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30

Yeong

El cuarto continuaba sumido en la oscuridad, pero el amanecer se colaba por los resquicios de una ventana, cayendo sobre la pantalla de mi teléfono móvil y reflejándose en mi rostro, desafortunadamente.

Cuando me percaté de aquel molesto rayito, decidí dar la vuelta a la cama y refugiarme en su ancha complexión para seguir durmiendo tranquila. Sin embargo, al extender mi brazo por las sábanas blancas, me recibió la frialdad de un colchón que solo me sostenía a mí.

—¿Jungkook-ah ...? —traté de llamarlo, todavía muy dormida.

Entreabrí el ojo derecho, huyendo así de los ventanales y de la escasa luz que los atravesaba.

El débil rumor de la lluvia llegó a mis oídos. Al parecer, no había dejado de llover en toda la noche.

Aturdida por el profundo sueño del que había vuelto, me retiré el cabello revuelto de la cara y apoyé la mejilla en su almohada, dejándome envolver por su aroma. Poco a poco, fui recobrando los sentidos.

Detectar aquel limpio silencio me asestó un contundente mandoble en el estómago.

Comencé a incorporarme, contrariada.

—¿Jungkook?

Mi voz ronca no obtuvo respuesta.

Esa pasividad, esa maldita ausencia que me acompañaba a diario, cargó contra mí y contra mi espesa mente, que no se recuperaba todavía después de haber descansado de la forma correcta.

La somnolencia hizo que mis movimientos fueran más lentos de lo normal, aunque, por dentro, mi corazón martilleaba como un loco, incrementando ese mal presentimiento.

Al salir de la cama, me pareció oír un ruido, pero no supe darle orígen y mi cabeza, a toda velocidad, orquestó miles de opciones, cada cual peor que la anterior.

Me puse en pie, haciendo rechinar los muelles de su cama.

¿Y si se había marchado? ¿Y si había pasado algo? ¿Y si Jae había vuelto? ¿Y si me había ...?

Con la garganta obstruida, me negué a completar aquella pregunta. En su lugar, me insulté y crucé el umbral de la puerta, incapaz de valorar un escenario que implicara convertirlo en otro desalmado más, de esos que me usaban y que, al acabar, se deshacían de mí y regresaban con sus esposas e hijos. Hombres de grandes apellidos que, en el fondo, no tenían ni una pizca de humanidad.

Me aterraba que no estuviera allí. La simple idea de que hubiera actuado como Jae, que se levantaba por las mañanas y me ignoraba. Que se largaba de la casa, abandonándome, me laceró el pecho en diferentes direcciones. No me importaba que ese cabrón lo hiciera, pero pensar eso de Jungkook me dolió más que la mera posibilidad de que algo así pudiera ocurrir.

Torpemente, caminé por el oscuro pasillo y llegué a la sala de estar, donde tuve que entrecerrar más los ojos para no cegarme con la potencia lumínica que desprendía la televisión. ¿No la apagó antes de dormir? ¿Por qué estaban las noticias ...?

El sonido del frigorífico cerrándose me asustó tanto que di un pequeño salto, enfocándome en la figura que me daba la espalda desde la cocina. Se giró un segundo más tarde y mi embotada cabeza no pudo confundirle con otro.

Exhalé un pesado suspiro y dejé la mano en la pared mientras me estabilizaba. Él, por su parte, no tardó en encontrarme allí. Una adorable sonrisa iluminó su rostro tanto que la opacidad de la estancia no fue capaz de mitigarla.

—Buenos días, noona —me saludó, removiendo con cuidado una taza—. ¿Qué haces despierta? Es muy temprano.

Recuperando el color y las fuerzas, eliminé cualquier maldita sensación, concentrándome en él y solo en él.

—Pensé ... Pensé que te habías ido —le fui sincera.

Y no supondría nada malo si hubiera acertado. Es decir, él trabajaba y, al haber acabado ya con las clases, sus turnos solían ser por la mañana, así que, podía haberse ido sin levantarme para que durmiera unas horas más. No era tan descabellado que hubiera decidido aquello.

