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Yeong
Los centelleantes ojos de Minsoo, que seguía sentada en el sillón, tropezaron con mis pupilas. Tan pronto como me identificó, se levantó e hizo una pronunciada reverencia. Algunos mechones le ocultaron la cara y ella los retiró, ansiosa.
—Buenas tardes, unnie —me saludó, tan amable como la recordaba.
—Minsoo —traté de medir mi sorpresa—, buenas tardes a ti también.
Contuve la pregunta acerca de su presencia en la casa de Tae y me centré en él, que se relamía los labios e intentaba sonreír para mí. Sus esbeltos dedos rozaron mi antebrazo, invitándome a mirarle.
—No ... No teníais por qué venir hasta aquí —dijo, observando también a Jungkook, que se aproximaba a mí tras haber cerrado la puerta—. Solo he tenido un problema con el teléfono y por eso no he podido llamarte ...
—Ya veo ... —le respondí, contemplando la hinchazón de sus comisuras y el intenso sonrojo que Minsoo era incapaz de rebajar—. Si hubiese sabido que tenías visita, no habríamos venido.
¿Ellos ...? ¿No estaba imaginando nada? ¿Mi sexto sentido no se había estropeado? ¿De verdad ...? ¿De verdad Tae y Minsoo ...?
—Sí, hyung. No era nuestra intención molestar —me secundó Jungkook antes de volverse hacia la menor—. Buenas tardes —se inclinó, educado. Volvió a interrogar a Taehyung—. ¿Nos presentas?
Dejó su mano en mi cintura baja, lejos de la mirada de Minsoo.
¿No se habían tropezado nunca antes? Me resultaba difícil de creer porque el destello en los ojos de esa chica me decía que ya sabía quién era Jungkook. Tae le debía haber hablado de él.
No podía saber de su existencia de otra forma.
—Ah, sí —se aclaró la voz—. Jungkook, ella es mi hoobae: Kim Minsoo. Ha acabado el primer año de nuestra misma carrera —añadió ese dato para que entendiera la cordialidad con la que nos tratábamos—. Minsoo, él es Jeon Jungkook, mi mejor amigo. Es raro que nunca hayamos coincidido todos en la universidad, ¿no? —comentó, emitiendo una risita nerviosa.
Me mordí el labio inferior, analizando el semblante de Tae. ¿Había visto alguna vez esa exaltación viniendo de él? Rebusqué en mis recuerdos más antiguos, pero no pude darle otra explicación que la que ya había descifrado al leer sus torpes movimientos.
—Es un placer, Jungkook-ssi —se pronunció ella, respetuosa.
—Lo mismo digo, Minsoo —asintió con una sonrisa—. Aunque no es necesario que seamos tan formales. Eres amiga de Tae y eso quiere decir que hay cierta confianza —puntualizó, tranquilizando a la tímida invitada de nuestro mejor amigo.
—¿Jungkook-oppa, entonces? —modificó su anterior intervención, con una endeble sonrisa bailando en sus finos labios.
Jungkook, más cómodo con ese trato, movió la cabeza. Al asentir, ella pareció relajarse.
—Mejor, sí. Encantado de conocerte.
La incomodidad era palpable. Por tanto, en lugar de prolongar aquellos instantes, me cogí del brazo de Tae, dispuesta a marcharme de su casa en pocos minutos.
—No queremos interrumpir —les dije—. En realidad solo veníamos a por la ropa que te dejé la otra vez. ¿Te acuerdas? —Tae movió la cabeza, afirmando—. ¿Vamos a la habitación? —levanté las cejas y él lo aprobó. Volví el rostro a Jungkook, que lucía ligeramente desorientado—. ¿Me esperas aquí, Jungkook?
Apartó su mano de mis caderas y no puso ningún problema.
—Claro, noona —sonrió.
—Bien —tomando el brazo de Tae, me giré hacia Minsoo—. Te lo robo solo un segundo, Minsoo.
