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33

Yeong

Parpadeé, relajada.

Los minutos habían volado. Él miraba la televisión, asombrado de los accidentes que había traído el monzón, y yo ... Yo seguía tumbada, con las piernas sobre su regazo. Las noticias resultaban bastante interesantes, por supuesto, pero contemplar a Jungkook se me hacía especialmente paliativo, así que centré mi resistencia restante en contemplar su boca entreabierta, tan tierna como sus atónitos orbes.

El camino que hacían sus dedos por mis piernas era demasiado agradable y terminé por desear ese hipnótico recorrido más que la comida que todavía no había cocinado.

Como si algo le avisara de mi examen, giró la cabeza y me sonrió. Se olvidó del noticiero, enfocándose en mis piernas y la interminable sucesión de besos con la que las bañó. Doblé mis rodillas, enamorada de esos sellos que dejaban sus comisuras por mi piel. Él, por su parte, me pegó a su cuerpo para poder palpar mis extremidades de arriba a abajo.

—Después de desayunar, bajaré y compraré varias cajas —masajeó tras mi rodilla izquierda, aparentemente manso—. Deberíamos tener reservas siempre —musitó y siguió realizando circunferencias imaginarias en mi pantorrilla—. También pasaré por la tienda y traeré unas botellas de leche. ¿Quieres algo?

Abandonó la persecución que estaba realizando a los lunares que decoraban mis piernas y me ojeó.

—Que no te vayas —planteé una nueva posibilidad.

Jungkook suspiró, halagado y con una endeble sonrisa surcando sus labios.

—Yah ... Noona, esa no es la respuesta correcta —me regañó, apuñalando uno de esos puntitos negros que tapizaban mi dermis con su índice.

—¿Y cuál es? —indagué un poco más.

—Cualquier otra que no me haga pensar en abrazarte o en tener sexo durante horas —dijo, negándome la mirada.

Parecía estar esforzándose por dominar esos impulsos, pero sus manos recorrían mis piernas sin descanso. No había forma humana de canalizar esa lujuria que tanto habíamos mantenido a raya durante meses y Jungkook era plenamente consciente de que esquivar la imagen de mi pecho, cubierto por esa camiseta negra que le pertenecía, no eliminaría los altos niveles de lascivia contra los que se enfrentaba.

—Tengo el presentimiento de que, diga lo que diga, pensarás en una de las dos cosas —aseguré, arrancándole una dulce sonrisa—. O en ambas al mismo tiempo.

—Prueba con algo más acorde a la conversación —me propuso antes de echar un vistazo a mi apacible rostro.

Acepté su idea y titubeé unos segundos, imaginando qué podría servir.

—Mmmm ... Los yogures de fresa son mis favoritos —continué con el tema del supermercado.

—¿Lo son?

Depositó sus densos ojos en mi figura, incapaz de reprimirse.

¿Por qué yo tampoco podía moderar aquel maldito latido que me recorría todo el cuerpo? Lo deseaba. Deseaba a Jungkook más de lo que desearía nunca a un hombre, pero aquella atracción limaba lo absurdo. ¿Acaso no había palpado y besado ya la mayor parte de su pálida piel? ¿Acaso no nos habíamos recreado lo suficiente en ese roce del que nos privabamos en público?

Era ridículo que mi libido no decayera.

—Me encantan. ¿Puedes comprar algunos? —él asintió, apoyando su mejilla derecha en el respaldo—. Gracias, Jungkookie —hice que mi pierna entrara en contacto con la tela de su camiseta—. También me hacen falta pastillas anticonceptivas. Ya he acabado con los repuestos que llevo en el bolso normalmente. ¿Ha funcionado? —me interesé por el resultado de la inocente charla.

Clavó los dientes en su labio inferior, meditando.

—No —su conclusión me hizo reír, aunque fue bastante breve—. ¿Es normal que solo quiera tocarte? Debería tener más control, ¿verdad?

—No tenemos una relación normal, Jungkook —reivindiqué, consiguiendo que posara sus pupilas en mí—. Casi nunca puedes tocarme libremente, ni yo a ti —mi rodilla le rozó ligeramente el pectoral—. Por lo tanto, no es de extrañar que estar semidesnuda en tu sofá haga que tu testosterona se infle como un globo y ...