El problema residía en que yo no quería despertar sola. En especial después de haber pasado la noche juntos.

—¿Irme? ¿A dónde iba a ir, eh? —comentó, restándole importancia y dejando el recipiente sobre la mesa—. Aún no empieza mi turno y no me habría marchado sin despedirme de ti —afirmó, encaminándose hacia mí—. Unos truenos me despertaron y decidí hacer un poco de café. En las noticias dicen que varias calles están cortadas por el monzón —me indicó, desviando la mirada hacia el televisor.

—Es lógico, sí —asentí, sintiéndome una completa idiota por haber pensado que él sería capaz de largarse.

Acarició mi mejilla, sirviéndose de la tenue luz para contemplar mejor mi tez.

—¿Por qué pareces pálida ...? —inquirió, frunciendo el ceño.

Me esforcé por sonreír y que fuera creíble, pero Jungkook tenía la maravillosa habilidad de leer mis pupilas rápidamente, por lo que mi intento quedó en eso: en un triste intento. Todas sus alarmas saltaron y ató los cabos precisos, temiendo haber provocado ese aparente malestar al salir de la cama antes de la hora.

—No es nada —le contesté, avergonzada.

Se agachó, besándome con excesiva delicadeza. Mientras sus labios viajaban por los míos, entendí que él ya sabía el motivo de mi aflicción. En realidad, no habría podido ocultárselo por mucho más tiempo.

—No debí dejarte sola —añadió, arrepentido—. Perdóname, noona —pegó su boca a la mía, disgustado consigo mismo.

En medio de aquellos ataques furtivos, me di cuenta de que seguía sin una camiseta que cubriera su torso. Sosegada, puse ambas manos en sus costados, aceptando esos pequeños besos a pesar de todo.

—Está bien, de verdad ... —me mantuve firme—. Son cosas mías. No me hagas caso, es ...

—Te has asustado —sus orbes centellearon al dar de lleno en mis sentimientos—. Lo siento. Lo siento mucho —murmuró, besándome tantas veces que perdí la cuenta a los segundos.

—Jungkook, no tienes que dis ...

Pero su orgullo le impedía pasar por alto aquel malentendido. Incluso si yo le aseguraba que no tenía que lamentarse, la determinación de su semblante me decía que no lo olvidaría.

—No quería hacerte pasar un mal rato ... —evidenció, frustrado con ese comportamiento—. Vamos —dijo, agarrándome de la mano.

Se adentró en el pasillo, guiándome hasta su cuarto de nuevo.

—¿Qué haces? —exclamé, confundida y demasiado adormilada como para rehusarme.

Dentro de la habitación, se enfrentó a mí.

—Te llevo de vuelta a la cama para que te despiertes conmigo al lado —expuso, algo indignado.

Me arrastró hasta el colchón y consiguió echarme sobre él al tiempo que se acomodaba en el lado derecho. Enfurruñado, esperó a que me tumbara correctamente y descansara la cabeza en la almohada.

—Pero ya estoy ... —intenté rebatirle.

—Cierra los ojos —exigió, haciendo uso de sus adorables pucheros—. Esta vez lo haré bien.

Me fijé en el resplandor de su mirada y, a cambio de satisfacer sus deseos, tomé su dedo meñique. Paciente, aguardó a que cerrase los ojos y, solo entonces, llevó su otra mano a mi cabello, colocándolo de forma que no me molestara.

—¿Qué hora es? —me atreví a preguntar.

Bostecé sin remedio.

Descansar tan bien me hacía añorar esa lejana época en la que dormía casi ocho horas diarias y mi cuerpo, sorprendido de esa excelente calidad de sueño, se volvió exigente. Me pedía más porque ni siquiera tenía el recuerdo nítido de una noche en la que hubiera descansado más de tres horas seguidas.

—Todavía no son las siete —tocó mi lóbulo suavemente—. Estás cansada, ¿no? Vuelve a dormir —podía sentir su sonrisa, resguardándome de cualquier pesadilla—. Te prometo que estaré aquí. No me moveré ni un centímetro.

