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Yeong

Aquel viernes, Tae y yo comimos juntos. Había extrañado mucho esos ratos que pasábamos después de clase, charlando de cualquier cosa que se nos ocurriera. Después de comer, me cambié en su casa y le pedí ayuda con el cierre del vestido. Si hubiese salido esa mañana con aquel atuendo, probablemente Jae habría imaginado que no iba solo a la universidad.

—¿No te ha dicho a dónde iréis? —inquirió mientras subía con cuidado la cremallera.

Contemplé mi imagen en el espejo de su habitación, intentando aceptar que iba a salir con Jungkook esa tarde en una cita. Una cita como pareja. Aunque no fuéramos nada de forma oficial, la emoción que sentía por aquello era ridículamente grande.

—No —negué—. Quería que fuera una sorpresa.

—Muy propio de Jungkook, sí —lo vi sonreír fugazmente a través de nuestro reflejo—. Seguro que lo pasaréis bien, Yeong.

Colocó bien el botón final y comprobó que todo estuviera en su sitio antes de dar el visto bueno a mi ropa. Sin embargo, yo no me moví, no me giré. Había algo que no me permitía saborear esa euforia por tener un encuentro con Jungkook. Ese endemoniado pensamiento que seguía haciéndome sudar y que no me dejaba estar relajada.

—Tae —dije su nombre.

Él me observó por encima del hombro, examinando mi semblante en el espejo.

—¿Qué pasa?

Enseguida se dio cuenta de que era algo que pesaba a mis espaldas, que me atormentaba a menudo a pesar de la resistencia que oponía.

—No te asustes —le pedí, viendo el miedo en sus facciones—. No es nada grave.

—Pero te preocupa —esclareció—. ¿Qué es?

El recuerdo de Jungkook, sentado en la cama de mi hermano, me abofeteó de nuevo. Sus ojos resplandecientes y la predisposición de su cuerpo volvían a zarandear mis miedos. La manera en que me tocó y lo bien que me sentí cuando lo hizo me ponían en un brete mucho mayor.

Con el paso de los días, esa tensión entre los dos crecía, se multiplicaba. Y sabía que no tenía que pensar en ello. Jungkook me dio el espacio que necesitaba, respetó mi indecisión, pero me resultaba muy difícil olvidar ese picor en mi estómago.

—Es ... Es vergonzoso —le comenté, nerviosa y con un incipiente sonrojo—. Yo ... Nunca he estado con alguien porque quisiera. Siempre lo he sentido como una obligación —Tae asintió, concentrado en mi alegato—. Cuando empecé a hacer lo que Jae decía, fue horrible, pero terminé acostumbrándome a fingir cuando me veía con esos hombres. Lo sigo haciendo —reconocí, odiando esa parte de mí que se convertía en una muñeca de trapo—. ¿Y si no sé cómo manejarlo con Jungkook? —agarré mis manos, temiendo que no llegase a ser yo misma cuando él y yo tuviésemos relaciones—. Me dijo que no debía inquietarme, que lo comprendía, pero, ¿y si ...?

—¿Le defraudas? ¿Es eso? —mi silencio le respondió—. ¿Te da miedo no saber estar con él por placer?

En la cama, me forzaba a actuar persiguiendo un único objetivo: que la otra persona disfrutara y quedase contenta con mi compañía. Además, esos tipos no me conocían, no tenían ni la más remota idea de cómo era yo en realidad ni de cómo me sentía por dentro en esos momentos.

Jungkook no era así. En primer lugar, pensaba en mí, en que me sintiera cómoda. Así que no podía soportar la posibilidad de que esa primera vez no fuera lo que él había esperado.

—No sé qué es el placer natural, Tae —aguardó, meditando—. No sé si podré disfrutar de verdad cuando me toque y tampoco sé si él lo hará.

Puso sus manos en mis dos brazos. Sus largos dedos acariciaron ligeramente mi piel desnuda para que no me sintiera mal.