Si hubiésemos sido dos personas normales, no requeriríamos más que de unos cuantos besos al despertar y al meternos en la cama, y el sexo ... El sexo no sería importante. En realidad, no lo era, pero tener horas y horas al día para fundirnos el uno con el otro en nuestra situación suponía una incontinencia que solo nosotros teníamos que soportar.

Una pareja normal podía tocarse y besarse en cualquier segundo, en cualquier lugar. Sin embargo, esa regla tan básica no se aplicaba en nuestra relación.

—Noona —me interrumpió.

Concentrada en la justificación que ninguno necesitaba y en la fortaleza de su torso, no dejé de hablar ni un instante.

—Espera un momento. Estoy intentando explicarte la razón por la que ... —decía, atenta al relieve de su tórax.

—Yeong, no voy a ir a ninguna parte —se impuso a mí.

Después de que lo hicimos por primera vez, ese miedo a no ser lo que él esperaba se desvaneció. Ni siquiera podía recordarlo bien. ¿De verdad me estuve preocupando tanto por eso? Dos días después, solo podía pensar en que metiera sus manos debajo de la poca ropa que llevaba y que me hiciera creer que sería el único que lo haría a partir de entonces.

Analicé su cara y tragué saliva. Por deferencia con su sinceridad, inmovilicé mi pierna.

—Está bien.

—¿Está bien? —sonrió, burlón—. ¿Nada más?

El calor de sus nudillos, que aún estaban en el comienzo de mis muslos, viajó velozmente hasta mis pómulos. Avergonzada de todos los escenarios que creaba mi mente, le pregunté por una última cosa.

—¿Y las tortitas? —me ensalivé las comisuras.

—¿Qué tortitas? —sus ojos fueron cerrándose, divertidos.

Su inclinación hacía que quedase menos espacio entre los dos. La humedad no había desaparecido todavía de mi entrepierna y esa mirada, que oscilaba entre la inocencia y la seducción en estado puro, asestó un golpe decisivo a mi feminidad.

—Deja de hacerte el gracioso —observé cómo se acercaba más, olvidando mis piernas.

Agazapado sobre mi cuerpo, esbozó esa maldita sonrisa de seguridad porque, el muy desvergonzado, estaba seguro de que no le apartaría y de que haría todo lo que me pidiera.

—¿Quién? ¿Yo? —exclamó, ofendido—. ¿Prefieres cocinar? —me interrogó, dejando un camino de besos alrededor de mi boca. Al acabar, volvió a escrutarme, actuando de una manera excelente, muy afín a su papel—. ¿Es que no me deseas, noona?

Presuntuoso y provocador. Dos adjetivos que definían al Jungkook que estaba a escasos centímetros de mí.

Postrada ante él, uní nuestras bocas en un cálido gesto. Tanteé por sus costados, levantando poco a poco su camiseta ancha. Él lo notó enseguida y, en contra de mi voluntad, rompió aquel beso para sacarse la prenda por la cabeza, enredándose el pelo. Se la zafé de las manos y la tiré al otro lado del sofá, vendiendo mi férrea posición con tal de poder besar parte de su abdomen.

Exhalé y él endureció su estómago, intimidado por esas energías que había reservado desde que abrí los ojos.

—Claro que te deseo —solté, profundamente molesta de que su sensualidad me superara—. ¿Qué pregunta es esa?

Rocé su miembro con la mano derecha, que palpitó bajo la tela de sus bóxers. Jungkook gimió, tan tímido que me hizo reír en voz alta, feliz de que recibiera así mi tacto. A pesar de que acerqué mi boca a su entrepierna, no fui tan agresiva de primeras y estrujé suavemente el bulto, que crecía por segundos.

Debido a que seguía más o menos reclinada sobre aquel cojín, Jungkook tenía la distancia perfecta para agarrar el borde de la camiseta que me tapaba y descubrir mi pecho.

Estaba disfrutando de mi masaje, no obstante, presionó en mi hombro, echándome otra vez hacia atrás. Con la ventaja de la altura, retiró la tela de mi torso y atrapó mi seno derecho entre sus labios. Chupó mi pezón, poniendo su pierna en medio de las mías, agitado.

Mantuve las formas, cabezota, ya que quería masturbarle, por mucho que él intentara lanzarme de vuelta a aquella bola de placer. Así, mientras él succionaba mis pechos, yo intentaba que gimiera y que su objetivo de mordisquearme se ralentizara.

