09
Yeong
—¿No vienes conmigo?
Sonar desesperada o inquieta no era mi objetivo, pero supongo que Tae lo percibió así. Creí que iríamos juntos hasta su casa y allí esperaríamos a Jungkook.
Se giró, esperando a que terminara de alisar mi camisa de flores.
—Es tu cita. No la mía —bromeó.
Mis mejillas se encendieron como dos luces de navidad. Gracias a su comentario, no me haría falta echar colorete en esa zona.
—No es una cita, Taehyung —le aseguré, con voz temblorosa.
—¿Entonces qué nombre le darías? —me preguntó, aparentando una inocencia que no tenía.
—¿Por qué tendría que darle un nombre? —inquirí, algo a la defensiva y frunciendo el ceño—. Solo vamos a salir un rato para hablar de... Algunas cosas.
Asuntos de los que Tae debía seguir alejado. Que supiera más de mi oscura vida no significaba que pudiera conocer todos los detalles. Eran detalles demasiado peligrosos como para ir aireándolos sin más y sabía que él entendía mis reservas, pero no pudo ocultarme su gesto de decepción. Le dolía que no fuera completamente franca.
—Da igual lo que vayáis a discutir —se encogió de hombros, estirando su mano hacia mí—. Estoy viviendo algo histórico. Kim Yeong aceptando salir con un chico, y ese chico resulta ser mi mejor amigo.
Me agarré de su brazo y bajamos las escaleras del edificio. La universidad parecía más vacía que de costumbre. A la hora de la comida todos salían huyendo de allí con la tonta idea de que, marchándose del lugar, se olvidarían de todos los quebraderos de cabeza que los estudios traían consigo.
Según me había dicho Tae, Jungkook se levantó sin fiebre y en buenas condiciones. Saber eso bastaba para alegrarme el día.
—Jungkook no es un chico cualquiera —le respondí.
—Lo sé —admitió, sonriendo levemente—. Se te iluminan los ojos cada vez que lo ves.
—No empieces con esas tonterías, Tae —le golpeé, en broma—. Nam no deja de buscarme las cosquillas con todo esto y ya me vale con tener que aguantarlo a él.
—Serán tonterías hasta que te des cuenta de por qué lo decimos, Yeong —me rebatió—. Al principio pensé que solo Jungkook tenía interés por ti, pero te conozco tanto como a él y nunca había visto esa mirada.
Bajé la vista, observando las baldosas del patio exterior.
Jungkook no me interesaba. No podía interesarme. Era un camino por el que no iba a continuar. Si él sentía algo por mí, debía estar relacionado con la pena y la compasión. Eso era lo único que podía nacer en alguien que me conociera y no deseara atarme a una cama para tratarme como su juguete privado.
—Le haría daño, así que ... Créeme. No me gusta ni dejaré que pase —le conté, poniendo palabras a unos sentimientos que se confrontaban en mi interior.
—Hablaremos de esto en un tiempo y sé muy bien lo que dirás, Yeong —acarició el dorso de mi mano y seguimos caminando.
Tae no hablaba para hacerme rabiar. Él no bromeaba cuando había amigos de por medio y los dos éramos conscientes. Iba muy en serio, y eso me asustaba.
—¿Te vas al hospital, entonces? —le pregunté, cambiando un poco de tema.
—Sí —nos detuvimos en un semáforo—. Primero iré a recoger a mis hermanos y después los llevaré a ver a mamá. Su enfermera me ha dicho que hoy se encuentra bastante animada y sé que querrá vernos a todos juntos —esbozó una de sus cálidas sonrisas.
Estaba terriblemente orgullosa de él.
—Seguro que le gustará que la visitéis —confirmé.
—Quiero que sea un poco feliz —dijo, convencido de que sus actos le ayudarían a alegrarla—. Igual que quiero que tú también lo seas —me miró, sonriente—. Así que ve a mi casa y espera a Jungkookie allí. Seguro que se le ha olvidado cargar el móvil y por eso no me responde el muy despistado —se burló de la torpeza que Jeon demostraba.
