03
—¿Yeong? —regresé a mis sentidos de pronto.
Alcé la mirada y choqué con los ojos de Taehyung. Me observaba con curiosidad.
—¿Sí?
—¿En qué estabas pensando? —volvió a centrarse en su pintura y tomó un nuevo color.
Pensar. Esas últimas semanas había pensado demasiado, pero solo yo sabía eso. Tae creía que mis hermanos pequeños estaban enfermos y que por esa razón tan simple llegaba a clase sin apenas haber pegado ojo. Las ojeras marcaban mi rostro a diario y la realidad era que esos niños inventados no tenían nada que ver. Solo mi mente impedía el poco descanso que Jae me permitía.
Ya había pasado casi una semana desde aquella exposición en la que perdí los estribos con Jungkook. Él no había pisado la universidad o, al menos, yo no lo volví a ver desde entonces. Había intentado olvidar lo que ocurrió, quitarle importancia, y siempre terminaba lamentando haber actuado de esa forma. No debí hacerlo.
—En lo bien que te está quedando el dibujo —sonreí forzadamente y miré el trabajo de mi amigo—. ¿Es para alguna tarea?
Todavía sentía los dedos de Jeon en mi espalda, anestesiando mi locura momentánea. Quería sacarme de la cabeza esa sensación, pero era incapaz de hacerlo. Siempre que mi guardia bajaba, el tiempo que compartimos en aquel pasillo regresaba con más fuerza, recordándome que mis mayores defensas cayeron junto a ese chico como si se trataran de pequeños castillos de arena. Endebles. Quebradizos.
—Sí —dijo, dejando de pintar—, para la tarea de sacarte qué es lo que te preocupa tanto de una maldita vez. Llevas toda la mañana sin hablar. ¿Qué pasa?
—¿Qué tendría que pasar? —me hice la tonta.
No quería hablar sobre esos problemas.
—No lo sé. Esperaba que tú me respondieras eso, Yeong —inquirió, examinándome con detenimiento.
Tae podía actuar algo infantil a veces, pero no era tan inocente como para obviar que mi estado de ánimo continuaba decayendo con el paso de los días. Se me hacía más complicado seguir como siempre, los estragos comenzaban a manifestarse en mi comportamiento.
Él veía eso bastante bien.
—Es el estrés, Tae. Ya te lo dije —me encogí de hombros. Tenía que cambiar el tema de conversación rápido—. No han sido unas semanas muy buenas.
—¿Y tengo que tragarme que solo es ...?
Su sonata favorita comenzó a sonar, señalando que tenía una llamada entrante justo entonces.
Respiré aliviada y agradecí mentalmente a la persona que acababa de detener a Taehyung de su persuasivo interrogatorio. Si hubiera seguido un poco más, no podría darle más que nuevas mentiras y prefería callar a engañarle por milésima vez.
Mi amigo leyó el nombre que aparecía en la pantalla de su móvil y no dudó en contestar. Aliviada, vi cómo ponía el manos libres para poder seguir con los detalles del rosal que dibujaba desde que nos sentamos.
—¿Tae?
—Dime, Jungkookie —respondió sin levantar la mirada.
Yo, por otra parte, fingí tomar mi propio teléfono para no interferir en esa llamada. Por supuesto, también intenté comportarme como si no me interesara escuchar lo que Jeon Jungkook tenía que decir. Cualquier cosa que ese chico dijera no debía ser de relevancia para mí, pero mentiría si dijera que no me aliviaba saber que estaba bien.
Durante esos días había estado muy cerca de marcar el número de teléfono que me dio aunque fuera desde una maldita cabina de teléfono público.
Querría haberme disculpado otra vez por lo que ocurrió en la exposición, pero ese maldito orgullo que tanto mal me había causado no me dejó hacerlo a pesar de haber memorizado los nueve dígitos que me guiarían a él.
Había permanecido demasiado tiempo debatiéndome sobre lo que hacer y de pronto estaba escuchándolo por pura casualidad.
—¿Sigue en pie lo de esta noche? Jimin puede venir —habló él.
—Sí, por mí está bien —le respondió Tae—. ¿A qué hora?
—Creo que sobre las once, aunque yo no me quedaré hasta muy tarde porque mañana tengo que pasarme por tu universidad —explicó Jungkook.
Tanto Tae como yo fruncimos el ceño. Él no se dio cuenta de mi reacción porque seguía concentrado en su dibujo.
—¿Mi universidad? ¿Es qué vas a matricularte aquí al final? —Tae estaba tan sorprendido al deducir aquello que dejó lo que estaba haciendo. Yo desbloqueé mi teléfono, actuando con normalidad—. Jimin me dijo que no estabas seguro y como él estaba pensando en escoger otra, pensé que ...
—Sí. He decidido echar la matrícula en tu universidad —le confirmó—. El padre de Jimin le aconsejó otra escuela mejor, pero al final los dos hemos preferido la tuya.
—¿Por qué? Tu padre y el suyo son muy buenos amigos y seguro que él te dijo lo mismo que a Jimin ... —Tae lucía confundido.
No se esperaba que Jungkook decidiera quedarse en una universidad de menor rango como la nuestra.