Era similar a una competición de la que ninguno quería salir con el título de perdedor.

Empezaba a sentir cómo su erección volvía a la vida, pero Jungkook no se quedaba atrás, pues chupaba y pellizcaba uno de mis senos a la vez que acariciaba el otro, interrumpiendo esa calma que había recuperado después de tanto movimiento.

Metí la mano en su cabello, aguantando unos sollozos que, si él hubiera identificado antes, me habría obligado a sacar para regodearse del fantástico desempeño de su boca. A modo de contraataque, introduje la mano que me quedaba libre en su ropa interior. Él jadeó, cayendo un poco más sobre mi torso desnudo.

—¿Quieres guerra, Yeong? —se relamió.

Alterada, entorné los párpados, con ese apabullante calor aprisionando mi garganta.

—Puede —dije, sosteniéndole la mirada.

Mi agarre se cerró alrededor de sus testículos y el gemido ahogado que vertió en mis pechos húmedos me otorgó la superioridad de golpe.

—Ah, joder —quiso reírse de mi agilidad—. Odio que sepas dónde tocar ...

—No creo que lo odies, Jungkookie —le respondí, sonriendo.

El peso de su cuerpo, la forma en que su pecho rozaba el mío, hacían que me sintiera más estimulada. Él apoyó la frente en mi mejilla, sudando, y, sin olvidarse de mis senos, sacó una voz ronca para dirigirme personalmente.

—Más a la derecha ... —me indicó.

Suspiró en mi cuello y clavó su rodilla derecha en mi sexo, colocando otra dificultad en mi camino.

—¿Aquí? —mi murmullo llegó a su oído.

—Sí ...

Apreté más en el lugar. Jungkook, extremadamente sensible ante mis dedos, tomó con su mano izquierda mi otro moflete. No me miraba porque intentaba respirar sin perder el control por completo, así que dicha ceguedad le llevó a aproximar su pulgar a mis labios. Allí, solo tuvo que emplear una mínima presión para que yo los entreabriera y se introdujera en mi impaciente boca.

No me di cuenta de que había comenzado a succionarlo hasta que el impertinente ruido de mi teléfono móvil no me dejó más opción que desatenderlo y hablar.

—Ahora es el mío ... Tengo que cogerlo, Jungkook —al retirar la mano de sus bóxers, él cayó a mi lado, contra el sofá. Le robé un corto beso de consuelo y me aseguré de que entendía el motivo por el que tenía que posponer nuestro juego—. ¿Seguimos después? —parpadeó, abrumado—. ¿Por favor?

Un segundo beso accionó sus cuerdas vocales.

—Claro. No te preocupes, noona —intentó sonreírme.

Que él no respondiera a su móvil era admisible. Al fin y al cabo, no tenía que rendir cuentas a nadie al haberse independizado, pero mi vida distaba mucho de eso. Lo aceptaba y yo le agradecía de todo corazón que así fuera porque su erección estaba llegando a una fase de no retorno, una fase de la que no podría encargarme tras recibir aquella inoportuna llamada.

Si era JaeHo, debía contestar. No podía ignorarlo.

Por eso, lamentándome, me alejé de su alcance y corrí a la cocina mientras me acomodaba la camiseta que, siendo varias tallas mayor, se me escurría por el hombro con facilidad.

Mi móvil seguía en la mesa, donde lo había dejado un rato antes. Al agarrarlo, leí el nombre de Taehyung en la pantalla. ¿Era él quien había llamado también a Jungkook?

Dudosa, me aclaré la voz y desbloqueé la llamada entrante con un movimiento de mi dedo índice.

—¿Tae? —lo interpelé.

Aún me costaba respirar con normalidad y sabía que lo notaría más pronto que tarde.

¿Yeong? ¿Estáis bien? —se le escuchaba nervioso.

—Sí. ¿Por qué lo preguntas? —me aparté el flequillo de la cara, alarmada.

No, por nada en especial —su suspiro traspasó la línea telefónica—. Es que Jimin me ha mandado un mensaje diciendo que no podía localizar a Kookie y me asusté.

Su alivio me tranquilizó a mí también.

Sin decir nada, sentí a Jungkook llegar. Me enseñó la goma con la que había recogido mi cabello al salir de la cama y quise cogerla, pero él hizo un gesto, posicionándose a mi espalda. Sus largos dedos peinaron atentamente mi pelo revuelto y fue recogiéndolo en la palma de su mano.

