15
Yeong
Al cabo de un rato trasteando con los hermanos de Tae, pudimos rescatar algo de la comida que había sobrado a medio día. Naeun y Yonghee me ayudaron a preparar también unos pocos bocadillos fríos y, una vez lo tuvimos todo listo, ellos se fueron para llamar a Jungkook.
Le dejamos descansar todo lo posible, pero si no se llevaba algo al estómago, acabaría mareándose de nuevo y no conseguiría recuperar fuerzas. Yo tenía la mala costumbre de saltarme alguna que otra comida a diario y conocía de primera mano esa sensación. La energía se te escapa y no logras concentrarte en nada porque tu cuerpo no reacciona como es debido.
Después de aquel episodio, entendí mejor el nerviosismo de Tae cada vez que me pillaba sin haber comido. Y, aún así, solo pude pensar en Jungkook. Estaba actuando como un irresponsable de primera clase y no era habitual en él. Sabía que su insomnio venía provocado por mí, por lo que pasó aquella noche, pero no quería que empeorara por algo como eso.
—Huele bien —dijo, llegando de la mano de Naeun.
Puse los platillos sobre la mesa al tiempo que él tomaba asiento. Esperó a que yo lo dejara todo en su lugar y entonces agarró los palillos.
—No comas demasiado. Puede sentarte mal —le pedí, preocupada por la forma en que sentaría aquella comida a su estómago.
—De acuerdo.
No se lo terminó todo, pero hizo el intento.
El color fue regresando a su rostro con los minutos y quise creer que su estado mejoraba por momentos.
No debería haberse quedado si se sentía mal. Jungkook ... A veces me daba la impresión de que no podía decir que no a determinadas personas, como Tae o como yo. Era tan diligente y amable que, incluso sabiendo que su condición no era la adecuada, optó por cuidar de los niños. No solo había sido obra de Tae porque, al final, él mismo se había decantado por acompañarme a pesar de mis desplantes.
Sintiéndome culpable, recogí la mesa sola. Le obligué a volver a sentarse, temiendo que perdiera el equilibrio o se mareara por segunda vez. Jungkook no se oponía a mis mandatos; los cumplía sin decir una palabra.
Pasaron casi dos horas y se acercaba la hora de la cena. Tae llegó poco antes de las nueve, visiblemente exhausto.
Nosotros estábamos jugando a uno de los juegos favoritos de Yonghee por turnos cuando el mayor interrumpió en la casa. Jungkook estaba sentado en el lado opuesto del sofá, mientras que yo tenía en mi regazo a Nana, que se quejaba de que su hermano hacía trampas en aquel videojuego.
—Perdón por haber tardado tanto —se disculpó, enseñándonos unas bolsas con comida china—. ¿Tenéis hambre? He traído la cena.
Ambos infantes saltaron, contentos, y se olvidaron por completo de su pequeña pelea.
Agradecí que no hubieran merendado con todo aquel alboroto. Estuvieron tan preocupados por Jungkook que, al parecer, sus tripas dejaron de rugir, sin embargo, en cuanto Tae apareció con la cena, ese apetito voraz hizo acto de presencia de nuevo y corrieron para ayudarle.
—Hola, hyung —le saludó Jungkook, todavía sentado.
Yo me giré, topando con los orbes de mi amigo. Aquel saludo despertó en él todas las alarmas, por lo que dejó a los pequeños sacando la comida de las bolsas y se acercó al sofá en el que ambos esperábamos. Se apoyó en el respaldo, sospechando lo que podía haber sucedido mientras estuvo fuera.
—¿Por qué tienes tan mala cara? —interrogó al más joven de los tres, haciendo que se encogiera en su asiento—. No me digáis que habéis discutido porque ...
—No, Tae —lo frené—. Hace un rato ...
—Me mareé —señaló Jeon, sonriendo para no preocupar mucho a su mejor amigo—. Ya se me ha pasado, así que ...
—Sí, TaeTae. Noona cuidó muy bien de Jungkookie y nosotros ayudamos —gritó Yonghee, orgulloso de su labor.
Tae nos escrutó durante largos segundos, confirmando que lo que su hermano decía no era ninguna mentira. Era lógico que temiera que las cosas hubieran ido mal entre Jungkook y yo, pero todos esos miedos se esfumaron al descifrar mi mirada.
Todavía no había llegado el momento.
—No habías comido nada, ¿verdad? —le preguntó a Jungkook, dándole una corta colleja.
El afectado se apartó, quejándose de la extrema violencia con la que estaba tratándole, y yo sonreí. Parecía que se encontraba mucho mejor. Jungkook no era hábil ocultando sus sentimientos, desde luego.
—Bueno ... —intentó decir.
—¿No es suficiente con que Yeong lo haga todo el tiempo? ¿También te has unido a su club del ayuno? Te voy a matar, Jeon Jungkook —le amenazó, dando la vuelta al sofá.
Mientras ellos peleaban, yo me fui con los niños para que no hicieran un desastre en la cocina.
Aquella atmósfera tan familiar y acogedora era todo lo podía pedir. De alguna forma, ellos se habían convertido en mi familia, gracias a que Tae me dejó entrar en su vida. Y, al ver cómo Jungkook y él luchaban igual que unos críos, comprendí que quería quedarme al lado de esos tontos que tanto se habían preocupado por mí.
Algún día, me gustaría formar esa familia que tanto ansié de niña. No pedía mucho, solo ... Solo un lugar en el que sentirme tranquila y a salvo, junto a la gente que amaba.
Y no concebía ese escenario sin los sermones de Tae ni las cariñosas palabras de Jungkook.
Puede que no tengas derecho a esto, Yeong. No tienes la suerte de tu parte. Nunca la tuviste.
Esa maldita voz seguía haciendo bien su trabajo. Me hacía retroceder, recordar que les dañaría de una manera inimaginable si daba un paso en falso. Ni siquiera mi propia mente me daba un respiro en medio de toda aquella batalla.
