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16

Yeong

Jae se mostró normal conmigo esa noche y lo mismo ocurrió a la mañana siguiente. Era viernes y él solía marcharse antes ese día de la semana para poder volver pronto y cenar conmigo. Un esfuerzo que yo debía agradecerle, claro.

No se entretuvo y, cuando yo desperté, él ya no estaba en la casa. Gracias a su ausencia, pude prepararme tranquila y tomar un café sin ningún percance. Acompañé la bebida caliente con una tostada porque, milagrosamente, tenía bastante apetito esa mañana. Saber que había desayunado calmaría las preguntas de Tae y también las de Jungkook.

Solo de pensarlo, acabé sonrojándome y así pasé el resto del tiempo que estuve recogiendo la mesa. Jungkook y yo ya no éramos unos simples conocidos, ni siquiera amigos. La idea de verlo en la universidad se hizo presente, generándome cierto nerviosismo. Tenía tantas ganas de verlo y comprobar que se encontraba mejor que me apresuré a vestirme y tomar mis libros.

Al poco, salí de la hacienda y me puse en marcha hasta llegar a la parada de autobús. Allí mientras esperaba, saqué mi teléfono móvil de la bandolera. Lo desbloqueé y la primera pantalla que encontré fueron los mensajes, pero fue extraño. Yo ... Yo juraría que no dejé la aplicación abierta.

El primer chat y uno de los pocos que tenía era el de Tae. Releí la breve conversación que mantuvimos esa noche en la que yo le dirigía aquel mensaje a Jungkook. Incluso si Jae había revisado aquello, no tenía ningún motivo para sospechar. Él ya sabía de la existencia de Tae y nunca había temido que él y yo tuviésemos algo. Estaba muy seguro de que no me atrevería a tener algo más con el único compañero que me ayudó desde que empecé la universidad. Además, aunque me hubiera enamorado de Taehyung JaeHo era consciente de que nunca dejaría pistas sobre ello en un chat. No era tan estúpida.

No obstante, si él realmente había echado un vistazo a mi teléfono mientras dormía significaba que estaba sospechando de mí. No sabía por qué, pero mi buen humor decayó enseguida. De una forma u otra, desconfiaba de mí y eso no era nada bueno.

Y, en el caso de que así fuera, ¿tenía que preocuparme o solo había revisado porque llevaba bastante sin hacerlo? Todo había estado demasiado relajado las últimas semanas y Jae parecía más calmado que nunca. Me tocaba, pero con la rudeza a la que acostumbraba. No eran golpes muy fuertes ni torturas extremas, así que creí que las cosas estaban yendo mejor en sus negocios. Lo achaqué todo a eso y opté por disfrutar de esa paz momentánea. Terminaría volviendo a ser el violador de siempre, no tenía ninguna duda, pero aún no había dado señales de querer destrozarme.

Con cierto temor en el cuerpo, llegué al campus.

El lugar estaba abarrotado, por todas partes. Era raro que un viernes hubiera tanta gente por lo que supuse que habría algún tipo de evento del que no me había enterado. Mi vida universitaria era bastante limitada y no solía preguntarme por fiestas que los estudiantes realizaban. No me quedaban horas para divertirme como una chica normal.

Mis clases fueron pesadas y un tanto aburridas. Cuando el profesor de historia contemporánea acabó su explicación, mis compañeros de clase comenzaron a marcharse. Yo, todavía sentada, me pregunté si sería lo correcto llamar a Tae. No sabía si él había ido a la facultad o había decidido quedarse cuidando de sus hermanos. Probablemente había ganado su segunda opción, ya que no recibí ni un solo mensaje suyo, así que comencé a recoger mis apuntes.

Iría a ver a Nam y, con suerte, encontraría a Jungkook allí.

Guardé mi carpeta, segura que estar con él un rato haría que dejara de impacientarme por las intenciones de Jae.

Justo entonces, el chirrido de una silla a mi derecha me despertó de aquella inmersión mental que estaba sufriendo. Me giré, sobresaltada, y encontré al mismo chico que había ocupado mis pensamientos la mayor parte de mi jornada.

Se sentó sobre el borde de la mesa, tras apartar la silla, y estiró las piernas. Todo esto con una gran sonrisa en los labios.

—No quería asustarte —me comentó, ladeando la cabeza—, pero estabas tan ocupada recogiendo que no te diste de cuenta de que llamé a la puerta.

Ruborizada, admiré el cálido fulgor de sus ojos negros.

—Estaba ... Pensando —le dije, agarrando con fuerza la carpeta que intentaba guardar.

—Me lo imaginaba —afirmó, riendo un poco.

Retomé mi tarea y cerré el broche del bolso. Que me estuviera observando no ayudó a que fuera más rápida, pero él no se cortó ni un pelo y siguió con su mirada puesta en mí.