—Perdona ... Estábamos ocupados —omití el grueso de la historia—. Siento que os hayáis preocupado.

Me disculpé, notando a Jungkook girar el elástico en distintas direcciones para atar bien mi melena. Terminó y dejó un inocente beso en mi nuca, tras el cual yo sonreí.

No me jodas, Yeong —blasmefó, aunque él no solía hacerlo—. ¿Jimin y yo estábamos cagados de miedo y vosotros andabais follando?

Jungkook hizo el amago de reír, pero consiguió contenerse y caminar hasta el fuego. Pulsó el botón, encendiéndolo.

—Si ese fuera el caso, no te habríamos cogido el teléfono hasta la hora de comer, aproximadamente —puntualizó, alegre—. Has tenido suerte, hyung.

¿Corríais una maratón, entonces? —bromeó el contrario.

Relamiendo mis comisuras, fui hasta Jungkook y agarré uno de los platos que había sacado antes de que mis planes de hacerle el desayuno se vieran truncados.

—Hacíamos ejercicio —le mintió descaradamente—. Un poco de cardio. ¿A que sí, noona? —y me dio un pequeño azote que, por suerte, no se acercaba a los que me había regalado minutos atrás.

Lo juzgué con la mirada y callé porque no era mi intención incomodar a Tae. Él me reveló esa sonrisa ladeada de profunda satisfacción y se inclinó para besarme, como si con eso fuera a pasar por alto su desparpajo. La caricia de su lengua me convenció, aunque no se lo hice saber y tomé el mango de la sartén, pensando en la efervescente presión de su pulgar dentro de mi boca.

—Sí, cardio —le seguí la corriente.

Es una pena que sea vuestro mejor amigo y sepa distinguir cuando mentís, ¿sabéis? —nos arrinconó, orgulloso de conocernos tan bien.

Jungkook chasqueó la lengua.

—Oye, ¿cómo te fue con esa chica? Se llamaba Minsoo, ¿no? —levantó las cejas, contraatacando.

Intenté pararlo, pero, cuando quise darme cuenta, esas palabras ya habían salido de él y Taehyung suspiraba, imaginando que Jungkook no se quedaría callado y sacaría el tema.

Eso es un jugar sucio, Jeon Jungkook.

Muy relajado, fue al frigorífico y sacó la última botella de su leche favorita.

—Quid pro quo. No puedes esperar que te hablemos de nuestras intimidades sin contarnos las tuyas primero —le dijo, bastante tranquilo con sus palabras.

Yo cogí un vaso del estante y se lo di, gesto que él me agradeció con una sonrisa.

Me acabaré enterando, así que baja esos humos —se notaba que estaba a punto de reír, así que dejé de preocuparme—. Estoy bastante seguro de que Yeong me dará toda la información, te guste o no.

—Vosotros dos, parad ya —me pronuncié, dándole la vuelta a la primera tortita para que se dorara por ambos lados—. ¿Y qué quería Jimin? ¿Te lo ha dicho, Tae? —me dirigí a él.

El pobre de Jimin tuvo que asustarse de verdad si decidió contactar a Tae. Por un segundo, me sentí tan culpable que aguanté el aliento.

Le pediría disculpas cuando nos viéramos.

Supongo que es por lo de esta noche —comentó Tae, sin darle más importancia.

—Debe de ser eso, sí —asintió Jungkook mientras dejaba el vaso sobre la mesa, habiendo tomado un poco de la bebida.

Confundida, me giré ligeramente hacia él, que me obsequió con una adorable visión de sus ojos abiertos de par en par. Acababa de entender que había metido la pata y lo único que supo hacer fue succionar sus labios, nervioso.

—¿Esta noche? —volvió a beber, inocente—. ¿Qué pasa esta noche?

Su silencio me molestó más de lo que quería.

¿No se lo has contado? —intervino Tae, también desconcertado.

—Quería que fuera una sorpresa —se apresuró a contestar.

¿De qué estáis hablando? —repetí, con mi curiosidad creciendo gradualmente.

Jungkook puso su mejor sonrisa y se acercó a mí con la intención de desviar la conversación antes de que fuera demasiado tarde.

