buenas noches, señora —se inclinó sutilmente.

Cuando me miró, sufrí un cortocircuito y me debatí acerca de lo que quería decir a la madre de Jungkook. Porque era su madre.

Oh, Dios. Su madre.

—¿Y tú ...? —dudó, recordando el nombre que Jimin me había dado.

Mis reflejos me doblegaron de pies a cabeza y, de repente, me estaba inclinando tanto que, de haber puesto una pizca más de energía, mi cabello habría rozado el suelo.

—Es un placer, señora Jeon —declaré, efusiva.

Los tres se sorprendieron de mi reacción, aunque imaginé que Jimin luchaba con la risa tras verme así de entregada.

—¿A qué viene esa reverencia, querida? —me erguí, confirmando que algo de rubor se camuflaba con el maquillaje en sus mejillas—. Vas a sonrojarme. Ni que mi familia fuera tan importante —intentó bromear.

Y el sonrojo se trasladó de su rostro al mío.

—No es eso. Yo ... —me trabé.

—Yeong tiende a ser muy respetuosa con sus mayores, eomeoni —Jimin fue mi salvavidas en esa ocasión—. Es parte de su forma de ser.

¿Qué ibas a decirle? ¿Que amas a su hijo? ¿Que os veis a escondidas porque estás encadenada a otro hombre? ¿Así? ¿Como si nada?

—Está bien, pero no tienes que serlo conmigo —suavizó la situación gracias a su voz melosa—. Aprende de Jimin. Él va por ahí diciendo "eomeoni, eomeoni" como si nada —Hana empezó a reír y Jimin la asesinó con la mirada—. En realidad, podría ser vuestra madre perfectamente. Debéis tener la misma edad que mi hijo pequeño.

Templé mis nervios como mejor pude y le ofrecí una sonrisa renovada a aquella mujer a la que tanto le debía. Las comisuras me temblaban como si se hubiesen transmutado en hojas caídas, arrastradas por las ráfagas afables que eran sus orbes oscuros, idénticos a los de Jungkook cuando tenía uno de sus arrebatos de humildad.

—He oído hablar mucho de usted —me justifiqué—. Perdóneme por actuar así. Fue un impulso.

En lugar de permanecer callada y relajada, saltas igual que un insecto asustado. Mantén la calma, Yeong. Esta mujer no sabe nada, y así debe continuar.

—Descuida —sus finos dedos pasaron a ras de mi brazo desnudo. La sensación de su fantasmagórico roce no se desvaneció en toda la noche—, aunque debo reconocer que, a mis años, es cada vez más placentero que jóvenes como vosotras muestren buena educación —dijo para hacerme sentir más tranquila al respecto.

Ese ímpetu que la obligaba a empatizar con los demás, a no dejarlos en la estocada después de haber metido la pata ... Entendí pronto de dónde lo había sacado Jungkook y, guerreando contra ese cruel sonrojo que me arrasaba la piel, respiré hondo.

Una fecunda conversación germinó de aquel torpe tropiezo y, al cabo de unos minutos, la señora Jeon charlaba con una soltura digna de admiración. Su facilidad para simpatizar con desconocidos era propia de una mujer acostumbrada a reuniones como aquella.

Al atar cabos, todo casó en su sitio. El rompecabezas que Jungkook me dibujó una semana atrás, mientras utilizábamos la bañera de su apartamento, cobró sentido de golpe.

—¿Cómo es?

—Muy guapa, casi tanto como yo. También es amable .... Le gustan mucho ese tipo de reuniones. Creo que te llevarías bien con ella.

Bajé la cabeza. El muy gracioso se estaba quedando conmigo a propósito. Contarle acerca de la gala benéfica y de mis recelos infundados avivó la necesidad de burlarse de mí en secreto. Creó la imagen de una mujer para darme celos a pesar de que no tenía a nadie más en mente que su propia madre.

—Entiendo que Hana y tú tenéis algo más que amistad, pero, ¿qué pasa contigo, Yeong? —al llamarme, levanté la barbilla y contemplé su dulce semblante—. ¿Dónde está tu pareja? No te habrá dejado aquí sola, ¿verdad? Es lo peor que podría hacer.

