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Capitulo Once

April llegó veinte minutos después de que todo se hubiera calmado. Me había encontrado con los ojos hinchados por haber estado llorando de nuevo. No podía soportar el dolor que me producía el rechazo de Dominick.

Odiaba llorar frente a las personas, pero ella en tan poco tiempo se había vuelto más que mi mejor amiga. Sabía tantas cosas de mí, que parecía que vivía conmigo. Así que le conté todo. Sí. Todo. Desde la estúpida pelea que tuve con Dominick, pasando por la visita inesperada de Billy, y terminando por el reciente rechazo de Dom.

—No entiendo nada Ann. ¿Qué son los Kracks? —había dicho ella. Había decidido introducirla en todo este rollo, así que si la iba a introducir, lo iba a hacer por completo.

Después de una hora de despejar todas sus dudas, ella se quedó en silencio asimilando el torrente de información que le había dado. Se pasó las manos por la cara tratando de aclarar sus ideas. Yo trataba con todas mis fuerzas no escuchar sus pensamientos y darle un poco de privacidad. Pero sin duda resultaba demasiado difícil.

—Dime qué piensas—urgí.

— ¿No que podías leer mi mente? —dice arqueando una ceja.

—No—niego—no leo tu mente, la escucho eso sí puedo hacerlo—trato de explicarle—pero en estos momentos trato con todas mis fuerzas de darte privacidad y no escuchar lo que estás pensando.

—Oh.

Asiento sin decir más.

— ¿Así que me estás diciendo que los humanos no somos la única especie que habita en la tierra?

—Exacto.

—Oye Ann, discúlpame, pero todo esto está de locos—dice moviendo la mano exageradamente.

Nos encontrábamos sentadas sobre mi cama, con las piernas cruzadas.

—Lo sé—acepto—yo también creía que todo era una broma.

—Lo peor de todo—sigue diciendo como si no me hubiese escuchado—es que te preocupas de Dominick y no de una manada de locos salvajes que te quieren sacrificar—niega con desaprobación.

Tuerzo la boca avergonzada. Lo que dice es algo muy cierto.

—Eso también lo sé—le digo con derrota—pero si no fuera por Dom, yo no sabría que esa manada de locos me quiere matar—puntualizo.

—Sacrificar—recalca.

—Es lo mismo. Ambos significan muerte—aclaro.

—Bueno, si—acepta.

Nos quedamos en silencio, y la veo juguetear con un hilo que sobresale de la costura inferior de su camiseta.

—Entonces, ¿Qué harás? —pregunta, para romper el silencio que reina en la habitación.

Me encojo de hombros sin saber muy bien que responderle. ¿Qué iba a hacer? Por mi mente cruzaban mil y un maneras de buscar a Dominick, decirle que me disculpe. Besarlo… No. No puedo hacer eso. Porque mi orgullo es demasiado fuerte. Después de otro largo silencio doy un vistazo a la ventana.

—Sobrevivir hasta mi cumpleaños, supongo—le respondo.

April me mira fijamente.

—No puedes dejarte vencer solo porque un chico te termina—dice con enfado—. El mundo no se ha acabado.

Asiento dándole la razón.

—No dejaré que ninguno de esos idiotas se te acerquen, Ann—dice con decisión—. Lo prometo.

La miro fijamente y sonrío. ¿Quién iba a pensar que la chica tímida y menudita que conocí hace unas cuantas semanas terminaría siendo así de valiente y decidida? La sensación en mi pecho empieza a florecer al darse cuenta de que tengo una amistad pura y verdadera. Entonces un pensamiento fugaz de Dominick, me devuelve a mi casi depresión.

—Él se merece algo mejor—murmuro con un tono apenas audible.

Ella me mira entrecerrando los ojos con furia. Mi cerebro la compara automáticamente con un chihuahua enfadado. La comparación me hubiese hecho reír, de no ser por la tristeza que sentía.

< - ¿Dijiste eso en serio, Antonella? -> piensa April.

Me sorprende lo rápido que es capaz de aprender a comunicarse de esta forma tan peculiar. No le respondo y aparto la mirada.

—Sí. Es cierto que has sido una fría de mierda con él—dice con dureza señalando hacia la ventana— y según lo que me contaste, te amargas con él por las puras. Pero escucha bien lo que te voy a decir Antonella Caroline Wright—pronunciando con cuidado cada palabra que conforma mi nombre completo—, si algo he aprendido en mis cortos dieciocho años, es que ninguna persona en el mundo vale más que otra. ¿Quedó claro?

¿De dónde salió esta chica? Asiento y sé que las lágrimas me traicionarán, así que me levanto de la cama y empiezo a caminar hacia el baño.

—Espérame—le indico.

—Si señora—oigo su tono de obediencia militar.

