Capítulo 5
Pasado...
Cuando llevaba dos meses de relación con Neru todo iba de maravilla. Nuestra relación era muy buena, casi todos los días teníamos citas y nos juntábamos por obvias razones.
Un día, cuando estábamos en su casa, nos encontrábamos platicando de tonterías como siempre. Acabábamos de ver una mala película de horror y en vez de estar asustados nos la habíamos pasado riendo.
-¿Enserio me voy a creer eso de que salió disparado y una reja lo atravesó? ¡Eso es físicamente imposible! -exclamó ella, en medio de una carcajada.
-Bueno, pero al menos la familia del tipo sobrevivió y no lo descubrieron teniendo sexo con su cuñada -dije yo, abrazando sus hombros-. Pero habría sido más divertido.
-Que bueno que no tienes hermanos, Len -murmuró en mi oído.
-Sabes que tengo una hermana, ¿no? Va a llegar aquí mañana.
-Entonces llévame a verla -me pidió, entrelazando sus dedos con los míos-. Quiero conocer a mi cuñada.
-¿Enserio? -pregunté con la ceja levantada.
-Sí. Podríamos formalizar nuestra relación así. Además, en el futuro nos casaremos, ¿que tiene de malo querer conocer a la hermana de mi esposo?
-Bueno, si mi esposa me lo pide no podría negarme a esa petición -contesté sonriendo-. Creo que el miércoles podría llevarte a conocerla.
-Eso me encantaría, Lenny -dijo, dándome un beso en la mejilla-. ¿Y entonces ahora qué hacemos?
Ella se recorrió en el sillón para quedar un poco más cerca de mí. Guió su mano a mi entrepierna y después se sentó en mi regazo.
-Mis padres no van regresar en un rato.
Luego, cuando llegó el siguiente día, muy temprano en la mañana, bajé a desayunar. Me sorprendí al ver un ambiente tan familiar. En la mesa del comedor, mi padre platicaba con mi madre. Y en la cocina, distinguí el cabello rubio de mi hermana. Ella siempre tuvo el pelo largo, por lo que me sorprendió verla con el pelo tan corto.
-¿Cambio de look? Te queda bien -dije, después de decir "buenos días".
Mi hermana estaba preparando sandwiches de queso, pero al escuchar mi voz se detuvo y cruzó los brazos.
-¿Desde cuándo tan amable, tú? -me dijo, volviendo su atención en la comida.
-Desde siempre. ¿Es así como me tratas después de tres meses de no vernos?
Inmediatamente sonrió y se limpió las manos en el mandil. Luego me abrazó y besó mi mejilla.
-Te extrañé, hermanito -. Acarició mi cabeza. Ella siempre se burlaba de mi estatura. Sin embargo, ahora yo era más alto. Al verla así, sentí que habían pasado años desde la última vez que me acarició, así que no pude evitar sonreír.
-Lamentablemente yo también -dije, quitando su mano de mi cabeza. Me gustaba que ella hiciera eso, pero no iba a permitir que ella lo descubriera.
-¿Vas a la escuela?
-Sí, y ya voy tarde.
-Llévate esto -. Me dio una lonchera-. Nos vemos al rato entonces.
-Sí -caminé al comedor-. Adiós, má. Adiós, padre -dije, antes de salir.
-¡Adiós cariño! -exclamó mi madre, lanzando un beso.
Después de unos cinco minutos llegué a la escuela. En la entrada me estaba esperando Neru, acompañada por Kaito y Gakupo.
-¡Hola, cariño! -dijo Neru, dándome un beso en los labios. Yo le correspondí.
-¿Hola? ¿Soy invisible o algo? -dijo Gakupo en voz alta, lo que interrumpió mi beso con mi novia.
-Hola, chicos -dije, rodando los ojos.
-Asi está mejor -exclamó Kaito-. ¿Listos para las dos maravillosas horas de clases de historia?
-Ustedes, será -le contestó Neru-. Afortunadamente yo tengo artes. Literalmente es no hacer nada.
-Presumida -murmuró Kaito-. Bueno, ya vámonos o llegaremos tarde. No quiero que me vuelvan a cerrar la puerta en la cara.
Todos nos despedimos y caminamos a nuestro salón. Cómo llegamos más temprano que de costumbre gracias al trauma de Kaito por llegar tarde, nos quedamos platicando.