Al poco, Tae me quitó los platos de las manos y él mismo se encargó de sacar la comida. La cena fue entretenida y estuvo llena de nuestras risas por algún comentario que soltaban Nana y Yonghee. Les echaría de menos y, como no sabía a ciencia cierta cuándo podría verles otra vez, me dolió mucho más decir adiós.
Milagrosamente, Jae seguía sin llamarme para acudir al hotel , por lo que podía disfrutar de aquel pequeño descanso sin preocuparme tanto por la hora a la que volviera a casa. Solo debía llegar antes que él. Así no se enfadaría. Le encantaba encontrarme en el salón, leyendo o estudiando porque parecía que mi vida giraba en torno a su persona y que mi única tarea era la de esperar a que él volviera de trabajar. Odiaba aquello, pero nunca se me ocurriría quejarme.
Nunca hasta ese momento.
Ni siquiera podía aprovechar ni una pizca de esa falsa libertad que él me prometió años atrás. Quería quedarme a ver una película con los chicos, sin preocupaciones rondándome la cabeza. No era mucho pedir.
Me despedí de los niños, que buscaban algo para poner en la tele antes de irse a la cama, y regresé junto a Tae y Jungkook, que charlaban de algo mientras limpiaban la mesa.
Cuando se percataron de mis intenciones, ambos dejaron a un lado su conversación.
—¿Te vas ya? —interrogó Tae, entristecido.
—Sí —le respondí, yendo hacia la entrada—. No quiero que se haga muy tarde y ...
El chirrido de la silla que ocupaba Jungkook en el instante en que se levantó de la misma, alterado por mi declaración, hizo que me detuviera. Nos miramos a los ojos y entonces mi mente rescató la promesa que le hice esa tarde.
—¿Vas a la parada?
A pesar de no apartar la vista de Jeon, pude localizar a Tae, dándonos la espalda para ocultar su sonrisa victoriosa.
Avergonzada por lo que eso significaba, logré asentir. Jungkook respiró, claramente reconfortado.
—Te acompaño —aseguró, tomando su sudadera de una de las sillas libres.
—Todavía no estás del todo recuperado —murmuré, con mis recursos casi agotados—. Deberías quedarte aquí.
Se pasó la prenda de ropa oscura por el cuello en un ágil movimiento y se la puso, dispuesto a salir de casa de Tae conmigo, dijera lo que dijera.
—Estoy como nuevo, noona —dijo, recogiendo su móvil y guardándolo en sus vaqueros.
—Pero ...
No había vía de escape. La seguridad de Jungkook era intimidante. Estaba tan seguro de lo que quería hacer que exterminó mis argumentos en unos segundos. Desarmada, vi cómo iba hacia la entrada y comenzaba a calzarse las botas militares.
Tragué saliva, sintiendo un gran nerviosismo por la charla que tendríamos cuando saliéramos del edificio.
La suave mano de Tae en mi espalda me hizo dar un pequeño brinco en el lugar. Él, pícaro, me empujó con cierta sutileza, en contra de mi voluntad.
—Sé que puedes, Yeong —dije, esperanzado—. No huyas.
Huir era una opción tan seductora, mientras que quedarse ... Quedarse me hacía temblar. Me helaba la sangre.
Quise tomar algo de ese valor que Jungkook me había regalado y así poder despedirme de mi mejor amigo con un beso en su mejilla. Él me observó, orgulloso de la decisión por lo que me había decantado finalmente.
No tenía ninguna pista sobre qué hacer, qué decirle, pero si pretendía rechazarle, debía tener las agallas necesarias.
—¿Volverás en un rato?
Jeon se giró hacia Tae, con el gesto algo asustado.
—Sí, hyung —trató de sonreír—. Guardadme algunas palomitas.
—Eso está hecho —escuché que le decía y terminé de abrochar mis botas.
Al incorporarme, descubrí que Jungkook ya había abierto la puerta principal, esperando a que terminara de prepararme. Lista para ir con él, respiré hondo y le seguí hasta el pasillo que había fuera. Con el cierre de la puerta, entendí que debía estructurar bien mi discurso si quería convencerle de que aquello era lo mejor para todos.
No cogimos el ascensor y en su lugar bajamos los tres pisos por las escaleras.
No dijimos nada. La tensión era palpable y ninguno se vio capaz de cortarla, dando el primer paso.
En menos de un minuto, el aire de la noche nos recibió con los brazos abiertos. Ya no había luz natural y las farolas nos saludaron con algún que otro parpadeo, acompañando el duro bombeo de mi corazón.
Guardé las manos en los bolsillos de mi chaqueta, ansiosa por hablar aun sin saber cómo.
Jungkook avanzó unos metros, pero viendo que no le seguía, dio la vuelta. Esperé un poco más allí, quieta y dubitativa. Él no me apremió, sino que estuvo ahí, expectante por mi reacción. No habló. Solo esperó.
Volví en mí pronto y fui en su dirección, mordisqueando mi labio inferior. Le había dado tantas vueltas que, mientras caminaba a su lado, asimilé la realidad; no importaba la excusa porque le rompería el corazón de igual forma. Esa verdad indiscutible se clavó en mis pulmones, logrando que me fuera más costoso inspirar durante aquel paseo.
Había distancia entre los dos y ninguno se pronunció. Esa incomodidad era reconfortante, como todo lo que rodeaba a Jungkook.
No buscaba dañarle. Solo deseaba que fuera feliz y para ello deberíamos distanciarnos, aunque me costara horrores. Si ese amor que había desarrollado por él estaba destinado a morir, que así fuera.
Llegamos a la última calle y al fondo podía verse la silueta de la estructura que conformaba la parada a la que siempre iba. Jungkook se dio cuenta de ello a la misma vez que yo y decidió tomar la iniciativa antes de que nos acercáramos más.