Dio en el blanco.

—Ha tenido que salir por una urgencia en el trabajo, me temo —le expliqué brevemente.

—Ah ... Hombres —parecía indignada tras haber acertado—. Todos iguales. Ni se te ocurra dejarla tirada, Jimin —le advirtió—. Aunque es un alivio saber que no estás jugando con las dos al mismo tiempo —dijo, aliviada.

¿Ella también había tenido que soportar desplantes como ese? ¿Su marido anteponía los negocios a una velada que podría ser amena, incluso?

Jungkook no hablaba mucho sobre su padre. Lo poco que sabía de ese señor era que vivía por y para su trabajo, pero no tenía conocimiento de que descuidara a su mujer. Aunque la relación con él no fuera excelente y existieran diferencias entre ellos, no pensé que se hubiese distanciado de la mujer que había estado a su lado durante décadas.

—Eomeoni, ¿por qué tipo de hombre me tomas? —se defendió Jimin—. Yo nunca haría eso. Además, Yeong es como mi hermana —aseguró.

¿Una hermana? Pero no estaba mintiendo. Jimin era incapaz de mentirme deliberadamente.

—Señora Jeon, nuestra relación solo es de amistad. Jimin ya sabe que no es mi tipo.

Él asintió, confesándose derrotado en ese sentido.

—Discúlpame, Yeong —se cruzó de brazos—. No es que desconfíe de ti, pero sí que lo hago de este granuja —dijo, refiriéndose a Jimin, que se hacía el ofendido—. Si es como tu hermana, ¿por qué no había escuchado nada de ella antes? Siendo una chica tan bonita y correcta es imposible que no haya oído su nombre —ruborizada, busqué la mirada de Hana. Que esa mujer me adulara era más de lo que podía soportar—. Pensé que teníamos un trato y que me hablarías de cualquier mujer.

—¿Por qué, señora Jeon? ¿Qué clase de acuerdo es ese qué tiene con Jimin? —inquirió ella, tentada.

—Por mis hijos —expuso—. Los dos están solteros y enteros, vaya.

La picardía que demostraba hizo reír a Jimin y a Hana, tras lo que ella misma sonrió.

Ama de casa, alejada de sus dos hijos, ya fuera por exceso de trabajo, en el caso del mayor, o por una mudanza y peleas con el progenitor, en el caso del menor. La señora Jeon solo podía velar por esos niños a los que trajo al mundo y que, en un abrir y cerrar de ojos, habían volado lejos del nido, de su protección.

—Pero, eomeoni —la réplica de Jimin movió los cimientos de mi mente—, Yeong ya tiene a su otra mitad y, por lo que sé, se quieren mucho.

—¿Es así? —yo lo afirmé—. Perdóname, hija. A veces las ganas de emparejar a mis hijos son superiores a todo lo demás —pero no me molestaba en absoluto saber que me consideraba una posible candidata—. ¿Y quién es el afortunado? —se precipitó—. Si la pregunta no es muy indiscreta.

Lo era. Especialmente indiscreta. No obstante, la emoción en sus orbes me debilitó porque esos ojos azabaches vencían siempre, sin importar el momento ni la petición que estuvieran haciéndome.

—Bueno ...

—Eomeoni —Jimin quiso ayudarme—, ¿por qué no ...?

Como un resorte, la señora Jeon fijó la vista en algún punto tras de mí y perdió el interés en ese nombre que coincidía con el de su hijo pequeño.

—¡Ah! Ahí está —realizó una señal con la mano derecha—. Debería presentaros, ¿no es cierto?

Entonces, Jimin siguió con la mirada dicha trayectoria, topando con la persona en cuestión. La mueca en sus labios, similar a una media sonrisa, me desconcertó, pero la ansiedad me atacaba con tal violencia que traté de enfocarme exclusivamente en recuperar una respiración monótona y pausada.

—¿A quién, señora Jeon? —a mi lado, Hana se giró.