Ciertamente, yo tampoco comprendía el por qué de su elección. Él estaba estudiando abogacía y la facultad de derecho que había en nuestro campus, a pesar de tener a grandes profesores, no poseía demasiado renombre en las altas esferas. Si quería graduarse y mostrar su título de privilegiado, aquella no era la universidad correcta.
—Mi padre dijo lo mismo y sé que lleva la razón, pero ... Creo que tu universidad me gusta más, Tae. Por muchas cosas.
¿Debía sentirme bien después de escuchar que Jungkook estaría todavía más cerca de mí? Él me prometió su apoyo y se lo agradecí, pero eso era muy distinto a que existiera la posibilidad de encontrármelo por las mañanas al llegar a clase.
Una parte de mí sabía que no albergaba malas intenciones contra mi persona. La otra parte me pedía estar alejado de él por su propio bienestar. Si Jae descubría que se estaba comportando conmigo de esa manera, las cosas podían ponerse muy feas.
—No hay quién te entienda, Jungkook —meneó la cabeza, poco conforme con lo que su amigo había dicho. Al fin y al cabo, Tae solo quería lo mejor para su carrera profesional aunque le gustase la idea de verlo más a menudo—. Pero si estás seguro de que eso es lo que quieres, no voy a frenarte. Supongo que tu padre ya se habrá encargado de convencerte y no lo ha conseguido.
—Soy un cabezota, Tae. Ya lo sabes —su risa logró que mordiera mi labio—. Papá intentó que cediera. Sigue pensando que soy igual que mi hermano y que me puede comprar con un coche nuevo. Ya me ha pedido demasiado, así que una universidad mejor o peor no es algo que le vaya a quitar el sueño.
Jungkook tenía un hermano y, por lo que decía, no era igual a él.
Me picaba la curiosidad por saber sobre Jeon Jungkook. Tenía que conocer al chico en el que estaba confiando, por lo que intentaría sonsacarle cosas a Tae sin ser muy evidente.
—Entonces mañana te acompaño a secretaría. ¿Vas a quedarte en la residencia o ...?
—No. Mi padre me obliga a quedarme con uno de sus apartamentos. Quiere tenerme controlado —no parecía muy contento con la idea de vivir bajo las condiciones de su padre.
—Está bien, si quieres te puedo echar una mano con ... —Tae no pudo acabar porque Jungkook lo interrumpió.
—Ah, hyung ... Quería saber si irás solo esta noche.
—¿Es que tendría que ir acompañado? —se burló un poco Tae.
—Bueno ... No sé. Pensé que podrías decírselo a Yeong-noona —las articulaciones se me congelaron de golpe al escuchar mi nombre—. Os lleváis muy bien y no estaría mal que la invitaras.
Casi por obligación, miré a Tae, que me escudriñaba con un gran interrogante. ¿A qué había venido eso? ¿Por qué buscaba invitarme a esa salida? Yo no pintaba nada allí.
—¿A Yeong? Pues ... —yo negué con la cabeza y agité mis manos. No deseaba que Jungkook se enterara de que había estado escuchando toda su conversación. Me haría ver como una entrometida. Tae aceptó mi negativa y siguió hablando—. Tendría que preguntárselo, pero no creo que pueda. ¿Por qué quieres que vaya? Ya te dije que no le gusta mucho salir. Es bastante tímida.
—No es por nada en especial. Solo ... —se lo pensó durante unos segundos—. Me gustaría hablar con ella. La última vez se fue pronto y me sentí mal. Creo que Jimin y yo la incomodamos y no pretendía que se sintiera así.
Descansé los hombros tras oír lo que dijo. No pensé que intentaría hacer algo como eso para verme de nuevo y me fue imposible ocultar el sonrojo a los despiertos ojos de mi mejor amigo.
Taehyung siguió mirándome, curioso, pero no se dirigió a mí en ningún momento y continuó preguntándole a Jungkook.
—¿Solo es eso?
—¿Debería haber algo más? —no conocía mucho a Jungkook, pero la risa que se le escapó sonó bastante incómoda.
Tanto Tae como yo nos dimos cuenta.
—¿Te gusta Yeong, Jungkook?
Miré a Tae con las alarmas disparadas. ¿Cómo se le ocurría preguntar eso? Jungkook quería contactar conmigo de alguna forma y Tae era la vía más eficaz de todas, pero todo se estaba malinterpretando. Si tan solo pudiera explicarle a Tae lo que me quitaba el sueño, nunca se le habría pasado por la cabeza que Jungkook quisiera encontrarme porque ...
—¿Sería algo malo?
Aguanté la respiración.
Jungkook debía estar dando esa excusa para contentar a Tae. Para que no dudara más. Ni siquiera nos conocíamos como para que él pudiera decir que algo de mí le gustaba. Era ... Era una mentira piadosa. Además, no estaba diciendo nada concreto.
—Jungkook, no me vengas con juegos y dime si ... —le soltó Tae.
—No, hyung. Noona no me gusta.
Aparté la mirada, sonrojada y nerviosa. No podía gustarle. Era una tontería.
—¿Entonces por qué narices ...?