—No te preocupes, unnie —agitó las manos—. Creo que ... Debería marcharme. Es muy tarde, así que ... —titubeó, buscando su bolso en el sillón contiguo.
—Vuelvo en un minuto, Minsoo —le dijo Taehyung, impidiéndole seguir con su plan.
Ella levantó la barbilla, contemplando a su superior, y me dio la sensación de que aquello era recíproco. No la conocía lo suficiente. Equivocarme en algo tan delicado e íntimo resultaba factible, por supuesto. Sin embargo, la devoción que vislumbré en sus armoniosas facciones no lograba ocultar ni una chispa de lo que ocurría en su pecho.
Inquieta, no se movió más y acató unas directrices que no habían llegado a salir de la boca de Tae, como si recibir órdenes no fuera algo extraño para ella.
—De acuerdo, oppa —se rindió.
¿Qué es esta tensión? ¿De dónde ha salido y por qué demonios parece que podría cortar el aire?
—Enseguida volvemos —murmuró, arrastrándome hacia el pasillo.
Desaparecimos en un pestañeo, abandonando a Jungkook y a Minsoo en el salón.
Taehyung, exaltado, cerró la puerta de la habitación. Nos encerró allí, deseoso de que nuestras palabras no alcanzaran sus oídos.
—Tae, ¿qué ...? —me aproximé a él, acariciando su espalda.
Echó un largo suspiro y vi la incertidumbre en su cara.
—Sé ... Sé lo que vas a preguntar, Yeong —bajó la cabeza y se palpó la nuca—, pero no estoy seguro. No lo estoy —después de musitar aquello, me encaró—. ¿Es normal?
—¿Normal?
Succionó sus abultados labios, preocupado y esperanzado a la vez.
—No poder respirar —me hizo saber. Al clavar esas pupilas negras en las mías, me di cuenta de que realmente sentía pavor al descontrol, al bullicio de un amor que no esperaba—. Joder, se me va a salir el corazón por la boca ... —gruñó mientras se tocaba el pecho, agobiado.
No puedes respirar correctamente porque te da vértigo notar algo tan fuerte, tan arraigado a tus entrañas. Y lo que más miedo genera es ser consciente de que no te librarás de ese sentimiento. De que, hagas lo que hagas, no hay marcha atrás.
Agarré su brazo, apoyándole física y moralmente.
—Al principio lo es —dije, aliviándole—. Cuando no entiendes qué te pasa —concreté. Rememorar aquella sensación contra la que luché día y noche las primeras semanas se me hacía extraño—. Pero no te agobies porque pasará cuando menos te lo esperes —le sonreí, empatizando con él—. Llámame mañana y me explicas la situación.
—Lo haré —exhaló por segunda vez y recuperó parcialmente la tranquilidad—. Tu ropa —fue a su armario—. Creo que la metí en ... —revolvió uno de los cajones hasta sacar la bolsa de tela en la que yo misma guardé aquellas prendas—. Aquí.
La cogí, pensando en qué decir para que estuviera sereno.
—No soy la mejor dando consejos, pero puedo intentarlo —él solía guiarme, pero hacerlo yo no era habitual—. Sé tú mismo. Cualquiera se enamoraría del Kim Taehyung que conozco —me observó, sonriente—. Ten confianza en ti y en lo que sientes, ¿de acuerdo?
Tae me abrazó y noté la rigidez de sus músculos.
Aunque sabía que nunca se había enamorado, él había salido con otras chicas antes. Algunas le atraían más, otras menos. Creí que, cuando cayera por alguien, sería similar a esas etapas. Nunca pensé que compartiríamos ese terror a amar a otra persona tanto como para que nuestro corazón se resquebrajara, amenazado por unos impulsos que se burlaban de nosotros y de esa templanza que nos caracterizaba.