Yo no había hablado con Jungkook en toda la mañana. Tae lo hizo antes de ir a clase. Jungkook se quedó a dormir en su casa la noche anterior. Al parecer, su padre estaba comportándose de una forma protectora y él estaba huyendo de su propia familia. Por eso mismo Tae estaba cuidando de su amigo y le dejaba quedarse con él durante unos días.
—¿Seguro que no le has dicho algo de mí? Te conozco, y sé que le habrás contado algo para ...
—¿Para que te sorprenda y caigas a sus pies? —empezó a reír—. Me habría gustado hacerlo. Puede que la próxima vez le cuente un par de cositas.
Tae besó mi mejilla y se separó de mí entre risas. En esa calle nos separábamos. Él iría a buscar a sus hermanos pequeños y yo me dirigiría hacia su piso a esperar a Jungkook.
Nerviosa, lo vi dar la vuelta.
—No habrá próxima vez, Kim Taehyung —alcé la voz para que me escuchara.
Levantó la mano, diciéndome adiós.
—Te ayudaré a elegir el vestido de novia, Yeonnie —gritó, alejándose.
Yo miré hacia otra parte, avergonzada por sus palabras y por lo que seguro que estaba de ellas.
No tuve tiempo de decirle adiós. Me giré y él ya había desaparecido de la zona, así que decidí seguir el trayecto hasta su casa para encontrarme con Jungkook. Por mucho que lo quisiera negar, quería verlo y pasar la tarde con él. No había dejado de pensar en eso desde que nos despedimos el día anterior, imaginando decenas de escenarios que podría compartir con él las horas que estuviésemos juntos.
Quise golpearme y dejar de soñar despierta, pero era agradable pensar en Jungkook. En su compañía.
Y si no paraba de pensar en él, me vería tan roja como un tomate.
Unos cinco minutos más tarde, mientras intentaba apagar el color de mi rostro abanicándome, llegué al portal de la casa de Tae. Él se empeñó en que tuviera un juego de llaves de su piso por si acaso necesitaba ir hasta allí y él no estaba. Siempre supo que algo no marchaba bien y cuidó de mí. Ahora que sabía gran parte de la historia, se negaría a que se las devolviera.
Abrí la puerta sin dudar y saqué mi teléfono móvil del bolsillo de mis vaqueros. Pensándolo bien ... ¿Me había vestido correctamente? Había elegido una blusa fina y unos vaqueros para salir, pero no estaba del todo segura de que fuera la mejor opción. No era una cita. No lo era, y aún así quería causarle buena impresión. Solo era una chica de veintiún años que no sabía cómo resolver la encrucijada en la que había entrado gracias a la aparición de un chico de veinte años. Solo eso.
Decidí que retocar mi maquillaje y ponerme algo de pintalabios ayudaría a subir la poca autoestima que tenía.
Desbloqueé mi teléfono y, tras dejar mi chaqueta en la entrada y deshacerme de mis zapatos, me encaminé hacia el cuarto de baño.
¿Llamar a Jungkook sería buena idea? Me mordisqueé el labio inferior, dudando. No sabía dónde estaba ni si llegaría tarde. Comunicarme con él era lo adecuado, ¿verdad? Solo para saber cuándo vendría.
Entré en la aplicación de contactos y busqué la J con la mirada. ¿Por qué mierda estaba tan nerviosa? Nunca lo había llamado y le advertí de que no lo haría. Solo si surgía una emergencia.
Su nombre estaba ahí, en mi pantalla, deseando ser pulsado para poder escuchar su voz, pero mis dedos se negaban.
—Venga ya, Yeong. Es solo una llamada ... —me dije a mí misma, acercándome al baño que quedaba al final del largo pasillo.
Me obligué a poner el dedo en el pequeño icono, pero lo alejé antes de poder presionar.