—Porque me cae bien. Es así de fácil —Tae abrió la boca, desconfiando de su amigo—. De todas formas, eso da igual. Solo quiero ser amable con ella. Pregúntale, por favor.
Tae permaneció en silencio, procesando lo que Jungkook acababa de decir. Yo opté por achacar sus palabras a una inocente excusa para asegurarse de que Tae me llevaba con él esa noche. Si Taehyung sabía que Jungkook se había fijado en mí, por poco que fuera, intentaría convencerme para que fuera. Era una buena estrategia.
Porque era eso, ¿no?
—Vale. Se lo preguntaré —cedió Tae—. Te llamo después.
—Gracias, hyung —tomé aire, ansiosa—. Nos vemos esta noche.
—Adiós, Kookie.
Dio por finalizada la llamada y apartó su móvil. Los ojos de Tae estaban puestos en mí, intentando comprender por qué Jungkook había dicho algo con tan poco sentido.
—Tae ...
—¿Tú sabías que él ...?
—Ni siquiera le gusto —le dije rápidamente. No iba a permitir que creyera que esa mentira se aplicaba a ambas partes y que, por lo tanto, yo también había mostrado algún tipo de interés hacia Jungkook—. Y a mí él tampoco. Solo quiere ser simpático conmigo, lo ha dicho.
—Jungkook no suele ser así con gente a la que no conoce. Y vosotros ni siquiera habéis compartido una pequeña conversación —era incomprensible para él.
—Bueno, yo ...
—¿Quieres venir?
Me habría gustado decir que sí, pero mis noches estaban ocupadas. Jungkook lo sabía perfectamente.
—Prometí que esta noche me quedaría en casa —Tae asintió. Él esperaba que mi respuesta fuera esa—. Aunque ... Discúlpame con Jungkook. No quiero que piense que lo hago para no estar con ellos. Parecían buenos chicos.
Tae miró la hora en su reloj de muñeca, confirmando que debíamos encaminarnos a la siguiente clase.
Empezó a recoger sus cosas, lo que me hizo creer que no tocaría el tema de nuevo, pero de camino al ascensor, me dijo algo más.
—Cuando le diga que no vendrás, me pedirá tu teléfono —ya lo me lo había pedido antes, no me extrañaba que lo intentara conseguir mediante Tae—. ¿Se lo doy?
—No —le dije mientras llamaba el ascensor—. Ya sabes que no me gusta que alguien tenga mi número. Es muy personal y ...
—No sé qué pretende Jungkook contigo, Yeong —dijo de pronto. Las puertas se abrieron, pero ambos nos quedamos de pie, sin mover un músculo—. Él ... Es horrible con las chicas. No he conocido a nadie más torpe a la hora de ligar —se sonrió, seguramente recordando alguna ocasión en la que Jungkook había fracasado al tratar de acercarse a alguien—. Y sé que tú no tienes intención de tener pareja porque no te ha ido muy bien en el amor. Así que, si él se te llegara a declarar o algo por el estilo y tú no sientes nada ... No le des esperanzas. Kookie tiene un corazón demasiado grande y se ilusiona muy pronto. Sé que tú tampoco estarías muy cómoda si llegáis a esa tesitura.
Dudaba mucho que Jungkook pudiera llegar siquiera a desearme. Si no lo había intentando ya, después de saber que decenas de manos distintas pasaban por mi cuerpo cada mes, era imposible que pudiera desarrollar un mero enamoramiento hacia mí. Yo estaba usada, desgastada. Y nadie en su sano juicio querría estar conmigo. Es más, juraría que el día que nos conocimos el principal motivo que lo llevó a rechazarme fue ese. No quería ensuciarse.
Una relación estable era algo impensable para mí.
Dolía pensar eso, pero era la verdad. Ya fuera ese chico o cualquier otro, nadie me vería de otra forma. Siempre sería la puta de Choi JaeHo. Su puta favorita.
La única relación que tendría sería la que me ligaba a Jae. Una relación de la que no podía deshacerme por más que quisiera.
Tae no me quitaba el ojo de encima y era consciente de que, si él conociera lo que en realidad me pasaba, se habría sentido fatal. Aunque llevaba toda la razón. Jungkook no debía fijarse en mí porque, daba igual cómo, terminaría destrozado.
—No te preocupes, Tae —le dije, sonriendo—. Si eso llega a pasar no haré nada que le de ilusiones. Lo cortaré de raíz, tranquilo.
—Vale —dijo, satisfecho.
Los dos entramos en el ascensor. Yo dejé la mirada puesta en el suelo de la máquina y al instante Taehyung pasó su brazo sobre mis hombros. Besó mi cabeza, haciéndome sentir mejor, y se pronunció.
—Aunque no me extrañaría que se enamorara de ti. Ahora que lo pienso, os parecéis más de lo que creía —razonó.
—Sí, claro —me burlé, arrancándole unas risas.
En ese momento, bromeaba sobre lo que podría surgir entre Jungkook y yo, pero con el paso del tiempo terminé aceptando que hasta la mayor broma de todas podía volverse realidad.
🕰🕰🕰
Unas horas más tarde, me despedí del cliente que Jae me había presentado esa noche y fui a la planta baja del edificio después de asegurarme de que el hombre había entrado en el despacho.
