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37

Yeong

Creí que no estaba tan cansada, pero mi reloj interior se quedó sin cuerda y dormí como un lirón. A pesar de haber recuperado la mala costumbre de moverme demasiado en la cama, Jungkook se pegaba a mí y me abrazaba más para que no escapara en sueños. Solo me sucedía estando relajada, ya que, por lo general, durmiendo con Jae, me levantaba en la misma posición, sin importar que contase una hora menos o una más de ese descanso mediocre al que no quería volver.

Sobre las diez de la mañana, unas ocho horas después de que cayéramos rendidos, el lejano gimoteo de Yuna comenzó a despertarme. Jungkook reaccionó cuando intenté zafarme de su agarre y, diez minutos más tarde, ambos estábamos en el sofá jugando con Yuna para que se olvidara de lo que le había parecido un abandono en toda regla de su nueva dueña.

Me sentí tan mal por no haber ido con ella en ningún momento de la noche que la cogí en brazos y me negué a soltarla mientras Jungkook preparaba el desayuno. En realidad, ella tampoco quería despegarse de mí. Jungkook tuvo que hacer de todo para que se separara de mi regazo y pudiera vestirme. De lo contrario, habría tenido que hacerlo con la perrita encima.

El resto de la mañana tampoco se alejó de mí, excepto cuando necesitaba ir al baño. Parecía haberse encariñado de verdad conmigo y yo era incapaz de decirle que no, así que la paseé por aquel centro comercial. Al tener ambas manos ocupadas en sostenerla, Jungkook no pudo tomarme de la mano en todo el camino. En su lugar, pasó su brazo por mis hombros hasta que entramos a una tienda de mascotas.

La lista que había elaborado con lo que básico para Yuna fue muy útil. Pensó en todo, aunque no era raro porque él tenía planeado regalármela hacía ya bastantes días. Por lo tanto, había meditado mucho al respecto y sabía qué cosas ayudarían a que ella se sintiera más cómoda en su nueva casa.

—Esta es más acolchada —evaluó y presionó en ciertas zonas de la cama.

Me agaché para palparla también y di mi aprobación tras unos segundos.

—Sí. La anterior era más dura, ¿verdad? —Jungkook asintió.

—Yuna —le habló—, ¿quieres probarla? —extendió los brazos y ella no dudó en lanzarse contra él, dispuesta a lo que le pidiera—. Muy bien ... —la colocó encima y ambos observamos cómo movía las patitas y se sentaba. El zarandeo de su cola decía bastante—. ¿Te gusta, preciosa? —Jungkook echó unas cuantas carcajadas al aire y la acarició con dulzura—. ¿Nos la llevamos, noona?

Yuna comenzó a revolcarse en el amplio cojín. Ciertamente, esa cama podría servirle durante varios meses, en función de cuánto creciera. Era grande y esponjosa. No encontré ninguna razón por la que negarme.

—Nos la llevamos —peiné un poco el pelaje que se le había revuelto y escuché mi móvil sonar. Metí la mano en mi bolso para agarrarlo. Leer el nombre de Nam en la pantalla hizo que me levantara, dejando a Jungkook con Yuna—. Es Namjoon.

—Vale —cogió el objeto con la perrita encima y se aseguró de que era estable—. Voy a coger el pienso.

Echó a caminar por el pasillo central, en dirección a la sección reservada a los alimentos.

—Pero pesará mucho —razoné y seguí sus pasos—. Puedo ayudarte con eso, Jungkook.

—No te preocupes, cariño. Vamos a por un carrito. Así será más fácil, ¿no, Yuna? —me detuve, oyendo los pequeños ladridos de Yuna—. Tú contesta a hyung. No tenemos prisa —y giró hacia la izquierda, desapareciendo de mi vista.

Solté un suspiro y descolgé. Estaba segura de que podía hacerlo solo, pero no me apetecía separarme de él.

—¿Sí? —pregunté.

¿Cómo se encuentra mi hermana favorita?

Sonreí.

—Solo tienes una hermana, que yo recuerde —le respondí, burlona.

Y por eso eres mi favorita —aclaró, lo que me sacó unas risas—. ¿Cómo estáis? ¿Te gustó la sorpresa? —indagó en todo lo que sucedió la noche anterior.

Después del baño, ya era demasiado tarde. Opté por posponer aquella llamada a esa mañana, pero con el ajetreo se me pasó por alto.

—¿Desde cuándo te alías con Jungkook para este tipo de cosas? —le ataqué, sin piedad alguna.

Estaba al tanto de que se llevaban mucho mejor de lo que me hacían ver. Ni Nam ni Jungkook podían ocultar esa afinidad que existía entre ellos, aunque de ahí a orquestar todo ese plan y conseguir la mascota que siempre quise de niña había un trecho bastante grande. O eso creía yo.

Mmm ... —dudó unos segundos—. Desde que lo acepté como cuñado, pero no se lo digas.

El día que Jungkook escuchara eso de su propia boca, se le saltarían las lágrimas.

—Está bien —cedí, buscando con la mirada a un Jungkook que se había esfumado—. Es preciosa y mucho más cariñosa que ningún otro cachorro —lo más memorable habían sido sus múltiples lametones esa mañana—. Le hemos puesto Yuna, a petición del anterior dueño —recordé a Hoseok.

Nam no tenía ni idea de quién se escondía bajo aquel título tan simple.