Yo agarré la banda del accesorio y me volví de nuevo, recopilando el valor que necesitaba para fijarme en sus bonitos ojos sin titubear.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, dando la vuelta a mi pupitre para acercarme al lugar que él ocupaba.

Se encogió de hombros y esperó a que me colocara cerca de su posición para coger mi mano y tirar de mí. De pronto, me encontré acorralada, entre sus piernas, mientras él continuaba apoyado sobre aquella mesa.

Su iniciativa logró que mi ritmo cardíaco aumentara, disparándose en muchas direcciones. Me fue imposible mantener la compostura y él lo notó. Dejó que su sonrisa fuera mermando hasta ser una pequeña curvatura en sus labios.

—Tae me dijo que tenías casi todas tus clases en este pasillo, así que vine a probar suerte —dijo, acariciando mi muñeca.

—Sí, pero por qué ...

Mis palabras murieron en su boca, pero no opuse resistencia y dejé que atrajera mi cuerpo al suyo hasta que el filo del escritorio rozó mi ropa. Mi mano, torpemente, acabó descansando en sus pantalones negros, sobre su muslo.

Parecía mentira que fuera yo la experta en tratar con hombres. Él se desenvolvía mucho  mejor que yo cuando estábamos juntos y ninguno podía negarlo. La forma en que tocó mi cintura, obligándome a quedar más cerca de su torso, no demostraba el miedo con el que se acercó a mí unas horas atrás.

De igual manera, agradecí que me besara. No sabía muy bien cómo hacerlo por mi cuenta sin verme como una niña acobardada que temía meter la pata.

Amoldó sus labios a los míos con cariño y alargó aquel dulce contacto hasta que yo misma lo detuve. Corté el beso de golpe, sintiendo la sangre subirme a la cara, y me aseguré de que no había nadie en la puerta del aula. Era algo tan íntimo que no quería que unos ojos curiosos nos descubrieran.

—Jungkook, todavía hay gente fuera. Pueden ...

Puso sus dedos en mi mejilla y así consiguió que mi atención regresara al punto de partida.

La ternura de sus acciones, pidiéndome por algo más de tiempo, fue suficiente para que mi voluntad diera un giro de ciento ochenta grados y diera paso a su lengua. Me apoyé en sus piernas, cerrando los ojos. ¿Cómo podía decirle que no? Era un simple beso y, después de habernos contenido tanto, me dejé vencer por completo.

En esa ocasión, no nos interrumpí.

Las tímidas pausas de Jungkook bastaron para que mis dedos se cerraran en torno a la tela de sus pantalones anchos. Él lo notó y se inclinó más, profundizando la unión.

A los pocos segundos, Jungkook se separó de mí, jadeando débilmente. Miré por un instante sus hinchados labios y después me atreví a descifrar su semblante, descubriendo que un lindo rubor había coloreado sus pómulos.

Avergonzado, tiró de mi cadera y me pegó a él en un improvisado abrazo. Se escondió en mi cuello, aprovechando que tenía las defensas por los suelos.

—¿Cómo has dormido? —dijo, pegando sus labios humedecidos a la piel que quedaba bajo mi oreja.

Ese era el chico que me desarmaba con un mero vistazo. El mismo que no podía sostenerme la mirada después de haberme besado como si no nos hubiésemos tocado durante siglos.

Me rodeó con sus brazos, protegiéndose de mis ojos, y sentí un ligero revuelo en mi estómago. No podía actuar de una forma tan adorable y pretender que permaneciera impasible. Mis barreras se desplomaron en el momento en que plantó un solitario beso en mi cuello, esperando a que le respondiera.

—Bien ... Supongo —murmuré, mordiendo mi labio inferior.

—Yo no pude pegar ojo —me confesó.

Podría haberle sermoneado, tal y como habría hecho Tae si le hubiera escuchado decir aquello, pero entendí lo que significaban sus palabras y no fui capaz de quejarme. Al contrario, aparté mis manos de sus pantalones y rodeé su espalda en silencio.

Él suspiró, aferrándose aún más a mi complexión.

—Necesitas descansar —dije, sonriendo—. O me sentiré culpable.

—Deberías —me retó—. Solo podía pensar en ti.

Su declaración me hizo reír y me conmovió a la vez. Era tan transparente que, aunque no me hubiera contestado, sabía qué le había tenido en vela toda la noche.

Jungkook se agarró más a mí, satisfecho por haberme arrancado unas cuantas carcajadas, pero no le permití continuar con aquella huida y lo aparté. Su sonrojo había empeorado notablemente y ese detalle solo me generó una mayor ternura.

Alejé unos pocos mechones azabaches de su rostro y me acerqué, besándole.