—¿Quieres saber lo que pienso? —me preguntó, aunque no fue necesario que le diera una respuesta, ya que mis ojos hablaban por sí solos—. Creo que has medido tanto tus acciones cada vez que te ves con alguien que no estás segura de ti misma, de lo que eres capaz cuando eres solo tú y no la Yeong que baja la cabeza ante Choi JaeHo y todos esos cabrones —estiró sus labios en una dulce sonrisa—. ¿Sabes que casi todas las preocupaciones del ser humano son acerca de cosas que todavía no han sucedido? —relajé la musculatura, dándole la razón—. Es más simple de lo que piensas, hazme caso. Debería ser suficiente con que contestes una pregunta.

—¿Cuál?

Me giré, mirándole directamente a la cara.

—¿Confías en él? —me interrogó.

Yo regresé a mi posición inicial y bajé la mirada, analizando el estampado de mi vestido y la forma de la falda en el cristal del espejo.

—Claro que lo hago —murmuré, con todo el calor en mi rostro.

—Entonces solo tienes que dejarte llevar, Yeonnie —me alentó—. Nada de pensar. El sexo no es algo que se programe aunque te lo hayan impuesto de esa forma. Surge de una atracción que se desborda y, cuando no puedas contenerla más, lo sabrás —me explicó, paciente—. No es por meterme en vuestra relación, pero, ¿no habéis avanzado ni un poquito?

El descaro del que se ayudó para palpar mi pecho aquella tarde, en casa de Nam, me sofocó de golpe. El vaivén de sus dedos, acompañado de esos besos húmedos, había protagonizado algunos de mis sueños más recientes. Así pues, me dispuse a decirle la verdad a Taehyung, que me miraba expectante.

—Puede que sí.

Mis palabras le satisficieron al instante, por no hablar de mis mejillas y del color rojo que se había propagado por ellas como la pólvora.

—Y por tu forma de hablar debo suponer que te gustó, ¿no? —adivinó, leyéndome demasiado bien.

—No sabía que podía sentirme así —le dije, ahogándome en ese recuerdo.

La quemazón que me regaló Jungkook después de aquello todavía no se había ido. Continuaba proliferando en mi interior a un ritmo terriblemente elevado y, tal y como decía Tae, llegaría el día en que no supiera controlarlo.

—Y estoy seguro de que Jungkook encontrará un modo de que te sientas incluso mejor —aseguró, retirándose—. Nunca en mi vida había visto a dos personas que encajasen más que vosotros, así que no le des tantas vueltas y disfruta de vuestra cita hoy.

Acomodé mi pelo y repetí esas palabras en mi cabeza.

No deseaba que Jungkook se ofendiera por mi ineptitud. Que yo no confiase en mí misma no se traducía en un rechazo absoluto hacia él. Jungkook me hacía fuerte, me proporcionaba una valentía de la que no había podido gozar antes. Las diferentes personas que construyeron el camino de mi vida solo se ocuparon de amedrentarme, de cortarme las alas siempre que intentaba levantarme. Por tanto, seguir el consejo de Tae era lo más sensato.

No debía obsesionarme con un momento que todavía no llegaba.

Me peiné un par de hebras con los dedos, ensimismada en aquel problema que me empeñaba en complicar con todos esos miedos.

—Hablando del rey de Roma —exclamó Tae—. Está llamándome —me mostró su móvil y yo rompí mi pose para acercarme a él, que ya estaba descolgando la llamada—. Te escuchamos, Jungkookie —dijo, poniendo el altavoz y dejando el aparato sobre su cama.

Ah, hyung —se oía el ruido del motor de su coche—. Estoy enfrente de tu casa, pero no consigo aparcar. ¿Noona puede bajar?

De repente, todo ese nerviosismo que había logrado retener estalló en miles de pedazos que se incrustaron en mi corazón. Este aceleró y yo pensé que descarrilaría, que alguna vena reventaría y la sangre comenzaría a derramarse dentro de mí debido a la presión que me acuciaba.

—Ya voy, Jungkook —me pronuncié, con los oídos medio tapados.

Tranquila, noona. No voy a moverme de aquí —y sus risas resonaron en la estancia.

Besé su mejilla, diciéndole adiós en un susurro. Él quiso detenerme, pero salí de su cuarto en busca de mi bolso y evité que mi mejor amigo se diera cuenta de la bomba de ansiedad en la que me había transformado en apenas unos segundos. Fue como si todas esas preocupaciones se hicieran más reales con un simple pestañeo.

