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29 [love scene]

📻 Bambi — Baekhyun

Yeong

Volví a pedirle perdón mientras avanzaba por las escaleras, cargándome. Ese arrepentimiento disminuía con cada roce de sus labios, pero necesitaba expresárselo para quedarme tranquila.

Al llegar al segundo piso, me fijé en que su puerta estaba entreabierta. Debió salir a tal velocidad que ni siquiera pensó en cerrarla correctamente. Colocó su pie en ella, empujándola.

—¿Pretendes excitarme con tanta disculpa, noona? —se burló entre mis numerosos besos—. No funciona de esa manera —señaló, cerrando tras de sí.

Habilidoso, se sacó las zapatillas y me ayudó con las mías. Todo ello manteniendo un brazo bajo mi culo para evitar que me cayera. Por lo tanto, facilitándole la ardua tarea, me enredé aún más a su cintura. Adrede, presioné mis muslos contra sus costados y adecué la posición de mis manos en su nuca.

El lugar continuaba a oscuras, a excepción del televisor, que cambiaba de escena cada pocos segundos, vertiendo diferentes tonalidades por toda la sala.

Respiré sobre su boca, mucho más encendida de lo que podía hacerle saber.

—Llévame a la cama, Jungkookie —murmuré. Capturé su labio inferior entre los míos y, al finalizar con aquella caricia, lo miré directamente a los ojos—. ¿Mejor así?

—Joder, sí —me devoró la boca, ansioso por continuar, pero se apartó de repente, sobresaltándome—. Aunque hay algo ...

Echó a caminar. Mis pupilas, puestas en él, me dieron la oportunidad de imaginar a qué se refería Jungkook.

Ladeé la cabeza, apartando mi cabello húmedo y tomando impulso para besar su mandíbula.

—¿Qué es?

Entramos en su habitación, sin embargo, frenó los pasos y me proporcionó una excelente vista de su semblante. ¿Vergüenza? ¿Pudor? No podía darle un nombre exacto al reflejo que distinguía en su rostro.

—Nunca lo he hecho —musitó, tímido.

Más calmada, esbocé una sonrisa tenue y lo besé por enésima vez.

—Ya lo sé —asentí, consciente de aquel dato.

Sorprendido, dejó de responder a mis besos.

—¿Lo sabes? —me interpeló, permitiendo que la confusión le ganara la partida.

Me conmovió saberle tan aturdido.

¿Acaso era un secreto que guardaba bajo llave? Desde que me subí encima de él aquella noche, cuando nos conocimos, e hice un largo sendero de besos por su cuello, supe que no tenía experienci alguna con el sexo ni con las mujeres. Su modestia estaba presente en cada roce por mucho que quisiera ocultarlo. Aunque debía admitir que Jungkook había adquirido mucha confianza en sí mismo a partir de ese momento, todavía quedaban retazos de esa torpeza.

Él sabía muy bien cómo tomar las riendas, cómo ponerme a sus pies con un simple gesto, pero ser virgen podía pesar demasiado.

Yo también lo fui una vez y se sintió horrible porque, en mi tonta ignorancia, desconocía partes del acto que podrían haberme sido útiles durante esa primera toma de contacto con un mundo que, a pesar de los años, seguía sin explorar debidamente.

Que supiera acerca del sexo, de cómo complacer a los hombres, no me hacía especial.

Rocé su mejilla y me deleité con ese brillo que desprendían sus ojos, agitados.

Si no me lo contó antes, tuvo que ser por no cargarme con algo más, pero, claramente, no esperaba que mi deducción llegase a tal punto y descubriera aquello.

—¿Creías que no me daría cuenta? —le pregunté, curiosa—. Puede que falle en miles de cosas, pero no en identificar esa clase de conducta. Aunque no haya conocido a ninguno como tú, fue fácil entender que nunca habías estado con una mujer en esos términos —palmeé su pecho descubierto, pasándolo en grande—. Tu torpeza te delataba, Jungkook.

Discerní una chispa de ofensa en su mirada. Solo un destello que me persiguió hasta que mi espalda golpeó su colchón.

Al segundo, ensanché mi sonrisa. Tomarse aquello como algo personal era propio de él, de su indomable espíritu de competición. Lo supe cuando encendió la luz de la mesilla y se posicionó frente a mi cuerpo, poniendo ese gesto de tensión que afinaba su quijada.

Una temblorosa corriente de aire salió de mis labios entreabiertos y la maldita picazón en mi sexo me forzó a cerrar las piernas, presionando ambos muslos con la tonta idea de apaciguar aquella sensación.

—Eso no significa que desconozca la teoría —sentenció, aceptando aquel reto que se había autoimpuesto.

Puso sus piernas a mi derecha y a mi izquierda, haciéndome rebotar levemente en la cama. Al tener las mías juntas, le fue muy sencillo ascender por mi cuerpo y detenerse sobre mi vientre.

—Muy bien —me relamí, emocionada—. Ponla en práctica conmigo —le indiqué.

—¿Debería?

Se agachó, con el ceño fruncido y la intención de robarme el aliento. Su saliva se entremezcló con la mía, llenando el ambiente de suaves chasquidos que acompañaban los truenos y la sacudida de sus persianas. Estas tiritaban por las intensas ráfagas de viento, pero el incesante sonido fue desapareciendo conforme Jungkook me besaba. El serpenteo de su lengua me cancelaba los sentidos, impidiendo incluso que pudiera responder a esos movimientos febriles.

Mis dedos se ocupaban de revolver el cabello que caía por su nuca, tan entretenidos que no me percaté de que había empezado a tirar de sus mechones, estimulada frente al magnífico trabajo que hacía con la boca.

Se distrajo con una de mis hebras empapadas y la alejó para tener una visión completa de mi rubor.

—¿Tienes frío?

Exhalé un suspiro afanoso, con la piel ardiendo.

—No —negué, empequeñecida.

Satisfecho, comenzó a repartir un largo camino de besos por mi cuello. Sabía que notaba mi pulso acelerado y que, de alguna forma, aquello multiplicaba sus ganas de tocarme.

—Nada de marcas —le recordé.

—Lo sé ... —sisbeó, bañando mi piel con su saliva.

Sin separar su sedienta boca de mi yugular, levantó lentamente mi blusa. Sus dedos se detuvieron al entrar en contacto con mi barriga, pero no fue por mucho tiempo, pues yo misma levanté los brazos para que la prenda subiera y su labor de desnudarme prosiguiera sin ningún tropiezo.

Mi torso quedó al descubierto, tapado únicamente por el primer sujetador blanco que encontré esa mañana al elegir la ropa que me pondría de cara a la visita con el ginecólogo.

Tiró mi camisa a un lado de la cama y se agazapó de nuevo, centrándose en mis labios. No quería incomodarme, así que dejó los dígitos bajo el aro del brasier y aguardó a que mis orbes le dieran el permiso para avanzar. Sin embargo, mis intenciones eran otras y él se percató de ello enseguida.

—Jungkook —lo llamé. Me contempló, ansioso—. Quiero que me toques —le pedí, avergonzada.

Se acercó, besándome dulcemente.

—Dime dónde, noona.

—Abajo —le indiqué, luchando contra ese hormigueo en mi zona íntima.

Asintió y se marchó gateando hasta alcanzar algunos de los almohadones que adornaban la cama. Los apartó y tomó asiento mientras se retiraba la camisa por la cabeza. Cuando se libró de ella, la lanzó a los pies de la cama, allí donde no pudiera molestarnos.

Me sentía torpe, abochornada y cohibida frente a su imponente figura. Más que él, desde luego. A pesar de su desconocimiento, mantenía la calma mucho mejor que yo.

Apoyando la espalda contra la cabecera, me tendió la mano, sereno y dispuesto a concederme aquella petición antes de que perdiera la conciencia. Fui con él, pudorosa, aunque, en lugar de agarrar sus dedos, me pegué a su pecho. Ese abrazo me fue devuelto, por supuesto.