Jungkook tomó mi boca con más fuerza, demostrando que me había necesitado tanto como respirar, y al cabo de unos instantes en los que solo nos dedicamos a repasar las comisuras del otro, nos detuvimos. Él se relamió los labios bajo mi atenta mirada.

—Ahí tienes mis disculpas por haberte tenido en vela —le comuniqué—. Ahora dime que al menos has desayunado.

Repasó mi cintura con sus finos dedos e hizo un pequeño puchero.

—Si digo que no, ¿volverás a besarme?

Volví a reír al escuchar su traviesa pregunta y di un paso hacia atrás, rezando para que mi sonrojo se mantuviera a raya. Él me observó con sus ojos de cachorrito, pero no pudo contener la sonrisa y acabó esbozando una igual de alegre a la mía.

—Eres un manipulador de primera, Jeon —le contesté, sonriendo.

—Puede —se rindió, divertido—. ¿Funciona?

Aquella liberación me estaba asfixiando, por irónico que pudiera sonar.

Estando con él podía ser yo misma. Reía cuando algo me hacía gracia y no tenía que medir mis palabras por miedo a que fueran inadecuadas. Aunque me costara hablar de mí, sabía que, con un poco de tiempo, lograría contarle muchas cosas. Jungkook llegaría a conocerme más que nadie en el mundo y el picor que nació en mis dedos lo corroboró.

Me crucé de brazos, interesada en su picardía.

—Solo un poco —admití.

Jungkook se bajó de la mesa con un corto salto. La cadena metalizada de sus botas tintineó en el momento en que estas tocaron el suelo y caminó, eliminando los pasos que nos separaban.

Me acorraló contra la mesa que quedaba a mis espaldas, poniendo ambas manos en el borde. Me tenía atrapada y, al haberse relajado, ni siquiera su bonito sonrojo le impidió actuar como quería.

Depositó un rápido y sonoro beso en mis comisuras, pendiente de mi reacción.

—Practicaré a partir de ahora, noona —aseguró.

Estaba a punto de decirle que podía usarme para esas prácticas allí mismo, pero unas voces llegaron desde el desértico pasillo. Los dos nos separamos, colorados y ansiosos por estar a solas.

Un par de chicas pasaron por delante de la puerta abierta de la clase. Por suerte, pasaron de largo y pudimos respirar tranquilos. Nos ignoraron por completo, pero yo no estaba dispuesta a que alguien nos descubriera. Por mucho que se lo pidiera sabía perfectamente que Jungkook seguiría en ese tono cariñoso y seductor, por lo que la mejor opción que se me ocurrió fue salir de la universidad de una buena vez.

—¿Has visto a Tae?

Mi pregunta le desilusionó, pero se recuperó pronto y puso algo de distancia entres nosotros.

—No le he visto desde esta mañana. Se quedó con Nana y Yonghee —me explicó lo que ya había supuesto.

—Entonces pasará por la librería si no lo ha hecho ya —especulé—. ¿Vamos? —le indiqué.

Me encaminé hacia la salida y antes de pasar el marco de la puerta, su mano atrapó la mía. Me detuve, sintiendo cómo enredaba nuestros dedos.

Jungkook me miró, expectante.

—¿Te molesta? —dijo, siendo precavido.

Pestañeé, nerviosa.

—No —negué—. Claro que no.

Pensándolo fríamente, era una temeridad ir por ahí cogidos de la mano, pero solo sería hasta llegar a la calle. No había nada de malo en un gesto tan inocente como ese.

Jeon me analizó, como si no terminara de creerme. Ya estaba soltando mi mano cuando me enganché a la suya, atrapándola con decisión. Me puse a su lado y, sin decir una palabra, nos pusimos en marcha.

Aquella serenidad era incalculable. Pasear de su mano sanaba mi alma a contracorriente. Él era todo lo que había necesitado y no tenía ni la menor idea de cómo explicárselo sin comenzar a llorar cual estúpida.

Hacía falta que habláramos y fuéramos completamente sinceros el uno con el otro, pero no sabía cómo sacar tiempo para una charla tan extensa como esa. Esas horas no caerían del cielo. Mis obligaciones en el hotel se reanudarían en unos pocos días y apenas podría escaparme y encontrar un hueco en ese maldito horario.

Jungkook, atento a mi introspección, acarició levemente el dorso de mi mano.

—¿Tienes alguna tarde libre la semana que viene?

—Supongo —contesté—. ¿Por qué?

Nos dirigimos hacia las escaleras y empezamos a bajar los peldaños sin prisa alguna. Apenas tendríamos unos segundos más antes de que el bullicio nos devorara.

—Para una cita —dijo, sin aplomo.

Su respuesta ejerció cierto impacto en mí.

