Capítulo 9
Pasado...
Yo estaba en mi cuarto, enterrado bajo las cobijas de mi cama. Luego Neru había llegado para sentarse a mi lado y acariciar mi espalda y cabeza.
-Lenny, todo va a estar bien, cariño -decía.
Besó mi cabeza casi toda la noche, acarició mi cuerpo mientras me abrazaba. No pude parar de llorar por más que quise. Lloré hasta que simplemente ya no pude.
-Debí llegar a tiempo -dije. Abracé a mi novia, esperando su consuelo.
Ella simplemente siguió abrazándome, sin decir ni una palabra. Ya la había hecho sufrir bastante. Estuve casi una hora lanzando insultos a mí mismo, diciéndome que todo había sido mi culpa.
Presente...
Despierto. Ocho y media de la mañana. Me visto y trato de peinar mi cabello, que ya está más largo que de costumbre. Ya me llega un poco abajo de los hombros.
Observo mi reflejo en el espejo del baño. Me veo horrible, tengo ojeras, y las bolsas debajo de mis ojos no ayudan en nada para mejorar mi aspecto. Por otro lado, también inspecciono las marcas en mis brazos. Son más rojas que nunca, y hay sangre seca pegada a mi piel.
Lavo los cortes con agua tibia. Después me coloco un par de vendas en los brazos y me coloco un suéter de manga larga.
Al salir de mi habitación, al pie de la escalera, se encuentra una nota de mi madre.
Cariño, tuve que salir temprano. Te dejé el desayuno en el refrigerador. Volveré tarde, no te preocupes. Tu padre volverá temprano para estar al pendiente de ti.
Te quiero. Mamá ❤️
Suspiro. Doblo la nota de papel y la guardo en mi bolsillo. Al bajar las escaleras me dirijo a la cocina y tal y como dijo mamá, hay arroz en el refrigerador y un poco de la comida de ayer. Decido comer solo el arroz. En lo que lo caliento en el microondas, me siento en la mesa.
Hace un año, estaría muy feliz de tener la casa para mí solo. Me encantaba ponerme a tontear en la sala o cantar a todo pulmón sin miedo a que alguien se burle de mi voz tan desafinada. Pero ahora no me nace hacer nada de eso. Por alguna razón, prefiero quedarme en silencio.
Lo que me saca de mis pensamientos es el sonido del microondas avisándome que está lista mi comida. Me sirvo un vaso de leche y me pongo a comer.
Probablemente extraño la soledad acompañada de mi familia. Es decir, hace algunos años jamás habría sentido miedo de que alguno de mis familiares no volviera. Ellos siempre lo harían después de todo, yo nunca dudé de eso. Pero ahora... Me invade un miedo terrible.
Cierro mis ojos y me concentro en la comida. El arroz ya se puso frío apesar de que no lo dejé esperar mucho tiempo. Aún así, me lo como. Cuando termino lavo el plato sucio y los cubiertos y agarro mi mochila. Se me hace un poco tarde para el trabajo, como es sábado, mi horario comienza a las diez y termina a las cuatro.
Afuera, el día se ve bastante soleado. Mientras camino por las calles solitarias, escucho un mensaje que proviene de mi teléfono. Saco el aparato y me pongo a leer lo que dice.
Mei 💕: Len cariño, ya vienes para acá?
Voy en camino.
Pasó algo?
Mei 💕: nada, solo necesito alguien que me pueda ayudar a mover el piano pero olvídalo.
Me quedo pensando y después de un rato, se me ocurre una idea.
Mei, creo que ya te conseguí cargadores.
Mei 💕: enserio?
Mei 💕: te espero acá entonces
Realizo un par de mensajes y listo, mis amigos vienen en camino.
Al llegar a la tienda, Mei está limpiando el piano con un trapo de microfibra.
-¡Len, que bien que llegas! ¿Vienen tus amigos?
-Llegarán en un rato -digo, buscando a Rin con la mirada. Está agachada al lado del mostrador, limpiando. Cuando me ve, sonríe y se levanta-. Buenos días.
-Buenos días -dice.
