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Capítulo 7

Pasado...

Había pasado un día desde que mi hermana había regresado de Tokio. Solo se quedaría un par de semanas, así que pensé que era un buen momento de presentarle a mi novia, Neru.

Sin embargo, al llegar a la casa de mis padres, me encontré con las luces totalmente apagadas. De seguro habían salido.

Entonces, decidí llamar a mis padres para preguntarles dónde estaban.

-¿Qué pasó, hijo? -me preguntó mamá.

-Solo quería saber dónde estaban. Es muy noche -dije, subiendo las escaleras.

Iba a paso lento, desabrochando mi suéter mientras caminaba.

-Fuimos al cine. Llegaremos en una media hora, no te preocupes.

Al llegar al segundo piso, las luces también estaban apagadas. Ni siquiera con las cortinas abiertas. Pero como si fuera una película de terror, la luz del baño, al final del pasillo, empañó mi visión.

Mi mamá todavía seguía al teléfono, así que me dio un aire de seguridad. Tal vez un ladrón se había metido en casa.

-Ah, por cierto, dile a tu hermana que hay de comer en el refrigerador.

Me detuve.

-¿Qué? ¿No está contigo?

-No, dijo que quería quedarse a esperarte. ¿Por qué, cariño?

-Mamá, Lily no está aquí. ¿No te dijo si salió a algún lado?

Cuando dije eso, exclamé varias veces el nombre de mi hermana. Pensé que me estaba jugando una broma como cuando éramos niños.

Revisé los cuartos. No había nadie. Inmediatamente pensé que debía estar en el baño. Esa era otra de sus bromas. Cuando era pequeño, le gustaba asustarme escondiéndose en el baño.

Con la esperanza de que está fuera otra de sus bromas, abrí la puerta del baño.

-¿Len? ¿Sigues ahí, hijo?

Yo no podía escuchar nada. Sentí mis piernas flaquear, mis ojos humedecerse. Al principio me quedé inmóvil.

Lo que vi, jamás lo olvidaré. La sangre escurriendo de la tina, el olor metálico en el aire y la cabeza de mi hermana, recargada en la tina. Su piel se veía tan pálida. Y la vida se había escapado de sus labios.

Me dejé caer, mis lágrimas no dejaban de salir. Traté de reanimarla. Grité su nombre innumerables veces, esperando que ella despertara. Pero eso no pasó.

-¡Len! ¿¡Qué pasó, hijo!?

Mi madre me seguía hablando al otro lado de la línea, pero aún así no podía responder. Estaba a un lado de la tina, abrazando el cadáver frío de mi hermana.

El teléfono yacía tirado a mi lado, con los gritos desesperados de mi madre, pidiendo que le explicará lo que estaba sucediendo.

-¡Te lo suplico, Len, responde!

No sabía qué hacer. Me levanté y tomé el celular en mi mano. Mis piernas todavía me temblaban, y sentía muchas ganas de vomitar.

Al lado de la tina, debajo del lavabo, había un pedazo de papel. Lo agarré.

-Mamá... Por favor -dije, llorando-. Llama a la ambulancia.

Después colgué la llamada y terminé por derrumbarme a llorar en el pasillo. Miré mis manos, manchadas de la sangre de mi hermana. Sentía arcadas, por el olor tan fuerte a sangre. El papel que estaba al lado de la tina seguía en mis manos. No quería leerlo. Solo lo aventé a algún lado.

Al final, después de tiempo, llegó la ambulancia. Ya no había nada qué salvar. Aún así, los paramédicos ingresaron a mi casa.

Seguía en estado de shock, y ellos me hacían preguntas que no podía responder correctamente. Me condujeron hasta el piso de abajo y me hicieron sentarme en la ambulancia.

Solitario, sin nadie a mi lado más que una enfermera, los recuerdos comenzaron a invadir mi mente.

Mi hermana mayor. Con la que había convivido toda mi vida, la que siempre había estado para prepararme mis almuerzos, la que tocaba el piano y componía canciones tontas, la que me hacía bromas y me hacía cosquillas hasta dejarme llorando de la risa.

Ya no era más que un cuerpo sin vida metido en una bolsa.

Después vino lo peor. Visitas a la estación de policía, preguntas que no podía responder por la presión tan fuerte que sentía. Un funeral al que ni siquiera pude asistir porque no quería salir de mi habitación.