Ya habíamos pasado tiempo a solas, pero aquello era distinto a nuestros encuentros previos. Las pocas ocasiones en las que no tuvimos que preocuparnos por ser vistos todavía no nos habíamos dicho la verdad. Ya no éramos dos conocidos que se estaban ayudando por intereses mutuos. La situación había avanzado mucho desde entonces.

—¿Una cita? —repetí sus palabras.

—Sería donde tú quisieras —puntualizó—. El día que prefieras. Así podremos hablar tranquilamente. No ... ¿No te parece bien?

Frenó su avance, quedando en un escalón por debajo. Se giró, mirándome a la cara para asegurarse de que no estaba adelántandose a mis planes.

Su ceño fruncido bastó para accionar la tecla correcta.

Él estaba pensando en nuestro porvenir y, si los acontecimientos no se hubieran precipitado de aquella forma, yo también habría elucubrado sobre esa reunión privada que necesitábamos mantener.

—Creo que el miércoles puedo —me aventuré a decir, calmando su inseguridad.

Su semblante tomó un reflejo más suave y amable mientras apretaba nuestras manos.

—No quiero que te sientas agobiada, Yeong —reconoció—. Si la semana próxima es demasiado pronto, entonces lo dejaremos para la siguiente. O la siguiente de la siguiente —recalcó, aligerando el peso que notaba en el pecho—. Cuando tengas tiempo y cuando te veas capaz de hablar. Puedo esperar meses si lo necesitas.

Agradecida por su opinión, esbocé una pequeña sonrisa.

—El miércoles está bien, Jungkookie.

Tiré de su brazo y continuamos bajando la hilera de escaleras hasta llegar a la planta baja. Estaba intentando esconder mi vergüenza después de haberle llamado con aquel apodo, sin embargo, él no se rindió y no me dejó dar más de un paso hacia la salida.

Se ayudó de su otra mano con la intención de parar mi huida y encararme.

La amabilidad en su forma de mirarme me erizó la piel.

—Me gusta cuando me llamas así —agrandó su sonrisa, emocionado—. Creo que debería prohibirle a Tae que lo diga a partir de ahora.

Rodé los ojos, soltando nuestras manos al tiempo que Jungkook se reía de su propia aclaración.

Después de aquel breve momento, ambos llegamos al pasillo principal y allí nos encontramos con varios estudiantes que también se marchaban del aulario. Comentamos alguna que otra cosa en el camino. Nada de verdadera importancia. Ni siquiera lograba recordar lo que salía de mi boca porque estaba obnubilada por la grata sensación que mis dedos habían recogido tras haber estado unidos a los de Jeon por un par de minutos.

Ojalá hubiéramos podido salir cogidos de la mano como una pareja normal y corriente.

La entrada estaba bastante vacía, pero aún quedaban chicos y chicas charlando en pequeños grupos. No conocía a ninguno, así que seguí escuchando el relato de cómo despertaron esa mañana a Jungkook los hermanos de Tae.

Atenta a la travesura de los niños, tardé en darme cuenta del escenario que se presentaba ante mí. A pesar de mi tardanza, conseguí moverme a tiempo y agarrar a Jungkook del brazo, apartándole de la puerta que estábamos a punto de cruzar.

Se dejó guiar por mí y los dos nos alejamos de la salida.

—¿Qué pasa, noona? —inquirió, sonriente—. Podemos quedarnos un rato más si ...

Entonces vio la sombra oscurecer mi rostro y comprendió que no era un tonto intento de permanecer solos un poco más. Se fijó en la turbación de mis orbes y esa diversión que había reinado en su forma de ser se esfumó de un plumazo.

—Está aquí.

Me costó hablar, pero pude exponer aquello.

—¿Aquí? ¿Quién ...?

Se percató de la persona que yo tenía en mente y no acabó la pregunta.

Podía haber sido una alucinación. Sí. Esa sería una opción de no ser porque conocía la figura de JaeHo como la palma de mi mano. Había pasado tanto tiempo con él que lo habría identificado incluso si se encontrara más lejos. Para nuestra mala suerte, ese no era el caso al que nos enfrentábamos.

Jae estaba a medio camino de la entrada del recinto, parado en mitad del torrente de personas que salía del campus. Ya no estaba tan concurrido y fue ese el detalle que me ayudó a visualizarlo a pesar de la distancia.

Me sujeté de la manga de su sudadera, analizando la posición en la que estábamos. Acorralados era la palabra que me vino a la cabeza y, si Jae decidía acercarse más, podría vernos a través de la cristalera.

—Estaba con alguien, creo —añadí, desconcertada.

Jungkook se alejó de mí, inclinándose para echar un rápido vistazo fuera.

¿Qué hacía allí?

