01
Con la práctica, había aprendido a no quejarme.
Cuando todo empezó y mis días se convirtieron en una verdadera pesadilla, solo sabía llorar y rogar. Lo único que buscaba era salir de aquel basurero y volver a mi anterior vida, por mucho que hubiera luchado para alejarme de ella en su momento.
Sin embargo, llegó una mañana en que la verdad me golpeó y comprendí que eso era imposible. Mi rutina dio un giro de ciento ochenta grados antes de que pudiera darme cuenta.
Cuando JaeHo me ayudó, nunca pensé que acabaría sufriendo de esa forma. Nunca imaginé que terminaría siendo una chica de compañía que él podría usar siempre que lo deseara. Para lo que fuera.
Las personas mienten, son malvadas y egoístas. Supongo que, con el tiempo, había aprendido a desconfiar de todo el mundo. Sin duda, el ser humano es vil por naturaleza, pero hay personas que degustan la maldad y se regodean en ella.
Una de esas personas era Choi JaeHo.
Todos los días, a las seis y media de la mañana, me levantaba de la cama e iba a preparar el desayuno. Él no solía despertarse antes de las nueve porque nuestros trabajos eran nocturnos, por lo que prefería descansar todo lo posible por las mañanas para estar perfecto unas horas más tarde.
Yo podría hacer eso también ... Lo haría si no hubiera encontrado una pequeña vía de escape que me permitía escapar de mi cárcel cinco escasas horas al día.
Apenas dormía porque las órdenes de Jae me retenían siempre en el hotel hasta las dos de la madrugada como mínimo. Apreciaba más la soledad de la tarde que las horas de sueño, ya que las pesadillas podían atacarme y yo era incapaz de defenderme.
Apenas comía por la estricta dieta que se me había impuesto, y cuando podía hacerlo, el apetito no aparecía por mucho que lo intentara.
Apenas vivía, pero ... Creo que eso había sido solamente culpa mía.
Yo me comporté como una niña y abandoné mi hogar. Allí no me trataban bien, pero ahora sabía que aquello era mil veces mejor a lo que tenía que soportar estando junto a Jae. Si tan solo hubiera pensaba un poco lo que iba a hacer, si hubiera sido más precavida ... No estaría sufriendo por el simple hecho de respirar.
—¿Qué coño haces despierta a estas horas? —su voz grave y amenazadora me sobresaltó. Casi tiré los huevos revueltos del susto—. Me has despertado con tanto ruido, Yeong.
Siempre intentaba mantener mi orgullo, de una manera u otra. Era lo poco que quedaba de mi antiguo yo, pero había ocasiones en las que solo me quedaba callar y asentir. El orgullo con Choi JaeHo solo servía para recibir golpes y malas palabras que me hacían sentir mucho peor.
—Siempre me levanto a esta hora —dije mientras escuchaba sus pasos detrás de mí.
—Ah ... Cierto. Tus clases —me contestó.
A veces pensaba si hacía aquello solo para tratarme mal o realmente no recordaba cosas tan esenciales como mis estudios. Fue una de las condiciones que le exigí antes de ser nada de él. Si no me dejaba unas horas en las que pudiera aprender sobre lo que más me entusiasmaba en el universo, me perdería para siempre. Sin embargo, una vez descubrí que Jae era un demonio disfrazado con apariencia de un simple mortal, continuamente sentía el temor de que me arrebatara aquello. Solo le pedí esa distracción, pero su forma de actuar era tan volátil que siempre me levantaba pensando que me la negaría sin ninguna excusa válida.
Por suerte, todavía no habíamos llegado a algo así. Yo me encargaba de que él estuviera satisfecho conmigo en todos los sentidos. Ya fuera en mi "trabajo" o cuando estábamos a solas. Cada vez me denigraba más, me trataba como un objeto al que podía romper sin más.
Nunca terminé de entender qué vio en mí para desear destrozarme con tal crueldad, pero ya no había nada que hacer. Callar y asentir. Eso era lo que me mantenía viva.
Oí cómo se dejó caer sobre una de las sillas de la cocina. No habló durante más de un minuto, mas yo notaba sus penetrantes ojos puestos en mí.
Jae sabía muy bien cómo incomodarme. Nunca lo llegué a amar y en cuanto se dio cuenta de ello, hizo que mi existencia se tornara oscura y llena de desgracia. Apenas podía respirar tranquila estando a su lado y eso le encantaba. Tenerme en sus manos le otorgaba tal disfrute que nunca me dejaría ir, ya me lo había recordado muchas veces y era consciente de que me mataría antes de perderme.
Escalofriante era la palabra indicada para referirme a JaeHo. Alguien tan frío y calculador, pero al mismo tiempo ambicioso y criminal. Ni siquiera debí acercarme a él cuando lo conocí. Todo me habría ido mejor si hubiera optado por alejarme sus falsas promesas.