La puerta del cuarto de baño se abrió de golpe y la humedad me recibió al mismo tiempo que un Jeon Jungkook que acababa de salir de la ducha. Antes de darme cuenta de que se trataba de él, di un pequeño salto hacia atrás y mi mirada se escurrió por todo su abdomen, viendo las gotas que todavía quedaban resbalando por unos abdominales de los nunca me habría percatado.
Solo llevaba una toalla atada a la cintura y, debido a la impresión de verlo frente a mí, me quedé de piedra, incapaz de mover un músculo.
Había visto a cientos de hombres desnudos y yo ... Creí que ninguno podría dejarme sin habla. Claro está, nunca pensé que Jungkook llegaría a mi vida.
Sus orbes se abrieron gradualmente, comprendiendo que la situación era incómoda e inesperada para ambos.
—N-Noona, ¿qué haces aquí? —farfulló, paralizado.
"Hacer el ridículo, eso hago."
—Tae me dijo que esperara aquí hasta que llegaras. No sabía que ... —no pude continuar, el bochorno era demasiado fuerte.
—Yo ...
Di un paso atrás, tropezando con un mueble del que ni siquiera me había percatado. Un par de juguetes cayeron al suelo y supe que no podía más torpe. Deprisa, me agaché, y sentí cómo Jungkook hacía el intento de imitarme. Sin embargo, antes de que pudiera quedar a mi altura y tuviera que mirarlo a los ojos, lo frené.
—Yo lo recojo, no te preocupes —dije, agobiada y sonrojada.
Él me hizo caso y se incorporó, carraspenado.
—Terminaré de vestirme —me comunicó, regresando al baño.
—Vale. T-Te espero fuera.
Se retiró y entró de nuevo al aseo. Solo cuando cerró la puerta, pude respirar. Me palpé el pecho, consciente de que el rubor no solo estaba en mis mejillas, sino por toda mi maldita cara.
Me toqué el rostro, respirando lentamente.
¿Qué me estaba haciendo? ¿Por qué tartamudeaba como una tonta y me sonrojaba como una niña? No era solo atracción. Incluso Tae se había dado cuenta de que iba más allá, pero yo no quería ver la realidad y me encerraba en un escuálido corazón que no podía soportar más mazazos.
Terminé de recoger todo lo que había tirado y fue corriendo a la cocina a echarme algo de agua en la cara. Jungkook ya había visto cómo las mejillas se me encendían al verlo sin ropa encima, pero tenía que intentar arreglarlo. ¿Cómo era posible que yo me pusiera a temblar de esa manera por estar delante de un chico que no llevaba nada encima? Joder ...
Poco después, sentada en una de las sillas, escuché la puerta chirriar y sus pasos avanzando.
Quise restarle importancia, aparentar indiferencia, y esos deseos quedaron reducidos a la nada en el momento en que Jungkook volvió a situarse en mi campo de visión con una camisa blanca un tanto holgada y unos vaqueros oscuros. Su cabello estaba impecable y sus ojos brillaban más de lo normal. Había un claro rastro de vergüenza titilando en ellos.
Se encogió ligeramente y sonrió, a pesar de lo que acababa de pasar. Vi que los primeros botones de su camisa estaban sueltos y la garganta se me secó súbitamente.
—Yeong ... —me nombró, dudando de lo que quería decir.
—Tengo hambre. ¿A dónde vamos a ir? —me levanté y fui hasta mis cosas.
Hablar de ello no solucionaría nada, solo lo empeoraría.
Cogí mi chaqueta y mi bolso, esperando que Jungkook entendiera mi postura y dejara el tema a un lado. Por suerte, pilló mi evasiva y fue hasta la entrada.
—He reservado en un italiano, aunque no sabía si te gustaría y ...
Me volví, echando un rápido vistazo a su complexión.
—Me gusta mucho —le respondí, guardando las llaves en el bolso.
Jungkook esbozó una hermosa sonrisa y abrió la puerta principal para mí.
"Olvídate de todos los problemas que tienes, Yeong. Solo sal con él y libérate por unas horas, ¿de acuerdo?"