Jae nunca mostró interés alguno por mis estudios y uno de los pactos a los que llegamos cuando me permitió continuar estudiando fue que, bajo ningún concepto, se involucraría en esa faceta de mi vida. Yo le sería igual de fiel y mis ausencias no le afectarían realmente, ya que las horas que pasaba en clases no formaban parte de su tiempo libre.

No tenía de qué preocuparse. Yo no había faltado a mi palabra ni tenía pensado hacerlo, así que era una incógnita demasiado problemática. Jae no paraba una jornada de trabajo, y menos por verme o invitarme a comer. Él no era esa clase de hombre. Tenía que llevar todo al día sin percances ni sobresaltos. Aquella no era su forma de actuar habitual.

Volvió a retroceder, más pálido que antes, y se acercó a mi escondite.

—Está ... Está con Tae.

Su declaración cayó en mí como una piedra de cincuenta toneladas.

¿Acaso estaba empezando a desconfiar de mi relación con Taehyung? ¿Era esa su preocupación? ¿Por eso había inspeccionado mis conversaciones con él? ¿No estaba satisfecho con lo que había encontrado?

Todas esas preguntas se arremolinaron en mi mente, generando un leve dolor en mis sienes. Me llevé la mano derecha a la frente, aterrada por lo que podía significar su encuentro con mi mejor amigo.

—Noona —dijo Jungkook, devolviéndole el sentido—, cálmate. ¿Conoce a Tae? ¿Ha visto alguna foto suya?

Me humedecí los labios, pensando.

—Supongo —le respondí—. Habrá buscado información sobre él. Lo hace con todo el mundo.

—Por eso lo ha reconocido. Habrá sido una coincidencia que se encuentren —intentó calmarme a pesar de que él también estaba aterrado—. Solo ...

—Tienes que irte —le corté—. Por la otra salida.

Si Jae daba con Jungkook, todo se iría al garete.

Jungkook analizó mi semblante, confirmando sus sospechas. Hasta un desconocido se habría dado cuenta de que estaba temblando, pero él no se dejó llevar por mi visible malestar y acarició mi antebrazo, asintiendo.

—Está bien —aceptó, frunciendo el ceño—. Iré con hyung y os esperaremos allí, ¿vale? Sé que puedes manejarlo.

La confianza ciega que depositó en mí fue suficiente para que aquellos temblores cesaran a los segundos.

Podía enfrentarme a esa escena, aunque antes de hacerlo debía parecer sorprendida cuando me topara con ellos. Tae debía estar incómodo y tenso por haber conocido al tipo que me maltrataba y que me había destrozado la vida. No quería ni pensar en lo mal que lo estaba pasando, así que me armé de valor y cogí la muñeca de Jeon, haciendo que se soltara.

—Iremos en un rato —le contesté, tomando aire.

Trató de sonreír. Aunque falló, sirvió para agarrarme a ese coraje que tanto había echado en falta hasta que lo conocí.

—Ten cuidado, Yeong —se acercó más a mí, depositando un beso en mi frente descubierta—. Por favor.

—Claro —dije, sintiendo cómo me sudaban las manos—. Vamos, vete.

Y, con las mismas, cambió su rumbo, en dirección a la salida contraria por la que Jae estaba.

Apoyada en la pared, lo vi desaparecer por aquella amplia puerta. Hizo un tremendo esfuerzo por no girarse y volver. Podríamos habernos marchado los dos sin que yo tuviera la necesidad de lidiar con JaeHo, pero no podía vender de esa manera tan cruel a Tae sabiendo que se estaba enfrentado a las oscuras intenciones de mi carcelero.

Si podía hacer algo por mi mejor amigo, ese era el momento exacto.

Me había propuesto dejar de huir como una cobarde y tomar las riendas de mis propias decisiones. Iba a sacar a Tae de ese aprieto. Sabía que podía lanzarle un salvavidas. Estaba a tiempo de protegerle.

No permití que el miedo se apoderara de mi sistema nervioso por segunda vez y, apretando la mandíbula, me puse en marcha.

El sol de mediodía me cegó al instante de salir fuera. Fue una buena excusa, ya que tuve que llevarme la mano a la cara, utilizándola de visera para poder ver mejor. Así sería más creíble que no me percatara de ellos dos hasta no estar demasiado cerca como para ignorarlos.

Mis pies se movieron solos, por inercia y obligación.

Cuando sus altas figuras entraron en mi campo visual, me detuve en seco. Solo nos separaban un par de metros y mi presencia no pasó desapercibida para ninguno de los involucrados. Tanto JaeHo como Tae me miraron y yo bajé el brazo, tragando saliva.

Sus semblantes eran muy distintos.