Me sostuvo la cabeza y acarició mi espalda semidesnuda, repartiendo suaves besos por mi frente. A los segundos, me ayudó a colocar el trasero sobre su muslo izquierdo, sentándome de lado. Así pudo separarme las piernas y yo me preparé, escondiendo el rostro bajo su cuello.

Recogió la larga falda y, sin dar más rodeos, hizo que su índice y dedo medio rozaran la fibra de mis bragas. Mi estremecimiento le gustó tanto que, al tiempo que palpaba mi columna, empezó a moverlos en distintas direcciones.

Mi hálito terminaba en sus clavículas y, por otro lado, mis manos se paseaban por sus pectorales afanosamente.

Insistió un poco más y, de repente, pasó por encima de un punto débil del que no tenía conocimiento porque nadie, nunca, se había tomado la molestia de masturbarme ni de averiguar cómo hacerme disfrutar. Ni siquiera yo misma.

—Espera ... —sin querer, arañé su costado.

Jungkook imaginó que se trataba de mi clítoris, pero no dijo ni una palabra, ya que mis irregulares suspiros merecían más su atención. Al contrario de lo que mi voz exponía, ladeó la tela y el calor que desprendían sus dedos se fusionó con los jugos que mi sexo estaba expulsando.

Se apegó más a mí mientras hundía las yemas en mi mojada hendidura. Al presionar, mis labios menores fueron succionándolos, deseosos de que algo entrase en mi interior y llenara ese vacío que nada, en años, había conseguido contentar.

—¿Es normal que estés tan húmeda? —le picó la curiosidad.

Los sacó y los metió repetidas veces, midiendo cuánto podían estrangularlos mis pliegues.

—No, no lo es —aclaré, bajando más la barbilla.

Las cantidades de lubricante que solía utilizar durante los encuentros con algún cliente variaban dependiendo de mi estado, pero debía servirme de ese gel para no obtener un desgarro o algo incluso peor. Y, estando allí, en el regazo de Jungkook, había lubricado de forma natural a un ritmo aterrador. Sabía que estallaría antes de llegar al plato principal, pero no pensé que unos simples besos me mojarían tanto.

—¿Prefieres que los siga metiendo? —empujó la muñeca, introduciendo más de la mitad de ambos dedos. Mantuve la compostura a duras penas—. ¿O que presione en el ...? —al hacer lo que estaba sugiriendo con su pulgar, ejerciendo una mínima fuerza sobre mi clítoris, la sensibilidad de este me arrancó un solitario gemido. Esa era toda la respuesta que necesitaba para continuar—. Creo que tenemos ganador ... —susurró, feliz de haber encontrado una de mis debilidades.

Aprovechó mi silencio forzado para bajar uno de los tirantes de mi sujetador y tirar de la copa, intentando adueñarse también de esa parte de mi cuerpo.

—No juegues conmigo, Jungkook ... —mi queja quedó suspendida en el ambiente caldeado de su habitación.

—¿Quién está jugando con quién, noona? —bajó el tejido del sujetador sin olvidar el trabajito que estaba llevando a cabo en mi entrepierna—. Tú te agarras a mí y sigues cerrándote ... —me acusó, regodeándose. En el momento en que su otra mano se apoderó de mi seno, otra sacudida endurecerió las paredes de mi feminidad aún más—. Justo así —apuntó y pellizcó mi pezón sin previo aviso.

Intensifiqué mi sujección alrededor de su tronco, apretando los dientes por lo peligroso que se estaba volviendo aquel ruego que salió de mí a raíz de un maldito arrebato. Un arrebato que me arrancaría el primer orgasmo real en mis veintiún años de vida.

Meció mi pecho izquierdo entre sus largos dedos, masajeándolo y aprovechando que mis sentidos se bloqueaban cada vez más para penetrarme a su completo gusto.

De pronto, retorció mi hinchado clítoris. La reacción inicial fue encogerme contra él, extasiada. ¿Dónde había aprendido a mover los jodidos dedos de ese modo?

Su lengua recorrió mi lóbulo, anunciando que la excitación también le corroía por dentro.

—¿Qué estás ...? —pero gemí, sobrepasada.

Jungkook respiró en mi oído y frotó su pulgar en el lugar exacto.

—¿Vas a correrte? —adivinó en un tono que me desconcertó y que me desestabilizó a una velocidad alarmante.

—Sí, sí —firmé la renuncia, a punto de perder el control sobre mi propio organismo.

Divirtiéndose a mi costa, clavó los dedos en mi contraída vagina. Me estaba arrojando a ese mar de placer infinito gracias a la potencia de su mano y a las tenues dobleces de los nudillos, que gritaban por algo de espacio en aquel conducto estrecho.

—¿Sí? —me incitó a gimotear en su hombro, sumergida en constantes espasmos internos—. Pues hazlo —su provocación surtió efecto—. ¿O quieres más, noona?

Atrapé su muñeca, sacándola de mi interior antes de reventar.

Grité. Fui muy consciente de aquel grito que me desgarró la garganta, pero no supe la intensidad del mismo hasta que Jungkook soltó unas pocas risas, acariciando mis muslos. Percibió el temblor de estos, pero no lo señaló, sino que esperó pacientemente a que abandonara mi escondite bajo su quijada, a que mis sonoros jadeos disminuyeran.

Sentía pequeñas contracciones en mi cuello uterino y la sensación de que mi vejiga iba a desbordarse tampoco me abandonó.

Después de un largo minuto entre gemidos y múltiples besos que Jungkook repartió por todo mi cabello, pude respirar de nuevo con cierta normalidad. Estaba sudando; notaba el sudor en mi cuello, en las manos y la cara, recordándome el esfuerzo que había hecho para no cerrar las piernas y contener aquel orgasmo.

Regazada, me retiré de su abrazo y tuve el privilegio de observar cómo alzaba ese par de dedos, empapados con mis fluidos. Los miró, orgulloso de haber contribuido, y se los llevó a la boca, saciando su curiosidad. Mientras me terminaba de recuperar, contemplé la forma de sus labios abultados.

—Sabes muy bien ... —aseguró, sacándolos embadurnados con su saliva.

—¿De verdad? —dudé a propósito.

En un ágil movimiento, cogí su antebrazo. Jungkook me dirigió la mirada, relamiéndose, pero no fue capaz de impedir que los introdujera en mi cavidad bucal, saboreando esa extraña mezcla de sus jugos y los míos. Los rodeé con la lengua, exhausta, aunque demasiado combativa frente a su nublado semblante.

Boquiabierto, no despegó los ojos de mis comisuras, que fueron resbalando a lo largo de esos dedos con los que me había doblegado.

—Mierda ... —maldijo, más agitado incluso que cuando los tenía en mi sexo.

—Ahora te toca a ti, Jungkookie —y puse mi mano derecha sobre su despierto amigo.

Bajé un poco sus pantalones, sintiendo el bulto alzarse contra la palma de mi mano.

—Yeong-ah —su llamada me pareció adorable.

Acaricié la forma de su pecho, dándole un breve respiro. Tras depositar un escueto beso en su boca, le indiqué lo que hacer.

—Recuéstate —besé también su mejilla.

Obediente, se tumbó en la cama. Veía cómo su pecho subía y bajaba, combatiendo unos nervios que yo procuraba avivar con cada gesto. Levantó su trasero para que pudiera bajarle mejor la ropa. Sin más dilación, le retiré los bóxers y su miembro, erguido, me saludó cordialmente.

Tenía un buen tamaño. Incluso mayor a lo que me había atrevido a imaginar.

Él se tapó la cara durante unos segundos, concentrándose en dominar aquel sonrojo que descendía por su cuello y continuaba cayendo, exponiéndole ante mis ojos.