—Muchas gracias, Yeonnie —susurró, respirando hondo—. Te pondré al día pronto. Lo prometo.
El abrazo no duró mucho.
—Más te vale —le espeté, percibiendo el ambiente menos cargado que cuando llegué—. También tengo que contarte unas cuantas cosas —le comenté mientras nos separábamos de los brazos del otro.
Agrandó los ojos, perplejo.
—¿En serio?
Yo tampoco imaginé que sucedería. Al menos, no tan rápido.
Los meses habían pasado, pero esa indecisión continuó adherida a mí como un maldito imán hasta que dejé de esconderme tras la gruesa cortina de humo y me enfrenté al deseo desproporcionado que se instaló en mi interior, sin avisar de todo lo que desencadenaría. Y él fue mi consejero desde el inicio, de ahí que se sorprendiera del increíble avance.
En tono de burla, le enseñé la ropa que venía buscando.
—¿Por qué crees que vengo a por mi ropa, eh? —moví la bolsa.
—¿Te sentiste bien? ¿Jungkook se comportó? —sus preguntas ya estaban respondidas, pero él necesitaba cerciorarse.
—Más que eso —mi sonrisa se ensanchó, evidenciando la felicidad que me lapidaba—. Fue genial, Tae —fui escueta.
Se tiró otra vez sobre mí, abrazándome más fuerte.
Agradecía que él fuera mi mejor amigo, de verdad. Agradecía que estuviera en mi vida y que pudiera verme avanzar de la mano de Jungkook.
—Me alegro tanto por ti ... —murmuró.
Teníamos que hablar como siempre hacíamos, sí, aunque no sería aquella tarde. Él tenía que encargarse de un asunto de máxima prioridad y yo anhelaba la paz que se respiraba en casa de Jungkook por encima de todo. Habría tiempo más que suficiente para charlar, largo y tendido, sobre los caminos que estábamos tomando.
—Lo sé —me aparté de él; no quería entretenerle ni un minuto más—. Me voy ya —dije con urgencia. Retrocedí hasta la puerta y, antes de abrirla, le di una última idea—. Invítala a cenar o saldrá corriendo. Es una chica muy asustadiza.
En el pasillo, esperé a que Tae siguiera mis pasos. Un adorable gesto acompañó su respuesta.
—No es mala idea ... —yo intenté contener la risa.
Jungkook me miraba con los ojos bien abiertos. Al parecer, él también había deducido lo que estaba sucediendo allí.
Nuevamente a su lado, enredé nuestros dedos y nos despedimos de Minsoo, que apenas había conseguido rebajar su rubor desde que aparecimos. Ni siquiera permití que Tae nos llevara a la salida, sino que atraje a Jungkook hasta la puerta y nos calzamos a la velocidad de un rayo.
Él no indagó ni se opuso a ese repentino apremio por irnos ya que ponía adivinar lo que estaba intentando hacer. Simplemente salimos de su piso y, después de cruzar miradas durante un escaso segundo, le regalé una disimulada sonrisa a Tae.
Ambos entramos en el ascensor y yo pulsé el botón de la planta baja.
Suspiré, procesando aquel descubrimiento que explicaba el raro comportamiento de Tae esos días.
—No estoy teniendo alucinaciones, ¿verdad? —me preguntó justo cuando el ascensor iniciaba su descenso.
La emoción brillaba a su alrededor. Jungkook era incapaz de controlar la sorpresa y el agrado que le suponía saber del flechazo con el que lidiaba a duras penas nuestro mejor amigo.
—Creo que no —confirmé sus sospechas.
Él se acercó a mí, impaciente por enterarse de más información.
—¿Qué te dijo?
—No mucho —negué—, pero no seas entrometido y espera a que te lo cuente él mismo. Seguro que querrá hablar contigo sobre esto —estaba muy segura de que Tae había sido un gran apoyo para Jungkook cuando descubrió sus sentimientos por mí y ahora le tocaba a él—. Tú podrás entenderle mejor que yo después de ...