Es un buen nombre —dio su aprobación, tal y como esperaba que haría—. Traedla mañana. Tendrá que conocer a su tío —agrandé la sonrisa y observé unos cuencos de llamativos colores—. No hubo ningún problema con el dueño, ¿no? Jungkook me dijo que era alguien de confianza.

—De confianza, sí —me reí por segunda vez—. Su dueño era Hobi.

El silencio de mi hermano bastó para que imaginara lo chocante que debió sonar. ¿Quién habría adivinado que Hobi conocía a los chicos? Era ... Era como buscar una aguja en un pajar. Prácticamente imposible.

¿Hobi? —repitió su apodo, desconcertado—. ¿Te estás quedando conmigo, Yeong? ¿Hablas de Jung Hoseok? —el tono de su voz gritaba asombro por doquier.

—No conozco a otro Hobi, solo a él —bromeé—. Verlo anoche también fue una sorpresa —reconocí—. ¿Recuerdas que Jungkook y Jimin cursaron el primer año de derecho en Japón? —soltó un ruidito a modo de afirmación—. Pues lo conocieron allí. Ahora lleva un negocio de organización de eventos —le expliqué un poco.

Su relación se vio afectada cuando Namjoon regresó conmigo y, fueran cuales fueran los motivos, si es que los había, nunca retomaron esa amistad que tanto cuidaron durante la que podía ser, sin ningún problema, la mejor época de sus vidas. Hasta que la madre de Nam murió, claro. Entonces todo se vino abajo.

Joder ... —su blasfemia limó mi memoria—. El mundo es un pañuelo.

—Después te paso su nuevo número. No sabía que ya no estábais en contacto —toqueteé la etiqueta de un peluche que Yuna había olisqueado antes.

Él siguió por su camino y yo por el mío. Supongo que son ... Cosas que pasan —dijo, resignado—, pero me gustaría charlar con él ahora que está en Corea —me habría encantado que se vieran, que los tres nos encontráramos en aquel restaurante—. ¿Va a quedarse un tiempo o solamente anda de paso? —se interesó.

Cogí aquel peluche, semejante a una flor sonriente, y me dispuse a localizar a Jungkook.

—Por lo que dijo, creo que ya se ha instalado aquí. Tiene estabilidad económica y, según entendí, su etapa de viajar por el mundo ha acabado ya —le informé de lo más relevante.

Ah, en serio ... Ahora me arrepiento de no haber ido con vosotros —se lamentó.

Sintiendo pena por él, propuse una solución.

—Podemos organizar otra cena.

Ubiqué a Jungkook cuatro pasillos a mi izquierda. Mientras él alcanzaba unos sacos de la comida que mejor se adaptaba a la edad yde Yuna, ella permanecía atenta a sus movimientos desde el carrito de la compra. De vez en cuando, daba algún que otro ladrido, como si animara a Jungkook con el costoso trabajo que se había autoimpuesto. Lo cierto era que la estantería quedaba demasiado alta, incluso para él.

Claro —aceptó Nam—. Me alegra que lo pasaras bien, Yeong —comentó—. Además, te noto de buen humor.

Y estaba de buen humor.

Después del llanto que desencadenó la llamada de Jae, había quedado como nueva. Sentí que me deshacía de las malas energías y, por si necesitaba algo más, aquel baño caliente con Jungkook logró que me tomara aquello de una manera diferente. ¿Por qué sufrir si era imposible cambiar el curso de las cosas por el momento?

—Siempre estoy de buen humor para ti, oppa —acercándome a Jungkook, escuché la risa baja de Nam—. No sé por qué lo dices.

De verdad ... Jungkook hace milagros —llegó a una conclusión acertada—. ¿Está por ahí?

Agarró tres sacos de golpe y yo me preocupé un poco cuando caminó hacia atrás, sujetándolos.

—Sí. Cogiendo unos sacos de pienso —coloqué la mano en su espalda. Con el ceño ligeramente fruncido, intenté que rebajara el esfuerzo—. Se te van a caer. ¿Por qué no los cojes de uno en uno?

Pero su sonrisa eliminó cualquier molestia. No siguió mi consejo y se acercó al carrito, donde Yuna se apartó, temerosa de que uno de esos pesados fardos la sepultase por error.

—No menosprecies mis horas en el gimnasio, noona —espetó, sacando pecho.

Difícilmente, puso todo en el carro. Yo hice algo de fuerza en el extremo contrario hasta que los acomodó correctamente, evitando que Yuna saltara por los aires.

Hace lo mismo con las cajas del almacén —interrumpió Namjoon en mi oído—. Las agarra todas de golpe para acabar antes —rio, suave—. El otro día hizo malabares, pero se le escaparon igual.

Esa imagen que me describía Nam me arrancó unas carcajadas que Jungkook tomó en su contra.

—¿Os estáis riendo de mí? —levantó las cejas, apurado.

—En absoluto —me negué a darle el placer y acaricié el dorso de su mano. Él respiraba con fuerza, continuando la broma adrede, pero no rechazó el beso que deposité en sus labios después de que se inclinara sobre el carrito, recuperando el aliento—. Yo me encargo de pagar —le comuniqué y me aseguré de que todo estaba en el carro antes de recoger en mi regazo a Yuna—. Toma, mi hermano te reclama —le di mi móvil y él se lo acercó a la oreja.