No era vergüenza lo que sentía. En realidad, lo que iba a pasar le proporcionaba un alivio y un descanso inmensos. No obstante, la sangre circulaba con mayor intensidad en situaciones como esa. Yo también la notaba correr por mis venas, atropellada y desubicada, como si no supiera cuál era el motivo de una aceleración tan exacerbada. De tal forma, la rojez en sus mofletes estaba justificada, al igual que la mía.

Tracé la línea central de su abdomen, consiguiendo que me mirara. Con sus dilatadas pupilas puestas en mí, rodeé la base. Jungkook tragó saliva al notar la calidez de mi mano y yo volví a enfocarme en el grosor que tenía. Mis labios crearon una diminuta abertura entre ellos para que el aire entrara y saliera con algo más de fluidez.

Aquella fue la primera vez que deseé masturbar a un hombre hasta que no le quedasen maldiciones que soltar.

De rodillas, contemplé el líquido preseminal que empezaba a manchar su estómago. Estaba tan levantada que penetrarme no debía ser ningún problema. Su inclinación era perfecta e, involuntariamente, quise saltarme aquel paso y sentarme sobre él.

Por suerte, la mano de Jungkook se las ingenió y desabrochó el cierre de mi brasier. Este cayó en mi regazo, exponiéndome por completo el pecho. Diversas heridas y marcas se extendían por aquella zona y él las miró con detenimiento, grabando en sus retinas el lugar de todas ellas.

Me dolía. Me dolía que aquella fuera su visión de mi cuerpo, pero formaba parte de mí, de quien era, y no me veía capacitada para avergonzarme de unas cicatrices tan superficiales cuando tenía otras muchas, que no era físicas ni visibles y que me lastimaban más. Mucho más.

Regresé en mis sentidos cuando su dedo índice recreó el contorno de mi seno izquierdo.

Empecé a bombear, lo que le arrancó un gutural sonido.

Ni siquiera le pregunté si quería que me agachara e hiciera aquello de otra forma.

Simplemente lo hice.

Guardando las distancias, me recogí el pelo a un lado y rocié mi aliento sobre su punta. Se estremeció y de verdad creí que podía hacerle sentir de maravilla, así que, confiando en mí misma, pegué mis comisuras a él.

Al cabo de un par de minutos, mi lengua recorría su longitud. Después de lubricarlo correctamente, me fijé en qué movimientos le hacían palpitar y así fue cómo, sosteniendo una zona con la mano y chupando otra, sus gemidos se volvieron más continuos y ansiosos.

—Joder ... —exclamó, medio ahogado—. Esto es mucho mejor que una paja.

Sonreí como una estúpida y me sujeté a las sábanas al recibir una improvisada cachetada en el trasero. Indignada, le lancé una mirada asesina.

Sabía que solo estaba haciendo uso de su humor y me encantaba que fuese tan natural mientras se la chupaba, pero perdería toda la concentración si no medía sus fantásticas expresiones. Aunque, pensándolo bien, cabía la posibilidad de que estuviese actuando así para demostrarme que ninguno de los dos estaba fingiendo, que podíamos ser nosotros mismos incluso estando en esa tesitura.

—No me hagas reír, ¿quieres? —le advertí, conmovida.

Por si mi amenaza no bastaba, lo estrujé a pesar de la sensibilidad a la que estaba expuesto y Jungkook arqueó la espalda, quejándose de mi brusco gesto. Comprendí que le gustó por la enorme sonrisa que me regaló.

Masajeó mi culo y decidió que sería buena idea levantarme la falda para palpar mi piel directamente. El muy gracioso quiso vengarse al acariciar mi entrada de nuevo. Con su falo en la boca, lo único que pude hacer fue gemir, aunque aquel sonido murió demasiado pronto.

A sabiendas de que estaba intentando provocarme, enrosqué mi lengua a su alrededor. Las venas palpitaban cada vez que la movía así y aquella ocasión no fue una excepción.

Al instante, Jungkook hundió la cabeza en la almohada, pero no se olvidó de la trayectoria de su tentadora mano y presionó sobre mis pliegues.

—No hagas eso, por favor ... —suplicó, agarrando mi muslo interior.

—¿Esto? —lo repetí, disfrutando del poder que me estaba otorgando.

Gruñó, próximo a su límite.

—Noona ... Noona, para ... —insistió, diminuto ante mis ojos.

Me incorporé, concediéndole la demanda.

—¿Y por qué debería? —levanté las cejas y me limpié los excesos de saliva que caían por mi barbilla.

Observé que tenía su otra mano cerca de la cabeza, clavando los dedos en uno de sus almohadones.

No había presenciado una imagen más erótica que esa. Y no lo pensé por estar enamorada de él. En realidad, latiera mi corazón por ese chico o no lo hiciera, Jungkook seguiría siendo el hombre más atractivo que había tenido el placer de conocer.

Fascinada por su sudada complexión, por su sumisión, tragué con fuerza. A mi favor, algo del cabello que había apartado se escurrió desde mi oreja, ocultándole parte de mi lujurioso semblante.

Él jadeó y frunció el ceño, haciéndome saber que unas pocas caricias más le harían explotar.

—Porque no quiero venirme aún ... —se humedeció los labios, extasiado—. Necesito estar dentro de ti primero —resumió y entornó los párpados, como si le pesaran una barbaridad.

Un remolino de deseos contradictorios se desató en mi pecho, lejos del alcance de cualquiera. Quería que tuviera el mejor orgasmo de su vida, quería que me tocara con esa seguridad de la que tanto alardeaba y, por encima de todo eso, quería sentirle en lo más profundo de mi ser.

Cansada de resistirme a sus encantos, me acerqué a él y, tocando su pecho, me nutrí del fuego que inundaba su boca entreabierta. Alterado, su resuello impregnó mi rostro.

—Eres muy injusto —le espeté.

Podía controlar su orgasmo tanto como me apeteciera, sin embargo, al final, haría lo que me pidiera.

—Lo soy ... —me devolvió el beso. Uno más intenso y sucio—. Pero no estoy bromeando ... —echó una risa al aire—. Podría correrme solo con mirarte.

Nerviosa por darle lo que quería, me acomodé en su abdomen. La tela de mi falda le rozó el miembro, lo vi en su cara, en la forma que tuvo de apretar la mandíbula y de morderse la lengua.

Entre lascivos choques de nuestros labios, me decidí a hablar.

—¿Tienes condones?

Incluso habiendo tenido una revisión esa misma mañana, no iba a arriesgarlo todo por no utilizar protección. Aunque quisiera sentirlo sin nada de por medio, Jungkook no merecía menos que mi preocupación en un tema tan peliagudo. Además, sabía que la conexión que estableceríamos sería superior a la existencia de aquella fina capa.

—En el cajón de la mesilla de noche —me comunicó, ligeramente atropellado.

Siguiendo sus indicaciones, estiré el brazo derecho y agarré el tirador. Jungkook se entretuvo acariciando mis costados y repartiéndome húmedos besos alrededor de las clavículas.

Separé una de las bolsitas y, lamentablemente, tuve que alejarme de él para poder abrir el envoltorio.

—¿No te molesta usar uno? —le pregunté, rompiendo el plástico.

El tenue recuerdo de algunos hombres que pasaron por mi cuarto en el hotel, negándose en rotundo a ponerse un insignificante preservativo después de haber recibido la orden directa de JaeHo, pataleó en mi memoria.

—Te tengo tantas ganas que usaría una jodida bolsa si fuera necesario, Yeong ... —aseguró, aliviándome.

No le culparía si prefería que su primera vez fuera una experiencia íntegra, pero no quería que su seguridad acabase en peligro por un capricho de ese calibre y, por su respuesta, imaginé que él también aceptaba dicha precaución.

Se apoyó sobre los codos y contempló cómo le ponía la gomita fácilmente. Mi saliva y sus fluidos contribuyeron a que la tarea concluyera sin más.

—Eso es poco higiénico, Jungkook-ssi —le sonreí y comprobé que el condón no se movería.

Espiré, complacida.