—De nada, jagi —me besó y, junto al rastro de su boca, dejó una dulce caricia en mi mejilla—. Voy a vestirme, ¿vale? —retrocedió, alejándose de mí y de esas preguntas que no pretendía responder—. Hyung, dile a Jimin que lo llamo en cinco minutos.

Su poco sutil huida me divirtió, pero tampoco podía apartar las manos del fuego, así que no le salió tan mal.

—Yah, ¿a dónde crees que vas? —esperé que mi voz se escuchara molesta.

Con esa bonita sonrisa, intentó convencerme de que no era para tanto.

—A comprar yogurt de fresa, leche de plátano, esas pastillas y cinco paquetes de preservativos —enumeró—. Volveré enseguida. Entretenla hasta entonces, hyung —y se esfumó por el pasillo.

Resoplé, impaciente por saber a qué se estaban refiriendo esos dos.

¿Cinco? —dijo, sorprendido—. Joder, pues sí que ...

—Taehyung, habla.

Agh ... No es justo, Yeong —lloriqueó de un modo adorable—. ¿Cómo se supone que voy a guardaros secretos a alguno de los dos ahora que estáis juntos? ¿Entiendes en qué situación me dejáis? —se quejó de broma—. Si te lo cuento, Jungkook se molestará conmigo, pero, si no lo hago, me lo echarás en cara cada vez que tengas la oportunidad.

Y tenía toda la razón del mundo. No quería que tuviera que elegir entre uno de nosotros. No podía obligarle a hacerlo, así que, en mi interior, me rendí y decidí aguardar a la noche para averiguar qué diablos había planeado Jungkook.

Sin embargo, mi voz tomó un rumbo diferente.

—Bien. Hablemos de Minsoo —demandé.

¡Yeong-ah! —contuve la risa y agarré un plato—. Sois igual de mezquinos ...

Eché la primera tortita sobre el recipiente llano y preparé la siguiente.

—Lo digo en serio, Tae —cambié la tonalidad, más comprensiva—. ¿Qué pasa con ella?

Bueno ... —dudó.

—¿Tan mal acabó? —apoyé mi mano derecha sobre la mesa, acercándome al móvil, que seguía detrás de mí.

No. No es eso —desmintió ese horrible final—. En realidad ... Creo que puede funcionar. Es decir ... No puedo saberlo, pero me gustaría que funcionase —su tierno titubeo me ablandó el corazón—. Es tan reservada que me cuesta entenderla y saber lo que piensa sobre mí y sobre ... Nosotros.

Desde el primer día, Minsoo demostró un gran respeto por Tae. Él la ayudó en todo lo que estuvo a su alcance cuando llegó de intercambio, así que esa admiración pudo convertirse en algo que dejó de tener bajo control, tal y como me sucedió con Jungkook.

Rebobinar no es una opción si tu pulso se acelera al verlo.

—Y aún así te gusta —afirmé.

Sí. Me gusta —lo corroboró.

Minsoo no era mala chica. Que fuera difícil meterse en su mente podía suponer un gran reto, pero no implicaba que las cosas estuvieran destinadas a fracasar entre ellos. Sinceramente, desde que descubrí que Taehyung sentía cosas por ella, esa simpatía y comodidad que percibía cada vez que los tenía delante, me empujó a querer que ese amor creciera sano y fuerte.

Los nervios pueden ser inevitables en algún momento de la relación, y no están mal. Aun así, lo más importante es estar tranquilo, sentirse arropado por la otra persona, y quería pensar que eso ocurría también en el caso de Minsoo y Tae.

—¿Quieres que hable con ella? —le sugerí.

Aunque él corrió a disuadirme.

No hace falta, Yeong.

—Lo digo porque ... Siempre me ha dado la sensación de que tiene muchas cosas que decir y que no sabe cómo hacerlo, Tae —había una espesa capa de misterio rodeando a esa tímida chica—. A lo mejor necesita un empujoncito, ¿no crees? Nos parecemos en eso —señalé, volteando la masa nuevamente—, ella y yo.

No ocurriría nada y él sabía que nunca se me pasaría por la cabeza atosigarla o interrogarla sobre unos sentimientos que solo ella conocía.

Ya, pero ... —murmuró, no muy seguro.

Lógico. Si ya le estaba resultando complicado llegar a ella, no había ninguna razón que le hiciera creer que yo podría conseguir algo.