De repente, sus dedos retuvieron mi brazo, dando por concluida toda la incertidumbre que nos había seguido durante el camino.
—Yeong, yo ... Siento lo que hice —dijo con la cabeza gacha.
¿Qué sentía exactamente? Él no había hecho algo por lo que tuviera que sentirse mal. Por eso su declaración me chocó tanto. No encontraba el sentido a esa disculpa y él lo comprendió al toparse con mi semblante cargado de confusión.
—No sé a qué ... —intenté decir.
—Besarte —detalló—. No ... No debí ir allí esa noche. Solo compliqué las cosas —se lamentó, apesadumbrado por lo que sucedió después—, pero creí que así te ayudaría. Perdóname.
¿Cómo podía decirle que, en cierto modo, me alivió tenerle conmigo esa madrugada? Solo fueron unos minutos, pero el cliente de Jae no fue benévolo conmigo y tanto mi mente como mi cuerpo dolían al quedarme sola. Estaba destrozada y totalmente abandonada cuando él irrumpió en mi burbuja de soledad, despertándome de aquel duro letargo.
Aquellos besos pudieron ser un error, una equivocación sin precedentes, pero mi corazón los aceptó gustoso y lloró de alegría en el preciso instante en que él tomó mi rostro para besarme.
Jungkook me salvó a pesar de todo lo que su acto de imprudencia desencadenó.
Había evitado que perdiera la cabeza.
—No tienes que disculparte —respondí, apartando la mirada.
¿Por qué se lamentaba? ¿Acaso no lo hizo porque quería?
—Siento mucho que fuera en esas circunstancias, pero no me arrepiento de lo que pasó entre nosotros —dijo, deshaciéndose de todas las dudas que me rondaban—. Creo que no fue el momento idóneo. Solo eso.
¿Solo eso?
Tienes que impedirle que continúe o no habrá forma de hacerle ver lo que tanto te preocupa, Yeong.
Dejó libre mi brazo, satisfecho por haber comentado una de las cosas que le habían estado impidiendo conciliar el sueño.
—Jungkook —me atreví a llamarle—, no podemos hacer esto.
La serenidad del momento se vio perturbada por esas pocas palabras.
Avergonzada por traicionar a mis lastimados sentimientos, me concentré en mirar las baldosas de la calle en la que nos habíamos detenido. No tenía derecho a mirarle a los ojos. Iba a destruir sus esperanzas deliberadamente. Me sentía como una desalmada egoísta porque, en el fondo, también tenía miedo de lo que pudiera ocurrirme a mí si tomaba su mano.
—Claro que podemos —rechazó mi insinuación.
—No —dije, firme—. Es un sinsentido. Yo ... Yo no tendría que haberte hecho pensar que esto llevaría a alguna parte. Es imposible que tú y yo logremos ...
—Noona —empeza a impacientarse—, sé que te cuesta confiar en los demás y que tiendes a pensar que no puede irte bien, pero estoy seguro de que hay una solución para todo.
—No lo entiendes —me negué a creer nuevamente sus palabras—. Jae no respeta la vida de nadie y si termina relacionándote conmigo de alguna manera ...
Jungkook se dio la vuelta, revolviéndo el cabello. La desesperación estaba ganándole la partida. Mi negatividad le irritaba. Era evidente que no podía soportar esa insistencia por mi parte.
Al percibir su creciente molestia, levanté la vista. él pareció dudar unos segundos antes de girarse y enfrentarme con unos ojos que destilaban enfado.
—¿Vas a dejar que ese hijo de puta dictame todas tus decisiones? Escucharte hablar así como si ... —suspiró, agotado—. Como si él estuviera aquí, señalándote qué hacer y qué no hacer. No me estás diciendo lo que realmente quieres —se adelantó, quedando un poco más próximo a mí—. Solo repites una retahíla de palabras que te has obligado a memorizar y todavía piensas que yo también voy a acatar eso.
Con la garganta seca, examiné el fulgor de sus pupilas.
Aquella impotencia estaba haciéndole un daño irreparable. No poder ayudarme a salir de ese pozo le generaba ansiedad y angustia y, comprender que yo misma me negaba a darnos una oportunidad, mermaría su salud psíquica.
¿Y cómo esperabas que se lo tomara, Yeong? ¿Sonriendo y agradeciéndote el gran sacrificio que hacías por él? No seas estúpida.
—No es Jae —le aclaré—. Soy yo la que no quiere que te haga daño.
Jungkook vio en aquella frase un modo de llegar a mí y por eso mismo siguió presentando batalla a mis argumentos.
—Lo sé —me observó, esperanzado— y por eso necesito que me digas lo que sientes, Yeong —dijo, incitándome a sacar lo que había intentado ocultarle por todos los medios—. ¿Por qué no podemos intentarlo? Soy consciente de que Choi es una amenaza constante y que no nos dejará respirar tranquilos —admitió—, pero no es suficiente.
No es suficiente.
—¿No lo es? —inquirí, escéptica por su extrema confianza—. Tú no le has visto ... —le repetí, apoyándome en ese recurso—. No sabes de lo que es capaz cuando se siente en peligro. No has estado ahí cada vez que torturaba a alguien. Horas escuchando gritos y disculpas que no sirven de nada porque Jae es ... Es un sádico. Disfruta teniendo el control —mi voz iba alzándose y mis ojos se humedecían con los segundos—. Sus métodos no son ni la mitad de enfermizos de lo que te puedas imaginar y si se entera de que tú ...
Los dedos me temblaban. La mirada se me empezaba a nublar. No sabía qué más decir para convencerle y, poco a poco, iba comprendiendo aquella advertencia que me dio Namjoon.
Jungkook no cedería. Estaba demostrando una firmeza digna de reconocimiento y nada de lo que le expusiera haría que su postura cambiara.
¿Por qué no podía entenderlo?
—¡No me importa!
Su grito me sobresaltó.
—¿Qué? —farfullé.