-¿Y cómo está tu hermana? -me preguntó Kaito.
-Bien. Llegó en la mañana.
-¿Es igual de linda?
-Sigue diciendo eso de mi hermana y te romperé la cara, tarado -le dije-. Sabes que con la hermana de tu amigo no te puedes meter, ¿verdad?
-Bueno, no te enojes. Solo quería saber si había llegado bien.
Negué con la cabeza. Luego, por algún motivo, sonreí sin razón al recordar su nuevo cambio.
-Se cortó el cabello hasta los hombros.
-¿Enserio?
-Sí, idiota.
-¿Rompió con su novio o algo?
-¿Qué tratas de decir con eso?
-Me refiero a que cuando alguien termina con su novio suele hacer eso. Ya sabes, como un cambio.
-Pues no sé -dije, encogiendo los hombros-. No tuve tiempo de hablar con ella.
-Bueno, me cuentas después el chisme.
-No pienso decirte nada de mi hermana -dije, frunciendo el ceño-. Y tú, Gakupo, ¿qué cuentas?
-Invité a salir a Gumi -soltó sin más, con desinterés.
-Y te mueres de la felicidad, ¿no? -dijo Kaito.
-Sí -contestó Gakupo, con una sonrisa boba-. Iremos al cine.
-A este paso, soy el único que se va a quedar solo -murmuró Kaito.
-No te preocupes -dije, palmeando su espalda-. Puedes hacerte novio de Rinto.
-Pendejo -dijo Kaito, quitando mi mano de su espalda-. En primera, ese es un idiota. Y en segunda, adoro a las mujeres.
-Lo sé, estás enamorado de Luka desde que hiciste el ridículo frente a ella por primera vez -mencionó Gakupo.
-Primera de muchas -añadí.
-Es perfecta -dijo Kaito ente suspiros-. Es lista, es guapa, promedio excelente.
-Y hablando de promedio excelente -mencionó Gakupo-. ¿Ya escucharon hablar de la nueva? Dicen que tuvo el puntaje perfecto en el examen de matemáticas.
-¿La rarita? -preguntó Kaito.
-Esa misma. Ya está en clases avanzadas y hasta dicen que la van a enviar a las olimpiadas de matemáticas.
-¿Por qué le dicen rarita?
-Rumores, Len, rumores.
-Entonces no hablen de ella así.
-Se apellida igual que tú -comentó Kaito-. ¿No es pariente tuyo?
-No, que yo sepa -respondí.
-De seguro es su hermana perdida -habló Gakupo-. ¿De verdad no es nada tuyo?
-No sean idiotas -dije-. En el mundo hay mucha gente que se apellida igual y no tienen nada que ver.
-¿Por qué siempre arruinas la diversión? -dijo Kaito, rodando los ojos.
Cuando llegó la profesora nos sentamos en nuestros lugares y así estuve las dos horas siguientes. Después de eso tocaba descanso de veinte minutos, descanso que siempre tomaba con Neru. Sin embargo, mientras iba en camino al árbol donde siempre solíamos reunirnos, el recuerdo de la mención de la chica "rara" me trajo una enorme curiosidad.
Yo no me consideraba una persona inteligente, solo me dedicaba a estudiar un día antes de los parciales y así me iba bien, pero eso de tener un puntaje perfecto en un examen de 200 reactivos sin opción múltiple solo pasaba en mis sueños.
Caminé con entusiasmo a la sala de profesores. Afuera siempre ponían nuestros nombres con nuestro respectivo puntaje.
-Kagamine... -murmuré mientras buscaba su nombre en la lista.
Busqué en la lista de los de primer año, pero no estaba nadie más de apellido Kagamine que yo.
-¿Será en las de segundo? -me dije a mi mismo, repasando todos los nombres.
Efectivamente, no tuve que buscar mucho hasta ver la lista del grupo D, en donde resaltaba la perfecta calificación de quien buscaba.
KAGAMINE RIN: 200 PUNTOS. CALIFICACIÓN PERFECTA
Me sentí genuinamente asombrado. Nunca creí que podría haber a alguien tan inteligente en la escuela.
-¿Qué haces aquí, mi amor? -. La voz de Neru me sacó de mis pensamientos.