—Espera, espera —me detuvo. Su ceño fruncido lo delataba—. ¿Entrometido? ¿Acabas de llamarme entrometido, Yeong?
La diversión estaba escrita en su semblante, por lo que no pude esconder mi sonrisa.
El mecanismo de aquella caja de metal rugió. El edificio era antiguo, así que no resultaba inusual que el ascensor despidiera sonidos fuertes.
—Sí, eso mismo —palpé su pectoral sin echarme atrás—. Sé que habrías bombardeado a la pobre de Minsoo con preguntas que no podría contestar de lo nerviosa que estaba —lo puse en evidencia, consciente de que no eran exageraciones mías.
Jungkook soltó una pequeña carcajada, indignado.
—¿Y qué problema hay con que le pregunte inocentemente sobre su relación con hyung? —alzó las cejas, negándose a darme el placer de llevar la razón—. No sabía de su existencia hasta hace unos minutos. Solo es curiosidad —concluyó su defensa y fingió una inofensividad hilarante.
—¿Lo ves? Eres un entrometido nato —presioné en algún lugar en mitad de su amplio pecho.
—¿Lo soy? —entornó los ojos, juzgando mi apreciación duramente.
El estruendo cesó, avisando de que ya estábamos en la planta baja. Empujé la puerta para salir del cubículo y Jungkook, a la espera de mi respuesta, me siguió a través de la entrada.
—¿Debo recordarte que también te inmiscuiste en mi vida, Jeon Jungkook? —lo ataqué de lleno, continuando con esa ironía.
Rocé con las yemas de mis dedos la pared, pero tuve que parar al notar el abrigo de su mano en mi muñeca. Retrasó nuestra marcha brevemente y eliminó los centímetros que nos distanciaban.
—Bueno, puede que sí —dio al brazo a torcer, aunque, a cambio, caminó hacia mí, obligándome a retroceder un paso—. ¿Pero no te alegraste de que lo hiciera? —asestó el primer golpe a mi alma para debilitar toda resistencia—. Dímelo, noona ...
Mi espalda chocó contra el tabique de hormigón y tragué saliva, deshaciendo un poco el nudo en mi garganta.
Esa endemoniada tensión creció tanto en tan pocos segundos que apenas pude permanecer cuerda cuando Jungkook comenzó a inclinarse y sostuvo mi cintura con un movimiento demasiado ágil. Su aliento abanicó mis comisuras, tentándome. Las humedecí. Percibía los nervios trepar por todas y cada una de mis extremidades.
Él me hacía sentir tan viva que, a veces, daba vértigo. Un vértigo del que no quería deshacerme por nada ni por nadie.
—Jungkook, por favor ... —con una mueca en los labios, deseé tener la voluntad necesaria y detenerle.
Ah, pero no la tenía.
Su media sonrisa inauguró un primer beso, seguido de otros que profundizaron más en mí, en ese anhelo que me mataba.
Ya lo habíamos hecho. Entonces, ¿por qué necesitaba más? Sentirme deseada por él se había convertido en una droga que me perseguiría y que intoxicaría mi sistema, teniendo o no mi consentimiento.
—¿No vas a contestarme? —acarició mis labios con los suyos adrede—. ¿Quieres que pare? Venga. Inténtalo —me provocaba y me encendía como ningún hombre lo haría nunca. Tener ese conocimiento le hacía valiente y ni siquiera yo sabía lo atractivo que podía verse con tal seguridad en su poder. Unió nuestras bocas en un húmedo chasquido, mordiendo mi labio inferior en el proceso. La herida que me hice la noche anterior, mientras teníamos relaciones, palpitó, despertándome—. Admítelo, Yeong-ah.
Le habría dicho que sí. Habría dicho lo que él quisiera porque, en momentos como ese, me tenía completamente a sus pies. Sin embargo, un atisbo de la vanidad y del orgullo que apenas empezaba a experimentar me inmovilizaron. De esa manera era más divertido.
