Capítulo 8
Presente....
Sigo caminando al trabajo con un poco más de tranquilidad. Lejos de sentirme incómodo, me alegraba que Kaito se hubiera abierto de esa manera conmigo. Digo, estuve shockeado por el beso, pero eso quedó opacado con la situación de mi amigo.
Sí, ahora todo tenía sentido. Siempre amable solo conmigo, sus celos hacia Neru... Me entristece no poder corresponder sus sentimientos.
-¿En qué piensas? -pregunta una voz al lado de mí. Volteo y es Rin, quien camina a mi lado.
-Nada -respondo-. ¿Desde hace cuánto me sigues?
-Desde hace mucho, Len. Te saludé y no respondiste.
Ella sigue caminando. Trae su abrigo, como siempre, aunque esta vez noto que lleva un llavero de gatito en su bolso.
-Perdón -murmuro-. ¿Y eso? -pregunto señalando el llavero.
-Me lo regaló Miku -dice, sonriendo-. Hoy es mi cumpleaños.
-¿Enserio? -pregunto. Me siento culpable de no haberla felicitado.
-No -dice, soltando unas cuantas carcajadas-. Solo me lo regaló sin motivo.
-Oye, ya estaba por felicitarte.
-Aún así, mi cumpleaños es el 27de diciembre, así que ya está cerca, ¿eh?
-Wow, el mío es el 28.
-Veo que tenemos más en común que nuestros apellidos.
Al llegar a la tienda, encontramos un auto lujoso estacionado. Nos sorprendemos al ver a Mei hablando con un hombre. Él tiene la cabellera castaña y lleva unos lentes que le dan aire intelectual. Lleva un traje negro, hecho a su medida.
Rin y yo entramos en silencio.
-Ah, señor Kiyouteru, estos son mis niños -. Meiko nos agarra del hombro a ambos, haciéndonos mirar al señor, quien es bastante alto-. Ella es Rin, y él es Len.
-¿Son hermanos? -pregunta, con voz sería y grave.
-No, no. Ellos trabajan aquí. Son muy listos y trabajadores. Rin es muy hábil en el piano, y Len en el violín. Debería escucharlos algún día, maestro.
¿Maestro? Kiyouteru... Ese nombre lo he escuchado en un lado. Divago por la ventana, y miro un cartel afuera del local.
GRAN CONCIERTO PARA PIANO
HIYAMA KIYOUTERU
PIANISTA, DIRECTOR DE ORQUESTA
14 de diciembre, 22 horas
P. I. Tchaikovsky - concierto para violín en Re Mayor.
-Movimiento 1, Allegro assai
Solista: Hiyama Miki.
S. Rachmaninoff -Concierto para piano no. 2 en Do menor, Op. 18.
-Movimiento 1, Moderato .
Solista: Hiyama Kiyouteru.
F. Chopin -Balada no. 1 en Sol menor, Op. 23.
°~°~°~°
Hiyama Kiyouteru... Sí, el gran pianista. Lo reconozco porque una vez fue a dar una masterclass a mi escuela de música. Yo no asistí, obviamente porque no soy pianista. Por lo que he escuchado, tiene una gran trayectoria.
-Un placer, muchachos -dice Kiyouteru, extendiendo su mano ante mí. Yo lo acepto con rapidez, emocionado por conocer un músico de su calibre.
-¡Mucho gusto, señor! -añado, mientras sonrió.
Espero ver esa misma emoción en Rin, no me sorprendería que conociera el nombre de este señor. Pero al voltear a verla, lo único con lo que me encuentro es con el rostro lleno de terror de Rin.
Kiyouteru extiende, de igual forma que lo hizo conmigo, su mano ante mi compañera. Ella aprieta los labios y frunce las cejas , y después de un rato, aprieta la mano del maestro con rapidez.
-Igualmente -murmura Rin.
-¡Pero bueno, ¿qué es lo que está buscando, maestro?! -pregunta Mei, al notar la incomodidad entre esos dos.