-Nada -contesté sonriente-. ¿Ya viste la calificación perfecta?
Ella se dedicó a mirar la lista, hasta que dio con el nombre de la chica. Hasta ese punto, ella tenía una sonrisa en el rostro. Pero de un momento a otro, esa mirada cambió hasta convertirse en odio.
-Sí, la conozco -dijo con voz seca-. Es una presumida. Va en mi grupo.
En ese momento, mi sonrisa se desvaneció un poco.
-Es desagradable -mencionó con desprecio-. No deberías acercarte a ella-. Después le dio la espalda a la lista y me abrazó de los hombros, mientras comenzábamos a caminar-¿Por qué tanto interés por esa, eh?
-Es que me llamaron la atención sus calificaciones -. Volteé a verla, y noté que seguía con el ceño fruncido-. No te pongas celosa, sabes que solo tengo ojos para ti.
De inmediato sonrió.
-Bueno, solo si me prometes no volver a acercarte a esa.
Presente...
Estoy recostado en mi habitación. Llevo todo lo que va del día mirando el techo, sumergido en mis recuerdos. ¿Por qué todo tuvo que cambiar tan rápido?
-Len -. Mamá entra en mi habitación, con una bandeja de galletas en la mano-. Tus amigos están aquí, vinieron a verte.
No respondo nada y solo asiento. Mi madre suspira antes de dejar mi cuarto. Yo solo me siento en la cama, alcanzando a acomodar mi cabello.
Minutos después, tocan la puerta.
-Len, somos nosotros -. Escucho la voz de Kaito al otro lado de la puerta.
-Pasen -digo antes de sentarme en mi cama otra vez.
La puerta se abre y mis amigos pasan, con sus rostros de preocupación.
-Hola -saludo, forzando mi sonrisa.
Son Kaito, Gakupo y Rinto.
-Vaya, vaya. Ahora tu eres el enfermo, ¿eh? -dice Rinto sentándose en la silla de mi escritorio.
-Ya no lo molestes, idiota -dice Kaito-. Enserio, ¿estás bien?
-Solo es un resfriado, ya me curaré -digo para tranquilizar a mi amigo.
-Pues te desmayaste -habla Gakupo-, debiste haber visto lo preocupada que estaba la señora Mei. Y, bueno, también la otra...
-¿La otra? -pregunto. Miro confundido a mi amigo.
-No nos habías dicho que trabajabas con la genio de tercer año -dice Kaito.
-Perdón, se me olvidó decirles. Solo llevo trabajando un día con ella.
Seguimos hablando de temas mucho más triviales, hasta que poco a poco, se fueron retirando a sus casas hasta que solo quedó Kaito.
-Y... ¿Vas a decirme que ocurrió? -. Kaito se sienta a mi lado en el suelo. Los dos estamos recargados en la cama.
-No pasó nada que tú no hayas visto. Por si no lo recuerdas, estuviste ahí.
-Sí, ya sé, pero yo me refiero a lo que sucedió después.
-La verdad solo llegué a mi trabajo y ya. Me sentí mareado y supongo que fue porque me desmayé.
-¿No pasó nada "inusual" antes -dice Kaito, haciendo comillas con sus manos.
-Pues no.
Hubo un silencio incómodo por un rato. Kaito estuvo mirando fijamente un punto en mi habitación hasta que se dignó a decirme algo.
—Todo esto es culpa de esa loca.
—Basta, no le digas así —niego.
—Ni se te ocurra defenderla. No tiene ninguna justificación lo que te ha hecho.
—No la justifico, solo...
—Termina con ella —dice Kaito, con firmeza.
Suspiro. Miro al suelo, y siento mis ojos llorosos.
—No puedo hacerlo. No sé cómo, pero a pesar de todo la amo. No lo entiendes.
—por mucho que la ames, ella te está causando un daño permanente.
Kaito se levanta de la cama en donde está.
—Ya no sé que más decirte, ya no —. Niega con la cabeza—. No trataré de convencerte más. Cómo tú dices, no es mi asunto. Puedes perdonarla, y si te lástima voy a estar de tu lado. Pero no voy a meterme en sus peleas.
Camina hacia la puerta. Antes de que se vaya, lo detengo.
—Gracias por entenderlo, Kaito. Eres un gran amigo, la verdad.
Él suspira y abre la puerta.