Jae parecía contento de verme, como si ese hubiera sido su motivo inicial desde que puso un pie en el campus universitario. Con un rápido vistazo comprobé que estaba actuando, ofreciéndole a mi amigo su papel más elaborado. El mismo que utilizó para convencer a mi padre de que su negocio le convenía.

La faceta de hombre de provecho era demasiado recurrente en su día a día. La empleaba más de lo aconsejado, pero le funcionaba tan bien que seguía sonriendo, fingiendo no haber matado una mosca nunca.

No obstante, al fijarme en Taehyung y descifrar su mirada de miedo, entendí que no se había tragado nada de ese paripé que Jae había montado.

Sus labios estaban muy pegados, conteniendo y reprimiendo todo lo que en realidad quería escupir al desgraciado que tenía delante. Estaba aguantando, consciente de que mis advertencias no eran infundadas. Probablemente esa restricción que se había autoimpuesto le salvó la vida aquel día. Si no se hubiera mordido la lengua, las cosas habrían acaba muy mal.

—Yeong, ¿ya has terminado las clases? Venía a buscarte para comer juntos y me tropecé con Taehyung —comentó Jae, enérgico y amable—. Dudé sobre si era él, pero al parecer di en el clavo. Estábamos hablando un poco, ya sabes. Hacía mucho que quería conocerle. Al fin y al cabo, es un buen amigo tuyo y me encanta conocer a todos los que forman parte de tu vida.

Mentira.

Me forcé a sonreír, tan falsa como él.

—¿De verdad? Nunca habías venido hasta aquí —le escupí, acortando la distancia que me alejaba de Tae.

Me coloqué a su lado y mis ojos bastaron para que JaeHo se diera por enterado. Si se le ocurría tocar a Tae, mi enfado se multiplicaría tanto que ni siquiera podría compensarlo con sus miserables artimañas.

Agrandó su sonrisa, acomodando un poco el nudo de su corbata.

En silencio, Tae pasó su mano por mi espalda. Fue un movimiento suave y discreto. Jae no llegó a verlo y lo agradecí. Cualquier aproximación entre nosotros, por pobre que fuera, podía desatar sus insufribles celos.

—Supongo que te echaba de menos, Yeong —dijo, en defensa del que se había presentado como mi pareja—. Es normal que quiera comer contigo. Eso hacen los novios.

Su entereza aplacó mi histeria momentáneamente. Se estaba defendiendo mejor de lo que habría esperado y era un alivio inmenso comprobarlo.

—Exacto —lo secundó Jae, satisfecho con la respuesta—. ¿Tienes chica, Taehyung? ¿Por qué no vienes a comer con ella? He reservado, pero puedo hacer un cambio en la mesa —le invitó, dejándome patidifusa—. Así podemos hablar un poco más y...

—No. No tengo —desmintió, esbozando una forzada sonrisa—. Y no creo que sea lo más adecuado. Querréis pasar tiempo a solas. Estoy seguro de que eres un hombre ocupado ... Hyung.

Aquella forma que utilizó para hablarle me puso los pelos de punta. Incluso noté un siniestro escalofrío subiendo por mi espalda, pero me contuve y no abrí la boca en esa ocasión. Jae debía haberle pedido ya que abandonase las formalidades, por lo que no me obsesioné mucho con la cercanía que acababa de demostrar.

Jae me pasó el brazo por los hombros, tomándose todas las libertades del mundo. El pánico estaba escrito en los orbes de mi amigo a pesar de la sencillez de la conversación, así que me pregunté si habían hablado de algo más antes de que yo les interrumpiera. Por su forma de sonreír sabía que no se sentía bien compartiendo el mismo espacio que ese hombre, sin embargo, me era imposible saberlo. A lo mejor JaeHo había marcado territorio o simplemente quería mantener una pequeña charla con el chico que tanto me había ayudado desde que empecé a estudiar.

Jae era el mayor desconfiado que había pisado la tierra y no necesitaba mucho para salirse con la suya. El plan debía de estar muy bien trazado en su maldita cabez. Desde luego, no estaba a mi alcance.

—Me caes bien, Taehyung —comunicó, pegándome a su cuerpo.

—Me alegra oír eso —contestó, manteniendo la sonrisa.

—Yeong siempre dice que tienes una bonita colección de pinturas —dijo, de repente—. Da la casualidad de que la semana que viene tengo previsto un evento al que asistirán bastantes invitados importantes —relató—. ¿Por qué no organizáis una exposición en la galería de arte que te comenté, preciosa? —su proposición me pilló desprevenida y Tae lo vio reflejado en mi atribulada mirada—. Con una llamada puedo hacer que dejen libre el recinto y sé que la gente con la que trabajo disfrutará mucho de una recepción así. ¿Qué me dices, Taehyung? Sería una oportunidad increíble para ti.

