Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19

Yeong

Tae llegó pronto y yo lo agradecí porque, de esa manera, tenía una buena excusa para alejarme de toda esa gente tan importante a la que JaeHo había invitado. Nos pudimos escabullirse unos pocos minutos, pero fue suficiente para que recuperara algo de confianza en mí misma. Tener allí a mi mejor amigo, a pesar de todo lo que conllevaba su presencia en el lugar, me calmaba.

—Lo tenemos todo controlado —repitió, analizando el orden en el que se habían colocado finalmente las obras escogidas—. No te preocupes, ¿vale?

Inspiré, forzándome a mantener las formas.

No dejaba de llegar gente, así que JaeHo volvió a llamarnos con la intención de presentarnos a los recién llegados. Todo el mundo se mostró muy contento de conocer a los dos organizadores del fantástico evento y Jae, por su parte, no hacía más que presumir de mis conocimientos sobre arte. Nunca le importó lo más mínimo, pero esa noche parecía estar verdaderamente orgulloso de mí.

Era ridículo.

Cuánto más lo pensaba, menos sentido tenía, así que opté por fingir ser esa persona que él quería que fuese. Saqué a relucir mis mejores modales, sonreí a las mujeres de altos cargos del gobierno y de grandes empresarios con los que había compartido más que palabras en otras ocasiones.

Mentí. Mentí una y otra vez, como si fuese la chica más inocente y simpática del planeta.

Procuré que todos entrasen al recinto tras una agradable acogida en la entrada del edificio y Tae hizo su parte con gran profesionalidad. Llegó el momento en que pensé que él sabría desenvolverse entre todos esos ricachones sin problema alguno aunque yo no estuviera a su lado.

Retuve ese pensamiento durante toda la recepción hasta que, a punto de regresar a la sala de exposición, un nuevo invitado cruzó las enormes puertas de cristal.

Con paso firme y un porte irreprochable, se acercó hasta nosotros. Su gesto era neutro, pero tan pronto como nos miró, una pequeña sonrisa de cortesía se pintó en su hermoso rostro.

—Buenos noches, Jae —se inclinó, saludando como correspondía, y se giró en mi dirección volviendo a repetir el movimiento—. Buenas noches, Yeong-ssi.

Su saludo, indiferente, se clavó en mi pecho como dardo afilado.

Solo sostuve su mirada un instante, ocultando cualquier indicio de emoción que Jae pudiera percibir en ese acto que, a simple vista, no iba más allá de una mera cortesía entre dos conocidos que se tratan como extraños.

Para no mostrar aquella debilidad, me centré en analizar su impecable traje de chaqueta. Jungkook, de algún modo, encajaba a la perfección en fiestas como esa. Puede que fuera práctica, quién sabe, pero brillaba más que de costumbre.

Puede que sean tus sentimientos los que te hacen pensar así de él, Yeong.

Sí. Esa era otra posibilidad.

Consciente de mi incomodidad, apartó su mirada de mí y pasó por alto a Tae, pues no se conocían a los ojos de JaeHo y aguardó a que el susodicho los presentara correctamente.

—¿Cómo estás, Jungkook? Me alegra que hayas podido venir, aunque tu hermano me debe más de una copa —dijo él, alegremente—. Este es Kim Taehyung, el autor de la colección expuesta. Ahora que lo pienso, debéis de tener la misma edad, más o menos. Seguro que os lleváis de maravilla —señaló, emocionado al darse cuenta de ese detalle—. Ya sabes que aquí todos son vejestorios y tener a gente más joven hace que el ambiente no sea tan recto, ¿no crees? —le preguntó a Tae, dando una amigable palmada a su espalda.

Este asintió, sonriendo de nuevo.

—Es un placer, Jungkook-ssi. Espero que pase una buena velada —hizo una reverencia, al igual que con todos los invitados anteriores.

—El placer es mío, Taehyung-ssi —le replicó Jungkook—. No soy muy bueno con el arte, así que apreciaría que me diera algunos consejos.

—Ah, Yeong también puede ayudarte —se apresuró a añadir JaeHo—. Ellos estudian lo mismo, ¿sabes?

¿Por qué pareces tan feliz? ¿Por qué estás aparentando qué me amas cuando lo único que haces es matarme día tras día?

—¿De verdad? —su sorpresa fue tan natural qué nadie podría sospechar lo que ocultaba en realidad—. Entonces también agradecería tu ayuda, Yeong-ssi.

Sus ojos, hábiles, capturaron los míos antes de qué pudiera encontrar otro lugar al qué huir.