Tras beberme un vaso de agua, cogí mi bolso de una de las sillas de la cocina y no esperé a que Taehyung saliera a despedirme. Si lo hacía, habría entendido que mi histeria se había disparado.

Yo ... Podía templar aquel ataque a mi sistema nervioso. Claro que podía.

¿Por qué tenía esa angustia? ¿Cuál era el motivo? ¿Por qué me sentía tan desubicada mientras bajaba las escaleras a toda prisa? ¿Por qué perdí la calma tan rápido?

Al salir a la calle e identificar el coche de Jungkook con el intermitente puesto, me arrepentí profundamente de no haberme tomado una tila cuando Tae me lo propuso.

Con el modo automático habilitado, pasé entre varios vehículos hasta llegar a la puerta negra del suyo. La abrí, aguantando la respiración, y me senté en el asiento de cuero, sorprendiéndole.

—Eso ha sido rápido —se carcajeó Jungkook.

No reuní el valor de mirarle, por lo que intenté que algo de aire bajara por mi tráquea antes de que el piloto rojo se activara. Solté mi bolso y, luchando contra mi estúpido corazón, me giré lo suficiente como para alargar el brazo y coger el cinturón de seguridad.

Todo parecía estar en mi contra, pues esa tira de plástico no se movió ni un centímetro. Sin ser esa mi intención, descargué toda mi zozobra sobre ella. El sonido seco del cinturón le indicó a Jungkook cuál era el problema que tenía.

—Cierto —desabrochó el suyo, pude escucharlo—. A veces se queda pillado. Espera, yo lo arreglo y ...

Por el rabillo del ojo, distinguí su sombra. Quiso alcanzar el cinturón, interceptando ese espacio vital del que me estaba nutriendo difícilmente. Y, como si no fuera bastante que me estuviera ahogando por arte de magia, mis reflejos reaccionaron a su brusco movimiento con uno todavía peor.

Levanté mi brazo izquierdo, cubriéndome el rostro.

Mi vista estaba clavada en el cristal de su coche.

Jungkook se detuvo, petrificado tras analizar mi comportamiento y deducir lo que significaba. Lentamente, recuperé mi sensatez. Solo una parte, pero conseguirlo me ayudó a utilizar la cabeza y bajar mi extremidad, incapaz de creer que hubiese hecho eso.

Notaba el pulso en la garganta, obstruyendo la única entrada por la que el oxígeno podía llegar a mis pulmones.

¿Qué mierda estaba pasando? ¿Por qué mi cuerpo percibió algún tipo de peligro cuando Jungkook se desplazó hacia mí? Él solo quería echarme una mano con ese jodido cinturón y yo ...

Solo entonces lo miré, abochornada por una actitud que no pude controlar y que le había dejado helado. Sus orbes, abiertos de par en par, me observaban sin siquiera pestañear. Debía haberle ofendido que creyera que iba a ...

Me tapé la boca, con la vergüenza vertiéndose sobre mi rostro.

—Jungkook, no ... —pero me trabé y no supe continuar.

Un amargo ardor en mis lagrimales quiso quitarme la poca estabilidad que había recuperado, pero, como el milagro que era, él decidió manejar la peliaguda situación con toda la paciencia que a mí me faltaba.

—Yeong —y dejó caer su mano en mi pómulo, acariciándolo—, ¿qué te ocurre? ¿Por qué ...? —su semblante reflejaba una preocupación sin precedentes.

—No lo sé —solté al tiempo que las primeras gotas caían de mis ojos.

Aquella angustia me revolvió el estómago y Jungkook entendió que necesitaba un momento. Se retiró un poco, asegurándose de que mi contrariedad no había sido provocada por una herida externa. Tenía que ser raro para él encontrarme en ese estado después de escucharme hablar por teléfono con una serenidad envidiable.

Contagiándose de esos nervios que yo estaba expulsando, sacó la llave de su ranura y el coche dejó de hacer aquel incesante y molesto ruido. Su siguiente paso consistió en acercarse con cuidado y envolverme en sus brazos mientras yo sollozaba, confundida y frustrada por lo que había desencadenado mi jodida inseguridad.