Varios de mis amigos me llamaron. Me rogaban porque saliera de la habitación. Trataban de darme ánimos. En esos momentos, la única que podía levantarme el ánimo, era Neru. Venía a visitarme tan seguido, nos acurrucábamos en el piso, y yo solía abrazarla y llorar en su pecho.

Pasó un mes, hasta que ella me convenció de volver a la escuela.

Traté de convencerme de que todo seguía normal. De que nada había cambiado, pero la verdad es que todo se había destrozado.

Mi padre comenzó a beber. Nos gritaba a mí y a mi madre, y ella discutía y pretendía que no era nada grave. Ella trataba a todos con indiferencia.

En cuanto a mí, mis amigos estuvieron ahí para mí. Kaito, Gakupo, Rinto... Luka y Gumi estaban ahí.

Después, Mei me ofreció trabajo en su negocio. Dijo que necesitaba a alguien. Acepté porque no toleraba la idea de estar en casa todo el día.

Tenía citas con el psicólogo al menos una vez a la semana. Comencé a tomar antidepresivos, y me volví dependiente de una pastilla para conciliar el sueño.

Comencé a auto lesionarme. Lo hacía en las noches que no podía dormir, las noches en las que me decía a mí mismo que todo había sido mi culpa.

El forense había dicho que si tan solo hubiera llegado una hora antes, habría sido posible salvarla. Por eso me odiaba. Prefería mil veces el dolor de los cortes al dolor de la culpa.

Cuando pasaron unas semanas después de volver a clases, los padres de Neru fallecieron en un accidente. A igual que ella lo hizo conmigo, traté de estar ahí, a su lado. Los dos nos estábamos hundiendo.

Después comenzaron las discusiones, los reclamos, los celos... Y al final, escalamos a las humillaciones y golpes por parte de ella.

Kaito me decía que terminara con ella, pero no podía. La amaba, porque Neru era la única persona que podía entenderme.

Creí que su forma de lidiar con el dolor era mostrándose agresiva. Así que lo permití.

Todo a mi alrededor se derrumbaba, mis padres escalaron a las discusiones 24/7, golpes, insultos por parte de los dos. Más de una vez traté de meterme, pero las cosas terminaban peor.

Entendí que si no quería sentir nada, simplemente debía ignorarlo. Y así lo hice. Ignoré el hecho de que vivía en una familia rota, ignoré el hecho de que mi relación se basaba en cobardía y violencia, incluso ignoré que mi hermana estaba muerta.

Con el pasar de los meses, pretendí ser normal. Pretendía comer, pretendía sonreír.

Mi madre se tragó el cuento. Mi padre también. Todos lo hicieron. Menos Kaito... Porque él siempre sabía lo que me pasaba.

Y así, llegué al punto en el que reprimí todos mis sentimientos.

Presente...

Los resultados de los exámenes habían salido. Cómo siempre, fui a revisar mis calificaciones en la lista afuera de la sala de profesores. 75% de promedio. Al menos aprobé.

Y ahora estoy en el jardín de la escuela, acompañado de Gakupo, Rinto y Kaito. El ambiente se siente tenso por la clara ausencia de las chicas en el grupito. A pesar de eso, tratamos de seguir hablando sin darle importancia.

-Voy al baño -dice Gakupo, quien se aleja de nosotros yendo hacia el baño.

Kaito, Rinto y yo nos quedamos un rato en silencio. Rinto es quien se atreve a romperlo.

-¿Luka no vendrá? -pregunta, dándole una mordida a su sándwich.

-Obvio no, idiota -responde Kaito-. Hablé con ella en la mañana, ya sabe lo que pasó con Gaku y Gumi, y estuvo de acuerdo en que debemos darles su espacio por un tiempo. Dijo que quería estar con Gumi.

-¿Por qué querría estar con esa arroz? -dice Rinto, pasándose de un bocado lo que le restaba de comida-. ¿Sí sabe que fue ella la que le puso los cuernos?

-Claro que sí, genio. Pero Gumi también es amiga de Luka, igual que Gakupo. Y conociendo a Luka, es obvio que no dejaría así a su amiga, por muy infiel que fuera.

Mientras escucho a Kaito, me pongo a pensar en mi amiga peli rosa. Es exactamente así, defiende incluso a los que no lo merecen. Es una cualidad que admiro pero que a la vez odio.

