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Capítulo 6

Presente...

Estuve en cama durante dos semanas. Al parecer me dio neumonía, aunque ahora estoy mejor. Recibí visitas de mis amigos casi todos los días, en especial de Kaito y Gakupo. Luka y Gumi vinieron un par de veces, y Rinto solo vino una vez. Se le agradece, considerando que tenía trabajos pendientes por haber faltado tanto tiempo clases.

Hoy, por fin puedo volver a la escuela. No es como que me encante la escuela, pero definitivamente prefiero pasar ocho horas de mi vida sentado a estar en casa todo el día. Lejos de descansar, todo el tiempo estuve realizando tareas o escuchando música para combatir el insomnio. O escuchando las peleas de mis padres en el piso de abajo. No me impota sus peleas, pero no apoyan en nada a que pueda conciliar el sueño.

Pero, después de todo, al menos pude descansar de Neru. No vino a visitarme ni un solo día. No me llamó, no me mandó mensajes. Ni siquiera se dignó a reclamar como siempre suele hacerlo. Eso solo podía significar que:

  A) Está demasiado molesta para siquiera dirigirme la mirada.

B) No le intereso.

C) Quiere dejarme.

Spoiler, siempre es la opción A. Me encantaría que fuera la C, pero no me gustaría que fuera la B.

Tuve tiempo para reflexionar. Kaito tiene razón. Tengo que terminar con Neru. Es decir, a pesar de todo, me siento mucho mejor sin mi novia. Pero, todavía siento algo por ella. Aunque no puedo definir si es amor o algo diferente.

Las clases transcurrieron normal. Me junté con mis amigos, sin embargo, noté que había algo distinto en el comportamiento del grupo. Gakupo tenía la mirada perdida y estaba incluso más callado que siempre. En el descanso las chicas no quisieron sentarse con nosotros, por lo que fue aún más extraño.

Yo no era el único confundido, Kaito y Rinto también estaban así. Aún así, tratamos de seguir con normalidad.

—Vaya, hasta que por fin te dignas a sentarte a comer aquí —Rinto me mira con tono de burla.

—Déjalo, animal. Nadie te dijo nada cuando tú estabas enfermo  —dice Kaito con el ceño fruncido.

—¡Por supuesto que me lo dijeron!

—Ya, ya. estoy bien —digo, subiendo los hombros—. ¿Y ustedes? ¿Alguna novedad?

En ese momento, es Gakupo quien empieza a hablar.

—Voy a terminar con Gumi.

Kaito, Rinto y yo nos quedamos en shock. Jamás me esperé algo como eso, y menos viniendo de Gakupo.

—No puedes estar hablando enserio —dice Kaito, tocando el hombro de Gakupo. Pero el rostro de él indica, efectivamente, que no está bromeando.

Gakupo nunca habla, mucho menos haría una broma así de insensible sobre su novia.

—Me fue infiel.

El ambiente se pone tenso y volteo a mi alrededor. Me siento mal al ver el rostro afligido de mi amigo al mencionar eso. "Me fue infiel", esa frase yo no la conozco muy bien, pero comprendo que a Gakupo le duele mencionarla.

—La encontré besando a Fukase. Ella me dijo que era un error, pero lo vi claramente.

Su mirada se dirige al suelo y parece que las lágrimas van a salir de sus ojos, pero aún así, no salen.

—Debiste ver mal —trata de convencer Kaito.

—No vi mal —niega con la cabeza Gakupo—. Ella correspondió a ese beso.

—Pero... —. Esta vez Kaito no termina de hablar porque Gakupo lo interrumpe levantando la mirada.

—¡Vi sus ojos! ¡Ella lo veía como me miraba a mí! —grita Gakupo, con el rostro lleno de rabia—. ¡Yo mismo me engañé y pensé eso que me estás diciendo, pero no es verdad!

Al final, Gakupo termina por intentar de regular su respiración y mirar nuevamente al suelo, sin ser capaz de derramar una sola lágrima a pesar de haber gritado tanto.

—Perdón —es lo único que dice Kaito.

Gakupo niega, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, sobando el puente de su nariz.

—No, discúlpame, me exalté mucho. No debí hacer eso —. Gakupo levanta la mirada y mira hacia su alrededor. No hay nadie en el patio gracias al frío—. Solo quería decirlo porque yo no quiero verla. Al menos por un tiempo. Tal vez deje de juntarme con ustedes, pero necesito mi espacio.

