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28

Yeong

Quiso parecer entero, poco emocionado, y para ello inició una conversación en torno a toda la información que habíamos descubierto gracias a la ayuda de Yoongi. Su voz siguió fluyendo por doquier.

Aquella retahíla de palabras le ayudó a calmarse y que yo le respondiera, igual de tranquila, apaciguó sus nervios.

Al cabo de unos minutos comprobando que las ventanas del salón estuvieran correctamente cerradas, Jungkook se dirigió hacia el sofá y, liberado, se tumbó. Su suspiro me atrajo hasta quedar de pie a su lado. Al entender que quería tomar asiento, intentó apartarse, pero no se lo permití e hice que se moviera solo un poco para poder sentarme y que él recargara la cabeza en mi regazo.

Esa tarde me prestó el suyo y mi deseo consistía en alcanzar una igualdad de condiciones, por lo que no se negó y acomodó la nuca en mis muslos.

La televisión emitía un programa de entretenimiento al que apenas estaba prestando atención. Todos mis sentidos se concentraron en relatarle lo que haría si Dongwook llegaba un día al hotel y no tenía más remedio que atenderlo. Sin embargo, en algún punto de la explicación, mis dedos cobraron vida propia hasta caer en su pelo.

Con mis dígitos recorriendo una y otra vez su cabello lacio, mi mano derecha escogió otra ocupación y decidió que el brillo de sus aretes merecía un servicio especial. Así, me encontré acariciando sus hebras y jugueteando con el diámetro de sus pendientes simultáneamente. La textura fría de estos últimos era relajante y su suavidad me capturó de lleno, haciendo que mi índice se enganchara del accesorio más grande sin que yo fuese consciente de tal gesto.

Parloteaba sobre esto y aquello y, a la vez, miraba la pantalla de su televisión. No recordaba haber hablado tanto en días. Es más, cuando me digné a detener aquel imparable flujo de opiniones, había perdido la noción del tiempo.

De pronto, el cosquilleo de su pelo en mi piel me hizo bajar la vista, tropezando con esos ojos negros abiertos de par en par, fijos en mí.

—¿Me estás escuchando, Jungkook? —inquirí, rozando su lóbulo con mi dedo anular—. No has dicho nada desde hace un buen rato.

—Te escucho, noona —murmuró, todavía absorto en mi rostro.

—¿A sí? —apreté los labios, pensativa—. Entonces dime de qué estaba hablando.

Entreabrió los labios, titubeando en cuanto a la respuesta correcta. El pobre, acorralado, solo pudo repetir aquel adorable gesto. Conmovida, me agaché para atrapar sus inquietos belfos, sellando esa contestación que Jungkook no tenía por haberse distraído con mi imagen.

El chasquido de mis labios anunció algo muy dentro de mí, como si mi propio cuerpo quisiera advertirme de lo que pasaría en pocos minutos.

—No seas mentiroso, ¿quieres? —lo interpelé, echando mi pelo a un lado con tal de que no le cayera en la cara.

Se relamió los suyos, igual de abstraído que al principio.

Yo me reincorporé, acomodando algunos de los mechones que resbalaban por su frente. Por otro lado, mi mano continuaba ocupada en delinear la circunferencia de sus aretes.

—Me gusta —dijo de repente.

La televisión cambió su gama de colores, proyectando sobre nosotros un tono anaranjado al que no podía darle un origen concreto debido a la mirada de ese chico, extasiada y melancólica. Pretendía absorberme, aislarme del mundo real. Quería que dejara de escuchar a la presentadora, que me olvidara del rumor del viento y del tenue temblor de las persianas.

—¿Qué te gusta? —caí en esa trampa que yo misma me había tendido.

Entornó los párpados, extenuado.

—Que juegues con mis aros —me reveló.

Ah, joder.

No me mires de esa forma, Jungkook. No lo hagas. Si tienes la más mínima idea de lo que puede ocurrir, detente antes de que no tengamos el valor de frenarlo.