—A mi acompañante, ¿a quién si no? —zarandeó más el brazo—. Aunque tú ya lo conoces, Jimin.

Apoyé la mano derecha en la mesa de las bebidas mientras estabilizaba mis fueros internos y aplacaba el estridente nerviosismo que agitaba mi pecho.

—¿Su marido? Hace mucho que no lo veo —dijo Jimin.

El sofoco no me dejó percibir el sarcasmo en su tono.

—No, no —negó—. Mi marido no tiene cuerpo para este tipo de eventos. He venido con mi hijo.

—Su hijo mayor, supongo ... —me atreví a hablar.

Algo mejor, me decidí a mirarla. Para mi sorpresa, encontré un gesto de negación imponente.

—El pequeño —me corrigió—. Me lo consiente todo. Incluso si le pido que me acompañe a una cena tan aburrida —suspiré, aunque ella no se dio cuenta—. ¡Jungkook, deja de mirarnos y ven! —dejó de gritar—. ¿Qué hacías? ¿Por qué no te acercabas?

Olí su perfume cuando pasó por detrás de mi cuerpo y noté una repentina presión en la espalda baja que se esfumó tan rápido como apareció. Solo fueron un par de dedos, pero los sentí en la base de mi columna.

Él caminó, avanzando frente a Hana y abrazando a Jimin antes de llegar hasta su madre, quien agrandó su modesta sonrisa cuando el hijo que tanto quería tomó lugar a su derecha.

—No quería molestar, mamá. Se te veía animada —bromeó.

Un pantalón de traje fino negro, junto a una americana bastante grande y una camisa drapeada de tonalidades oscuras eran los elementos principales de su atuendo. El pelo, engominado, estaba peinado hacia atrás, logrando un aspecto más adulto y generoso de su afilado rostro. Descansé después de comprobar que no había elegido ninguna corbata o pañuelo del color de mi vestido, aunque no bastó para que mis nervios se mantuvieran a un nivel normal.

Creí que desfallecía en el instante en que sus pupilas se cruzaron con las mías porque no tenía ni un maldito recuerdo en que se viera ni la mitad de atractivo. La mesa me sirvió de puntal, puesto que, disimuladamente, me aferré a su borde. ¿Un mareo? ¿Una bajada de tensión? ¿O una montaña de sentimientos a los que no quería enfrentarme tan pronto?

¿Cinco días sin verle podían ser así de dañinos?

—Yeong-ssi —me llamó—, siempre es bueno verla.

—Lo mismo digo —asentí.

Pero Jungkook no ocultaba el aprecio que me profesaba en aquel saludo. No lo ocultaba y, si hubiese estado más atenta, habría registrado cómo entornaba los párpados su madre.

—¿Os conocéis?

Su intervención me devolvió a un presente en el que nos perforábamos con la mirada delante de la mujer más importante de su vida. Avergonzada, rechacé sus brillantes ojos.

—Este mundo es muy pequeño, mamá —declaró Jungkook—. Claro que nos conocemos.

—Cierto. También eres amiga de Jimin —realizó un examen a conciencia de mi semblante, más blanco que durante la amistosa charla que manteníamos minutos antes—. ¿Los presentaste tú? —y se volvió hacia Jimin.

—Taehyung lo hizo —le explicó Jimin.

—¿Taehyung? ¿De verdad? —no esperaba escuchar su nombre.

Me sobrepuse a esa dantesca escena, añadiendo algo más al testimonio de nuestro amigo.

—Sí, Taehyung y yo estudiamos lo mismo, señora Jeon —le hice saber.

Ella agitó con suavidad la cabeza, verdaderamente sorprendida. Jungkook entendió que la conversación podía tornarse más oscura de lo debido y, después de ojearme, reparó en la chica que nos acompañaba y que no se había pronunciado desde que él llegó.

—A quien no conozco es a tu amiga, Jimin.