—Ella fue la víbora —dice Rinto—. La que tiene que largarse es ella. No tú. No soy gay, pero hasta yo reconozco que eres un papucho tallado por los mismo ángeles.

Gakupo sonríe momentáneamente, aunque después borra su sonrisa.

—Yo creo lo mismo —digo—. Ella fue la que metió la pata.

—Igual yo —dice Kaito—. Gumi es mi amiga, pero te lastimó. No pienso ser amigo de alguien que lástima así a mi amigo.

Cuando escucho a Kaito decir eso, recuerdo la actitud que tiene él hacia mí. Es justo así. Kaito odia a Neru.

Igual, recuerdo el consejo de Rin.

"Ninguno debe reaccionar así en una relación".

¿Por qué lo recuerdo justo ahora, que no tiene nada qué ver?

Cuando las clases se reanudan, puedo ver qué Gakupo se ve un poco más tranquilo. A pesar de eso, se ve triste, y eso no me gusta. Me conmueve tanto verlo así porque él jamás está triste.

A la salida de clases, cada quien parte rumbo a su casa, a excepción mía, que me dirijo al trabajo.

Durante el camino, me encuentro con Rin, quien lleva, como siempre, su abrigo.

—Hola —la saludo, acercándome a ella de forma casual.

—H-hola —dice, un poco nerviosa.

Durante el camino al trabajo no hablamos nada. Recuerdo lo que pasó la última vez que nos vimos y entiendo que tal vez está nerviosa por lo que pasó.

Cuando llegamos a la tienda, Mei nos recibe con un gran brazo.

—¡Mis niños! ¡Mi Lenny, que alegría verte!

Mei me da varios besos en la mejilla, y yo me siento un poco incómodo, aunque sonrío porque me hace gracia que reaccione incluso más contenta que mi propia madre.

—Pero no te salvas, querido, ¡Te tocará ordenar el almacén por no haber venido durante dos semanas!

—¡Pero si estaba enfermo! —exclamo, cruzando los brazos. Odio hacer ese trabajo. El espacio es reducido y a veces hay arañas y cucarachas.

—Lo siento. Niños, lo lamento, pero tendré que salir unas horas. Atiendan la tienda ustedes, si necesitan algo me pueden llamar. Ah, y si no llego antes de las ocho cierran la puerta con llave. Len, acompañas a Rin a su casa.

—Sí, sí —digo, todavía enfadado por tener que limpiar el almacén.

—Me daré cuenta si es que no limpias bien. Te lo descontaré de tu sueldo.

—¡Oye!

—Bueno, ¡adiós mis niños!

Mei sale de la tienda no sin antes darnos un beso en la frente ambos.

Rin y yo los quedamos en un largo silencio.

—Voy a limpiar. Si quieres, puedes quedarte aquí.

—Te ayudo —dice, mirando al suelo—. Será más rápido.

Asiento y los dos nos dirigimos al almacén. No tenemos mucho que limpiar, la verdad, pero hay mucho polvo.

—Yo barro, tu sacudes, ¿bien? —digo, etregándole el plumero.

—Bien.

Ambos nos ponemos a trabajar mientras escuchamos la música que Mei siempre pone en la radio. Son canciones viejitas pero bonitas, excelentes para limpiar.

Tal y como dijo Rin, acabamos en una hora. Al final terminamos sentados en el suelo del almacén, cansados.

—Por fin —exclama.

Después de eso, nos quedamos callados. La verdad, es un poco incómodo ahora.

—Lo siento por la última vez —le digo, sin pensar mucho mis palabras—. No debo meterme donde no me llaman.

Ella mira a un punto de la habitación y después sonríe ligeramente.

—Gracias por preocuparte.

Ella se acercó un poco a mí y señaló mi brazo izquierdo.

—Tú también lo haces, ¿verdad?

¿Cómo lo supo? ¿Me vio? ¿Tuve un descuido? ¿Quién más lo sabe?

—Lo hago desde hace dos años —dice, arremangado su abrigo hasta dejar ver sus brazos desnudos.

Si piel es demasiado pálida. Y contrasta muy dolorosamente con esos rasguños y moretones. También hay pellizcos.

—No debo hacerlo, pero estoy trabajando en eso. ¿Y tú?

Siento muy extraño todo esto. Nadie se había dado cuenta de mis lesiones, ni siquiera mi madre o Kaito. Tal vez, por  mi actitud lo intuyó.