Kiyouteru carraspea y después se dispone a hablar.
-Como sabe, tendré un concierto en unas semanas. El problema es que mientras venía de Estados Unidos hasta acá, unos idiotas desmantelaron mi piano en la aduana.
Yo sigo escuchando atentamente, sin embargo, Rin ha caminado a otro lado de la tienda. Está ordenando libros en una estantería dándonos la espalda.
-El problema es que mi agencia está teniendo problemas para enviarme otro de mis pianos, por lo que me veo en la necesidad de escoger un piano local. Y, el que tienen en el auditorio... No es precisamente adecuado.
Sé a lo que se refiere, estuve un par de veces en el auditorio, dando recitales, y sí, el piano es, además de desafinado, roto, le faltan varias cubiertas a las teclas y algunas ni siquiera suenan.
-Pensé que podrían repararlo, pero eso llevaría su tiempo, además de que no quiero depender de ese, por cualquier emergencia.
Kiyouteru avanza un par de metros hasta dar con la exhibición de pianos, en donde solo tenemos dos. Uno, es el que siempre usamos Rin y yo para tocar música, un piano de cola Yamaha. Y el otro, es más pequeño y vertical, de la misma marca.
-Asi que, en vista de que es la única tienda decente de música, vine a parar aquí.
-¡Sí señor, ha venido al lugar correcto! -dice Mei, caminando al lado del maestro-. Mire, tenemos estos dos, están en buenas condiciones...
Mientras Mei sigue hablando con el visitante nuevo, yo me acerco a Rin. Ella sigue ordenando libros, con el ceño fruncido.
-¿Qué gana viniendo aquí? -la escucho murmurar.
Me acerco a ella, y palmeó su hombro para que ella sepa que estoy ahí. Sin embargo, voltea con brusquedad y aparta mi mano con fuerza.
-Ah, eres tú -dice, con esa expresión fría de siempre. Últimamente estoy acostumbrado a ver su sonrisa más seguido, por lo que ver su rostro serio nuevamente me da escalofríos.
-¿Estás bien? -pregunto, ignorando que me acaba de empujar.
-... Sí, ¿por qué no debería estarlo? -dice, luego de tragar saliva.
-Bueno, pues parece que no te agradó el nuevo cliente -digo, tomando un trapo para ayudarle a limpiar-. ¿Te ayudo?
-Sí -responde. Luego seguimos limpiando en silencio, y centrando mi atención en sacudir el polvo de los libros, dándome cuenta de que ninguno está realmente sucio. Todo fue una simple excusa para huir.
La miro de reojo, y noto que su expresión seria ahora es una de pura tristeza. Sus ojos están aguados y a punto de derramar lágrimas. Sigo limpiando, volviendo a centrar mi atención en el estante de libros.
Finalmente, escucho un ligero sollozo. Esta vez volteo con rapidez, viendo las lágrimas descender de sus ojos lentamente. No sé qué hacer al respecto. Solo atino a acariciar su espalda en un intento por animarla, ella solo se estremece. Aún así, no hace nada para apartarme.
Después de un rato, tomo su mano para tranquilizarla. Está temblando y respira de forma agitada. Reconozco perfectamente lo que pasa porque yo mismo lo he vivido. Es un ataque de ansiedad. Me sorprende que ella hace lo posible por no hacer ruido, para no alterar a Meiko, quien todavía está hablando con el maestro.
-Tranquila -murmuro. La abrazo de los hombros, no sin antes sentirla estremecerse-. Tranquila, te llevaré a que tomes aire.
Ella asiente, tratando de formular lo que interpreto como "está bien". Subimos las escaleras con cuidado, hasta el apartamento de Meiko. Cuando estamos ahí, hago que se siente en un sofá y abro la ventana, buscando que entre aire.
Ella trata de regular su respiración nuevamente, y solo me quedo a su lado, todavía tomando su mano. Gradualmente va respirando más lento, hasta regularse. Se limpia las lágrimas con su mano izquierda, sin soltarme aún.