—Claro —respondí, sosteniendo la tela de mi vestido, demasiado nerviosa—. Puede preguntarme lo que desee, Jungkook-ssi.

—Le tomo la palabra entonces —aceptó, eligiendo muy bien las palabras.

Nuestra clandestina conversación telefónica volvió a mi mente, evocando esa dañina necesidad de aferrarme a él a pesar de la dura realidad a la que nos teníamos que enfrentar esa noche.

Mañana podrás abrazarle. No desesperes, ¿de acuerdo?

Cerré el puño, arrugando el caro vestido entre mis temblorosos dedos.

—Exacto —insistió Jae—. Ella puede satisfacer cualquier petición que tengas. Ya lo sabes.

Ahí estaba. No perdía la maldita oportunidad de vender su mercancía como gran hombre de negocios que era.

Tae comprendió sin dificultad a lo que JaeHo se refería. Además, no era la primera vez que lo escuchaba esa noche. Jungkook, por su parte, se obligó a agrandar la sonrisa y asintió educadamente ante la sugerencia. A pesar de la tranquilidad que me otorgaría pasar un rato con él, sabíamos que no era el momento. Teníamos que estar atentos a los pasos que Jae diera y un escarceo momentáneo no era lo idóneo si queríamos mantener la guardia alta.

Tras esa cordial charla, Jungkook entró a la sala principal y nosotros tres recibimos a un último matrimonio. La recepción acabó minutos después, por lo que nos unimos a los invitados. Algunos camareros cruzaban la estancia, llevando bandejas con diferentes aperitivos y bebidas. La gente observaba las obras colgadas, como era de esperar.

Desde luego, comprobar que todo marchaba como debía, logró relajarme mínimamente.

Al poco tiempo, Jae requirió de la presencia de Taehyung. Casi todas las esposas de aquellos grandes empresarios habían descubierto en su llegada que el artista era joven y guapo, mucho más de lo que habían imaginado, así que más de una lo buscó para que el portentoso chico les mostrara todos los secretos ocultos tras sus cuadros.

Obviamente, no me gustaba que Tae fuese tan solicitado por esas viejas busconas que no tenían nada que envidiar a sus obscenos maridos. Estaba segura de que, si hubieran podido convencer a Jae, habrían intentado concertar alguna cita futura con Kim Taehyung para conocerle más a fondo.

—Jae —me atreví a cortarle el paso cuando iba de camino a encontrarse con otra señorona.

Mi llamado le fue indiferente, no me cabía duda, pero quise fiarme de las palabras que vinieron después.

—Él no es como tú, Yeong —recordó para mi alivio—. Sin su permiso no puedo hacer nada y ya se ha negado. Es una pena, pero puedes estar tranquila.

Respiré aliviada, y él se marchó.

Sola, en aquella esquina del salón, temí que JaeHo hubiera interpretado aquella reacción erróneamente. Si comenzaba a creer que mis sentimientos hacia Tae eran más fuertes de lo permitido, no le importaría que dijera que no y se desharía de él con sus propias manos.

Recuperé la compostura, carraspeando, y centré mi vista en uno de los lienzos que yo misma había visto nacer en el taller de pintura de la universidad.

JaeHo ya sabía que Tae no era cualquiera, pero no podía dejarle pensar que había algo más que una simple amistad entre compañeros de clase. Si sospechaba que mi cariño por él estaba mucho más arraigado en mi ser, no quería ni pensar en los escenarios a los que nos veríamos abocados.

Lo preocupante no era que se obsesionara con la posibilidad de un amor inexistente. Lo que más me aterraba era que se percatara de que Tae se acercaba a lo que Nam era para mí. Si descubría aquello, no desaprovecharía la ocasión de amenazarme de alguna forma novedosa que, de seguro, incluiría torturas, desmembramientos y mutilaciones de diferentes tipos.

Con aquella horripilante idea surcando mi cabeza, ni siquiera sentí la aparición del individuo que quiso acompañarme en el minucioso análisis del cuadro que parecía haberme absorbido por completo. Sin embargo, él sabía que no era esa pieza lo que me tenía meditabunda.

—Yeong-ssi, ¿no lo está pasando bien? Parece distraída —comentó de repente, alertándome.

Fue un pequeño sobresalto del que pude recomponerme más rápido de lo que pensé. Mi corazón, esa noche, no estaba preparado para asaltos innecesarios, pero no reuní el valor para echárselo en cara. Si se trataba de él, me resultaba imposible.

En su lugar, suspiré, observando con minuciosidad el cálido cuadro de Tae.

—No pidas imposibles, Jungkook.