—¿Ni uno solo? —contuve la mía y cerré más mi sujeción en torno a su dedo.

—Nada de nada —susurró.

—Mmmm ... Tengo el mejor novio del mundo entonces —dije, casi sin pensar.

Ese comentario le gustó. Le gustó mucho más de lo que me reconocería nunca, pero no incidió en ello porque sabía que solo podría salir de nuestras bocas cuando estuviésemos a solas o cuando la situación lo permitiera, y dejó que mi respiración cayera en un profundo vaivén.

A los minutos, cuando ya no tenía control sobre mi propio subconsciente y las endebles caricias de Jungkook me arrojaban a continuar con aquel sueño que se vio interrumpido por su repentina desaparición, quitándome ese abrigo protector del que no quería deshacerme hasta que no hubiera más opción, creí escuchar una última respuesta viniendo de su boca.

—Claro que lo tienes —lo escuché murmurar de pronto—. Duerme, noona ...

Y su voz me rodeó cálidamente.

No era mi intención dormir otra vez, pero, después de aquel pequeño susto, no pude evitarlo. Solo quería pasar tiempo con él y, obviamente, prefería tener todas mis capacidades activadas durante el rato que nos quedase a solas. Ese maldito cansancio me jugó una mala pasada, sí.

No estaba muy segura de cuánto tiempo dormí porque el cuerpo de Jungkook me ocultaba, me refugiaba de sus ventanales. Así pues, no fue la luz del sol lo que me despertó en esa ocasión, sino sus sutiles palabras. Empecé a descifrar lo que decía al cabo de un rato, con ese dulce ronroneo abanicando mis oídos.

—Noona, despierta —me suplicó, dulcificando el tono—. Hyung me matará si llego tarde ... ¿Noona? Por favor ... —el picor de sus labios se esparció por todo mi rostro—. Me duele despertarte, pero tengo que ir a la librería. Noona, noona ... —moví la cabeza, recobrando lentamente la conciencia—. Jagi ... No me lo pongas más difícil —sus besos escalaron hasta mis párpados, obligándome a entreabrir los ojos. La pena en sus pupilas negras fue lo primero que vislumbré—. Sabes que me quedaría todo el día contigo si pudiera, Yeong-ah ...

Entallé mis orbes, intentando que se me acostumbrara la vista.

—Ah ... Me dormí de verdad —me masajeé el cuello, aturdida—. Lo siento ...

Él soltó un escueto suspiro y desplazó su brazo por mi cintura, acercándome más a su pecho.

—Eres tan hermosa que me pasaría toda la vida mirándote —aseguró, dejando su boca muy cerca de mis comisuras.

Habría jurado que bromeaba. Conocía muy bien mi cara de recién levantada y era de todo menos bonita. Se me pegaban los ojos y mis mejillas lucían hinchadas de haber estado presionadas contra la almohada. También solía tener alguna que otra marca de las sábanas por moverme demasiado en sueños. Por lo tanto, estuve a punto de echarme a reír al oírle decir aquella mentira piadosa.

Por suerte, me retracté a tiempo y sustituí las risas por un solitario y sonoro beso en sus labios.

Aunque me costase creerlo, sabía que no intentaba piropearme. De algún modo que no alcanzaba a comprender, mi desastroso aspecto le parecía digno de admiración y me sentía afortunada.

—Eso es mucho tiempo ... —apunté, abrazándome a él.

Se aferró a mí y, para encontrar una postura más cómoda, puso su pierna entre las mías. La presión que ejerció consiguió tumbarme y Jungkook acabó con medio cuerpo sobre mi vientre.

—No sería suficiente. Créeme ... —su beso me hundió aún más en la cama—. Son más de las ocho —y continuó besándome—. Tengo que irme ... No puedo retrasarme, Yeong —sus cejas se curvaron al percatarse de que lo que decía no concordaba con sus movimientos.