—Podría aparecer alguien, Jungkook —sujeté con decisión la tela de su camiseta.
Jungkook examinó mi rostro, seducido por esa confianza de la que estaba alardeando.
—Apuesto lo que sea a que, si te llevo de vuelta a casa, podría entrometerme muchísimo más —garantizó, alejándose un poco de mi cuerpo.
Un declaración de intenciones en toda regla, sí.
Recuperé el equilibrio. Al tocar su pecho, me metí de lleno en su dulce pasatiempo. El magnetismo se incrementó, confesando cuánto nos atraíamos.
—Averigüémoslo —declaré, instigándole.
Entreabrió sus rosados labios, lo que dificultaba la aparición de esa sonrisa socarrona.
—¿Me estás retando, jagi? —sus manos ejercieron menos presión en mis caderas.
—En absoluto —negué la acusación.
—Lo estás haciendo —se relamió y los músculos de su mandíbula se tensaron, cayendo en mi provocación.
—¿Y? Si lo estuviera haciendo, ¿qué pasaría, Jungkookie? —seguí adelante.
Sopesó si merecía la pena empotrarme contra esa pared y romper con las formalidades de una vez por todas.
Al final, extendió el brazo.
—Vamos —observé la palma de su mano.
—¿Tienes prisa? —me burlé de él.
—Tenemos que pasar por la farmacia —me comunicó de repente.
—¿Por qué? —dejé aquel tira y afloja a un lado, confundida.
—Preservativos —fue conciso.
Intenté mantener a raya las pequeñas risas que querían salir de mí, atropelladas.
—Pero todavía nos quedan —le respondí.
Coloqué mi mano sobre la suya, aceptando lo que me proponía en silencio.
Jungkook asintió y, sin quitarme los ojos de encima, se aproximó. Muy seguro de lo que estaba insinuando, vertió una serie de palabras en mi oído. Así contribuyó a que mi entrepierna diera también su beneplácito.
—No quedarán después de todo lo que voy a hacerte esta noche, noona —expresó cuáles eran sus ambiciones para el resto del día.
🔞🔞🔞
A la mañana siguiente, cuando la luz del sol volvió a golpear mis ojos cerrados, las escenas de lo ocurrido unas horas atrás me arrollaron.
Conforme iba recuperando la memoria, me pregunté en qué momento caímos rendidos. No lo recordaba, pero era evidente que no nos quedaban fuerzas para salir de la cama porque tanto él como yo continuábamos completamente desnudos bajo las delgadas sábanas.
Jungkook dormía aún, pegado a mi torso. Sus mechones me cosquilleaban la barbilla y traté de mover la cabeza, cuidadosa de no despertarle. Sin embargo, fallé estrepitosamente, pues se revolvió y, en el proceso, rozó mi pecho con sus labios separados.
Respiró sobre este, moviéndose lento y pausado. Creí que solo había sido una falsa alarma hasta que presionó la boca contra mi piel.
Me disponía a hablarle, a pedirle que no se moviera y continuase descansando, pero el temblor de uno de nuestros móviles me lo impidió.
—Noona ... —su balbuceo se tradujo en suaves ondas que ascendieron por mi estómago.
Suspiré, desubicada.
Intenté tantear la mesilla para tomar mi teléfono o el suyo con el objetivo de comprobar cuál era el mensaje recibido y a nombre de quién. Al hacerlo, tuve que distanciarme un poco de Jungkook y él, en total desacuerdo, se sujetó más a mí.
—Sigue durmiendo —le pedí y estiré más mi brazo izquierdo.
A ciegas, logré atrapar uno de los móviles.
—Seguro que es el mío ... —murmuró.
Y tenía razón, ya que, al observar el aparato y revisar las notificaciones, me di cuenta de que era su móvil.