Hablar tan informalmente no era adecuado. En el caso de que alguien nos escuchara, podría surgir la sospecha en los presentes, no obstante, necesité de ese furtivo descanso con el objetivo de recargar energías. Engañar a toda esa gente requería un esfuerzo demasiado grande que suponía, naturalmente, engañarme a mí misma. Solo si él estaba ahí podía relajarme y dejar de fingir, aunque solo fuera durante unos escasos minutos.

Noté como se acercaba más a mi posición, reduciendo el espacio que nos separaba. De ese modo, habría menos probabilidades de que algún oído inquieto quisiera inmiscuirse en nuestra charla.

—Todo está perfecto. No deberías preocuparte demasiado —la seguridad en su voz me dio algo de estabilidad interna—. Ya ha pasado una hora y todo marcha como planeasteis, ¿no es así?

—Pero puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos —le recordé—. Si bajo la guardia, no podré prevenirlo.

—¿No vas a mirarme?

Su pregunta me hizo dudar, aunque supe recuperarme antes de caer en su propuesta.

—Los ojos son el espejo del alma —declaré, impasible—. Si lo hago, alguien podría ver cuánto me estoy conteniendo ahora mismo.

Él me comprendía. Aunque tuviese impulsos peligrosos, entendía a lo que me refería. Si me centraba en él ... No las tenía todas conmigo. Probablemente ese amor que crecía segundo a segundo sería visible para más de una persona allí. Cuando miras a la persona que quieres, es prácticamente imposible ocultar unos sentimientos que se desbordan. El cuerpo no sirve como recipiente que recoja toda esa marejada. Ni siquiera el humano más hábil sería capaz de encubrir algo tan sincero.

—Ni siquiera puedo abusar de mi casta y pedir un rato contigo, ¿verdad?

—No. No es lo mejor —corroboré, ansiosa por estar a solas con él y poder compensarle por todo—. Deberías hablar con Tae. Él está mucho más nervioso de lo que deja notar.

Yo sabía defenderme sola mientras que Taehyung estaba experimentando su primera encerrona de ese calibre. Si tuviera a Jungkook cerca, lo agradecería. Además, les sería más fácil fingir entre ellos. Si yo estaba de por medio, sabía que los dos se mostrarían más vulnerables de lo acordado y no podíamos jugárnosla de esa forma.

En un mero pestañeo, sentí el débil roce de su dedo índice en el dorso de mi mano, lo que me desestabilizó por unos segundos. Tomar su mano me habría aliviado, empujándome a seguir adelante con la larga noche que me esperaba, pero ese egoísmo no tenía cabida en un momento tan crucial. Por ello y por la angustia que comenzaba a arremolinarse en mi vientre, alejé mi brazo.

La distancia entre ambos se sintió fría, como si realmente no nos conociésemos y, si debía ser sincera, lo odié con todas mis fuerzas. Huir de él me hacía mal, pero era preferible un daño menor como aquel que sucumbir a mis malditos deseos y ponerlo en peligro.

—No me lo pongas más difícil, por favor —agaché la mirada, odiándome desde lo más hondo por estar siguiendo las mismas imposiciones que siempre había repudiado.

Jungkook se aclaró la garganta, comprendiendo el porqué de mi rechazo a su pequeña y tierna muestra de afecto.

—Perdóname, noona. No es el momento. Lo sé —me dijo, tan amable como cabría esperar—. Cuando coja tu mano, prometo no soltarla.

Él se dio la vuelta y desapareció a mis espaldas.

¿Se había molestado? No. Jungkook no era ese tipo de persona. Si había escapado de mí no lo hizo por despecho. Él no era Jae. Él no buscaba mortificarme al no haber conseguido lo que añoraba. Se marchó porque, si no lo hacía, habría creado una ansiedad que ninguno podría controlar; una necesidad de tocarnos que nos expondría por mucho que intentásemos resistirnos.

Por el bien de nuestra relación, debíamos ser dos desconocidos hasta que acabase la velada.

—Perdóname tú a mi, Jungkook —musité.

Todo el mundo quiere amar valientemente y yo te estoy privando de ese derecho. Lo siento de verdad.

Un rato después de que Tae diese un breve discurso con el que agradeció a los allí presentes la bonita velada y toda la atención que habían demostrado hacia sus cuadros. Se sentía realizado. Probablemente, no habría podido realizar una exposición como aquella con sus propios medios, ni siquiera aunque la universidad le hubiera apoyado de forma económica.

En ese aspecto, se trataba de una gran oportunidad para él como profesional. Por un momento, pensé que todo saldría bien y que le debería un agradecimiento a Jae por haber orquestado aquello. Eso habría ocurrido si fuese alguien normal, con una persona a mi lado que me quisiera de corazón y no estuviera aguardando a que cometiera el más mínimo fallo para crucificarme viva.

