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Capitulo Siete

April estaba más alegre que nunca. Parloteaba pero yo estaba concentrada en Bill y sus amigos. Hasta que ella mencionó su nombre.

—…Y me dijo que se llama Bill—susurraba en plena clase de música.

— ¿Qué? —me arrepentía de no haberle prestado atención.

—Sí, un nombre súper sexy, ¿a qué si? —le brillaban los ojos de excitación.

—No. No —niego con la cabeza— Cuéntame todo de nuevo por favor —digo desesperándome.

—Ya te dije—dice rodando los ojos—en clase de matemática lo sentaron conmigo y conversamos mucho. Es muy inteligente. Parecía no tener dificultad alguna—parecía sorprendida— salimos juntos de clase y tropecé. Me agarró antes de que caiga al suelo. Parecía un príncipe—suspira.

Me quedo estupefacta por lo que me acaba de contar.

—Tienes que alejarte de él—le advierto—no es buena persona.

Me mira incrédula.

—No seas ridícula—me dice molesta—No es que me vaya a encamar con él.

Ruedo los ojos y me encojo de hombros. Suena el timbre que indica el final de clases. Me paro y meto mis cosas apresuradamente en mi mochila.

— ¿A dónde vas? —me pregunta mientras sigue con la mirada mis movimientos.

—Necesito hablar con Dominick—le respondo sonriente.

Asiente y se encoje de hombros. Salgo y veo a Billy acercarse. Me pongo rígida y trato de ignorarlo. Me mira con una sonrisa de suficiencia y pasa chocando mi hombro con el suyo. Cierro los ojos y aguanta la furia.

Volteo a ver hacia donde se dirige y miro a April salir del salón de clases y sonreírle. Observo como se van juntos. La inocente April con la mirada ilusionada.

Estoy tan distraída que me choco con alguien y caigo en el suelo golpeándome la rabadilla.

— ¿Por qué tan distraída? —pregunta Dominick tendiéndome una mano.

Acepto su ayuda y tomo su mano sin predecir que me jalaría con una fuerza más que innecesaria. Suelta rápidamente mi mano y agarra mi cara con ternura. Me besa con ternura, para luego envolvernos en un beso salvaje. Tira de mi labio inferior con sus dientes y entierro mis manos en su cabello acercándome a él, tratando de fundirme junto con él en una sola persona.

Nos separamos en busca de aire, pero nos sonreímos uno al otro mirándonos fijamente.

— Wow —le sonrío mientras intento aclarar mi cabeza— te tenía que decir algo, pero lo olvidé.

Me agarra la mano y entrelaza nuestros dedos mientras caminamos lentamente hacia el parqueo. Abro los ojos desmesuradamente mientras recuerdo lo que tenía que decirle.

—April y Bill…—dejo la frase incompleta para que él la deduzca.

Me frunce el ceño y entonces veo cruzar por su ojos la comprensión.

< - No -> me dice.

< - Si -> confirmo.

< -¿Cómo lo sabes? ->

< -April está ilusionadísima ->, le explico.

—Eso va a complicar todo—dice preocupado.

No lo entiendo, pero tampoco le pregunto. En el tiempo que conozco a Dominick, he aprendido a guardarme las preguntas para formularlas luego. En privado y con calma.

***

La primera semana de clases fue agotadora. April se había estado acercando más a Billy, quien quería dicho sea de paso, matarme. Y no podían faltar los montones de tareas.

—Viernes en la noche, y yo aquí sentada en la mesa del comedor haciendo los deberes de Álgebra—refunfuño en voz baja mientras paso las hojas del libro con aburrimiento.

Mi madre salió de casa en la tarde, con una maleta de mano, suficientemente espaciosa para ropa de tres días. Cuando me disponía a atacarla con preguntas, me silenció con palabras: “Necesito vacaciones de fin de semana. Regresaré el domingo, cariño.”

Así que mi fin de semana resultaba prometedor: Terminar los deberes en mi propia casa de fin de semana.

< - Toc toc -> escucho en mi mente.

Sonrío y me levanto de un brinco. Después de todo no estaría tan sola. Troto hasta la puerta y la abro de un jalón.

Veo a Dominick parado con despreocupación. Viste unos pantalones cortos de mezclilla y una camiseta de Bob esponja. A pesar de la caminar, él se ve sumamente guapo.

— ¿Te gusta mi camiseta? —Sonríe con burla mientras recorre mi cara con sus profundos ojos verdes— El amarillo me queda fantástico, ¿a que sí?