Cobarde, rogué que cambiase de marcha, pero no tuve los arrestos de repetírmelo a mí misma.

—Es porque ... Tienes las orejas sensibles.

Sabía dónde me metía y no paré. Mis dedos se arremolinaron en torno a su oreja izquierda, trazando un pecaminoso camino por toda su longitud. Entrechoqué algunos de sus pendientes adrede, suplicando para que aquel sonido me devolviera la cordura.

Mi razonamiento le agradó, puesto que respiró hondo. Sus labios se alejaron de nuevo, ayudándose de ese conducto para recibir una mayor cantidad de oxígeno.

—Creo que sí ... —no se escondió.

Poco a poco, sus facciones fueron tornándose más y más suplicantes. Me suplicaba a mí. Me suplicaba que diera el primer paso porque los dos sabíamos muy bien que él no lo haría. Jungkook esperaba, agazapado, a que mis instintos ganasen el pulso y no quedase ni un maldito resquicio en mi mente que dominara lo que sentía.

No pienses, Yeong.

Mi muñeca giró, modificando la trayectoria de esas caricias hasta que toqué su mejilla.

Lo bloqueé todo. Bloqueé ese endemoniado susurro que no me dejaba en paz y me deshice de la distancia al presionar mi boca con la suya. En un primer momento, Jungkook respondió al beso, pero no reaccionó como creí que lo haría. Aguardó, paciente, y ese muelle que le impulsaba a tocarme con un deseo inmenso se activó cuando expiré sobre sus labios, absolutamente cegada.

Se levantó y pasó la mano por mi nuca para afianzar aquella unión.

Por su postura, trató de retroceder y posicionarse de cara a mí. No obstante, mis impulsos cancelaron cualquier actividad que supusiera un viraje demasiado brusco.

Me impuse a él, empujando su pecho ligeramente. Cayó de espaldas en el sofá, aunque su altura le proporcionó algo de espacio y pudo recostar la espalda contra el respaldo.

Todo eso sucedió sin ser capaces de romper aquel beso. Unos segundos después de que el chirrido de los resortes se oyera bajo nosotros, recobré parcialmente la conciencia y me ubiqué encima de él, sentada en su sólido vientre.

Siendo yo quien determinaba la velocidad y la profundidad de aquella larga sucesión de besos, Jungkook no tuvo más remedio que asumir mis pausas y aceleraciones. De igual forma, encontró una tarea mucho más interesante en mis caderas. Se sirvió de que mi concentración estaba puesta en sus moldeables comisuras para separarme las piernas y dejarlas a ambos lados de su torso.

Noté la tela de mi falda subir, mostrando mi pierna hasta la mitad del muslo. No satisfecho con eso, la alzó más, introduciendo sus dedos en una zona que ya no recibía la opaca luz del televisor.

Tembló al sentir mi mano en su cuello. Desde que nos conocimos, supe que dicha zona le hacía débil. Si bien desconocía que su oído tenía un efecto parecido, debí haberlo supuesto. En su lugar, me dejé llevar por sus múltiples suspiros, que morían en mi boca y me inflaban de una lujuria a la que no había recurrido todavía por miedo. Por miedo a un placer que la vida no me había concedido hasta entonces.

Me moví, aproximándome a su pecho más, y, además de percibir la temerosa caricia de Jungkook en mi ropa interior, cerca de mi sexo, el bulto de sus pantalones me forzó a ver cómo escalaban aquellos insignificantes roces entre los dos.

De pronto, el pálpito de mi corazón se trasladó a mi entrepierna, alertándome.

En ese instante, abrí los ojos y me retiré, dejándole jadeando y con la cara enrojecida después de una sesión subida de tono.

La ansiedad, el anhelo y aquel insistente latido en mi feminidad se mezclaron, orquestando un derrumbe en mi fuero interno. Una avalancha de sensaciones que me erizaron la piel y que volvieron a sobreponerse a mis irracionales ganas de desvestirle allí mismo.