Le habría dado las gracias. Lo habría hecho. Y entonces, me presentó al señor Shin, un socio japonés al que Jae había invitado esa noche. Yo tuve que sonreír y asentir a todo lo que ese demonio de ojos negros dijo, acompañando a un hombre que acababa de conocer con el único objetivo de satisfacer sus sucias necesidades.

Me aseguré de que Jungkook y Tae estaban juntos, charlando con otro invitado en una zona alejada de mi posición. Así pues, me marché junto a ese cincuentón fuera de la sala, con el estómago revuelto y la mirada del individuo clavada en las curvas que marcaba mi traje.

Acompañada de un escalofrío, pasé al interior del cuarto que nos ocultaría del resto de invitados durante un período de tiempo que, esperaba, fuera corto.

Bajo su petición y supervisión, me arrodillé.

Jae me explicó lo que habían acordado él y ese empresario extranjero. Por un instante, pensé que el idioma podría ser una barrera, así que le pregunté en japonés, pero aquel hombre supo responderme en un coreano bastante fluido. Por lo tanto, me dispuse a bajar la cremallera de sus pantalones e hice mi trabajo.

Menos de diez minutos necesité para conseguir que el desconocido adinerado estallara. Impecable y sin una sola mancha en mi vestido, recuperé el equilibrio al incorporarme y me acerqué al pequeño lavabo que adornaba una de las paredes de la salita. En él me enjuagué la boca, sintiendo ese rastro de culpa por estar haciendo algo así a pocos metros del lugar donde esperaba Jungkook. Ya debía haberse imaginado que estaría con un cliente de Jae después de ojear el gran salón y darse cuenta de que había desaparecido.

El líquido que brotó de mi cavidad bucal y que se tragó el sumidero del lavamanos dejó en mis papilas gustativas un sabor más amargo del habitual.

De repente, sentí la mano del invitado en mi trasero, subiendo mi ropa porque al parecer, quería seguir con el encuentro. Yo, de la forma más educada que encontré, me alejé de su cuerpo y aparté su extremidad.

No era la primera vez ni sería la última que alguien se quedaba con ganas de más y trataba de saltar de el acuerdo previo que había establecido con JaeHo antes de verse conmigo en privado. Por ello, no me alarmé y le sonreí amablemente.

—Lo lamento, señor Shin, pero JaeHo me pidió que volviera pronto —me sequé un poco las manos en la toalla más cercana—. Puede hablar con él y visitar nuestro hotel si quiere que nos ...

—Lo quiero ahora —se mantuvo firme—. No debe de ser ningún problema que nos ausentemos unos minutos por ...

Estaba bastante acostumbrada a lidiar con hombres poderosos que no aceptaban un no por respuesta bajo ningún concepto porque sus orgullos estaban en eso: en aplacar cualquier acto de rebeldía, sobre todo si este venía de una puta como yo que vivía por y para servir a magnates de su calibre.

Tras entender que seguiría insistiendo hasta que obtuviera lo que deseaba, le repetí que no podía ser.

—Le ruego que me disculpe, pero tengo que regresar con los invitados —volví a decir.

Habiendo declarado nuevamente mi postura, me escabullí de su alcance y salí del lugar antes de que probase suerte otra vez.

Algo más aliviada, tomé una bocanada de aire y entré al salón principal por una de las puertas laterales, procurando pasar desapercibida a todos los que se encontraban cerca. Visualicé a Jae en la zona de la derecha, por lo que no perdí ni un segundo y me aproximé a él con la intención de explicarle que ese japonés al que me había vendido no pretendía cumplir con su parte del trato.

Normalmente, a través de mis ratos lúdicos con hombres de esa calaña podía recabar una idea bastante clara de cómo era esa persona en realidad. Si buscaba sobrepasarse conmigo o agarrar más de lo que se le había prometido, Jae solía andarse con mayor precaución a la hora de cerrar un negocio con el personaje en cuestión. Al fin y al cabo, la mayoría de los tipos del mundillo al que él pertenecía sobrevivían gracias a distintas trampas y también era parte de su trabajo identificarlos y andarse con pies de plomo con ciertos individuos que podrían hundirlo de la nada.

JaeHo se excusó ante dos hombres trajeados que debían rondar su edad y a los que no logré dar un nombre. Se acercó a mí, acortando cualquier distancia que quedara entre nosotros. Parecía relajado; incluso me atrevería a decir que una pincelada de amabilidad recorría su semblante.