El restaurante del que hablaba Jeon no estaba muy lejos, pero él se empeñó en que sería más práctico ir en coche. Algo me decía que intentaba que no me esforzara, como si temiera que mis heridas pudieran abrirse de pronto, pero, en realidad, estaban cicatrizando. Sin saberlo, se estaba encargando de que cada vez dolieran menos y se lo agradecía. Me hacía sentir bien y eso era suficiente.
Durante la comida, le expliqué lo que haría Tae esa tarde y alguna que otra cosa, hasta que me pidió que hablásemos de los nombres. Supuse que quería terminar cuanto antes con el asunto, así que le proporcioné un par de indicaciones y los nombres de algunas empresas que podrían ayudarle a la hora de empezar la investigación.
Jungkook no perdió ni un detalle de lo que le relaté mientras esperábamos a que nos sirvieran la comida. Guardó las direcciones y los nombres en su móvil y yo le pedí varias veces que tuviera mucho cuidado con lo que hacía. La muerte era la mejor aliada de Jae. No podía descubrir, ni siquiera sospechar, que Jeon Jungkook estaba buscando una forma de derruir su grandioso imperio y acabar con él.
El camarero llegó con nuestros platos justo cuando yo terminé de darle la información. Jungkook y yo le dimos las gracias por su servicio y él dejó apagado su teléfono móvil. Agarró su tenedor y me miró, consciente de que no había sido capaz de quitarle el ojo de encima desde que nos sentamos.
—Muchas gracias por la ayuda, noona —dijo, con el humo de la pasta interponiéndose entre ambos—, pero creo que ya podemos olvidarnos de esto.
Y, a partir de ese instante, todo fue similar a lo que siempre había imaginado como una cita. No lo era. Los dos lo habíamos acordado, pero inevitable pensar en esa triste mentira que camuflaba lo que tanto habíamos buscado.
Jungkook preguntó por mí y yo pregunté por él, por sus aficiones y por su vida. Tenía tanta curiosidad por conocerle que la comida se nos enfrió antes de que pudiésemos terminarla. Hablamos como amigos, sin timidez, aunque a veces los nervios volvieran.
Casi dos horas después, pagamos la cuenta a medias debido a mi insistencia. No dejaría que él pagara por todo y Jungkook comenzaba a entender que enfrentarse a mí no era muy buena salida.
Salimos fuera del lugar y el sol de aquella tarde primaveral nos recibió con los brazos abiertos. El reloj marcaba las cinco de la tarde.
—Noona, ¿tienes prisa? —me pregunté, llamando mi atención.
Yo alcé la cabeza, encontrando a ese chico, impaciente por que dijera que no.
Tragué saliva y negué de lado a lado. Su sonrisa creció y yo contuve la mía. Verlo feliz me colmaba todos los malditos sentidos.
—¿Por qué? —inquirí, apartando algún que otro mechón de mi cabello.
Él sacó la llave de su coche y me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Cruzamos la carretera y entramos en el automóvil. Ya en el asiento del copiloto, Jungkook se giró un poco hacia mí, ilusionado.
—¿Puedes cerrar los ojos hasta que lleguemos a un sitio?
Estaba esperanzado, lleno de vida y de unos ánimos que a mí me faltaban constantemente. Verlo brillar de esa manera, ansioso por mostrarme algo, me hizo sonreír.
Jungkook analizó mi gesto, maravillado por lo que había logrado sacar de mí.
—Está bien —acepté su propuesta.
Jungkook se giró, tomando el volante, y yo me puse el cinturón. Su euforia era contagiosa y se me antojaba adorable, por lo que la sonrisa permaneció en mis labios más tiempo que nunca.
Cerré los ojos, tal y como me había pedido.
—No te duermas, ¿vale? —me pidió, acelerando con suavidad.
La risa salió de mí involuntariamente y supe que, si hubiera echado una pequeña mirada hacia él, lo habría encontrado sonriendo. Me hacía reír. Jeon Jungkook estaba logrando lo impensable. Yo, la chica fría e insulsa que había olvidado lo que era la felicidad, estaba rozando con los dedos algo muy parecido al bienestar que anhelé desde niña. Y todo eso estaba ocurriendo porque era él y ningún otro.