Yo me ocupé de empujar el carrito y de dirigirme hacia la caja.

—¡Hyung! ¿Marcha todo bien en la librería? —le saludó, persiguiéndome por la tienda—. Sí, sí —varias personas que habían llegado un poco antes que nosotros esperaban también su turno. Por lo que podía ver en la distancia, el dependiente tenía algún problema con el lector de tarjetas—. Espera un segundo —su mano cayó en mi antebrazo, por lo que retrocedí y cruzamos miradas—. Noona, hay mucha cola y me muero de sed —me dijo, apartando el teléfono—. ¿Puedes ir a la cafetería de enfrente y coger algo? Yo te espero aquí —asentí, deseando complacerle—. Gracias —susurró—. Ya está, hyung —retomó la conversación—. ¿Comer mañana en tu casa? Claro —confirmó tras observar mi pulgar hacia arriba. Estaba cada vez más cerca de la salida, así que sus palabras fueron perdiéndose en el rumor del lugar—. Además, Yeong tiene que volver mañana. Sí, habló con él ayer por la noche y dijo que ...

Lo dejé explicándole la situación a Nam y atravesé el pasillo principal del inmenso recinto para entrar en la cafetería que me había indicado. No hay mucha gente, pero traté de molestar lo menos posible al ir hasta la sección de autoservicio.

Yuna se subió levemente a mi hombro, mirando por encima de este. Parecía ser consciente de que Jungkook no nos había seguido en esa ocasión y jadeó.

—Yuna, ¿tienes ganas de conocer a Namjoon? —repartí varias caricias por su lomo, afianzándola a mi cuerpo mientras ojeaba los dulces expuestos—. Seguro que te adora. Probablemente sea el mejor tío del mundo para una perrita como tú —dije en voz alta.

De repente, como un fogonazo, la idea de tener un niño y que Nam lo malcriara a su gusto me enterneció hasta el punto de sonreír, embobada y repleta de ilusiones. Esa corta charla que tuvimos Jungkook y yo en los minutos previos a dormirnos había sacudido los cimientos de mi alma tanto que ni siquiera lo comprendía.

¿Un hijo? Yeong, apenas puedes cuidar de ti misma. Todavía falta mucho tiempo hasta que esa posibilidad sea realista.

Pero un escenario en el que Nam tuviera a su sobrina en brazos me hacía terriblemente feliz. Él amaba a los niños aunque se negase a tener uno propio y ... Joder. La ilusión de que algún día sucediera renovó hasta la última fibra de mi ser, suplicándome que aguantara por un futuro como ese.

¿Hacía cuánto tiempo no me ilusionaba por algo?

El nítido gemido de Yuna me devolvió al presente y reaccioné, cogiendo algunos helados del congelador.

Pero aquel no era el sitio correcto para dar rienda suelta a dichas ambiciones. Por eso retomé mi cometido y leí los sabores antes de elegir el de Jungkook. Acabé pronto y me dirigí al mostrador, donde el dependiente despachaba a un matrimonio. Su orden tomó más tiempo del esperado, pero yo me entretuve con Yuna hasta que se marcharon de la cafetería, cargando sus bebidas.

Siendo ya mi turno, saludé a aquel chico y le pedí un té helado junto a un americano de la misma temperatura. Dejé los helados envueltos sobre el mostrador y traté de agarrar mi móvil para pagar, sin embargo, su ausencia en mi bolso me recordó que Jungkook se lo había quedado. Desechando la vía más cómoda de pagar, atrapé mi cartera y saqué la tarjeta mientras el joven que me atendía preparaba el pedido.

Cuando levanté la cabeza, me dio la sensación de que había estado observándome, pero al verlo de espaldas, concentrado en la máquina de café, no le di más importancia y me giré hacia la salida, esperando que Jungkook apareciera.

La voz de aquel chico me forzó a alejar la vista de las puertas del local.

—Aquí tienes las bebidas —me tuteó de la nada.

Volví el rostro, encontrándolo con una amplia sonrisa. Una mayor a la que había ofrecido a los clientes anteriores, sin duda.

—Gracias —le agradecí, escueta, y él cogió mi tarjeta para cobrar la suma total en el lector.

Comprobé que no se había equivocado con el americano de Jungkook sorbiendo un poco del contenido. Satisfecha, me relamí las comisuras y escuché de nuevo el triste llanto de Yuna, que añoraba a Jungkook incluso más que yo.

Iba a decirle que no se preocupara porque vendría enseguida, no obstante, otro comentario de parte de ese desconocido me lo impidió.

—Es una perrita preciosa —se pronunció de repente—. ¿Ha cumplido ya los dos meses?

Me fijé en él por primera vez e imaginé que era menor. Unos diecisiete años, probablemente. Tenía ese aire a escuela, fusionado con la inmadurez tan característica de la mayoría de los estudiantes de preparatoria.

—No, todavía no —negué—. Tiene siete semanas.

Asintió, como si ya hubiera deducido aquello y la pregunta hubiese sido una simple excusa para charlar.

—Parece muy tranquila para ser tan pequeña —agregó.

—Lo es.

Mi brevedad a la hora de responder debería haberle dicho bastante. Como que no me apetecía hablar con un extraño ni entablar amistad mientras compraba unos refrescos.

Tras revisar la pantalla del ordenador de mesa e introducir el pago, una de las ranuras imprimió el ticket correspondiente a mi compra. Me lo acercó y agarró un bolígrafo de las baldas inferiores del mueble.