Hoy no lleva su largo abrigo, en cambio, lleva un pantalón y una blusa amarilla pastel. También lleva su listón blanco.
Antes de poder decir otra cosa, la campana de la entrada nos avisa que llegó alguien. Volteamos y tal y como lo imaginé, eran Kaito, Rinto y Gakupo.
-¡Hola! -saludan mis amigos.
-Hola, mis niños, ¿cómo están? -dice Mei, acercándose a ellos para besar sus mejillas.
-Bien, señorita Mei, ¿y usted? -le pregunta Kaito.
-Muy bien. Gracias por venir a ayudarnos, va a ser un día algo pesado. ¿No quieren comer algo en lo que esperamos?
-No, muchas gracias, señorita Mei -le dice Kaito. Luego voltea a verme. Tiene las mejillas más rosadas de lo habitual, y antes de hacer contacto visual conmigo, su mirada se desvía hacia Rin, quién está detrás de mí, en silencio.
-¿Y esta bella chica? -dice Rinto, acercándose a Rin.
Rin se le queda viendo de pies a cabeza y retrocede un paso. Rápidamente me pongo a su costado y coloco mis manos en sus hombros.
-Ella es Rin, va en nuestra escuela -me apresuro a decir.
-¡Ah, tu eres la genio de tercer año! -dice Kaito, empujando a Rinto para poder acercarse a Rin-. Pues yo soy Kaito y el pervertido ese es Rinto.
-Y yo soy Gakupo. Es un gusto -dice Gakupo, estrechando la mano temblorosa de la rubia.
-También es un gusto -responde, tartamudeando-. Gracias por venir a ayudarnos.
-No hay de qué, linda -habla Rinto, estrechando su mano con la de mi amiga, quien sonríe nerviosa.
-Oye, oye, déjala, la estás incomodando -. Kaito aparta a Rinto de Rin-. Perdonalo, el tarado se cayó de chiquito y ahora le falla la cabeza.
Rin suelta una carcajada. Yo suelto sus hombros, al notar que ya no está tan tensa.
-No te metas, idiota -dice Rinto, en tono "amenazante".
-Bueno, niños, ya dejen de pelear por favor -los detiene Mei-. El maestro Kiyouteru llegará en una hora, si quieren pueden hacer lo que gusten en lo que esperan. Estaré resolviendo asuntos pendientes en mi oficina.
-Claro, señorita, no se preocupe, aquí esperamos -dice Gakupo, mientras separa a Kaito y a Rinto, que ya se están peleando.
-Y no peleen más. Hay una dama presente, sean caballerosos. Me avisan cuando llegue el maestro.
Todos le decimos que sí y Mei se va a su departamento. Mientras tanto, Rinto y Kaito siguen discutiendo, Gakupo intentando separarlos.
Volteo hacía Rin y ella está sonriendo, divertida al verlos discutir.
-Discúlpalos, ellos son así todo el tiempo. Parecen perros y gatos...
-Son divertidos -me dice Rin, sonriendo.
Parece que Rin se ha vuelto experta en hacerme sonreír. Se ve hermosa cuando sonríe, así que no puedo evitar contagiarme cada vez que la miro.
-Ya, ya, ya basta, par de pendejos. ¿No les da vergüenza comportarse como verduleras frente a Rin? -exclama Gakupo.
Solo así, los dos detienen sus insultos y voltean a vernos.
-Perdón, Rin. No vuelve a pasar -se disculpa Kaito.
-No se preocupen, chicos -dice Rin en un tono de voz bajo-. Estaré inspeccionando el piano para ver qué todo esté en orden. ¿Por qué no se sientan a ver una película o algo?
Asentimos y Rin se dirige al piano. Después mis amigos siguen en su pelea en un tono más bajo, y Gakupo y yo solo nos quedamos viendo, sentados en el mostrador.
-Ay, estos estúpidos. Parecen ratas peleándose por pan -me dice Gakupo.
-Sí. Son unos tontos.
-¿Quién diría que se besaron en la fiesta en la que conociste a Neru?
-Sí... Espera... ¡¿Qué?! -digo, casi saltando del mostrador.