Bien ... Al menos Jae estaría contento con mi trabajo y no en enfrentaría a su ira cuando volviéramos a casa.
Todo me dolía. Notaba las piernas entumecidas y el sabor del licor que había tomado ese hombre todavía inundaba mi boca. Era asqueroso tragar después de haber compartido tantos besos con un tipo que me había hecho lo que había querido.
Me empeñé en despedazar los momentos que se habían sucedido en ese horripilante cuarto y bajé los últimos peldaños. Ojalá existiera alguna forma con la que borrar lo que ocurría cada noche.
Necesitaba acabar con el dolor de cabeza que me perseguía desde que llegué al hotel y probablemente en la barra del salón principal podrían ayudarme con eso.
De camino tropecé con un par de chicas que también estaban al servicio de Jae. Me miraron, rabiosas, y apartaron la mirada de mí. Pasaron por mi lado farfullando algo que no conseguí escuchar. No quería saber de qué hablaban porque no era estúpida y sabía que yo era el centro de esa conversación.
"Ahí está la favorita de Jae-ssi."
"Mírala, creyendo que todo este lugar es suyo solo porque se acuesta con él."
"Es una privilegiada y ni siquiera lo merece."
"Jae debería tomar a otra en su lugar."
"Cualquiera es mejor que esa tonta."
Comentarios que se sucedían a diario. Comentarios que tragaba ya que no pelearía con ninguna de esas chicas que de verdad creían ser inferiores a mí.
Yo podría tener el favor de Jae en determinadas cuestiones, todos en aquel negocio lo sabían, pero eso distaba mucho de lo que disfrutaba viviendo como su "favorita". Pensaban que me trataba como a una princesa y que estar con el jefe era lo mejor del mundo porque sus regalos podían compensar el dolor que recibía. Si esos regalos tan lujosos lograsen sanar mis grietas, los aceptaría de buen grado. Sin embargo, lo que esas chicas imaginaban no se parecía en nada a la realidad.
Me envidiaban. Lo hacían de corazón. Deseaban lo que yo tenía a pesar de que nunca había mostrado un signo de superioridad hacia ellas, ni una señal de felicidad, por pequeña que fuera. Había olvidado lo que era ser feliz, así que solo me quedaba ser la insensible que no se relacionaba porque le daba asco hablar con la plebe.
Si supieran lo que me ocurría no desearían tan fervientemente tomar mi lugar. De eso estaba segura.
Me acerqué al camarero y le pedí un vaso de agua y una pastilla para el malestar de cabeza. Él me preguntó si necesitaba un médico y yo le contesté que no.
Todas las personas que trabajaban a las órdenes de Jae sabían que yo era su muñeca especial y, por ello, me cuidaban a costa del resto.
No podían dejar que me ocurriera nada o se las tendrían que ver con el demonio en persona. Nadie en ese sitio quería tener un encuentro con él.
Me senté en uno de los taburetes y esperé a que el chico regresara con lo que le había pedido. Mi cabeza pesaba mucho y el cuello me molestaba bastante, por lo que me recosté sobre mis propios brazos.
Solo quería dormir. Olvidar y dormir.
Suspiré y cerré los ojos. También me habría gustado dejar de oír a la gente que descansaba en el salón, pero habría tenido que arrancarme las orejas para hacerlo.
La silla a mi izquierda fue arrastrada y los muelles que la conformaban crujieron un poco. Me negué a dar atención a la persona que se había sentado a mi lado. No tenía las ganas y, mucho menos las fuerzas, de enfrentar a nadie más esa noche.
Pero, su olor me resultaba familiar. Al cabo de unos segundos, la colonia del desconocido se hizo más fuerte, evocándome el recuerdo de aquel pasillo.
Mis ojos se abrieron de golpe, aunque antes de poder incorporarme, escuché su voz.
—¿Se encuentra bien?
Estaba sorprendida. Mucho. Y aún así fingí no sentir nada cuando el camarero regresó con nosotros. Este se volvió hacia él y le preguntó si quería algo de beber.
Yo me senté como una señorita debía y adecenté mi cabello de la manera más discreta que pude. Estaba hecha un desastre, tanto por dentro como por fuera, y no quería que me viera tan mal.
Jungkook pidió un vaso de whisky irlandés.
Por su edad, no le debería estar permitido tomar en nuestro país, pero no parecía ser un impedimento, pues el barman asintió y se dirigió hacia la extensa colección de licores que adornaba gran parte de la pared.
—¿Bebes? —le pregunté tras aclarar mi voz.
No me atrevía a mirarlo. Sentirlo a unos centímetros ya era suficiente para alterarme, así que me contuve y acerqué el vaso de cristal que el chico me había traído. La píldora blanca estaba ahí, sobre una servilleta de color burdeos.
—Solo cuando me tratan como a un niño —me respondió él. Lo miré de reojo y me di cuenta de que se revolvía el pelo—. Estoy cansado de que lo hagan.
El camarero dejó frente a Jungkook una copa con el whisky que había pedido. Le dio las gracias y agarró el vaso aunque no tomó, se limitó a observar el líquido oscuro.