Saber eso me brindó una pizca de calma. Había temido que fuera JaeHo quien reclamase mi atención. Solo me contactaba por mensajes, así que podría haber sido el caso, aunque, por suerte, no se trataba de él.
Leí el nombre del contacto que le hablaba y, más tranquila, revisé su mensaje. Acabé rápido, depositándolo sobre la superficie de madera.
—¿Quién era? —se pronunció con la voz muy ronca.
Apoyé mi cabeza sobre la almohada y respiré tan hondo que incluso él sintió la contracción de mis pulmones.
—Mi hermano —dije, pensando en cómo se las apañaba Nam para interrumpir nuestros instantes más íntimos—. Tienes turno de tarde hoy ...
Quiso incorporarse un poco, abandonando mi pecho y dispuesto a utilizar los almohadones correctamente. Separó de un modo adorable los párpados hasta localizar la posición de mi boca. A continuación, me besó, algo breve y tierno. Con una sonrisa oscilando en mis labios, contemplé de cerca la hinchazón que rodeaba sus orbes, consternados por despertar.
—Mmmm ... Gracias, hyung —dijo antes de abrazarme.
Aquella serenidad prosiguió durante unos segundos, pero se vio enturbiada por sus tripas, que rugieron como si no hubiesen probado bocado en días.
Mi sonrisa creció al oírlo. No aguardé a que opusiera algún tipo de resistencia y me escabullí de su abrazo. Necesité aclararme la vista, por lo que restregué mis ojos y solté un pesado bostezo mientras me ponía en pie, cada vez más lejos de un Jungkook que comenzó a quejarse de mi repentina huida.
—¿A dónde vas?
Ocupó mi lugar en el colchón, haciendo el amago de retenerme. No lo consiguió y decidió quedarse ahí, mirándome cruzar su cuarto.
—A ponerme algo de ropa —le conté mis planes.
—Pero no me importa que sigas así —aclaró, tumbado.
Me reí a carcajada limpia y atrapé su camiseta del suelo.
—¿Así? —me giré ligeramente, quitándole las espléndidas vistas de mi trasero.
—Desnuda ... —puntualizó.
Su aspecto no encajaba con las palabras que se escurrían de su boca. Con el cabello revuelto, me pasé su prenda por la cabeza y le privé de aquel lujoso privilegio. Al cubrirme el cuerpo con la tela negra, él cambió su gesto e hizo un ruidito con la lengua, molesto por mi tajante decisión. Su mirada de rechazo se acrecentó cuando tomé mis bragas y me las subí por las piernas.
La camiseta me quedaba grande, aunque no en exceso, puesto que llegaba solo hasta la mitad de mis muslos. A pesar de que la pieza era ancha y larga, tenía pecho suficiente como para levantar la parte delantera y eso le agradó secretamente.
—¿Quieres que me pasee por tu casa sin nada encima? —le ataqué, caminando hacia la mesilla de noche, donde tenía una de las cintas que usaba para recogerme el pelo—. Bonito fetiche, Jungkook-ssi.
—Aaaah ... —lloriqueó—. Es que es más fácil de esa forma —me mostró su irresistible puchero—. Aunque mi camiseta te queda muy bien ... —extendió la mano, a punto de rozarme la pierna—. ¿Follar con ropa es muy incómodo?
Le conocía. Sabía que estaba bromeando, pero también podía distinguir la picardía en su tono grave, al igual que la predisposición que tenía a tocarme, sin importar la hora del día.
—Serás burro —dije entre risas—. ¿Todavía te quedan fuerzas después de lo de anoche? —le interrogué, alejándome más para tomar la caja de condones vacía que seguía tirada en el suelo—. ¿En qué estás pensando, eh?
Agarré también mi ropa y la dejé a los pies de la cama.
—¿Quieres saberlo? —me preguntó con ganas de que la tensión estallara.