—Tú eres el que está encima de mí, Jungkook ... —mi somnolienta sonrisa rompió la unión de nuestras bocas—. Hablaré con tu jefe y le convenceré de que te deje entrar más tarde, ¿vale?

¿Quién podía prometerme que tendríamos otra oportunidad de compartir horas juntos? ¿Me despertaría a su lado a la mañana siguiente? Había mil preguntas que no obtendrían respuesta hasta que Jae me llamara y toda esa fantástica aventura acabase. Pero yo no quería que terminara, así que deslicé ambos brazos por su cuello desnudo para que no se alejara.

Él despejó mi frente, apartando unos mechones rebeldes. Clavó el codo en el almohadón, justo arriba de mi cabeza, y me miró con detenimiento, como si tuviera delante una obra de arte de valor incalculable.

—¿Y hacer que su tiranía crezca? —dijo, sarcástico—. Es un suicidio ... —concluyó.

Jugué con el pelo que caía por su nuca y me tomé el atrevimiento de mover la mano que sostenía mi cadera, desplazándola al borde de la camiseta que me prestó esa noche. Después, levantó la tela y sus dedos viajaron por mi vientre sin que yo se lo pidiera.

—Entonces, ¿vas a dejarme aquí sola? —le pregunté, tentándole seriamente.

Al rozar mi seno izquierdo, entendió que salir de allí sería mucho más complicado de lo que había pensado en un principio.

—Joder, debí darte algo más de ropa ... —maldijo, abandonándose al placer de degustar mis labios.

Aquellos abismales besos que declaraban un sentimiento recíproco, me despertaron a pasos agigantados. Antes de querer darme cuenta, estaba devolviéndole la misma intensidad, aprisionando su labio inferior entre mis incisivos superiores, provocándole.

Pero no sabía si tenía las fuerzas necesarias para proseguir, por lo que aproveché un breve descanso que tomamos en busca de aire y rescaté un detalle que había revoloteado a mi alrededor desde que escuché su suplicante voz.

—¿Cómo ...? ¿Cómo me has llamado antes? —abrí los ojos y exhalé, emocionada.

Jungkook sonrió. Una sonrisa pasajera que se extravió al succionar mis mullidos belfos.

—¿Lo has oído? —su inocente nerviosismo me dejó conmocionada—. Es que me apetecía ... Cambiar un poco —explicó, torpe—. ¿No te gusta?

—Creo que necesito escucharlo más antes de decidirlo —le comenté mientras acariciaba su cabello.

En un primer momento, creí que mi mente me había traicionado, que lo había inventado, que estaba delirando o que era producto del potente somnífero que suponía su compañía para mí, pero su adorable reacción no dejaba lugar a dudas. Confirmar que no fue mi imaginación me hizo terriblemente feliz.

Echó un vistazo a su derecha, tímido.

—De acuerdo —me lo concedió y carraspeó, aclarándose la garganta como si fuese a dar un importante discurso—. Jagiya, ¿has descansado bien? —sobrecogida, lo atraje, dispuesta a besarlo durante diez largos segundos. Riendo, creó cierta distancia y me contempló, ligeramente ruborizado—. Creo que sí te gusta ... —abrazados, escuchamos su tono de llamada—. Me están llamando, jagi ... —logró decir, escapando de mis besos con esfuerzo. Quería que se centrara en mí, pero aquella llamada despertó tanto su interés que sacó la mano de mi pecho y atrapó su teléfono, leyendo el nombre que aparecía en la pantalla—. Es Namjoon-hyung ... —volví a besarle con más agresividad tras saber esa información, haciéndole sonreír ante mi clara molestia—. Tengo que descolgar o vendrá corriendo hasta aquí —murmuró, muy acertado.

Junto a un resoplido, me relamí y controlé aquellos impulsos de succionar sus abultados labios, tirando por la borda esa tensión.

—Siempre tan oportuno —mascullé, a lo que Jungkook se carcajeó—. Vamos, cógelo —le apremié.