Entendí que no quería hablar del tema y no le pregunté sobre ello. Tampoco quería mostrar preocupación por su estado de irritación porque en aquel lugar Jungkook y yo solo nos habíamos cruzado una vez. Un par de desconocidos no podían saber el uno sobre el otro.
Esperamos en silencio hasta que el chico que nos atendió se marchó a atender a un nuevo cliente que, por suerte, se había acomodado bastante alejado de nosotros.
—Tae me dijo que hoy saldríais juntos —aproveché la soledad momentánea—. ¿Qué haces aquí?
—El ridículo. Eso es lo único que he hecho en este sitio —se llevó el vaso a los labios y dio un trago. Hizo un gesto de asco, dejando en claro que no estaba acostumbrado a sabores tan fuertes. Al verlo, esbocé una pequeña sonrisa inconscientemente—. Estuve con Tae y Jimin hasta hace un rato, pero mi hermano decidió que mi noche de descanso tenía que acabar y me pidió que viniera a hablar con Jae. Ese ... —cerró la boca, pensando bien lo que iba a decir—. ¿Te molesta si lo insulto?
Me reí un segundo.
—Lo maldigo cada minuto que paso aquí, Jungkook. No es un problema escuchar cómo lo insultas. Además, es raro encontrar a alguien que le tenga odio. Me hace sentir un poco mejor saber que no soy la única que piensa así de él —le contesté.
Le sorprendió escucharme hablar así de Choi, puesto que su silencio se prolongó más de lo que esperaba. Me tomé la pastilla de golpe y acabé con el agua en un abrir y cerrar de ojos.
—Bien —aceptó—. Pues es un hijo de puta incapaz de ser considerado con alguien que solo quiere aconsejar sobre un asunto que afecta a su jodida familia.
—A Jae no le importa lo que le pase a los demás si él sale ganando —ese individuo no conocía la empatía y Jungkook tenía que darse cuenta pronto para evitar enfrentamientos—. Los negocios con JaeHo son tal y como él los propone. No va a dejar de hacer algo porque se lo pidas. Con él no funcionan las buenas palabras.
Jungkook se tomó el resto de su bebida, enfadado, y yo aguanté las ganas por preguntarle cuál era el problema y qué narices había hecho Jae para que estuviera fuera de sus casillas.
—Bueno, si hablar no sirve, no me queda otra que joder tanto o más que él —admitió.
Sus palabras sonaron en mi cabeza junto a una bocina de alarma.
Por primera vez, me giré hacia él.
Si estaba pensando en hacerle frente a Jae, tenía que frenarlo. No podía hacerlo por mucho que lo intentara. Jae se había convertido en alguien indestructible y, si descubría que Jeon Jungkook planeaba algo que podía salpicar su trabajo, lo eliminaría como si nada.
—Jungkook, ¿qué estás ...?
—Noona —el río de palabras dejó de fluir por mi garganta en el momento en que sus ojos se clavaron en los míos, intimándome como ningún otro—, ¿podemos hablar fuera?
Ensalivé mis labios y miré al camarero, que regresaba hacia nuestra posición. No era seguro hablar allí, pero salir del edificio podía tener consecuencias y ...
—Jungkook, si Jae se entera de que he salido, nos cortaría el cuello a los dos —mi voz fue disminuyendo.
—No lo sabrá. No hay guardias en la segunda puerta lateral —se levantó, abandonando su asiento—. Te espero allí dentro de diez minutos.
Él todavía no sabía en qué lugar estaba. No tenía ni la más remota idea de lo que podía ocurrirle si molestaba a Choi JaeHo, pero sus ojos me lo estaban pidiendo con una urgencia que me cortó la respiración.
Tendría que haberme marchado entonces en lugar de permanecer callada ya que mi silencio actuó como un sí para Jungkook.
Él sonrió ligeramente y empezó a caminar en dirección a la salida, pero me apresuré a agarrar la manga de su chaqueta antes de que se alejara demasiado. Se detuvo en seco, volviéndose para mirarme. Yo apreté mi mano en tornó a su muñeca y le pedí con la mirada que no hiciera nada. Pero, en vez de dejarlo estar al sentir que yo no estaba conforme con vernos fuera del hotel, él puso su mano sobre la mía. Todo mi interior se agitó cuando sus dedos rozaron los míos.
—Diez minutos, Yeong.
Mi sujeción perdió fuerza en cuanto su mano me tocó, así que le fue sencillo apartarme e irse sin levantar sospechas entre los pocos presentes.
¿Qué estaba haciendo? ¿Realmente iba a arriesgarme a que Jae se enterara de algo así solo porque ese chico me lo estaba pidiendo por las buenas?
Debía estar volviéndome loca. Yo nunca me plantearía arriesgarlo todo por un maldito desconocido, pero allí estaba, carcomiéndome por dentro mientras observaba las manecillas del reloj moverse.
—Señorita Yeong, ¿le pongo algo más? —me preguntó el camarero justo cuando él último minuto se esfumaba.
Miré el reloj de nuevo y me insulté a mí misma.
¿Cuándo aprendería?
Eché hacia atrás el asiento y rechacé la oferta del chico amablemente.