Jungkook se colocó frente a mí. Con los labios fruncidos y las cejas arqueadas, retenía las mismas ganas de llorar que llamaban a mi puerta. Él quería hacerse el fuerte para soportar todo lo que estaba diciéndole, sin embargo, sus ojos no podían engañar a nadie. Y mucho menos a mí.
—Que no me importa ... —sus manos volvieron a sostener mis dos brazos, deseoso de que su voluntad llegara a mí—. Desde el principio ... Siempre supe que si tomaba este camino no podría retroceder. Puede que no le haya visto siendo la bestia que tú conoces, pero, incluso si me aterra pensarlo ... Dejaría que me hiciera todo lo que él quisiera porque ... —la seguridad de sus palabras era fulminante—. Porque no concibo una tortura mayor que alejarme de ti.
Sentí una crisis nerviosa.
La insistencia que Jungkook demostraba era admirable y, al contrario de lo que salía de mi boca, estuve orgullosa de él. Después de todo... Seguía estando ahí para mí.
—¿Qué estás diciendo? —le encaré, percibiendo una estrafalaria sensación de alivio en mi pecho—. ¿Por qué mierda no das el brazo a torcer? ¿Es que no valoras tu vida? Jungkook ... Joder.
Tras maldecir, me alejé de él y tuvo que soltarme.
La falta de aire y la urgencia por respirar se fusionaron, provocando un leve ataque de ansiedad en mí.
Agobiada por la situación a la que me estaba enfrentando, me aparté unos cuantos metros de él. Cerré los ojos y me palpé el cuello.
Habían sido tantas las veces que soñé con todas y cada una de las formas que Jae encontraría para hacerle daño que no podía recordarlas al detalle, pero ese miedo atroz a presenciarlo volvió a aferrarse a mis pulmones, exprimiendo hasta la última bocanada de aire que me quedaba.
Yo ... Necesitaba llorar. Solo podría desahogarme por medio de las lágrimas. El llanto se había convertido en mi mayor consuelo con el paso del tiempo.
El problema era que la frustración me impedía romper la barrera. Era tal la incomprensión que podía sentir cómo mis ojos reprimieron aquel impulso.
—Todos estamos esperando a que te des cuenta de que nos arriesgamos por ti, noona —continuó, inmóvil—. Y en lugar de escucharnos ... Te niegas a creer en nosotros, como si nunca te hubiésemos querido —me llevé la mano a los labios, aterrada porque sabía que aquello era cierto—. ¿Sabes lo duro que es verte todas las mañanas con un golpe nuevo y que le restes importancia? No es normal. No soporto que esa sea tu vida y sé que tú también lo odias —dijo, dando en el clavo—. Es mi decisión. La he tomado yo y tienes que respetarla. Soy yo el que se mete en la boca del lobo porque quiere y no debes sentirte en la obligación de protegerme. Ya cargas con la protección de hyung desde hace años —comentó, dando a entender que conocía algo de lo que ocurrió en el pasado—, así que deja que te eche una mano, por favor ...
Exhalé, intentando calmar mi acelerado organismo.
En un arrebato de valor, me giré. Jungkook me aguantó la mirada, percibiendo que estaba rozando mi límite y se mantuvo en completo silencio hasta que fui capaz de pronunciarme.
—No quiero más muertes, Jungkook —me sinceré, sacando a la palestra un asunto que guardé bajo llave el día en que la madre de Nam falleció—. No podría soportar que Jae te pusiera un dedo encima.
—Yo tampoco puedo verte así —me aseguró, mientras en sus finos labios se dibujaba una amarga sonrisa—. Ver cómo ese desgraciado maltrata a la mujer de la que me he enamorado es el mismísimo infierno, noona.
No ... Por favor, no ...
Di un paso atrás al observar que él se acercaba.
¿Por qué? ¿Por qué lo dijiste?
Quise frenarle. Si seguía presionando de aquella forma acabaría correspondiendo esa confesión. Sus intenciones eran sanas, pero yo estaba tan podrida que no podía aceptar aquellos sentimientos.
—No es ... —mi voz no tenía fuerza, no quería rebatirle.
—Ponte en mi lugar, Yeong —me rogó, roto—. ¿Qué harías? ¿Cómo actuarías si la persona a la que quieres no se valora a sí misma porque cree que es prescindible?
Jeon Jungkook estaba declarándome su amor y yo ... Yo no hacía más que tambalearme, corriendo en círculos y círculos, yendo a ninguna parte.
¿Qué pasaría si dejara que ese diminuto resquicio se convirtiera en una base sólida y resistente? Podría estabilizarme después de pasar años sumergida en la más oscura soledad. Él quería estar conmigo a toda costa y saberlo actuó en mí como un anestesiante.
¿Realmente era una locura?
¿Y si Jungkook me daba la fuerza necesaria para salir de aquella cárcel que yo misma había construido?
—Respóndeme, noona ... Dime la verdad —me suplicó, con las primeras gotas desbordando sus hermosos ojos.
El terror me reptaba por la laringe, empujándome a decir lo que él me imploraba.
—No puedo, Jungkook —temblé de pies a cabeza, a punto de rendirme—. No puedo darte la respuesta que quieres ...
Claro que puedes.
Hazlo.
Libérate de una maldita vez e intenta encontrar esa felicidad que tanto te ha faltado.
Di la vuelta, en dirección a la parada.
Pude distinguir las luces del autobús unos semáforos más allá. El vehículo detenido fue mi guía por unos instantes, hasta que las voces de Jeon llegaron de nuevo a mis oídos, derruyendo los tristes cimientos de mi defensa.
—¡No eres cobarde, Yeong! —gritó, asestando el golpe final—. ¡Nadie que no fuera valiente habría aguantado lo mismo que tú! ¡Así que deja de huir y dímelo! ¡Dime por qué demonios no puedes permitirte ser feliz!