Luka es la más lista de su clase. Tiene el mejor promedio, y es popular entre los chicos por su belleza, no solo en lo físico, sino por su amabilidad y bondad. A pesar de eso, muchas chicas hablan mal de ella y se aprovechan. Solo porque ella siempre será una mejor opción que todas ellas juntas.

Se la pasa estudiando y trabajando cada día de su vida, y yo solo pienso que quiero ser igual que ella, que a pesar de siempre estar tan ocupada, está ahí para todos.

-¿Ya la invitaste a salir? -pregunta Rinto.

Kaito se queda pensando un momento. Luego me mira, y sonríe.

-No. Creo que nunca lo haré, porque ya no siento nada por ella más que aprecio -dice, con una sonrisa.

Ante esto, Rinto y yo nos miramos sorprendidos. A Kaito le gusta (o más bien, gustaba) Luka desde hace dos años, la conoció mucho antes de siquiera entrar al instituto porque viven muy cerca.

Escuchar que Kaito ya no la amaba se sentía igual de impactante a la vez que Gakupo nos dijo que había terminado su relación. Tan solo me desaparezco dos semanas y todo se va al carajo.

-¿Y eso por qué, perro? -pregunta Rinto, todavía sorprendido.

Kaito le da un sorbo a su jugo de uva y se queda un rato mirando al suelo.

-No lo sé. Es que ya no siento lo mismo, ¿sabes? Ahora la miro y ya no siento la necesidad de estar con ella todo el tiempo. Además, ella tiene mejores prospectos que yo.

-¿Por qué dices eso? -pregunto.

-Sí, no seas tan débil -habla en un tono más fuerte Rinto-. Ni siquiera le has dicho nada. Además, siempre supiste eso de los prospectos y nunca te diste por vencido. ¿Qué pasó ahora?

-¿Pero por qué tanto escándalo? -pregunta Gakupo, del que recientemente me doy cuenta de su presencia.

-Pues acá, tu amigo, que ya no le gusta la chica de la que ha estado enamorado desde antes de nacer -dice Rinto, cruzando los brazos.

Gakupo parpadea un par de veces, para después palmear la espalda de Kaito un buen rato.

-¿De veras? ¿Lo dices enserio? -. Gakupo se incluye más en el círculo.

-Bueno, bueno, ¿Pues por qué tanta jodida sorpresa? ¿Qué tiene de malo que ya no me guste? -exclama, levantándose de su lugar.

-¿Te sientes bien? -digo, poniendo mi mano en su frente.

-Ya basta con ustedes tres. Simplemente ya no me gusta, ¿cuál es el problema?

-No tiene ninguno -digo, guardando los restos de mi comida en el traste-. Solo que no pensamos que un día de la nada nos dirías algo así.

-Todos pensamos que terminarías en el suelo arrastrándote y rogándole a Luka hasta que finalmente ella cediera por la pena y lástima, y que eventualmente ambos se casarían y tendrían muchos conejos -explica Rinto.

-Ok... -murmura Kaito, mirando a Rinto con rareza-. Bueno, mejor vámonos.

Nos levantamos y caminamos a nuestros salones. En el camino, Kaito y yo nos desviamos al baño.

-Y... ¿así que ya no te gusta? -le digo, con una sonrisa media.

-No me creas si no quieres -me dice, un poquito a la defensiva. Se lava las manos con jabón mirándome por el reflejo del espejo-. Y, por cierto... Hay algo que quiero hablar contigo. ¿Puedes alrato?

-Tengo trabajo -respondo.

-Antes de eso, hoy salimos a las 12. Tenemos tiempo.

-Bueno, está bien. ¿Y por qué tanto misterio? Lo que sea me lo podrías haber dicho en el receso.

-Esta vez es algo importante -dice, subiendo los hombros. Mi sonrisa se esfuma.

-¿Y eso tan "importante" -hago comillas con mis dedos-, qué es?

-Lo sabrás.

Después nos dirigimos al salón. La maestra nos reprende por los minutos de tardanza, pero solo nos disculpamos.

Een el patio, a la hora de salir, como siempre, Neru me espera.

-Hola, cielo -me dice.

Esta vez estoy un poco confundido. Es decir, esperaba que estuviera aunque sea un poco molesta. Pero ahora se ve tranquila, hasta cariñosa.