Al incorporarme, admiré la postura desde la que me contemplaba, con ambas manos tras su nuca y la mayoría de su pecho descubierto. Ante tal repaso, esbozó algo similar a una sonrisa, orgulloso de haberme detenido aunque fuera unos segundos.
Un cálido escalofrío me subió por los muslos. Lo habría confundido con un calambre porque el sexo que tuvimos hacía pocas horas fue mucho más intenso de lo que recordaba, pero su semblante victorioso me arrebató esa suposición.
—Creo que no —le quité la ilusión de un plumazo y regresó a ese dulce mohín—. Ve a darte una ducha para que se te baje el calentón, ¿vale?
Mi intención de prepararle el desayuno se vería frustrada si volvía a la cama y nos enredábamos entre las sábanas otra vez. Por lo tanto, en contra de esa efervescencia que burbujeaba en mi vientre bajo, recogí el móvil para revisar que no hubiese llamadas pérdidas ni mensajes de JaeHo, no sin antes acercarme a Jungkook y plantar un beso en sus comisuras. Uno simple que no iba con segundas ni buscaba provocarle más.
—¿Por qué no me lo bajas tú, noona? —sugirió, camuflando su traviesa actitud con una dulzura que me costaba horrores rechazar.
Estaba segura de que su amiguito, bajo las mantas, empezaba a despertar a un ritmo ridículamente diligente.
—Ten cuidado con lo que sueltas por esa boca, Jeon Jungkook —le advertí y salí de su habitación.
Le oí quejarse, pero yo ya estaba en su cocina, elevando la persiana que iluminaba aquella zona de la casa.
Una tenue cortina de agua caía sobre la ciudad, que se despertaba a esas horas. El sonido de algunos coches que subían y bajaban la calle terminó de espabilarme, como si ese rumor me hiciera sentir más cómoda. Después de levantarme dos días seguidos, recibida por aquel ruido, pensé que podría escucharlo a diario, que no me molestaría a pesar de lo mucho que odiaba los sonidos innecesarios al despertar.
Con el agua de la ducha corriendo, le devolví unos mensajes a Jae, que me comentaba un poco la situación en Japón y decía que me llamaría esa noche. Yo ya le había explicado que estaba con Nam hasta que regresara y él no parecía enfadado por ello.
El chat de Tae estaba debajo, mirándome fijamente.
Habían pasado muchas cosas en mi vida durante esas últimas semanas y me sentía un poco culpable de no haber atendido como se merecía a mi mejor amigo.
¿Cuándo comenzó a sentir algo por Kim Minsoo? ¿Por qué no me di cuenta de que esa chica había entrado en su corazón?
Tae era como mi segundo hermano y le conocía demasiado bien, así que, ¿por qué no había estado ahí para él en una etapa tan sensible y delicada?
Un enamoramiento podía ser más difícil de distinguir, pero no lo que vi en sus pupilas la tarde anterior. Se trataba de algo más fuerte que un simple amor no correspondido o que una confusión aunque él me lo negara.
Apagué el móvil, olvidándome momentáneamente de todo eso, y abrí los armarios. Sonreí al observar que los vasos estaban en la balda más baja.
¿En qué momento los había cambiado de sitio?
🌬🌬🌬
Jeje, Tae estaba con Minsoo 😏
Y, tal y como podéis ver en la foto que aparece al comenzar el capítulo, la segunda novela de la saga estará protagonizada por ellos dos 🤧🤧🤧
Toda la información necesaria sobre la obra se encuentra en una nota introductoria que he dejado junto con la sinopsis de Dyspnoia. Buscadla en mi perfil en el caso de que el señor Wattpad no os haya avisado de su publicación 🤡🤡
Estaré leyendo vuestros comentarios por allí 👀
P. D. : el siguiente capítulo de Answer estará listo entre el jueves y el viernes de la semana que viene ✨✨✨
Os quiere, GotMe 💜
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