-Perdón -susurra.
-No te preocupes -digo, con voz calmada-. ¿Te sientes mejor?
-Sí -responde, respirando un poco más normal. Traga saliva y luego me mira, con los ojos rojizos por las lágrimas. Siento un poco de dolor en el pecho al ver esos orbes azulados así-. No puedo controlarlo.
-No te preocupes. Así pasa, a veces, Rin. No es tu culpa, no tienes que disculparte por eso.
-Gracias.
Nos quedamos un rato más así, con las manos entrelazadas, sentados en el sofá naranja de Mei. Pasan varios minutos hasta que ella puede recuperar la compostura nuevamente.
-Eso debió asustarte -dice, forzando una sonrisa-. Discúlpame.
-Otra vez disculpándote. Está bien, no hay ningún problema. ¿Estás mejor?
-Sí, mucho mejor -dice, esta vez sonriendo de verdad. Por instinto también sonrío-. Ya deberíamos volver.
-Sí, tienes razón -. Me levanto, pero ella no-. ¿Qué? -seguido, veo que nuestras manos todavía siguen entrelazadas. Rápidamente la suelto y siento mis mejillas ardiendo-. No me acordaba, discúlpame.
-Ya... volvamos -. Se levanta, en medio de una risita.
Los dos bajamos nuevamente, encontrando a Mei, quien sigue hablando con el maestro. Ella se ve bastante contenta, de seguro es alguien a quien admira mucho. Cuando se da cuenta de nuestra presencia, ella camina hacia nosotros con rapidez.
-Escuchen niños, esto es sumamente importante: ¡el maestro nos ha comprado el piano grande!
-Me alegro, Meiko -le digo. Luego volteo a ver a Rin, quien se ve más calmada, aunque todavía mira con seriedad al maestro.
Me queda claro que por su comportamiento, lo conoce y no es precisamente de su agrado.
-Señorita Mei, estaré viniendo mañana por el piano.
-¡Claro, señor!
-Entonces, eso es todo -Kiyouteru estrecha su mano con Mei-. Nos vemos mañana.
Luego, se acerca a mí y a Rin para despedirse.
-Adiós, muchachos.
Estrecha su mano conmigo, y cuando se dirige hacia Rin, ella toma su mano con desdén. Hasta ese momento, el maestro se había comportado bastante serio, pero al momento de tomar la mano de mi amiga, se mostró un poco triste. Por otro lado, Rin tenía la mirada baja. Como negándose a enfrentarlo.
Kiyouteru sale, con esa misma expresión en su rostro. Por la ventana, vemos cómo se sube en su auto lujoso y desaparece entre las calles.
-Bueno, ¿ya comieron, niños? ¿Tienen hambre? -nos pregunta Meiko, evadiendo lo que acaba de pasar.
-Yo no tengo hambre, Mei -dice Rin. Suspira, y cambia su expresión a una un poco más relajada.
-Yo tampoco -digo, para aligerar el ambiente.
-Saben, últimamente me he sentido muy cansada. Y mi amiga me recomendó ir al Spa, así que creo que sería lo mejor si me relajo. Por hoy cerraré la tienda, es más que suficiente con la venta que tuvimos -dice Mei, emocionada-. Descansen por hoy, mis niños.
-Si quiere -habla Rin, tragando saliva- nosotros podemos cuidar la tienda en lo que usted hace sus actividades, señorita Mei.
-No te preocupes, Rin -. Mei toma su bolso del mostrador y se dirige hacia la puerta-. Vámonos. Creo que nos merecemos un descanso.
Salimos de la tienda. Meiko la cierra con llave y Rin y yo nos quedamos parados afuera de esta. Mei detiene un taxi que va pasando y se sube en este, no sin antes, despedirse con un besito en nuestras frentes.
Ahora, estamos Rin y yo solos, de pie en la banqueta.