Me robó un solo beso, destrozando ese tierno puchero que hice por estar enfurruñada con mi hermano mayor.

—No te enfades, noona —ladeó el rostro, suplicando—. Solo será un minuto.

—Vale, vale —alejé las manos de él mientras la molestia disminuía.

Aprovechó que estaba cediendo para deslizar el dedo y coger la llamada de Nam.

—¿Hyung? Buenos días —lo saludó y puso el altavoz.

De aquella forma, pudo abrazarse a mí como si fuera un verdadero oso de peluche. Enterró la cara entre mi cuello y mi hombro, besándome la piel. Conteniendo una sonrisa, me dediqué a acariciar su pelo. Las líneas de su abdomen se pegaron a mi barriga, haciéndome conocedora de sus profundas inhalaciones.

Buenos días, Jungkook —le devolvió la cortesía—. ¿Todo bien por allí?

—Ah, sí. Genial, en realidad —concretó, apretándose más contra mí—. ¿Ocurre algo? Estaba a punto de salir.

Bueno ... —dudó por un momento—. He decidido no abrir la librería hoy —soltó, sorprendiéndonos al instante—. Está cayendo el diluvio universal y dudo mucho que haya movimiento. Incluso han pedido que nos quedemos en casa en la medida de lo posible, así que no tienes que venir —le comunicó, tan amable que habría dudado de él si no supiera que, muy en el fondo, era considerado con las personas que tenía a su alrededor.

No me forcé a contener la alegría y sonreí, aunque Jungkook no lo viera.

—¿De verdad? —dijo él, sin esconder su asombro—. No me supone ningún problema ir, hyung —se interesó Jungkook—. Parece que la lluvia no es tan fuerte ahora y ...

Dicen que el tiempo mejorará esta tarde, pero aún es peligroso salir —trasladó las advertencias que debía haber oído ya en televisión—. Quédate en casa, ¿vale?

Jungkook se alejó un poco de mi cuerpo, dirigiéndose hacia el teléfono directamente.

—Está bien. Gracias, hyung —disfrutó de las caricias que repartía por su cabello, satisfecho de poder quedarse conmigo—. ¿Quieres algo más?

El silencio de Namjoon me dio una pequeña pista y supuse que estaba pensando en mí.

No, nada importante —respondió, irónico—. Solo estoy esperando a que tú también me des las gracias, hermana —dijo, sin pelos en la lengua.

Suspiré porque sabía que diría algo así. El comentario le arrancó unas pocas carcajadas a Jungkook, que trató de contenerlas para no hundir el dedo en la herida.

—Muchas gracias, oppa —declaré a regañadientes—. ¿Ya estás contento?

Pero me sentía mejor de lo que quise aparentar. Nam había confiado en que sería capaz de pasar la noche allí, al igual que Jungkook. Que me creyesen con las fuerzas necesarias para enfrentarme a eso me hacía ver, de nuevo, lo afortunada que era al tenerlos en mi maldita vida. Ellos la convertían en algo por lo que merecía la pena luchar.

¿Y ese mal humor? —bromeó, claramente alegre—. ¿Acaso estabas durmiendo? —intentó meterse con mi dura actitud.

—Algo así —le respondí.

Pues perdona que haya llamado y que me preocupe por tu chico. No pensaba que fuera un crimen —se disculpó, excéntrico.

Suavicé mi voz, consciente de que sus intenciones no eran malas en absoluto.

—Nam —me pronuncié.

Te escucho.

—En serio, gracias —tomé un mechón tan cercano a su oreja que mis yemas rozaron su cartílago—. Muchas gracias.

—Sí, hyung —me apoyó él—. Es agradable que te preocupes por mí.

Ni mi hermano ni yo éramos muy abiertos con los demás. Siempre fuimos bastante introvertidos y, precisamente por eso, entendía su forma de ser. Lo mismo que me ocurrió a mí le estaba sucediendo a él, pues comenzaba a sentir un apego cada vez mayor por Jungkook. Un apego que solo sientes por alguien a quien aprecias y estimas de verdad.