-Ah... ¿No te lo había dicho? De seguro se me olvidó -menciona Gaku, subiendo los hombros.
-¡¿Cómo se te pudo olvidar decirme algo tan... tan importante! -escupo. Dirijo mi mirada a mis amigos, quienes siguen discutiendo, esta vez un poco más relajados.
-No fue la gran cosa tampoco, ¿eh? Cuando te fuiste con Neru, los tres estábamos en el jardín y ya sabes que estos dos estaban borrachos. Pues yo estaba de niñera y comenzaron a hacerse retos pendejos y pues... Se besaron -dice mi amigo, riéndose-. Lo bueno es que nadie los vio, solo yo. Hasta la lengua se metieron y todo.
-¿Enserio? -pregunto.
-No, los dos terminaron vomitando en el jardín.
-Ah, qué alivio -digo, en medio de un suspiro-. Kaito se merece algo mejor...
-Sí. Además, como estaban tan borrachos, ni se acuerdan de que eso pasó.
Mientras tanto, Kaito y Rinto se dan la espalda y Rinto camina hacia Rin, quien inspecciona que las teclas estén afinadas.
-Míralo. ¿Cuándo dejará de molestar a las chicas? -pregunta Kaito, acercándose a nosotros-. Me dan ganas de escupirle en la cara a ese tarado... No tiene ni un poco de dignidad. Pero bueno, al menos podemos golpearlo si se pone a decir sus poemas absurdos.
Observo que Rin está platicando con Rinto, y no se ve incómoda. Al contrario, se ríe, de seguro por las estupideces que le está contando mi amigo. Acto seguido, suena una hermosa melodía en el piano. Rin está tocando algo que desconozco.
Volteo y veo a Gakupo y Kaito escuchando sorprendidos.
-¿Sabe tocar el piano? No podía ser más perfecta -dice Kaito. Gakupo asiente-. Gakupo, es tu oportunidad... Es linda, talentosa.
-Espérate -interrumpo-. Gakupo acaba de pasar una ruptura...
-¿¡Y eso qué tiene!? ¡Rin es una persona excelente! Mi amigo se merece una chica así.
Solo puedo fruncir mi entrecejo mientras miro a Rin hablando con ese tarado de Rinto.
-Bueno, tienes razón... Pero...
-Oigan, no hablen como si no estuviera aquí -nos interrumpe Gakupo-. Gracias por la sugerencia, Kaito, pero Len tiene razón. No quiero tener ninguna relación por ahora.
En ese momento, suena el timbre de la entrada. Está parado el maestro Kiyouteru, con ese aire ceremonioso y de superioridad que lo caracteriza. En cuanto lo veo, me pongo de pie y me dirijo hacia él. Mis dos amigos hacen los mismo en automático.
-Buenas tardes, maestro, bienvenido -digo. Mis amigos también saludan, confundidos.
-Buenos días, querrás decir. Lo lamento, me surgió un imprevisto y por eso tuve que adelantar mi visita. Espero que no haya ningún inconveniente si me llevo el piano antes -dice el maestro, checando su costoso reloj.
-Por supuesto que no, señor. Pase, por favor.
La pieza que interpreta Rin todavía no deja de sonar. El maestro se da cuenta y sigue el sonido. Nosotros también lo seguimos hasta llegar al piano de cola que esta misma tarde dejará de estar en exhibición.
Ni Rin ni Rinto se han dado cuenta de la presencia del maestro. Este, por su parte, escucha, con los hombros cruzados, recargado en la pared.
Por otro lado, Rin tiene los ojos entrecerrados, sin dejar de tocar. Es algo hermoso, y en su rostro yace una sonrisa. Rinto es el que se ha dado cuenta de la presencia del maestro Kiyouteru.
Mis amigos y yo solo nos quedamos callados. El maestro observa a Rin, con seriedad. Aunque también puedo ver que sus ojos ya no se ven tan fríos como hace unos momentos.
Al finalizar la pieza, Rin, por fin, sale de su mundo y mira a su alrededor. Su sonrisa desaparece al ver al maestro. Todos estamos más silenciosos que el mismísimo silencio.