-¿Qué harás con tu tiempo libre? -pregunto.
-No sé -encorva los hombros-. ¿Y tú?
-Creo que voy a aprovechar para hacer las tareas pendientes.
-Deberia hacer lo mismo que tú.
Ella tiene la mirada perdida. Sus ojos divagan en el cielo, que está un poco nublado.
-Si no tienes a dónde ir, puedes venir a mi casa. Podemos hacer los trabajos juntos, si quieres -propone, tímidamente.
-Eso estaría bien -digo-. Eres la más inteligente de la escuela, así que podrías explicarme lo que no entienda -bromeo, ahogando una risa.
-No es así de fácil, tonto -dice ella, con los brazos cruzados-. La tutoría cuesta 500 yenes la hora.
-¿Entonces solo me invitas a tu casa para sacarme el dinero?
-Si lo ves así, sí.
Los dos caminamos, en un silencio que inspira tranquilidad. Mi día está de locos. Hoy pasó de todo, mi novia más amable que de costumbre, la confesión de Kaito, un cliente en la tienda después de tres días y mi amiga con una extraña actitud más misteriosa de lo normal. Y apenas son las cuatro de la tarde.
-¿Compusiste algo nuevo? -me pregunta, siguiendo el camino.
-Estuve muy ocupado, pero prometo que haré algo pronto -contesto.
-Más te vale que te apures, si no, nos vamos a aburrir en la tienda mañana.
Asiento. Los dos llegamos hasta su edificio, que como es de esperar, está rodeado de basura.
El asqueroso tipo de la entrada está ahí, como siempre. Tiene una revista con mujeres semidesnudas que ni siquiera tiene la decencia de ocultar ante nosotros.
-Ah, señorita Rin. Hoy vienes temprano, ¿no, linda? -pregunta, levantándose de la silla en la que está sentado.
-No. Solo soy un fantasma, idiota -dice con amargura Rin. No nos queremos detener, pero el tipo tiene que abrir las rejas del lugar.
-Y viene tu novio otra vez, ¿eh? -murmura el tipo, en medio de una risa desagradable -. Deberías proteger a tu novia más seguido, muchos hombres deben desearla -. Mira con morbo las piernas de Rin. Por primera vez, agradezco que tenga ese abrigo tan grande para que este animal no pueda darse ese gusto.
Me molesto mucho con ese comentario. ¿Este hombre no tiene idea de lo que se trata la decencia? No habría ningún problema con que mirara sus revistas, pero agrede de esa manera tan horrenda a Rin, una menor de edad. No me quiero ni imaginar que puede hacer cuando está solo este cabron con una chica.
-Cállese de una buena vez, cerdo imbécil -escupo. Rin y yo cerramos la reja de inmediato y subimos las escaleras en silencio.
-Perdón, esta vez no me pude quedar callado -. Ella asiente.
-No te preocupes, así es ese tipo. Pero no te angusties, lo mejor que puedes hacer es ignorarlo y seguir tu camino. Solo dice vulgaridades pero no las hace -. Al llegar al apartamento de Rin, nos recibe un aroma floral. Es dulce, acogedor. Se siente como el hogar que solía tener-. Bienvenido nuevamente a mi refugio -. Rin avienta su mochila en la cama. Camina hasta su refrigerador y observa su interior-. ¿Quieres agua o... agua?
-Así estoy bien, gracias -. Yo me siento en una silla frente a la mesita. Apresuro a sacar mis cuadernos y libros.
Cuando volteo a ver al frente de mí, a través de la ventana, puedo ver que acaba de empezar a llover. Me alegro internamente, porque el pervertido de la entrada va a empaparse de seguro.
Por otro lado, en algún momento, Rin se puso un suéter amplio de manga larga color amarillo. Dejó su falda de la escuela y sus medias. Esta es la primera vez que la veo sin ese abrigote.
-Entonces, ¿cuáles son tus tareas? -. Se sienta al frente de mí en la mesa.