Sentada en sus rodillas, me di cuenta de que Jungkook no pretendía alargar la situación con bromas de las suyas.

—A quién le importa ... —más incorporado, se aferró a mi cintura y me colocó de tal forma que su erección quedase a escasos centímetros de mi empapada entrepierna—. Solo puedo pensar en quitarte esa maldita falda y ... —calló de repente.

Si dejó de hablar fue por mí, porque yo no quería que su agonía se prolongara y me metí ambas manos bajo la falda. Cuando le mostré mis bragas y las arrojé a los pies de la cama, contuvo la respiración. Aunque, para su alegría, mis movimientos no terminaron ahí: me ocupé de la cremallera y la bajé con cuidado de que el tejido no quedase atrapado. Solo hicieron falta unos suaves tirones y la falda resbaló por mis caderas, ofreciéndole una visión inmejorable de esa parte de mi cuerpo que sus pupilas no habían tenido el placer de escrutar todavía.

—¿Y? —le incité a continuar, provocativa.

El deseo y la perversión se fusionaban en sus orbes, enturbiando esa mirada limpia y cristalina a la que estaba acostumbrada hasta convertirla en un pozo de obscenidad sin igual. Pero no era un mal sentimiento porque me deseaba de verdad, y ser consciente de esa atracción no me hacía dudar de lo que quería que ocurriera entre nosotros.

—Y que seas mía de una puta vez —esgrimió, sincero.

Esa madrugada, en su piso, en su cama, no tendría que compartirme con nadie. No tendría que luchar contra el fantasma de un hombre que me maltrataba, que me ponía una soga al cuello a diario y que me impedía ser feliz con él.

Yo no era Kim Yeong, la esclava de un déspota, y él no era Jeon Jungkook, el hijo de una poderosa familia corrupta. Solo dos personas enamoradas que querían hacerse con un pacto del que se vieron privadas al conocerse, desde el preciso momento en que se miraron a los ojos, siendo dos completos desconocidos.

Mi labio tiritó y lo besé, hastiada de fingir que no sentía una pasión desmedida por Jungkook. Una pasión que iba más allá de lo carnal.

Me abracé a su cuello, percibiendo el imponente camino que trazaban sus manos por mi espalda durante aquel beso.

—¿Y a qué estás esperando, eh? —le imploré, sumergida en una esfera de desesperación.

Pero no era el momento de llorar ni de que el dolor generado a causa de aquella represión jodiera la atmósfera, por lo que acepté de buen grado sus esponjosos labios y me dejé guiar por esa hábil lengua que ya me había sacado más de un gemido.

No opuse ninguna resistencia cuando me cogió, echándome de espaldas al colchón y posicionándose sobre mí, mucho más ansioso que yo. Sin abandonar mi boca, me separó las piernas. Las flexioné, histérica, y Jungkook tanteó la zona hasta dar con la dilatada entrada.

A pesar del nerviosismo, pude ayudarle a alinearse. La cabeza de su miembro rozó mi hendidura y el anhelo de que se introdujera en mi interior se hizo más real y urgente.

Un repentino trueno me asustó y él comprendió que estaba demasiado susceptible. Por lo tanto, me miró, dándome unos segundos para respirar y prepararme.

—¿Quieres que lo haga poco a poco? —besó mis belfos, alertado.

Las gotas de sudor le caían por las sienes, atestiguando el ingente esfuerzo que estaba realizando por mí.

—No ... —se lo negué, angustiada—. Olvídate de ser un caballero y hazlo, vamos.

Y así lo hizo, embistiéndome con una dura estocada. Gracias a mi lubricación y a la extraordinaria predisposición de mi sexo, encontró su lugar entre mis paredes tan pronto como hubo entrado. Un desgarrador gemido salió de mi laringe, aunque no era sufrimiento lo que representaba, sino una libertad que había añorado cada maldito día de mi vida.

Jungkook gruñó, encajándose con suavidad después de irrumpir en mis carnes, enérgico.

Me abrí para él como tanto había codiciado en secreto y pensé ... Pensé que de esa forma debió haber sido siempre. Solo si yo quería. Solo si la otra persona sentía algo por mí. Solo si estaba segura de entregarme a él.

La molestia, la rotura interna que me provocó Jae en aquella ocasión, habiéndose aprovechado de mí y de mis buenas intenciones, no existía. No había rastro de esa traición, del despecho que me anegó al entender que se estaba burlando de mis sentimientos, porque Jungkook lo había cambiado todo. Me desmostró que su amor no era falso y soportó cualquier conducta injusta.

Incluso si me hubiera ido en mitad de la noche, él no me lo habría reprochado, pero, descubriéndome el rostro mientras él encontraba una posición cómoda, me di cuenta de que yo no me habría perdonado hacer algo tan cruel para ambos.

Cayó sobre mí y me besó tras poner sus manos a los lados de mi cabeza. Se recreó succionando parte de mi labio inferior hasta que saboreé el hierro.

—Te lo has mordido —chupó más, llevándose consigo el débil flujo de sangre—. ¿Duele?

—No duele —le respondí, sujetando su nuca para que no dejara de tomar el líquido que emanaba del corte—. Estaba demasiado concentrada —expliqué.

Nuestras voces sonaban muy suaves ya que intentábamos adaptarnos al otro.

—¿Concentrada en qué exactamente? —su interrogación vino acompañada de un pequeño movimiento de cadera que me desubicó de repente.

—En ... —pero no supe qué contestar.

Acabó de recoger los rastros de sangre y se agachó, lamiendo mi cuello al tiempo que me penetraba una y otra vez, más seguro de lo que me hacía y de cuánto me afectaba aquel vaivén. Además, se aferró a mis caderas, atrayéndome para que mi entrepierna y la suya se acoplaran a la perfección, sin distancia que entorpeciera el acto.

Mis reflejos actuaron al sentir esa conexión y percibir su anchura atrapada entre mis paredes. Ni siquiera me percaté de que mi mano obstaculizaba la salida de unos chillidos contenidos hasta que él la apartó, volviendo a mirarme desde las alturas.

—Quiero esa boquita bien abierta, noona ... —exigió, empujándome el brazo contra la almohada en la que apoyaba mi cabeza—. Nada de concentrarse ni contenerse. Necesito escucharte, ¿de acuerdo?

La elección de sus palabras fue superior a mí, en especial al ver su pretenciosa sonrisa. Traté de contener la mía, pero la siguiente estocada me curvó las comisuras y extrajo un nuevo gemido que satisfizo su demanda.

Su ritmo aumentó en un simple pestañeo y, antes de poder replicarle, su constante jadeo logró hipnotizarme. Besando mis hombros, se encargó de que las penetraciones fueran intercaladas, combinando la suavidad y agonía en distintos ataques que separaban mis labios quisiera yo o no.

A modo de queja, clavé ligeramente las uñas en su espalda baja.

—Sigo estando muy sensible ... —le hice saber.

Aquel orgasmo persistía en mi matriz y, si a eso le sumaba la insistente fuerza con la que se introducía en mi cavidad, apenas podía manejar el temblor de mi cuerpo.

—Pero eso es perfecto ... —replicó, mordiendo mi piel. Entonces cambió la aceleración y se hundió en mí con mayor entusiasmo. Yo gemí al instante, tal y como Jungkook quería—. Porque gritas y te cierras aún más, Yeong-ah —expuso, contento de haber descubierto una de mis reacciones más íntimas.

Una reacción que también desconocía yo, ignorando que pudiera ser tan receptiva al placer que me proporcionaba con cada carga.

—¿Y tus vecinos? —intenté continuar a pesar de la enorme sonrisa que me sacaba con todos esos húmedos besos—. Estoy segura de que se me escucha más que la tormenta —argumenté, aunque él reorganizó su estrategia y salió de mi vagina para luego entrar, haciéndome gritar su nombre entre risotadas—. ¡Jungkook!

El dulce sonido de sus risas me debilitó. Estas se perdieron en mi boca cuando decidió besarme.