Rin se levanta rápidamente y el maestro se acerca a ella, prudentemente.
-Mozart, ¿eh? -dice el maestro. Forma una sonrisa ligera en su rostro-. Fue un buen sonido, bastante claro.
Rin no voltea a verlo, solo mira hacia un lado.
-Gracias -dice Rin. De inmediato camina hacia las escaleras-. V-voy a decirle a Mei que acaba de llegar. Ahorita vengo.
Rin sube las escaleras con rapidez y nosotros solo nos quedamos en silencio.
-He mandado pedir un camión. Estará aquí en diez minutos -dice el maestro, acomodando sus gafas elegantemente. Su mirada fría regresa.
-Claro,maestro. Siéntese si gusta, por favor. ¿No quiere un vaso de agua? -pregunto.
-Tendré que declinarlo, joven. Por favor, no estén tan preocupados.
Por esa declaración permito relajarme un poco. Mis amigos también dejan de estar tensos.
-La dama Mei me dijo que tú tocas violín, ¿no es así? -me pregunta el maestro.
-Sí, señor. Hago el intento.
-Me gustaría escucharte algún día. Estaré en el auditorio de la ciudad.
-Ah, gracias, maestro.
En eso, llega Mei, escoltada de una cabizbaja Rin.
-¡Buenos días, maestro! Disculpe la demora.
-No se preocupe, señorita Mei -dice Kiyouteru-. A su empleada le sobra el talento.
-Ah, ya se dio cuenta. Mi Rin es la mejor pianista de este lugar.
Yo sigo con la mirada a Rin, quien solo se dirige hasta el almacén.
-Rin, cariño, ¿a dónde vas? -le pregunta Mei, con preocupación en el rostro.
-Tengo que ir a ordenar unas cosas en el almacén. Discúlpenme -dice sin dirigirnos la mirada.
-Está bien, linda -. Mei carraspea-. Bueno, podemos comenzar a subir el piano, si gusta, maestro.
-Concuerdo con usted.
Se escucha el sonido de un camión estacionado afuera de la tienda. Mis amigos se acercan al piano, conversando con el maestro. Yo, en cambio, miro el almacén en donde se ha encerrado Rin.
-¡Ven a ayudarnos, flojo! -me grita Rinto.
Cuando hemos subido el piano a la camioneta, Kiyouteru nos agradece y se pone a platicar con nosotros sobre sus conciertos. Aprovechamos a tomarnos una foto todos juntos con la cámara de Mei.
-Esperen, faltó Rin, está en el almacén.
-Me temo que ya no puedo esperar más tiempo. Tengo que retirarme. Muchas gracias por su ayuda, muchachos. Y también a usted, señorita Mei -. Kiyouteru besa la mano de Mei-. Estaré viniendo.
-No hay de qué, señor -dice Mei, sonrojada.
Mis amigos se despiden entusiasmados del maestro, dándole palabras de aliento para su próximo concierto.
Kiyouteru se sube en sus auto y conduce con la camioneta siguiéndole.
-Bueno, ya es hora del almuerzo. ¿Qué les parecen unos fideos? -dice Mei con alegría-. Yo los invito.
-¡Señorita Mei, es un ángel! -exclama Kaito.
Los cuatro platican animados, y yo me alejo silenciosamente. Me dirijo al almacén, donde Rin está encerrada. Toco antes de entrar.
-¿Puedo pasar? -. No recibo respuesta. Recargo mi cabeza en la puerta y escucho un ligero sollozo-. ¿Rin?
-¡Oye, Len! ¡Vamos por unos fideos! ¿Vienes? -me pregunta Gakupo, que está detrás de mí. Al escuchar los sollozos de Rin al otro lado de la puerta, asiente-. Volvemos en un rato.
Después se voltea y veo a través del cristal cómo los cuatro caminan animadamente mientras platican.
De inmediato, abro el almacén y me encuentro a Rin tirada en el suelo con los ojos llenos de lágrimas.
-Oye...
Me siento a su lado y ella se seca frenéticamente las lágrimas. Tiene la cara roja y aunque se seque las lágrimas siguen saliendo más.