De tal manera, se hicieron las presentaciones correspondientes y, a raíz de eso, supimos que Hana tenía la misma edad que Jungkook. Hablamos un poco sobre sus estudios de arquitectura y sobre su familia, que, según dijo la madre de Jungkook, era muy conocida en la ciudad. Sin embargo, incómoda, Hana frenó el avance de ese tema.

—Disculpadme, pero tengo que ir al baño un segundo —dijo de pronto.

Vi la oportunidad de tomar un respiro y traté de agarrarla.

—¿Te acompaño? —me ofrecí.

Por su cara, imaginé que aceptaría mi compañía, pero Jimin intervino al sostener su espalda.

—No, Yeong. Ya voy yo —y no me dejó replicar.

Sabía cuál era su estrategia, pero estar a solas con Jungkook y su madre no entraba en mis planes. Ni siquiera había pensado en conocerla porque no podría ser la nuera que ella deseaba. Jimin estaba al tanto de todo eso y, a pesar de mi suplicante mirada, se adueñó del papel de casamentero.

—¿Ahora quieres ser amable conmigo, Park? —le provocó Hana.

—Vamos ... —respondió él a regañadientes, huyendo de mis ruegos telepáticos.

Desaparecieron entre la multitud y yo me encontré sola ante ellos. Mientras la señora Jeon observaba a la pareja alejarse, Jungkook logró hacer chocar nuestros ojos de nuevo. Le gustaba jugar al despiste, pero no despistaría a nadie si me escrutaba con esa intensidad.

—Son una pareja rara, ¿verdad? —me preguntó aquella mujer.

Tragué saliva, olvidando la penetrante mirada de Jungkook.

—Pero encajan bastante bien —aporté—. A Jimin le gusta mucho.

—¿Eso piensas, Yeong? —se interesó en mi opinión.

—Yo estoy con ella, mamá —me apoyó Jungkook—. Jimin nunca viene a eventos como este si tiene que traer acompañante.

Ciertamente, se le notaba cómodo con Hana. A primera vista, podrían pasar por un par de amigos más que por una pareja, sin embargo, había algo en la forma que tenía Jimin de mirarla. Y ese algo solo necesitaba un poco de cariño mutuo para crecer hasta convertirse en un sentimiento firme.

Desviando el asunto con brusquedad, su madre le asestó un golpe directo.

—¿Y tú? ¿Es que no había ninguna candidata a la que quisieras invitar esta noche? —le interrogó, frustrada.

Deslizó el brazo izquierdo por la espalda de su progenitora, ligeramente ruborizado al escuchar ese ataque en mi presencia. Su sonrisa temblorosa me decía que ya habían hablado de eso y que hacía poco tiempo de la peliaguda conversación.

—¿Estando tú? Solo podría traerte a ti —lo esquivó con gracia.

Ella llevó los ojos hacia arriba. Su reacción fue tan divertida que no pude retener la sonrisa.

Jungkook estaba agotado de aquellas acusaciones porque terminaría gastando todas sus excusas e historietas. Terminaría acorralado y no le quedaría más opción que confesar. Su madre parecía una hábil torturadora, eso seguro.

—¿Tú qué opinas, querida? —me incluyó, pillándome desprevenida—. ¿Por qué crees que ha accedido a venir conmigo en lugar de traer a una chica, como hizo Jimin? —sus cejas arqueadas comenzaron a intimidarme.

—Bueno, puede que la chica que tenía en mente no pudiera venir esta noche —formulé una de las respuestas que quería escuchar y lo afirmó, concediéndome que esa posibilidad era más que factible—, o que simplemente quisiera estar con usted hoy —acabé con un desesperado intento por rescatarle del fango.

Sacudió la mano y echó un pesado suspiro. Jungkook, por otro lado, sonrió. Sus adorables facciones sonrieron con él y esas arruguitas que se formaban en su nariz me distrajeron por un segundo.

—Ojalá fuese lo último —se afligió, dramática.

—Y lo es, mamá —replicó, cada vez más alegre—. ¿Para qué quiero a otra mujer si te tengo a ti, eh? —insistió con ternura.