—Sí; claro que si campeón—respondo con un bufido.

—Pura envidia—espeta con humor mientras se inclina levemente para agarrar mi mano y adentrarnos en la casa.

Suelto su mano con suavidad y me giro para cerrar la puerta. Me pregunto cómo puede andar con pantalones cortos cuando hace tanto frío. Yo, en lo personal, estoy que me congelo. Mi buzo polar, mi camiseta manga larga y mis calcetines con separación para cada dedo, que hacen parecer a mis pies peluches, lo confirman.

Dominick camina hacia las escaleras y empieza a subir con dirección a mi habitación.

Chasqueo la lengua y doy un paso hacia adelante.

< - No. Tengo demasiada tarea -> indico y pongo una imagen, en su cabeza, de mis cuadernos en la mesa del comedor.

< -¿De qué? ->

< - Álgebra -> gimo en su mente con pesar.

< -¿Qué tema? -> replica ignorando olímpicamente mis pensamientos de dolor.

< - Ecuaciones algebraicas -> suspiro audiblemente.

—Eso es fácil— se voltea en la mitad del tramo de las escaleras y me mira de pies a cabeza— Hey, lindos calcetines. Súper sexys—guiña un ojo.

Lo miro con incredulidad y rabia. Me sonrojo por su último comentario.

—Para ti—digo apretando los dientes, ignorando lo de los calcetines.

—Te ayudaré—se ofrece con una sonrisa de superioridad.

Baja con rapidez las escaleras, pero tocando levemente el lado derecho de su tórax. Fijo la mirada en su pómulo y veo que el verdor está desapareciendo. Recuerdo que nunca le llegué a preguntar sobre los golpes. Lo anoto mentalmente. Él se dirige hacia el comedor y lo sigo arrastrando los pies.

Treinta minutos después, Dominick está a punto de perder los estribos conmigo.

—Te estoy indicando y repitiendo la misma fórmula más de tres veces, Ann—dice con tono desesperado—no es tan difícil, de verdad.

Cierro el block de un golpe y empiezo a apilar todos los libros y cuadernos. Nunca he sido buena en números, y es tonto querer serlo ahora. Desesperar al pobre Dominick es en vano.

—Bien, hemos acabado—le digo—no me apetece seguir soportando esto. No aguanto ni un minuto más con los números.

—No—pone una mano sobre la pila, deteniéndome—no nos levantaremos de aquí hasta que entiendas—dice en tono de decisión.

—Dominick, ya no me entran más números—explico con cansancio.

—Okey, descansemos—acepta.

Se para y empieza caminar lentamente. Ni siquiera volteo a verlo, pero siento su presencia. Siento que camina detrás de mi asiento.

De repente, siento que una fuerza empuja mi cabeza hacia la mesa, haciendo que me incline hacia ella y luego, desaparece.

Volteo sorprendida y veo a Dominick reírse con descaro.

Me levanto y él se queda en silencio, mirándome expectante. Después de un momento, corre como si se le fuese la vida en ello. Me levanto del asiento con agilidad y corro detrás de él pero cuando llego al vestíbulo, ya lo he perdido.

Camino silenciosamente y volteo hacia todos los lados paulatinamente.

— ¡Dominick! —susurro. Pero nadie responde.

Entonces, las luces de toda la casa se apagan al mismo tiempo. Entrecierro los ojos tratando de divisar algo en plena oscuridad, aunque sin mucho éxito. Subo las escaleras y busco a Dominick en cada rincón que encuentro.

Camino, con cuidado de hacer ruido en las chirriantes maderas, hacia mi habitación. Escucho un sonido procedente de la primera planta. Bajo corriendo las escaleras sin tener cuidado de los sonidos que provoco y busco con la mirada alguna sombra, pero la oscuridad no ayuda.

Decido ir a la cocina sospechando que él se encuentra ahí. Camino en medio d la oscuridad y pruebo el interruptor de la luz un par de veces, comprobando que no hay electricidad. Reprimo un suspiro de resignación y sigo caminando hacia la isla, ya que es el único lugar en el cuál alguien podría esconderse en la cocina.

Tomo vuelvo y de un salto subo a la mesada para ver del otro lado. Nada. Maldigo y frunzo el ceño enfadándome.

—Dominick, ya no es gracioso— alzo la voz en tono de aviso.

Escucho una risita demasiado alta y corro hacia donde proviene aquél sonido. Llego a la sala y doy un vistazo a todos los rincones de la habitación en busca de algún bulto oscuro y con vida. Nada. Gruño y doy grandes pasos hasta llegar al comedor. Nada nuevamente.