-¿¡Por qué no me dejan en paz!? -exclama, golpeando la pared-. ¡No dejan de molestarme! ¡Los odio!
Ella esconde su cabeza en el hueco entre sus rodillas. Después, levanta su rostro frenéticamente
-¿¡Qué tengo qué hacer para que me dejen tranquila!?
Por un par de minutos sigue llorando. No puedo evitar compararla con mi crisis de ayer, en la que no podía gritar y tuve que tapar mi rostro con una almohada. Miro el brazo de Rin, que tiene marcas rojas de dientes. De seguro se mordió para que sus sollozos no pudieran ser escuchados.
-Por favor, no te lastimes -digo, apoyando mis manos en su espalda. Instintivamente acaricio su cabello. Siento los temblores de su espalda muy fuertes, y sé que trata de detener sus lágrimas.
Me es inevitable sentirme identificado. Muy probablemente, Rin es una persona que, al igual que yo, sufre en silencio.
-Lo siento... -se disculpa, entre lágrimas.
-No pasa nada, Rin. Solo cálmate. Ya no te lastimes, por favor.
Después de unos minutos de consolarla y acariciar su espalda, ella finalmente deja de llorar.
-¿Mejor?
Ella asiente.
-Por favor, Rin.. necesito saber qué está pasándote. No es normal que cada que veas a ese hombre te pongas así -digo tomando sus manos-. ¿Te hizo daño? ¿Te tocó o golpeó?
Ella niega, con los ojos cerrados. Una lágrima se resbala de su ojo izquierdo.
-¿Entonces qué es? Solo quiero entenderte. Quiero ayudarte.
-No te puedo decir. No puedo -murmura.
-Necesito comprenderte para saber cómo ayudarte -. Aparto los mechones que cubren su rostro-. Déjame entenderte, aunque sea un poco.
-No puedo...
-Está bien, no me lo digas -murmuro-. Omite lo que no quieras contar. Te escucharé. Por favor, solo explícame... Quiero ayudarte.
Rin se seca las lágrimas que resbalaron de sus ojos. Se levanta y camina hasta las escaleras. Por mi parte, la sigo en silencio.
-Hace poco me pasó algo muy vergonzoso -dice, sentándose en las escaleras-. Por eso me corrieron de casa. Me expulsaron de la escuela.
Yo me siento a su lado. Ella no me mira, tiene los ojos clavados en el suelo.
-Kiyouteru fue mi profesor desde los siete años. Al final decidí irme a otro pueblo -dice, con la mirada perdida-. Nadie me extrañaba, ni nadie lo haría. Ahora estoy tratando de olvidar todo lo que pasó aunque no puedo.
Ella por fin me mira, con los ojos inyectados en odio e impotencia.
-Él me recuerda a ese pasado. Y yo le dije que no quería verlo nunca más... Le rogué de rodillas que no me buscara, que me dejara en paz, pero ahora viene hasta aquí.
Abraza sus hombros.
-¿Qué tan miserable tengo qué ser para que Dios se apiade de mí?
Cierra sus ojos. Tomo sus manos entre las mías y ella me observa asombrada, con esos ojos tan cristalinos.
-No te tienes de qué preocuparte -digo. Aprieto su mano-. Ya no volverá a partir de hoy.
-Lo hará. Sé que vino a buscarme. Lo veo en su rostro -dice. Suelta mi mano y se levanta-. Te agradezco que me hayas escuchado, pero ya dije demasiado. No quiero que me vuelvas a cuestionar de mi pasado, ¿de acuerdo? -aunque suena amenazante, sigue teniendo ese rostro amable. Me permito suspirar y alegrarme en mi interior por ver que la he tranquilizado.
-Está bien -asiento-. Tu me lo dirás cuando sea adecuado, y yo esperaré. Por ahora vamos a ordenar el almacén, córrele. Y lávate la cara que no me gusta verte llorando. Anda.
Ella sonríe un poco. Camina al baño y lo cierra. Yo me quedo parado como bobo.