Mi corazón chillaba tan alto la respuesta a aquello que, sin ser plenamente consciente, detuve la huida y cerré mis puños por la intensa agonía que se estaba desatando en mi interior. Si no lo decía, estallaría.
Jungkook me había empujado al borde del abismo a pesar de la resistencia que opuse desde que nos conocimos. Había aguantado mis malas palabras, mis desplantes, mis desgracias y, cuando por fin me había confesado su amor, yo me decantaba por escapar.
¿Otra vez? ¿Se lo harás a él también? ¿Te callarás lo que sientes por miedo?
Nam se fue porque no tuviste las agallas de decirle cuánto lo sentías. No cometas el mismo error dos veces, Yeong ...
Las pisadas de Jungkook, siguiendo mi trayectoria, crearon eco sobre la piedra de la calzada.
Nunca fue suficiente para él. Siempre que daba con la tecla adecuada, Jungkook deseaba avanzar un poco más, esperando que me abriera y le contara todo lo que guardaba en ese polvoriento corazón que solo sabía lamentarse y atormentarse por lo que no pudo tener.
No se rindió. Creyó en mí. Pensó que podría confiarle un pedacito de ese dolor para sentirme algo más liviana. Imaginó que podría hacer que mi condena fuera más llevadera. Menos pesada.
Entonces no le decepciones, Yeong.
El cielo tronó y un fuerte resplandor iluminó la calle, augurando un temporal que estaba a punto de desencadenarse en mi insulsa vida.
—¡Porque también te quiero! —chillé, hundiéndome las uñas en la palma de la mano —. ¡Y no mereces que alguien como yo lo haga!
El llanto no cayó de mis extenuados orbes, sino de arriba. Aquellas nubes negras rugieron, enfadas por mi reciente declaración, y descargaron toda su ira sobre mí.
La lluvia, al principio debilitada y tenue, me acompañó el resto del camino hasta la parada de autobús. No obstante, a punto de llegar bajo el paraguas de metal, su sujeción en mi brazo dio un giro a los acontecimientos.
Contuve la respiración y trastabillé cuando Jungkook trató de tirar de mí. Mi espalda golpeó la imponente pared de la estructura y el sonido hueco que se escuchó acompañó a un segundo trueno.
Decir que estaba asustada no hacía justicia a lo que sucedía en mi pobre pecho, pero él no tenía ni la menor idea y actuó como le dictaba su corazón.
En el instante en que Jungkook me besó comprendí que no había nada en el mundo que reprimiera aquella pasión.
Reprodujo sus actos al milímetro y tomó mi rostro entre sus amplias y cálidas manos. Su boca y la mía se reencontraron después de varias semanas separadas, eufóricas por dar nuevamente con esa mitad que tanto habían anhelado.
Acunando mi cara, Jungkook presionó sus dulces labios sobre los míos y mis fuerzas cayeron en picado junto a aquel mar de lluvia que comenzaba a empaparnos.
Pude contenerme la primera vez, pero mi amor por él había crecido demasiado y mi endeble voluntad ya no bastaba. Así que, desinhibida, dejé de prohibirme aquel deseo y alcé mis brazos, enroscándolos en torno a su cuello.
Jungkook entendió que había derribado el gigantesco muro que nos separaba, por lo que se acogió a mí y a la invitación que mis comisuras le ofrecieron pocos segundos después. Lo único diferente fue la intensidad con la que nos besamos. Estábamos famélicos por el otro y ninguno quiso ocultarlo porque nos habíamos necesitado demasiado como para poder fingir lo contrario.
La reclusión había sido tal que ni siquiera los estruendos de la tormenta lograron separarnos.
A pesar del bullicio que se formó a nuestro alrededor, con la lluvia cayendo sin piedad y los truenos dando un verdadero espectáculo, logré oír el motor del autobús. Pasó por nuestro lado, ignorando nuestra presencia, ya que permanecíamos ocultos a los ojos de cualquiera que pasara por la carretera.
El vehículo se marchó, pero yo no abrí los ojos.
Tensé mi gesto, abrazándome aún más a Jungkook, y él delineó dulcemente el perfil de mi lengua antes de apartarse de mi rostro. No había hecho falta que me pusiera de puntillas para llegar bien a sus labios, puesto que su posición era idónea, perfectamente calibrada. No escatimó en detalles y yo se lo agradecí en secreto.
La única evidencia de aquel fervoroso beso fue el breve chasquido de nuestros labios, separándose.
Entonces, me atreví a levantar los párpados, chocando de lleno con sus preciosas pupilas negras. Respiramos, entremezclando nuestro aliento como si no hubiésemos tenido el privilegio de descansar en meses.
Él apartó una de sus manos de mi mejilla y la llevó a mi pelo, ya mojado. Enterró sus dedos entre mis mechones castaños y se apoyó en mi frente, descansando. Luego, jadeó.
—No vuelvas a decir algo así —me desafió, con el gesto todavía en tensión—. Despreciarte no ayudará en nada. Yo ... Yo no podría imaginarme queriendo a alguien que no fueras tú, Yeong—se pasó la lengua por los labios, con un par de gotas de agua resbalando por su linda nariz—. Te quiero, así que deja de pensar que no lo mereces.
Empuñé la capucha de su sudadera con más ahínco y sentí cómo aquel colorido abanico de emociones se abría para mí. Toda una nueva gama de colores que nunca pude disfrutar porque mi vida solo estuvo pintada de distintas tonalidades de grises desde que llegué al mundo.
—No es tan fácil —le comuniqué, cohibida.
Su mirada se tintó de un cariño repentino. No estaba familiarizada con ese tipo de contacto y Jungkook aceptó aquel aspecto de mi personalidad al momento.
—Está bien —asintió, entrecerrando los ojos—. Entonces te ayudaré para que no sea tan complicado.
—Jungkook ... —le llamé, sin saber muy bien qué contestar.
Él fue más rápido y, con un par de dedos jugando en mi pelo, insistió.
