3.|Culpa
Por un momento se podía sentir la brisa del aire acondicionado, las pequeñas gotas de la fría llovizna del exterior, aquellas manecillas de ese reloj viejo marchando sin parar. Un silencio absoluto, frío y aterrador para los menores que se encontraban escondidos tras un pequeño mueble. Pero, incluso si sus oidos estaban cubiertos con sus propias y temblorosas manos, lograron escuchar la interrupción de tal ambiente.
Plaf.
La mejilla izquierda de la albina de ojos gris se fué tornando rápidamente de rojo. Se abstuvo de hacer algún gimoteo o quejido, sabía perfectamente que ésa bofetada se había escuchado al menos por todo el pasillo fuera de la habitación.
—¿Cómo diablos es posible que ni siquiera te hayas dado cuenta? ¿Si no cuidas a tus hijos que haces todo el maldito día?
Al otro lado de la puerta, se encontraba el causante de tal acto violento contra Rei, Toya. Convirtiendo el esfuerzo que había hecho ella de no asustar más de lo que ya estaban a sus hijos, en un completo fracaso. Y lo supo cuando ella distinguió la mano izquierda con un par de curitas en la pequeña rendija creada por no haber cerrado bien la puerta.
Tras él ser atrapado, el líder de la familia Todoroki inspeccionó la mochila de su primer hijo, llegando a una sola conclusión, Toya estaba huyendo de casa.
Lo cual en parte era cierto, pero no por las razones que estaba imaginando. Además si no todo salía según lo planeado, él tenía pensado volver.
Aun así, no fué Toya quien recibió algún castigo físico, fué su propia madre que salió conmocionada al escuchar los interrogantes que más bien eran gritos de Enji hacia su primogénito.
Era domingo, pero los ataques de villanos no se tomaban descanso los fines de semana, por lo que a Toya ni siquiera se le pasó por la mente que Enji estuviera en casa.
Desde que Endeavor había decidido dejar de entrenar a Toya por su complexión heredada de la familia Himura, pasaba la menor cantidad de tiempo en casa. Enji volvía para la cena o a veces ni siquiera lo veían hasta la mañana siguiente, Toya supuso que lo hacia para evitar que fuera a pedirle que lo entrenará.
Pero ese fin de semana en el que había estado cumpliendo su castigo, no se había percatado de la presencia del jefe de familia.
Enji había pasado todo el tiempo en su sala apartada de entrenamiento, y justamente al salir había notado a Toya salir por la ventana de la habitación que compartía con sus hermanos. Para luego dirigirse sigilosamente hacia el muro trasero de la residencia.
No estaba tranquilo, no estaba triste, no estaba feliz, no estaba enojado. Simplemente no sabía que sentir, pensar o hacer, ya ni siquiera recordaba que sentía o hacia cuando esté tipo de ataques violentos se presentaban durante su infancia.
Incluso si es solo una pesadilla... ¿No debería sentir miedo, culpa, ira o frustración?
«Debo ser un monstruo para no sentir nada viendo y escuchando esto». Se recriminó así mismo.
Bua, bua.
Entre la disputa al otro lado, Toya que se preguntaba que diablos pasaba con él, el leve llanto proveniente de alguna otra parte cercana lo alarmó.
Luego recordó que tan solo días atrás había nacido otro integrante en la familia Todoroki. Lo más probable era que Shoto había despertado por el ruido que estaba haciendo los gritos de Enji.
Dudó, nuevamente no sabía cómo reaccionar o qué hacer.
Frustrante, su situación era frustrante.
Con lentitud, quizás sintiéndose obligado, Toya camino hacia la otra habitación, dónde el menor de los Todoroki estaba llorando. Junto al bebé, estaban Fuyumi y Natsuo intentando calmar el llanto de Shoto con susurros casi imposibles de escuchar, era inútil que unos niños que también estaban llorando intentarán calmar el llanto de un recién nacido.
Shoto no tenía ni una semana de haber nacido, era peligroso lo que intentaban hacer sus dos hermanos menores. Definitivamente no tenían la fuerza suficiente para cargar a un bebé frágil en ese momento.
Bua, bua, bua.
¿Que debían hacer? Quizá Toya vivió 25 años, pero definitivamente nunca cuidó de un bebé. Ni siquiera tenía relaciones románticas con otras personas como para haber imaginado tener un hijo. Después de decidir vivir como Dabi y enterrar a Todoroki Toya, no hubo otro interés más que golpear a su padre con la cruel realidad de tener un hijo villano que le arrebató a inocentes.
Que estupidez. No había otra forma de describir su vida y propósito como Dabi, todo fue una completa estupidez por un resentimiento creado por él mismo. Lamentablemente, esa ira fué lo que lo mantuvo vivo, de lo contrario habría muerto antes.
"Mamá, ¿por qué no puedo cargar a mi hermanita?".
"Toya, eres demasiado pequeño...—respondió revolviendo el rojo cabello de su, en ese entonces, único hijo varón—. En su lugar, puedes mecer la cuna. A los bebés les gusta y calma".
Aunque había pasado alrededor de veinte años de aquello, Toya, todavía podía recordar la sonrisa que le había dedicado Rei en aquel entonces, estaba llena de gentileza y ternura. Sabía que su madre era poco expresiva, pero incluso si su rostro se mantenía la mayor parte del tiempo inexpresivo, podía transmitir calidez y cariño, como un rayo de sol en invierno, que brilla y da calor levemente.
De pequeño solía ver a Rei como el rayito de sol después de una nevada. ¿En qué momento se había apagado esa luz cálida? Cada año que pasaba, su madre parecía cada vez más apagada y tan fría como su don.
El llanto se había detenido, ni siquiera sabía cuando fué que paso porque estaba demasiado absorto en sus pensamientos. Solo se dió cuenta de que estaba moviendo levemente la cuna de Shoto.
Inconscientemente, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
«Mamá tenía razón».
Pero tan pronto recordó lo que estaba ocurriendo tan solo dos habitaciones de distancia, esa sonrisa se convirtió en una mueca, apretó los dientes y los puños.
Finalmente había sentido algo. Culpa.
Su madre estaba viviendo una injusticia en ese momento, y que más daba si era una pesadilla o no. La forma en que la sonrisa cálida de Rei se había apagado con los años al punto de terminar en un hospital psiquiátrico, quizás era por el comportamiento que Toya había tomado durante su infancia.
Toya era alguien que se dejaba llevar por sus emociones, pero también había aprendido a reprimir las que alguna vez consideró inútiles. Entre ellas estaba la emoción de culpa, la había sentido antes de morir y había vuelto a sentirla una vez más en ese momento.
Observó a sus hermanos aún temblando y tratando de tranquilizarse, volvió a sentir aquella amargada incomodidad en su estómago. No era bueno consolando gente y dudaba que funcione, aún así se acercó lo suficientemente para cubrir con sus brazos a los más pequeños que inmediatamente se aferraron a él al darse cuenta de cuál era su intención.
Fue incómodo, pero decidió ignorar esa sensación. De alguna manera sentía que era lo que debía hacer y lo hizo.
—¡Toya-nii, no vuelvas a hacer algo así!—. Dió un par de golpes la única fémina entre los infantes.
—Lo lamentó, no lo volveré a hacer.
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