El viaje en coche transcurrió entre divertidas peticiones de Jungkook para que no abriera los ojos ni una chispa. Tenía que esperar a que él me lo indicara.
Fue difícil resistirme y, en más de una ocasión, estuve cerca de entreabrir un ojo para echar una inocente ojeada, pero solo de pensar en el alegre rostro de mi acompañante cuando me mostrara el lugar al que estábamos yendo, los cerraba con más fuerza. No quería chafarle la sorpresa.
Él decía cosas sin sentido para distraerme mientras me llegaba a ese destino que guardaba tan secretamente y continuó así el resto del camino. Aminoró la velocidad al cabo de unos minutos y detuvo el coche.
—Todavía no —dije, bajándose a todo correr.
Me mordí la lengua para que las risotadas no salieran de mi boca.
Jungkook abrió mi puerta y yo giré la cabeza hacia la derecha. Su mano tomó la mía en completo silencio, ayudándome a salir del coche. Me sostuve en él hasta que mis dos pies estuvieron bien anclados a la tierra.
—¿Ya puedo? —la pregunté.
—No. Tenemos que subir unas escaleras primero —me confesó, colocando mi brazo para que se entrelazara con el suyo.
—¿Tu plan es matarme, Jungkook? —bromeé, escuchando su tierna risa.
—Solo espera un poco más, noona.
Le hice caso y subí hasta el último peldaño de aquella interminable escalinata. Jungkook no me soltó en ningún momento. Tampoco cuando mis pasos ya eran seguros y no existía peligro de que me cayera.
—¿Hemos llegado? —le pregunté, muerta de curiosidad.
Jungkook me susurró que bajara el tono de voz.
—Ya puedes mirar, Yeong —dijo, cerca de mi oído.
Levanté los párpados, expectante por ver dónde me había llevado.
No necesité ni un segundo para saber que estábamos en un museo. Quedaba en una zona bastante alejada del centro de la ciudad y todavía no había tenido la oportunidad de visitarlo, así que mis ojos brillaron por la ilusión y Jungkook fue testigo de su acierto.
—No sabía si ya habías venido, pero me enteré de que hoy inaguraban una exposición nueva y pensé que te gustaría verla —confesó Jeon.
—No había estado aquí aún —lo miré, tropezando con su apacible mirada—. Gracias por ...
—No me lo agradezcas —acarició mi mano y tiró de mí, contento—. Creo que la exposición está por allí.
Yo me moví gracias a su empuje. Estaba demasiado impresionada como para reaccionar a aquello. Nunca pensé que alguien pensaría en mí, en mis gustos, y mucho menos que me llevaría a ver una exposición de pintura. Y nunca se me habría pasado por la cabeza que ese alguien podría ser Jungkook.
Me dejé arrastrar por él hasta el punto de partida de dicha exposición. Jungkook cogió un folleto y me lo mostró, emocionado.
—Es de Munch. Dicen que son réplicas muy bien hechas. Es un homenaje al pintor, así que muchos medios han ...
No pudo continuar porque, de repente, emprendí mi propio camino, alejándome de él. Mis piernas se movieron solas cuando mis pupilas divisaron aquel cuadro, expuesto en primera línea por su relevancia.
Lo observé con cuidado, maravillada por el trabajo tan exquisito que habían realizado en aquella copia de la obra más conocida de Edvard Munch: 'El grito'.
Perdida en las delicadas pinceladas, sentí la presencia de Jungkook a mi lado. No podía creer que él me hubiera llevado allí, ignorando todo lo que sentía por ese cuadro.
Las lágrimas hacían que mis ojos picaran. Quería llorar. Mi respiración desigual era un aviso, pero no sentía dolor o tristeza. Por primera vez en años, las gotas que bailaban en mis orbes no eran una señal de sufrimiento, sino de un inmenso alivio.