—Está bien si no quieres decirme, es solo que no conocía a alguien que también lo hiciera.

Suspiro y me arremango mi suéter. Tengo marcas rojas, los rasguños que realizo cuando no puedo dormir.

—Lo hago desde hace poco —es lo único que menciono.

Ella observa mi brazo por un largo tiempo. No me mira con desaprobación, pero tampoco con admiración.  Su mirada me refleja que siente empatía hacia mí.

—Trata de no hacerlo, ¿sí? —es lo único que dice, bajando las mangas de su abrigo.

Yo hago lo mismo y me levanto rápidamente. Rin me imita y los dos salimos del almacén algo incómodos por lo que acaba de pasar.

De todas las personas que pudieron saberlo, tuvo que ser ella. Me siento muy confundido.

—¿Quieres algo de comer? —le pregunto—. Puedo cocinar en la cocina de Mei.

—¿No le molesta que agarres sus cosas? —pregunta, sentándose en la silla detrás del mostrador.

—Nah, ya me agarró confianza. He pasado días aquí.

—Ah... —. Rin mira al suelo y después al reloj pegado a la pared—. Sí, supongo que deberíamos comer algo.

—Bueno, veré qué tiene en su cocina.—digo, subiendo las escaleras —Bueno, tú quédate cuidando la tienda. Si necesitas ayuda me dices.

—Gracias, Len.

Asiento con una sonrisa, y me dirijo al segundo piso, donde está el departamento de Mei. Cómo siempre, tiene un desastre. Hay ropa, basura y una gran cantidad de platos sucios en su cocina.

—Veámos si funciona la estufa —me digo a mí mismo, esperando que, al menos, la estufa tenga algo de gas. Después de unos segundos, el fuego aparece, por lo que suspiro aliviado—. Bien.

Reviso el refrigerador y veo unas cuantas verduras y arroz blanco en un traste.

—Pues verduras serán.

Me pongo a saltear las verduras en el fuego, junto al arroz, haciendo una especie de arroz frito con verduras. Le echo unas cuantas especias y salsa. Se ve bien. Huele bien.

Serví el arroz raro en dos platos y bajé hasta la tienda.

Me sorprendo al ver qué Rin se ha quedado dormida, recargada en el mostrador.

Dejo los platos en uno de los estantes y me acerco a ella. Si rostro se ve tranquilo, y las ojeras debajo de sus ojos me indican que no ha dormido bien.

Le doy una ligera palmada en el hombro. Pero, tan solo con tocarla ligeramente, ella se levanta de manera brusca, volteando a su alrededor con pánico.

—¿Qué? —exclama, con el ceño fruncido, hasta que me mira. Su expresión cambia, hasta ser la misma de siempre, seria.

—Te quedaste dormida. Perdón por despertarte.

—Gracias —dice, todavía con un deje de preocupación.

—Creo que somos unos expertos en despertarnos mutuamente —digo, acercando los platos al mostrador. Arrastro una caja y me siento encima para poder comer también—. ¿Eres vegetariana?

—No —responde, mirando mi obra maestra culinaria.

—Bueno, por hoy sí —digo, señalando su plato—. No soy el mejor cocinero del mundo, pero al menos no se me quemó.

—Muchas gracias.

Rin miró la comida por un buen rato hasta que, finalmente, le dio un bocado. Yo ya iba por la mitad.

—Está rico —dice, probando otro bocado.

—Es la primera vez que te veo comiendo —le digo, dando la última cucharada a mi arroz.

—Sí...

Ella se queda unos minutos pensando, hasta que decide retomar su comida. Estoy algo extrañado por su reacción, pero en sí siento que cada una de mis interacciones con esta chica han sido raras.

—¿Y cómo les fue mientras no estuve? —pregunto, rompiendo el silencio entre los dos.

—Bien. Ya sabes, lo normal. No habían muchos clientes.  Limpiar. Todo eso.

—¿Ya te contó la historia del perro Bartolo? —digo entre risas, recordando como cada vez que Mei se le ocurre, comienza a contar esa anécdota.

—Ya me la sé de memoria. Me la ha contado como cinco veces —dice Rin, en medio de una risita.

—No sé si lo hace porque es su anécdota favorita o si solo se le olvida que ya nos la contó.

Los dos reímos y miramos nuestros rostros. No me había percatado de lo lindos que son sus ojos. Son azul claro, casi verdes, a diferencia de los míos, que son de un azul profundo.