—No seas pillo y admítelo. Te lo veo en los ojos, hijo —aquella mujer era incansable. Viéndolos, comprendía mejor lo que Jungkook me dijo mientras nos bañábamos en su apartamento—. Sé que hay alguien.

Su discusión me divertía. Nunca habría pensando que ese tipo de relación entre madre e hijo fuera posible, aunque no era la más indicada para creerlo porque el atípico vínculo paterno-filial que conocía implicaba gritos y sometimiento.

—Yeong-ssi, ¿no cree que mi madre exagera?

Otra vez, me pusieron entre la espada y la pared.

Jungkook solo estaba pasándolo bien. No buscaba meterme en un aprieto ni mucho menos. La sonrisa que iluminaba su semblante hablaba por él, representaba lo feliz que se sentía tras haber hallado la forma de que su madre y yo nos conocieramos.

Aguardaba por una respuesta. La señora Jeon también deseaba oírme, por supuesto, pero ...

Pero él me miraba y lo único en lo que podía pensar era en los besos húmedos y en las caricias que compartimos en la penumbra de su habitación.

—¿Por qué no os tuteáis? —la pregunta me salvó de aquella encerrona inesperada—. Deberíais hablar informalmente —nos aleccionó como si fuéramos niños pequeños—. Sois de la misma edad, ¿verdad, Jungkook?

Él carraspeó, admirando el gesto de confusión de su madre. Yo clavé las pupilas en el suelo.

¿Y si se daba cuenta?

Oh, Yeong ... Deja de quedarte ahí embobada y finge mejor antes de que vea el anhelo escrito en tus malditos ojos.

—Soy un año más pequeño, mamá —manifestó esa irrelevante diferencia de edad.

—Pues utiliza solo honoríficos —puso ella como solución—. Es muy raro que dos jóvenes como vosotros habléis igual que ancianas de mi talla —aseguró—. ¿Te incomoda, Yeong?

Me encanta que use honoríficos conmigo, ya sea en público o en privado.

Vale, ¿y cómo le explicas eso?

Me escudriñó, augurando una negación de mi parte que obtuvo al cabo de un instante.

—En absoluto —y se declaró vencedora.

Miró a su hijo, victoriosa.

—Tú ganas —se cansó de luchar y modificó su vocabulario lo justo y necesario para que volviese a ser el de siempre—. Noona, ¿quieres una bebida?

Que me llamase así era todo el descanso que quería a esas alturas de la velada.

Sonriendo, di mi consentimiento.

—Sí, por favor.

—Te traeré una copa también, mamá —comentó, servicial—. Enseguida vuelvo.

Se desvaneció y, en pleno silencio, me percaté de la singular situación: estábamos completamente solas.

Jimin y Hana no regresaban, no los divisaba por ninguno de los flancos abiertos. De pronto, ese nerviosismo que había amedrentado con el paso de los minutos resurgió de sus cenizas y me arrojó a la nada.

Mientras el ataque de pánico se inflaba en mi estómago como un globo aerostático, agarré mis manos y empecé a jugar con el anillo de Jungkook.

¿Qué hago ahora?

—Yeong —valientemente, rompió la tensión.

—¿Sí? —respondí, diligente.

Ella también se masajeó las manos, elucubrando acerca de algo que a mí se me escapaba.

—¿Qué piensas de mi hijo?








🌱🌱🌱

Nueva novela de Virago publicada uwu

Como ya he dicho por allí, seguirá la dinámica de Dyspnoia, con publicaciones más breves y no tan a menudo como Answer. Denle mucho amor a la novela de Jiminnie 🤧✨

Y en cuanto al capítulo de Answer, la mamá de Jk apareció y a la pobre de Yeong casi le da un infarto xDD, y más aún con la pregunta del final 🤡🤡🤡

¿Sabrán fingir para que la señora Jeon no se dé cuenta de lo que pasa entre ellos? 🤔🤔🤔
Lo descubriremos en los próximos capítulos 😎😎🤙🏻🤙🏻

Buenas noches y gracias por leer ♡♡♡

Os quiere, GotMe 💜

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