-Álgebra e historia -digo. Me encantan las clases de historia porque puedo dormir, pero odio las tareas que no puedo hacer porque no pongo atención. Y lo mismo me pasa con el álgebra.
-Bien, estás en segundo, ¿no?
Ella procede a explicarme los ejercicios que me dejaron de tarea. Rin explica bastante bien, por lo que no tardamos más de dos horas en completar ambos nuestras tareas. Los dos trabajamos en silencio, con tranquilidad.
Con discreción, volteo mis ojos al frente, viéndola mientras está concentrada resolviendo un problema de matemáticas. Tiene puestas un par de gafas, y su cabello suelto detrás de la oreja. Se ve seria y a veces realiza un par de muecas.
Retomo mi trabajo, sonriendo como un idiota.
Cómo era de esperarse, Rin termina antes que yo, así que se levanta de la mesa y se sienta en el sillón azul a leer un libro. Tararea una canción mientras lo hace, una que identifico es de la película de susurros del corazón.
Al acabar mi tarea, guardo mis cosas. Busco en mi bolso mi cartera y saco 1000 yenes.
-Gracias por la tutoría, maestra -digo, estirando mi brazo con el dinero-. Fueron dos horas.
-De nada, alumno -. Ella agarra el dinero y se levanta del sillón.
Yo camino por el lugar, volviendo a ver sus cosas. El cactus con masetita de gato sigue igual.
-Mi mejor amigo es ese cactus -dice Rin, apareciendo atrás de mi, lo que provoca que me estremezca.
Asiento. Ella, por otro lado, se tira al suelo, recargada en la pared. Yo hago lo mismo, en la pared de al lado. Como carece de muebles, el lugar es bastante amplio.
-Dime, Len, ¿por qué te gusta la música? -pregunta, jugando con su suéter amarillo.
-No lo sé, desde que tengo memoria, siempre estoy haciendo algo relacionado a la música. Creo que es para lo que fui hecho, a veces así lo siento -respondo a su cuestionamiento-. ¿Y tú?
-Pues es algo que me encanta. Más que las matemáticas, incluso. Siento que cuando me estoy ahogando, la música puede salvarme.
Asiento. Yo también lo he sentido así. De no ser por la música, ya má habría vuelto más depresivo y loco de lo que ya soy.
No sé por qué, pero el rostro de mi mejor amigo viene a mi mente. Yo lo rechacé técnicamente, así que no sabía cómo serían las cosas entre nosotros a partir de ahora.
-Oye... Digamos que si te gustara un amigo... Por ejemplo, no que sea verdad, pero a ese amigo no le gustas, ¿qué harías? -pregunto.
-Wow, ¿y la pregunta por qué es tan específica?
-Curiosidad -digo con rapidez.
Se queda pensando unos minutos, hasta que finalmente responde.
-Pues creo que me dolería, pero luego lo entendería. Después de todo, no hay motivo por el cuál deba enfadarme -responde. Tiene la mirada fija en el techo-. ¿A qué viene tu pregunta? -dice, mirándome.
-Nada en específico -digo, mirando a otro lado.
-Mientes -dice-. ¿Una de tus amigas te declaró su amor?
-Más o menos -respondo con rapidez.
-¿Y quién fue? ¿La esa tal Lenka?
-¡No, por dios santo! -exclamo, asqueado por siquiera esa suposición-. No puedo decirte. Le prometí a esa persona que no le diría nada a nadie.
-Está bien. Promesas son promesas.
Ella agacha la mirada. Tiene las rodillas siendo abrazadas por sus brazos. La cabeza casi hundida en estas.
Recuerdo lo que pasó en la tienda y se me revuelve el estómago. No me gustó verla llorar. En ese estado tan vulnerable. Tuve miedo de que se hiciera daño a sí misma, es uno de los motivos por los cuales ahora estoy aquí, acompañándola.
Miro nuevamente su escritorio, con esos frascos de pastillas.