-Hola -digo, acercándome a ella.

-¿Cómo te fue hoy, cariño? -me pregunta, besando mi mejilla-. ¿Comiste bien?

-Ah... Todo está en orden.

-¿No quieres ir a algún lado hoy? Salimos un poco más temprano hoy, tienes tiempo verdad.

La miro un poco sorprendido. Honestamente, me esperaba un par de reclamos, así que me siento más tranquilo y hasta contento de que no esté molesta.

-¿Puede ser después de mi trabajo? Es que quedé de verme con Kaito ahorita.

Su mirada se oscurece un poco, pero después solo sonríe de manera forzada y asiente.

-Bueno, nos vemos alrato. Ah, y, por cierto... -. Ella me abraza y coloca sus manos en mi cuello. Acerca sus labios a mi oido- no creas que te vas a salir con la tuya...

Después se separa de mí y se aleja con sus amigas.

Cierro los ojos con decepción y solo sigo mi camino a la salida de la escuela. Ahí está Kaito, Sosteniendo su mochila.

-Estaba con Neru. Perdón.

Él rueda los ojos y comienza a caminar. Yo le sigo el paso.

-¿Y? ¿Me vas a decir? -pregunto, metiendo mis manos en los bolsillos.

-Espera.

-¿Y se puede saber por qué solo me lo dirás a mí? -digo con burla.

-No seas impaciente, tonto -reclama Kaito.

Subo mis hombros y simplemente sigo caminando en silencio a su lado. Al final, nos detenemos en la casa de mi amigo.

Su casa es muy grande, sus dos padres son personas muy trabajadoras y muy estrictas, y a pesar de eso, a Kaito le encanta desafiarlos. Entramos en la casa. Kaito tiene un perrito de nombre Cookie, al que me encanta saludar.

-¡Hola, Cookie! ¿Cómo estás? -digo,acariciando al cachorro. Apenas tiene tres meses de nacido, por lo que Kaito bromea con que es su bebé. Bueno, no bromea, literalmente es el bebé de Kaito.

Después de eso, Kaito también le da sus sesión de apapachos al perrito y los dos subimos a la habitación de Kaito, con Cookie siguiéndonos.

-¿Ahora sí me vas a decir?

-Tranquilo, Rayo McQueen. Antes déjame respirar.

El cuarto de Kaito es súper espacioso, está algo desordenado, y hay un gran sillón en el centro. En una esquina está su cama.

Yo me siento en el sofá y el se sienta en la cama.

-Ya, dime -digo con seriedad. La cara de él cambia radicalmente a la de nerviosismo. Noto que traga saliva. Aún así, tengo el sentido del humor que es natural de mí en momentos de tensión-¿Estás embarazado?

-No seas estúpido -dice con voz elevada-. Es más serio de lo que te imaginas.

-Bueno, perdón. Solo quería aligerar el ambiente -digo-. Ya dime entonces.

-Es sobre lo que hablamos en la mañana -. Kaito se levanta de la cama y se recarga en el escritorio.

-¿Sobre Luka?

-Sólo quiero preguntarte qué opinas sobre eso.

Me quedo un rato mirando al techo.

-Pues, nada, lo que ya te dije hace rato. Es decir, es raro porque te gusta desde hace mucho, pero si es lo que quieres está bien.

-Es que ese es el problema -. Se soba la sien-. Escucha, ayer estaba en la clase de deportes... Y ya sabes que me gusta hablar con Luka en esos ratos... Siempre lo disfruto, pero estas últimas veces...

-Ya no sientes lo mismo, ¿Verdad?

-Mis padres son amigos de los suyos, ¿lo sabes? -. Camina hacia la ventana, dándome la espalda-. Mi madre la adora, y mi padre también. Siempre me han dicho que es la indicada. Trabajadora, estudiosa, bella... A ellos les encantaba llenarme la mente de todo eso.

Voy entendiendo a dónde iba toda esta plática. No conozco a los padres de Kaito personalmente, pero sí por lo que me ha dicho él. Que le han dado cierta libertad. Ha dicho que ellos son muy buenos con él, que a pesar de ser estrictos son cariñosos. Cookie sale en algún momento de la habitación, arrastrando su colita blanca.

-Crecí con esos comentarios. Reconozco que ellos no lo hacen con una mala intención. Ellos también creían que yo sentía algo por ella, y así fue por un tiempo. Pero conforme iba creciendo... Las cosas cambiaron. Mis padres adoran controlar cada aspecto de mi vida.