—Tu tarjeta —la recogí en silencio— y este es el ticket —pero no me lo dio a la vez, pues se entretuvo en garabatear algo que no alcancé a descifrar debido a los constantes movimientos de Yuna. El chico terminó rápidamente y me ofreció el pedazo de papel aunque no se lo había pedido—. Noona, aquí tienes mi número.

Impactada, me insuflé una buena cantidad de arrojo y observé sus ojos negros. Mi perplejidad no pasó desapercibida para él, que sonrió en grande al comprender mi colapso.

—¿Y para qué ...? ¿Para qué me das tu número? —le pregunté, estupefacta.

Apoyó los codos sobre aquella mesa, inclinándose tanto que yo me vi obligada a retroceder discretamente.

—Para que me llames cuando te apetezca y tomemos algo —reveló su practicada sonrisa.

Una sonrisa que debía haberle ayudado en más de una ocasión para eclipsar a chicas de su edad. Suponía que ser claro y directo le había funcionado de maravilla desde que tenía uso de razón, pero esas tácticas de seducción tan básicas eran parte de mi día a día. Muchos hombres caían en ellas cuando me conocían, por lo tanto, no me importó en lo más mínimo que el dependiente de aquella cafetería recurriera a un recurso como ese.

Por si fuera poco, el comienzo de una carcajada se me encajó en la tráquea.

Era chistoso. Claro que lo era. Que un niño estuviese intentando ligar conmigo en pleno horario de trabajo y que me mirase con esas ínfulas, creyendo que de verdad conseguiría lo que se había propuesto, me empujaba a reír de un modo estridente y natural.

Aunque, para su suerte, la aparición de un tercero evitó que mi risa inundase el local.

—Jagi, ¿has pagado ya?

Con su brazo en mi cintura, tomó las bebidas consigo y colocó parte de su torso entre el desconocido y yo, haciendo una especie de barrera entre su turbada mirada y la mía, acentuada por la diversión.

No se interponía como tal, solo ... Solo imponía su presencia a aquel chaval que, de repente, retrocedió. Acababa de recibir una llamada de atención y el primer aviso. Un aviso que, de no haber sido emitido por Jungkook, le habría lanzado yo sin ninguna duda.

No era necesario que actuara con tanta agresividad, pero no podía culparle después de haber contemplado un atrevimiento de ese calibre.

—Sí, ya he acabado —guardé la tarjeta y Jungkook le echó un vistazo al dependiente, tras lo cual fue regresando a un posición menos temible. Yo atrapé entre los dedos la bolsa con los helados y me esforcé por regalarle una sonrisa de cordialidad—. Gracias, pero no necesito la copia.

Pálido, asintió.

Observó cómo Jungkook, sin alejarse demasiado de mí, acariciaba a Yuna, que pretendía abandonar mis brazos y saltar a los suyos, eufórica.

—Gracias a usted por confiar en nuestra marca —hizo una reverencia, visiblemente avergonzado.

El ticket se quedó sobre la mesa de cristal y nos retiramos del lugar. Jungkook, bien sujeto a mi cintura, no se separó de mí hasta que llegamos al carro en el que cargaba toda la compra. Se ocupó de sostener a Yuna mientras yo dejaba los helados en el carrito y salíamos del establecimiento, extremadamente tensos porque sabíamos que los ojos de ese chico seguían a nuestras espaldas.

Pisamos el pasillo y avanzamos un par de metros. La voz de Jungkook, un poco áspera, me invitó a reír de una buena vez.

—Dime que he oído mal —dijo, molesto.

—Ha sido muy gracioso, ¿no crees?

Me reí, admirando la torpeza de Yuna al tratar de colocarse entre algunos de los enseres y no perder el equilibrio por el movimiento del carro.

Sin embargo, Jungkook frenó, lo que desestabilizó por un segundo a la cachorrita.

—¿Gracioso? —inquirió—. ¿Te parece gracioso que ese niñato intente ligar contigo y te diga ...? —vi que presionaba su mejilla desde el interior, ayudándose de la lengua—. Joder, no me creo que haya apuntado su móvil en el ticket —exclamó, hasta arriba de ironía.

Al estar detenidos en mitad del pasillo, me acerqué para agarrar la mano con la que empujaba el carro.

—Jungkookie ... No estés molesto —le pedí. Él resopló, mirando hacia algún lugar que no supe distinguir—. ¿Quieres volver y besarme en sus narices? Por si no le ha quedado claro que no estoy disponible —bromeé.

Tendía a olvidar que yo no era la única que tenía inseguridades en esa relación. Aunque las solventábamos bastante bien, que otro chico intentase algo conmigo cuando estábamos juntos debía ser incómodo y frustrante para Jungkook.

—Debería hacerlo —masculló—. Estúpido crío ... —su maldición me arrancó otra carcajada limpia y sincera. Al escucharme, me miró a la cara, claramente irritado—. ¿Por qué te ríes? Yeong, te estaba comiendo con los ojos.

Sí. Lo estaba haciendo, pero me veía en situaciones parecidas a diario, así que no le daba valor alguno. En su caso, era diferente. Él no acostumbraba a luchar con esa clase de faltas de respeto y el mohín de su nariz me agradaba más de lo que debiera. Solo me sentí mal cuando me percaté de que aquel malestar empezaba a crecer y sus pupilas resplandecían de pura incontinencia.