—Amigo, ¿eh?
Es lo único que alcanzo a oír antes de que salga de mi habitación.
Y, nuevamente, estoy solo.
He dormido un buen rato en la mañana, y ya no tengo ánimos de hacerlo. Solo me coloco los audífonos y los conecto a mi teclado, para tocar un rato.
Sí, esto es lo que me consuela. Esta pieza es lo más lindo que tengo... Me recuerda a ella.
Paso mis manos, sintiendo las teclas frías, los acordes tristes.
¿Por qué te fuiste?
Esto es lo que me dejó ella. Antes, tenía todo de ella, su presencia, su voz, y ahora lo único que me queda es esta canción que compuso cuando éramos niños.
Cuando toco esto, me siento cerca de ella. Siento que puedo escucharla.
Al terminar, vuelvo a la realidad, en donde las cosas no son así. Su voz no volverá.
Pienso en ella, hasta que la puerta de mi cuarto se abre repentinamente.
—¿Hijo? Estás despierto, ¿verdad?
Es mamá.
—Una de tus amigas vino a verte.
—Estoy bien, mamá. Dile que venga.
De seguro es Luka o Gumi.
Pero me sorprendo al ver a nada más ni nada menos que Rin, en la puerta de mi habitación. Tiene una bolsa de papel, y cómo siempre, trae puesto su abrigo gigante.
—Hola —dice con timidez—. ¿Cómo te sientes?
Trato un rato en procesar lo que dice. Nunca me esperé su visita, honestamente.
—Mejor.
Ella camina unos pasos y extiende la mano donde tiene la bolsa.
—Mei los hizo. Dijo que no podía venir, pero que te mandaba muchos abrazos.
Tomo la bolsa y miro lo que hay dentro. Pastelillos de plátano. Deliciosos.
—Le daré las gracias cuando vuelva a trabajar. Y gracias a ti también por venir.
Ella no me mira, solo tiene la cabeza gacha. Luego de unos segundos, comienza a mirar mi habitación con interés.
—¿Tocas el piano? —pregunta, acercándose unos pasos a mí.
—Algo. La verdad no mucho —digo, subiendo los hombros.
Ella miró mi teclado y puso su mano encima de una de las teclas, la presionó con cuidado y después, por primera vez, me miró a los ojos. Tenía una sonrisa leve.
—Yo... ¿Podría?
Asiento. Me quito de la silla en donde estoy sentado y ella se sienta en mi lugar.
Cierra los ojos y coloca sus manos en el teclado.
Interpreta una pieza compleja, de la que desconozco el nombre. Sin duda, me deja impresionado. Toca con fluidez, a pesar de que lo que interpreta no es para nada sencillo.
Cuando termina, tiene una sonrisa de oreja a oreja. Yo estoy totalmente atónito, eso sonó espléndido. Después de mirarla por un rato, aplaudo.
—Eso fue increíble. ¿Dónde aprendiste?
Ella se levanta de la silla y camina a un lado de mí.
—Tomé clases hace unos años. Toco desde los seis años.
—Wow, entonces no solo eres una genio de las matemáticas, también de la música.
Ella rió y colocó sus manos en la cintura.
—Yo no me considero como un genio.
—Pues lo eres.
Yo me levanto y ella retrocede unos pasos. La miro un rato, su expresión al verme parece entristecerse hasta volver a ser ese rostro frío.
—Pero hacía años que no tocaba algo —. Rin sonríe melancólica.
—Pues te salió perfecto. ¿Cómo se llama lo que tocaste?
—Es la parte de una sonata, es la número 12 de Mozart. En fa mayor.
Yo no sé mucho de piano, pero ella hablaba con total naturalidad.
—Pero bueno, no quiero aburrirte con esos temas.
—No, para nada. Me gusta —dije, tomando asiento en mi cama—. De hecho, ahora que lo pienso... ¿Sabes leer partituras?
—Sí. He perdido la práctica, pero...
Ella se queda en silencio un rato, y yo aprovecho para buscar algo entre mis cosas. Es una partitura de algo que estuve componiendo.
—Esto es algo que terminé hace unos días. Es para piano y violín. Yo sé tocar violín pero no hay nadie que me acompañe en el piano —. Extiendo mi mano, con las partituras. Ella las toma entre sus manos, viéndolas con atención—. ¿Tú podrías intentar tocarlo?