¿Ese era su objetivo? ¿Atrapar a Tae en su bola de cristal al igual que ya había hecho conmigo y con Nam? ¿Buscaba tenerle cerca para poder vigilarlo y atajar de raíz cualquier problema que pudiera generar nuestra relación?

La capacidad de manipulación de Jae me sorprendía continuamente y también lo hizo en aquel momento.

Todo mi interior se revolvió, combatiendo la angustia que su macabra propuesta había incentivado.

La cara de Tae era todo un poema. Nada de lo que estaba ocurriendo parecía real y el terror que sentía aumentaba con cada jodido segundo. Si metía la pata, yo podía pagarlo muy caro. Esa era su mayor preocupación.

Por eso, al no tener la posibilidad de convencerle de lo contrario, tuve que tragarme mis palabras y presenciar cómo él mismo aceptaba de buen grado la invitación de JaeHo.

—Claro. Si a Yeong no le parece mal, yo ...

—¿Cómo podría parecerle mal? —hablaba por mí, como si no estuviera de pie, a su lado—. Seguro que está encantada.

Pero Tae no era igual. Él sí velaba por mí. No tomaba decisiones que me involucraran directamente sin consultármelo antes. Tenía conciencia, algo de lo que Choi JaeHo carecía desde que nació.

Por todo eso y más, mi amigo se enfocó en mi persona, observándome amablemente.

—¿Qué dices, Yeong?

Aquella interrogante que me lanzó, en busca de mi aprobación, no le sentó bien a Jae. Pude notarlo en su forma de sujetarme. Le molestaba que su opinión no fuera indiscutible y que Tae necesitara también la mía para decidir.

Podría haberme negado. Decir que no habría sido lo correcto, por la seguridad de Tae. Yo quería rechazarlo, pero todos allí sabíamos que una negativa no triunfaría. A Jae no le importaría en absoluto que me opusiera e incluso podía tomarla con Taehyung por haberme pedido permiso.

No era viable.

—Sí. Es una buena idea —mentí, calmando un poco los ánimos.

—Genial —saltó Jae, contento—. Te contactaré este fin de semana con todos los detalles y pondré a ...

—Jae —le interrumpí, aun conociendo cuánto odiaba que no le dejaran expresarse—. No hace falta. Yo puedo darle la información.

Nada de teléfonos. Ninguna vía de contacto entre ellos. Era lo único a lo que me opondría tajantemente.

Apretó su agarre sobre mi hombro, advirtiéndome del golpe que más esperaría en casa por haberle negado aquello, y sonrió.

—De acuerdo —dijo—. Creo que ... 

El sonido de su teléfono móvil sonó, interrumpiendo su importante discursito de nuevo. Casi pude escuchar el chirrido de sus dientes, rabioso.

Tae y yo observamos cómo sacaba el moderno aparato del bolsillo de su chaqueta de traje y se lo llevaba al oído. Sus preguntas fueron escuetas y tajantes, mostrando algo mejor su verdadera forma de ser, pero no vio necesario alejarse de nosotros para contestar la llamada.

Apenas duró unos treinta segundos al teléfono y cortó. No se me ocurría de qué podía tratarse y tampoco era algo que me importara realmente. Tener a Tae allí, relacionándose de forma directa con Choi, era más que alarmante para mí. El resto del mundo importaba bastante poco si estaba en juego su integridad.

Jae me dejó libre, dando un paso hacia atrás.

—Perdóname, Yeong. Creo que cenaremos en vez de comer —se disculpó, algo insólito para mí—. Tengo que volver al hotel. Ha surgido un imprevisto.

—No pasa nada —le resté importancia, en tensión—. Lo primero es tu trabajo.

Esa era su regla número uno y nada ni nadie podía imponerse a ella. Sus negocios se anteponían a absolutamente todo y aquello me salvó de comer con él.

Jungkook estaba esperando que fuéramos a la librería. Si me iba con Jae de pronto él no se quedaría tranquilo.

La frialdad en su voz era impoluta, pero eso no le impidió acercarse a mí con naturalidad y besar mis labios a modo de despedida. Le regalé una breve mueca, analizando el oscuro fulgor de sus iris.

Encaró a Tae, radiante. Todo estaba saliendo a pedir de boca, ¿no? Su actitud era la de alguien que había conseguido lo que buscaba.

JaeHo le tendió la mano, dispuesto a irse.

—Ha sido un placer conocerte, Taehyung —recalcó—. Espero que nos veamos mucho más en el futuro.

El castaño alargó el brazo en contra de sus principios y estrechó la mano que me había abofeteado en innumerables ocasiones.

—Igualmente, hyung.

La escueta respuesta de Tae quedó en el aire y con esa palabra reverberando en mi sistema auditivo, vi cómo Jae se alejaba.