Me aproximé más a él, palpando su estómago.

—¿Y cuál es el problema? El único que tiene mi consentimiento y puede comer realmente eres tú —le recordé. Guardé el chiste fácil y le hice ver que la realidad le negaba cualquier posibilidad a ese estudiante—. ¿Vas a enfadarte por eso? No merece la pena, cariño —pasé mi mano por sus abdominales, luchando con la tela de su camiseta negra, que apenas me proporcionaba un contacto real. La perrita intentó ladrar y Jungkook la escrutó, suavizando el gesto—. Hasta Yuna lo dice.

Volvió a suspirar, más relajado.

—Ya lo sé ... No estoy celoso, solo ... —se relamió los labios, deseando justificarse—. Solo me ha jodido que se tomara esas confianzas contigo.

—Porque me dijo noona —saqué a la luz.

Jungkook rodó los ojos. Dar en el blanco era mi especialidad, pero le dolió de corazón que fuera tan avispada como para darme cuenta de algo insignificante e infantil.

Si bien ese chico había cruzado la línea al tutearme y no usar ningún honorífico a pesar de ser completos extraños, Jungkook no tenía por qué molestarse por una nimiedad de ese tipo. Y, aún así, podía comprender su molestia.

—Solo yo te llamo así —expresó—. Bueno, Yonghee también, pero él es un caso especial —comentó, provocándome una escueta sonrisa. Otro suspiro declaró que se rendía, que reconocía la falta de control sobre sí mismo—. Lo siento. Me estoy comportando como un mocoso.

Se apoyó en el carro, revolviéndose el cabello.

Echarse las culpas del comportamiento de otra persona no era justo. Aunque yo ya le hubiese explicado que los celos no eran sanos y que estaba cansada de ellos, que surgieran por sucesos como aquel no me importaba realmente. De alguna forma, me conmovía que sintiese algún peligro a raíz de la osadía de un chico de preparatoria que solo quería hacerse mayor de golpe, crecerse ante mí.

Aferrada a su ropa, me pegué a él tanto como pude.

—Hay tantos motivos por los que deberías molestarte ... Y no lo haces —Jungkook pestañeó, atento—. No puedo darte la exclusividad de una relación normal, ¿y todavía te llamas mocoso? —fingí el enfado y él sonrió después de unos minutos de tensión de los que no se sentía muy orgulloso—. No voy a aceptar esas disculpas, Jungkook, así que retíralo y cambia la cara —le demandé.

Sirviéndose de la poca distancia, se agachó unos centímetros más y, consciente de que esa escena no conformaba motivo ninguno para que la confianza que nos profesábamos se tambaleara, mantuvo cierta separación entre su boca y la mía.

—Lo raro sería que no hubiera más como él. Si no te mirasen ... Creo que me sentiría ofendido —concluyó antes de besarme.

Dio rienda suelta a sus pasionales movimientos, poco adecuados para ser revelados en pleno centro comercial, donde muchas personas podrían escandalizarse, pero quería que estuviese tranquilo y no me separé de él. Jungkook rompió el beso unos segundos más tarde. Saciarle no era complicado y valía la pena correr ese bochorno si sonreía de aquella forma.

La disimulada mirada que desvió hacia la cafetería lo delató.

Sin esconder la sonrisa, le pedí la verdad.

—El chico estaba mirando, ¿no es así?

Carraspeó, examinando otra tienda más lejana adrede.

—De reojo, creo —me respondió.

Un ligero sonrojo se apoderó de mis mejillas y nuevas risas huyeron de mi interior, pensando en lo impaciente que podía llegar a ser y en que la competitividad estaba demasiado arraigada a su espíritu.

—Jeon Jungkook —espeté, muriéndome de la vergüenza.

Él me robó un segundo beso, apagando mis carcajadas contra sus alzadas comisuras.

—Solo intento ...

—Siete, siete, nueve, tres, cinco, dos —paré, repitiendo el resto de dígitos para mis adentros—. ¿Quieres que siga? —la ausencia de cualquier contestación y su boca entreabierta bastaron—. No necesito a más tíos dándome sus números porque ese es el único que me importa. ¿Estamos? —movió la cabeza, satisfecho—. Vale, pues ... —pero su mano en mi trasero y la intención de devorarme los labios de nuevo me forzaron a caminar—. Deja esa mano quieta, cariño —y él acató mi petición.

Con él a mi derecha, los dos empujamos el carro, en dirección a los ascensores.

—¿Te lo sabes de memoria? —plantó un beso rápido en mi pómulo.

No poder llamarme por teléfono cuando quisiera o enviarme un mensaje de buenos días le dolía mucho más que ver a cincuenta hombres intentando acercarse a mí. No se me olvidaba, al igual que no olvidaría cuál era su número aunque me negase a marcarlo.

Hacérselo saber fue una tontería que necesitaba comunicar.

—A ratos —dije, burlona—. Vamos. He comprado helado y tenemos que dejar todo esto en el coche o se derretirá antes de que nos lo comamos —giramos en la siguiente intersección—. Ah, y yo invito a comer hoy.

—De acuerdo —se resignó, sonriendo—. Aunque pasaremos más tiempo en el coche de lo que te gustaría —insinuó que su prioridad no era la comida, sonrojándome todavía más—. ¿Qué sabores has escogido, noona? —me preguntó, dulce.