"Entonces, cuando estaba hablando con Luka ayer, ella me contó que un chico se le había declarado. Imaginé muchas veces el escenario, en el que ella me rompía el corazón. Y en lugar de eso, no pude evitar sentirme bien por ella al verla tan feliz. No sentía celos, odio, envida... Nada. Solo alegría. Por eso me di cuenta, ya lo llevaba sospechando desde hace meses, así que ayer lo confirmé. Lo único que puedo sentir por ella es cariño".

Asiento. Luego miro a mi amigo, quien todavía no me voltea a ver pero que noto su expresión por el espejo en una de las paredes.

-Pero... Siento algo por otra persona.

Voltea y se acerca al sillón, al lado de mí. Se sienta y comienzo a comprender un poco a mi amigo.

-Me sentía asfixiado por algo. Siempre sentí que yo no encajaba con los otros niños. Quiero decir, siempre he sido sociable, pero... Recuerdo que todos mis compañeros de escuela hablaban de las chicas, de como es que querían a una de ellas. Y yo, no veía a las mujeres más que como un amigo. A pesar de eso, era normal. Pretendía hablar de chicas, aunque ninguna me llamaba la atención. No sabía qué estaba mal conmigo.

"Y un día, entendí qué estaba mal conmigo. Tenía 12 años y estábamos cenando con la familia de mi padre, y uno de mis tíos confesó algo... Confesó que era homosexual. Confesó que tenía pareja y que quería casarse con él. Y ya sabes, todos comenzaron a insultarlo, a golpearlo, entre ellos mis padres... Mi padre lo golpeó y lo corrió de la casa, y tuvimos que llamar a la ambulancia. Mi madre me tapó los oídos para que no escuchara la atrocidad que estaba diciendo mi tío.

Estaba paralizado. No por la noticia en sí, sino que fue como si algo dentro de mí hiciera click. Todos gritaban, insultaban, y no podía evitar sentirlo como algo personal, a pesar de que nadie me estaba señalando. Sentía que si respiraba, en algún momento mi padre se levantaría y me golpearía. Luego de esa pelea, mis padres charlaron conmigo sobre eso, sobre los "malditos gays". Me dijeron que era una aberración, que no podría llamarme hombre si no me atraía una mujer.

Muchos semanas después de eso, buscaba desesperadamente sentir algo por las chicas. Las observaba detenidamente en los recesos, buscando algo remotamente atractivo... Pero no había nada. Hice de todo, hablé con ellas, incluso leí algunas revistas porno... Pero no..."

Los ojos de Kaito se nublan un poco. Yo estoy impactado. No puedo ni parpadear. Nunca pensé que mi mejor amigo estuviera pasando por esa situación tan difícil. No sé qué decir. Nunca lo escuché quejarse de sus padres o de su vida abiertamente. Ahora lo entiendo.

-Me di cuenta de que soy un maldito homosexual reprimido... Por eso me aferré a Luka... Traté de mil maneras de sentir algo, pero no podía evitar mirar a los chicos.

Finalmente, Kaito termina por desmoronarse frente a mí, sus lágrimas caen desenfrenadamente, y él trata de secarlas rápido. Yo soy tan inútil a su lado. Él siempre encuentra la forma de ayudarme, pero en este caso no sé qué puedo hacer para hacerlo sentir mejor. Al mismo tiempo, me siento horrible conmigo, con mi forma de ser tan fría. Nunca sospeché ni tantito que Kaito sufría todo eso. ¿Por qué demonios nunca le pregunté si se sentía bien? ¿Si necesitaba decir algo?

Lo único que puedo hacer, es acercarme y abrazarlo. Él también me corresponde. Solloza demasiado fuerte, y sus lágrimas mojan mi camisa.

Sin embargo, antes de poder hablar, siento sus labios posarse encima de los míos. Mis ojos se abren de la sorpresa. Me está besando, tomándome del cuello. Sus lágrimas están cayendo sobre mis mejillas. Nunca he besado a otro hombre, y nunca creí que lo haría. Pero aquí estoy.

A mí nunca me gustaron los hombres. Siempre tuve claro que las mujeres eran para mí. No dudé de mi sexualidad. Entonces, la vida de Kaito me parecía algo demasiado dura de afrontar.