Además, Nam podía negármelo cuanto quisiera, pero veía lo mucho que se divertía al tener a un hermano pequeño detrás, esperando por aprender cosas nuevas y ansioso de obtener su aprobación en todas las tareas que le encargara.

Claro, claro. En fin, tómate el día libre y alegra un poco a la simpática de Yeong —se escudó tras su faceta más responsable, esquivando aquellas sensiblerías—. Llamaré si hay alguna novedad y, si tenéis algún problema, avisadme.

—Descuida, yo me ocupo de eso —dijo Jungkook antes de besar mi dermis.

Me estrujó en su abrazo y esa sonrisa que cruzaba mis labios terminó por agrandarse.

—No salgas, por favor —le pedí a Nam.

No lo haré, tranquila —me calmó—. Hablamos después, parejita.

—Te quiero, oppa —le confesé.

Una declaración de tal grado no era habitual si hablábamos de mí, de su tímida y vergonzosa hermana, sin embargo, las palabras salieron de mi garganta como si tuvieran vida propia.

—Yo también, hyung —intervino Jungkook, feliz de poder formar parte de esas conversaciones.

Qué empalagosos sois cuando queréis, joder —me reí, contagiando al chico que descansaba en mi pecho y provocando al que todavía escuchaba al otro lado de la línea—. Voy a colgar —dio su sentencia.

Miré el móvil de Jungkook, comprobando que la llamada seguía en curso.

—Adiós, Namjoon-ah —me limité a decir.

—Pasa un buen día, hyung —le deseó.

Nos vemos mañana —y colgó.

El sonido intermitente de su teléfono nos acompañó hasta que Jungkook agarró el dispositivo y lo apagó.

Justo después, se acercó más a mí, y tiró de las sábanas para cubrirnos a ambos. Nos envolvió en ellas, acurrucándose contra mi pecho mientras afianzaba su agarre en torno a mi cintura.

El repiqueteo de las gotas en sus cristales me ofreció un sosiego al que no tenía acceso desde hacía años. Esa tranquilidad de tenerlo a mi lado en un día lluvioso, de saber que estaba a salvo, bastaba para henchir mi pobre corazón.

—¿Cuántas horas has dormido? —cuestioné tras haberlo pensado.

—No lo sé ... —su cálida respiración chocaba contra mi cuello—. No tenía sueño, pero eres muy cómoda, noona ...

Acomodó la cabeza sobre mi hombro, próximo al escote de la camiseta que me había prestado. Su resuello me cosquilleaba el cuello y, al mismo tiempo, ayudaba a que mi pulso se regulara.

—Duérmete —me entretuve acariciando su cabello negro.

Sentí cómo inspiraba hondo y liberaba aquella bocanada, dejando ir una carga pesada.

Él debía de tener muchas ganas de continuar en la cama y descansar tanto como su organismo se lo exigiera. Al fin y al cabo, nos fuimos a dormir algo tarde y la escandalosa tormenta interrumpió su descanso súbitamente.

—¿No soy pesado? —preguntó, temeroso.

Esbocé una breve sonrisa.

—No. No lo eres —mi mano descendió por sus omoplatos, llenando su espalda desnuda de tiernas atenciones.

—¿Y no tienes hambre? —insistió, asegurándose de que no había ningún inconveniente—. Quería prepararte el desayuno ...

Siempre mira primero por los demás, por las necesidades del resto, antes que por las suyas.

—No tengo hambre —aunque si la hubiese tenido, le habría mentido con tal de que durmiera—. No te preocupes por eso ahora y descansa un rato.

—Pero ... Te haré el desayuno después ... —repitió.

Era más que probable que en sus planes estuviera levantarse temprano para poder cocinar algo y se lo agradecía, pero la comida podía esperar si estaba en juego su descanso. Yo ya había dormido suficiente, más de lo que esperaba, así que esperé a que sus ojos azabaches fueran cubiertos por sus párpados.

No había nada que pudiera desear más que cuidar de su sueño si estaba en mi mano.