-Oye, Rin... tú conoces a ese tal maestro, ¿verdad? -pregunto, sin quitar la mirada de esos frascos.
-No suelo hablar de eso -responde, poniéndose de pie.
-¿Por qué?...
-Porque me lo prometí a mí misma.
Con eso cierra la conversación, de forma abrupta. Tiene el ceño fruncido.
-Perdón si te incomodé -me disculpo, poniéndome de pie al igual que ella-. Solo... Quiero entenderte. Me gustaría saber qué pasó.
-Como ya te dije, promesas son promesas -responde algo tajante. Se dirige a su pequeña cocina y pone un poco de agua a hervir-. No me mal entiendas, eres mi amigo, pero todavía no te tengo la suficiente confianza como para abrirme contigo. Sinceramente... No sé qué demonios he hecho conmigo estos días... Incluso te invité a mi casa, fui a la tuya... Ni siquiera sé por qué demonios te dije que vinieras hoy. Incluso me viste en mi momento de debilidad hoy... Ahg.
-Oye, está bien, te entiendo. No sé mucho sobre ti, y lo sabré a su debido tiempo, eso es respetable -digo, poniéndome a su lado-. En cuanto a lo de hoy, no voy a burlarme o criticarte si es lo que piensas. Todos tenemos momentos de crisis, sin importar en dónde o con quién estemos. No eres débil por tenerlos -le digo, inconscientemente diciéndomelo a mí mismo también. Soy fuerte. No soy un idiota débil.
Ella se queda pensando unos minutos, mientras observa el agua en la olla. Tiene varios minutos para procesar mis palabras. Su entrecejo se relaja y sus hombros caen.
-Hay cosas sobre mí que no conviene que las sepas... Tal vez te lo diré, pero a su momento -. Ella voltea y se recarga en la barra de su cocina-. Es solo que no me es fácil hablar de mí. Quisiera que alguien lo supiera, pero... Es algo duro.
Me acerco a ella, con una sonrisa. Me recargo a su lado, igual que ella.
-Bueno, entonces, ¿por qué no comienzas por contarme lo más simple sobre ti? Puedo escucharte, no tienes que decirme algo difícil. Por ejemplo, ¿cuál es tu color favorito? ¿Tu fruta favorita?
Sus ojos se iluminan. Es la primera vez que los veo así. Una radiante sonrisa se forma en sus labios, opacando las ojeras en su rostro y sus ojos hinchados por las lágrimas.
-Mi color favorito es el azul -dice, mientras camina al sillón. Se sienta en este, y yo igual-. Mi fruta favorita, las naranjas. ¿Y tú?
-El amarillo y las bananas -digo. Ella ahoga una carcajada-. No trates de encontrar el doble sentido en eso. Pero bueno, te toca a ti. ¿Qué preguntas tienes? Son dos por turno.
-Veamos -murmura, colocando su mano en la barbilla-. ¿Cuál es tu animal favorito? ¿Quién es tu mejor amigo? ¿Me vas a pagar después de esto?
-Hey, esas fueron tres preguntas -digo. Ella sigue riéndose, y yo me pregunto cómo es que ese rostro tan pálido y delgado me parece tan radiante así-. Primero, mis animales favoritos son los gatos. Segundo, mi mejor amigo es Kaito, va en mi salón. Y tercero, esto no cuenta como tutoría, por eso no voy a pagarte.
El agua de la olla comienza a hervir, por lo que Rin se dirige a apagar la estufa y a vaciar el agua en dos tazas.
-¿Té o café? -pregunta.
-Té -respondo. Me dirijo a la mesa, en donde luego de unos minutos, Rin llega y coloca dos tazas-. Te toca responder.
-Tú ya sabes eso -habla, poniendo el azúcar en la mesa. Trae dos cucharitas y me ofrece una-. A mí también me gustan los gatos, y mi mejor amigo es mi cáctus. Te va.
Yo le agrego azúcar a mi té (que, por lo que puedo oler, es de limón) y procedo a menearlo con la cucharita.