—Que le den a mis vecinos —dio su veredicto final, lamiendo mis labios.

Tras un último beso, se incorporó y agarró más mis muslos. Cumpliendo con sus deseos, mantuve alejada la mano y no cerré la boca en ningún momento.

Él me observó, profundizando en sus embestidas. Se deleitaba viendo cómo me retorcía de placer y aquello era más que suficiente para que dejase salir hasta el grito más enterrado. Mis quejas inventadas y esa guasa que compartíamos me ayudaban a relajar los músculos, asistiéndole para que no le resultara difícil moverse dentro de mí.

—Te voy a matar ... —dije entre dientes.

Suspiré, sosteniéndome a la almohada y rozando con la punta de los dedos el cabezal de madera al que me aproximaba peligrosamente a raíz de las contundentes punzadas que enterraba Jungkook en mi centro.

—Ah ... Sí que lo vas a hacer —me dio la razón, devorándome con la mirada.

A partir de esa frase, el desenfreno de sus caderas se transformó en mi mayor enemigo, al igual que los insistentes y atareados choques de nuestras sedientas bocas. Su vigor me hacía gritar hasta el punto de temer por la estabilidad de mi voz, que se vería resentida al día siguiente si no mitigaba aquel ardor en las cuerdas vocales.

Una burbujeante sensación se apoderó de mi vientre bajo, similar a los segundos previos a que me corriera con sus dedos. Empecé a sentirlo con el roce de su punta en mi fondo. Era lo suficientemente grande como para clavarse y generar una pesadez que, a la misma vez, me parecía liviana y suave.

Por muy cliché que pudiera sonar, ascendía mi espíritu a un nivel de goce que nunca habría barajado posible. Debía de ser porque había un sentimiento que nos unía y que, por lo tanto, le facilitaba la percepción de mi sexo. Esas contracciones en torno a su miembro le invitaban a seguir y, al cabo de un par de minutos, las pulsaciones de sus venas también se hicieron reales para mí. De tal forma, conocí el elevado ritmo de su pulso.

Además, tenía que contar con las maravillas que hacían sus dedos en mi clítoris, cortándome la respiración cada pocos segundos.

Tanteé el aire hasta dar con su abdomen. Aquella fue la señal para que bajase la intensidad y me oyera. Él paró, agarrando mi mano.

—¿Estás bien, noona? —brindó una solitaria caricia a mi ingle.

—Nunca ... Nunca había estado mejor —afirmé—. Y sé que debes tener unas vistas increíbles desde allí —concreté, leyéndole la mente—, pero estás muy lejos, Jungkook ...

Mi lamentación causó el efecto que buscaba, puesto que él se olvidó de palpar mis piernas y reclinó el cuerpo, capturando mis labios al vuelo. Sostuvo mi cara entre sus manos y se acercó, hundiéndose con más pausa.

—También me sirven estas ... —aseguró, contemplando mis ojos llorosos. No se asustó tras verme lagrimear porque entendió que se trataba de una liberación contra la que no podía luchar—. Si me miras así, voy a ...

Y lo hizo. Recuperó la fuerza de pronto, obligándome a agarrar su espalda con tal de no romperme en dos.

—Ah, Jungkook  ... —gimoteé, escondida en su hombro—. Jungkook ...

Iba a correrme. Los pálpitos involuntarios de mi vagina, que se estrechaba más y más, anunciaban aquel orgasmo a Jungkook. No podía decir quién estaba más cerca, pero él tampoco parecía soportar el bombeo. El jadeo intermitente que derramaba en mi oído lo dejaba muy claro.

—Te escucho, Yeong ... —me contestó, gimiendo.

—No lo aguanto más ... —cerré los ojos y junté más mis muslos, encarcelando su delgada cintura.

Jungkook golpeó el colchón, al borde de sus propias capacidades.

—Yo tampoco, maldita sea —maldijo.

Escuchaba el corazón latir como un loco en mi cabeza, impidiéndome oír más allá de los muelles de la cama crujir bajo nosotros una y otra vez.

Él se empujó al límite y yo exclamé su nombre.

—¡Jungkook! —me desgañité.

Me cerré tanto que la opresión le arrastró conmigo.

Con esos calambres recorriéndonos las extremidades, me abracé a su torso sudado y mis dedos resbalaron por su blanca piel mientras me ahogaba en las últimas embestidas. La convulsión de mis piernas le llevó a cogerlas y sonreír en mi acalorada mejilla, satisfecho con ese cierre de los acontecimientos.

Yo, completamente liberada, recorrí su cabello con la mano derecha y aspiré ese olor corporal suyo que me abrumaba hasta el punto de suscitar un ligero dolor, febril incluso, en las sienes.

Un largo minutos después, que estuvo repleto de exhalaciones por parte de ambos, Jungkook salió de mí, dejando un vacío insalvable y se aferró a mi complexión, exhausto. En mitad de aquella conversación que mantenían nuestros alientos, escaló y besó mi nariz.

—Creo que el vecino sí que va a aprenderse rápido mi nombre ... —bromeó, pegándose más a mi pecho.

Me reí como una estúpida, como si estuviera hasta arriba de alcohol, borracha de él y de sus adorables ocurrencias.

—¿De qué vas ...? —lancé un débil golpe a su brazo, risueña.

Creó un sendero de besos por todo mi rostro, disfrutando de aquel momento.

Fue increíble. Tan increíble que mi cuerpo, a pesar del resentimiento que sentía al mover las piernas, reclamaba más de esa droga que acababa de descubrir de la mano del hombre que había marcado un antes y un después en mi vida.

Jungkook terminó levantándose, dispuesto a tirar el condón y volver conmigo. Se sentó al borde la cama, masajeándose también el cuello.

Yo observé su espalda, estirada sobre las sábanas. Habíamos deshecho la cama por completo y, en mi espera, delineé con los dedos el bordado de aquellas formas cuadradas y rectangulares incrustadas en la agradable tela.

Vi el cajón abierto y, sumida en aquel estado de éxtasis, me aparté el cabello revuelto de la cara y relamí mis comisuras antes de trasladarme al filo, justo tras él.

—Jungkookie —le llamé, poniéndome de rodillas a sus espaldas.

Ladeó la cabeza, recibiendo tranquilamente mis brazos. Los desplacé por sus abdominales y, permitiéndome ser algo egoísta, le besé el cuello desnudo.

—¿Mmmm?

Al inclinarme, mis pechos entraron en contacto con su ancha espalda. Esa toma de contacto le produjo un sibilino escalofrío.

Toqueteó su móvil, conectado a unos altavoces de los que no me había percatado hasta entonces, e hizo sonar una canción de R&B a un volumen que no molestaría a nadie. Además, la lluvia ocultaba esa melodía perfectamente.

—¿Estás cansado? —pregunté, ganándome una de sus hermosas sonrisas.

Por normal general, el sexo siempre había supuesto un agotamiento tremendo que me destruía de todas las formas posibles, sin posibilidad de recuperar dichos ánimos hasta la mañana siguiente como mínimo. Si bien era cierto que algunas veces tenía que sobreponerme a aquel desgaste físico, me costaba muchísimo soportarlo. Así que, notarme tan impaciente y agitada aun habiendo tenido relaciones sexuales de lo más violentas, supuso un verdadero describimiento para mí misma. No sabía que pudiera tener tal resistencia si se trataba de la persona correcta.

—¿Tienes ganas de más? —me devolvió la pregunta, divertido—. Si seguimos, no creo que pueda parar, noona ...

Echó su mano hacia atrás, capturando mi trasero. Separé las piernas y él movió su mano a placer, perverso.

—¿Me dejas arriba? —estampé un húmedo beso en su mejilla y deslicé mis dedos por su amplio pecho.

Agrandó su sonrisa, prendiendo la maquinaria por otra vez.

—¿Quieres montarme? —inquirió, curioso.

Sí. Me moría de ganas.