—¿Cómo ha ido, nena? —dijo al instante, rodeando mi cintura con su brazo.

—Me gustaría decirte que bien —comenté, revisando mis espaldas para saber si aquel rico había seguido mis pasos—, pero ese tío quería más de lo que habíais acordado, así que ....

Sentí cómo apretaba el agarre en torno a mi cuerpo.

—¿Yeong, me estás diciendo que el señor ha quedado descontento? —esbozó una tensa sonrisa.

Me dispuse a especificar, a ofrecerle una información más concreta que no dejara lugar a dudas, sin embargo, la predisposición de mi carcelero cambió de repente, juzgando hasta el menor pestañeo que observase de mi parte.

—Bueno, no estoy segura —fui frunciendo el ceño poco a poco—. Le expliqué que hoy no podía entretenerme mucho tiempo con nadie y que podía concertar una cita otro día, como hago siempre que ...

Me obsequió una desagradable mueca mientras clavaba los dedos en mi costado.

Creo que fue en ese maldito momento cuando entendí la ruta que, previa y meticulosamente, había trazado para aquella ocasión. La oscuridad de sus orbes brilló con intensidad, augurando una inquina de la que ya me había percatado después de tantos años junto a ese lunático que se hacía pasar por mi pareja.

Actué tarde, demasiado lenta, puesto que Jae no me dejó apartarme y retroceder, lejos de su alcance.

—¿A dónde vas? —me cogió con más fuerza, consiguiendo que aguantase la respiración de puro terror—. A ver si lo he pillado —carraspeó, haciéndose el confundido—: has ido a hacerle una mamada a un cliente que tiene que cerrar un contrato conmigo la semana que viene y, cuando ha decidido que te follaría, tú has tenido los jodidos arrestos como para negárselo y largarte. ¿Me equivoco? —levantó las cejas, esperando mi afirmación.

Le mantuve la mirada, presa de la insensatez.

¿Cómo pude bajar la guardia de aquella manera? Fui hacia el punto de mira por voluntad propia y me insulté a mí misma por no unir los puntos señalados a tiempo.

Jae había ganado.

—No lo hagas, por favor —le pedí, apelando a la escasa estima que aún me tenía.

Se burló al resoplar, disfrutando de su victoria. Me estaba viendo a su merced, como siempre, y no había premio mayor para él.

—Respóndeme o te cruzo la cara delante de toda esta gente —su amenaza hizo que mi sangre hirviera en silencio.

Todo había marchado de lujo, él había permitido que fuera de ese modo, pero el teatro estaba llegando a su fin. Nunca estuvo bajo mi control que la exposición saliera a pedir de boca, nunca habría esquivado su malicia porque Choi JaeHo no dejaba un cabo sin atar, sin importar las apariencias.

Una de las heridas en mi muslo izquierdo quemó con suavidad, como si mi organismo ya supiera en qué consistía el siguiente acto.

—Vas a hacerlo igualmente —descubrí, observando su rostro.

—Qué bien me conoces, cariño —contestó en tono burlón.

Ni siquiera se preocupó de disfrazarlo. No era necesario pintarlo de una forma diferente, ya que ambos sabíamos que en su plan no había improvisación alguna. Él, desde que le propuso a Tae aquel encargo, tuvo presente que me destrozaría públicamente, me degradaría y podría contemplar en carne y hueso si ...

Tae. Tae estaba allí y vería en primera línea todo aquel espectáculo.

Escuché, en lo más profundo de mi pecho, cómo algo se rompía.

El latigazo fue una tontería. Un guantazo como ese no se comparaba con una de sus palizas, pero tuve que tragarme la sangre que comenzó a emanar de mi labio inferior y mantener la compostura para que los presentes no se alarmaran, aunque la mayoría lo hizo al escuchar el sonoro golpe. El poco orgullo que me quedaba hizo que mis piernas resistieran a pesar del miedo que me generaba su tranquilidad.

Jae, impasible, me miró con esas pupilas del color de la ceniza. Me tenía comiendo de la palma de su mano.

—Ruega, vamos —me instó—. Y mírame —pero yo no fui capaz de hacerlo—. ¡Que me mires!

Su mano, grande y dura, sujetó mi barbilla. Ejerció tanta presión que no tuve que moverme ni un solo milímetro para toparme con su mirada.

Jae me escudriñó a modo de tregua, aunque, en realidad, simplemente hacía tiempo con el objetivo en mente de que los invitados reaccionaran, reclamando su atención.