Varias estudiantes se fijaron en él, siendo poco común la presencia de un hombre como Choi en territorio universitario. Cuchicheaban y murmuraban algo cuando este pasó por su lado, pero apenas tuvieron tiempo para preguntarse por la identidad de aquel tipo tan elegante que se había despedido de dos simples alumnos de la facultad.

Jae se subió a su coche de alta gama, el que desfilaba por las calles cuando quería aparentar, y dio unas pocas directrices al chófer para después desaparecer de nuestra vista.

Debería haberme sentido relajada. Habíamos podido manejarlo y Jae se había ido con total naturalidad. No teníamos que lamentar nada, por el momento, y eso era motivo suficiente de alivio, pero el agobio no huyó de mí y permaneció ahí, aferrándose a mi pecho.

Tras una serie de parpadeos, Tae se colocó frente a mí, tomando mi brazo para que reaccionara a sus palabras. Lucía mucho más cómodo y calmado a pesar de la contrariedad que desprendía su mirada.

—¿Estás bien? —esperó a que yo asintiera—. ¿Por qué ha venido? Nunca lo había visto y él ...

—Te reconoció —terminé su frase.

—Sí —afirmó, apretando los labios—. Me vio y no dudó en preguntar si era Kim Taehyung. Fue como si ...

—Como si te estuviera buscando a ti y no a mí —sus sospechas se confirmaron al escucharme e inspiró hondo—. Yo tampoco lo entiendo, pero no me sorprende. Jae sabe todo sobre mi vida, incluyendo con quién me relaciono aquí.

—Eso podía deducirlo, Yeong. Lo que me preocupa de verdad es por qué demonios he venido hasta la maldita puerta de la facultad —expresó, angustiado—. Se nota que no es trigo limpio y esa exposición de arte ... ¿Qué pretende con eso?

Me llevé un par de mechones tras las orejas y traté de luchar contra el nerviosismo. Sentía cierto calor rodeándome el cuello, alertándome de que lo que JaeHo tenía pensado en esa ocasión iba mucho más allá de mi alcance. Detenerle no iba a ser posible después de haber presenciado en vivo y en directo todas las molestias que había tomado para convencer a Tae de que esa exposición podría beneficiarlos a ambos.

¿Era un aviso? ¿Quería que tuviera más cuidado con esas relaciones personales en las que él no solía meterse?

Cualquier respuesta que le diera sería ambigua porque, a pesar de conocer tanto a Jae y haber convivido con él durante varios años, su cabeza maquinaba de forma completamente diferente a la del ser humano promedio. Sus objetivos sobrepasaban todas y cada una de las expectativas que una persona como yo pudiera suponer. Tampoco sabía qué hacer y el sofoco que ascendía por mi pecho lo corroboraba.

Captar el peligro era sencillo para mí, pero comprender cómo actuar a partir de ese momento era una tarea casi imposible.

En medio de aquel bloqueo, la imagen de Jungkook invadió mi ajetreada mente y lo ocupó todo.

Abrí los ojos, repentinamente asustada.

¿Y si Jae le había visto al irse? ¿Habría sido capaz de dirigirse a la librería de Namjoon como última parada? Si lo hubiera descubierto allí, no había nada que pudiera hacer.

—¿Yeong? ¿Qué pasa? —la voz de Tae volvió a ser armoniosa.

Se había percatado de que estaba presionándome demasiado y que buscaba una explicación que no podía ofrecerle por mucho que me esforzara.

—Vamos —agarré su mano y eché a andar hacia la salida.

Él se dejó arrastrar unos cuantos metros y, al llegar cerca de la carretera, formuló una serie de preguntas.

—¿Por qué? ¿A dónde? —estaba confundido y no le culpé—. Yeong, no sé qué está pasando. Dime qué ...

—Es Jungkook —le aclaré, sin detener el ritmo—. Estaba conmigo cuando os vimos a Jae y a ti hablando.

—¿Estabais juntos?

—Sí —me mordí la lengua, intentando que la negatividad no me ganara el pulso—. Le dije que se fuera con Nam, pero si Jae ha pasado por allí ...

—Mierda —farfulló, contagiado de mi horror.








🪔🪔🪔

La siguiente parte ya está escrita, así que la subiré un día de estos. Puede que incluso hoy, quién sabe 🌚

Jae ya empieza a liarla parda y Yeong no sabe cómo pararlo sin que parezca muy sospechoso. Lo tiene complicado y las cosas no van a mejorar mucho, sobre todo con esta "exposición" que ha planeado Jae de repente 😬

Esta vez no tengo mucho más que añadir, solo espero que hayáis disfrutado leyendo 🥰

Gracias por leer, como siempre

Os quiere, GotMe 💜

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