-¿Película favorita? ¿Día favorito?
-Te luciste con esas preguntas tan originales -me dice, bebiendo de su taza-. Pues no tengo una película favorita, pero he de admitir que me encanta Susurros del Corazón. En cuanto a día favorito, tal vez puede ser el día de la primavera...
-Concuerdo... También adoro esa película. En cuanto a mí día favorito -digo, sorbiendo mi té con gentileza-... Solía ser navidad. Pero bueno, haré las últimas preguntas, ¿sí? Tengo que volver a mi casa porque ya se me hizo tarde.
Asiente. Vuelvo a sorber mi té, respirando hondo.
-¿Hay algo que te esté lastimando últimamente? ¿Has pensado en... -antes de terminar mi pregunta, solo niego con la cabeza. Es demasiado precipitado preguntar algo así-. No, olvida eso último. Solo contesta mi primer pregunta.
Ella se agacha y muerde sus labios. Juguetea con sus manos, signo de su ansiedad.
-Sí.
-Igual yo -digo, para no perder mi tiempo.
Silencio. No se escucha más que la lluvia golpeando en la ventana. Me arrepiento al instante de haber hecho esa pregunta.
-¿Puedo hacer mi última pregunta yo también? -dice, rompiendo el silencio abruptamente. Asiento y ella se queda pensando unos segundos-. La cosa que te duele... ¿tiene qué ver contigo, o con alguien más?
Me sorprendo por la pregunta tan elaborada que elaboró en su cabeza en solo unos segundos. Le da un sorbo a su café.
-Tiene qué ver conmigo y con alguien más también -respondo-. ¿Qué hay de ti?
-Tiene que ver con mi pasado.
Luego, su mirada triste regresa, y me siento mal de no haber podido hacerla sonreír por mucho más tiempo. Checo mi reloj, son las 8 PM. Tengo que volver a mi casa.
-Ya tengo que irme -digo, poniéndome de pie-. Gracias por la invitación, fue divertido.
Ella también se levanta y me acompaña a la salida. Yo agarro mis cosas y salgo de su pequeño apartamento.
-Gracias por ayudarme hace rato -dice, recargada en el marco de la puerta-. Puedes venir a más tutorías, pero recuerda que son 500 yenes por hora.
Sonrío y luego colocó mi mochila en mi hombro. La lluvia ha dejado de caer, solo hay un ambiente húmedo. El viento sopla muy fuerte, por lo que me coloco la chaqueta de la escuela.
-Lo pensaré, maestra -digo.
-Déjame ir contigo a la entrada -dice, poniéndose su abrigo de siempre.
-No, no es necesario. Hace frío, iré yo mismo. No te preocupes.
-Entonces... Descansa.
-Nos vemos mañana, Rin. Descansa.
Después, camino por los pasillos y bajo por las escaleras, llegando así hasta la planta baja. Ahí está el tipo, bajó un paraguas enorme, todavía leyendo esas revistas obscenas. Carraspeo para que se de cuenta de que estoy aquí y me abra la reja.
Él deja su revista en la silla donde está sentado y se acerca a la reja.
-Duraron mucho, ¿he? -dice, mirándome con picardía-. ¿Es buena en la cama?
Lo miro con indignación. Era de esperarse, considerando que en la cabeza de este tipo solo hay sexo. Él tiene esa sonrisa asquerosa que me provocan ganas de golpearlo hasta dejarlo tendido en el suelo.
Solo salgo del edificio y lo ignoro, escuchando sus carcajadas. Rin dijo que en estos casos era mejor ignorarlo. Sin embargo, pienso en los horribles comentarios de acoso hacia su persona que Rin debería de estar soportando por parte de ese tipo.
Camino hasta mi casa en medio del frío. Sé que acabo de salir de una enfermedad, pero honestamente ya no me importa si me enfermo o no.