—Tengo que irme —el nudo en mi estómago se cerró más y me levanté, asustada.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto tiempo había estado sobre él, desgastándole los labios hasta provocarle aquella erección?

Puse ambos pies en la moqueta de su salón y Jungkook empezó a comprender que no sabía cómo manipular ese novedoso ardor que me derretía la punta de los jodidos dedos. Sentía en ellos el hueso de su clavícula y, al echar un vistazo, me di cuenta de que le había abierto casi toda la camisa.

—Noona, espera —habló, confundido y aterrado por lo que estaba manifestándole—. Yeong-ah —observó cómo me alejaba, sonrojada y flaqueando—. Yeong, escúchame. Esto ...

Fui tan rápida que apenas pudo incorporarse. Debía de estar algo mareado porque habíamos pasado minutos casi sin respirar, exhalando y robándonos el aire mutuamente con tal de no perder el conocimiento.

Unos segundos más tarde, con mis sandalias acomodadas, tiré de la puerta y la oscuridad del pasillo me dio la bienvenida. Jungkook logró agarrarme el brazo, pero su suavidad me invitó a escapar de él y de esa agónica emoción que me cancelaba de pies a cabeza. Una lacerante quemazón que me echaba lejos de sus brazos y del fulgor de sus orbes, arrepentidos de haber seguido sin preguntarse primero si estaría preparada para dar el salto final.

—Llamaré a un taxi —le dije, rechazando la mirada de súplica que me lanzaba—. Lo siento. Lo siento mucho.

Cerré las manos alrededor de mi bolso, temblando tanto que los escalones parecieron transformarse en balsas de aceite, que me agarraban los talones y buscaban el método más retorcido que acabase hundiéndome en aquella vergüenza que me consumía por abandonar su casa de una manera tan injustificada.

—¡Yeong, está diluviando! —gritó Jungkook.

Su exclamación se escuchó lejana para mí, que ya había llegado a la planta baja y me apresuraba para salir de aquel edificio, eludiendo así el mayor ridículo que podría haber hecho en toda mi vida.

A pesar de que el portón exterior tenía una pequeña cubierta, al poner un pie en la calle, las ráfagas de viento me cubrieron de agua helada. La fuerza de las gotas me molestaba, sí, pero el dolor que me ahogó al respirar fue mil veces peor.

¿Por qué? ¿Por qué tuve que hacer esa estupidez? ¿Por qué saber que estaba excitado me aterrorizó de esa forma? ¿Por qué? ¿Por qué no podía tolerar que me atraía, que lo deseaba más incluso de lo que él me deseaba a mí?

Enterré las manos en mi pelo y las piernas me fallaron. No me quedó otra opción que agacharme, con la mirada borrosa y las lágrimas a punto de escapar.

Cálmate, Yeong ... Tú también querías que te subiera la jodida falda, que te acariciara. Te estabas muriendo por sentir sus manos en todas partes, así que no actúes como la víctima cuando no lo eres. No lo eres. Solo eres una cobarde que no quiere enfrentarse a su apetito sexual porque piensa que no logrará satisfacerle.

Pasaron cinco minutos. Luego diez. Quince. Puede que más.

El agua me resbalaba por los tobillos y mis latidos parecían haber recuperado su sintonía habitual. Aún en esa posición fetal, alcé brevemente la cabeza, contemplando el río de agua dulce recorrer la carretera. ¿De dónde caía tal cantidad? La tormenta hacía que esporádicos truenos resonaran en la ciudad mientras todos se refugiaban en sus casas.

Suspiré, limpiándome algunas gotas de la cara y sorbiéndome la nariz cada pocos segundos.

Mierda. La había cagado, ¿verdad?

Con la mente clara y aquella ventisca helada enredándome el cabello, el error que cometí en medio de aquel tonto ataque de nervios empezó a pesar tanto que podría estar guardando un ancla en lo más hondo de mi pecho, rechinando y reclamándome por lo mal que me comporté con él.