Me lavo la cara rápidamente y me miro en el espejo. Mi cara está moteada por el llanto, y mis ojos completamente hinchados. Tengo el cabello despeinado y enredado como si hubiese habido una pelea de gallos en mi cabeza. Suspiro y agarro un cepillo para desenredar la bola que hay en mi cabeza. Después de varios jalones con el cepillo y muchos cabellos desprendidos de mi cabeza, mi cabello quedó presentable. Lo ato en una cola de caballo alta. Mojo mis manos y doy pequeños toquecitos por toda mi cara con el agua fría, tratando de eliminar la hinchazón. Cuando creo que estoy decente para el ojo público, me dirijo a mi habitación alisándome la ropa.

Entro y April me mira sonriente.

—Esa es mi chica—dice con alegría— ¿Cuál es el plan?

—No lo sé—le digo encogiéndome de hombros—mañana hay clases. No nos podemos descontrolar. Miro por la ventana y veo que el atardecer está cerca.

—Al diablo eso—saca su móvil y me lo entrega. La miro confundida—. Llama a tu madre y dile que te quedarás en mi casa. Invéntate algo.

Cojo el móvil y marco el número de mi madre. Le explico rápidamente que me quedaré en casa de April, a quien por cierto no conoce, pero le explico que es una compañera, y que haremos una exposición para mañana, y necesitamos tener todo listo. Ella me reclama un par de veces por no haberle avisado con anticipación pero le aseguro que fue un plan de última hora. Le digo que la amo y cuelgo antes que siga poniéndome objeciones.

—Listo—le digo entregándole el móvil— ¿Qué tienes en mente?

—No comas ansias. Bien, veamos—dice jugando con el dedo dando toquecitos en la esquina de su boca, mientras le da un vistazo a la habitación. Camino hacia mi armario y abre las dos puertas de par en par. Ahoga un grito cuando empieza a revisar el lugar donde va mi calzado— ¿No tienes tacones? —voltea a mirarme con una mirada incrédula.

Rio de su cara y niego con la cabeza.

—No me hacen falta—le explico.

—Sí, ya veo—comenta sarcástica mientras empieza a ojear mi ropa colgada en el perchero. Niega con la cabeza—debo suponer que tampoco tienes ropa de mmmh, fiesta.

—No—bufo— ¿Iremos de fiesta? —empiezo a dudar que sea una buena idea.

—No exactamente—dice con risitas. Cierra mi armario con delicadeza, se acerca a mí y me toma la mano. Me jala y caminamos con rapidez hacia las escaleras, para bajarlas a saltitos. Ya en el pie de las escaleras, volteo y trato de dar un vistazo a mi habitación. No lo logro. Salimos por la puerta principal y cierro la puerta detrás de mí.

Bien. Aquí empieza es problema. Aunque me cueste aceptarlo, Dominick era mi movilidad. No me hace falta escuchar los pensamientos de April para saber que está pensando exactamente lo mismo.

—Vaya que estabas encadenada a este lugar.

—No lo veo así—comento.

—Ya.

Caminamos hasta el paradero. Miro de reojo a April y la veo parar un taxi. Arqueo una ceja y dejo que le diga al conductor el lugar al que nos llevará.

Ella abre la puerta del auto y me indica que suba. Le doy un vistazo a la casa de Dominick y lo veo parado en la entrada. Nuestras miradas se cruzan un segundo antes de que yo rompa la conexión y entre al coche. Trago saliva y me obligo a no mirar por la ventana hacia donde está él.

Tras un viaje de veinte minutos nos detenemos en una casa con una presencia impresionante. La fachada es ploma y tiene un porche angosto pero elegante.

Bajamos del auto y espero a April que paga al taxi. Cuando camina hacia la casa, la alcanzo.

— ¿Qué hacemos aquí? —le pregunto.

—Te echaremos una producidita—responde con diversión.

— ¿Es tu casa?

—Sí—dice con una sonrisa.

—Oh.

Atravesamos el porche hacia la puerta que April abre con la llave que saca del bolsillo trasero de sus pantalones. Paso y observo la espaciosa sala de estar. Tiene una luz acogedora. Las ventanas son enormes, lo que hace que haya una luz natural por toda la estancia. Sigo observando la elegancia con la que está decorada.

— ¿Demasiado elegante? —comenta April como si me hubiese leído la mente.

—Está bastante bien—la contradigo.

—Okey, basta de cháchara. Es demasiado tarde.

— ¿Haremos pijamada de dos? —bufo.