Contemplé los trazos en silencio. Jungkook no interrumpió aquellos momentos, se mantuvo a mi lado, esperando a que yo dijera algo.
Tras unos minutos, luchando contra algún que otro sollozo, entreabrí los labios.
—Es mi cuadro favorito —murmuré.
Sentí cómo se giraba un poco, lo suficiente para que su camisa rozara la mía y un extraño temblor me sacudiera el cuerpo.
—¿De verdad?
Había sido pura casualidad. Jungkook no podía tener ni idea de eso y aún así estábamos juntos frente a esa obra de arte. Admirando mi obra preferida.
Yo asentí. Tenía la piel entumecida por la impresión, pero era una buena sensación.
—Munch es mi pintor favorito —le seguí explicando.
Estaba sonriendo. Si lo miraba, sabía que encontraría una de sus sonrisas porque ... Porque me estaba haciendo feliz. Había renunciado a ello. Nunca creí que podría sentir una conmoción como esa y que él sería el artífice de todo.
—¿Por qué? —preguntó.
Me humedecí los labios, recordando algo que ni siquiera Tae sabía. Era doloroso hablar de mi vida, pero guardarlo durante tantos años no me había ayudado en nada.
—Su madre murió cuando él era joven —dije, pestañeando un par de veces—. Una de sus hermanas también y otros tantos miembros de su familia. La muerte le acompañó durante toda su vida y terminó volviéndose loco —le fui explicando, aguantando las lágrimas—. Estuvo encerrado en un sanatorio por un tiempo. Por suerte, fue capaz de recuperarse antes de morir, pero siempre vivió rodeado de malestar y sufrimiento. Siempre. Él mismo dijo que este cuadro surgió después de una tarde en la que paseaba con unos amigos —continué—. Ellos no lo vieron, pero, según Munch, el cielo se tintó de rojo. Lenguas de fuego lo llenaron todo y, entre todo ese terror, escuchó un grito que le desgarró el alma.
Los gritos podían resultar siendo algo renovador. Algo que limpia las malas sensaciones. Sin embargo, él no lo interpretó de esa manera. No era un acto liberador, sino una demostración de sus miedos. Unos miedos que nunca lo abandonaron. Al igual que a mí.
Por mucho que gritara, solo recibía más daño. Los gritos siempre fueron los protagonistas de mis pesadillas desde que tuve uso de razón. Ellos me habían acompañado siempre. Mis fieles compañeros, esperando a resurgir en mi cabeza para que recordara quién era.
No podía olvidarlos. No podía.
Tomé una respiración profunda y esperé a que una pareja pasara de largo. Me estaba siendo muy complicado decir esas palabras; no quería que nadie más escuchara aquello.
—Tuvo que pasarlo muy mal —dijo Jungkook, lamentando la historia del pintor.
—Sí —sentí una gota caer por mi pómulo—. Cuando empecé a estudiarlo, solo me parecía un gran artista. Entonces me enteré de todo lo que había pasado ... No pude evitarlo y pensé en mí misma —fui bajando la voz, controlando el temblor de mis manos—. Mi madre también murió cuando yo era pequeña. Mi hermano se fue y yo me quedé sola de pronto. No entendía nada —me frené, consciente de que estaba contándole una parte de mi vida que llevaba años oculta al resto del mundo—. Ni siquiera sé cómo sobreviví, pero Munch ... Él descubrió algo que le ayudaba a sentirse mejor. Pintó todas sus decepciones, sus peores pesadillas. Y lo hizo de una forma magnífica. Canalizó el dolor que albergaba dentro. Supo cómo seguir viviendo a pesar de la desesperación —sonreí, triste y hundida por el recuerdo de mi madre el día que la mataron—. Admiro a Munch por eso. Escapó de los fantasmas que lo atormentaban y fue el mejor en su trabajo. Ojalá yo supiera cómo ...
Los suaves dedos de Jungkook acariciaron mi mejilla, limpiando las lágrimas que descendían sin parar. Con su otra mano, sostuvo la mía, dándome un apoyo. Yo me aferré a él con fuerza.