Esa noche no dormí más de cinco horas porque preferí tener mi vista puesta en él, en lo apacible que parecía su descanso. A mitad de la noche, Jungkook debió sentir algo y se despertó solo para decirme lo siguiente:

—No lo pienses más y duerme todo lo que puedas, noona ...

Le hice caso y me subí ligeramente sobre su cuerpo, dejando que me abrazara. Solo podía aferrarme a esa última noche a su lado porque no habría más descansos para mí en mucho tiempo.

Cuatro días completos que transcurrieron en un corto suspiro.

Al día siguiente, después de comer con Nam y de fregar los platos, Jungkook puso agua a hervir y preparó té para los tres. Posiblemente, fue entonces, con ambas manos sobre la taza humeante, cuando la realidad me golpeó de verdad.

—Ah, hablé con hyung —nos comentó Jungkook. Él estaba enfrente de mí y Nam a mi derecha—. Con Kim Seokjin, el abogado. ¿Lo recordáis? —los dos se lo confirmamos—. Tiene un hueco el jueves por la tarde, en su despacho. Yoongi-hyung también estará. Le pediré a Jimin que se pase por allí, pero no sé si podrá porque ...

—¿Puedo ir yo? —intervino Nam, acabando con su bebida.

—Claro, hyung —su sonrisa apaciguó ligeramente ese punzamiento en mi vientre—. En realidad, es mejor que vayas con noona. No podré estar con vosotros.

Esas palabras despertaron todas mis alarmas.

—¿Por qué no? —salté.

Jungkook me contempló con ojos bondadosos y se apiadó del temor que se leía en mi voz.

—Le prometí a mi madre que pasaría la tarde con ella y que cenaríamos todos juntos —me explicó—. Viene su hermana desde Busan y hace mucho que no la veo, pero no te agobies: Jin-hyung es la persona más simpática que conozco —asentí, fijándome en el poco té que me quedaba—. Es como un hermano mayor para mí.

Si su madre entraba en la ecuación, no podía sentirme mal. Naturalmente, su ausencia lo haría más difícil, no obstante, me alegraba que pasase tiempo con ella, para variar.

—Estaré bien —jugué con el vaso, perdida en la imagen de una mujer que no lograba perfilar—. Dudo que ese hombre me asuste demasiado —aseguré, sonriendo todo lo que mis comisuras permitían.

De pronto, su mano derecha alcanzó mi izquierda, recordándome que estaría allí aunque no pudiera verlo.

—Ya sé que me echarás de menos —se regodeó y así aligeró el peso en mi pecho—, pero tampoco es para que pongas esa cara, Yeong.

Sostuvo un par de mis dedos, imaginando lo que pasaba por mi mente.

Entonces, Nam se levantó de la silla y echó a caminar hacia el salón, donde Yuna mordisqueaba el juguete que le compramos.

—Veo que habéis entrado en ese momento, así que os dejaré solos —se inclinó para acariciar a la perrita—. Yuna, ¿vienes conmigo?

Ella, obediente a la propuesta de su tío, meneó la cola y corrió hacia él para que la cargara. Namjoon, feliz, la recogió y se fue antes de que yo soltara algún comentario ingenioso sobre su incapacidad de presenciar una muestra de cariño entre nosotros. Algo se accionaba en su interior, como si ser un espectador le removiera las entrañas.

Así pues, se esfumó del lugar y bajó las escaleras del edificio con el objetivo de organizarlo todo. La apertura de la librería era a las cuatro y no debían faltar muchos minutos para que el reloj de pared que presidía el salón de mi hermano resonara.

Jungkook bajó la cabeza, apenado, y se acercó mis nudillos a la boca para besarlos.

—No quiero que te vayas —susurró contra mi piel.

¿Cuántos días serían? ¿Podría escaparme a menudo o no tendría esa suerte?

—Ni yo.

Descansó la frente en mi brazo mientras rociaba el dorso de mi mano con besos. Su cabello negro capturó todos mis sentidos y me dediqué a peinarlo, aterrada de que ese verano no me diera más la tregua que tanto necesitaba.

—¿Cómo lo haremos ahora que no hay clases? —preguntó, sin esperar una respuesta concreta de mi parte—. ¿Tendré que conformarme con verte una vez cada dos semanas?

—La regla de los tres días sigue en pie, Jungkookie —apelé. Acomodar sus mechones más rebeldes impedía que me detuviera en la posibilidad de que no nos viéramos durante semanas—. Aunque puede que no nos veamos tanto, trataré de venir con Yuna. Sus paseos serán una buena excusa —dije, convencida.

Exhaló.

—De momento, eso es suficiente, noona —dejó un pequeño beso en mi índice y se incorporó—. Ah, hay algo más —reparó en aquello de lo que se había olvidado—. Dame la mano derecha.

Me tendió la suya, expectante, y yo no le hice esperar mucho. La cogió, con media sonrisa en los labios.

—¿Vas a pedirme matrimonio? —mis aires bromistas le llevaron a zarandear la cabeza.

—No me gusta ir tan rápido —puntualizó, riendo.

Habilidoso, se sacó aquel anillo del dedo anular. Un anillo decorado con varias piedritas brillantes y que se ponía bastante. Al contrario que Jimin, cuyas manos siempre estaban repletas de diversos accesorios y anillos, Jungkook no solía elegir ninguno. Solamente le había visto con dos anillos, uno en cada mano.