Ni siquiera lo miré a los ojos antes de largarme. Ni siquiera le concedí aquello. Ni un adiós. Solo un "lo siento" que no valía nada, que no significaba nada.

Al menos Jungkook respetó mi decisión y no bajó. No me persiguió. ¿Cómo de mal debía sentirse? ¿Y si creía que había comentado un fallo imperdonable?

Ciertos mechones se cruzaban en mi cara, húmedos.

Ah ... Me enfermaría de verdad si no regresaba pronto. Llamar a Nam tampoco era una idea descabellada, pero me interrogaría y averiguaría qué había ocurrido antes incluso de que pudiera admitirlo voluntariamente.

No. Esa no era la solución. No quería huir. Que me hubiese funcionado durante años no la convertía en una buena elección.

Te prometiste que no lo harías más y mírate; hecha un ovillo, resentida contigo misma, y destrozada por no saber reconocer lo que deseas.

Tampoco le estás dando su lugar a Jungkook. No le puedes demostrar cuánto sientes por él si te marchas por una triste erección.

En realidad, ya me había visto en su cama, durmiendo juntos después de amarnos con todo lo que teníamos. Esa imagen había paseado por mi imaginación y habría sido perfecta si no hubiera sucumbido a la presión, a las expectativas que él debía tener de aquel acto tan personal, tan íntimo.

Reacia a dejar que esa noche, una de las pocas noches que podría estar con Jungkook, se fuera al garete, me las arreglé para recuperar fortaleza en las rodillas y luchar contra la gravedad, que intentaba arrastrarme al suelo encharcado.

Tras varios minutos concentrándome en mi respiración y en impedir que aquel arrebato me nublara por segunda vez, examiné el telefonillo implantado en la pared. Pulsé el botón indicado y apoyé la frente en las rejas de la puerta, temiendo que no contestara.

Quince segundos transcurrieron y el viejo aparato emitió un extraño pitido. Si no hubiese estado pegado a él, la tormenta se habría llevado consigo su voz.

¿Sí?

Agarré los barrotes del portón y me deshice de toda esa ansiedad a base de repetirme cuánto merecía experimentar el amor con el que Jungkook me colmaba en todas sus ingeniosas versiones.

—Jungkook, ¿puedes bajar? —articulé con esfuerzo para que los estruendos de la naturaleza no entorpecieran la comunicación.

Un sonido seco fue la solitaria respuesta que obtuve. De haber sido otro tipo de persona, más rencorosa y maliciosa, no habría hecho nada por mí. No habría bajado aunque se lo pidiera, humillada y ultrajada, pero él no era así. Me aceptaba, con los cientos de errores que pudiera cometer a diario y mi extraña forma de amar.

A causa de las pocas farolas que había en aquella calle, apenas vislumbré su silueta. Solo entendí que había bajado las escaleras a toda prisa cuando abrió la puerta del edificio, azorado.

Me mostró su rostro de preocupación al tiempo que contemplaba con todo detalle mi ropa mojada y mis facciones relajadas.

Su camisa seguía abierta, pero su cabello estaba más revuelto de lo que recordaba. Y sus ojos ... Sus ojos brillaban de ilusión y miedo en estado puro.

—Noona, pensé que te habías marchado ... —se excusó, reservado.

Teniéndole delante, me di cuenta de que eligió bien.

En todo momento pensó en mí, en que yo, en determinadas ocasiones, necesitaba espacio. Si bien un abrazo suyo podía ser la mejor solución a uno de mis impulsos sin sentido, aquella vez no lo era. Estar sola, reflexionar y resolverlo por mi cuenta, eso requería mi apabullante voluntad, y Jungkook lo aceptó a pesar de la molestia y del desplante que le había supuesto mi irrespetuosa reacción.

—Yo ...

Tenía la intención de explicarle, pero, ¿acaso había una aclaración que él no conociera de antemano?

Avanzó, recibiendo algunas de las gotas que caían de aquel cielo encampotado y negro como el tizón. Se adueñó de mis mejillas mojadas, secándolas. Sonrió con amargura, siendo plenamente consciente de la batalla que lidiaba con mis propios monstruos.