Al llegar a casa, me sorprendo por el silencio que abunda. Apresuro a entrar y noto que no hay nadie. Bueno, solo está mi padre sentado en el sillón, con signos de estar embriagado.
-Ya volví -anuncio, subiendo las escaleras con rapidez. Sin embargo, mi padre me detiene.
-Ve a comprarme otra botella -dice. Yo me detengo y suspiro.
-No le venden alcohol a menores de edad, lo sabes. Además, la tienda está muy lejos.
-Ni siquiera para algo tan simple sirves... -dice, tomando la botella vacía entre sus manos. En un rápido movimiento, la avienta a la pared de enfrente, haciéndola añicos. Luego voltea a dónde estoy yo, con intenciones nada pacíficas-. Eres un inútil bastardo.
No me hace nada, yo solo trato de mantener mi expresión fría. Solo está borracho, no sabe lo que dice.
"Ni siquiera para algo tan simple sirves", esas palabras se sintieron como balas, hiriendo mi orgullo.
Después se vuelve a sentar en el sillón, acariciando el puente de su nariz. Yo me acerco a dónde está la botella quebrada. Agarro una bolsa y junto todos los pedazos de vidrio roto, ante la mirada fría de mi padre.
-Lo siento -murmura. Simplemente no volteo a verlo. No quiero que sepa que lo escuché.
Algunas lágrimas se me resbalan, pero no pueden verse debido a la oscuridad. Siento impotencia de que mi propio padre piense eso sobre mi, que soy un inútil.
Cierro la bolsa con todos los pedazos rotos y las tiro en el cesto de basura, secándome las lágrimas frenéticamente. Cuando noto que ya estoy normal, subo las escaleras hasta mi habitación, en donde me encierro. Cuando estoy recostado en la cama, comienzo a sollozar hasta que mis lágrimas caen. No quiero llorar. No debo llorar, lo tengo todo. No soy como Kaito, que vive con el miedo de ser juzgado. No soy como Gakupo, que su novia le ha sido infiel. No soy como Rin, quien vive sola en un edificio de mala muerte. No soy como Neru, quien perdió a sus dos padres...
Comienzo a rasguñar mis brazos, en un intento de aliviar mi ansiedad. No tengo de qué quejarme. Lo tengo todo. Una casa, amigos, novia, mis dos padres. Me rasco tan fuerte que en algún momento mis brazos terminan sangrando. Mis uñas están llenas de ese líquido rojo. Ya me he hecho bastante daño, y en mi mente solo puedo maldecirme porque en mi arranque lo hice en un lugar bastante visible.
Camino hasta el baño. En el lavabo, enjuago mis brazos. Me arde un poco. Mientras siento el agua fría mojar mis heridas, me miro en el espejo. Mi pelo creció, al igual que mis ojeras. Me veo ligeramente más delgado. No me he duchado, así que comienzo a llenar la tina de agua.
Mientras el agua fluye, el recuerdo horroroso de mi hermana ensangrentada me da escalofríos. No quiero entrar en la tina. No quiero escuchar el agua.
Con toda mi fuerza de voluntad, me sumerjo en la tina. El agua está tibia, ahoga todos mis pensamientos. Debo relajarme, solo es una tina. Ni siquiera es la misma. Relajo mis hombros y comienzo a tallar mi cabello. Luego, paso el jabón por todo mi cuerpo, hasta que estoy limpio.
Después de amarrarme una toalla a la cintura, salgo del baño y me encierro en mi cuarto. Solo me pongo una pijama ligera y me aviento a la cama. Miro mis brazos, rasguñados hasta quedar en carne viva.
Le prometí a Rin que ya no lo haría, pero fue difícil controlarme hoy.
Alcanzo mi celular al otro lado de la cama, y al instante veo varias llamadas perdidas de mi novia. Se me olvidó por completo que acordamos vernos. Ya ko estoy de humor para salir, así que lo le mando un mensaje de texto diciéndole que me siento mal. Después, cierro mis ojos, hasta perderme en el mundo de los sueños.
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