Me jala del brazo y me conduce hasta una escalera muy elegante. Subimos corriendo y llegamos a un corredor bastante angosto. Pasamos caminando y April se detiene en una puerta, que abre con cuidado. Entra en la habitación y me indica que la siga con un movimiento de cabeza. Lo hago y entro. Siento que ella cierra la puerta. Las paredes son de un lila suave, y hay un armario muy grande. Hay cajas de mudanza con las etiquetas de ROPA en el exterior. Claramente después de tantas semanas, ella aún no desempaca. Su pereza me hace soltar algunas risitas. Sigo observando la habitación y veo muchos posters de personas bailando, de DJ’s y de chicos coreanos. Vayas gustos variados.

Ella se acerca a una de las cajas y empieza a rebuscar desesperadamente. Me acerco a la cama y me siento en ella sin dejar de observar a April.

— ¿Qué buscas?

—Chist—me silencia.

Me muerdo los labios conteniendo la risa.

—Aquí está—grita en señal de triunfo alzando un trozo pequeño de tela. Rayas blancas y negras

— ¿Jugaremos a la gallinita ciega? —digo con burla.

Se voltea y m fulmina con los ojos.

—Ja-Ja—finge una risa—muy graciosa.

Agarra la prenda con cuidado y la coloca en su antebrazo. Camina hacia otra caja y saca un par de zapatos negros, con un taco bastante alto. Frunzo el ceño tratando de averiguar qué se propone. Coge el calzado con los dedos. Se acerca a mí y sonríe con complicidad. Me indica con la cabeza que la siga, y lo hago, ansiosa de ver que se propone.

Entramos al cuarto de baño, muy amplio por cierto. Es de un color rosa pastel. Veo un espejo de cuerpo entero muy grande sostenido por una clase de parante con ruedas. El parante es de un color oro muy bonito, que le da cierta elegancia.

Ella empuja y voltea el espejo para evitar que yo me vea con facilidad.

—Ten—dice entregándome la prenda y los zapatos—. Por favor, ponte esto. Yo me alistaré en mi habitación—dice con seriedad antes de voltearse e irse.

Extiendo la tela con mis manos y me doy cuenta que es un diminuto vestido. Observo el estampado con más atención y me doy cuenta que no son líneas rectas exactamente. Son líneas zigzag de color negras que llenan toda la prenda que es blanca originalmente. Bonito.

Me desvisto rápidamente alegre que me esté distrayendo de... Dominick. Sacudo la cabeza mientras me saco los vaqueros y los coloco con cuidado en el suelo. No me permitiré pensar en Dominick.

Paso el vestido por encima de mi cabeza y lo acomodo a mi cuerpo. Si bien la tela es muy suave, también es cómoda. Se adhiere a mi cuerpo, pero no en una manera que no me deje ni respirar. El vestido es manga acero, así que me siento algo incómoda con los brazos desnudos en este frio. Me quito los tenis y las medias, y suspiro. Esta es la parte más difícil. Subirme a aquellos zancos.

Bajo la tapa del wáter y me siento encima. Meto los pies en los tacones y me paro. Mis pies tiemblan un poco, pero trato de mantener el equilibrio. Suspiro aliviada. No es tan difícil. Camino con cuidado hacia la salida del baño y salgo al encuentro de April.

Ella está magnífica. Tiene una falda blanca pero sin transparentarse nada. Un top negro bastante suelto, pero muy bonito. Y unos tacones dorados con destellos pequeños por todas partes. Son igual de altos que los míos. Ella se está poniendo un par de pendientes cuando sus ojos se topan conmigo.

—Dios santo—dice conteniendo el aliento y luego soltándolo de golpe—. ¡Estás preciosa! —grita con emoción.

—De hecho, tú lo estás—agarro su mano y la hago darse una vuelta— ¿Se puede saber a dónde vamos vestidas así?

—A divertirnos—dice simplemente.

Me extraña que ella tenga esta ropa y todo, pues ella recién se ha mudado. ¿A dónde podría llevarme?

—Ven—dice agarrándome del brazo y haciéndome sentar frente a un tocador muy bonito.

Ruedo los ojos al ver la cantidad de maquillaje que tiene. La cuestiono con la mirada.

—Es para emergencias como esta—explica sin hacerme mucho caso.

Me quedo quieta y dejo que ella me maquille.

—Si quedo como payaso, te mataré—murmuro.

—No te muevas—me reprende.

Suelto un pequeño suspiro y me quedo quieta.

Luego de lo que me parece una eternidad, ella acaba con una sonrisa en la cara. Se aleja corriendo dentro de lo que se puede con aquellos tacones y se mete al cuarto del baño. Al cabo de unos segundos regresa empujando el espejo enorme. Lo sitúa delante de mí.

Observo a una chica con un hermoso vestido que acaba en un vuelo ligero. La muchacha está hermosa, con un maquillaje ligero pero bonito. El vestido es corto pero no demasiado. Y sus piernas se ven larga gracias a los tacones. No reconozco mi propio reflejo.