—¿Sabes una cosa? —me estaba retando y odiaba cuando lo hacía—. Tus ojos son preciosos y siempre me han gustado porque puedo ver en ellos lo que sientes —lo creí, consciente de que era lo suficientemente perspicaz—. Sé que miras a ese chico como miras al cabrón de tu hermano —aseguró, reconociendo que todo había sido un vulgar engaño que me pondría en evidencia delante de Taehyung—. No me preocupa en absoluto; solo estás jugando a la familia feliz y te lo he permitido, pero últimamente me está costando hacerlo —sus hileras de dientes, blancas como la porcelana más fina, quedaron a la vista, apretadas de frustración—. Sigues mintiéndome, burlándote de mí, y he llegado a la conclusión de que necesitas un jodido escarmiento delante de él —mi mandíbula dolía, lo que le provocaba un goce infinito—. ¿Y qué mejor situación que esta para que se dé cuenta de quién es su amiguita?

Ya oía a mi alrededor los murmullos. Percibía la curiosidad de las esposas y la incomodidad de los maridos.

No intentaba averiguar nada, sino anticiparse a cualquier peligro que pudiera suponer mi amistad con Tae. Saber aquello me recordó que no podía bajar la guardia; él siempre encontraba ese hueco por el que colarse y destruir todo cuanto yo valorara.

—Eres la persona más pérfida que he conocido —escupí, maldiciendo el día en que lo dejé entrar en la que fue mi casa.

Mi insulto le satisfago más de lo que demostró.

—De rodillas —demandó.

No obstante, permanecí quieta. Mis músculos estaban en su límite debido a que mi mente estaba hecha un desastre.

Decidió actuar y me tiró hacia abajo con un ímpetu que no me dejó oponer resistencia alguna. En menos de dos segundos, mis rodillas habían caído en picado. Una punzada las atravesó, acompañada de lejanos gritos de sorpresa.

Buscarles no era una opción realista. Tanto Tae como Jungkook ya debían haberse fijado en Jae y en mí, así que solo me quedaba obedecer y rezar para que acabase rápido.

—Ah, señor Shin —vociferó JaeHo. Yo admiré el suelo de mármol, cabizbajo—, no puedo creer que Yeong haya sido tan descortés con usted. Me avergüenza todo el tiempo y precisamente hoy ... Discúlpate con él, preciosa.

Palpé el frío suelo con ambas manos y saboreé el férreo sabor de la sangre que continuaba derramando mi comisura.

—Acepte mis disculpas, por favor.

Mi voz era débil y temblorosa. Jae se carcajeó, muy descontento, y se decantó por la violencia al momento. Hundió sus dedos en mi cabello, agarrándolo como si yo fuera un utensilio, una cosa rota e inútil.

—Más alto, vamos —gruñó, elevando el tono.

—Lamento mi comportamiento —corrí a decir—. Discúlpeme.

Jae tiró más de mi pelo, forzándome a erguir la espalda y levantar la cara en dirección al empresario japonés, que, estupefacto, observaba el numerito orquestado por su futuro socio.

—Las zorras como ella no tienen educación —prosiguió JaeHo, tensando aún más mis hebras castañas—. Si no es capaz de hacer lo que se le pide, ¿cómo iba a confiarle un negocio como el mío? —le expuso al caballero, consternado por lo que estaba presenciando y, en parte, protagonizando—. Las mujeres solo sirven para estar ahí; en el suelo y suplicando. ¿No cree, señor Shin?

—C-claro —habló, aterrado—. Aunque no me ha ofendido mucho, señor Choi —me sorprendió que quisiera ocupar un punto neutro en aquella conversación—. Tampoco es ...

Yo me desvié, posando la mirada en Jae, que hizo oídos sordos y me escrutó con la misma soberbia. Puede que distinguiera algún tipo de rebeldía en mis iris y que por eso decidiera patear mi estómago cruelmente. Fue una sola patada, directa y punzante. Dio de lleno en mi vientre y, siendo mínimamente benévolo, soltó mi pelo lacio y toleró que cayera sobre mis manos, quedando a cuatro patas mientras contenía los gemidos de dolor.

El muy desgraciado atinó en una brecha que todavía estaba cicatrizando.

—Pero me ofende a mí —sentenció, altivo—. Ensucia mi nombre cada vez que comete un puto error y no me gustan los incompetentes.

Ese familiar picor en mis ojos me sacudió de pies a cabeza, al igual que la sequedad en la garganta, advirtiéndome de un llanto que no tenía el lujo de dejar salir.