Por ello, contemplar cómo se quitaba aquella pieza de bisutería y me la colocaba, cortó mi aliento.

Me quedaba grande, pero el brillo del accesorio suplía el resto de faltas. Era precioso.

—Siempre juegas con él cuando me coges de la mano —señaló él.

Lo giró a su gusto para que luciera mejor en mí y sostuvo mis dedos en silencio.

—Pero a ti te encanta este anillo, Jungkook —declaré—. Es de los pocos que usas. No puedo ...

—Claro que puedes. Tengo dos iguales —me impidió alargar ese rechazo—. Es un regalo, Yeong. No estoy pidiendo tu mano ni nada parecido —aclaró, chistoso—. Aunque los anillos simbolizan una unión, no hace falta verlo así. Significa que estaré contigo todo el tiempo, ¿de acuerdo? —alcé la mirada, chocando con sus suplicantes orbes—. Sé que no te gustan los accesorios, pero quiero que te lo quedes. Quiero que tengas algo mío. ¿Por favor?

No podía resistirme a él si me lo pedía de aquella forma.

Volví a mirarlo, comprobando que se deslizaba demasiado por mi dedo.

—No se me ajusta bien.

Esa victoria no impidió que prosiguiera con su explicación.

—No es necesario que lo lleves puesto, aunque tampoco te queda mal —movió el anillo, encajándolo mejor en mi anular—. Tienes los dedos más gorditos de lo que pensaba, noona —sonrió y palpó mi extremidad—. Casi no se te cae.

—Eso es porque los tuyos son largos y finos —reivindiqué.

—¿Lo son?

Respiré hondo, examinando la ternura que desprendía su rostro.

—Podemos ir a un joyero la próxima vez —planteé—. Para que me lo ajusten.

La próxima vez. Porque habrá una próxima vez, Jungkook.

—Sí —su voz se entrecortó por un segundo—. Iremos a uno la próxima vez —besó el lugar en cuestión y regresó a la dolorosa realidad que debíamos enfrentar aquella tarde—. Son casi las cuatro. Deberíamos bajar. Hyung querrá soltarme un buen sermón antes de dejarme a cargo de la librería y ...

—Jungkook —él, que ya estaba levantándose, retomó su asiento —, también quería darte una cosa.

—¿De verdad? —se emocionó.

—Pero me avergonzaba traerlo y lo dejé en el cajón de tu mesilla de noche —lamenté no haber tenido valor suficiente para dárselo en persona.

No era gran cosa. Solo un detalle, pero sus pupilas se achisparon, delatando lo contento que se sentía tras oír que yo también había pensado en él, en darle algo que fuera única y exclusivamente suyo.

—Yah —se quejó, incapaz de apagar su sonrisa—, ahora tendré que imaginarte toda roja cuando lo abra.

—Lo siento —me disculpé.

Pero él no quería escuchar una disculpa.

—Muchas gracias, noona —dijo.

Creyendo que lo decía por ese regalo que no podría abrir conmigo delante, intenté que no tuviera tanta importancia.

—Es una tontería. Cuando sepas lo que ...

—No —sostuvo con más fuerza mi mano—. Gracias por estos días.

¿Qué tienes que agradecerme, Jungkook? Tu has hecho que todo sea sencillo y cómodo, que quiera más y más con el paso del tiempo. Has conseguido que muestre a la verdadera Yeong en apenas cuatro días. Soy yo la que debe agradecértelo.

Y eso hice: alcé nuestras manos y encontré el hueco exacto para besar sus nudillos, tal y como él había hecho conmigo.

—Gracias a ti por tener tanta paciencia conmigo —le agradecí, con la vista puesta en sus luminosos ojos.

Unos minutos después, Namjoon sostenía a Yuna mientras terminaba de explicarle a Jungkook lo necesario. No estaría fuera mucho rato, pero él era así de precavido siempre. Jungkook ya estaba acostumbrado.

Al acabar, acarició la cabecita de Yuna y disfrutó de los tiernos lametones que la perrita le regaló.

—Cuida muy bien de ella, preciosa —le rogó—. Cuídala por mí, ¿vale? —la besó, apagándose lentamente—. Dejaré una copia de la llave de mi apartamento aquí —dicho aquello, se giró hacia mí—. Es tuya, Yeong.

Sí. Sería más seguro si esa copia se quedaba con Nam. Que la llevase conmigo no resultaría muy útil y nos pondría en peligro a ambos.

—¿Eso significa que puedo colarme en tu piso cuando quiera, Jungkook? —habló Namjoon, socarrón.

Él ya se había percatado de que necesitábamos un último minuto a solas, sin ningún espectador. La manera que tenía Jungkook de mirarme exigía intimidad antes de que nuestras vidas se bifurcaran de nuevo. Además, nuestro ánimo estaba por los suelos. Su ironía nos venía muy bien.

Alicaído, esbozó una endeble sonrisa que podía caerse a pedazos en cualquier momento.

—Por supuesto, hyung.

—Genial —apoyó la mano en su hombro—. Te espero en el coche —añadió, observándome.

Asentí, tragando saliva.

—Vale. Enseguida salgo —le dije.

Sosteniendo correctamente a Yuna, salió de la librería. Fue muy considerado al irse para darnos un pequeño margen. Esa despedida sería horrible, por lo que requeriríamos de unos minutos para manejarlo sin romper a llorar.