—¿Tengo algo en la cara? —dice, sacándome de mis pensamientos.

—Ay, perdón —digo, desviando la mirada—. Es que me perdí un poco. Perdón.

Ella sonrió y volvió a comer.

—Ya no tengo hambre, pero muchas gracias por la comida. Estuvo deliciosa.

Ella se levanta del mostrador y toma los dos platos para llevarlos al piso de arriba.

—Ahorita vengo.

Me quedo un rato en soledad, viendo el reloj pegado a la pared. Apenas son las seis y media.

Después de pensar un momento, recuerdo a mi mejor amigo, Gakupo. Su relación se acabó de la nada. Y lo peor es que según lo que dijo, todo había ocurrido mientras yo estuve ausente. No pude ni siquiera darle algo de apoyo. Ninguno de mis amigos lo sabían, pero, por alguna razón, me hacía sentir mal el hecho de no haber estado ahí para él.

Gakupo es una persona muy sentimental, y de verdad amaba a Gumi.

Escucho pasos en la escalera, y es Rin, quien viene del departamento de Meiko.

—Ya está. ¿No ha venido ningún cliente? —pregunta, tomando asiento en la silla del mostrador.

—No. ¿Sabes? Ni siquiera sé por qué Mei no cierra esta vieja tienda. Nunca tenemos clientes, la ciudad es pequeña y no hay mucha gente interesada en la música —. Me levanto y camino unos pasos hasta llegar a un estante donde se aprecian diferentes discos de vinilo—. Podría retirarse perfectamente.

—Tal vez le tiene apego emocional a este lugar —dice Rin. Sus ojos se posan en la ventana—. Oye, ¿no es esa tu novia?

Al escuchar lo que dice volteo inmediatamente. A través de las grandes ventanas puedo ver a Neru, que se acerca caminando por la banqueta de enfrente.

Inmediatamente entro en pánico. ¿Por qué? Porque justo ahora no estoy solo, como ella me dijo. Estoy a acompañado de una chica a la que ella odia.

—Dios... —murmuro, antes de que Neru entre a la tienda violentamente.

—Cariño, ¿Dónde demonios has estado?

Es lo que dice. Yo solo me quedo un rato congelado, mirando a mi novia con el ceño fruncido.

—Ya sabes que estuve enfermo.

—Sí, tonto. Lo sé —. Neru se acerca un poco más—. No me has llamado.

—Ni tú a mí —respondo.

Lo que menos quiero es causar una escena frente a Rin, pero ya estoy cansado de su actitud posesiva.

—Esperaba que lo hicieras. ¿Sí sabías que yo siempre soy la que te llama, verdad? Esta vez, me habría gustado que tú lo hicieras.

Ella está furiosa. Aunque tiene la voz tranquila y calmada, sus ojos me dicen lo contrario.  Se refleja la ira en ellos.

—Sí, tienes razón —digo. No quiero discutir con ella—. Discúlpame, pero de verdad me sentía muy cansado.

Neru camina, dejándome hablando solo. Se dirige hacia el mostrador donde está Rin, y de inmediato sé lo que ocurrirá.

—¡Ah, qué sorpresa! —exclama Neru, recargándose en el mostrador. Rin, que hasta este momento había permanecido con la mirada baja, enfoca sus ojos en mí, y luego en la persona que tiene enfrente—. Kagamine Rin, qué sorpresa. No sabía que trabajabas aquí.

Rin trata de hablar, pero justo cuando está por decir algo la interrumpo descaradamente.

—Sí, apenas van unos días, ¿sabes? Estuve enfermo y no recordé hablarte de mi nueva compañera.

Neru sonríe, muy falsamente para mí. Ya sabía que así se comportaba solo para guardar las apariencias. Aún así, sus labios ligeramente curveados y su dentadura perfecta, junto a esos ojos color miel podían convencer a cualquiera.

—Te tardaste un poco en decirme. ¿Y qué tal te va a ti, Kagamine Rin? —pregunta, de forma maliciosa, a pesar e que su voz suena bastante tranquila.

—Bien —se limita a responder.

Neru se deja de recargar en el mostrador y se dirige a mí.

—Bueno, cariño, me tengo que ir. Solo venía a saludarte. Mañana nos vemos en la escuela.

Después de decir eso, me besa en los labios y sale del local, no sin antes dirigirle una sonrisa burlona a Rin.

—Nos vemos, Kagamine —se despide, antes de salir.