—Escúchame —lo detuve—. Sé que no quieres presionarla y no es eso lo que pretendo. También he pasado por la fase de negación. Tú me aguantaste, ¿recuerdas? —una época que a ambos nos dolía rememorar—. Debe de pensar que es mejor seguir estando sola. Puede parecer más cómodo al principio porque te ahorras explicaciones y evitas hacer daño a personas que te importan —abrí un poco la brecha y ese maldito sentimiento de soledad humedeció mis orbes—. Vi cómo se sonrojaba al mirarte, Tae, y, a mi juicio, haríais una pareja preciosa —sonreí a pesar de que allí no había nadie que fuera testigo de tal gesto—. Si ha tenido la suerte de que te fijes en ella y de poder corresponder dicho cariño, no le recomiendo que se reprima —nadie debería cargar con una idea tan lastimera—. Estaría cometiendo el mayor error de su vida si lo hiciera.

El silencio me acompañó durante unos segundos, permitiéndome oír a la perfección el aceite salpicando.

Gracias, Yeong —soltó, rompiendo mis expectativas.

Una desamparada gota burló todas mis defensas y rebasó el lagrimal, cayendo por el rabillo de mi ojo derecho.

Yo no había estado para él cuando su madre fue diagnosticada con aquella enfermedad, cuando tuvo que despedirse de sus hermanos para que pudieran estudiar como los niños que eran, alejados de los problemas que persistían en su familia. Y, si hubiera estado a su lado, ¿quién decía que habría dado la talla? Ni siquiera podía con mi vida en aquellos tiempos.

Que existiera la posibilidad de que Tae encontrara ese apoyo incondicional, su otra mitad, me recordaba cuánto quería a ese chico.

Haría lo que fuera por ayudarle.

—¿Por qué me das las gracias? —me reí, ocultando la voz temblorosa—. Me encantaría verte feliz, Tae. Ya has pasado por suficientes cosas solo.

Contener esas lágrimas requería de más energías de las que creí y, debido al esfuerzo, no percibí la presencia de Jungkook hasta que su brazo rozó el mío, sobrecogiéndome.

—Porque no siente que te merezca. Por eso te lo agradece —aclaró—. ¿O me equivoco, hyung?

Retiró aquella lágrima con el índice y esbozó una cariñosa sonrisa solo para mí.

No, no te equivocas, Jungkookie —admitió.

Después de besar mi pómulo, analizó la tristeza que desprendía mi mirada.

—¿Lo ves? —me animó, apoyando el brazo en mi cintura. Al instante, sus dedos aterrizaron en la tortita que ya llevaba un par de minutos enfriándose—. Hyung, ¿has probado alguna vez las tortitas de noona? —cambió de tema, dispersando los malos pensamientos que me comían por dentro. Se llevó a la boca un pedazo y lo masticó, entusiasmado—. Joder, están increíbles.

Bajé la vista, conmovida. Con su efusivo intento por devolverme el espíritu, mi ánimo regresó lentamente. Él imaginaba que esa solitaria lágrima se debía al aprecio que sentía por Tae y no indagó más. Solo permaneció ahí, a mis espaldas, aportándome el amparo de su cómodo pecho.

Sí. Siempre que puede les prepara algunas a Nana y Yonghee —le comentó—. Deberías pasarme la receta, Yeong-ah.

Cocinar nunca fue mi punto fuerte, pero, sin duda, me sentía orgullosa de algunos platos dulces como ese. Si bien me peleaba a diario con los fogones, los postres se me daban bastante bien.

—Ya sabes que es un secreto —Jungkook movió su mano, deslizándola por mi rígido vientre mientras yo respiraba hondo y me deshacía de esa tensión—. Era de mi madre —musité.

Todavía recordaba la receta de memoria. Aquel recetario manuscrito se quedó en mi antigua casa. No había vuelto allí desde que me fui con JaeHo, pero las cantidades e ingredientes que mi madre biológica escribió en aquellas páginas seguían levitando en mis recuerdos.

Lo sé, pero algún día la conseguiré —aseguró.

Expulsé esa pesadez con una carcajada y eché la siguiente tortita en el plato, justo encima de la anterior. Jungkook quiso coger también un trozo de la masa y yo le di un pequeño tirón al tiempo que atrapaba la mano que tenía posada sobre mi barriga.

—Quita esa mano de ahí. Te quemarás si no tienes cuidado —le advertí, recibiendo una mueca de su parte.