—Estás empapada —sus pulgares recorrieron mis pómulos, quitando gran parte de la humedad—. ¿Por qué no te fuiste a casa? Sabes que no iba a enfadarme por algo así.

Claro que lo sabía, pero no era mi intención que las cosas terminaran de ese modo.

—Esa no es mi casa —le corregí, profundizando en su mirada—. Tú eres el único hogar que tengo, Jungkook —con la pena y el arrepentimiento escritos en su semblante, sostuve los bordes de su camisa—. No quería marcharme. No quiero —lo modifiqué, frustrada.

¿Por qué mis impulsos traicionaban lo que realmente sentía? ¿Por qué no podía ser yo misma siempre que el sexo entraba en la ecuación? Incluso había soñado con él. Había soñado que eliminaba la capa de odio en la que me resguardaba cada vez que un hombre me tocaba con lujuria.

—¿Estás segura? —me observó, conteniendo la emoción—. Entenderé tu decisión, sea la que sea.

Escapó de mí un suspiro que me liberaba de ese condenado miedo a no ser suficiente para Jungkook.

—Es como si ... Como si estuviera cayendo, sin saber la profundidad que hay ni si habrá una red que me recoja al final —escruté su mirada, transmitiéndole todo ese cúmulo de sentimientos que me asfiaxaba—. Y me mata no saber gestionarlo. Nunca me había sentido así con nadie. Nunca —la voz se me quebró, exponiendo la fragilidad que me definía tras mil decepciones—. Sé que tengo que ser valiente y enfrentarlo. Lo sé y voy a serlo, de verdad ...

—Noona ... —me detuvo.

Si necesitas un descanso, lo respetaré. Así concluía su intervención.

Pero ya me ha refrenado lo suficiente. Nada de seguir cumpliendo una penitencia que me impuse a mí misma por haber sido la mayor ingenua del planeta, Jungkook. Dejé de ser esa chica hace mucho tiempo ...

—No quiero ir a ninguna parte —repetí—. Quiero pasar la noche contigo, quiero continuar con lo de antes —le fui sincera, desahogándome de una vez por todas—. Pero no creo que sea capaz de subir otra vez todas esas escaleras. No te imaginas cuánto me tiemblan las piernas, Jungkook-ah ... —lo escruté, percibiendo ese seísmo, más intenso de lo que era minutos atrás.

Su sonrisa creció tras escuchar esas últimas palabras, pero apenas tuve unos tristes segundos para admirarla porque se acercó a mí y su boca limitó mi campo visual, forzándome a cerrar los ojos.

El calor de su cuerpo me envolvió y, al instante, me encontraba correspondiendo a aquel beso mientras sus dedos se repartían por mi pálido rostro.

Y me aferré a él como si la vida me fuera en ello.

—Lo dices como si fuera un problema —perfiló mis labios, más animado.

—Es que lo es. Son ... Son muchos escalones hasta tu piso —traté de sonreír.

Se reclinó y su espalda chocó contra la puerta, haciendo que las bisagras gimieran ante la presión.

—Si arreglo ese pequeño inconveniente ... ¿Puedo seguir besándote? —me preguntó, jugando.

Cansada de aquella situación que yo misma había desencadenado, puse mi boca sobre la suya. Me mantuvo cerca, introduciendo la lengua y recordándome una ínfima fracción de la bomba que habíamos creado en su salón minutos atrás.

Estaba aprendiendo a convivir con el calor que Jungkook me generaba y él lo comprendía, pero también estaba desesperada por complacerle y comprobar hasta dónde podía llegar esa lascivia que me quemaba el vientre.

—Un adelanto, Jungkook-ssi —concluí, agradeciéndole por ser tan comprensivo.

Vi cómo empujaba la puerta metálica, entrando nuevamente al recibidor. Con media sonrisa en las comisuras, alejó las manos de mi nuca y me desafió a retomar ese camino del que no quería escapar más.