Cuando estamos solos, yo carraspeo, intentando romper el ambiente tan incómodo en el que Neru nos dejó.

—Lo siento —digo, jugando con mis manos—. Ella no siempre es así, solo es un poco celosa, pero no es grosera.

—¿Y por qué te disculpas? —dice, mirándome a los ojos—. No tienes que ir por ahí, limpiando la mierda que hace o dice.

No sé por qué, solo sonrío. Rin tiene una forma muy particular de decir las cosas: es demasiado baja de estatura a diferencia de mí, que soy menor que ella, y tiene una voz demasiado dulce. Esto le da un aire infantil a su apariencia. Pero, apesar de eso, su vocabulario no es para nada inocente.

—Y, bueno, en clases siempre me ha tratado mal, así que estoy acostumbrada a eso.

Eso llama mi atención. Nunca había escuchado a nadie decir eso sobre mi novia .

—Ella... ¿te ha tratado muy mal?

—Bueno, no solo es ella —dice, caminando hacia donde está el piano de cola en exhibición—. Todo el mundo me odia por alguna razón, a pesar de que no hablo con nadie. De seguro ya lo has escuchado, me llaman "rarita".

Eso era cierto. No había estado muy metido en el rumor, pero al parecer toda la escuela piensa eso de Rin. Solo porque es demasiado callada y tiene una forma de vestir muy particular.

—De seguro tú también piensas lo mismo.

—No es así —. Me dirijo a su lado y tomo el violín que encuentro a la mano—. Sí escuché eso, pero nunca lo pe sé.

—¿Y por qué?

—No tenía ningún motivo por el cuál decirte ese apodo tan ridículo. No te conocía, y sinceramente lo único que pensaba sobre ti es que eras admirable.

—¿Yo? ¿Admirable?

—Sí, ya sabes. Eres bastante inteligente. Nunca había visto un examen de 200 reactivos perfecto.

—La verdad fue sencillo —responde, subiendo los hombros—. Solo resolví los ejercicios y ya. Nada complicado.

—No sabes lo que dices —. Colocó mi violín en posición—. Por favor, dame un La.

Ella toca la tecla en el piano, un poco desafinado a decir verdad.

—Hoy traje unas cuantas cosas. Las compuse hace unos meses, aunque ayer me puse a corregirlas.

Le doy las partituras del piano y comienzo a afinar mi violín.

—Hum... Se ve bien. Bueno, tú me dices cuándo empezamos —dice, luego de leer la partitura.

—Dame unos minutos.

Pasamos todo el rato tocando música. Las cosas escalaron a tal punto que pudimos improvisar algo nuevo, juntos. Cuando menos me di cuenta, ya no podíamos disimular nuestra sonrisa.

Somos solo dos chicos de preparatoria que no sabemos nada del otro más que los que puede verse a simple vista, pero he compartido momentos increíbles.

—Esto es realmente divertido —dice ella. No se detiene, a pesar de que habla y sonríe.

Comienza a tocar improvisando, algo que reconozco bien. Es Bach, pero con variaciones.  Reconozco una pieza porque aprendí a tocarla en violín. También comienzo a improvisar, ella lo hace mucho mejor que yo.

Comienza a tocar más rápido, hasta el punto en el que ya no puedo seguirla. Me detengo, con una carcajada. Ella también. Finaliza con un acordé rápido, presionando las teclas con fuerza, echándose para atrás.

—No sabía que los dos hacían tan buen equipo.

Ambos volteamos y vemos a Mei, aplaudiendo felizmente. Se acerca a nosotros y nos palmea la cabeza a ambos.

—Ya es muy tarde, niños. Son las nueve.

El escuchar la hora, me estremezco en mi sitio. Ya voy muy tarde, mi madre se preocupará.

—Len, acompaña a Rin hasta su casa, por favor. Vayan con cuidado, ¿sí?

Rin y yo nos despedimos de Mei y salimos de la tienda, en camino hacia la casa de Rin.

—Si quieres ve a casa. Solo está a tres cuadras. Puedo ir sola.

—Lo siento, pero Mei me dijo que te acompañara.

Ella asiente y comenzamos a caminar. Durante un rato estamos en silencio, admirando las calles solitarias.

—¿Conoces a Meiko desde hace mucho? —pregunta.

—Desde que soy un niño. Es como una madre para mí.

—Se nota que la quieres mucho. Y ella también te quiere a ti.