—Cálmate, por favor —sujetó mi cabeza, apretándome contra él.

—Lo siento. Lo siento mucho —las palabras salían atropelladas de mi boca—. Sé que no me pegarías nunca, pero mi cuerpo ... —traté de justificar esa reacción.

—No te preocupes —rogó, estrujándome.

Yo me abracé a su complexión y seguí llorando, pues la agobiante sensación que me había llevado a cometer tal error estaba desapareciendo con cada lágrima.

Me había sentido inquieta durante toda la mañana. Todos los problemas que me rodeaban habían decidido atacarme aquel día, sabiendo muy bien lo importante que era nuestra cita. Pareciera que mi templanza se hubiera largado, dejándome colgada de la forma más estúpida y desconcertante del universo.

En mi ignorancia, achaqué aquel bajón al rumbo que estaba tomando mi vida. No sabía que me depararía el camino que había elegido y esa incertidumbre, camuflada de todos los miedos que me perseguían, explotó en un momento que debía ser feliz y único.

—De verdad, no pretendía ... —mascullé, abrigada por un Jungkook que no sabía qué más hacer.

—No pienses en eso, noona —palmeó mi espalda—. Todo está perfecto, ¿de acuerdo? Respira ... —una persona, detrás de nosotros, pitó, desesperada por la inmovilidad del coche de Jungkook. Él maldijo en voz baja y besó mi cabello—. No le hagas caso a ese hijo de puta —y su comentario, en mitad de aquel llanto, me exprimió una mueca que intentaba imitar la estela de una sonrisa rota—. Lo mataré si no se calla ...

Tras un largo minuto, aquel tipo se olvidó de ese vehículo que le obstaculizaba la conducción y nos adelantó. Sorbiendo mi nariz, le dije a Jungkook que ya estaba bien. Lo comprobó con sus propios ojos y, sin alejarse demasiado de mí, agarró mi mano.

Me desinflé. La desazón huyó de mi organismo como si yo fuese un globo al que hubiesen pinchado. Puede que necesitara llorar, vaciarme de todos esos pensamientos negativos que me estuvieran martilleando la mente desde primera hora de la mañana.

—Dame un segundo —musité, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento y cerrando los ojos.

El tierno sendero que sus dedos recorrían por mi rostro para limpiarlo me acompañó durante ese breve descanso. Concentré toda mi energía en relajar el vientre y olvidar esa sensación de tirantez en las articulaciones.

Jungkook me ofreció un pañuelo y yo lo acepté, sonriendo ligeramente.

—¿No quieres subir? Tae puede preparar té y ...

Me negué en rotundo porque, si Taehyung me veía así de deshecha, se llevaría un susto del que no podría recomponerse en todo el día.

—No hace falta —y rebusqué en mi bolso para tomar una toallita desmaquillante—. Ya estoy ...

Jungkook me quitó el bolso de las manos y cogió por él mismo aquellas toallitas. Las abrió bajo mi atenta mirada. Con una entre los dedos, guió mi barbilla en su dirección y esbozó una pequeña sonrisa.

—Ya lo hago yo.

Con suavidad restregó el tejido húmedo por mis ojeras, retirando el rímel que habían arrastrado mis gotas. También se ocupó de eliminar el escaso rubor que me puse en casa de Tae y que, lamentablemente, perdió su color cuando pasé las manos por mis mejillas.

Todo mi maquillaje se fue al traste. No me puse demasiado, pero era una molestia que lo hubiese estropeado sin venir a cuento.

—Ha sido un día pesado —le dije—. Tenía la ansiedad por las nubes y he acabado ... —arrepentida, clausuré mis labios—. Perdóname, Jungkook.

—No es tu culpa, noona —empatizó conmigo y con los traumas que había interiorizado después de tantos años de golpes repentinos—. Es por ese desgraciado que te has sentido ... —se mordió la lengua—. No tendría que haberme movido así. Lo siento.

Sin que él me lo pidiera, bajé los párpados y guardé silencio hasta que hubo quitado los restos de rímel en mis pestañas.