Ella las mira un rato. Se ve concentrada y tararea la melodía incluso sin haberla escuchado una sola vez.
Rin es una chica sorprendente. No solo es perfecta en los estudios, sino que también en las artes. Nunca imaginé eso de ella, pero incluso ahora, hacía sentido el hecho de que ella esté trabajando en una tienda de música.
—Puede ser. Ya lo tengo.
—Genial... ¿Puede ser ahora mismo?
Ella se posiciona en el piano, y yo me apresuro en comenzar a finar mi violín, con su ayuda. Tardo unos minutos.
—Estoy listo, ¿y tú? —pregunto, colocando mi violín de forma correcta.
—Sí.
Mi pieza tiene una introducción a piano solo, introducción que ella interpreta de maravilla. Incluso si lo está tocando por primera vez.
Yo me preparo y entro con mi violín. Nunca había estado tan emocionado al tocar mi violín. No desde la última vez que lo hice, cuando ella todavía estaba a mi lado.
Miro el rostro de Rin mientras interpreto mi parte. Ella también sonríe.
Al final, nos quedamos un rato en silencio. Eso fue hermoso, lo más hermoso que he escuchado en estos últimos meses.
—Es asombroso —dice ella—. ¿Lo hiciste tu solo?
Rin aplaude y esta vez se ve realmente feliz. Por instinto, también me alegro. No recordaba lo lindo que era sonreír de verdad.
—Sí. Aunque tiene muchos errores y... Bueno, hay varios saltos prohibidos y quintas paralelas.
—Eso no importa. Suena bien, ¿no?
Siento, por primera vez, que he encontrado una persona con la que de verdad tengo algo en común.
—Eso creo.
—Deberías componer más cosas.
—Tengo más, de hecho —mostré otras partituras, muchas, que fui juntando con el tiempo—. Las primeras son mediocres, pero he estado leyendo varios libros sobre composición.
—Tocas muy bien el violín.
—Tomó clases desde hace unos años. Mi maestro dice que me falta vocación.
—Tu maestro es un idiota.
Suelto una carcajada y guardo mi violín en su estuche.
—Si tú lo dices —digo en voz baja—. Es tarde, ¿quieres quedarte a cenar?
—No, muchas gracias. No tengo mucha hambre.
—Entonces te acompaño a tu casa.
—No te preocupes, el sol todavía no se pone y de todos modos tengo que hacer unas compras antes.
Asiento y me dispongo a acompañar a la puerta a Rin.
—Adiós, señora Kagamine. Fue un gusto conocerla —se despide Rin, tomando la mano de mi madre.
—Gracias por preocuparte por mi niño, jovencita —dice mi madre, estrechando su mano—. Vuelve cuando quieras.
—Gracias. Con permiso.
Ambos caminamos hasta la puerta y nos detenemos un rato a charlar.
—Prometo que llevaré más cosas al trabajo.
—Eso sería genial. Podemos entretenernos, después de todo nunca tenemos clientes.
—Igual algún día podemos componer algo los dos. Tu también sabes de eso, más que yo de seguro.
—No realmente, nunca he compuesto nada en mi vida.
Ella se rasca la cabeza, y por esa fracción de segundos puedo ver su brazo desnudo. Me impacto un poco al notar lo evidente. Marcas de autolesión. Son rasguños.
Al darse cuenta de que estoy mirando su brazo, ella inmediatamente baja la mano y se da la vuelta.
—Si necesitas ayuda, puedes hablar conmigo.
No sé de dónde obtengo el valor para decir eso. Es decir, yo mismo soy un contenedor de problemas mentales, soy incapaz de ayudar a alguien más. Pero por alguna razón, siento que es algo que ella quiere escuchar.
¿Será porque compartimos las mismas marcas que lo entiendo?
Rin baja las escaleras de mi casa. No dice nada sobre mi comentario anterior.
—Len... Gracias —dice, antes de marcharse—. Hace mucho que no me sentía feliz al tocar el piano. Igual lamento que la primera vez que nos vimos las cosas no salieron tan bien.
—No te preocupes —es lo único que sale de Ios labios—. También, discúlpame.
Sacudió su mano en signo de despedida y se fue caminando.
Kagamine Rin es todo un misterio para mí.
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