—Quédate —susurró, enfermo por las fiebres de ese amor maldito que esperaba ser correspondido—. No dejas de repetirme que es una estupidez, pero no lo es. Si puedo ayudarte, entonces haré lo que sea necesario —repitió, pegándose a mí para que la lluvia no me empapara—. Nos estamos matando, Yeong. Por favor ... —su voz tembló, rompiendo la poca fuerza a la que me había aferrado todo ese tiempo—. Si te vas ahora, yo ...
No podré seguir.
Ese era el final de la frase, pero no le permití completarla y le besé.
Amar a alguien y sentir que es recíproco ... ¿Cómo podía ser tan adictivo y sanador? En el momento en que di un nombre a todo ese caos y Jungkook confesó lo que sentía por mí, me di por vencida. Una vez probé lo que era ser valorada y querida, me negué a dejarlo ir.
Aquel beso que le di por iniciativa propia fue la prueba de esa decisión.
No huiría. No esperaría más.
Mi vida tomó ese rumbo cuando conocí a JaeHo porque no reaccioné a tiempo. Tonta de mí, esperé que los demás lo hicieran todo, como si fueran a pensar en mis intereses y esperanzas.
Si no luchaba yo, nadie más lo haría, ¿cierto?
⌛️⌛️⌛️
Diez minutos más tarde, los dos estábamos ya resguardados bajo el techo metalizado de la parada. Habíamos tomado asiento en una de las banquetas disponibles y Jungkook descansaba su cabeza en mi hombro, sin energías.
Él parecía bastante concentrado tomando mis manos entre las suyas para que entrara en calor, así que me quedé callada y estuve atenta a sus tiernos intentos por calentar mi piel.
—No sabía que llovería —se quejó—. ¿De verdad no quieres mi sudadera?
—Estoy bien así —le contesté, conmovida—. Tampoco me mojé tanto.
Acomodó un poco mejor su mejilla sobre la tela de mi chaqueta y se resignó. Habría jurado que estaba haciendo un puchero.
—No quiero que te resfríes por mi culpa, noona —dijo en un murmullo.
Si enfermaba, no sería su culpa. Y, aunque lo fuera, no me arrepentiría en absoluto. Esa lluvia podía calar en mis huesos y en mi carne tanto como quisiera. Nada podía quitarme lo que había ocurrido esa noche. Ni siquiera un resfriado.
Protegió mis dos manos entre las suyas y las acarició a conciencia. El frío no tardó en abandonar mis dígitos, gracias a sus atentos cuidados.
Le escuché suspirar, pensativo.
Nuestros móviles sonaron en varias ocasiones y, sin decirnos ni una palabra, llegamos a la conclusión de que se trataba de Tae preguntándose por la tardanza de Jungkook. Hacía ya casi una hora que salimos de su casa, pero el menor se negaba a volver. Quería esperar conmigo al último autobús de la noche.
No tenía nada que perder, por lo que me propuse hacerle una pregunta más.
—Jungkook.
—¿Hmmm?
—Tú ... —medité un poco más cómo formular aquello—. ¿Tú me quieres a pesar de lo que hago? Es decir ... Jae me obliga a ...
—Sí. Claro que sí —afirmó, carente de duda alguna.
Ya había perdido la cuenta de cuantos hombres tuve que tolerar cada noche. Después de esos largos años, aquel sufrimiento se transformó en una rutina y me acostumbré a que otros se impusieran a mí. A veces dolía más, pero aprendí a manejarlo para darles el placer que buscaban.
—¿Podrás aguantarlo? No es justo para ti.
—Yeong —me llamó—, aguantaré cualquier cosa. Aunque me moleste que otros te toquen, sé que no podemos hacer nada al respecto —dijo, apenado—. Es algo que puedo soportar. No te preocupes.
No me miraba con asco. Nunca se dirigió a mí en un tono despectivo, al contrario del trato que Jae tenía conmigo a diario. Para él era una persona de carne y hueso, con sentimientos y pensamientos propios. No me tenía por una marioneta con la que jugar cuando quisiera.
—Gracias —reprimí la sonrisa— y lo siento.
Su cabello húmedo me rozaba el cuello y un poco de la mandíbula, agudizando la sensibilidad de mi dermis. Era tan agradable que me encontré rogando por que el autobús se retrasara unos tristes minutos.
—Siempre pides perdón —evidenció— y no tienes por qué, Yeong. No es tu culpa. Nada de esto está ocurriendo por algo que hayas hecho, así que no te disculpes, por favor.
Él comenzó a jugar con mis dedos, sosteniéndolos y acariciándolos mientras la lluvia caía con más fuerza.
No parecía hacerle gracia que pidiera disculpas tan seguido, al igual que a Nam, por lo que me apunté mentalmente que debía reprimir esos impulsos.
Después de aquel apunte, dejamos que lo único que interrumpiera nuestra espera fuera la cortina de agua que nos salpicaba las botas.
Cada vez me quedaba menos tiempo junto a él y todavía debíamos hablar de muchas incógnitas acerca de lo que pasaría entre nosotros a partir de esa noche.
—Necesito tiempo para asimilar todo esto —le confesé y él dejó mis manos en su regazo—. No estoy segura de cuánto, solo ... Tengo que pensarlo.
¿Cómo íbamos a tratarnos? ¿Seríamos novios? No podíamos ser algo así porque yo ya estaba estrechamente relacionada con Jae. Trabajaba para él, vivía en su casa, me acostaba en su cama y me despertaba a su lado. A pesar de odiarlo con toda mi alma, no podía prometerle algo tan idílico como una relación al uso. No podríamos mostrarnos juntos por precaución y ese estilo de vida no era lo que Jungkook hubiera deseado experimentar. No era necesario que me lo dijera para saberlo.
Amigos era un buen término, de no ser porque nos habíamos enamorado. Tampoco encajaba que nos llamaramos de esa manera. Estaba más que claro que Jungkook y yo buscábamos algo que la amistad no iba a darnos.