—Sigo sin comprender por qué continúas yendo a clase —soltó de repente—. Nunca te dejaré trabajar en lo que realmente deseas, así que, ¿para qué te torturas?
—Me gusta. Estudiar me gusta —él se rió, sarcástico—. A ti te gusta el dinero y no te pregunto por qué lo deseas si nunca podrás conseguirlo todo.
Hubo un pequeño silencio entre nosotros que me erizó la piel.
—Bueno, tú también me gustas y sé que nunca podré domarte como deseo. Aún así todavía no te he dejado —tragué saliva. Aquel era terreno pantanoso y no quería que la conversación siguiera ese rumbo—. Creo que puedo entenderte. Solemos querer lo que no será nunca completamente nuestro. Es triste, ¿verdad?
Vertí el zumo en el vaso y me concentré en llenar mis pulmones de oxígeno.
"Contrólate, Yeong. No es bueno que le hagas reflexionar sobre cómo hacerte daño."
—Sabes que te pertenezco, Jae-ssi ... —le respondí, regulando el tono de mi voz.
Me giré, observando a JaeHo sentado a la mesa. Él me miraba de forma gélida, analizando todos mis movimientos al milímetro. Llegué a su lado y dejé cuidadosamente el plato con su desayuno junto a la bebida a pesar de querer tirárselo por encima después de hacerme su esclava.
Armándome de valor, lo miré a los ojos.
A Jae no le gustaba que fuera una sumisa más. Él podía encontrar a cientos de chicas que harían lo que él les ordenara. Si quería golpearlas, ellas no se quejarían. Si prefería violarlas, tampoco se resistirían. Pero ahí residía la diversión para él: si no había dolor, si no causaba algo de sufrimiento en la otra persona, él no gozaba al máximo de la experiencia.
Por eso mismo no se deshacía de mí.
Yo era una chica diferente, una aguja en un pajar. Permitía que hiciera conmigo cualquier cosa, pero no podía actuar como un robot y él sentía mi angustia con solo tenerme delante. Degustaba mi pena porque era él quien la provocaba y amaba destrozarme paulatinamente.
—Sí —escrutó la comida durante unos segundos—. Es una pena que te cueste tanto mostrarme un mínimo de afecto a pesar de que yo te doy todo lo que tengo.
"Me lo quitas. No te equivoques."
—De verdad aprecio tus ...
—Pero eso no es suficiente para mí y lo sabes, Yeong —zanjó el tema, casi rugiendo de rabia por mis impertinencias.
Me puse rígida. Siempre que su voz tomaba aquel tono, nada bueno acababa sucediendo.
JaeHo esperó y esperó, meditando sobre lo que hacer. En su mente debieron ir sucediéndose bastantes castigos con los que poder lastimarme, pero cuando una sádica sonrisa se instaló en sus labios, supe que había encontrado el idóneo.
Apartó el plato al tiempo que se levantaba y yo, por acto reflejo, di un pequeño paso hacía atrás. Bruscamente, me tomó del antebrazo, clavando las uñas en mi piel.
Odiaba aquel sentimiento de impotencia que me generaba estar a su lado. No podía hacer nada más que aguantar lo que fuera a causarme, ya fueran cortes o golpes. Pensé que podría ser un recordatorio más de que no podía olvidarme de que era suya, pero hacía tiempo que JaeHo se había percatado de que las palabras me hacían menos daño. El ataque físico era algo que apenas toleraba, y tan pronto como lo descubrió, se ensañó conmigo de todas ls maneras posibles.
Me agarró del cuello y esperó a que nuestras miradas se encontraran para explicarme su propósito matutino.
—También sería malo que hoy no pudieras ir a esas clases tuyas, ¿verdad? —sus orbes inyectados en sangre eran la clara señal de lo endemoniada que estaba su alma.
—N-No, Jae ... Hoy debo ir ...
—No llores, muñeca —sonrió aún más, alimentándose de la tortura con la que estaba mermando mi subsistencia—. Sabes que nos divertiremos ... Será mucho mejor que aburrirte escuchando a alguno de tus estúpidos profesores ... —desvió la vista y la fijó en los cubiertos que yo misma había dejado en la mesa.
Divertido, cogió el cuchillo.
Un sollozo escapó de mí al recordar lo que me hizo la última vez con uno de esos. Él tenía todo el control y si quería descuartizarme, nadie se enteraría nunca del destino que había sufrido. Todo quedaría en aquel edificio, mis gritos no serían escuchados y mis heridas no alarmarían a ninguno de los pocos vecinos que teníamos en aquella apartada urbanización.
—Jae ... Por favor ... —dije en un torpe balbuceó, intentando liberarme de su agarre.
—No te preocupes, cariño —dejó un casto beso en mis comisuras—. Y resístete, ¿vale? Sabes que adoro cuando lo haces.