Necesitaba a alguien que me ayudara a seguir adelante. Era un calvario pasar por el mismo infierno a diario y vivir sin esperanzas.
—No quiero que estés triste, noona —añadió, entrelazando sus finos dedos con los míos.
—No lo estoy —aclaré, topándome con sus preciosos ojos, que se debatían a cerca de cómo consolarme—. Estoy contenta, pero creo ... Creo que he olvidado cómo serlo sin llorar.
Jungkook me sonrió, despejando mi rostro y deshaciéndose de mis espesas lágrimas.
Él me estaba devolviendo una humanidad a la que decidí negar el paso cuando mi madre falleció. Todo mi paisaje cobró un tono oscuro y lúgubre a partir de su marcha, pero ... Pero Jeon Jungkook estaba mostrándome una nueva gama de colores. Desprendía cariño y unas infinitas ganas de vivir. Todo lo que a mí me faltaba.
Él era la representación de todo lo que siempre necesité. Y ahora estaba ahí, conmigo, mirándome con calidez. Yo nunca quise que la gente me compadeciera y Jungkook no demostraba compasión alguna. No era eso lo que veía reflejado en sus ojos.
—Eso puede arreglarse —dijo, acercándose más a mí—. La felicidad es fácil una vez te conoces a ti mismo y es evidente que tú amas la pintura —dijo, convencido de que su razonamiento no era equivocado—. Así que, quiero que me expliques todos estos cuadros y dejes de llorar —murmuró, acariciando mi mano—. Conseguiré que llores de alegría algún día, noona. Pero todavía no ha llegado ese momento y me gustaría que guardes las lágrimas hasta entonces. ¿Me lo prometes?
¿Cómo decirle que no? ¿Cómo podría desilusionarle? No era tan valiente. No era capaz de enfrentarme a su resplandeciente aura.
Al cabo de unos segundos, asentí. Jungkook agarró con fuerza mi mano, transmitiéndome algo de su energía.
—¿De verdad quieres que te los explique todos? —le pregunté, aturdida—. Son muchos cuadros.
No lo dudó. Simplemente, tiró de mi mano y fuimos hacia el siguiente expositor. Ni siquiera me fijé en el cuadro porque toda mi atención la tenía él. Estaba bastante ocupada grabando en mi retina su expresión, llena de fortaleza y de ganas de aprender.
—Le gustaban mucho los colores oscuros, ¿verdad? —me dijo, analizando el cuadro pacientemente.
Mis comisuras formaron una sonrisa mientras Jungkook señalaba el cuadro en cuestión.
Lo estaba haciendo por mí. Todo su interés por aquella exposición había nacido por mí, porque mis estudios se centraban en eso. Nadie se había esforzado de aquella manera para que yo me sintiera libre y tranquila. Solo él.
Recorrimos toda la sala del museo y nos detuvimos en cada cuadro. Yo le hablé de todo lo que sabía sobre Munch y sus obras, y Jungkook me escuchó atentamente.
Así pasó el tiempo y dimos por finalizada aquella visita dirigida. Antes de volver de nuevo a la entrada para marcharnos, yo le dije a Jungkook que esperara allí. No le había hecho fotos a los primeros cuadros y quería enseñárselos a Tae al día siguiente en la universidad. Después de echar la última foto, comprobé que todas hubieran salido bien y se vieran los detalles.
Comencé a caminar de vuelta, incapaz de dejar de sonreír. Apagué mi móvil y busqué a Jungkook con la mirada. Creí que estaría en el mismo lugar donde lo había dejado, pero mis ojos lo divisaron en uno de los bancos que el museo había puesto en la sala para que los visitantes pudieran descansar.
Él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
Sin remedio, me sonrojé. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había conseguido sacarme los colores ese día.
Me acerqué al banco que él había ocupado y tomé asiento a su lado. Estiré mis piernas, algo cansada por haber caminado tanto.
—Gracias —le dije, mirando el suelo bajo mis pies.