—Piensas demasiado las cosas, ¿sabes? —comentó, sonriendo—. No tenemos por qué etiquetar lo que somos, noona. Para mí está bien si no podemos ser una pareja convencional. Estar contigo es más que suficiente.
Me sonrojé. Fue inevitable.
No estaba acostumbrada a esas muestras de afecto y Jungkook las decía tan fácilmente que no pude contestarle. Él era todo lo contrario a mí en cuanto a demostrar su cariño.
En el momento exacto en que separé los labios, las luces del autobús surgieron al fondo de la calle que quedaba enfrente. Un semáforo en rojo le retuvo y ambos comprendimos que nuestra charla había llegado a su fin.
Jeon se separó de mí, dejando que me levantara y pudiera buscar la tarjeta que traía en el bolsillo de mi chaqueta. Me contempló, inmóvil.
—Es tarde —señaló, aún sentado—. ¿Estarás bien?
—Sí —atrapé el objeto y lo saqué—. Llevo unos días sin ir al hotel, así que puedo retrasarme. Jae no suele llegar antes de las once y media entre semana.
Alcé la mirada al mismo tiempo que él se ponía en pie.
El motor del transporte público se sobrepuso a la ensordecera estridencia de la tormenta, indicando que apenas teníamos unos segundos más.
Se guardó ambas manos en el bolsillo delantero de la sudadera y me mostró una sonrisa ladeada.
—¿Te encuentras bien? Hemos estado mucho tiempo aquí —me lamenté.
Yo no pude evitarlo y llevé mi mano derecha a su frente descubierta. Sin quitarme el ojo de encima, esperó a que yo diera mi veredicto y la retirara.
—Estoy mejor que nunca, noona —aseguró.
—Intenta no tardar mucho en volver —dije, deseando que no pillara una gripe.
Su pelo estaba mojado y hacía demasiado viento como para que él estuviera en la calle con una sudadera. Nada le protegía en realidad de aquella brisa fresca y la humedad que había atrapado cubriéndome haría que se destemplara pronto.
—Avisa a Tae cuando llegues, ¿vale? —dijo, cambiando de tema.
No podía llamarle y él lo sabía. Simplemente aceptó que no podríamos comunicarnos vía telefónica. No puso ninguna queja y aquella sumisión por su parte me hizo sentir realmente mal. También quería mandarle un mensaje antes de dormir, como cualquier persona normal, pero esa posibilidad no encajaba si quería resguardar nuestra relación.
—Vale.
El autobús fue aminorando la marcha hasta frenar. Hice el amago de seguir mi camino hasta la puerta, pero la necesidad de alargar aquello fue mayor. La puerta se abrió con lentitud y aproveché para girarme, iluminando sus dulces ojos.
—Jungkook —dije su nombre, ligeramente avergonzada por lo que iba a pedirle—, ¿puedes decirlo otra vez?
Dudó un segundo y, casi al momento, agrandó su sonrisa.
—Te quiero —su afirmación volvió a removerme las entrañas— y lo repetiré todas las veces que haga falta, Yeong.
Me adelanté, incapaz de devolverle la palabra. Jungkook se deleitó examinando mis ruborizadas mejillas y entonces tomó la manga de mi chaqueta, como soporte. Se inclinó, consciente de que no me atrevía a dar el paso por mí misma, y estampó un corto beso en mis comisuras.
Nos alejamos tan pronto como aquel tímido roce se extinguió y yo retrocedí torpemente.
Recordé aquella ocasión en la que Jungkook me acompañó a ese mismo lugar, después de que JaeHo estuviera a punto de encontrarnos juntos en la librería de mi hermano. Esa fue la primera vez que quise besarle y que añoré mi falta de libertad. Los dos nos contuvimos, creyendo que así no meteríamos en problemas al contrario, pero aquella censura que nos autoimpusimos solo nos perjudicó.
Semanas después, en ese mismo lugar, había permitido que él me besara a pesar del nerviosismo que seguía perisiguiéndome.
Se mordió el labio inferior, irradiando ilusión.
—Hasta mañana —me despedí de él.
—Hasta mañana, noona.
Y subí al autobús, dando las buenas noches al conductor.
Jungkook
Ví cómo se acomodaba en la hilera de asientos más cercana a mí. Se despejó el rostro, quitándose un par de mechones mojados, y me miró. En el instante en que sus ojos entraron en contacto con los míos, sentí esa debilidad golpearme las extremidades.
¿Cuántas veces había deseado que Yeong me mirara de esa forma, sin contenerse?
Ya no escondía sus sentimientos de mí como si fuera un pecado tenerlos. Me los había confesado y yo también había podido sincerarme con ella.
Aún quedaba mucho por decirnos. Tenía tantas preguntas que hacerle que habría querido pasar la noche a su lado, pero era imposible. Esa celeridad que notaba vibrar en mi pecho tendría que conformarse con verla menos tiempo del que quería.
El bus cerró las puertas y siguió con su recorrido, dejándome allí, rodeado por todo un manto de lluvia que caía sin cesar. Ví desaparecer el vehículo en la siguiente calle y solo entonces sentí que lo que había ocurrido fue real.
El temblor en mis manos se extendió al resto de mi cuerpo y, sintiendo un suave calambre en mis piernas, retrocedí unos cuantos pasos y me dejé caer en el asiento que habíamos ocupado ambos.
Ni siquiera estaba seguro de cómo pude decirle todo aquello. Tenía que abrirle los ojos de alguna forma, pero ... Incluso fui capaz de besarla a pesar del terror a que se marchara para siempre. Me enfrenté a ella, presionándola demasiado con el objetivo de que estallase. Podía haber salido tan mal que ... Creo que Yeong también percibió aquel miedo cuando mi tono cayó en picado y la voz se me resquebrajó, con ese beso todavía latiendo en nuestros labios.
Me pasé las manos por el rostro, tembloroso, y sonreí de todo corazón.