—No, gracias.
No podía subir a por mi ropa de calle, ni siquiera a por la chaqueta que había traído esa noche. Si Jae se daba cuenta de que me estaba ausentando, no quería ni imaginar el castigo que se le ocurriría, si es que me mantenía con vida después de saber que le había engañado.
Crucé el recibidor y saludé cortésmente a todas las personas con las que me encontré. No podía dejar que nadie viera hacia dónde me dirigía o estaría muerta, por lo que esperé en una de las esquinas del pasillo en el que se encontraba la puerta por la que tenía que salir. Solo cuando estuve segura de que nadie estaba a mi alrededor, me acerqué y giré el pomo con rapidez.
La humedad de la madrugada me envolvió tan pronto como pisé la calle. No hacía frío porque estábamos ya en primavera, pero yo iba en muy poca ropa. Solo traía encima una camiseta negra de tirantes y unos pantaloncitos rojos que apenas me cubrían los muslos. Enseguida sentí los escalofríos recorrerme la columna y aún así aguanté la escasa corriente cruzando los brazos sobre mi pecho.
Sin perder un segundo, busqué la silueta de Jungkook por todas partes. El callejón estaba desierto y creí que no había nadie allí, pero una figura surgió desde las sombras. Poco a poco, el rostro de Jeon se hizo visible a mis ojos y yo fui caminando hacia él.
Una vez lo tuve delante, le metí prisa para que me dijera lo que quería.
—Te doy dos minutos —dije de lo más incómoda.
No le estaba hablando muy bien, pero él no se amedrentó en absoluto.
Al contrario, dio un paso más, quedando a centímetros de mí. Yo me quedé quieta, sin respirar apenas. No entendí que pretendía hacer quedando tan cerca de mí, pero entonces vi cómo se sacaba la chaqueta. Seguí sus movimientos hasta que pasó la prenda por detrás y dejó sus brazos a ambos lados de mi rostro. Se encargó de ponerla correctamente encima de mis hombros y yo intenté relajarme.
Estaba pegado a mí, acomodándome su maldita chaqueta para que no pasara frío, sin haberle dicho una sola palabra. Era una tontería que me afectara algo tan insignificante, pero el rubor de mis mejillas no se iba.
—Es suficiente, noona —me sonrió, pero no le respondí y supo que estaba intranquila por aquella salida clandestina. Se apartó de mí, dejando libre el espacio que necesitaba para llenar mis pulmones—. De acuerdo ... Mi hermano me llamó hace una hora para que viniera a firmar unos documentos en su nombre. Yo pensaba que se trataba de unos pequeños trámites para un negocio que tiene entre manos con JaeHo, pero es más que un negocio. Es algo que puede hundir la empresa de mi familia en un jodido segundo y sé que si mi padre hubiera venido esta noche en mi lugar, habría pensado lo mismo —se echó el pelo hacia atrás, mucho más nervioso que antes—. Parece ser que mi hermano va a hacer un trato con Jae. Un trato que nos puede dar una cantidad desmesurada de dinero y numerosas propiedades, pero todo está en manos de ese imbécil —la angustia se reflejaba en sus facciones. Realmente estaba preocupado y asustado por lo que pudiera pasar—. Si decide destrozarnos, podrá hacerlo. Yo acabo de firmar los papeles que le dan ese derecho por orden del estúpido de mi hermano mayor. Me ha usado de intermediario para ...
—Para no mancharse las manos si esto sale a la luz —concluí el razonamiento.
Jungkook me observó, dolido por lo que su propio hermano había hecho, y asintió.
Conocía esa sensación a la perfección. El sentimiento que te invade cuando descubres que alguien a quien le confiarías tu vida te ha vendido por unos cuantos fardos repletos de billetes. Por eso confiar es lo peor que puedes hacer. En cualquier momento son capaces de apuñalarte por la espalda y duele. Duele tanto como para perderte en el abismo de la traición.
—Cuando Jae me enseñó el contrato pensé que estaba intentando tomarme el pelo, pero llamé a mi hermano y él mismo me dijo que lo firmara —había rabia en su mirada y lo comprendía bastante bien—. Me ha usado. Ha utilizado a su hermano pequeño a pesar de que aún soy menor. Y por si no fuera poco, está poniendo en peligro nuestras vidas —miró hacia algún punto de la calle, probablemente recordando lo que había vivido en el despacho de Jae—. Sacó un arma y me obligó a hacerlo, noona —al escucharlo, quise subir y abofetear a Jae con fuerza. ¿Por qué mierda había tenido que llegar a ese extremo? Una pistola era pasarse y Jungkook debía seguir con el miedo arraigado en los músculos. Podía imaginar la escena y en mi mente se presentaba horrible—. Él siempre se ha creído superior a mí en todos los malditos aspectos, pero nunca pensé que llegaría a jugar conmigo de esa manera. Yo ...
—En este mundo no puedes fiarte de nadie, Jungkook. Es algo que aprenderás si te quedas cerca de gente como Jae —Jungkook fijó sus lastimosos ojos en mí y el deseo de abrazarlo otra vez creció sin control. Sostuve las mangas de su chaqueta, temiendo que alguien nos viera y Jeon terminara con un tiro en la cabeza de igual manera—. Si tu hermano hizo eso, lamento decirlo, pero le importa más el poder que Choi pueda darle dentro de grandioso imperio a proteger a su sangre. Es duro aceptarlo y te costará creer que ...