No hago nada para separarlo de mí, pero tampoco le sigo el beso. No estoy cómodo, pero entiendo que es la forma en la que mi amigo necesita desahogarse.

Se separa de mí, un poco brusco. Me mira un segundo, ruborizado. Después se voltea y se recorre hasta el otro lado del sillón.

-Perdón... -murmura, sollozando y limpiándose las lágrimas-. Si quieres, puedes irte de aquí. No tienes que volver a verme o dirigirme la palabra si no quieres. También puedes golpearme si lo necesitas. Me lo merezco después de todo. Doy asco.

Me levanto y agarro una caja de pañuelos en uno de los estantes. Saco uno de ellos y se lo doy a mi amigo. Él lo acepta con duda, sonándose la nariz.

-No das asco -es lo que digo, buscando una a una mis palabras-. Jamás me darías asco.

-Tal vez tu no lo piensas así, pero mi padre dijo eso... ¿Len, sabes lo horrible que es saber que en el fondo tus padres nunca te aceptarán? ¿Sabes lo mal que me siento al pensar en que yo nunca haré que se sientan orgullosos de mí? Solo por ser como soy...

-¿Ya les dijiste?

-No pienso hacerlo nunca. Me matarían si lo supieran.

Le doy otro pañuelo y me siento a su lado, acariciando su espalda.

-Incluso si ellos no te apoyan, yo estaré ahí para ti. Siempre. Y te aseguro que también Gakupo, Luka, hasta Rinto. No tienes qué avergonzarte de ser quien eres.

-Es que no puedo evitar avergonzarme -dice, a la defensiva-. Lo normal sería que me gusten las chicas.

-¿Lo normal? Kaito, es ridículo pensar que el amor entre dos personas del mismo género es malo. Solo porque la mayoría crea eso, no significa que es lo correcto -digo, en un intento de animarlo-. Es como el arte contemporáneo. No porque a muchos les guste significa que es bueno.

Él sonríe un rato, y después asiente.

-¿Acaso es malo sentir amor? Solo son los órganos sexuales, amigo.

-Te adoro, Len -dice-. Te quiero desde hace mucho... Perdón por haberlo dicho en esta situación.

Me sonrojo un poco. Luego, le doy un golpe en la espalda y me río un poco, tratando de alegrarlo.

-¿Y qué diablos me viste, hombre? Si estoy todo enano y estúpido.

Él se ríe y se estira en el lugar, todavía con los ojos rojos y lagrimeando.

-No tengo ni idea.

-No me digas que te hiciste una paja pensando en mí -digo cruzando los brazos.

-Unas cuantas -responde. Lo miro un poco incrédulo, con un tic en mi ojo-. Nah, no te creas. Aunque sí con unos cuantos videos de porno gay.

-Ahora entiendo por qué tantos celos con Neru.

Ahora es Kaito el que me mira con seriedad.

-No, esos no fueron celos. Eso sí lo hice con al intención de defenderte. Yo no habría tenido ningún problema si ella te hubiera tratado bien, de hecho, no tendría problema con nadie. Pero ella te trata así de mal todos los días. Me dan ganas de escupir en su café y contagiarla de una gripe. Me dan ganas de que su celular explote o se modifique el idioma a Chino.

-Hey, basta, que yo estoy aquí. Recuerda que sigue siendo mi novia.

-Sí, sí, lo que tú digas, Lencito.

Me levanto del sillón y miro la hora en mi celular.

-Tengo que ir a trabajar. Perdón.

-Sí... Y gracias, Len. Por entenderlo.

-No agradezcas. Solo avísame si me quieres besar. Me agarraste desprevenido.

Él ríe, y yo aprovecho para darle un abrazo corto pero lindo.

-Y no le digas a nadie, por favor. Ni a Gakupo, ni al idiota (Rinto), ni a nadie. Yo lo contaré en su momento. Necesito tiempo.

-No te preocupes. Tranquilízate, relájate, sabes que si necesitas algo, puedes llamarme.

Los dos salimos hasta la puerta de su casa, donde me despido. También le doy un par de mimos a Cookie, le digo que cuide de Kaito.

-Nos vemos mañana -le digo.

-Sí. Gracias, Len -me dice, antes de cerrar la puerta.

Yo camino un poco tranquilo en dirección a mi trabajo.



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