Al mirarle de nuevo, me fijé en que el sobresalto no había abandonado sus pupilas. También fruncía los labios, visiblemente preocupado.

—No quería arruinar nuestra cita —me atreví a decir.

—¿Arruinar? ¿Qué has arruinado? —pasó una última vez la toallita por mi piel y esbozó una sonrisa natural, aislada de cualquier malestar—. Ni siquiera ha empezado. Si lo que necesitas es desestresarte, entonces te llevaré al sitio perfecto —me aseguró, emocionado. Le sonreí, consciente de que estaba poniéndolo todo de su parte para que me encontrase mejor. Colocó la llave, encendiendo el motor—. ¿Estás lista?

Iba a decirle que sí cuando me percaté del cinturón y de su posición permanente.

—El cinturón ...

Jungkook lo recordó, volviendo en sí. No obstante, tomó las precauciones necesarias y, reclinándose sobre mí, preguntó antes de moverse demasiado.

—¿Puedo? —inquirió.

—Sí.

No tenía que preguntarlo. Si yo hubiese estado más tranquila, nunca se me habría ocurrido protegerme de él.

Tae me había hablado alguna vez de unas clases de meditación que, por lo visto, no me vendrían nada mal a esas alturas de mi vida. Todo estaba patas arriba y me molestaba tanto que no reparé en la investigación que Jungkook hacía aprovechando la poca distancia entre los dos.

El click del cierre me hizo ver a un chico que, con una mano en el respaldo del asiento del copiloto, analizaba mi mirada en busca de algo que explicara mi estrepitosa y equivocada reacción.

—Hasta con los ojos hinchados te ves bonita, noona —reí tras escuchar su ocurrencia—. ¿Estás segura de que no quieres hablar de ello?

Mierda, me sentía fatal por haberle hecho pasar ese mal momento. Sus ojitos gritaban aquel miedo. Era imposible que no lo viese teniéndolo así de cerca.

Mucho más serena, lamenté profundamente que hubiese sucedido algo de ese calibre. Mientras me afligía, tomé sus mejillas. No podía dejar que esas cosas pasasen, bajo ningún concepto. Él no se merecía un desplante por mi parte aunque este fuera una torpe metedura de pata.

—Eran nervios acumulados. Nada más —asintió, confiando en mi declaración—. No entiendo por qué me han afectado de esa manera —rocé uno de sus mechones negros con mi dedo índice.

Me confirmó que ese susto ya había proscrito al besarme, enredando su lengua con la mía. Profundizó en la unión hasta forzarme a echar la cabeza hacia atrás, hundiéndome en el sillón. El chute de adrenalina fue real, pues ni siquiera pude intervenir en aquel beso que Jungkook dominó de principio a fin.

En el momento en que mi mano, a ciegas, sujetó una parte de su camisa, él siguió avanzando.

La dulce sensación de sus comisuras se impuso, haciéndome ver cuál era el plan aquella tarde. Jungkook se esforzaría por convertir ese tropiezo en una tonta anécdota que apenas recordaríamos en los próximos días.

Y yo no tenía que aprobar nada porque él ya sabía lo sumida que estaba en su propósito.

Otro individuo de poca paciencia pulsó su claxon, perdiendo los estribos, pero Jungkook no se detuvo y me robó un gemido, aunque acabó muriendo en su boca.

La insistencia de aquel hombre le empezó a molestar y se apartó, con sus instintos asesinos a punto de saltar.

—Joder, ¿qué pasa hoy con el tráfico? —emitió un sonido de desaprobación entre dientes—. ¿No ven que estoy cuidando de ti? —su indignación me hizo reír—. Es algo importante ...

Volvió a pegar nuestras bocas a pesar del ruido de aquel claxon. Tras un suspiro, me decanté por hacer caso a mi conciencia y corté ese beso, en contra de lo que ambos deseábamos.

—Ya nos hemos entretenido bastante —señalé—. Deberíamos marcharnos.

Así pues, Jungkook aceptó que lo mejor sería continuar con lo acordado. Se acomodó en su asiento y, tras ponerse el cinturón, salimos de aquella calle antes de que a ese tipo se le durmiera la mano de tanto aporrear el volante.