Rompió de golpe mi camiseta y yo quedé parcialmente desnuda para él. Estaba temblando de pies a cabeza y sentirlo le enviaba nuevas dosis de placer y adrenalina que poder utilizar en su juego favorito.
Con los años, terminé aceptando que por mucho que gritara o le insultara, no serviría de nada. Es más, que yo pusiera tanto empeño en evitar mi detrimento solo le insuflaba más y más ganas de herirme. Era por eso que no me asesinaba como al resto de sus juguetes: yo continuaba peleando después de cuatro años, y no había cosa que más le gustara que mi llanto y mi lucha sin fin.
Me arrastró hacia el interior de su vivienda, obviando mis ruegos, y nos encerró a ambos en su cuarto. Sabía bien que luchar contra él no era una opción viable, así que solo me quedé de pie y esperé a que se acercara a mí con el puntiagudo y cortante utensilio entre sus dedos.
Él deseaba llenarlo con mi sangre y yo rezaba por morir de una maldita vez. Llevaba soportando aquellos ataques por su parte durante demasiado tiempo y no estaba segura de poder aguantar mucho más, pero al menos aquel día debía hacerlo. Tenía que llegar a la universidad tan pronto como pudiera.
Por Tae.
JaeHo se colocó frente a mí y me miró. Estaba esperando que siguiera rogándole, pero eso no iba a ocurrir.
—¿Quieres que sean más profundos que la última vez? —negué de un lado a lado mientras contenía la respiración—. Bien, entonces lo serán.
Me empujó hacia la cama y caí sobre ella, aterrada.
Las sábanas todavía eran blancas cuando Jae se subió encima de mí, pero el rojo carmín no tardó en cubrirlas.
🥀
—Tienes suerte de que hoy esté citado con un accionista japonés —se terminó de hacer el nudo de la corbata—. Podríamos haber seguido un rato más, pero debo marcharme ya —se giró hacia mí, aunque yo no le devolví la mirada—. Descansa y cúrate todo eso ... Esta noche te necesito bien, muñeca.
Caminó a través del gran cuarto y se agachó hasta donde yo permanecía, tumbada en la cama y con las gotas empapando mi cara. Me acarició la mejilla con el habitual cariño que surgía después de maltratarme y depositó un suave beso en mi frente.
—No seas así, Yeong —me estaba dando la oportunidad de ser su niña callada y buena de siempre—. Dame un beso, preciosa.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, me acerqué a él y fundí nuestras bocas en un largo beso. La angustia me burbujeó en el estómago, pero aguanté hasta que Jae quiso. Sonrió, satisfecho, y se relamió la sangre que había dejado en sus belfos.
—Ten un buen día —le deseé en voz baja.
—Lo será. Te veo luego, ¿vale? —asentí y él se fue alejando de la cama, devolviéndome poco a poco el espacio que necesitaba para respirar de nuevo.
Salió de la habitación, pero yo no moví ni un solo músculo hasta que la puerta de la casa se cerró y todo el apartamento quedó sumido en un pesado silencio.
Calmada, limpié las lágrimas de mis mejillas. No había sido tan duro ... Al fin y al cabo, siempre se encargaba de que siguiera viviendo por muchos cortes que me hiciera. Nunca me causaría una herida irreparable si esa misma noche debía recibir a nuevos clientes. Ellos no debían verlas porque yo era un producto especial. Jae me lo repetía una y otra vez.
Me levanté de la cama y eché una ojeada al estropicio. Las sábanas tenían manchas por todas partes y costaría saltarlas, pero de ese problema ya me encargaría antes de ir al hotel.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido exactamente. La exposición de Taehyung empezaba a las ocho en punto y no podía llegar tarde.
Entré al cuarto de baño y, sin mirarme al espejo, fui a la ducha para limpiarme las lesiones y retirar la sangre que había quedado en mi cuerpo. Hacía mucho tiempo que evitaba mirar mi cuerpo al detalle. Solo me recordaba que era prisionera de un hombre, si es que se le podía calificar como uno, al que le apasionaba marcarme con todo tipo de cosas. Por no hablar de su constante apetito sexual, ese que complacía sin importar lo que yo sintiera. Se podría decir que eran violaciones, sin embargo, yo no me negaba a aquello. No existía forma humana de que pudiera escapar de él, así que simplemente dejaba que me penetrara.
Ya no me importaba. Podía soportarlo sin problemas.
Cuando salí del baño, fui a mi habitación. Debajo de la cama guardaba los botiquines de auxilio, por lo que tomé uno y lo abrí para curarme las incisiones más superficiales que JaeHo había dibujado en mis costados. Las de la espalda me costaron un poco porque apenas las alcanzaba, pero logré taparlas más o menos.
Tras esa cura rápida, tomé el teléfono móvil que Jae me regaló. Como era lógico, todo lo que yo hacía con ese aparato, las llamadas que recibía y los mensajes que enviaba, incluso mis contactos, se guardaban de forma automática en el teléfono de Choi JaeHo. No había nada que no supiera.
Las cuatro llamadas perdidas de Kim Taehyung me asustaron y, al ver la hora que marcaba el celular, corrí a pesar de la molestia que aún latía en mi dermis.
Su presentación debía estar empezando en esos precisos instantes y yo ni siquiera me había arreglado. Además de que la universidad estaba a más de media hora de casa. No me daría tiempo a verlo exponer su trabajo ...
—Mierda, Yeong ... ¿Y ahora qué? —me dije a mí misma.
Me vestí en menos de dos minutos y arreglé mi cabello como mejor pude. No se me podía escapar ni un segundo más. Tras tomar mi bolso y el celular, salí de la casa corriendo.
Puede que ... Si cogía el primer autobús que pasara, llegaría a la exposición un poco antes de su final ... Mierda, Tae me había insistido mucho en que aquella presentación era importante. Fallarle no era algo viable en esa ocasión y ahí estaba yo, saliendo a toda prisa del edificio, a sabiendas de que lastimaría a mi amigo por no estar presente en un día como ese.
Tae siempre había estado ahí para mí. Y aunque nunca le conté sobre mi vida actual, sabía a la perfección que él intentaría ayudarme en todo. Incluso si su vida corriera peligro, por lo mismo que había mantenido mis secretos a salvo de él. Nunca me perdonaría que le ocurriera algo por mi culpa. Nunca.
Jae sabía de la existencia de Tae desde el mismo momento que él me envió el primer correo, pero logré convencerlo de que no era una amenaza. Le conté que era el único compañero con el que tenía contacto en clase, cosa que era cierta, y también que solo nos hablábamos para temas estrictamente necesarios.
Un compañero.
El problema es que esa condición cambió antes de lo esperado y ya en el primer año de carrera pasamos a ser amigos.
Taehyung era muy tímido con el resto y yo evitaba el contacto con todo el mundo, por lo que fue fácil para los dos relacionarnos pronto. Si realmente fuera responsable nunca habría permitido que Tae se convirtiera en alguien importante en mi vida, pero, como la maldita egoísta que siempre fui, no pude alejarme de un corazón tan puro como el suyo.
El transporte público estaba lleno de gente por ser una hora punta. Subí al primer autobús que iba en dirección a mi universidad y esperé que corriera más rápido que nunca.
Durante el trayecto permanecí de pie, recibiendo los suaves golpes de las personas que me rodeaban. Mi columna dolía una barbaridad, pero no podía quejarme o los demás encontrarían extraño mi comportamiento. Si de algo estaba segura a esas alturas era de que nadie podía descubrir lo que me pasaba. Solo una persona conocía la oscuridad en la que estaba atrapada. Nadie más.
Me agarré a una de las barras de metal y mis ojos viajaron hasta la muñeca de mi mano derecha. Ocultaba las marcas bajo un reloj de pulsera aunque ya había pasado una semana desde aquel encuentro con el señor Park.
Inevitablemente recordé al chico que me ayudó esa noche. Fue altruista y actuó en contra de los mandados de JaeHo sin dudarlo. Parecía alguien fuerte de voluntad, alguien que no se dejaría achantar, y menos todavía por Choi. Aquel chico podía perder muchas cosas, pero hizo lo que creía correcto y su gesto le honró. No se sobrepasó conmigo y fue amable ... Casi un sueño para una prostituta de postín como yo.
Su nombre continuó resonando en los recovecos de mi mente el resto del camino hasta que mi parada llegó y bajé del vehículo. Por fin tomé una enorme bocanada de aire, aliviada por haber salido de allí. Me habría detenido unos minutos para recuperar el aliento, sin embargo, no podía permitirme ese lujo. Estaban a punto de dar las nueve menos diez.
Jadeando, subí las escaleras de mi facultad. La exposición se realizaba en el tercer piso y odiaba tomar los ascensores por lo poco fiables que eran. Peldaño a peldaño, me supliqué a mí misma por llegar a tiempo.
Los últimos minutos bastarían para no sentirme fatal y de esa manera podría pensar en una excusa válida que Tae aceptara. Su curiosidad era gigantesca y en algún momento tendría que contarle la verdad, aunque fuera a medias, pero no debía ser ese día. No quería arruinarle la mañana con mis innumerables miserias.
Me detuve en seco al pisar la tercera planta, recobrando el oxígeno. El salón de actos estaba abierto de par en par y los asistentes a la presentación esperaban, para mí sorpresa, esparcidos por todo el pasillo.
No entendía nada ... ¿Que estaban haciendo fuera? ¿Acaso Taehyung había tenido algún problema y se había cancelado el evento? Se suponía que ...
—¡Yeong!
La alegre voz de mi amigo surgió desde algún punto y yo me giré para encontrarlo.. Vestido con su camisa blanca y pantalones de traje, se acercó hasta mí. Lucía inquieto y no era para menos después de haber llegado a esas horas y de no haberle devuelto las llamadas.
Me dio un abrazo, logrando que me sintiera peor por no ser sincera con él. Era un riesgo que debía correr si la ignorancia le ayudaba a estar a salvo de Jae, así que permanecí callada mientras Taehyung me preguntaba una y otra vez.
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué no cogías el teléfono, Yeong? Estaba asustado de que te hubiera pasado algo ... —acarició mi espalda y yo callé el gemido de dolor que quise expulsar por el roce de sus dedos.
—Estoy bien, Tae. ¿No me ves? No he podido llegar antes, lo siento —intenté sonreír para él, pero sé que no creyó del todo mis palabras.
Me miró a los ojos, con su ceño fruncido y los labios formando una tensa línea. No me gustaba mentirle porque no lo merecía. Él se daría cuenta de que algo no andaba bien. Solo quería atrasar el momento y esperar a que las aguas se calmaran.
—No te creo —me aseguró—, pero me alegra que estes aquí —soltó un largo suspiro y me explicó la situación—. Hablaremos después, lo prometo. El problema es que mi profesor se ha tenido que marchar a mitad de la exposición por un problema familiar y es él quien debe evaluar mi proyecto —se mordió el labio inferior, nervioso—. Me he tomado ya dos tilas para calmarme y no consigo relajarme ... Si no vuelve, ¿qué hago? No puedo empezar otra vez, Yeong. Cuando me he subido al escenario pensé que iba a sufrir un maldito infarto porque todo el mundo me miraba y ...
—Tae ... Tae, escúchame —le tomé de los brazos para que me mirara y tomara aire antes de ahogarse—. Si tu profesor vuelve y te pide que empieces de nuevo, tendrás que hacerlo. Has trabajado mucho para esto y no te puedes echar atrás por unos nervios tontos —respiró hondo, tratando de no dejarse llevar—. Es normal que estés temblando, pero eso no debe impedirte hacer la presentación de maravilla, ¿vale?
Asintió y volvió a engullirme en un cariñoso abrazo que yo le devolví. Tae era una de las pocas cosas que me daban paz y lo ayudaría con cualquier problema que tuviera. Me quedaría todo el día con él si lo necesitaba, sin importar la reprimenda que JaeHo me tuviera preparada el regresar.
Me quedé con Tae todo el tiempo, hablándole de cosas triviales para que se relajara. Así fue hasta que su profesor apareció y le pidió que repitiera la exposición desde el principio para poder evaluarlo correctamente. Mi amigo estaba pálido, pero yo sabía que podría con ello.
Y, como pensé desde el primer momento, su presentación fue impecable. Todos le felicitaron una vez hubo acabado y su maestro le felicitó por el excelente trabajo que había realizado sobre la pintura arcaica. La gente se marchó del acto fascinada y emocionada por la explicación y la investigación de Tae, llenando mi corazón de un gran orgullo hacia él.
Con la intención de no molestar la charla con su profesor, salí fuera junto al resto. Los minutos fueron pasando y yo seguí allí, apoyada en la pared y viendo la mañana pasar por las enormes cristaleras que mostraban el jardín interior de la facultad.
Transcurrió casi una hora para cuando Taehyung salió del salón, feliz y sonriente. Su esfuerzo había valido la pena y me alegraba mucho por él.
Se despidió de su profesor de arte antiguo y se encaminó hacia mí acompañado de dos chicos. Éramos los últimos que quedaban y supuse que Tae querría presentarme a sus compañeros, por lo que forcé una sonrisa. Probablemente terminase comiendo con ellos y no quería ser un estorbo para mi amigo.
"Sé amable, Yeong. No le jodas el día."
Uno de ellos tenía el cabello rubio y fue el que más llamó mi atención por la misma razón. No era muy habitual encontrar a gente con ese tono de pelo.
—Yeong, estos son amigos de la preparatoria —dijo Tae cuando los tuve delante—. Estudian derecho en Japón, pero puede que se matriculen aquí este cuatrimestre. Nuestra facultad de derecho tiene muy buenos profesores y así estarían cerca de sus familias. Él es Park Jimin.
—Encantado de conocerte. Tae siempre habla muy bien de ti —me saludó.
—Un placer conoceros. Yo soy Kim Yeong —dije, fijándome en los desconocidos. El rubio era más bajo, tenía una adorable sonrisa y un gesto muy simpático. Me tendió su mano y yo la cogí, estrechándola—. Seguro que erais muy buenos amigos ...
Pero mi voz dejó de salir cuando observé al segundo chico. Sus pupilas me miraron de la misma forma. Ninguno de los dos entendía por qué el otro estaba allí y mi estupefacción solo consiguió alarmar a Tae.
Ambos nos quedamos mirando durante unos instantes, anonadados por encontrarnos después de lo que pasó. Nunca antes me había visto en aquella tesitura. Nunca había tenido delante a uno de los clientes de Jae fuera de su edificio, pero ese chico estaba frente a mí y me había reconocido.
—Jungkook ... ¿Os conocéis? —inquirió mi amigo.
Mis orbes se abrieron aún más. No podía enterarse. Tae debía seguir viviendo en su burbuja perfecta, desconociendo todo lo que yo era y lo que hacía. Si Jeon Jungkook abría la boca, todo se iría a la mierda y no sería capaz de mirar a la cara a mi amigo después de haberle ocultado mi verdadera vida.
Por surrealista que pareciera aquello, estaba ocurriendo. La única persona que actuó con bondad cuando me conoció siendo la puta especial de Choi JaeHo, volvía a presentarse ante mí, como un dejavú sin gracia. Solo que en ese pasillo había más cosas en juego, no solo mi integridad física y mental.
El miedo me paralizó y no dije nada. Solo esperé mientras miraba con atención a ese chico de pelo negro. Ese que sabía a lo que me dedicaba y era consciente de lo que soportaba a diario. El mismo que me ayudó a curar unas heridas que no habían cicatrizado aún.
—No ... —negó él, dejándome perpleja—. No he tenido el placer hasta ahora.
Sin poder creerlo, relajé la mandíbula y los hombros. Él ... Acababa de decir que no me conocía.
Con timidez, me ofreció su mano, al igual que había hecho su compañero, y yo la acepté para no alimentar las sospechas de Taehyung. Esta irradiaba la misma calidez de la primera vez, lo que me hizo rememorar aquella madrugada, cuando intenté acostarme con él a pesar de su rechazo.
Solo de pensarlo, sentí mi rostro arder de la vergüenza, así que corté la unión de nuestras manos rápidamente y alejé la mirada de sus brillantes ojos. No tenía ni idea de cómo aparentar normalidad con él ahí delante.
¿Por qué había mentido? ¿Por qué me había ayudado cuando podría haber acabado conmigo de un plumazo? ¿Por qué demonios estaba allí alguien como él?
—Bueno, eh ... —Tae me miró con desconfianza y yo traté de actuar como si no me estuviera dando un ataque al corazón—. Podríamos ir a comer algo entonces. Pronto será la hora de comer y hay un restaurante cerca que ...
—Yo me tengo que ir, Tae —me apresuré a decirle.
Su carita de cordero degollado no tardó en salir a la luz e intentó llevarme a su terreno para hacer que me quedara.
—¿Tan pronto?
La suave voz de Jungkook nos sorprendió a los tres.
¿Buscaba algo en concreto? ¿Acaso quería sacarme información sobre JaeHo? Su actitud ... Era demasiado bueno para ser verdad. Se comportaba con una amabilidad casi irreal, con miedo a decir algo fuera de lugar. Además de que su rostro reflejaba una insaciable curiosidad a la que yo no iba a responder.
—Sí ... Me están esperando en casa para comer y no creo que pueda cambiar de planes ahora —le dije con precaución.
—Es una pena —añadió el que se llamaba Jimin. Agrandó su sonrisa—. Podríais enseñarnos un poco más la facultad de leyes. Tenemos que decidir si inscribirnos aquí y estoy seguro de que tu opinión nos ayudaría bastante.
Le di las gracias por confiar en mi criterio, pero terminé despidiéndome por lo tarde que se había hecho. Le di un rápido abrazo a Tae y volví a felicitarlo por su exposición a pesar de estar huyendo como una simple cobarde.
Tras despedirme de los dos jóvenes y evitar cualquier pregunta incómoda, me marché del pasillo a toda prisa. Bajé las escaleras a tal velocidad que creí que me resbalaría con uno de los escalones, así que decidí parar en el primer piso y encerrarme en el baño de chicas.
El pulso me iba a mil cuando entré en uno de los cubículos, tanto que necesité de unos minutos para respirar como una personal normal.
Aquello ... ¿De verdad había pasado? ¿Jeon Jungkook era amigo de Taehyung?
Él debía ser el hijo de un importante empresario del país si había estado en el despacho de Jae ... ¿Qué pintaba en una universidad pública como esa? Me parecía bien que quisiera ver la presentación de su amigo de la infancia, pero estudiar allí ... Era una locura para alguien con tanto dinero y poder. Podía seguir estudiando en Japón o irse a Estados Unidos si así lo prefería y, de esa forma, no tendría que tropezarme con él ni una sola vez más.
Mi mala suerte ese día aumentaba por momentos, era un hecho.
Al cabo de un rato que utilicé para confirmar que Jae no me había llamado y calmar mis nervios, salí del baño y me miré al espejo. No tenía buen aspecto, eso era evidente. Las ojeras señalaban mi rostro y el poco ánimo que tenía se veía en mi rictus.
Seguramente ese chico no esperaba tampoco encontrarse otra vez conmigo y todavía menos con esa cara de muerta.
Ni siquiera había traído mi repuesto de maquillaje, por lo que me eché algo de agua en la cara para despejar mis preocupaciones y decidí volver a casa. Debía hacer varias cosas antes de que Jae fuera a buscarme por la tarde y no me había llevado nada al estómago en todo el día. Lo mejor sería parar en algún sitio de camino y comprar algo rápido.
Empujé la puerta del aseo y salí en silencio. Sin embargo, mi plan de escapar se fue a la mierda en cuanto vi a Jeon Jungkook en la pared de enfrente.
Admito que sufrí una especie de parálisis corporal porque no esperaba que me hubiera seguido hasta allí.
Él se incorporó y caminó hacia mí, pero mi cara de horror bastó para que se quedase quieto de nuevo.
—¿Qué ...? ¿Qué haces aquí? —cuestioné, verdaderamente asustada.
—Quería hablar contigo —admitió.
¿Como se había librado de Tae? Era imposible escapar de él.
—No tenemos nada de qué hablar —y traté de seguir caminando hacia las escaleras, pero él fue más veloz y me sujetó del brazo.
Cuando se dio cuenta de que me estaba tocando, se alejó arrepentido y bajó la mirada, incapaz de sostener la mía. ¿Por qué ese interés? ¿Qué podía querer de mí?
Carraspeó, incómodo, y se rascó la nuca. Esa faceta de niño perdido no había cambiado en él y, en cierto modo, eso hizo que me relajara un poco. Si no me hizo nada la noche que nos conocimos, ¿por qué me haría algo en un lugar público?
Estaba siendo cortante y maleducada con él sin motivo alguno y no me sentía bien haciéndolo.
—Perdón ... Yo ... ¿Cómo están tus muñecas? —inquirió, levantando ligeramente la cabeza.
Se notaba que estaba intentando ser agradable y cortés conmigo. Y yo, por el contrario, podría haberle pegado un manotazo por el simple hecho de haberme puesto un dedo encima.
—Mejor.
—Me alegro —esbozó una tenue sonrisa que aporreó con fuerza en mi pecho.
Era demasiado tierno y educado ... ¿En qué momento entró en un mundo tan horrible como el de las altas esferas? No pertenecía a los ambientes que frecuentaba Choi normalmente. Lucía como un chico de su edad, despreocupado, aunque más gentil que el resto.
—¿Era solo eso lo que querías preguntarme? —le espeté, cansada de esperar.
Se relamió los labios de la misma forma que Tae. Parecía un tic nervioso que los dos compartían, pero este chico ... No era como Taehyung en absoluto.
—No le has explicado a Tae la verdad, ¿no?
La pregunta fue tan directa que no creí que la diría sin más. Creí que daría más rodeos antes de lanzarla, sin embargo, por el sonrojo en sus mejillas supe que no estaba acostumbrado a hablar así con la gente.
—Él no pertenece a ese mundo —le expliqué, en voz baja y mirándolo directamente a los ojos—. No quiero que lo sepa. Yo puedo con esto sola, así que no se lo cuentes. Al fin y al cabo, no nos conocemos de nada. Tú mismo lo has dicho antes.
—Pero me gustaría conocerte —añadió con un valor repentino—. Quiero entender porqué estás con una persona como Choi JaeHo. Él solo te utiliza como un arma y es cruel ... La persona más cruel que he conocido nunca.
No podía creer que me hubiera dicho eso. Un chico como él debería alejarse de mí antes de salir mal parado. Ni siquiera ... Ni siquiera podía imaginar tener algún tipo de relación de amistad con él. Pero había sinceridad en sus palabras y eso me aterró más que nada.
—No digas tonterías ... —lo rechacé—. Solo yo debo saber la razón por la que estoy donde estoy. Nadie, y menos un niño rico como tú, va a entender nunca mi posición ... —los ojos se me empañaron, rabiando al comprender que Jeon Jungkook sentía pena por mí. Pena por la puta a la que pegaban y denigraban—. Así que deja de actuar como si te importara y ve con Tae. A él sí puedes serle útil.
—No quiero ser útil para ti, Kim Yeong —un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando mi nombre completo salió de su boca. Su empeño era de admiración, pero no quería ayuda de nadie—. Solo quiero hablar contigo. Estoy seguro de que no puedes contarle a tu familia sobre esto. Puedes confiar en mí. No te juzgaré, si es lo que te asusta.
Si tan solo me quedara familia a la que regresar ... No habría dudado ni un jodido segundo en correr de vuelta a mi antiguo hogar.
—Eres un iluso, ¿verdad? Estás juzgándome ahora mismo. Por lo que hago y por todo lo que crees que pienso. Y confiar ... Esa es una palabra muy peligrosa, Jungkook —lo examiné, encontrando unos ojos que me pedían paciencia y que no estaban exigiéndome nada a cambio—. Y no la necesito para sobrevivir.
Yo ya había constatado que solo podía confiar en mí misma si quería seguir respirando. Ningún chico, por buenas intenciones que tuviera, podría aliviar mi pesar.
—Esperé a que me llamaras —continuó—, y ahora veo que no lo ibas a hacer.
—¿Por qué debería? —estaba incrédula. No lo conocía de nada y solo porque se comportó como una persona decente no iba a comunicarme con él—. No te conozco. No sé qué es lo que pretendes con todo esto. Puede que quieras emplearme contra Jae-ssi o simplemente creas que puedo volverme un pasatiempo en tu aburrida vida, pero, créeme, no tengo tiempo para este tipo de cosas. Si me disculpas, debo irme.
Di media vuelta y traté de dejar de temblar. Tenía que marcharme de allí enseguida o acabaría llorando como una niña. Nunca me había enfrentado a algo así y me daba tanto miedo que quería desaparecer de la faz de la tierra. Realmente me aterraba que ese chico me hubiera hablado de esa forma, casi entrando en mi cabeza y sacando todos mis secretos uno a uno.
—Deberías hacerlo porque la soledad es horrible —me dejó de piedra. ¿Por qué parecía tan maduro para su edad si apenas unos minutos atrás se me había antojado que no pasaba de los cinco años?—. Lo sé bien, noona.
—¿Por qué me dices noona? —desvié el tema, acobardada.
Escuché sus pasos tras de mí y recordé que esa misma escena ya había ocurrido en casa. Tener a Jae detrás, mirándome y pensando en el siguiente de sus castigos era habitual en mi vida. Me había acostumbrado a notar su mirada en mi cuerpo. Sin embargo, sentir a otro hombre tan cerca y diciendo verdades como puños era desconcertante para mi machacado cerebro.
Jungkook se acercó sigilosamente y mis piernas no respondieron a lo que les ordenaba.
—Estás cursando tu tercer año, Yeong-ah. Yo estoy en segundo.
Por algún extraño motivo, su presencia me hacía débil. Mis defensas bajaban y él parecía ser capaz de ver en mí más cosas que los demás.
La soledad ... Siempre había estado sola y supongo que por eso mismo la odiaba y repudiaba tanto.
Me costaba demasiado ocultarme ante sus limpios ojos. Alguien inocente como él no debería ponerme nerviosa, pero Jeon Jungkook se las apañó bastante bien para conseguir que mis extremidades se convirtieran en gelatina en cuanto su aliento chocó contra mi pelo suelto. Se tomaba muchas libertades sin apenas conocerme de nada, tantas que me empequeñecí al instante.
—T-tú ... —balbuceé.
"Deja de dudar y ponlo en su sitio, Yeong."
En un ataque de valentía, me giré dispuesta a dejarle en claro que yo no iba a ser su nuevo entretenimiento. Juro que iba a decirle aquello, pero su gesto era uno bien diferente al que había imaginado.
Sus labios entreabiertos y sus cejas curvadas me dejaron sin habla. Él miraba hacia abajo, observando un punto que yo no era capaz de identificar. Había algo en él que no llegaba a entender. Sentía tantas cosas que un vértigo se apoderó de mi ser y un leve mareo me hizo sacudir la cabeza.
La presión de su mano me pilló por sorpresa. La colocó en mi costado, concentrado en palpar la tela de mi vestido blanco.
—¿Q-qué haces? —bajé la vista, aturdida por su atrevimiento.
—Noona —murmuró con dulzura—, estás sangrando ...
Me fijé en el lugar que Jungkook tocaba y vi la mancha roja. No era muy grande, pero se veía a la perfección, empapando la tela y alarmando a ese chico de nuevo.
Él empezó a hablar, preocupado por la herida, pero mi molestia se acrecentó y un fulminante vahído consiguió que me desmayara en menos de lo esperado. Todo se había acumulado y mi cuerpo no estaba por la labor de ayudarme aquel día.
—¿Noona? Yeong-ah, ¿me oyes?
Su roce no dolía. Siempre que Jae me tocaba, conseguía arrancarme gritos. Las manos de Jungkook no se sintieron así. Se asemejaban más a un dulce bálsamo que apaciguó el ardor de mis cortes.
Al parecer, debía estar herida para encontrarme con Jeon Jungkook. Y, por alguna causa que desconocía, me relajaba saber que él estaba ahí.
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