—La verdad sí. Cuando era niño, estaba enamorado de ella.

—¿Es enserio?

—Era un puberto de doce años, nada raro —. Dirijo mi mirada hacia Rin—. Ahora solo siento un cariño muy grande.

—Eres bastante afortunado...

Luego de decir eso, la mirada de Rin se vuelve melancólica.

—Sí, creo que sí.

Inconscientemente, me digo a mí mismo esas mismas palabras. Soy afortunado.

Pero...

¿Por qué me siento tan vacío entonces?

—¿Tus padres no se molestarán si llegas tarde? —digo, rompiendo el ambiente melancólico.

—Vivo sola.

Asiento. La verdad, eso solo me provocaba más curiosidad sobre su vida. ¿Cómo es que una chica de 17 años podía vivir sola?

—Claro. Bueno, con más razón debo acompañarte hasta tu casa.

—No es necesario, señor valiente. Puedo regresar sola.

—Nunca imaginé que fueras así —hablo sin pensar—. Es decir, no digo que seas mala o algo. Solo que te vez demasiado tímida y callada.

—No te preocupes, todos piensan lo mismo. Además, admito que soy así, solo hablo con la gente que quiero.

—¿La gente que quieres? —pregunto, sintiendo mi cara arder.

—Perdón, eso sonó raro —dice colocando su mano en la barbilla—. Quiero decir que ahora somos amigos, ¿no?

—... Sí, tienes razón.

—Ah, por cierto. Si hay algún problema con tu novia, deberíamos mantener las distancias mientras ella nos ve. No quiero ocasionar un problema entre tú y ella.

—No —digo secamente—. Tienes razón, no tengo por qué limpiar la mierda que hace. Eres mi amiga ahora, y ella tiene que entenderlo. No estamos haciendo nada malo.

Seguimos avanzando, hasta llegar a un edificio algo viejo y descuidado. La verdad, se ve muy mal. Huele a basura, y la iluminación lo hace ver como un Silent Hill. La neblina tampoco ayuda.

En el portón de entrada hay un viejo fumando un cigarrillo, tiene muy mal aspecto.

—Señorita Rin, hoy viene tarde —dice, optando una pose mucho más cercana hacia ella—. ¿Este es tu novio?

Ella lo mira de arriba a abajo y frunce el ceño. Retrocede, alejándose de la cercanía de ese señor repugnante. Huele horrible y su aliento apesta.

—Qué le importa.

Después seguimos avanzando, escuchando las carcajadas de ese hombre.

Conforme vamos caminando, su mirada se va entristeciendo más.

—¿Él hace eso a menudo? —pregunto con preocupación.

—Más de lo que te imaginas. No es solo a mí, lo hace con cualquier mujer que se le pone enfrente. Las chicas y yo hemos querido echarlo desde hace meses, pero es amigo del dueño del edificio.

—Ten cuidado, por favor —le digo, mirando a mi alrededor. Cómo pensé, hay mucha basura y olores desagradables—. No tiene buenas intenciones.

—Lo sé perfectamente. Más que nadie.

Me quedo reflexionando un rato esas palabras. Aunque me quedan muchas dudas, decido no preguntar. Sin embargo, otra duda surge en mi cabeza.

—Oye, ¿y eso de "las chicas?

—Ah, son mis vecinas. Te las presento si quieres. De seguro están afuera de sus apartamentos, como siempre.

—No es necesario. No quiero molestar.

—Bueno, ya que estás aquí. Ellas son mis amigas. Son muy amables.

Tras llegar al noveno piso, caminamos por el pasillo hasta topar. Ahí hay dos chicas, fumando mientras hablan animadamente.

Una de ellas tiene el cabello rubio, casi blanco, y luce un vestido bastante corto. La otra tiene el pelo lila y va vestida de traje.

—Hola, chicas —saluda Rin.

—Hola, Rinny —dice la chica de pelo blanco—. ¿Y él?

—Es mi amigo, se llama Len. Se apellida igual que yo —dice, volteando a verme.

—Mucho gusto —digo, haciendo una reverencia.

—Que lindo eres —dice la de cabello lila—. Y caballeroso también. ¿Decidiste acompañarla?

—Haces bien —dice la otra—. Estos rumbos son peligrosos. Ah, por cierto, yo soy Haku, y ella es Yukari.

—Deberías acompañarla más seguido —dice "Yukari"—. El pervertido de la entrada es un acosador.