En cuanto Jungkook se incorporó a la carretera, yo respiré hondo y me recosté nuevamente.

No vuelvas a alterarte, Yeong. Hoy es un día especial y no puedes preocuparle más, por favor.

De camino al sitio donde tendríamos la cita, abandoné las vistas que se extendían a nuestro alrededor, cada vez más lejos del centro de la ciudad, y le eché una ojeada a Jungkook. En algún punto del trayecto, encendió el reproductor de música. Si no me equivocaba, se fueron sucediendo canciones del último álbum de Ariana Grande. Él fue hablándome de su día con una felicidad desbordante, pero yo solo podía admirar su agilidad a la hora de conducir y sus esporádicos tarareos. Si bien ya había estado con él en ese coche, en aquella ocasión se sentía mucho más real e íntimo.

Aunque me apeteciera devolverle la charla, me di cuenta de que lo que había echado de menos esos días sin verle había sido aquello; mirarle e imbuirme en el sonido de su voz y sus dulces risas. Por tanto, me limité a darle respuestas cortas.

De algún modo, así era nuestra relación. Él me explicaba miles de cosas y yo escuchaba. Esa paz que me transmitía su efusividad recalcaba lo mucho que había carecido de una estabilidad como la que me daba él. No tenía que fingir ser alguien diferente. Yo siempre fui una chica calmada que disfrutaba de las personas que la rodeaban, y la energía infinita de Jungkook encajaba con mi forma de ser, como si estuviese hecho para mí.

—¿Noona?

Tragué saliva, regresando al interior de su coche.

—¿Sí?

—¿Tengo algo en la cara? —me preguntó, alegre.

El semáforo brillaba con un color rojo muy intenso delante de nosotros.

—No. No tienes nada —reposé la cabeza, ladeándola para poder mirarle.

—¿Entonces? —levantó las cejas, con una mano en el volante.

—Estaba pensando —aclaré, incapaz de controlar la parábola que se había adueñado de mis labios.

—¿En qué? —siguió preguntando entre risillas.

Deseé capturar ese instante para el resto de mi vida y me juré a mí misma que debía luchar por él, por repetir en un futuro muchos otros paseos a su lado y llegar a ser mil veces más feliz de lo que ya era.

—Me gusta verte conducir —le confesé.

Con media sonrisa cruzándole el semblante, se inclinó y me dio un beso demasiado rápido. Apenas me rozó los labios.

—Pues daré unas cuantas vueltas más antes de que lleguemos —aseguró justo cuando la luz cambió a verde.

Giró a la derecha y, a pesar de que la musculatura de sus brazos me tenía completamente hechizada, me las arreglé para verbalizar esa duda que todavía no había resuelto.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar —se burló, luciendo más atractivo que de costumbre.

—¿No me lo dirás? —insistí.

—Es un secreto, Yeong-ah —dictaminó, sin dar su brazo a torcer.

Mi rutina estaba hecha por y para JaeHo y yo no podía salir de ella. Durante la semana me dejaba algo de tiempo para mí, permitía que saliera durante la tarde. Esos eran los momentos en que mejor me sentía porque hacía lo que me apetecía y no lo que él exigía. Sin embargo, mientras observaba a Jungkook, reconocí para mis adentros que una sorpresa no estaba mal.

Cuando era más pequeña, Nam y su madre siempre me hacían un regalo el día de mi cumpleaños, y había olvidado cuánto me encantaba abrirlo. La ilusión al descubrir de qué se trataba suponía un escenario increíble, mágico para la pequeña Yeong. Que Jungkook hiciera eso por mí, aunque no fuera una sorpresa material, me devolvió el ánimo por saber más, como antaño.

Al cabo de unos minutos, Jungkook se adentró en un parking que rodeaba por todos lados un edificio gigantesco. No sabía exactamente dónde estábamos porque mis salidas fuera del centro eran muy escasas. Jae no solía llevarme lejos del hotel y, si nos marchabamos a alguna parte, se trataba de Japón.

Por eso, cuando me asomé por la ventanilla, examinando el recinto, mi confusión se multiplicó.

Jungkook encontró aparcamiento pronto y, hasta arriba de curiosidad, no pude esperar a que apagara el motor.