Ahora me queda claro que Kiyouteru y Rin se conocen. Es por eso que ella lo evita a toda costa. Ese pasado que desconozco de Rin cada vez me causa más inquietud.
¿Cuál fue esa cosa tan "vergonzosa" que le sucedió a esta chica?
Rin regresa del baño con la cara limpia y ambos nos ponemos a ordenar el almacén mientras hablamos de temas triviales.
-Tus amigos me agradan -me dice, sin dejar de limpiar-. Son divertidos.
-Son unos idiotas. Eres bienvenida al grupo de idiotas cuando quieras -respondo, formando una sonrisa.
-Miku me dijo que Kaito y ella solían ser amigos. Aunque ya no se hablan por temas de tiempo y cosas así.
-Sí, Kaito me llegó a decir eso.
Rin asiente. Seguimos limpiando en silencio hasta que ella habla.
-Tu novia me habló ayer.
Abro los ojos de la impresión y me quedo helado.
-No pasó nada. Simplemente me dijo que me alejara de ti, en resumen, dijo cosas bastante posesivas sobre ti.
-Lo lamento. Ella no te lastimó, ¿verdad?
-No, estoy bien. De alguna manera, le molesta mucho que yo hable contigo. Estaba muy enojada.
Siento decepción de Neru. Su desconfianza está involucrando a más personas, incluso a Rin. Ella no tiene nada qué ver.
—Si te molesta, dímelo —le digo, colocando mi mano en su hombro.
—No te preocupes, yo estoy bien. Lo que me preocupa es que ella no te deja tener una vida normal, desde mi punto de vista.
Después se voltea para seguir limpiando. Suspiro. No quiero que nadie me diga lo que yo ya sé.
—Tanto ella como yo hemos pasado por cosas muy difíciles —digo—. Todo el mundo me dice lo mismo, y si no te importa, me gustaría que no volvieras a mencionarlo.
Ella asiente, sin mirarme.
—Tienes razón, no volverá a pasar. En fin, cambiando de tema, ¿qué harás hoy en la tarde?
—Pues pensaba salir con Neru.
—Ah, ya veo —dice. Luego me voltea a ver, con una sonrisa—. Será mejor que vayas preparando mi regalo de cumpleaños, eh.
—Sí, sí, ya sé. ¿Qué quieres que te regale?
—Ese es tu asunto, se supone que tiene que ser una sorpresa —. Sale del almacén, yo voy detrás de ella.
—No soy muy bueno con los regalos —digo. Me rasco la cabeza y ambos nos sentamos en las escaleras.
—Cualquier cosa está bien.
La campana de la entrada suena. Gakupo y Meiko vienen cargando un par de platos con fideos chinos. Rinto y Kaito vienen atrás de ellos, platicando. Rin y yo nos acercamos para ayudar a cargar los platos.
La hora restante estuvimos comiendo. Todos platicábamos y nos la estábamos pasando bien. Al finalizar, Mei nos agradeció por nuestra ayuda y nos regaló galletas de vainilla.
Mis amigos terminaron yéndose, y yo me quedé con Mei y Rin para limpiar.
—Limpiaré la mesa. Tú recoge los platos —me dice Rin.
Tal y como ella me dijo, recojo los platos de unicel y los tiro a la basura, sin embargo, me percato de que el plato de Rin está casi lleno.
—Oye, Rin, ¿no quieres que guarde tus fideos para que los termines en casa? —grito.
—No, así está bien, gracias. Quédatelos si los quieres —me responde, limpiando la mesa.
Asiento. Los meto al refrigerador de Meiko, ya que yo tampoco tengo muchas ganas de comerlos.
Cuando todo está limpio, Mei nos agradece a Rin y a mí y ambos nos despedimos.
—Adiós, Len. Ten cuidado.
Rin se da media vuelta y camina lentamente por la banqueta, en dirección a su hogar. Yo me quedo observándola como un tonto. Se ve tan pequeña en contraste con la ciudad.
—Te gusta, ¿verdad? —. Mei está a mi lado, observándome. Tiene una risita pícara.
—¡No, claro que no! —exclamo—. Solo... me preocupa.
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