—Como tú quieras, Jungkookie ... —bajé la voz.

—Tienes que despertarme pronto, Yeong-ah ... —balbuceó, olvidándose del insomnio.

No pretendía mentirle, solo que ... ¿Cómo decirle que no si me hablaba de ese modo, a punto de caer rendido?

—Sí, tranquilo.

Dos horas más tarde, se lamentó por haber dormido durante tanto tiempo y me pidió explicaciones. No obstante, aquel insignificante enfado desapareció en cuanto mis pupilas encontraron las suyas. Con un puchero y los ojos entrecerrados por el denso sueño del que todavía no se había librado, se agarró a mi torso y se disculpó. No era necesario que lo hiciera, pero su conciencia no quedaría en paz si no pedía perdón.

Jungkook no quería que nuestra relación estuviera envuelta en peleas o discusiones, así que prolongó aquel abrazo indefinidamente. Aun así, aunque apreciara ese gesto, no me disgustaba que él se molestara conmigo por cosas normales. Que lo hiciera lograba que me sintiera más imbuida en aquel halo de cotidianeidad. Me invitaba a creer que era más real, por lo que no acepté sus adorables disculpas y le expliqué ese pensamiento. Solo recibí una oleada de besos con los que intentó asfixiarme, dichoso de concederme aquel placer.

Terminamos saliendo de la cama porque mis tripas rugieron y Jungkook concentró todos sus sentidos en hacerme el desayuno, tal y como juró antes de su pequeña siesta.

Sentada sobre una de las banquetas de la cocina, observé cómo iba de un lado a otro, recogiendo platos y distintos utensilios. Me dio la espalda casi todo el tiempo que estuvo manejando el fuego, pero no tardó mucho y pronto colocó los huevos revueltos y demás acompañamientos en la mesa.

Movió la silla de mi derecha, pero recordó el zumo que guardaba en el frigorífico y retrocedió. Yo miré la comida, pensando en una cosa de la que no me había dado cuenta hasta entonces.

—Nadie había hecho el desayuno en mi lugar nunca —le confesé, claramente emocionada.

Olía de maravilla y, que lo hubiera preparado con el único propósito de que no me ocupara de una tarea a la que estaba acostumbrada y condenada desde que vivía con JaeHo, me afectaba más de lo que podría admitir.

Regresó a la mesa, rozando mi brazo en el camino.

—No lo he hecho por ti —besó mi frente, corrigiendo esa apreciación mía—. Lo he hecho para ti, noona —tomó asiento y llenó ambos vasos—. Que te aproveche.

Enmudecida de felicidad, agarré los cubiertos y analicé el plato.

—Igualmente.

El día pasó más rápido de lo que queríamos, pero fue productivo. A pesar de no poder salir, refugiados del mal tiempo, charlamos y charlamos durante horas. Quien más habló fui yo, para variar. Tenía muchas cosas que contarle sobre mí, sobre mi vida y sobre determinados sucesos que todavía me perseguían en sueños.

Le expliqué acerca de mi familia, de mis padres, de todos esos momentos en los que no supe cómo hacer que nuestra casa se mantuviera en pie tras los numerosos desplantes de mi padre. Cuando Namjoon llegó junto a su madre, el desahogo que la presencia de ambos me trajo, lo que le ocurrió a esa pobre mujer y la razón de mis mentiras ... Todo. Pero me detuve especialmente en lo que sentí, en cómo lo afronté para que entendiera mejor mi forma de ser, mi rechazo hacia las personas que prometían y no cumplían nunca.

Ese día, me abrí en canal para él.

Saqué todos mis miedos, mis traumas, y se los ofrecí en una bandeja de plata. Jungkook era el primero en conocer mis debilidades reales, en saber quién era Kim Yeong y en comprobar lo rota que estaba. Si se ejercía un poco de presión en algunas de esas malditas heridas, podrían sangrar al segundo. La mayoría no había sanado.

Sin embargo, él aceptó todo, desde lo más superficial hasta lo que menos controlaba de mi propia personalidad.