—Yeong —mi nombre en su boca me silenció al momento y pude ver la seriedad y el resentimiento bailar en sus pupilas negras—, llevo años sin confiar en mi hermano. No es algo nuevo para mí. Lo que me preocupa es que mi padre se verá afectado si Jae decide retirarnos la protección que nos ha dado, algo que pasará cuando él crea que no les somos útiles.
—Sí. Pasará.
Una de las virtudes de JaeHo era esa. No confiaba en nadie durante mucho tiempo porque las personas que empezaban a conocerlo más a fondo eran peligrosas. En mí nunca confió y por ello me seguía manteniendo a su lado, como una indefensa marioneta a la que destrozar con el paso de los días. Ni siquiera me quería. Él no se apegaba a nada y utilizaba eso como una ventaja frente a sus adversarios. Los demás tenían familia, personas a las que proteger y amar. Choi JaeHo no poseía nada parecido y Jungkook sí.
Se podía decir que mi demonio particular había agarrado bien de sus partes a Jungkook. No tenía escapatoria.
—Lo sé —Jungkook resultaba ser más despierto de lo que habría imaginado y apenas me estaba empezando a percatar de ello. Su gesto se volvió más duro—. Y por eso mismo quiero acabar con él antes de que mueva ficha primero.
Mis ojos se agrandaron, procesando lo que había escuchado salir de él.
—Jungkook, si aprecias tu vida y la de tu familia ... Por favor, no comiences una guerra que vas a perder —ese chico no entendía que su vida estaba en la cuerda floja. Jae podía usar cualquier cosa para hacer añicos a Jungkook y él estaba inventando alguna artimaña con la que destronarlo como si eso fuera posible—. Morirás en el intento y no podrás ayudar a tus padres. Lo mejor que puedes hacer es alejarte de esto y hablar con tu hermano. Puede que todavía haya algo con lo que podáis negociar para que ...
—No sirve negociar. Con él no y lo sabes.
Quería encontrar algo con lo que salvarlo del destino fatal al que lo había empujado el desgraciado de su hermano, pero nada coherente aparecía en mi cabeza.
—Puede que a Jae le convenga un acuerdo mejor en el que no estés involucrado y ... —debía haber algo que lo apartara.
—Noona —sus manos sujetaron de pronto mis brazos, devolviéndome a la realidad y enfocando mi atención en su cara, pálida y sonriente—, soy consciente de todo, de verdad. Si meto la pata, estoy muerto. Si digo una sola palabra que no le guste, estoy muerto. Si lo miro mal, estoy muerto —mordisqueé mi labio inferior mientras él agrandaba una sonrisa poco acorde con la situación—. No puedo fallar si intento hacer esto, así que querría pedirte ayuda —notó el cambio en mi semblante y se apresuró a continuar explicándome—. Tú estás cerca de Jae. Seguro que en su despacho hay algo que pueda comprometerle. Si tratas de ...
—¿Crees que me interesa que ese disparo acabe incrustado en mi cabeza, Jeon Jungkook?
—No. No pasará eso. Si él te acusara, yo diré que te obligué y que no tuviste otra opción —yo era su única opción para evitar la catástrofe, los dos lo sabíamos, pero una parte de mí se negaba ayudarlo—. No permitiría que te hiciera daño, noona.
Con una extraña presión en el pecho, me perdí en la profundidad de su mirada. Estaba desesperado y el recuerdo de mi pasado regresó. Yo estuve en su posición unos años atrás y entonces no hubo nadie que pudiera ayudar a la pobre chica que había cometido el error de su vida. Me dejaron de lado y me vi sola durante meses. Cuando Nam volvió todo mejoró, pero seguía sin poder contar con nadie al cien por cien.
Los ojos de Jungkook encerraban el mismo temor que poseían los míos en aquel momento.
Supongo que por eso no me fui del callejón y permití que sus dedos se aferraran a mí, ansiosos.
—Lleva torturándome años —mi voz era frágil y la pena se propagó por su rostro después de sentirlo—. Nadie puede impedir que continúe hasta que mi cuerpo no pueda más, Jungkook.
—¿Crees que hago esto solo por mi familia? —deslizó sus manos hasta mis muñecas descubiertas, donde sus pulgares acariciaron aquellas tenues marcas que me ayudó a curar unas semanas atrás—. No dejo de pensar en todo lo que ese sádico te hace. Todas esas heridas que te causa ... También quiero que salgas de aquí, noona. Nadie, y mucho menos tú, merece soportar tratos tan atroces.
—¿Y cómo planeas hacerlo? —su esperanza era adorable y punzante al mismo tiempo.
—Tengo algo pensado, pero te necesito a ti por encima de todo lo demás —arqueó las cejas, rogándome—. Sin ti no puedo entrar en la guarida de Choi JaeHo, noona.
—Eres un suicida, Jeon ...
Me aparté levemente de él y agaché la mirada.