Dolía. Dolía, pero estaba bien. Me había acostumbrado a ello y soportarlo no era un problema. Mi herida abierta no ardía ni la mitad de lo que me abrasaba esa zona, próxima al pecho. Todo porque me horrorizaba saber que los dos estaban asistiendo a aquel acto de sumisión. Rogué para que Tae pudiera aguantarlo y supliqué para que Jungkook no perdiera la cabeza.

Contrólate, Yeong. Ellos son fuertes y tú tienes que serlo también.

Mi plegaria fue interrumpida por Jae, ya que se agachó y cubrió mi cuello con la palma de su mano derecha, apretando con el único objetivo de ahogarme públicamente.

Yo, desesperada por detenerlo, cogí su chaleco de marca. Empecé a toser apenas un segundo después.

—Yeong, esto es divertido, ¿verdad? —dijo, al lado de mi oreja—. ¿Qué pasaría si decido matarte aquí mismo? ¿Ese muñequito tuyo tendría los huevos de intervenir? Puede qué esté seguro de qué tú no lo amas, pero ... ¿Quién me puede asegurar que él no siente algo por ti, eh? —durante su pausa, mis toses fueron todo lo que logré escuchar. Pequeñas pintas negras enturbiaron mi vista y supe que estaba hablando en serio—. Quiero comprobarlo y ...

—Jae-ssi —le interrumpieron.

JaeHo no abandonó su tarea y cerró su agarre tanto que me temí lo peor.

Me mareé demasiado debido a la falta de oxígeno y no pude identificar la voz de aquel que había aparecido.

Si Tae o Jungkook se ponían de mi lado, los torturaría. Sus gritos se escucharían durante semanas o meses en el sótano del hotel y yo tendría que verlo porque sería mi jodida culpa que ...

Los escenarios se sucedían, llevándome al borde del colapso. Mi mayor miedo estaba a punto de hacerse realidad.

—Dongwook-ssi —le devolvió, causando en mí una mezcla de alivio y desconcierto—, estoy un poco ocupado ahora.

Dongwook. Ese hombre solo podía corresponder con la imagen de aquel individuo que, semanas atrás, acudió al hotel y perdió unos triste veinte minutos conmigo por una aparente urgencia que no podía retenerlo más tiempo del necesario en mi cuarto privado.

Su visita ocurrió la misma noche que Jungkook me besó por primera vez y, si no recordaba mal, fue en exceso violento. Me vino a la cabeza la sensación de su cinturón golpeando mi trasero. Me utilizó como un desahogo, dejando ir la ira almacenada y no mostró ni una señal de humanidad cuando me tocó. Solo ... Solo se liberó con un polvo rápido y pasó a esfumarse.

Entonces, ¿por qué ...?

—Sí, eso veo —afirmó, teniendo dificultades para hacerse notar por mi inminente ahogo—, pero no creo que sea el lugar.

Esa frase bastó para que Jae alejara su mano de mi tráquea.

Nunca me alegré del posible respeto que tuviera hacia ese hombre más que en aquel momento. Incrédula, acaricié mi garganta y tosí varias veces, escupiendo unas cuantas gotas de sangre.

¿Jae acababa de hacer algo sugerido por un aparente desconocido? ¿De verdad? Algo así debería ser imposible.

—Entiendo —dijo Jae entre dientes—. Por deferencia contigo, la dejaré, pero debo recordarte que ella es mía —el tono de amenaza no resultó desapercibido—. Puedo hacer y deshacer lo que sea, cuando quiera y sin dar explicaciones a absolutamente nadie.

Aquella intromisión funcionó como una humillación de alguien a quien no pretendía enfrentarse. Por lo tanto, Jae hizo un escueto resumen sobre su posición. Era intocable, y ninguna persona sobre la faz de la tierra tenía la potestad de echarle en cara algo, por estúpido que fuera. Las recomendaciones las aceptaba en privado, no delante de un centenar de personas.

—Por supuesto —se apresuró a darle la razón, esquivando un choque directo—. Solo quería aconsejarle como amigo —algo más estable, pude ver por el rabillo del ojo cómo ese hombre se acercaba a JaeHo—. Muchas de estas señoras parecen escandalizadas y, como bien has dicho, las mujeres solo saben importunar nuestros asuntos.

El comentario, misógino y detestable, suavizó la conversación bastante, pues Jae llegó a reír y palmear la espalda del entrometido al que, muy probablemente, querría despedazar.

—Se nota que tenemos experiencia con problemas de este tipo, Dongwook —fingió empatía—. Deberíamos cenar un día.

El pago por haberlo interrumpido en su juego favorito era ese. No pudieron hablar de negocios en aquella ocasión, así que Dongwook no tenía más alternativa que aceptar la propuesta con una sonrisa.