Después del primer orgasmo, pensé que no podría manejar un segundo, pero fue lo opuesto porque la estimulación y la susceptibilidad de mi sexo incrementó la explosión cuando me penetró. La conexión que nació de ese roce me ceg, dejándome con una ambición que solo saciaría si continuábamos.

Apenas eran las doce de la madrugada según la hora de su teléfono móvil, por lo que me abracé más a él y escuché el tintineo de sus pendientes.

—Estoy más excitada de lo que pensaba ... —le susurré, codiciosa.

—Joder, ven aquí ... —se giró, encerrándome entre sus brazos y echándome de nuevo sobre la revuelta cama.

La sesión de besos y roces se prolongó más de lo previsto, aunque ayudó a que me preparase para ese asalto. Él no necesitaba calentamiento ninguno, pues su miembro seguía duro y erecto cuando me coloqué encima. Por tanto, sentarme sobre su vientre y bajar hasta encajarlo en mi entrada no se me antojó nada complicado. El nuevo preservativo tampoco me dificultó acoplar nuestras entrepiernas y fue un claro alivio.

Tal y como supuse, su inclinación y aquella postura hacían que llegase a lo más hondo de mi vagina y, tras acomodarme, noté su volumen abriéndose paso a través de mis estrecheces.

Recuperé el aliento y humedecí mis labios, acostumbrándome a la plenitud que me llenaba.

Apoyé las manos en su estómago y Jungkook, apreciando mi semblante, alzó las suyas para acariciar la silueta de mis senos.

No dijo ni una palabra. En lugar, guardó silencio cuando mis caderas comenzaron a moverse durante el encuentro. Continuó callado, pero no pudo silenciar más su voz al sentir una de mis contracciones y observar mis facciones, que eran el vivo reflejo de una placentera conmoción a la que acogí, en plena desesperación por preservarla.

El plan no consistía en satisfacer únicamente mis anhelos, así pues, quise proseguir para que sus gemidos se oyeran más que la melodía que salía de aquel equipo de música. Sin embargo, todavía recostado contra el cabezal, dio en el clavo y se impulsó hacia arriba, golpeando en la zona adecuada.

—¿Es ahí? —abandonó ese pequeño descanso y se aproximó, recogiendo mi tibia figura en su abrazo.

Su húmeda lengua entró en mi boca, arrasando con aquel control al que me estaba agarrando. Él lo sabía, igual que era conocedor de mis deseos a pesar de las prohibiciones que me impusiera a mí misma.

Abrazada a Jungkook, asentí.

—Sí ... Justo ahí —reconocí, cediéndole el turno.

¿Mi punto G? Probablemente, aunque no podía estar segura. Solo era capaz de confirmar que el simple contacto de su punta con aquella pared me revolvía las entrañas, empujándome a un orgasmo inequívoco.

—Relájate y déjame a mí ... —susurró, seductor.

La agresividad con la que arremetió minutos antes no apareció por ninguna parte, siendo sustituida en su mayoría por comedidas y moderadas estocadas que mecían mis hormonas.

Todo él me empujaba a parar, a experimentar el sexo con una actitud diferente, que escapaba de la rutina a la volvía cada noche en el hotel. Yo hacía todo el trabajo porque, al fin y al cabo, mi deber era contentar a esos hombres. Quien debía esforzarse por hacerles disfrutar era yo, solo yo. Por eso pasó a ser una maldición. Esa clase de intercambio íntimo logró que odiase un acto que no debería ser más que de amor. Un amor como el que Jungkook me profesaba.

Mientras lamía mis pechos y los estrujaba dulcemente, entendí que el placer venía de la forma en que me tocaba, en que me besaba. Se sentía tan bien que era inviable una reproducción exacta. Nadie que no que fuera él podría conseguir que mi vello se erizara o que mi sexo convulsionara, eufórico, por la fricción creada entre mis carnes y su virilidad.

El flujo que corría por mis muslos también bañaba su piel y empeoró después de que me viniera en sus brazos, con su miembro palpitando a un ritmo descontrolado y sus jadeos regando mis sensibles pezones.

Mordisqueó uno de ellos, sacándome un imperceptible gemido.

—Creo ... Creo que esta es mi favorita —mi murmullo se perdió en su cabello.

Jungkook cesó de jugar con mis senos y levantó la mirada. Un fino hilo de saliva resbalaba por su mentón. Tomé su pómulo, embelesada. Sus orbes vidriosos le hacían ver algo mareado, como si el sofoco también le estuviera afectando directamente.

—¿De verdad? —balbuceó, complacido con la forma que tenía de besar la cicatriz en su mejilla y apartar algunos mechones húmedos de su frente—. Pero hay muchas más posturas que podemos probar, noona ...

Esa picardía no tenía límites y saber que sus fuerzas no escaseaban transmitió un delicado espasmo desde las profundidades de mi útero hasta la salida, intensificándose allí donde su falo yacía. Al percibirlo, gimió y sonrió ampliamente.

—¿Cuál propones? —y saboreé sus labios durante unos segundos que se hicieron eternos.

—En realidad ... Se me pasan mil cosas por la cabeza —me explicó.

Y me encantaría experimentar todas esas fantasías de las que hablaba.

—Tenemos mucha noche por delante, Jungkook-ssi —le recordé, contagiándome de su bonita sonrisa.

📻 Love scene — Baekhyun

Al cabo de un largo rato repleto de besos y exigentes jadeos, aquella intensa sesión llegó a su fin, aunque solo tomamos dicha decisión cuando caí rendida sobre la cama. Jungkook se retiró, dejándome vacía y llena a la vez. Se acercó hasta mí, ahogándose con su tosca e irregular respiración.

La caricia que sus dedos dejaron en mi espalda me obligó a sacar el rostro de aquellos agradables almohadones. Con la boca seca, fruncí el ceño y le hice la pregunta que se había repetido en mi mente durante varios minutos.

—¿De dónde ...? —paré, exhausta—. ¿De dónde sacas tantas energías?

La idea de continuar durante horas fue mía, sí, pero su resistencia acabó siendo mayor, o al menos eso me decía su mirada, muy capaz de seguir con ese desenfreno.

La risa de Jungkook me apaciguó el corazón y, verlo caer en el colchón, irradiando esa felicidad desproporcionada, me arrancó una inestable sonrisa de los labios.

—Hago mucho cardio, noona —me reveló, ladeando la cabeza para mirarme.

Su inesperada respuesta consiguió que la barriga me doliera debido a las numerosas risas que huyeron de mi interior.

Él me contempló con esos ojos que relataban cuánto amor guardaba dentro. Cantidades enormes que solo tenían una destinataria.

Me rodeó con sus brazos, respirando más tranquilo.

—Así que el secreto está en el ejercicio ... —dije, alegre.

Me reveló sus dientes, riendo también.

—¿Quieres que te demuestre cuánto puedo aguantar? —unas adorables arruguitas decoraron los rabillos de sus orbes—. Porque te prometo que ...

—No, no ... —me apresuré a detenerlo, consciente de que bromeaba—. Nunca dudaría de tu palabra, pero no me quedan fuerzas, Jungkook ... —repartió castos besos en mis comisuras—. No puedo más ... —concluí, agotada.

Me dejé engullir por él, notando el espeso sudor en sus pectorales.

—Está bien ... —acarició mi cabello—. Han sido como siete veces ... Creo que ni siquiera yo podría con otra —admitió, en contra de su ego.

La canción que sonaba a un volumen bajo acompañó mi pulso, que regresó al punto inicial minutos más tarde. Por su parte, Jungkook la tarareó, envolviéndome en un halo de seguridad al que me habría aferrado el resto de mis días.

El primer bostezo salió de mi boca, avisándole de que esa escasez anímica estaba desembocando en una fatiga que suplicaba por un poco de descanso. Traté de controlar aquel acto reflejo, pero el cansancio era palpable también en el tenue agarre de mis dedos.