Levanto un dedo a punto de replicar algo pero ella me detiene con un la mano alzada en un gesto que me indica que tengo que esperar. Ella rebusca dentro del armario y saca una chaqueta de cuero muy bonita. Se acerca y me la pone. La ayudo y me acomodo. Tiene un doble cuello muy bonito. Un detalle de cierre en ambas mangas. Observo mi reflejo y veo que la chaqueta le dio un look rockero. La dejo abierta y le sonrío a April.

Ella suspira con orgullo y se dispone a terminar su maquillaje. Ladeo la cabeza mirándome y sé que algo no cuadra muy bien. Alzo las manos y me hago un chongo algo desordenado. Busco la goma que siempre pongo en mi muñeca y lo sujeto. Perfecto.

Cuando April termina, se pone una chaqueta muy bonita encima.

—Listo—digo— ¿Y ahora qué?

Me sonríe y marca con su móvil.

***

Bajamos del taxi que pidió April y veo un letrero enorme de luces neón. Un pub. Genial. La fulmino con la mirada y me sonríe. Nos abrimos paso entre el gentío.

—Oye—digo medio gritando para hacerme escuchar entre la gente.

— ¿Mmmh?

— ¿Cómo diablos está abierto un pub un día laboral?

—Ahora la gente se divierte todos los días cariño—grita sobre el murmullo ensordecedor de la muchedumbre.

Trato de acallar todas esas mentes demasiado activas y me concentro en no caerme. April llega al guardia y le dice algo. Le da un par de billetes, él abre el cinturón de seguridad y nos hace pasar. Vaya, creí que este tipo de cosas solo pasaban en las películas.

Camino al lado de April adentrándonos en el lugar. Ahora entiendo una de las razones por las que no venía a este tipo de lugares. El ruido es ensordecedor. Y tantas mentes bulleras juntas más la música. Se hace más insoportable que el instituto. Detecto el inicio de un dolor de cabeza pero decido ignorarlo. Vine a divertirme. Y eso es lo que haré.

Ubicamos una mesa vacía y nos sentamos. Sin tacones, se me habría hecho difícil subir al asiento, ya que este era alto. Sin esfuerzo, me siento.

April me mira moviendo la cabeza al ritmo de la música.

—Espera—grita—alguien se nos acercará.

Entonces sentimos a dos muchachos parados a nuestro lado. Resulta casi cómico la rapidez en la que aparecieron.

— ¿Podemos acompañarlas? —dice el de cabello cobrizo.

—Claro—sonríe April.

Volteo a mirarla con reproche. Me arruga la nariz indicando que todo está bien. Como estamos sentadas frente a frente, cada uno de ellos se sienta a nuestro costado. Le sonrío forzadamente al muchacho que está a mi lado. Tiene unos pómulos altos y facciones muy marcadas. Es realmente guapo.

— ¿Cómo te llamas? —pregunta acercándose a mi oído para hacerse escuchar. Me remuevo incómoda pero él no lo nota.

— Antonella—respondo—. ¿Y tú?

Observo a April conversando con el otro muchacho. Ambos ríen. Empiezo a pensar que esto no fue una buena idea.

—Frank Neeson, para servirte —me mira y me sonríe. Veo sus ojos sinceros y empiezo a confiar en él.

—Mucho gusto, Frank—rio por lo formal del asunto, y él ríe conmigo.

— ¿Quieren algo de tomar? —dice el chico que está con April, llamando nuestra atención.

—Dos margaritas—se adelanta April en responder. La mira con los ojos a puntos de salírseme de las cuencas.

—Oye, creo que yo solo quiero una coca—le digo acercando mi cabeza a ella.

Niega con la cabeza.

—Sí, dos margaritas—sonríe.

Ambos asienten y se van a buscar las margaritas.

— ¿Qué diablos haces? —Le reclamo—. Aún podemos escapar. Vámonos—le digo con urgencia.

—Relájate—me sonríe tranquilizándome—. Todo estará bien, ya verás.

—Ya sé que estará bien—replico—, pero esto está mal.

—Son lindos. Mira Ann, no te estoy diciendo que te beses con alguno de ellos—dice con exasperación—. Solo hazte amiga de ellos. Es bueno sabes.

— ¿Nos iremos temprano? —pregunto insegura.

—Lo prometo—dice irguiéndose.

Los chicos llegan con las bebidas. Nos entregan las dos margaritas a nosotras. Ellos se quedan con cocteles que no reconozco ni pienso reconocer.

Le doy un sorbo a la bebida que tengo frente a mí, y contengo un estremecimiento. Escucho una risa y volteo a ver a Frank.

— ¿Nunca has tomado, cierto?

—No—rio aún con más fuerza.

—Se nota—dice divertido.

Hago un mohín y le doy otro sorbo a mi bebida.

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