—Ah ... Pero no ahí, Yeong —dijo acerca del lugar dónde pondría la boca.

El siguiente beso me abrasó la garganta y, al haberme movido con tanta urgencia, hice que pasara a la entrada, quedando ambos resguardados por fin de la maldita lluvia.

La puerta se cerró con un golpe seco y, después de eso, todo lo que se escuchó en la planta baja fue un intercambio desenfrenado entre él y yo que no tenía comparación alguna con lo que ocurrió en su piso.

A lo mejor ... A lo mejor precisaba de ese desvarío. Que mi cerebro no pudiese respirar siquiera debido al vigor con el que me tomaba de la cintura y levantaba mi falda. Si no dejaba que esa clase de pensamientos perpretaran en los entresijos de mi alma, podría seguir y seguir hasta que Jungkook me tuviese a su merced, sin ideas que me envenenaran ni temores infundados.

Sentí su corazón latir a una velocidad desmesurada bajo la palma de mi mano.

—Voy a perder la cabeza por tu culpa —le eché en cara, entre jadeos.

Habiendo subido mi ropa, se encargó de atrapar mi trasero y pegarme a sus caderas. Noté aquel choque en mi estómago, en especial cuando clavó los dedos en la tela y me ayudó a poner las piernas alrededor de su cintura. A pesar del temblor que todavía se aferraba a mis tendones, el soporte que me brindó bastó para no desequilibrarme.

—Eso intento —admitió y acarició mi ropa interior, confiado.

Intentaba que me desinhibiera y que olvidara cualquier fallo que creyese haber cometido. Intentaba que en mi mente solo existiera él y nadie más que él. Que todos esos detestables miedos fueran sustituidos por el amor que sentía, y que lo aceptase. Porque era real. Por fin era real.

—Pues lo estás consiguiendo —farfullé, sintiendo su índice demasiado próximo a mi ingle—. No me dejes huir nunca más, ¿vale? Tienes que prometérmelo —le rogué, asustada de mi pasado.

Bajar la guardia, confiar en mí, en que mi criterio hubiera mejorado después de tantos años, dejarme llevar por esa pasión que me encontró cuando más la necesitaba ... Todas esas cosas que seguían aterrándome y que me resultaban dificiles de controlar ... Jungkook era el único que podía ayudarme. Era el único al que le entregaría cuanto había protegido del resto del mundo desde que me apuñalaron por la espalda siendo una incauta, una tonta.

Por mucho daño que me hubiesen hecho ... ¿Por qué no me permitía continuar? Si estaba destinaba a tropezar, a caerme de nuevo, pues que así fuera. Equivocarme con él sería la mejor decisión de mi vida.

Incluso si todo se jodía, él estaría allí para ayudarme a levantar la mirada y sentirme orgullosa de la persona en la que me había convertido.

—No voy a soltarte, Yeong ... —respiró, aliviado—. Pero no hace falta que me encargue de eso porque sabía que ibas a volver —me reconoció, sometiendo esa euforia que lo embriagaba y que quería salir en forma de sonrisa—. Volverás conmigo, igual que yo lo haré contigo.

Y hundió sus labios hinchados en mi boca, alimentándose de unas energías que ni siquiera recordarba poseer con el objetivo de cargarme y subir todos los peldaños que era incapaz de escalar yo sola.






Narrador omnisciente

El coche de alta gama se detuvo enfrente del edificio. Aquel chófer escogió un buen lugar, pues el toldo de una tienda resguardaba gran parte de la luna delantera, permitiendo que el pasajero, en los asientos traseros, tuviera una excelente imagen de la entrada de ese complejo de apartamentos.

Encendió un cigarro y se desabotonó la chaqueta negra. Dio una calada a esa droga, fijándose mejor en el portón del lugar.

—¿No hay una mujer allí? —le preguntó a su empleado, que también echó una ojeada.

—Eso parece, señor —le confirmó.

Esa figura femenina que no conocía en absoluto atrajo su atención. ¿Qué hacía fuera con el temporal que barría la ciudad?