En el condensado ambiente de la entrada, la campana tembló hasta que el rastro de Namjoon hubo desaparecido por completo.

Jungkook titubeó en un principio, dudando sobre lo que hacer, pero yo solventé ese vacío al avanzar y abrazarme a él. Tiré de la espalda de su camiseta, conteniendo la respiración y vetando cualquier pensamiento deprimente.

—¿Por qué es tan difícil decirte adiós? —escondí el rostro en su cuello.

Me abrazó de vuelta, abandonando la indecisión. Yo admiré su piel de porcelana de cerca ya que era consciente de que cerrar los ojos se traduciría en un llanto roto.

—Porque el amor también puede ser cruel —me contestó en voz baja.

La oscilación de sus palabras me comunicó lo mucho que se estaba esforzando por contener las lágrimas.

—Llamaré a mi hermano todos los días. Así podrás escuchar mi voz por teléfono —le relaté.

Se aferró a mí, agradeciendo mis intentos por contribuir a que esa temporada de incógnitas a la que nos acercábamos no le afectara demasiado.

—Quería ser más fuerte que tú hoy para que pudieras venirte abajo si lo necesitabas —su tono se hundió en mis tímpanos—, pero tengo miedo, Yeong ... Tengo miedo de que te marches y ocurra algo.

El roce de su boca en mi cabello removió sentimientos que no quería tocar precisamente cuando debíamos despedirnos.

Acaricié su espalda. El tembloroso suspiro que escapó de él me fortaleció un poco más.

—No me ocurrirá nada, Jungkook —decreté.

—Promételo —sentí sus dedos punzando mis costados.

—Lo prometo —murmuré.

—Mantente a salvo, por favor —y se le quebró la voz.

¿Por qué tenía que ser tan doloroso? ¿Por qué no podía cargar con ese miedo sola otra vez?

Pero, Yeong, ¿no es más ligero de esta manera? Saber que esperará a que vuelvas y que te querrá con tal sinceridad ... ¿No es un maldito alivio?

Me puse de puntillas, deslizando mi mano para sostener su mejilla y besarla.

—Tú también, Jungkookie —le pedí—. Tranquilízate ...

Al cabo de unos segundos de apoyo mutuo, él se aclaró la garganta y empezó a deshacer el abrazo, dictando el fin de una despedida amarga. Más amarga que ninguna otra a la que nos hubiéramos enfrentado hasta la fecha.

—Ya estoy mejor —puntualizó, pero ninguno fue capaz de mirar al contrario a los ojos porque sabíamos lo que encontraríamos—. Vamos, a Namjoon-hyung no le gusta esperar —me apremió—. Nos veremos pronto. Estoy seguro, noona.

Me separé de su torso, todavía cabizbaja.

—Adiós —callé a continuación.

—Adiós —fue su última intervención en la conversación.

Me di la vuelta, negándome a enfocar su mirada para descubrir unos ojos más vidriosos que los míos.

El sofoco que me atizó al poner un pie en la calle no retrasó mi marcha y, a una buena velocidad, atravesé la carretera. Abrí la puerta del copiloto y me subí a su coche. Todo lo que necesitábamos Yuna y yo para volver a la finca de JaeHo estaba en el maletero de Nam. Todo, excepto lo que más queríamos.

Mi hermano dejó que Yuna saltara a mis brazos, lugar que ella comenzó a olisquear tras registrar el tenue vestigio de su colonia en mi ropa. Se arrimó a mi vientre, con el hocico hundido en mi camisa.

Creo que fue entonces cuando el llanto floreció.

Namjoon no dijo nada. Arrancó el motor y salió de la plaza de aparcamiento que le pertenecía. Al incorporarse a la carretera, colocó su mano derecha en mi brazo y siguió conduciendo hasta que le devolví el apretón. Con mi mano sobre la suya, dejé que algunas gotas cayeran por el pelaje de Yuna, que ya se había percatado de mis sollozos y me contemplaba. Sus gemidos inundaron el vehículo también.

¿Cuándo podré mirarte a los ojos de nuevo y decirte cuánto he extrañado hacer algo tan simple como eso? ¿Cuándo, Jungkook?








(〒︿〒)

Debo decir que todavía quedan unos pocos capítulos bastante soft y tranquilitos, pero esa paz no durará mucho, así que prepárense porque a partir de los capítulos 41/42 todo se va a ir jodiendo 💀

Por cierto, el anillo que Jungkook le da a Yeong es este que lleva en el dedo anular:

Ahora los dos tienen uno igual 🤧
Jungkook dice que no simboliza ningún compromiso, pero sí que lo hace. Y uno muy fuerte 🥹

Entre otros asuntos, mi curso comienza el 4 de octubre y eso significa que tendré menos tiempo para escribir 🙃. Intentaré no perder la costumbre y actualizar un capítulo cada semana, aunque no puedo prometer nada 😵‍💫. Dependerá de cómo me adapte al horario de tarde que me ha tocado este año y de cómo gestione el tiempo (horario que odio, por cierto 🤡).

También quiero subir el primer capítulo de Hedoné pronto, al igual que el capítulo 37 de Aphrodisia, y puede que los sustituya por la actualización semanal de Answer. Ya os iré contando por el tablón 🫠

Os quiere, GotMe 💜

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