—Vale, vale —levantó el brazo, siguiendo mi orden—. Me marcho ya.

Jugó con sus llaves, pero mi agarre en torno a su mano le impidió retroceder.

—Que huyas no significa que vayas a irte de rositas. Me lo vas a contar, Jungkook —mi amenaza le provocó.

—No sé de qué me estás hablando, noona —se hizo el lunático.

—De verdad, eres ... —lo empujé suavemente y él comenzó a reír—. Vete antes de que me enfade.

Fingiendo una molestia que no existía, acomodé en el centro de la sartén la tortita que se estaba haciendo a fuego lento.

En lugar de irse, se abrazó más a mí, con ambas manos, y volvió a plantear un rápido beso en mi hombro. Su forma de disculparse conmigo era de mis cosas preferidas porque no había nada que pudiera cabrearme tanto como para coger una rabieta por su culpa.

—Te quiero —besó mi oreja y su tono se derrumbó de golpe—. Y me alegro de que la negación solo fuera una fase.

Había oído mi argumento, de principio a fin, y, a pesar de la vergüenza que trataba de trepar por mi pecho, al comprenderlo, mis comisuras se movieron por voluntad propia.

—Y yo a ti —le dije, obteniendo otro beso a cambio—. Se te enfriará el desayuno si no te das prisa, vamos —quise echarlo porque Tae seguía al teléfono.

Él no se negó y el vacío que dejó en mi vientre tras apartarse se sintió como una bofetada.

—¿Vendrás esta noche, Tae? —le preguntó, poniéndose uno de sus gorros de pescador negros.

Creo que sí —respondió.

—Genial. Habla con ella hasta que regrese —le pidió—. No le gusta cuando desaparezco —se ganó una mirada desafiante a la que contestó con ese mohín de nariz que me bloqueaba. El estridente sonido del móvil cortó su veredicto final y confirmó lo que ya imaginaba—. Es Jimin.

En la puerta, se cambió de calzado.

Pues no tardes o Yeong empezará a preocuparse —dijo Tae, muy acertado.

—Pídele perdón a Jimin de mi parte, ¿de acuerdo? —Jungkook asintió, acomodándose sus zapatos ágilmente—. Veinte minutos.

Eso de que odiaba que se fuera era cierto, por tanto, sabía que volvería en un abrir y cerrar de ojos. No me haría esperar demasiado.

Levantó la cabeza, sonriente.

—No desesperes, cariño —me dijo—. Estaré aquí antes de que puedas echarme de menos —comprobó que llevaba la cartera en el bolsillo de sus pantalones—. Hasta luego, hyung —se despidió de Taehyung y descolgó la llamada—. ¡Jimin-ssi! —pegó el móvil a su oreja, sosteniéndolo con el hombro derecho mientras abría la puerta—. No, no, todo está bien. Cuando me llamaste no podía cogerlo y ...

El golpe de la madera y, posteriormente, de la cerradura evidenció la marcha de Jungkook, haciéndola real a mis sentidos.

No quería pensar demasiado en que mis pupilas ya no le ubicaban cerca, así que me enfoqué en depositar la tercera tortita recién hecha sobre las demás.

Sobre lo de esta noche —habló Tae, a punto de contarme la verdad acerca de aquella incógnita—, Jungkook quiere ...

—Déjalo —hice que se callara—. No quiero chafarle la sorpresa —argumenté, pensando en el brillo de sus ojos—. Solo son unas horas. Puedo esperar.

Esperaría todo lo que me pidiera si así no le fastidiaba el plan que había trazado con tiempo y esmero.

Le hace ilusión, sí —comentó, feliz por él—. Aunque estoy seguro de que a ti te gustará mucho más.

Fuera lo que fuera, si venía de Jungkook, era imposible que no me emocionara.








🎁🎁🎁

Jk tiene preparada una sorpresa para Yeong 👀

Qué será, qué será 👽. En los próximos capítulos se descubrirá, jeje ✌🏻

Btw, voy a intentar darle un empujón a algunas historias ya publicadas (entre ellas Aphrodisia, sip) y a otras que quiero subir pronto, así que puede que la próxima actualización de Answer sea la semana que viene (o este fin de semana próximo, no lo sé aún xDDD) 🫰🏻✨

Os quiere, GotMe 💜

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