—¿Qué hay aquí? —lo escruté.

Sus risas me hicieron sentir como una niña otra vez.

—No sabía que podías ser tan impaciente, noona —apuntó, guardándose la llave y abriendo la puerta—. No te muevas.

Y rodeó el capó del Mercedes en un instante. Fue tan veloz que apenas pude empujar mi puerta para ayudarle a abrirla. Él me dio la mano y yo me agarré a ella, saliendo del coche. Lo cerró y me ofreció su brazo. Entrelacé el mío con el suyo tras colocarle el bolso sobre el hombro y Jungkook lideró el camino hasta la entrada del lugar.

Ojeé la zona, comprobando que los carteles hablaban de un centro comercial bastante nuevo.

—¿Esto es ...?

—No habías venido a este centro comercial, ¿verdad? —comentó, orgulloso.

Al cruzar las cristaleras de bienvenida, ese aire fresco característico de aquellos centros se cargó todo rastro del calor que hacía al aire libre. Pero lo que más me llamó la atención fue lo grande que era. No sólo desde el aparcamiento parecía enorme.

—¿Cuántas plantas tiene? —quise saber, absorta en las altas paredes y los decorados.

—Diez, creo —me contestó—. Lo inauguraron a principios de este mes y es genial porque en cada planta puedes encontrar algo diferente —se encaminó hacia las escaleras mecánicas.

—¿En serio? —entreabrí los labios, fijándome en todo lo que estaba a mi alcance.

Hacía siglos que no pisaba un centro comercial. Las inmensas cantidades de ropa que guardaba en los armarios eran encargos que realizaba Jae a determinadas boutiques de la ciudad. Los conjuntos que utilizaba más a diario consistían en alguna que otra prenda de mi adolescencia y unos pocos vestidos que me regalaron Tae y Nam en mi anterior cumpleaños. Uno de ellos era ese que escogí para nuestra cita.

Los recuerdos que tenía de lugares como ese no se comparaban con edificios así. Aquel no se parecía en nada a la idea que permanecía en mi mente después de años sin visitar uno.

La caricia que Jungkook depositó en mi brazo logró que volviera a la realidad. Al girarme y topar con sus ojos, fui testigo de cómo sonreía, satisfecho.

—Cuando te emocionas eres adorable, Yeong —expuso.

Las escaleras nos llevaban hacia arriba, la primera planta, y, durante mi investigación del recinto, no me percaté de que había avanzado un peldaño más que él, igualando bastante nuestra altura.

—¿Adorable yo? —la mirada de Jungkook no mentía—. Ni siquiera sabía que pudiese serlo.

—Lo eres —afirmó, sonriendo—. Solo por verte así ha merecido la pena venir.

Le aliviaba que estuviese relajada. Después del susto que le di al recogerme, debía sentirse en el mismísimo paraíso sabiendo que ya había pasado.

En deuda con él, me acerqué para depositar un corto beso en su boca. Aquel gesto agrandó su sonrisa tanto que sus ojos se hicieron más y más diminutos.

Iba a pasarlo bien ese día y Jungkook también lo haría. Estando allí, a su lado, me di cuenta de que no había forma humana de no disfrutarlo.

—Dime —toqué sus dedos, alegre—, ¿qué vamos a hacer?

Estando de espaldas al final de las escaleras, Jungkookie se encargó de avisarme para que no tropezara con el suelo cuando estas se acabaron. Sujetó bien mi mano con la suya y tiró de mí. Habíamos dejado de subir, así que entendí que nuestro objetivo se encontraba en el primer piso.

—Una de mis cosas favoritas —declaró, exaltado. Esperó a que siguiese su ritmo y continuamos caminando por el amplio pasillo, no demasiado lleno—. ¿Has jugado alguna vez a los bolos, noona?







🎳🎳🎳

Primera parte de la cita check uwu

Tal y como indico al principio del cap, todavía quedan dos partes. La segunda estará este fin de semana, creo xD

Answer está cada vez más cerca de los 100k _ Alucino 🫠🫠🫠 Muchas gracias, de verdad ♡🥹🤧

Poco más que decir

Os quiere, GotMe 💜

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