—Dalo por hecho.

—Genial —satisfecho, decidió poner punto y final al numerito—. Disculpen, señoras y señores. Siento mucho que hayan tenido que presenciar algo tan desagradable —exclamó JaeHo, recibiendo a su vez numerosas palabras de los invitados, que le restaban importancia a pesar de lo horrible que había sido.

Por otro lado, yo, que parecía ser olvidada por ellos, me las arreglé para colocarme de rodillas y respirar correctamente.

Ansiaba alzar la mirada y buscarlos. Necesitaba confirmar que habían mantenido la formas pese al mal trago que habían pasado, pero no recopilé los arrestos. Imaginar que se sentían asqueados, escandalizados y molestos por mi culpa era devastador.

No me quedaba valor para enfrentar a las personas más importantes de mi vida y era un sentimiento horrible.

Deben repudiarme; cualquiera en su lugar lo haría.

Con los orbes encharcados de lágrimas, noté unos dedos desconocidos en mi antebrazo. Al volverme, vi que Dongwook me tendía su otra mano. La sonrisa que me obsequiaba estaba bañada de tristeza y pena.

—¿Puede levantarse, Yeong-ssi? —interrogó.

¿Qué esperaba sacar tras comportarse como un caballero cuando todos allí sabían que no lo era? Nadie que se considerara humano iría a un evento organizado por Choi JaeHo. Además, ese tipo ya me había demostrado en privado que no tenía alma, sino dinero y ambiciones que lo cesaban tanto como para maltratar a una chica de la que solo sabía su nombre.

Sin embargo, guardé todos los reproches y tomé su mano. Él me ayudó, con cuidado de que los golpes recibidos no fueran un contratiempo mayor.

—Gracias —susurré, con la boca reseca.

—No hay de qué —dijo él, percatándose de que no estaba mirándolo a la cara.

¿Quería usarme? ¿Tenerme de su lado? No comprendía su amabilidad, es más, la denostaba. Podía ser educada y rechazarlo a la vez.

Tan pronto como pude mantenerme por mí sola, me alejé de él y solté su mano.

Mi cabello, que caía en torno a mi rostro como una cortina, fue retirado por Jae. Estaba furioso, lo percibía por el simple hecho de estar a su lado.

—Hablaremos en casa —se limitó a añadir.

Dongwook también lo escuchó y juraría que su inteligencia le ayudaría a imaginar qué suponía una declaración concisa como esa.

—Jae —espetó de repente—, ¿puedo acompañarla al cuarto de baño? —aprovechando que ninguno de los dos me observaba, dejé que la confusión se reflejara en mi semblante—. Si entendí bien, Yeong-ssi es también la imagen de la exposición. No debería posar en las fotos de esta manera.

Si JaeHo hubiera declinado su oferta, no habría protestado. Ese hombre sabía bien con quién se estaba metiendo, pero, por suerte para él y su inexplicable gentileza, el susodicho no se negó en absoluto.

—Sí. Será mejor que te asees —se dirigió a mí—. El fotógrafo debe estar a punto de llegar.

—Bien —asintió—. ¿Puede caminar, Yeong-ssi?

A pesar de haberme rehusado a hacerlo hasta ese momento, me giré y lo miré a los ojos. Él, impasible, pasó su brazo por mi espalda baja y me guió hacia la puerta más cercana sin mencionar nada de lo ocurrido.








♡♡♡

Estamos de vueltaaaa con esta historia repleta de cosas bonitas 😎😎😎

Dongwook entró en escena 👽👽 Teorías por aquí 🥰🥰🥰▶️▶️▶️

Espero que os haya gustado mucho el cap y que recordeis algo de la trama después de haber estado en sequía durante un año y medio 🤡🤡🤡
Pido perdón humildemente por la espera 🫠🫠🤧🤧

Ya soy una filóloga hispánica con título, así que prometo no volver a desapecer y darle caña a las novelas de Bangtan ✨✨

Lo dicho; no voy a hacer más parones con Answer. Intentaré actualizar cada semana/semana y media, aunque puede que esto cambie un poco cuando siga con Aphrodisia también 😅 (no queda mucho para eso, btw 👀👀)

Estén atentas a mi tablón y mi Instagram porque pondré entre hoy y mañana el día que subiré el capítulo 20. Capítulo de llanto, jeje 🙃🙃

Bueno, recuerdo que los chicos se merecen todo lo bueno de este mundo y que debemos apoyarlos en la decisión que han tomado 💜🥹

Hagan stream Yet to come ༼༎ຶ༎ຶ༽

Os quiere, GotMe 💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro