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—Eres la mejor de todo este lugar, lo sabes, ¿verdad?
El señor Park terminaba de secarse el sudor del cuello mientras me elogiaba por unos servicios que me repugnaban demasiado.
Sobre todo porque no los ofrecía por gusto personal.
—Me alegro de que se vaya satisfecho, señor Park —le respondí, servicial y respetuosa.
Esa era mi rutina. Todas las noches debía cumplir con mis quehaceres en aquel edificio. Mi vida estaba hipotecada por un maldito error que mi yo más estúpido cometió hacía ya cuatro años atrás. Salir con Choi JaeHo había sido mi perdición y lo seguía siendo. Si no me hubiera enamorado de una imagen falsa de ese hombre, probablemente no estaría siendo maltratada a diario y vendida como una pieza de carne cada vez que se requería para el buen funcionamiento del negocio.
Un negocio que radicaba en lo mucho que disfrutaran esos grandes magnates entre mis piernas.
Como siempre, tomé una profunda bocanada de aire y me puse en pie, dándole la espalda al invitado que Jae había recibido esa noche y que yo debía tratar como un rey.
Aquel escozor en los ojos volvió a aparecer, pero ya había aprendido a retener las lágrimas y no lloraba por haber tenido que acostarme con un tipo que solo me veía como un premio.
Las primeras veces fueron duras porque no entendía qué había hecho mal para terminar denigrándome a mí misma de aquella forma, sin embargo, después de meses repletos de situaciones como la que acababa de vivir, ya no me afectaba tanto como en un principio. Se podría decir que terminé aceptando que aquel sería mi modo de supervivencia por un tiempo más largo del deseado.
—Realmente satisfecho, sí. Ya no tengo ninguna duda de que invertir en el negocio me traerá muchos beneficios —podía sentir su sucia mirada escrutando mi figura poco cubierta.
Me tragué las arcadas y masajeé mis manos, doloridas.
—JaeHo estará encantado de oír eso, señor —dije, intentando controlar el temblor de mis dedos.
Ese era mi papel en aquel negocio de prostitución. No era una chica más, lo que me otorgaba unos privilegios que muchas envidiaban y que, a la misma vez, me aportaba un sufrimiento que ninguna de ellas imaginaba. Seguramente, si supieran todo lo que tenía que soportar a diario gracias a mi carcelero, dejarían de mirarme como si fuera una afortunada que no sabe agradecer lo que tiene.
Porque, realmente, no tenía nada.
Me encontraba vertiendo el whisky en uno de los vasos de cristal cuando el adinerado señor Park, ese con el que me acababa de acostar por simples órdenes de Jae, decidió tocarme un poco más. Al fin y al cabo, el tiempo que permaneciera en esa habitación, el futuro socio, que debía salir de allí sin dudas sobre su trato con Choi, podía hacer todo lo que quisiera conmigo y yo no podría negarle nada.
Creí que la mano que puso en mi entrepierna indicaba que todavía quería más de mí, pero la quitó más pronto de lo que pensaba. Más aliviada de lo que podía mostrar, me giré hacia él, con aquella falsa sonrisa que tantas veces había practicado para todos los hombres que pasaban por aquel cuarto.
El señor Park cogió el vaso de alcohol que yo le tendía con su repugnante gesto lujurioso, y lo bebió todo de un solo trago.
Otros te han tratado peor, así que da gracias por lo que has tenido que aguantar esta noche. No ha sido para tanto.
—Deberíamos volver con Choi. Me encantaría firmar algunas cosas antes de marcharme —dejó la bebida en el mueble bar y recogió su caro reloj, colocándoselo de nuevo a la muñeca.
—Como usted quiera, señor Park.
Viendo que se preparaba para salir del cuarto, tomé la bata que dejaba siempre en el respaldo de uno de los sillones y me la puse para evitar que todo el mundo se fijara en mí al salir. Ya bastaba con soportar las miradas de despreció de muchos y muchas a diario; prefería pasar desapercibida y no aumentar el odio que me profesaban algunos.
El empresario se alisó la chaqueta, comprobando en el espejo que seguía igual de pulcro a cómo llegó. Yo esperé en silencio hasta que el hombre se dirigió a la puerta de la habitación.
Los pasillos del edificio eran los de siempre. Los empleados que los frecuentaban también me eran conocidos a simple vista. Incluso el olor que inundaba la primera planta era habitual en mi vida. Iba conmigo a todas partes, recordándome la miserable vida que estaba llevando.
En ocasiones, me avergonzaba de ser llamada puta porque quería seguir creyendo que no lo era, sin embargo, me había terminado convirtiendo en una a cambio de un trato despreciable y un sufrimiento que nadie podía pagar.
Aunque ... Yo tenía mucha más suerte que otras chicas. Puede elegir si entrar en aquel pozo sin fondo. Yo opté por venderme a cambio de una oportunidad que la vida no había querido darme por mis propios esfuerzos. Haciendo lo que hacía, me di cuenta de que ese trabajo no era tan deshonroso como la gente decía. Las mujeres que ejercían los mismos servicios que yo por disfrute ... Ellas tenían todo el derecho a hacer con sus vidas y sus cuerpos lo que desearan. Pero, al menos, esas chicas estaban satisfechas cada vez que salían de una habitación.
Crucé mis brazos, ocultando el pronunciado escote que el atuendo dejaba al descubierto.
Algunas pueden ser felices viviendo así. Pero, yo no.
Fijé la mirada en el suelo alfombrado, concentrándome en el ruido de mis tacones, siempre detrás del señor Park.
¿Cuándo dejaste que un hombre te utilizara de esta forma, Kim Yeong? ¿Desde cuándo permites que alguien te trate como un ser inferior? Tú vales más que todo esto, maldita sea ...
Siempre me repetía esas palabras después de uno de aquellos encuentros, pero, lamentablemente, hacía ya mucho que no ayudaba en absoluto recordármelo.
Las fuerzas parecían estar huyendo de mi cuerpo.
Anémica de valor, continúe el camino, cabizbaja y reteniendo las espesas gotas que nublaban mis orbes.
Tras un minuto más, el señor Park se detuvo frente al despacho de Jae y llamó, precavido.
Nadie quería tener mala relación que él. Choi JaeHo era conocido por su seriedad y juegos sucios. Muchos se abstenían de hacer negocios con él porque sabían lo peligroso que era, pero otros tantos, llenos de avaricia y una ambición insana, encandilados por el olor a dinero que rodeaba al dueño de aquella prisión, decidían apostar por negocios que les traerían miles de millones de wons.
Aquellos hombres suicidas y hambrientos de poder, como lo era el señor Park, ni siquiera tenían la más remota idea de con quien estaban pactando. Choi JaeHo era el verdadero diablo en persona, pero se encargaba muy bien de ocultar esto a todos los que desearan nadar entre billetes y hacerle más y más rico.
—Adelante —la ronca voz de Jae me llevó a tragar saliva.
El señor Park giró el pomo y entró. Yo dudé por un momento si seguir sus pasos o aprovechar el instante para marcharme y dar por finalizado el calvario de aquella noche. El día siguiente sería ajetreado y quería descansar.
Pero a Jae no le gustaba verme desaparecer sin siquiera dar un aviso, así que deseché la idea de huir y me adentré a la estancia, acobardada por la soga que ese hombre había atado a mi cuello.
—Choi, venía a charlar. Ya sabes. Aunque, si estás ocupado puedo volver mañana. No sería un problema —dijo el hombre que había permanecido conmigo durante la última hora y media.
—No, claro que no —rió Jae, intentando sonar amigable—. Mi visita y yo ya hemos tratado todo lo que teníamos pendiente, ¿verdad?
Fue entonces cuando me fijé en una cuarta persona, desconocida para mí. Solo veía su cabello, pues estaba sentado frente al buró francés de Jae y no podía distinguir nada más que sus hebras negras.
Ese hombre se levantó al ver que Choi hacia lo mismo, dispuesto a despedirlo. Era de espalda ancha y de figura atlética, pero en cuanto vi que Jae posaba sus ojos en mi persona, bajé la barbilla y me olvidé por completo de aquel visitante.
Quería marcharme de allí, la ansiedad que me provocaba su mirada era irrefrenable.
—No te equivoques, Choi —habló el caballero sin nombre mientras se daban la mano—. Esta era una visita de pura cortesía. Le transmitiré todo lo que hemos hablado a mi padre y él decidirá —su tono de voz era amistoso y a la vez amenazador—. Yo solo soy un mensajero aquí. No te daré una respuesta ahora. Ya lo sabes.
—Oh, pero es muy diferente, porque si te vas contento de aquí, tu padre verá el trato de otra forma, ¿no crees, amigo? —insistió mi carcelero. Tras una breve pausa, volvió a hablar—. ¿No estás de acuerdo, muñeca?
La sangre se me heló por un segundo. Pese a ello, tuve que tragarme el miedo y mirar a Jae, sonriendo. Los tres pares de ojos que allí seguían, se posaron en mí.
Eso no era lo normal. Jae nunca me había dado más de un encargo por noche. Por muy sádico y cruel que fuera, sabía perfectamente lo que todos sus futuros socios podían llegar a hacerme, y yo era preciada para él. No entendía por qué me estaba insinuando algo así.
Miles de posibilidades bailaron por mi cabeza. Si quería que atendiera a aquel hombre, solo podía ser porque se trataba de alguien importante para sus negocios. Alguien que no podía irse de allí sin firmar su contrato con la muerte.
También podía tratarse de que el propio hombre hubiera pedido específicamente que fuera yo la que lo acompañara. A veces ocurría. Aunque Jae nunca aceptaba si yo ya había contentado a otra de sus presas con algo de carne fresca.
—Cariño ... Creo que deberías pasar un rato con el señor. Estoy seguro de que su opinión cambiará una vez hayáis ... Hablado —la sonrisa que cruzó sus labios fue instigadora. Debía hacer lo que decía o me metería en problemas—. Creo que el señor Park puede corroborarlo, ¿no es así?
—Puedo hacerlo, sí —soltó unas cuantas risotadas. Yo tomé mis manos con fuerza—. Ella no decepciona, muchacho. Te aseguro que aclarará tus prioridades en tan solo unos segundos —JaeHo lo miró, feliz de que hubiera dado el resultado que buscaba. El señor Park se acercó un poco más a ellos y palmeó la espalda de Jae—. Es la mejor, chico. No lo pienses y pasa un buen rato.
—Choi, de verdad ... —el hombre estaba nervioso. Él realmente quería marcharse, y yo también—. Mi chofer está abajo esperando y ...
—No digas tonterías. Puedes hacer que espere un poco más —podía ver el deseo de más poder brillar en las pupilas de Jae—. Nunca dejo que la gente a la que más valoro se vaya sin conocer a mi chica favorita —el tercero en discordia trató de negarse otra vez, pero Jae me observó, ansioso por tener a alguien más en el bolsillo—. Haz que se sienta cómodo, preciosa.
—Claro, Jae-ssi —engrandecí mi sonrisa a pesar del terror que estaba sintiendo. Sin apartar los ojos de él, me dirigí al desconocido—. Por favor, venga conmigo.
Estaba agotada. Todo mi cuerpo dolía, resentido y magullado, pero no podía negarme a nada, así que respiré hondo y salí del despacho, rogando en silencio por que ese hombre no fuera un monstruo y se conformara con lo poco que podía darle.
Apenas había dado dos pasos cuando una mano me agarró el brazo al tiempo que la puerta se cerraba a mis espaldas. Me erguí, aterrada, y miré fijamente algún punto del suelo. Sus dedos se cerraron en torno a mi piel, deteniéndome. Él sintió la rigidez de mi cuerpo, puesto que apartó con rapidez su mano y carraspeó, comprendiendo lo incómoda que era la situación.
—Señorita, yo ... Perdone, pero es un error. No iré con usted a ... Ninguna parte —aseguró, bajando la voz ligeramente.
Tomé una gran bocanada de aire y, sin mirarlo, comencé a caminar por el mismo camino que había hecho junto al señor Park.
—Sígame si sabe lo que le conviene, por favor —le dije, esperando que aquello lo pusiera sobre aviso.
Nadie rechazaba la amabilidad de Choi JaeHo. Si este se enteraba de que su invitado se había negado a tenerme como chantaje para que su firma acabara en uno de esos importantes papeles, podía acabar muy mal.
Y Choi siempre sabía todo lo que ocurría en su palacio.
Absolutamente todo.
—Espere, espere —oí que me decía, acelerando el paso para alcanzarme—. Yo no ...
—Solo venga conmigo. Seguro que encontraré alguna forma con la que satisfacerle.
Siempre lo hago.
—Señorita, no lo entiende. Esto no es algo que yo haya pedido y ... —sus palabras me seguían a escasos centímetros, manteniendo la distancia y evitando el contacto físico.
—¿Y cree que yo he pedido esto? —llegamos a la puerta de mi cuarto y el silencio habló por sí solo.
Me arrepentí de haber dicho algo como eso, pero el hecho de que él sellara sus labios al escucharme me hizo sentir tan ridícula que no traté de remediarlo.
Simplemente, abrí la habitación y pasé a su interior, esperando que aquel hombre dejara de escabullirse y pasara tras de mí, rindiéndose a sus instintos por tener a una mujer en su cama.
Lo cierto era que nunca se habían resistido de esa manera tan ferviente. Todos se veían bastante complacidos por tocarme y tratarme como les pareciera mejor.
Los hombres siempre creen tener superioridad sobre nosotras, algo repugnante que tenía que soportar continuamente.
Pensé en ello al echarme algo de ginebra en una copa limpia.
No comprendía el por qué de su reticencia, pero no era algo que tuviera que importarme, en realidad. Lo único en lo que debía enfocarme era en lograr que el cliente de Jae gozara con su tiempo conmigo. Y para eso necesitaría algo de alcohol en mis venas.
El click del pestillo me hizo respirar, aliviada por un lado y horrorizada por otro. Todos debían estar contentos conmigo, ya fueran ángeles o demonios.
—¿Puede ponerme una a mí también? —preguntó, deshaciéndose de la chaqueta de su traje.
Bien, Yeong. Ahora solo ... Ofrécete a él. Sabes cómo hacerlo, así que no dudes más o Jae se encargará de hacértelo pagar.
Le serví otra copa a él, pensando en lo que podría funcionar con alguien así. Ni siquiera lo había mirado demasiado. No solía observar mucho a los hombres con los que me acostaba a menos que ellos me pidieron un contacto visual directo.
Cuando me giré con ambas bebidas, me encontré al misterioso invitado de Jae sentado al borde de la cama, desabrochándose los gemelos. Al acercarme, me fijé en la incomodidad que sentía por las pequeñas gotas de sudor que caían por su cuello.
Él se frotó las manos, intentando aceptar lo que iba a hacer y no sentirse mal por ello. Veía tanto de mí en ese chico, arrepintiéndose incluso antes de hacer nada, que deseé poder apiadarme de él. Lo habría hecho, sí.
Si fuera mejor persona, claro.
—¿No podemos fingir que ...? —comenzó a argumentar.
—Podríamos hacerlo, pero usted debe saber que el señor Choi conoce todo lo que ocurre aquí —le expliqué.
El desconocido, con el cabello ocultando sus ojos, lamió sus labios y atrapó la copa que yo le ofrecía para tomar su contenido de un solo trago. La dejó, ya vacía, en la moqueta de la habitación, y tomó aire fuertemente, haciendo acoplo de valor.
Yo solo mojé mis labios con el alcohol de mi vaso y lo coloqué al lado del suyo.
Si lo pensaba demasiado, terminaría accediendo a las constantes demandas de mi acompañante, dejando que se marchara para quedarme con todo el castigo que Jae me tuviera preparado en caso de no hacer mi trabajo.
Por eso dejé de darle vueltas y me acomodé sobre su regazo, con las piernas abiertas, esperando que la excitación no tardase mucho en embriagarlo e hiciera conmigo todo lo que quisiera, sin dejarse llevar por su moral.
Si es que era una de las pocas personas que todavía tenían en su poder algo llamado así.
Al ver que no reaccionaba a tener mi cuerpo sobre el suyo, llevé las manos a su cinturón negro. Escuché un pesado suspiro por su parte, casi como si se estuviera lamentando de aquello.
—Lo haremos rápido, si es lo que quiere —tiré con calma de la hebilla, sintiéndome culpable a pesar de no estar haciendo nada malo—. ¿Le gustaría algo en particular? Estoy a su total disposición, y, como tal, debo hacer que se sienta ...
—Solo hágalo.
Asentí, algo cohibida por la simpleza de su respuesta, pero alegrándome de que aquel futuro socio de Jae no fuera un depravado que buscaba destrozarme y maltratarme como a un animal.
Saqué su cinturón, notando la respiración ajena cerca de mi cuello. El accesorio acabó lejos de ambos, y yo deshice el nudo de mi bata para provocar algo en ese hombre, por mínimo que fuera. Los pocos invitados que en un primer momento parecían negarse a algo tan ruin como aquello siempre solían ceder en cuanto veían piel, ambiciosos de poder tener relaciones.
Sin embargo, este no movió ni un dedo.
Lentamente, bajé la cremallera de sus pantalones, introduciendo mi mano izquierda y topando con su dormido amigo.
Deberías haber bebido más, Yeong ... Esto va a ser más complicado de lo normal.
Nada de aquella situación lograba encenderme a mí tampoco. La incomodidad entre ambos era palpable y la tensión que nos envolvía no podía ser disimulada. Yo dudaba mucho sobre si lograría excitarme, por poco que fuera, antes de que ese hombre decidiera terminar con lo que habíamos empezado.
Un suave respingo lo atacó cuando me agaché para besar su cuello descubierto. De alguna forma, eso me hizo pensar en que se trataba de alguien con poca experiencia y algo tímido.
Muy a su pesar, continué regando su piel con húmedos besos, esperando una respuesta. Respuesta que no llegó.
No me atrevía a moverme demasiado, por lo que opté por calentar el ambiente. Me aparté de su blanquecino cuello y traté de llegar hasta su boca con la intención de que unos cuantos besos bastaran para que se mostrara más receptivo a mis caricias ahí abajo.
La verdad ... No esperaba encontrarme con sus orbes. Su flequillo se había movido, ya no ocultaba sus ojos de mí, y aquel pequeño detalle hizo que me detuviera por completo.
Eran grandes, saltones, llenos de energía, demasiado cristalinos y sinceros para ser de alguien que se movía por lugares como aquel.
Normalmente, los hombres que recibía en aquel cuarto, aquellos importantes magnates con los que me acostaba cada día, no eran como ese chico. Porque sí, fue entonces cuando me percaté de que tenía muchos menos años de lo que había estado creyendo todo el tiempo. Puede que su musculatura y su altura me hubieran llevado a una conclusión equivocada y precipitada sobre él, pero su rostro me transmitió todo lo que no había deducido antes.
Sus labios eran abultados, estaban ligeramente entreabiertos por tenerme tan cerca. Su nariz era algo más grande, pero hacía una buena pareja con el tamaño adorablemente grande de sus ojos negros.
En mi mente, el pensamiento de que aquel chico debía rondar mi edad se hizo más arraigado. También admití que era atractivo. Mucho más que los hombres a los que solía convencer para Jae.
—Perdóneme, pero ... Realmente no puedo hacerlo —susurró.
Su voz era aterciopelada, fluía y entraba en mis oídos como una relajante melodía. Casi me pareció un encantamiento con el objetivo de detenerme a cualquier precio.
Si no lograba lo que Jae me había pedido, todo iría mal para mí. Mi superior debía tener un gran interés en aquel chico de ojos profundos, su desesperación por lanzarlo a mis brazos lo había delatado.
Era alguien importante para alguno de sus negocios. Yo ... Tenía que engatusarlo. Llevarlo a mi terreno. Seducirle como hacía con todos los hombres que se creían demasiado buenos como para engañar a sus mujeres o parejas, alegando fervientemente que les eran fieles, que las amaban. Una pena que yo hubiera terminado creyendo que el amor era un mito viviente.
Sin embargo, aunque hubiera podido ganarle en aquel pulso y hacerle sentir mejor de lo que nunca una mujer lo hubiera hecho sentir ... Su mirada pudo con mi fuerza voluntad, y esta se marchó de sopetón.
Aparté mis dedos de su entrepierna, todavía obnubilada por el destello que centelleaba en sus pupilas.
—Está bien —musité.
¿Qué diablos estás haciendo, Yeong? Sabes lo que Jae te hará en cuanto este chico salga de la habitación. Tú pagarás el pato por no haber logrado lo que se te había mandado. ¿Por qué desistes? ¿Qué tiene este chico para que decidas sufrir un castigo inimaginable? No es nadie, y tú ... Sencillamente estás cediendo y entregándote a la tortura.
—Muchas gracias —apartó su mirada de la mía, algo avergonzado por la posición en la que continuábamos.
Complaciéndole, me bajé de su regazo y observé de nuevo al hombre que tenía ante mí. ¿Quién demonios era? ¿Por qué tenía ese aura de inocencia tan irreal rodeándolo?
De pie y descalza, volví el rostro hacia un punto aleatorio del cuarto, incrédula por lo que acababa de hacer sin siquiera conocer el nombre de aquel joven.
Necesitaba alcohol en mis venas si quería sobrevivir a las represalias que tomaría Jae contra mi incompetencia, como él la llamaba. Por lo que decidí acercarme al mueble bar de nuevo para rellenar mi copa de lo más fuerte que encontrara.
Hacía siglos que no me veía en una situación como aquella, y desde luego, nunca fue por cumplir los deseos de unos de los invitados de Choi. Era inaudito. No podía reconocerme. Pero me sentía bien conmigo misma, porque ninguno de los dos quería forzarse a algo tan malévolamente antinatural como joder por un simple trato.
Aunque, las múltiples ideas sobre lo que haría Jae al enterarse, lograron marearme. No tendría piedad.
Me sostuve al mueble de madera, terriblemente asustada de repente. Mi acto reflejo logró que el chico se acercara a mí, confundido por el balanceo que me atacó.
—¿Se encuentra bien o ...?
Su voz desapareció y me tomó un par de segundos comprender el por qué.
Me giré y él seguía a mi izquierda, parado, pero sus ojos se mantenían en dirección a mis manos, más concretamente en mis muñecas.
Debido al repentino vaivén de mi cabeza, en un primer momento no entendí por qué me miraba de aquella forma, sin embargo, terminé reaccionando al recordar cómo había dejado mi piel el señor Park.
Quise esconderlas para ocultar mi vergüenza, pero ese chico tomó mi antebrazo izquierdo antes de que pudiera siquiera pestañear y procesar lo que estaba ocurriendo.
Nunca permitiría que los invitados de Jae vieran ese tipo de heridas por diversos motivos, algo que no pude evitar aquella vez. Ni siquiera habría imaginado que tendría que lidiar con dos hombres la misma noche, así que no me detuve a tapar las marcas rojas de la correa con la que el anterior empresario había atado mis manos, dejándolas encarnizadas y rojizas por la presión del cuero sobre mi vulnerable dermis.
Mi acompañante frunció el ceño, como si lo que estaba observando fuera irreal. Quiso hablar, preguntar por ello, mas acabó apretando la mandíbula y desechando su curiosidad; no tenía ningún derecho a meterse en mis asuntos y lo sabía.
—Voy a curárselo —farfulló, sin despegar la mirada de mis hematomas.
—No se preocupe. Yo lo haré más tarde, así que ...
—Por favor. Siéntese —me pidió, con algo más de apremio en sus palabras.
Yo deduje que resistirme no ayudaría en nada, y lo cierto era que no me encontraba lo suficientemente bien como para rebatir demasiado a alguien que solo conocía desde hacía unos minutos.
Así que, asentí en silencio y él pareció respirar, aliviado.
Fui hasta la cama y me dejé caer sobre ella, esperando su siguiente movimiento. Lo vi buscar en el mueble bar entre todos los tipos de whiskys que allí almacenaba y, tras encontrar el que quería, abrió las puertecitas del mueble. Se topó con los parches que yo solía utilizar para las heridas que me causaban y agarró un par.
Ni siquiera podría calificar aquella como una cura en regla, pero Jae no me permitía más que eso. Siempre decía que aquel era mi trabajo, y si aquellos hombres decidían marcarme y golpearme, yo debía permitírselo. Sin oponer resistencia alguna.
El chico se plantó frente a mí y se agachó, quedando sobre sus rodillas. Sacó un pañuelo blanco, bordado a mano, de uno de los bolsillos de sus pantalones. Procedió a verter el licor sobre la tela, empapándolo y, tras eso, me miró de una forma un tanto tímida, casi pidiéndome permiso para lo que iba a hacer.
Yo accedí al ofrecerle mi mano derecha y él esbozó una pequeña sonrisa, satisfecho por mi confianza.
¿Por qué actuaba de manera tan desinteresada? Estaba bastante segura de que él también perdería mucho si no aceptaba lo que Choi le había regalado, y aún así ... Ese chico estaba ahí, arrodillado, desinfectando los suaves cortes que había obtenido en la sesión anterior.
—¿El señor Park le hizo esto? —preguntó con la boca pequeña.
Estaba horrorizado, sus ojos lo delataban demasiado.
Aquello me hizo sentir fatal.
—Yo dejé que lo hiciera —respondí, siendo lo más políticamente correcta que pude—. Es mi deber hacer que ustedes se sientan a gusto y ...
—¿Aunque eso implique heridas como estas? —inquirió, sorprendiéndome—. Solo los salvajes tratan así al resto. Es ... Es una barbaridad que permita algo tan monstruoso.
"Si me negara, acabaría mil veces peor"
—Puede marcharse. Nadie le está pidiendo que trate con monstruosidades como estas —le repliqué, más borde de lo que habría querido.
El joven se detuvo, apartando el pañuelo húmedo de mi muñeca. Vi cómo pellizcó su labio inferior con sus incisivos superiores, lamentando sus palabras.
Yo no pude evitar responderle tan cortante. Odiaba cuando los demás intentaban aleccionarme sin saber ni una pizca de mi vida. Todos esos millonarios con los que me relacionaba continuamente se creían con el poder de dar consejos, de ordenar, de hacer y deshacer a su antojo solo por mandar en sus exitosas empresas. Y lo poco que podía hacer al respecto era callar y tragar, como una maldita estúpida.
Puede que, injustamente, hubiera descargado toda mi rabia con la única persona que no me había tratado como un objeto en los últimos meses.
—Siento haberlo dicho así. Yo en realidad no quería ... No quería ofenderla. Lo siento.
No se atrevió a mirarme a la cara, mantuvo la mirada en mi mano, haciéndose pequeño ante mí de pronto.
Por unos segundos, lamenté haberme dirigido a él de aquella forma. No podía reprocharle nada, aunque tampoco él a mí. Supongo que los dos nos percatamos de ello en ese preciso instante.
—No se disculpe. Yo no debería tratarle mal, es mi ...
—Tráteme mal si lo merezco —dijo, envolviendo mi piel con la venda, cuidadosamente—. Todos nos equivocamos. El dinero no me hace intocable, señorita, así que, si tiene que culparme de algo, hágalo.
Sonrió, siendo tan amable que, por unos momentos, no supe cómo reaccionar. Nadie había sido tan limpio y directo conmigo, y ese chico parecía ser más cristalino que todas las personas que me rodeaban en esos días.
Terminó con mi muñeca derecha y se encargó de continuar con la izquierda, sosteniendo mi mano con tranquilidad.
Ensimismada en la delicadeza con la que me curaba, decidí dejar que esa extraña conversación muriera para concentrarme en sus finos dedos, yendo de un lado a otro en silencio. Apenas me di cuenta de que ya estaba acabando cuando carraspeó.
—Lamento el olor a alcohol, pero así cicatrizarán mejor y no dejarán marca —sus pupilas chocaron con las mías al segundo—. ¿Tiene alguno más? Puedo ayudarla ...
—No. No hay nada más —me levanté, un tanto rara por todo lo que había pasado en los últimos diez minutos. Eso hizo que él me imitara, perdido—. Le agradezco esto, pero creo que debe irse antes de que alguien lo eche en falta.
—Le diré a Choi que ... Cumplió. No se preocupe. Me encargaré de eso por usted —añadió, recogiendo su chaqueta de la cama.
Tragué saliva, asimilando lo que ese hombre estaba diciendo. Puede que no sirviera de nada que hablara con Jae sobre lo bien que lo había pasado en mi compañía, pero que sus intenciones fueran las de encubrirme, me hicieron sentir una gratitud sin igual hacia ese misterioso chico.
Sin decir palabra alguna, observé cómo acomodaba la prenda a su torso.
Ciertamente ... Podría haberme controlado, pero no fui capaz.
Agarré el botón más alto de su camisa sin previo aviso, pillándolo desprevenido, y lo desabroché. Noté cómo su aliento se tornó desigual.
—Revuélvase el cabello. Será más creíble que ha pasado algo si su aspecto es más desaliñado —dije, concentrada un sacar el segundo botón de su ojal.
—O-Oh, sí. Tiene sentido —se le escapó una risa nerviosa.
Casi reí yo también. Aquel chico me resultaba tierno, en cierta manera.
Sentí cómo sacudía su pelo, haciendo caso a lo que acababa de decirle. Admito que olía bien, algo de cítricos y vainilla, probablemente.
—Hay cámaras fuera —le informé, alejándome de su fornida figura—. No se fije mucho en ellas y márchese cuanto antes.
—De acuerdo.
Lo miré durante unos segundos, atenta a cómo se sacaba la camisa de los pantalones y no se sacaba el cuello de la misma por encima de la chaqueta, para que todo pareciera mucho más apresurado.
Sabía que se marcharía. Debía hacerlo para que todo transcurriera su curso y nuestro encuentro quedara en el olvido, sin embargo, me obligué a agradecerle por lo que había hecho. Por cómo me había tratado de forma completamente altruista y se había preocupado por mí como nadie lo había hecho en tanto tiempo. Me había dado un diminuto respiro entre todo el caos, y por eso no podía dejar que se fuera sin más.
Me incliné ante él, haciendo una reverencia pronunciada para mostrarle mi agradecimiento a pesar de no haberle hablado de la mejor manera. No quería que se fuera creyendo que lo tomaba por alguien sin corazón que no medía sus palabras.
—Muchas gracias —dije, de corazón.
—Incorpórese, por favor. No hace falta que me agradezca nada —sonaba apurado, así que hice lo que me pedía—. Cualquiera lo habría hecho —hizo una mueca, tenso por mi improvisada gratitud.
—Usted ... —solté un suspiro y clavé la mirada en su semblante—. Usted realmente no sabe la gente que pasa por aquí, ¿verdad?
Su gesto se volvió más serio, comprendiendo lo que quería decir. Esos pequeños moratones o marcas en mis muñecas no eran una verdadera tortura, sino más bien algo por lo que estar agradecida. Normalmente no eran así de considerados con mi cuerpo, y creo que él vio aquel pensamiento al fijarse en mis ojos.
—Puedo ... Puedo imaginarlo —asintió.
—Bien. Espero que sepa con quien hace tratos —volví a reverenciarme—. Tenga cuidado.
—No se preocupe —dijo, quitándole importancia—. E intente que un médico le vea eso.
—Claro.
Una de las normas de estar allí era que los doctores y las medicinas no estaban permitidas, pero no quise decirle una verdad tan espantosa.
—Entonces, me marcho ya —añadió, con los ojos ligeramente turbados.
Era como si supiera que después de cruzar esa puerta, todo iría peor. Yo también tenía ese pálpito.
Se dio la vuelta, pero no dio más que un paso, puesto que se giró de nuevo hacia mí, con ansiedad en el rostro, y me miró a los ojos por unos momentos. Volviendo a la realidad, se metió la mano dentro de la chaqueta, buscando en sus bolsillos interiores hasta que encontró lo que quería.
Me tendió aquel pequeño rectángulo de papel, acompañado de una endeble sonrisa.
—Ahí está mi número. En el caso de que necesitara cualquier cosa.
Yo dudé sobre cogerlo o no. No tenía ni la más remota idea de quién era ese chico, ni siquiera si era de fiar, pero alcé el brazo y cogí su tarjeta. Algo me llevó a hacerlo, a darle un voto de confianza a ese desconocido de ojos amables.
—No le molestaré, pero gracias —eché un vistazo a sus datos.
Solo había un nombre y un número de teléfono móvil en la escueta tarjeta de presentación.
—Úsela si lo cree conveniente —me insistió—. No será una molestia, créame.
Asentí, a lo que él se giró, listo para irse y no volver. Apresurada, volví a leer las palabras que había impresas en tinta negra y las dije en voz alta.
—¿Jeon Jungkook?
El chico paró en seco al oír su nombre salir de mi boca; no llegó a girar el pomo de la puerta. Ladeó la cabeza, mirándome.
—¿Sí? —respondió.
—Gracias por todo, de verdad —repetí.
—De nada ... —ahí comprendió que seguía sin saber mi nombre—. ¿Cómo se llama? Es lo justo ahora que sabe quién soy.
Negué levemente.
—No puedo dar esa información. El señor Choi es muy estricto al respecto.
—Entonces, llámeme. Como una particular. Así no tendrá que rendir cuentas a nadie —me sugirió, sonriendo cada vez más.
Su simpatía era contagiosa, de eso no había duda.
—Puede —le devolví el gesto—. Que pase una buena noche, señor Jeon.
—Solo Jungkook, por favor —abrió la puerta, con sus comisuras alzadas y sus grandes orbes dulcemente empequeñecidos por la sonrisa con la que me obsequiaba—. Y buenas noches a usted también.
Y dos segundos después, el chico que me había tratado como un ser humano en aquel lugar, se esfumó de mi vista, como si nunca hubiera estado allí. Lo único que evidenciaba su presencia en mi cuarto era aquella copa en el suelo, la tarjeta entre mis dedos y aquel particular olor a crítico.
Jeon Jungkook ... ¿Quién se supone que eres?
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Bienvenid@s a Answer 😊
Espero que este primer capítulo os guste y le deis mucho apoyo a la historia
Lamento haber tardado tanto en actualizar esta novela y también por no haber subido nuevo capítulo de Frígida, pero prometo que en unos días habrá uno 💙
Compartid mucho y aseguraos de tener la versión correcta de Frígida en vuestra biblioteca quienes leáis la historia (ya sabéis el follón que tuve que Wattpad: borró la novela y tuve que re-subirla desde el principio 😑). Lo digo porque hay gente que todavía no se ha enterado :(
Ahora sí, pasad buen día/noche y rezad por que los chicos saquen fechas en vuestros respectivos países 😅 Yo espero que vengan a España aunque por esas fechas estaré con las exámenes finales de la universidad 🤷🏻♀️😂
Btw, síganme en Twitter e Instagram como @jungkookiegotme ♡♡
Os quiere, GotMe 💙
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