Había acabado bien, ¿verdad?
Nadie nos podía decir si esa oportunidad saldría como deseábamos, pero tenía la esperanza de que nuestras promesas actuaran como un salvavidas. Esa relación solo sobreviviría si los dos confiábamos en que así sería y temía que mi cariño no fuera suficiente para ella. No tenía por qué esperar nada de mí ni luchar por un chico como yo al que apenas conocía.
Sin embargo, algo me decía que, después de esa noche, realmente podíamos intentarlo.
Yeong no me rechazó y sentí que se sinceró conmigo como no lo había hecho nunca. Se estaba abriendo, poco a poco, y no podía imaginar algo más importante en un momento tan crucial como ese.
Si se hubiera ido, no le habría recriminado nada. Estaba en todo su derecho de permanecer inflexible en su decisión. Si no me hubiera aceptado habría sido una decepción irreparable, pero entendería que no había nada que hacer. No insistiría más. No quería que pasara un mal rato por mi culpa.
Por eso, que me hubiera correspondido, era lo mejor que podía haber sucedido. Sentando en aquel banco de la parada creí que era un maldito sueño. Que Yeong no había luchado por sí misma y que todo había sido una invención de mi macabra mente, pero no era así. Ella ... Ella también me quería y me lo había hecho saber.
No había sentido tal alivio en toda mi vida.
La llegada de nuevos mensajes me recordó que Tae seguía esperando mi regreso, así que, tras un par de minutos más respirando profundamente, me puse en marcha. Me coloqué la capucha de mi sudadera, escondiendo la sonrisa que no se iba de mis comisuras, y eché a correr para llegar cuanto antes a la casa de mi mejor amigo.
La sensación de sus brazos rodeando mi cuello y del fuerte bombeo de su corazón mientras nos besábamos me acompañó hasta la puerta del edificio.
Pedí paso a través del telefonillo y Tae abrió casi al instante.
El cansancio por la carrera me hizo ver más desaliñado de lo que debería y, cuando Taehyung me miró, pensó que no había conseguido que cerrásemos esa cruel distancia.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó, observando cómo me sacaba las botas y recuperaba el aliento—. Estás empapado. Te pondrás peor si ...
Alcé la cabeza y él analizó el brillo que cubría mis ojos. De la parte superior de mi capucha caían varias gotas de agua que comenzaron a humedecer su recibidor.
No me importaba tirar por la borda mi pésima salud. Eso era lo de menos.
Tomé una gran bocanada de aire y sonreí, terriblemente feliz. Una solitaria risa escapó de mi boca, por lo que Tae relajó el gesto y su semblante reflejó el mayor alivio.
Con ambas manos apoyadas en mis rodillas, terminé de estabilizarme y me enderecé.
Tae se revolvió el pelo, incrédulo.
—¿De verdad? —dijo, esperando que yo mismo se lo explicara.
Sentí de nuevo unas fuertes ganas de llorar, pero las contuve como mejor pude, consciente de que Nana y Yonghee aparecerían si escuchaban algo extraño.
—Yeong me quiere, hyung —le dije, emocionado—. Ella ... Ella lo ha dicho.
Tae sonrió, dejando su mano derecha sobre mi hombro.
—Claro que te quiere, Jungkookie —repitió—. ¿Cómo podría no hacerlo?
Y no va a huir más. Ella se va a quedar. Va a luchar por salir de esa vida que se ha visto obligada a soportar.
Quise añadir esas afirmaciones aunque Tae comprendiera que mi confesión implicaba todo aquello, pero su teléfono sonó dos veces seguidas por un mensaje reciente y él se tomó la licencia de sacar el dispositivo, posponiendo brevemente la conversación que estábamos teniendo.
Sus ojos se iluminaron al leer lo que estaba escrito en la pantalla y, antes de que tuviera la oportunidad de preguntarle qué ocurría, él mismo alargó el brazo y me mostró su teléfono.
Yeonnie 🌸
Buenas noches, Tae 🐻. Cámbiate de ropa cuando llegues a casa. No quiero que te resfríes otra vez 💜
23:04 p.m. ✔️✔️
La necesidad de llorar se acrecentó después de descifrar esa última frase.
Mis muslos se debilitaron, como si ese bajón de tensión volviera a golpearme. Debido a ello, me agaché, fijando la mirada en el suelo, y me quité la capucha, nervioso y contento en exceso.
Tae acarició mi cabello, apiadándose de mis pobres sentimientos primerizos.
Sonrojado hasta las orejas, lo escuché reírse.
—No sé cómo lo has conseguido, Jungkook ... Pero tienes que hacerla feliz, ¿me oyes? —dijo, divertido.
Claro, hyung. Haré que olvide el vacío que sentía estando sola.
Lo prometo.
🌹🌹🌹
Y llegó el esperado capítulo en el que por fin se dan una oportunidad 🤧
"Y si esto es lo necesario, entonces déjame ser el que soporte el dolor"
Por favor, escuchad la canción que os he dejado arriba. No me importa cuándo, pero leed la letra porque nunca había tenido tan en mente una canción para escribir un capítulo. Además, todo lo que escriba Shawn Mendes es arte 😭🤧
Para las personas que siguen preguntando cuando podrán ser felices ... People, esta historia se basa en el drama más puro de todos. Incluso si ahora se han declarado y parecen avanzar, tendrán más de un obstáculo en el camino. Son las reglas 😅, así que tened paciencia ✨
Ya estoy con el siguiente capítulo porque, por alguna razón que se me escapa, he pillado una carrerilla increíble con esta novela y quiero actualizar un poco más seguido antes de empezar con el período de exámenes ✌🏻👁👄👁✌🏻
Si no tengo ningún problema, la semana que viene subiré el 16 😊
Dicho lo cual, ojalá hayáis disfrutado leyendo 🥰
Cuidaos mucho 🌸
Os quiere, GotMe 💜
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