—Deberíamos ... Tomar una ducha y cambiar las sábanas, ¿no crees? —le propuse, sintiendo los ojos un tanto pesados.

Inspiró, meditando al respecto.

—Sí ... —aceptó—. Ve tú primero —me instó a tomar la delantera—. Yo haré la cama y te sacaré algo de ropa para dormir.

Me liberó, permitiendo que saltase sobre su cuerpo y me bajara de la cama, no sin antes besarle.

—Entra cuando acabes —me pronuncié mientras recogía del suelo mi falda.

Tumbado, se palpó el pecho y esa pervertida mueca cruzó su faz.

—¿También quieres que lo hagamos en el baño? —preguntó, insinuándose.

Por un momento, perdí de vista mi réplica y quedé embobada con la imagen que me ofrecía: desnudo y con ganas de que enloqueciera a largo plazo, de que no pudiera olvidar ni un solo detalle de lo ocurrido esa noche en su cuarto.

Volví con él, saciando aquel picor en mis belfos. El beso se prolongó, no obstante, bastó para que no perdiera el norte. Por eso, al alejarme de su atractiva boca, impuse la cordura y retrocedí, rehusándome a caer en el fulgor de sus pupilas.

—Tonto —mi insulto le divirtió, aunque esa tensión sexual era tan densa que ganó al juego con creces—. Solo quiero ducharme contigo —musité, cubriéndome con la prenda.

Extendió el brazo izquierdo, rozando mi muslo con sus nudillos.

—Vete antes de que yo sí quiera, Yeong-ah —expresó, más severo y sincero que antes.

No supe discernir si se trataba de una broma o no porque el sueño enturbiaba mis sentidos, pero decidí salir de su cuarto en lugar de comprobarlo. Ninguno estaba en condiciones de caer por milésima vez en el apetito del otro, así que nos hice un favor y fui al cuarto de baño, esperando que aquel fuego que me abrasaba la piel se extinguiera por fin.

Entré, topándome con mi reflejo en el espejo. A pesar de los enredos en mi cabello y del sudor que me recorría, encontré a una chica que parecía haber recobrado el color y que no podía dejar de sonreír por mucho que lo intentara.

Me toqué las mejillas, todavía ruborizadas. ¿De verdad lo habíamos hecho? Todo ese miedo que me acompañó durante semanas se había esfumado. Ni siquiera podía demostrar que hubiera existido en algún momento. Todo lo que había dentro de mí era calma y felicidad. Una felicidad que nunca había sentido, que me estrangulaba el pecho y me pedía a gritos ser alimentada.

Parecía estar viviendo una ilusión. Una ilusión que no se rompería cuando despertara a la mañana siguiente.

Agradecida, entré en el cubículo de cristal y abrí la llave del agua hasta que la temperatura se reguló.

Jungkook no tardó en acompañarme, aunque fue más rápido que yo y, apenas un par de minutos después de llegar, se inclinó para besarme. Estaba enjuagando mi cabello, por lo que entreabrí los ojos con dificultad, haciéndole sonreír.

El espacio era escaso y eso hacía que nuestros cuerpos chocaran todo el tiempo, pero no me importó en absoluto.

Se echó hacia atrás el pelo húmedo y puso sus grandes manos en mi cara, obligándome a mirarle.

—Tienes una toalla y ropa fuera —me dijo, apartando la espuma que empezaba a escurrirse por mi frente.

—Vale —le contesté, observando cómo salía y cogía su propia toalla.

Lavé mi pelo y lo escurrí, logrando que no chorreara demasiado. Al dejar la ducha, me fijé en que Jungkook seguía allí, rebuscando algo en los armarios superiores. Había traído mi bolso, que descansaba sobre el lavabo.

Me sequé, sin alejar la mirada de su ancha espalda. Solo tenía encima unos pantalones cortos de deporte y no pude refrenar a mis ojos, que recorrieron hasta la última esquina de su piel, identificando en ella algunos de los pequeños arañazos que le propiné en pleno acto.

Me vestí con aquella camiseta negra larga que me había prestado y fui directa a él, abrazándole y besando aquellas marcas, sintiéndome ligeramente culpable por haber enturbiado su piel de porcelana.

—¿Qué estás buscando?

Me enseñó un cepillo de dientes en su paquete, sin haber sido usado, y, teniéndolo entre mis manos, dejé que recolocase aquellos estantes mientras yo sacaba el tónico que guardaba siempre en mi bolso.

Nos lavamos los dientes juntos, como una pareja normal y corriente, y Jungkook esperó a que yo embadurnara mi rostro con mi crema habitual, esa que me echaba todas las noches antes de dormir. Me alegré de llevar el botecito conmigo porque, rociando el producto por mis mofletes, me percaté de que no sabía cuándo volvería a la finca. ¿Cuándo llamaría Jae? ¿Lo haría, o simplemente me informaría por mensajes de su regreso?

De repente, me preocupé y quise comprobar si había recibido alguna noticia durante esas horas. Ojeé la pantalla, leyendo una única notificación en la que Namjoon me deseaba un buen descanso.

Más relajada, tomé el bolso y mis enseres. Jungkook apagó su móvil también y, sin perder un segundo, me cogió en volandas. Me habría quejado de su inesperado movimiento, pero solo emití un grito ahogado y dejé que me paseara por su piso. Se cercioró de que todas las ventanas resistían a la tormenta, una por una, mientras que yo me acogía a su cuello y le escuchaba confirmar el excelente estado de sus cristales.

En el camino, apagó la televisión, aún encendida, y sumió la sala en una sórdida oscuridad, aunque esta se hizo menos presente al regresar a su cuarto, donde la luz de su mesilla de noche nos amparó.

Mis pies descalzos tocaron su moqueta y él fue hacia la cama, retirando las sábanas recién cambiadas.

—¿Qué lado de la cama te gusta más? —me preguntó.

Coloqué mis cosas sobre la silla de su escritorio y, confundida, me giré.

—¿Eh?

Él señaló hacia ambos lados del colchón de un modo casi cómico.

—¿Derecha o izquierda? ¿Cuál prefieres? —repitió, expectante.

No había dormido con nadie más que Jae y dormir a su lado era una de las experiencias más tensas que conocía. Si algo tan sencillo como descansar en la misma cama que él se convertía en un maldito calvario por el miedo que zumbaba en mis oídos durante horas y horas, ¿por qué preocuparme de elegir un lado si tenía al demonio bajo las sábanas?

Que se interesara por saber eso, me dejó estática porque ... Porque nunca me había parado a pensar qué lado prefería, y eso se debía a que mis descansos no eran reparadores ni de cerca, sino todo lo contrario. Me forzaba a cerrar los ojos cuando ya no podía mantenerlos abiertos por más tiempo, pero ese rato en que perdía la consciencia se hacía horrible. Odiaba ser aún más frágil si JaeHo estaba ahí.

Sopesé la contestación y un vago recuerdo de mi adolescencia me llevó a elegir una de las opciones.

—La ... La izquierda —me decanté.

Me acerqué al colchón, contemplando el semblante de satisfacción de Jungkook.

—Bien, porque siempre se queda vacía —admitió, sorprendiéndome—. Yo duermo en el derecho desde que era un crío —me aclaró.

Feliz de que esa hubiese sido mi elección, estudié cómo se recostaba en dicha mitad de la cama. Imité sus pasos y gateé por el colchón para alcanzarlo, aunque él me atrapó antes de que pudiera llamar a la puerta de sus brazos.

Jungkook se estiró, apagando la luz de la mesilla, y así pudo abrazarme y tumbarse. Yo encontré una postura realmente cómoda al apoyarme en su pecho desnudo, con él aferrado a mi complexión y mi barbilla en su clavícula. Podía oír perfectamente el latido de su corazón a pesar de la fuerte ventisca que sacudía las persianas de la habitación.

—Noona —me llamó y bostezó de una forma adorable.

—¿Sí? —acaricié su abdomen.