El adinerado desconocido soltó una espesa bocanada de humo, acomodándose en su asiento acolchado. Frunciendo el ceño, le dio una nueva orden al chófer.

—Apaga las luces —se pasó un dedo por los labios, interesado en aquella mujer de cabello castaño.

Su presentimiento fue acertado, ya que, apenas unos segundos después, la puerta principal del edificio se abrió, dejando ver a un joven que identificó rápidamente.

Una mueca se apoderó de sus labios mientras observaba, atento, los movimientos de esas dos personas. Se conocían, desde luego. Sus lenguajes corporales les delataban incluso con esa gran cantidad de agua entorpeciendo la escena.

Cuando el chico la besó, aquel hombre no pudo contener la risa. Era incapaz de creer que algo así estuviera sucediendo a escasos metros de él porque sabía lo comedido que era Jungkook respecto a esos asuntos. Verlo tan despreocupado, devorando la boca de una mujer, le hizo reír a carcajada limpia.

Ella no se alejó, por lo que dedujo que era recíproco, fuera cual fuera la relación que mantenían.

A pesar de que estaba disfrutando mucho del espectáculo, este llegó a su fin un minuto más tarde. Los dos jóvenes entraron en el bloque de pisos sin abandonar la boca del contrario.

Se colocó el pitillo entre las comisuras, asimilando lo que acababa de ver.

—¿Has visto eso, Lee? —se dirigió al conductor—. Mi hermanito ya es todo un hombre —chasqueó la lengua, divertido por el hallazgo—. Averigüa quién es ella. No creo que sea una vulgar puta —aseguró, pensativo—. Su ropa parecía de calidad —dijo, recordando la vestimenta de la chica—. Jungkook es más estúpido de lo que pensaba si de verdad creía que no me enteraría de que se está follando a una. Que se haya ido de casa no significa que se libre de mí —miró su caro reloj, exhalando la última calada antes de apagar el cigarro en un cenicero que guardaba siempre en la parte trasera del vehículo—. Puede que, si su secretito llega a oídos de papá, vuelva a escucharme.

—Seguro que sí, Junghyun-ssi —encendió el motor—. Lo investigaré, descuide.

—Perfecto —carraspeó.

—¿A dónde vamos ahora, señor? —inquirió el chófer tras poner el intermitente.

—A casa —se mordisqueó el labio inferior, degustando aquel sabor a tabaco—. Mamá debe de estar preocupada —reconoció, extrayendo dichas palabras de la advertencia que su hermano pequeño le dio a mediodía.

Odiaba cuando Jungkook llevaba la razón.








🔓🔓🔓

Mi nena está siendo valiente 🤧🤧🥹🥹

Espero que se entienda el conflicto interno de Yeong. Le cuesta mucho aceptar que Jungkook la desea porque todos los hombres que han pasado por su vida con ese lema la han utilizado. Tampoco entiende muy bien cómo afrontar que ese sentimiento sea recíproco. Ella también quiere estar cómoda cuando la situación sube de tono, pero es más difícil de lo que parece 🫠🫠

Por eso Jungkook intenta hacer que colapse: una vez pierda la cabeza, solo tendrá que ser ella misma. Es la única forma de que disfrute de verdad, sin estar pensando en todos los problemas que la han refrenado cada vez que se calentaban 💀💀

Y eso significa que el capítulo 29 se centrará íntegramente en la noche que van a pasar juntos, jeje 👽👽. Aunque tengo que pediros comprensión porque hace bastante que no escribo +18 y no sé si saldrá como espero 😅

Creo que será bastante largo, así que, si mis cálculos no fallan, lo subiré el domingo por la noche 😎

No hay que olvidar que Junghyun los ha visto 🙃. Que investigue a Yeong puede complicar bastante las cosas 😬😬😬

Buenas noches y ojalá que os haya gustado el capítulo ✨✨🫰🏻🫰🏻

Os quiere, GotMe 💜

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