—No tienes que dármelas, Yeong —me respondió.
—Lo he pasado muy bien. Creo que es lo mínimo que puedo hacer, ¿no? —le rebatí, volviendo la cabeza para mirarlo.
—Está bien —aceptó la derrota.
—Sé que no soy una persona fácil de tratar —le comenté, haciendo que se girara y nuestros orbes se encontrasen—. No tengo el mejor carácter del mundo, así que ...
Me había convertido en una persona fría que prefería aislarse y no relacionarse con los demás. En parte, tenía miedo de que Jungkook me hubiera aguantado solo por compromiso. Para no hacerme sentir peor.
—Eso no es verdad. Me gusta tu carácter —dijo, frunciendo un poco el ceño—. Y yo también lo he pasado bien. Si no hubieras estado conmigo, habría tenido un día muuuy aburrido.
Sonreí un poco más.
—Me he acostumbrado a estar sola desde que era una cría, así que me cuesta ser amable —le dije, entrelazando mis manos—. Nunca tuve amigas. Todas las chicas que se acercaban a mí buscaban burlarse de mi situación y los chicos más de lo mismo. Era su pasatiempo. Supongo que disfrutaban viéndome mal.
Lo peor de todo fue que aquello me dolió durante mucho tiempo. La única amiga que tuve nunca mereció mi preocupación ni mi cariño y yo se lo di. Como una estúpida. Y, después de saber que hablaba a mis espaldas, esparciendo nuevas mentiras y regodeándose en mis numerosas desgracias, seguí con ella. No fue por mucho, pero quise creer que mi amistad salvaría la endeble relación que había surgido entre nosotras. Y, nuevamente, me engañé a mí misma.
—Sé que te han decepcionado muchas veces, pero confiar en alguien no es un delito —dijo Jungkook—. Y puedes estar tranquila conmigo. Nunca se me ocurriría hacerte daño. Somos amigos. Recuérdalo, noona.
Sufrí por alguien a quien no le importaba lo más mínimo que yo llorara y estuviera triste todos los días. Como siempre.
—Ser la prioridad de alguien debe ser ... Precioso —murmuré, entristecida por los recuerdos que de repente estaban saliendo a flote.
—Seguro que lo eres. Seguro que alguien te lleva en su pensamiento día y noche —argumentó, con la voz cargada de pena y un semblante afligido que me quitó el aliento—. Estoy seguro de que esa persona te quiere —asintió y, sonriendo débilmente, siguió—. Te quiere, aunque no sea capaz de decirlo.
Agradecía mucho sus intentos por consolarme. Podría pasar horas con él y no me cansaría porque había bondad en sus palabras. Si estaba cerca ... Parecía que podía seguir luchando.
—Bueno, si esa persona existe ... Espero que algún día lo demuestre —concluí—. He aprendido que las palabras no son suficientes. Todos pueden contar mentiras, pero pocos actúan en consecuencia.
Sus dedos se deslizaron con cuidado sobre el dorso de mi mano y yo me estremecí.
—Seguro que lo hará, Yeong. Estoy seguro —susurró.
Y le creí.
🕰🕰🕰
Ando un poco desaparecida y por algunos problemas que he tenido con Internet estos días no he podido actualizar "Answer" antes. Sorry 😅
En compensación, os aviso de que esta semana habrá otro capítulo. En este solo he contado la cita de Yeong con Jungkook y decidí que el salseo llegaría en el siguiente porque se podía hacer eterno xD
Es más, creo que este capítulo ha sido más aburrido de lo habitual 😂
En unos días subiré el siguiente, así que esperad hasta entonces (no lo lamentaréis) 🌚😊
Y, si podéis, escuchad la canción de Suho que he dejado arriba. Es preciosa y cuando leí la letra pensé automáticamente en Yeong. Es casi como si sus sentimientos estuvieran escritos ahí 😌
Ah, y millones de gracias por los 200k en "Aphrodisia". Os amo 🥺💜😭
Os quiere, GotMe 💜
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