—Ha sido increíble. Lo sabes, ¿no? —me comunicó.

Una sonrisa iluminó mi semblante, pero él no lo supo.

—Tenía miedo de que fuera un desastre por mi culpa —musité, exponiéndole aquel miedo del que, irremediablemente, me avergonzaba—. Siento haber intentado huir —suspiré, cargada de alivio—. Si lo hubiera hecho, no me lo habría perdonado.

Jungkook lo habría pasado por alto. Habría esperado a que yo no tuviera ni una mísera duda. Sin embargo, esas malditas dudas desaparecen siempre que estamos juntos. Por eso era una locura que me marchara.

—Pero no lo hiciste y, gracias a eso, tuviste el mejor sexo de tu vida —expuso él, descargando el ambiente.

Sonriendo, me incorporé.

Estar sumidos en la oscuridad de su cuarto no me impidió identificar el brillo de sus ojitos. Ya me había acostumbrado a la densa negrura y pequeños destellos se colaban por las rendijas de sus ventanas, facilitándome aquella labor.

Hice un mohín con mi nariz, inventando cierta molestia.

—¿Quién ha dicho que fuera el mejor?

Mi boca, que cedió ante mis propias intenciones, me delató, pues ejerció un poco de presión en su quijada en un intento por localizar sus labios y besarlos como tanto ansiaba. Una vez conseguido el roce entre sus comisuras y las mías, Jungkook continuó.

—Tus gritos, por ejemplo —el orgullo resonaba en cada una de sus palabras.

Entrecrucé mis piernas con las suyas, juntando más nuestros torsos.

—No es simple sexo si se trata de ti, Jungkook —disipé cualquier sombra que pudiera empañar aquella declaración—. Aunque puede que sí fuera el mejor —le reconocí, olvidando la soberbia.

Satisfecho con mi derrota, esparció un par de besos en mi somnoliento rostro, a ciegas. Noté que su mano agarraba mi mejilla, manteniéndome a una distancia amenazadora. Por su respiración, deduje que el rumbo de la conversación cambiaría y no me equivoqué, ya que modificó su travieso discurso.

—Yeong-ah, lo que tenemos ... No quiero tenerlo con ninguna otra persona —manifestó de repente—. Solo puedes ser tú, así que no tengas miedo de algo así, por favor —rogó, plantando su boca sobre la mía en un largo beso que concluyó con un dulce ruidito—. Te deseo a ti. Solo a ti —insistió, sujetando mi alma—. No me importa cuánto se compliquen las cosas, seguiré queriéndote solamente a ti.

Y me consolaba saberlo. Que su corazón tuviese escrito mi nombre era el mayor regalo que podría hacerme nunca. Todo de lo que yo carecía, estaba en él, en su tierna y audaz personalidad. Todo lo que le rodeaba hacía que me enamorara más y más, atándome a su destino. Un destino que sería benévolo con nosotros, o eso quería pensar.

Me recosté sobre su torso, relajando las articulaciones después de un largo día que recordaría hasta el final.

—¿Sabes? —le interpelé—. Antes me encantaba la noche porque podía respirar en paz, sin tener que escuchar las quejas de mi padre ni sus enfados, pero he llegado a odiarla —me humedecí los labios, pensando en mil escenarios de los que no podía escapar—. Por la noche hago tantas cosas de las que me arrepiento ... Me alejo de vosotros, me miento a mí misma, finjo ser alguien que no soy ... —enumeré mientras delineaba la forma de su clavícula—. Y dormir ... Dormir ha sido un calvario durante estos últimos años por las pesadillas y por lo vulnerable que me hace. Ni siquiera recuerdo cómo se siente descansar tranquila —le dije, afligida—. Cuando no consigo conciliar el sueño, pienso en ti, en lo agradable que debe ser tu regazo como almohada —mis párpados descendieron y disfruté de la suavidad de sus dedos al peinar mi cabello húmedo—. Hace un tiempo dijiste que esperabas ser parte de mi familia algún día, pero eres más que eso, Jungkook —corregí, dándole la posición que merecía—. Eres el único lugar en el que me siento segura.

A salvo.

—Conmigo puedes descansar, noona —besó mi cabeza, repitiendo aquello que me profirió desde el mismo comienzo—. No me cansaré de decírtelo.

Ese refugio que pedí siendo una niña, me llegó como mujer. Jungkook había transformado el páramo de mi vida en un frondoso bosque donde no tenía que temer trampas ni cazadores furtivos.

En el profundo silencio de su casa, en la comodidad de su cama, en su afectuoso abrazo, me sentí protegida y libre de unos fantasmas que, si bien regresarían por la mañana, me habían olvidado aquella noche lluviosa, concediéndome unas pocas horas de descanso real, de verdadera tregua. Por primera vez en lo que parecían siglos, quise que la fragilidad del sueño me acorralara.

—Tampoco puedo desear a otro hombre —le informé, aturdida por el cansancio que me acechaba—. Es imposible ... —murmuré, pendiendo de un hilo.

El rítmico sonido de su corazón me aisló del exterior, de los truenos y de la obstinada tormenta.

—Es bueno saberlo —habló, aletargado—. Dulces sueños, Yeong ...

Me perdí en su calidez, en sus caricias, pero, lejos de sentirme extraviada y desamparada, me encontré a mí, amándole con todo lo que tenía y respetándome por haber sido valiente.

Dormir en los brazos de Jungkook había sido mi gran anhelo durante meses. Un deseo que por fin poseía.

Una suerte de escena de amor, trágica e inicua.








🛏🛏🛏

Primera vez superada 😎😎😎

Espero que haya estado a la altura porque (repito lo que dije en el anterior cap) hacía bastante que no me ponía a escribir +18 ni smut. Estoy contenta con el resultado, pero ojalá no sea la única xD

Después de todo, por fin tienen unos días de tranquilidad y de libertad. Por lo tanto, puede que haya algo más de s*xo en los próximos capítulos, who knows 😏😏. Depende de las ganas que tenga y, por el momento, no son pocas 🤓

Esa pequeña conversación del final era necesaria por obvias razones 😬. Ahora que han tenido relaciones, Yeong puede descansar porque ha podido sobreponerse a ese miedo de no ser lo que Jungkook merecía y disfrutarlo. Mientras lo hacen, literalmente se da cuenta de que pueden ser ellos mismos incluso en medio de un acto que para ella siempre había sido falso y doloroso. Jungkookie se encarga de que lo sepa 🤧🤧🥹🥹

Solo me queda añadir un enorme "gracias" porque Answer llegó hace unos días a los 100k 😭😭

Ya lo he dicho alguna vez, pero esta es la novela a la que más aprecio le tengo y que más me motiva actualmente, así que es increíble que haya alcanzado esa cifra. En realidad, nunca pensé que lo haría mientras la estuviera publicando, por eso es una sorpresa aún mayor 🥹🥹

Lo dicho, muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Me encanta saber lo que os va pareciendo la trama y espero que siga siendo así hasta que termine la historia de Yeong y Jungkookie ༼༎ຶ༎ຶ༽

Por cierto, si mis cálculos no están mal, dentro de un par de capítulos (en el 31, creo), publicaré una nueva novela de la saga de VIRAGO. La publicaré al mismo tiempo que dicho capítulo porque lo que sucede en él me permite desvelar cuál será la segunda novela de la saga y quién la protagonizará (⁎˃˂).

Como ya sabéis, "Noona" fue la primera en salir y de ella nació Answer, pero también quería crear otras obras que, en este caso, surgieran de Answer, aunque la protagonista no sería Yeong ni se centrarían en su vida, sino en la del resto de los chicos y sus respectivas parejas. Parejas que conoceréis dentro de poco, al menos en cuanto a dos de las novelas que subiré pronto 👽

La primera estará en mi perfil a finales de la semana que viene aproximadamente y la segunda novela poco tiempo después (antes de septiembre, casi seguro) ♡♡✨✨

Os quiere, GotMe 💜

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