—Ya lo vi —digo, un poco tímido.

Estas mujeres se comportan muy cercanas a mí. Me recuerdan a Mei, igual de elocuentes.

—¿Ya van al trabajo? —les pregunta Rin.

—Sí. Hoy llegaste muy tarde, jovencita —regaña "Haku", dando un golpecito en la cabeza a Rin—. Estaba a punto de irte a buscar a tu trabajo.

—Saben que siempre estoy bien —dice la rubia.

—Bueno, en vista de que al menos ya te apareciste, nos vamos.

—Suerte, chicas. Y perdón por la tardanza —se disculpa Rin.

—No he tenido suerte en meses —dice Haku—. He tenido muy pocos clientes. Y luego pagan el mínimo.

—Te irá mejor, ya verás —. Rin le abraza un poco.

—Y lo peor es que siempre son viejos. O casados. Los odio —. Haku me mira—. Perdón por incomodarte, niño. Fue un gusto conocerte. Espero verte seguido aquí con Rin.

—Claro, señorita. Igual fue un gusto.

—Yo también —dice Yukari—. Ten cuidado al volver a tu casa.

Ambas se despiden de Rin y se van caminando.

—Se ve que te quieren mucho —menciono, una vez que desaparecen de nuestra vista.

—Sí. Pasamos mucho tiempo juntas. Cómo somos las únicas chicas en este pozo, nos hablamos. Como vez, trabajan de noche.

—Ambas son...

—Solo Haku —interrumpe—. Yukari trabaja en un bar de mala muerte.

—Ya veo...

Caminamos hasta una puerta en donde se pone el número 27.

—Me sorprende que no te hayas incomodado con ellas.

—¿Por qué? ¿Por sus trabajos o apariencia? Me ha quedado claro que ellas son buenas personas. Además, no tiene nada de malo si ambas se dedican a ganarse la vida honradamente.

—Eres la primera persona que conozco que dice eso. En especial sobre Haku —. Abre la puerta, dejándome ver el interior de su apartamento—. ¿Quieres pasar?

Veo la hora en mi celular y me percató de que ya es bastante tarde. Aún así, la curiosidad me gana y asiento, entrando a casa.

—Bienvenido a mi refugio

Contrario a lo que pensé, su apartamento es muy lindo. No tiene muchas cosas, ya que el interior no es muy grande. Hay un pequeño sillón azul, y al lado una mesa con solo dos sillas. En la parte izquierda hay una pequeña ventana que da hacia el exterior, y al lado está un escritorio junto a una cama.

Al fondo hay un pequeño baño y una cocina. Me sorprende lo ordenado que está todo. No tiene muchas cosas, solo unos cuantos libros al lado de su escritorio y un peluche de gatito en su cama.

—Es lindo —digo, viendo la ventana. En esta hay un pequeño cactus. Está en una masetita con temática de gatitos—. Veo que te gustan mucho los gatos.

—Sí, es mi animal favorito. Son lo más lindo del mundo.

Me acerco a su escritorio y puedo ver un cuaderno con operaciones matemáticas. Sin embargo, lo que se lleva el foco de mi atención son los tres frascos de pastillas que se encuentran ahí. Uno de ellos lo reconozco, porque yo tomo esos también. Son antidepresivos. El segundo frasco también lo conozco, son pastillas para dormir. El tercero no logro determinar qué es, y no quiero entrometerme y tocar sus cosas.

Ignoro haber visto esto, y no le doy muchas vueltas al asunto.

Me paseo un rato por su casa, hasta dar con su sillón azul. Me siento en este y suspiro.

—¿Quieres comer algo? No tengo nada hecho, pero puedo cocinar algo —menciona, agarrando una silla y sentándose en esta a mi lado.

Esta acción por parte de ella me sorprende, ya que aún hay espacio al lado de mi, en el sillón.

—No, gracias. De hecho, ya me tengo que regresar a casa.

—Bueno, tienes razón. Ya es muy tarde, y te vas solo.

—Estaré bien. Y, gracias por invitarme. Tu casa es muy linda, y..

—Considérate afortunado, nadie nunca viene aquí más que Haku y Yukari.

—Sí, eso creo —digo riendo.

Salimos del apartamento y ahora es ella quien se espera en la puerta.

—Entonces, hasta mañana. Descansa y ten cuidado —me dice.

—Adiós, descansa. —. Me despido con la mano y camino, lejos del apartamento.






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