Pienso y encuentro mi problema. Antes de hacer algún movimiento, lo pienso. Así que trato de evitar pensar mis siguientes movimientos. Dominick los puede escuchar, así que para ganar este jueguecito, tengo que elaborar mi propia estrategia.

Doy la vuelta y cruzo corriendo las dos habitaciones recorridas poniendo especial cuidado en cada paso. En lugar de caer con el talón, caigo con los dedos de los pies, evitando así el ruido. Subo las escaleras con el mismo cuidado. Llego a mi habitación y me paro frente a la cama. Entonces todo sucede muy rápido.

Una mano se cierra alrededor de mi tobillo y lo jala. Caigo con fuerza de bruces en el frío piso. Doy un grito desgarrador. Apenas alcanzo a poner las manos antes de que mi cara se estrelle contra la madera. Entonces me jala con más fuerza hacia debajo de la cama mientras escucho las risas de Dominick. Él sigue jalándome hasta llegar a donde él está. Cuando mi cara llega a donde está la suya, estampa sus labios contra los míos. Se separa suavemente y lo miro sorprendida.

— ¡Bu! —dice en plena oscuridad. Solo puedo divisar sus ojos verdes; que aunque parezca increíble, es como si fuesen dos focos, y su sonrisa.

— ¿Qué diablos hiciste con las luces? —reclamo.

—Encontré el panel general de electricidad de la casa—dice como si eso explicara todo. Espero que continúe pero no lo hace, en lugar de eso, siento que intenta encogerse de hombros pero la posición en la que estamos; acostados en el suelo debajo de la cama, de costado mirándonos, lo hace algo dificultoso.

—No fue gracioso—reprocho. Lo golpeo en el hombro con fuerza.

—Si lo fue—dice riéndose—si hubieses visto tu cara cuando me buscabas—sentía que estaba a punto de doblarse debido a la risa.

Lo miro y rio con él. Me rio de mi misma.

Dicen que el amor es algo extraordinario. Que lo encuentras en la persona que menos esperas. Que el amor te cambia. Y sin duda lo hace. El amor hace que aceptes defectos y virtudes de las personas a las que quieres. He aprendido a reírme de mi misma. Él y yo, nos

hemos entregado el uno al otro, no de manera sexual. Si no de algo más profundo: Espiritualmente. Nos hemos entregado confianza y respeto. Compartimos risas, preocupaciones y tristezas. Es ahora, que empiezo a creer que el amor existe, más allá de lo que puedan opinar muchos adolescentes desesperados por experimentar esta sensación. Solo tienes que encontrar a la persona que tenga el paquete correcto para ti.

Me arrastro lentamente por el suelo hasta salir de debajo de la cama y me paro. Siento a Dominick detrás de mí y volteo a ayudarlo.

—Muy bien, juguetón, ahora ve y devuélvele la luz a esta casa, por favor—voy diciendo mientras lo empujo hacia fuera de la habitación sonriendo.

—Quién iba a decir que te asusto la oscuridad—se burla.

—No me asusta.

—Ya.

—Apúrate—lo apresuro.

—Miedosa— se burla caminando y alejándose.

Al cabo de un rato, las luces vuelven a la vida. Suspiro con tranquilidad. Dominick regresa con despreocupación y se sienta en la cama palmeando el edredón suavemente para indicarme que me siente al costado suyo. Me acerco y lo hago, subiendo las piernas y cruzándolas en forma de un lazo. Él hace lo mismo y me mira.

— ¿Ellos fueron los que te golpearon? —suelto de sopetón.

Me mira cuidadosamente y asiente.

—Vale—asiento.

— ¿Tienes ganas de hacer algo? —pregunta.

Lo miro y le sonrio antes de lanzarme encima de él y besarlo con pasión. Me separa suavemente y me mira incrédulo.

— ¿Y eso?

Me encojo de hombros y le sonrío.

—Quiero darte besitos pequeñitos—le digo mientras le doy un beso en la mejilla.

Se sacude levemente con las risitas que suelta y me tira suavemente en la cama para luego proceder a hacerme cosquillas. Me retuerzo de risa y empezamos a jugar nuevamente, disfrutando el silencio, la tranquilidad y la privacidad.

Nos preguntamos cosas nimias hasta quedar profundamente dormidos. No tuve pesadillas, ni sueños. Mi subconsciente se sentía seguro con la presencia de él.

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