Uno de los puntos que más me costó sacar fue la figura paterna que tuve desde niña. Cuánto dolor me provocó y cuánto seguía lastimándome su recuerdo. Porque, podía parecer que no me importaba, que el tiempo había alejado esa mala época, pero no era así. La posibilidad de que siguiera por ahí, viviendo una vida nueva, arruinando a otra pobre mujer después de haber escapado de la que fue su familia, me angustiaba tanto que no podía soportarlo.

Me costó horrores aguantar el llanto. Por suerte, lo conseguí. Jungkook me repitió que no tenía ninguna razón sólida para detener esas lágrimas y que tampoco necesitaba fingir estar bien si no lo estaba. Solo ... Solo quería que ese tiempo juntos no se viera teñido de una tristeza que aborrecía y que él no merecía sentir. Solo eso.

A última hora de la tarde y después de llamar a un Kim Taehyung que no respondía al teléfono, decidimos aprovechar un repentino claro en el cielo y acercarnos a su casa.

Me preocupaba esa actitud esquiva que había demostrado recientemente. A lo mejor la situación lo estaba superando y necesitaba hablar o distraerse. Por lo poco que sabía, su madre no estaba pasando por la mejor época. Además, yo no tenía ropa de cambio y no sabía cuánto me quedaría con Jungkook, así que él me propuso ir hasta allí para recoger algunas prendas que guardaba en su armario desde que Tae se enteró de mi estilo de vida. Podríamos haber ido a casa de mi hermano, pero tardaríamos más en llegar y no quisimos arriesgarnos a que la tormenta rompiera antes de volver.

La calle de Tae estaba a unos diez minutos caminando. No hizo falta coger su coche. Tomados de la mano, recorrimos esa parte de la ciudad, provistos también de un buen paraguas y unos chubasqueros que nos protegerían de la intemperie.

Las vistas y la humedad bastaron para que aceleraramos el paso, temiendo que la lluvia nos atrapara de nuevo.

Jungkook llevaba siempre una copia de las llaves de la casa de su mejor amigo porque así lo habían acordado. Durante unas semanas, ellos vivieron juntos, mientras el más pequeño encontraba piso, y llegaron a la conclusión de que no estaría nada mal que se quedase con una llave por si algo sucedía.

De todas formas, llamamos a través del telefonillo del portón de su edificio. No obtuvimos respuesta y entramos. No quise asustar a Jungkook, pero esa extraña desaparición de Tae me tenía consternada.

Él nunca había actuado así. Si bien podía tratarse de una serie de coincidencias, como que su móvil se hubiera estropeado, no estaría tranquila hasta verle de una pieza y hablar sobre lo que le preocupaba, porque había algún problema, de eso no me cabía duda.

Un minuto después, salimos del ascensor y Jungkook me aseguró que todo estaría bien. Se acercó a la puerta e introdujo la pieza de metal en la ranura. Al abrir, las luces encendidas del salón nos dieron la bienvenida y, seguidamente, Tae surgió de uno de los sofás, tocándose el cuello de la camisa grisácea mientras dirigía la mirada hacia nosotros, pálido y nervioso.

—¿Tae? —me quité los zapatos en un momento y fui hacia él, manteniendo a raya aquel miedo—. ¿Qué pasa? Te he estado llamando, pero no me ...

Y, acercándome a su posición, me fijé en que no era la única persona allí.








⛈⛈⛈

JUMMMMM 🤔🤔🤔

¿Quién será la persona que está con Tae?
Lo descubriremos en el próximo capítulo 😏

Sé que soy mala por dejarlo así, pero era necesario. No me maten 🤓

Por lo demás, capítulo bastante tranquilito (^^)

El cap 31 saldrá el domingo 14 de agosto a las 23:20 p.m. (hora española, como siempre 7u7). Y, a la misma vez, publicaré la siguiente novela de la saga (≧∀≦)
Estén pendientes 💀

Espero que hayáis disfrutado de la lectura ♡♡♡

Os quiere, GotMe 💜

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