Tentaba a la suerte. Claro que quería irme de allí, pero no era tan sencillo como Jungkook imaginaba. Además de que yo era la que tenía que marcharme de aquella prisión. Yo sería la que se enfrentaría en primer lugar a Jae si algo salía mal. Y, pese a todos los contras que se me venían a la cabeza, quería pensarlo.
La conversación que tuve con mi hermano revoloteaba sobre mí constantemente. Ahora había alguien que quería acabar con Jae. No estaba sola y eso avivaba la fe en mi interior por mucho que intentara refrenarla. Saber que Jungkook deseaba derrocar a Jae suponía mucho.
No podía contestarle a la ligera.
Eché una ojeada a nuestro alrededor antes de centrarme en ese chico de nuevo. Me observaba con expectación, avivando mi nerviosismo.
—Tengo que pensarlo. Ahora no sé ...
—Tómate el tiempo que necesites —dijo, lleno de ilusión. Sus ojos resplandecían—. Con que lo medites es suficiente, Yeong-ah. No quiero presionarte.
—Vale —me quité su chaqueta y se la devolví. Me había ausentado durante demasiado tiempo—. Tengo que irme.
Jungkook tomó su prenda de vestir en silencio y yo di media vuelta. Si Jae no me encontraba, podría convertirse en el verdadero Infierno.
Sin embargo, Jungkook corrió a tomar mi mano, impidiéndome avanzar. Era capaz de sentir el corazón en mi boca mientras sus suaves dedos se aferraban a mi palma. No sabía cómo reaccionar.
Tiró un poco de mí y me vi en la obligación de girar, topándome con su rostro. Ahora lucía mucho más relajado que en un principio.
—Tae te pidió que vinieras esta noche, ¿verdad? —su pregunta me pilló desprevenida.
Su penetrante mirada y la sensación de sus dígitos en torno a mi piel no eran de gran ayuda.
—Sí. Me lo comentó esta mañana —le respondí.
—Sabía que no vendrías, pero ... Quería verte —admitió.
El apacible viento chocó contra nosotros y observé cómo su pelo negro se movía. Había muy poca luz en aquel callejón, pero eso no me impidió que apreciara la dulce belleza de mi acompañante.
—¿Verme?
—¿Te molestó? —hizo una mueca—. Yo ... Quería sacarte de aquí por una noche. Así no tendrías que seguir las órdenes de Jae y estarías a salvo durante unas horas, pero supongo que era una tontería desde el principio —se encogió de hombros.
La pureza que veía en Jungkook era extraordinaria y quería conocerla. No entendía el por qué, pero él me brindaba una comprensión y una seguridad demasiado atrayente para una pobre alma como la mía. Perdida y aturdida.
—¿Por qué?
Me contempló con su habitual expresión de tranquilidad.
—Estaba inquieto y pensé que podría haberte ocurrido algo. Solo ... Fue un acto impulsivo —me explicó, avergonzado.
Tae dijo esa misma mañana que Jungkook tenía un corazón enorme y en ese momento me di cuenta de que llevaba toda la razón.
Podía morir si Jae daba la orden. Su familia dependía de la decisión que tomara y, con todo ello, se estaba preocupando por mí.
Quise decirle un simple gracias, acercarme a él y dejar que me diera un abrazo para sentir que podía arreglar esos pedazos que cada vez se caían con mayor facilidad. Deseaba sentir su calidez otra vez, pero me escondí, como ya era habitual siempre que él estaba cerca. Tenía miedo de sentir todo ese cariño que Jungkook intentaba ofrecerme.
En cambio, me atreví a apretujar débilmente su mano.
Por sus ojos, supe que aquel gesto bastó.
Jungkook sonrió nuevamente y me devolvió el apretón junto a una hermosa sonrisa. Habría dado lo que fuera por permanecer unos minutos más a la intemperie si así podía estudiar la forma en que sus comisuras se alzaban y unos diminutos hoyuelos se formaban en sus mejillas.
Desgraciadamente, el tiempo corría rápido y nuestros caminos debían separarse. Jungkook comprendió eso primero y se despidió.
—Nos vemos mañana —su voz era melosa y tierna—. Buenas noches, noona.
Soltó mi mano y desapareció entre las sombras, dejando mi mano adormecida por el contacto y mi pecho acelerado. Sorprendida, presioné con suavidad sobre mi corazón.
Tras comprobar que este latía a ritmos desiguales, caminé hasta la puerta y entré en el hotel sin hacer ruido.
De vuelta a los ascensores, me quedé pensando en por qué Jungkook lograba arrancarme el aliento con tan solo una maldita sonrisa. Ese chico ... Mierda, sentía que me volvería loca si esa emoción seguía creciendo. El inocente recuerdo de sus orbes bastaba para que mi inquietud saliera a luz.
Llegando al despacho de Jae, pensé en algo trivial, sin importancia.
"Debí desearle buenas noches también."
***
6:30 a.m
Al final he actualizado a las seis de la madrugada 😂
Gracias por esperar este capítulo y apoyar tanto la historia últimamente. Significa mucho para mí 😌💕
Buenas noches ☺️☺️
Os quiere, GotMe 💜
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